SEMINARIO 5. Clase 18. 9 de Abril de 1958

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La histérica frente a la demanda
Si las cosas del hombre de las que nos ocupamos en principio, están marcadas de su relación al significante, no se puede usar el significante para hablar de esas cosas como para hablar de los problemas que el significante plante. En otros términos, debe haber una diferencia en la forma en que hablemos de las cosas del hombre, y en la forma en que hablemos de otras cosas. Sabemos bien que las cosas no son insensibles a la aproximación del significante; que su aproximación al orden del logos debe ser estudiada, y que estamos en condiciones, más que nuestros predecesores, de darnos cuenta de que plantea numerosas cuestiones la forma en que a fin de cuentas el lenguaje penetra las cosas, las surca, las subleva, las revoluciona aunque sea un poco. Pero, en fin, estamos donde sabemos, al menos donde suponemos, sin error, que las cosas, las del hombre, no están desarrolladas en el lenguaje al menos de allí que a partido para el trabajo de la ciencia tal como está constituida actualmente para nosotros, de la ciencia. Piensen en principio en castrar el lenguaje, es decir en reducirlo al mínimo necesario para que esta captura de las cosas pueda hacerse. Esto es lo que se llama analítica trascendental. En fin, se ha uno arreglado para reducir el lenguaje para las cosas a su función de interrogación. En suma se lo ha desgajado, tanto como es posible, y naturalmente no del todo, de las cosas con las que estaba preferentemente comprometido hasta cierta época que corresponde aproximadamente al inicio de la ciencia moderna.
Hoy día, por supuesto, todo se complica. ¿Acaso no constatamos al mismo tiempo singulares convulsiones en las cosas, que no dejan de tener relación con el modo en que las interrogamos?. Y, por otra parte, curiosos impasses en el lenguaje, pues e n el momento en que hablamos de las cosas se nos transforman en estrictamente incomprensibles.
Pero eso no nos concierne. Nosotros estamos en el hombre, y allí todo lo que hago observar, es que el lenguaje no está hasta la fecha desgajado, el lenguaje con el cual lo interrogado no es desgajable, como nosotros creemos, a saber cuando tenemos sobre las cosas del hombre en el discurso de la academia o de lo psicológico psiquiátrico. Hasta nueva orden, es el mismo. Podemos darnos cuenta suficientemente de la pobreza de las construcciones a los que nos libramos, y además de su imputabilidad, pues en verdad desde el siglo que hace que se habla de alucinación en psiquiatría, no se ha dado un sólo paso, no se sabe aún, no se puede definir sino irrisoriamente lo que es la alucinación en psiquiatría.
Además todo el lenguaje de la psicología psiquiátrica, conlleva este mismo handicap, de hacernos sentir en su suma su profundo pataleo, y también esto que experimentamos: decimos que se rectifica tal o cual función, y sentimos lo arbitrario de esas rectificaciones, cuando se habla igualmente de en un lenguaje bleuleriano de la discordancia con la esquizofrenia. Tenemos la impresión de que estamos en algo cuando decimos "rectificar".
¿Qué quiere decir esto? No reprochamos en absoluto a esta psicología el hacer del hombre una cosa —quiera el cielo que lo haga una cosa — es el fin de una ciencia del hombre. Pero justamente hace una cosa que no es sino lenguaje que congela prematuramente, que substituye precozmente una forma apta de lenguaje por otra cosa que esta ya está tejida en el lenguaje.
Lo que llamamos en suma formaciones del inconsciente, lo que Freud nos presentó como formaciones del inconsciente, no es otra cosa que esta captura de un cierto primario, además es por esto que lo que ha llamado proceso primario y esta captura de un cierto primario en el lenguaje. El lenguaje marca ese primario, y es por lo que el descubrimiento de Freud, el descubrimiento del inconsciente puede decirse preparado para la interrogación de ser primario, en tanto que en principio es detectada su estructura de lenguaje.
