ECONOMIA DE LA INTERVENCION ANALITICA. Eduardo Said

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Jornadas Aniversario "30 años de Escuela (1974-2004)". Escuela Freudiana de Buenos Aires. 1, 2, 3 y 4 de Julio de 2004.

Me dejo conducir por la ocurrencia de un título.

La formularía como una convicción así: la economía de la intervención analítica acude, propicia, facilita los desenlaces de la economía de goce.

"Economía", como cualquier término, consiente diversos sentidos.

Apunto aquí a dos de ellos, por estimar su pertinencia en psicoanálisis: economía como el uso mínimo de recursos en la intervención, pariente primero de la abstinencia, y economía referida a los flujos del quehacer libidinal, o si se quiere de los goces y sus trasmutaciones.

Elijo referirme a "intervenciones" a sabiendas que conlleva cierta indeterminación.

Podría subsumir interpretaciones, escansiones, puntuaciones, señalamientos y aún, o sobre todo, presencia silenciosa. Elijo no especificar por la descripción de la experiencia sino por el lugar, la posición en el discurso.

Desde allí la clínica impone variabilidad, como espacio abierto a los bordes en que la prudencia en la vacilación calculada limita con la sorpresa de la contingencia.

Diversidad que se enriquece y se soporta en la enseñanza de Lacán con la dimensión del acto. Fundamento que hace posible la designación: clínica lacaniana.

Las modalidades de intervención, tienen como condición un entramado de localizaciones teórico clínicas. Requieren precisar al menos las formas en que se ordenan algunas de sus nociones: estructura, sujeto, inconsciente, transferencia, fantasma, goce.

Y sobre todo aquellas que nominan el lugar y la operación del analista: deseo del analista, semblante.

Las variantes de intervención se modulan según la noción de estructura aprontada en el operador, para el caso el analista. Voy directo: no retroceder frente a las psicosis incluye no avanzar por las vías de la interpretación si esta trastoca la precariedad de su amarre y alienta su respuesta forclusiva.

Resulta orientadora la recomendación de Lacan en "De una cuestión preliminar", en la que propone enfáticamente una sumisión completa a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo.

Intervenciones, no sin conjetura clínica de la posición del sujeto en el campo del Otro. O si se quiere del "diagnóstico" apuntado y suspendido en transferencia.

Vale no congelar la noción de estructura como corte sincrónico, sino en tanto soporta los avatares de su propio movimiento. Evitar la declaración anticipada de la invariancia.

Elijo, por su valor clínico, la referencia a estructura que Lacán produce en Radiofonía:

"ella traza la huella de la falta de un cálculo por venir".

La intervención va a implicar, se reniegue o no de ello, una hipótesis sobre el sujeto.

Como condición escasa del ajuste de lo calculable del acto.

De las precisiones de Lacán sobre el sujeto opto por la productividad de la que ofrece en el Seminario 16.

"Un ser que puede leer su traza, lo que es del registro del sujeto definido como "es quien borra sus trazas". Si es que puede, agrego.

Define un sujeto que se inserta en la renovación repetitiva de su alienación segunda.

Al leer puede que borre y reescriba.

Lacan da su propio acento y en ello transforma la noción de inconsciente en Freud.

"El inconsciente, es un concepto forjado sobre el rastro de lo que opera para constituir al sujeto". Se trata de la causación del sujeto, no de lo que negaría la conciencia, formación heterotópica, que solo cobra unidad por las vías de la identificación imaginaria.

Define también su topología. Se vale en ello de una referencia transformada a la caverna de Platón: "es una entrada a la que nunca se llega sino en el momento en que están cerrando, y porque el único medio para que se entreabra es llamar desde el interior."

Si hay un punto álgido de la intervención analítica, es ese potencial llamado desde el interior. Llamar desde el interior sin hacer del cierre un dentro, no es insoluble si se reconoce del sujeto, "tener efecto de palabra, ser estructura de lenguaje".

Estas precisiones de Lacán sobre la topología del inconsciente orientan las formas de intervención del analista. Referidas particularmente a aquellas localizaciones del sujeto en que es dable delimitar las posibilidades de formaciones del inconsciente. O sea, no sin sus amarres.

La alternancia de succión no está siempre posibilitada. Solo si el deseo ha calado su lecho en la escisión significante. Solo si el segundo soborno, ahora fantasmático, sellando oculta que se sepa efecto de palabra, deseo del deseo del Otro.

Toma allí su pertinencia la propuesta de desplegar la interpretación por los campos diferenciales de enunciado y enunciación. Cita y enigma.

