SABER-HACER Y RESPONSABILIDAD. Anabel Salafia.

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Saber-hacer y responsabilidad. Anabel Salafia.

Escuela Freudiana de la Argentina. Convergencia.

Lalengua. Año 1, Número 4, Noviembre de 2005. Los límites del saber.

Un concepto del término responsabilidad parece relacionarse mucho más con el nacimiento de lo político que con el orden moral. Es posible incluso que la asociación inmediata que se establece entre moral y responsabilidad olvide el interés que tiene establecer el vínculo entre responsabilidad y saber-hacer.

Para Demócrito la tekné política era la más grande. Sócrates la llamaba la más grande areté virtud, y la más grande tekné para Protágoras , quien combatía las dudas de Sócrates sobre la democracia a causa de considerar también las competencias de otros especialistas, Zeus había dado a todos la tekné y la areté política.

Protágoras incluye el saber-hacer del político tanto como el del ciudadano. El arte de la política es considerado el arte de la vida en común de los ciudadanos y esto no era algo que se diera espontáneamente de modo que significaba un progreso en la civilización efecto de la adquisición de un saber-hacer. La posibilidad y la necesidad de la invención, de la introducción de nuevas formas de acción, lo cual comporta una idea de progreso, aparece ligada a la adquisición de un saber-hacer: la potencia de lo nuevo se extiende por analogía con las teknai, al conjunto de la actitud frente al mundo y a las instituciones de la vida individual y en común.

La concepción del savoir faire en el sentido griego se refiere no sólo a materias militares, políticas constitucionales y pedagógicas sino también a las tareas artísticas o artesanales y a la construcción naval; son los artesanos, los artistas y los maestros de oficio los que tienen conciencia de un poder-hacer que precede al saber-hacer. Se trata de la adquisición de un dominio, de una maestría en el plano del hacer que señala una independencia del hacer humano respecto de lo divino. En todo caso, si los dioses han intervenido ha sido a los efectos de depositar el saber- en las manos del hombre.

Ciertamente el sentido de responsabilidad está estrechamente relacionado con un saber-hacer que hace, a su vez, al concepto de lo político.

Este sentido de lo político se relaciona con un tomar en las propias manos. El saber supone la adquisición de un poder y por lo tanto de una conciencia de un saber de ese poder-hacer, recordemos que en algunas lenguas, el francés, por ejemplo, saber debe, según el caso, ser traducido como poder.

Para el griego, el progreso operado en la ciencia o la tekné no comporta necesariamente un bien ya que podría ser utilizado para el mal.

La idea de progreso, que en la conciencia antigua es, más bien, la de auxésis, crecimiento, no tiene relación directa con cuestiones de orden ético. Pero justamente es con respecto a los fines, al problema de la finalidad, donde se presenta una independencia de la ética y moral respecto del saber-hacer y la responsabilidad.

Cuando Aristóteles define a la política como arte supremo entre todas las ciencias y las teknai no puede sino introducir las cuestiones de la finalidad el Bien Supremo es necesariamente el fin superior del arte de la política y en este caso es el bien común por excelencia. Es éste el difícil atolladero que el Utilitarismo de Bentham tratará de resolver.

En efecto, el Bien y los bienes no pueden independizarse del bien gozar de y, por lo tanto, de lo que concierne al fundamento de ese lazo social que resulta del discurso de la política como savoir-faire, justicia respecto de la distribución de los bienes, es decir de los goces. Este es el punto que nos permite ver que en la enseñanza de Lacán al Seminario La ética del psicoanálisis le sigue el seminario Aún. Dicho de otro modo, lo desarrollado en el primero explicita en el segundo que todo planteo respecto de la ética requiere de una teoría de los goces.

La cuestión de la finalidad plantea una falla en el goce respecto de la cual se sientan las bases para comenzar a hablar tanto del discurso como lazo social como de las condiciones de analizabilidad de ese lazo en la práctica de un discurso como el del psicoanálisis.

El savoir-faire del analista está formado en una falla radical en el goce. Está moldeado en ella, en las formas vaciadas de su representación y del síntoma que cifra esa falla.

Si nos detenemos un momento en lo antes dicho respecto del saber-hacer en su acepción en el mundo griego, comprenderemos también que un oficio o el aprendizaje de un oficio comporta un grado de manipulación de cierto espacio generado, él mismo, por el saber hacer. El artificio operado responde al mismo tiempo a una función de la letra y a una simbolización significante; Lacán hablará al respecto de una división entre síntoma y símbolo.

El savoir-faire de cada uno presta apoyo a alguna carencia en la función del Nombre del Padre. Hace oficio de síntoma de esa carencia.

Es interesante observar que en algunas personas la inhabilidad para determinados quehaceres suele presentarse a la escucha como una cierta forma de analfabetismo y esto en sujetos que estaríamos lejos de poder considerar iletrados.

El saber-hacer de los letrados es, por ejemplo, la tekné requerida para reparar la Constitución en la polis, es decir, forma parte del saber hacer del artesano.

El poder-hacer precede a la conciencia del saber-hacer. Con la instauración del orden político, es decir de la democracia en Atenas, los ciudadanos toman el gobierno en sus manos pero la conciencia de ese poder-hacer está en el savoir-faire de los artesanos. No serán los dioses quienes harán al hombre responsable de lo que fuere sino de su saber-hacer.