Cuando digo preparado, es que ello podría permitir preparar la interrogación de ese primario, introducir una justa interrogación de las tendencias primarias. Pero no nos situamos bien allá si no hemos puntuado eso que se trata de reconocer primariamente, a saber que ese primario está en principio y antes que nada tejido por el orden del leguaje.
Es por eso que allí los conduzco y es por eso también que aquellos que les prometen, les hacen brillar la síntesis del psicoanálisis y la biología les muestran manifiestamente, por el hecho de que nada hay iniciado en ese sentido, les demuestran que es un señuelo, e iremos más lejos afirmando que hasta nueva orden, prometerlo, es una estafa.
Debemos pues tratar se situar, proyectar, manifestar lo que yo llamo la textura del lenguaje. Eso no quiere decir que excluyamos ese primario.
En las lecciones precedentes estábamos tratando lo que yo he llamado dialéctica del deseo y de la demanda. Les he dicho que en la demanda la identificación se hace al objeto, digamos aproximadamente, del sentimiento.¿ Por qué es así, a fin de cuentas? Lo que es justamente en la medida en que para que se establezca, sea lo que fuera de intersubjetivo, es necesario que el Otro, con mayúscula, hable; o dicho de otro modo: porque está en la naturaleza de la palabra el ser la palabra del Otro; o más aún, porque es necesario que todo lo que es manifestación del deseo primario en algún momento, se instale en lo que Freud, luego de Fechner, llama la otra escena; esto es necesario para el hombre, una parte mayoritaria de cuyas satisfacciónes, por el hecho de ser hablante deben pasar por la intermediación de la palabra. Se debe enseguida observar que por este sólo hecho, una ambigüedad inicial se introduce. Si el deseo está obligado a este trujamán inicial de la palabra, y si como es totalmente manifiesto esta palabra tiene su estatuto, no se desarrolla sino en el Otro, como lugar de la palabra; es totalmente manifiesto que no hay razón alguna para que el sujeto se dé cuenta de todo esto.
Quiero decir que la distinción entre Otro y sí mismo es, en el origen, la más difícil de las distinciones. No tengo tampoco necesidad de subrayar lo que Freud, por ejemplo, ha subrayado bien, a saber el valor sintomático de ese momento de la infancia en que el niño cree que sus padres conocen todos sus pensamientos. Freud explica muy bien en ese momento mismo el lazo de ese fenómeno con la palabra, con el hecho de que sus pensamientos al fin de cuentas se han formado en la palabra del Otro, y es natural que en el origen de sus pensamientos pertenezcan a esta palabra.
Entre él y este Otro al inicio no hay más que un débil límite, pero que está marcado precisamente en lo que suceden la relación narcisista: un límite ambiguo en el sentido de que se franquea, quiero decir que la relación narcisista está perfectamente abierta a una suerte de transitivismo permanente. Es lo que muestra igualmente la experiencia del niño. Pero los dos modos de ambigüedad de los sentidos, la que pasa por el plano imaginario, y se establezca con su semejante en una posición de rivalidad en relación a un tercer objeto.
Pero permanece en pie la cuestión de lo que sucede cuando son dos, a saber cuando se trata de que él se sostenga a sí mismo en presencia del Otro. Esta dialéctica que en suma confirma con aquélla que se llamaba de reconocimiento, ustedes lo ven un poco, ustedes lo reconocen gracias a lo que al menos para algunos de ustedes, aquí se ha comunicado.
Ustedes saben que esta dialéctica del reconocimiento, un tal Hegel la encontró en el conflicto del goce y en la vía de la lucha llamada lucha a muerte donde él despliega toda su dialéctica del amo y del esclavo. Es sumamente importante conocer todo eso, pero es obvio que eso no recubre el campo de nuestra experiencia por las mejores razones, y es que hay algo diferente de la dialéctica de la lucha del amo y del esclavo: hay la relación del niño a los padres, hay precisamente lo que sucede al nivel del reconocimiento, en tanto que lo qué está en juego no es la lucha ni el conflicto, sino justamente la demanda.