Si se lo cita a Lacán, a Freud, a Marx, para que se hagan cargo en nombre del autor, no menos vale para el paciente. La cita del texto del paciente, de sus enunciados, por la vía de los significantes que porta, es el recurso "económico" mayor. Es posiblemente lo más localizado de la abstinencia. Se trataría de citar al paciente al estilo de un "texto sagrado" al decir freudiano.

Cita, pero en el punto del tropiezo, del estorbo, del impedimento, de lo que equivoca.

Tomada en la trama y urdimbre del discurso.

Si la cita es del enunciado, el enigma es propiamente, dice Lacan, una enunciación.

Con la cautela de no convertirla en enunciado, a cuenta del riesgo corrido por Edipo.

"enigma –dice- que el intérprete no puede de ningún modo completar por sí mismo".

Vale desistir del forzamiento de una hermenéutica interpretativa. No es forzoso que se trate de develar el enigma. Es el tránsito irresuelto, intransitivo, del enunciado a la enunciación, el que podrá dar con el saber en tanto verdad. Es en la trama moebiana, el semidecir.

Las marcas de enunciación en el enunciado, en las texturas fantasmáticas, podrán o no encontrar las vías de emplazamiento de la letra operante. Conmociones posibles de las consistencias del ser del fantasma, que abismando en la hendija agitan el campo del goce.

La clínica pone en evidencia la productividad de esta modalidad de asumir las intervenciones del analista. Hay en la privación de la adjudicación de sentido, en la cita del enunciado y enigma o si se quiere enigmatización del lugar de enunciación, una buena forma de pensar la abstinencia por la vía de la economía de recursos, y su cautela en no engrosar el síntoma.

Aún así, la cita no excusa al analista de las implicancias de su acto, de su elección-decisión. Hay allí ese resto de arbitrariedad y responsabilidad ineludible del acto mismo. Reducto inexorable de la resistencia del analista. No hay la pureza del acto en que exceptuarse.

Ilustro con algunas ocasiones de la clínica:

- La corrección en el decir: es una primer recomendación "técnica", como se decía, de Freud.

Si en la repetición se corrige, es por la cita de la pura diferencia sin anticipar contenido, que se decide la intervención. Una corrección nimia: "estaba re-caliente, re-enojado", como intento de evitar la connotación del furor sexual.

- El cambio de "persona": "no me quiero enganchar, tené cuidado con ese señor".

Viraje del lugar de enunciación que se hace patente en el enunciado y que permite situar en el discurso efectivo las complejidades de las instancias tópicas freudianas. ¿Quién enuncia "tené cuidado"?. Enigma de la escisión que deja oír la voz superyoica del goce del Otro.

- Por la vía, tal vez más recurrente del posible fallido:

"el cuit de la cuestión", sustitución de quid por cuit, con la asociación pronta al Otro perseguidor por las caras del fisco y la infracción.

"para eso hay que estar convicto", en lugar de convencido. Referencia risible si se enlaza a la decisión de casamiento.

"cuando mis viejos se iban a dormir la fiesta", por siesta. Y la inteligible escena primaria con sus distribuciones y exclusiones de goce.

- El enigma del gesto: "me tomé todas las pastillas", con una breve interrupción al hablar y mímica del tragar-atragantarse, del antibiótico". Interrupción mínima que, interrogada, convoca a fantasías de suicidio. Signo primero que se despliega en su puesta en función significante.

- Por la vertiente victimal del "alma bella": "Se van todos a la mierda". Expresión habitual que soporta poco la pregunta del mundo al que se dirige y la excepción en que se coloca.

El alma bella "flota" imperceptible en cualquier "comunidad".

Los ejemplos se multiplican en diversidades: plurales cuando se hablaba en singular y viceversa, basculaciones inesperadas del masculino a femenino y viceversa, expresiones como también o tampoco sin referencias anteriores, insistencias del todo, nada, siempre, nunca, como connotaciones de una lógica que no tolera la paradoja.

"Y siguen las firmas".

Expresión mundana que me permite volver sobre la definición de sujeto:

"aquél que reemplaza sus trazas por su firma. Y ustedes saben que una firma no es pedir mucho para constituir a alguien en sujeto, un iletrado, en la alcaldía, que no sepa escribir, basta que haga una cruz, símbolo de la barra barrada, de la traza borrada,... Cuando al inicio se deja un signo, y después de algo lo anula, eso basta como firma."

Se trata de ubicar la ‘firma’ del sujeto, a privilegio en el signo de la equivocación lógica, gramatical, homofónica.

La intervención por la vía del juego del significante, cobra valor cuando no se agota en la simple combinatoria. No se trata solo de eso. Decir ‘envergadura’ podría no tener mayores consecuencias que las que se derivan de la habitación compartida en la significación fálica.