Nadie es responsable sino en la medida de su saber hacer, esta aseveración nos parece venir al discurso de Lacán en consonancia con el saber de la tekné y la acepción de responsabilidad que conviene a esa tekné.

Sin embargo, los ecos de un cierto helenismo, que no esperó la impregnación del descubrimiento de Joyce, el síntoma para entramarse en su discurso, está lejos de constituir un retorno a la búsqueda de una antigua verdad perdida.

El interés de Lacán es lo Real que llama su invento. Lo cual significa una diferencia entre su Real y lo que él mismo establece como real del psicoanálisis esto es, la inexistencia de la relación sexual en tanto no es posible escribir como tal, como relación, Lacán habla en ese momento de lo Real como su síntoma, el que es obra de su saber-hacer pero es cierto que el lenguaje le opone una resistencia al hecho de poder mostrarlo en su decir, sin que esto produzca algún sentido que restablezca la opacidad sexual como límite al goce de un conocimiento.

Alexandre Koyré supo mostrar el abismo que separó el mundo cerrado del universo infinito. El surgimiento de la ciencia moderna va de la mano con una transformación que se cumple en el concepto de lo político y de la política progresivamente hasta la instauración del Estado moderno

El sentido moral de la responsabilidad surge con la ética que se adecúa al sujeto de la ciencia. Freud la recibe como malestar en la cultura.

La responsabilidad en su acepción moral es parte de una ética del fantasma. Sabemos hasta qué punto el sujeto de la neurosis obsesiva sostiene un yo que nunca aparecerá en su decir sino como un desdoblamiento que responde a la figura de una sociedad de responsabilidad limitada.

De hecho la noción de responsabilidad no admite el abanico de sustituciones de sí que el sujeto lleva a cabo en su fantasma de histérico u obsesivo. El cual, por otra parte, es regla corriente en lo que se llama la vida social.

¿Cuánto del malestar en la cultura responde a la incompatibilidad intrínseca entre lo que se denomina social y la responsabilidad en la medida en que esta última no puede sino corresponder a cada uno?

La invención de una koiné que resultara una creación efecto del saber-hacer de cada uno es lo que Lacán propone como pasaje del nombre propio al nombre común. Hay muchos nombres que han contribuido y contribuyen, uno de ellos es en nuestro país, por ejemplo, el de Oscar Masotta. Quizás tenga algún sentido hablar de una falta común a cada Uno, una falta capaz de introducir una alteridad más real que social.

Si bien el conjunto de las aporías de la conciencia moral encuentra sus figuras en la lógica del fantasma esto no autoriza a considerarlas fantasmáticas. La lógica está allí para poner de manifiesto que su fundamento está en lo real de una falla en el goce. La cultura la cubre al tiempo que la profundiza

El sentimiento de culpabilidad, dice Freud, es mayor en la medida en que el sujeto responde a las demandas del super-yo y a las exigencias de la cultura. Al mismo tiempo la insatisfacción de las mociones pulsionales, ya que no todas las pulsiones son susceptibles de sublimación, puede causar graves daños. Dicho de otro modo, la privación en materia de abstinencia de satisfacción no consigue evitar el exceso que comporta una falla que nada debe en su fundamento a la moral sino al revés, una moral viene a recubrir esa falla. La ética que sigue a esta inversión conforma el universo mórbido de la falta.

Freud desde el comienzo de su descubrimiento de lo que es el inconciente, como saber hablado y no sabido, es sensible en lo que respecta a lo sexual que esto implica de responsabilidad, lo que no tiene explicación. Frente a esto Freud habla de responsabilidad, de la suya. Haftbarkeit es el término que emplea, lo que significa perserveración y también responsabilidad.

Lo que no tiene explicación requiere de una lógica, como arte de producir una necesidad de discurso. He aquí otra forma del saber-hacer, de la creación de un artificio. El límite y la posiblidad de esta creación se encontrará en lo que es imposible de escribir, lo real de tal discurso.

Se requirieron dos mil años para descubrir el Principio de razón suficiente, es decir para que éste se enunciara como principio y como necesario. Nada es sin razón de ser lo que es y no otra cosa. La expresión del principio de razón en forma negativa, da razón de lo que no tiene explicación y muy claramente si lo referimos al sexo. La lógica de lo viviente, nos dice Francois Jacob, es que hay dos sexos y, tanto este hecho como el de que sean lo que son y no otra cosa, carece de explicación

El saber-hacer es el arte, es decir lo que da a lo que podemos hacer cierto valor. ¿Pero quién juzgará acerca de ese valor si no hay Otro del Otro de lo real ni Juicio Final? Es así como Lacán define el saber-hacer.

Tal parece que la noción misma de valor se disuelve en ese agujero que el saber-hacer, el artificio, cierne en el nudo. En el agujero de lo real.

La responsabilidad es la falta de respuesta frente a lo que no tiene explicación y, no obstante, tiene que ser admitido como ex-sistente: el sexo en particular.

Es entonces cuando se hace necesario el nudo. El nudo, por ejemplo, es una tekné respecto de la falta de respuesta que es la responsabilidad.

En este sentido el límite del goce es el límite del saber. No hay saber que no esté marcado por la opacidad sexual y que no sea, incluso, el marco de esa opacidad. Esta opacidad es la propia del espejo que se encuentra en el síntoma. Y es respecto de eso que cada uno puede hacerse de un saber-hacer.

Anabel Salafia. Escuela Freudiana de la Argentina. Convergencia