Lo que les digo hoy es simple. Primitivamente el niño en su impotencia, se encuentra dependiendo de la demanda, es decir de la palabra del Otro que modifica, reestructura, aliena profundamente la naturaleza de su deseo.
A lo que aquí aludimos, corresponde aproximadamente a esta dialéctica de la demanda, a la que se llama equivocadamente o no preedípica, y con razón seguramente pregenital, y en razón de esta ambigüedad de los límites del sujeto con el Otro, vemos introducirse en la demanda este objeto oral que, en la medida en que es demandado en el plano oral, es incorporado; ese objeto anal que s transforma en soporte de esa dialéctica del don anal primitivo, ligado esencialmente en el sujeto al hecho de que satisfaga o no la demanda educativa, es decir, al fin de cuentas, que acepte o no dejar cierto objeto simbólico.
Brevemente, esa recomposición profunda de los primeros deseos por la demanda, es lo que tocamos perpetuamente a propósito de lo que llamamos esta dialéctica del objeto, oral y particularmente anal.
Vemos lo que resulta de ello, a saber de que ese Otro como tal, con el que el sujeto tiene que vérselas en la relación de la demanda, él mismo está sometido a una dialéctica de asimilación, o de incorporación, o bien de rechazo. Hay algo diferente que quizás pueda introducirse, aquello por lo cual la originalidad, la irreductibilidad, la autenticidad del deseo del sujeto se restablece, no creo que sea otra cosa lo que significa el pretendido progreso de la etapa genital que consiste en esto: es que instalado en la dialéctica primera, pregenital de la demanda, el sujeto en un determinado momento tiene que vérselas con otro deseo, un deseo que no ha sido ni siquiera integrado hasta ese momento, que no es integrable en las recomposiciones mucho más críticas y profundas aún que para los primeros deseos, y que ese deseo, la vía ordinaria en que se introduce para él es en tanto que deseo del Otro. El reconoce un deseo más allá de la demanda, un deseo que en tanto no adulterado por la demanda, él lo encuentra, lo sitúa en el más allá del primer otro al que dirigía su demanda, para fijar las ideas, digamos la madre.
Lo que digo no es sino una manera de articular, de expresar lo que se enseña desde siempre. Es a través del Edipo que el deseo genital es asumido, viniendo a tomar su lugar en la economía subjetiva. Pero sobre lo que quiero llamar la atención, es sobre la función de ese deseo del Otro, para de una vez por todas permitir la verdadera distinción del sujeto y del Otro.
En otros términos la situación de reciprocidad que hace que si el deseo del sujeto depende enteramente de la demanda del Otro, conlleva otra situación de reciprocidad, la que se expresa en las relaciones del niño con la madre por el hecho de que el niño también sabe muy bien que él cuenta con algo: él puede rehusar la demanda de la madre, por ejemplo accediendo o no a los requerimientos de la disciplina anal o excrementicia.
Hay pues en esa relación entre los dos sujetos alrededor de la demanda, algo, una relación original para que una dimensión nueva que completa esta primera sea introducida, que hace que el sujeto no sea un sujeto sino en la relación de dependencia, y donde la relación de dependencia hace al ser esencial. Lo que debe ser introducido, lo que está ahí desde el inicio, lo que desde el origen es latente es esto: es que más allá de lo que el sujeto demanda, más allá de lo que el Otro demande al sujeto, debe de haber la presencia y la dimensión del otro deseo. Esto que en principio está profundamente velado al sujeto, pero que es sin embargo inmanente a la situación va a desarrollarse poco a poco en la experiencia del Edipo.