Se trata mejor de la vectorización que el trabajo sobre las formaciones del inconsciente produce en su añadidura, en las vías de la construcción-deconstrucción-desenlaces de la posición del sujeto en el fantasma. Pasaje si se quiere de la primera a la segunda tópica freudiana.

El fantasma estabiliza un goce frecuentemente cubierto por las caras del sufrimiento.

Conviene que ese goce se conmueva, el del sujeto sufriente y no por la vía de la desculpabilización. Tampoco por la acusación. Ni compadecerse ni expulsarlo por ello.

Sino una otra vía, como aquella que propone Freud para el amor de transferencia.

Sujeto sufriente es una inusual fórmula proferida por Lacán en Ciencia y Verdad. No lo es para una versión, si se quiere, más cercana a la posición de quien consulta. Es a la economía del goce, a sus distribuciones o redistribuciones, la vectorización de la operación analítica.

Cito a Lacán: "La castración quiere decir que es preciso que el goce, añado, el goce del Otro en el fantasma, sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la ley del deseo."

Un analizante, atento a las interferencias situacionales del ex marido de su actual mujer, dice de su cautela fallando: "debería hacerlo antes de que interverga el ex marido".

Basta citar el interverga en el enunciado antes que cierre, para convocar a las tramas fantasmáticas en que el sujeto queda expuesto al goce de un Otro imaginarizado en su potencia de horda. Con la fuerza del rechazo a la feminización, "roca de base" del fantasma viril.

Se trata entonces de la economía de la intervención hacia la economía de los goces.

Insistencia tal vez ya consabida entre los analistas, pero a mi entender algo afectada en el intento de reparar las fallas o fracasos de amarre fantasmático, en la llamada clínica de bordes.

De sus valiosos fundamentos estructurales no se deduce la necesariedad de una clínica directiva hacia la reparación. No conviene, es mi posición, construir el borde sin la hendija. No conviene consistir un dentro.

Va en estas consideraciones, no entender la construcción como donación de significación por el analista al fantasma inconstructo del paciente. Lo que de amarre se produzca, mejor que quede a cargo del discurso del analizante. No sin agujero en el buen lugar, como se dice.

Las letras con que Lacán construye el artefacto de los discursos, rotando en el lugar de su ordenación, proveen alternativas de intervención en que el semblante puede cubrirse también de los ropajes del amo, del saber. Lugares tal vez demasiado facilitados a ocupar y que admiten razones y urgencias deducibles de la clínica de época.

Es indiscutible que los avatares y particularidades de la transferencia reclaman del analista recursos diferenciales que no se subsumen en cita y enigma, ni en otra fórmula pura.

Un joven al que por apuro nombraría como agorafóbico, se detiene ante un posible partido de futbol por la apertura infinita y sin sostén del espacio al aire libre. El recurso de escribirle mi teléfono para que arriesgue llevándolo en el bolsillo, podría ser leído como una especie de donación transitoria de un soporte, un cierto S1, en la idea de su prescindencia una vez que se sirvió de él. No sin el riesgo inevitable de ser convocado a renovar ese soporte y a que la prescindencia así también se dificulte.

Importa, es mi propia cautela, sostener una atenta reserva en el uso de esos lugares en que la intervención pueda reproducir una versión "mejorada" de la alienación al Otro que así se renueva.

Si un señor insiste en el decir de sus éxitos con un tono denso, pesado, opaco: "me va muy bien". Basta seguir la cita acompañando la hondura de su tono: "así que le va muy bien?", para que el estallido de la risa compartida, si no hay ofensa, disuelva las trágicas solemnidades en comedia cotidiana. Vale más que una fina explicación siempre normativa.

Si una joven inicia con la expresión: "La verdad, no tenía ganas de venir", basta con levantar la coma para que su borde pueda aflorar.

La abstinencia no va a excluir en el invite el "dejarse" fallar inexorable del analista, eso si se desiste de la pretensión de solemnidad, si se dejan de-consistir los pedestales del supuesto saber.

Para concluir y en un tímido intento de entramar a lo recorrido tomo la noción de semblante en una versión, la que entiendo importa al analista en la dirección de la cura: como función precipitante, desencadenante del saber en verdad, función de desenlace y trasmutación de goces. Economía de la intervención en la economía libidinal…. A la cuenta del sujeto, si se puede.

Eduardo Said. Jornadas Aniversario "30 años de Escuela (1974-2004)". Escuela Freudiana de Buenos Aires. 1, 2, 3 y 4 de Julio de 2004.