Esto es esencial en la estructura, más originalmente, más fundamentalmente que la percepción de las relaciones del padre y de la madre sobre lo que me he extendido en lo que llamé la metáfora paterna, más que la percepción de cualquier punto que conduzca al complejo de castración, es decir lo que será un desarrollo de este más allá de la demanda.
Por sí mismo, el hecho de que el deseo del sujeto es primeramente encontrado, señalado en la existencia como tal del deseo del Otro, en tanto que deseo distinto de la demanda, eso es lo quiero hoy ilustrarles con un ejemplo, y con el primer ejemplo exigible, a saber que si esto es introductorio de alguna manera a todo lo que es de esta estructuración inconsciente del sujeto por su relación al significante, debemos encontrarlo enseguida. Y en principio ya les hice alusión a lo que podemos puntuar en las observaciones que Freud ha hecho sobre la histérica.
Vayamos al tiempo en que Freud nos habla por primera vez de deseo. Lo hace a propósito de los sueños. Les he comentado lo que Freud extrae a propósito del sueño inaugural de Irma, el de la inyección. No volveré sobre esto.
Tomemos el segundo sueño, pues Freud en la Traumdeutung analiza también algunos de sus sueños, es el sueño del tío José. Lo analizaré otro día, pues es totalmente demostrativo, en particular para ilustrar el esquema de los dos redondeles entrecruzados, porque nada hay que muestre más los dos pisos sobre los que se desarrolla el sueño: el piso propiamente significante que es la palabra, y el piso imaginario donde de alguna manera se encarna el objeto metonímico. No nos extraviemos por allí.
Tomo el tercer sueño de Freud ha analizado en el tercer capítulo: "La trasposición del sueño". Es el que llamaremos "la bella carnicera". He aquí el sueño: "Quiero dar una cena, pero tengo por toda provisión solamente un poco de salmón ahumado. Querría salir a hacer compras, pero recuerdo que es domingo por la tarde y que todos los negocios están cerrados. Quiero telefonear a algunos proveedores pero el teléfono está descompuesto. Debo, pues, renunciar al deseo de dar una cena".
He aquí el texto del sueño. Freud anota escrupulosamente la forma en que se articula, en que se verbaliza el texto de un sueño, y es a partir de esa verbalización de una especie de escrito del sueño, es únicamente y siempre así que le parece concebible el análisis de un sueño.
"Yo respondo, naturalmente, dice Freud, que sólo el análisis puede decidir el sentido del sueño". En efecto, la enferma se lo propuso diciéndole: "Usted recuerda que me ha dicho que un sueño es siempre algo en que se realiza un deseo. En ese sueño yo tengo las mayores dificultades para realizarlo". "Acuerdo no obstante que parece a primera vista razonable y coherente, y parece todo lo contrario al cumplimiento de un deseo".
"¿Cuáles son los elementos de este sueño? Sabe usted que los motivos de un sueño se encuentran siempre en los hechos de los días precedentes", dice Freud a su paciente. El marido de la enferma es carnicero. A grandes rasgos es un hombre bravo, muy atractivo. Le ha dicho a su esposa algunos días antes que estaba muy gordo, que quería hacer una cura de adelgazamiento, que se levantará temprano, que ya no aceptará invitaciones a cenar. Ella cuenta riendo que su marido iba habitualmente al restaurante y que allí había conocido a un pintor que quería hacerle un retrato, porque no había encontrado nunca una cabeza tan expresiva. Su marido había respondido con su rudeza habitual que se lo agradecía mucho, pero que estaba persuadido de que el pintor preferiría un trozo de trasero de una linda chica o toda su figura.
"Mi enferma está actualmente muy prendada de su marido y lo fastidia sin cesar. Ella le pidió que no le traiga caviar. ¿Qué quiere decir esto? En verdad ella anhela desde hace mucho comer cada tarde un sandwich de caviar. Pero se rehúsa a ese gasto", traduce el Señor Meyerson, pero no es para nada así: es "ella no se permite esa licencia", el gasto no está presentificado allí. "Naturalmente ella tendría al instante su caviar si se lo pidiera al marido, pero ella le ha rogado por el contrario, que no se lo dé, de manera de poder fastidiarlo más con eso".
Aquí hay un paréntesis de Freud:
"Eso me parecía traído de los cabellos, como esas suertes de informes insuficientes que ocultan por lo corriente motivos que no se expresan. Pensemos en la manera en que los hipnotizados de Bernheim cumplían una misión post-hipnótica, ellos la explican cuando se les pregunta la razón, con un motivo visiblemente insuficiente, en vez de responder "no sé por qué lo hice".
El caviar era un motivo de ese género.
"Observo que ella está obligada a crearse un deseo insatisfecho. Su sueño le muestra esta dilación, ese aplazamiento de un deseo, este apartamiento de un deseo como realmente cumplido. Pero para qué necesitaba un deseo insatisfecho?"
La observación es de Freud y está entre paréntesis.
"Lo que le vino a la cabeza hasta el momento, no pudo servir para interpretar el sueño. Insisto y al cabo de un momento, como conviene cuando hay que superar una resistencia, ella me dice que visitó ayer a una de sus amigas. Está muy celosa porque su marido habla demasiado bien de ella. Por suerte, la amiga es pequeña y delgada, y su marido gusta de las formas rellenas. De qué hablaba entonces esta flaca? Naturalmente de su deseo de engordar. Ella le preguntó: "¿cuándo nos invitás a cenar? Se come muy bien en tu casa".
Ahora es claro el sentido del sueño. Puedo decirle a la enferma: es exactamente como si usted le hubiera respondido, naturalmente: si claro! Voy a invitarte para que comas bien, para que engordes y gustes todavía más a mi marido. Me gustaría más ya no dar ninguna cena. El sueño le dice que usted no podrá dar una cena, y cumple su deseo de no contribuir en nada a hacer más bella a su amiga. Esto se relaciona con la resolución adoptada de no aceptar más invitaciones a cenar porque eso hace engordar. Sólo falta encontrar algo que confirme esta solución".
"Todavía no se sabe a qué responde el salmón ahumado en el sueño. De dónde viene que usted evoque en el sueño el salmón ahumado? Es, responde ella, el plato predilecto de mi amiga. Por azar también yo conozco a esta señora y sé que ella tiene con respecto al salmón ahumado la misma conducta que mi enferma respecto del caviar".
Es en ese punto que Freud nos dice que este sueño tiene otra interpretación más delicada, y que entra en la dialéctica de la identificación.
Es a ese respecto que hace las siguientes observaciones:
"Ella se identifica a su amiga. Es signo de esta identificación, es decir en tanto que ella se identifica a la otra, que se procura en la vida real un anhelo no realizado." Creo que ya deben sentir dibujarse en este breve texto el lineamiento que yo hubiera podido encontrar en cualquier página de la Traumdeutung. Encontraríamos la misma dialéctica, tomado el primer sueño que cae en nuestras manos. El que tratamos nos lo va a mostrar de una forma particularmente simple, porque esta dialéctica del deseo y la demanda particularmente simple en la histérica. Pero continuemos de manera de haber seguido hasta su término lo que este texto tan importante nos articula, ya que en suma es una de las articulaciones más puras, por Freud, de lo que significa la identificación histérica. El precisa cual es su sentido.
Paso de largo algunas líneas, paro no hacerlo tan largo. Se trata de discutir acerca de lo que se llama en relación a esta intimación, simpatía; y él critica con mucha energía la simple reducción del contagio histérico a lo que sería una pura y simple imitación.
"Este proceso, dice, es algo más complejo que la imitación histérica tal como se la representa, como lo probará un ejemplo. Responde a deducciones inconscientes. Si un médico ha puesto junto a otros pacientes en una cama en el hospital, a una sujeto que presenta una especie de temblor, no se sorprenderá de darse cuenta que este accidente ha sido imitado. Pero este contagio se produce aproximadamente de la forma siguiente: los enfermos saben en general...:"
Habría que ver el peso que comporta una observación tal, no digo simplemente en la época en que fue hecha, sino todavía hoy para nosotros. ".... saben en general más cosas los unos de los otros que lo que el médico puede saber sobre cada uno de ellas, y ellas se preocupan las unas por las otras después de la visita del médico."
Observación esencial. En otros términos el objeto humano continúa viviendo en la pequeña relación particular al significante, aún después de que el observador, behaviorista o no, se interese por su fotografía.
"Una entre ellas tuvo su crisis hoy. Las otras saben bien que una carta de su casa, el recuerdo de una pena de amor, o cosas semejantes, fueron la causa. Su compasión se conmueve y ellos hacen inconscientemente el siguiente examen: si esa clase de motivos entrañan esa clase de crisis, bien podría tener yo esa clase de crisis."
Articulación del síntoma en tanto que elemental, a una identificación de discurso, a una situación articulada en el discurso: "pues yo tengo los mismos motivos. Si fueran conclusiones consientes, conducirían a la angustia de ver sobrevenir la misma crisis. Pero las cosas suceden sobre otro plano psíquico, y culminan en la relación del síntoma temido. La identificación no es pues simple imitación, sino apropiación a causa de una etiología idéntica. Ella expresa como un todo, lo que tiene un rasgo de una comunidad que persiste en el inconsciente."
El término "apropiación" no está completamente bien traducido. Es más bien: tomado como propio.
"La histérica se identifica con presencia a personas con las cuales ha estado en relación es sexuales, o que tienen las mismas relaciones sexuales con las mismas personas que ella.
La lengua es además responsable de esta concepción: ella da cuenta de que dos amantes se hacen uno", dice Freud. Por supuesto la relación de identificación a la amiga celosa, es el problema que aquí trata Freud.
Deseo atraer vuestra atención sobre esto: Freud en este texto subraya como problema primero que el deseo que encontramos en principio, desde los primeros pasos del análisis, ése a partir del cual se va desarrollar la solución del enigma, es que la enferma estaba preocupada en el momento de ese sueño, de creerse un deseo insatisfecho. ¿Cuál es la función de ese deseo insatisfecho?
Pues si leemos en el sueño, la satisfacción de su anhelo, lo que descubrimos a propósito de la satisfacción de ese anhelo, es la subyacencia de una situación que es propiamente la situación fundamental del hombre entre la demanda y el deseo, aquélla a la que intento introducirlos, y a la que los introduzco efectivamente por intermedio de la histérica, pues, digamos las cosas más o menos así: se puede decir que la histérica está suspendida en esta primera etapa, de este clivaje cuya necesidad traté de mostrarles entre la demanda y el deseo. Aquí no hay nada más claro.
¿Qué demanda ella? Hablo de antes de su sueño. En la vida. Esta enferma tan enamorada de su marido ¿qué demanda? El amor, las histéricas como todo el mundo, con la salvedad de que en ellas es más embarazoso, demanda amor. ¿Qué desea? Desea caviar. Sólo hay que leer. ¿Y qué quiere? Quiere que no se le dé caviar.
La cuestión es saber justamente porqué es necesario para una histérica que mantiene un comercio amoroso que la satisface, primeramente que desee otra cosa, ya que el caviar no tiene aquí otro rol que el de ser otra cosa, y en segundo lugar para que esta otra cosa llene bien la función que tiene la misión de llenar, no le sea dada, pues su marido no querría nada mejor que darle el caviar. Así probablemente estaría más tranquilo, se imagina. Pero lo que nos dice formalmente Freud, es que ella quiere que él no le de caviar para que pueden a continuar amándose locamente, es decir fastidiándose, jorobándose al infinito.
Estos elementos estructurales que no tienen nada, amén del hecho que nos detenemos en ellos, de tan original, son algo que aún así comienza a tomar un sentido aquí. Ven que lo que allí se expresa es una estructura que, más allá de su lado cómico, debe representar una necesidad. La histérica es precisamente, como sabemos, el sujeto para el cual la constitución del otro en tanto que gran Otro, en tanto que portador del signo hablado, es ese con el que le es difícil establecer la relación que le permita, a ella, histérica (y está allí la definición misma que podemos dar) guardar su lugar de sujeto. La histérica, para decirlo todo, está tan abierta a la sugestión de la palabra, que debe de haber algo en eso.
En algún lugar de la "Psicología de las masas y análisis del yo", Freud se plantea la cuestión de la manera según a cual esta hipnosis aparece. Su relación al dormir está lejos de ser transparente y la electividad enigmática que hace que se apropie de algunos, quiero decir que los sacia, que al contrario de otras personas se opone, se aleja radicalmente, muestra que hay un cierto momento desconocido que debe realizarse en la hipnosis, y que quizás hace posible por sí mismo en el sujeto originalmente, la pureza de las "situaciones libidinales". Diría más bien "actitudes libidinales".
Se trata precisamente de los lugares, de las postas que tratamos de esclarecer, y este elemento desconocido del que habla Freud gira alrededor de esta articulación de la demanda y del deseo. Es lo que trataremos de mostrar más adelante.
Entonces esta preocupación, esta necesidad para el sujeto de crearse un deseo insatisfecho, está en relación a lo que se necesita para que se constituya para el sujeto un Otro real, es decir, un Otro que no sea enteramente inmanente a la satisfacción recíproca de la demanda, es decir, a la captura entera del deseo del sujeto por la palabra del Otro, para que ese deseo del que se trata sea, por su naturaleza, el deseo del Otro, es precisamente eso a lo que la dialéctica del sueño nos introduce, ya que ese deseo de caviar, la enferma no quiere que sea satisfecho en la realidad.
¿Dónde está representado ese deseo en este sueño que es en efecto un sueño que tiende incontestablemente a satisfacer a la enferma en cuanto a la solución del problema que la aqueja? Ese deseo de caviar, ¿cómo va a ser representado en el sueño? A través de la persona en juego en el sueño, esa a la que Freud apunta, a la cual ella se identifica, ella también, histérica o no, no interesa, todo es histérico — histórico. Para la enferma histérica, por supuesto la otra también lo es, y esto tanto más fácilmente cuanto que como acabo de decirles, el sujeto histérico se constituye casi enteramente a partir del deseo del
Otro. El deseo del que el sujeto se hace cargo, es también el deseo preferido del Otro, y justamente sólo queda eso al no poder dar una cena. Sólo le queda el salmón ahumado, es decir, lo que indica a la vez el deseo del otro y lo que lo indica como pudiendo ser satisfecho, pero solamente por otro: además, nada teman, hay salmón ahumado! El sueño nos dice sin embargo que las cosas llegan al punto en que no se lo dé a su amiga, pero la intención está allí.
La intención está allí. En cambio por supuesto la demanda a su amiga que es el elemento genético del sueño es, a saber, que ella le pidió ir a cenar a su casa donde se come tan bien, y donde como añadido puede encontrar al buen carnicero, el amable marido que siempre habla tan bien de esta amiga. El también debe tener su deseíto en la cabeza, el trasero de la linda chica evocado tan prontamente a propósito de la amable proposición del pintor que lo quiere bosquejar, dibujarle esa figura tan expresiva e interesante, está allí para demostrarlo. Cada uno, para decirlo todo, tiene su deseito más allá, simplemente que más o menos intensificado.
Lo que es importante en el caso de la histérica, es que nos muestra que para ella este deseo en tanto que más allá de toda demanda, es decir, en tanto que debiendo ocupar una función a título de deseo rehusado, juega un rol de absoluta primacía, y esos casos son absolutamente utilizables. Ustedes nunca comprenderán nada con una histérica o un histérico si no parten del reconocimiento de ese primer elemento estructural.
Como por otra parte la histérica en la relación del hombre al significante, es una estructura totalmente primordial, deben saber en qué punto de la estructura, por poco que hayan llevado adelante la dialéctica de la demanda, ustedes deben señalar esta "Spaltung" de la demanda y el deseo, con el riesgo igualmente de cometer graves errores, es decir de volver histérica a la paciente, pues por supuesto todo lo que analizamos allí es el inconsciente para el sujeto. Dicho de otro modo, la histérica, ella, no sabe que no puede ser satisfecha en la demanda, pero por el contrario es esencial que ustedes sí lo sepan.
Esto, es el punto en que estamos, va a permitirnos comenzar a puntuar lo que quiere decir el pequeño diagrama que les hice la última vez, y del que no he podido, claro, porque era un poco prematuro hacerlo, aportar para ustedes la puntuación y la interpretación, pero ahora vamos a volver a considerarlo.
Helo aquí. Hemos dicho que es alrededor de una relación de lo que se manifiesta como una necesidad que debe pasar por la demanda, es decir dirigirse al Otro, que es por intermedio de un encuentro que tiene o no lugar, pero que ocupa poco a poco lo que podemos llamar el lugar de un mensaje, es decir lo que es significado del Otro, que se produce ese remanente de la demanda que consiste en la interacción de lo que se manifiesta en el estado aún no formado del deseo el sujeto, y que puede, que en principio se manifiesta bajo la forma de la identificación del sujeto.
Retomaré esto todavía, si quieren, la próxima vez, con el texto en la mano. La primera vez que Freud habla de una manera completamente articulada de la identificación, ustedes pueden ir a constatarlo, si el corazón se los reclama, antes que yo les hable la vez que viene.
Verán como Freud lo articula, y verán que la identificación primitiva no ésa articulada de otro modo que como se los indico.
Saben por otra parte en qué medida sobre el camino en que se sitúa la relación, el cortocircuito narcisista, es introducida ya una posibilidad, una apertura, una suerte de esbozo de tercero en esta relación del sujeto al otro.
Les he aportado algo esencial descubriéndoles la función del falo, la función del falo en tanto que ese significante que marca lo que el Otro desea, en tanto que marcado por el significante. El falo es ese significante determinado que marca lo que el Otro desea en tanto que como Otro Real, Otro humano, está en su economía. Es esta la fórmula que estamos en camino de estudiar, a saber que está marcado por el significante.
Es precisamente en la medida en que le Otro está marcado por el significante que el sujeto debe, y no puede sino reconocer por esa vía, por intermedio de ese Otro, esto: qué el también está marcado por el significante, es decir que hay algo que siempre resta más allá de lo que pueda satisfacerse por intermedio de ese significante, es decir por la demanda, y que ese clivaje hecho alrededor de la acción del significante, ese residuo irreductible ligado al significante, tiene también su propio signo; pero un signo que va a identificarse aquí con esta marca en el significado, y que es allí que el debe encontrar su deseo.
En otros términos, es en tanto que el deseo del Otro está barrado, que él va a reconocer se deseo barrado, su deseo insatisfecho propio, y es a nivel del barrado por intermedio del Otro, que se da ese encuentro con su deseo más auténtico, a saber el deseo genital. Es por eso que el deseo genital está marcado de castración, dicho de otra manera, de una cierta relación con el significante falo. He aquí dos causas equivalentes.
Es de una cierta relación de lo que responde a la demanda en una primera etapa, a saber a la palabra de la madre, es más allá de ésta, es decir por una relación de esta palabra a una ley que está más allá y que les mostré encarnada por el padre, que se configura la metáfora paterna.
Pero ustedes tienen con justicia el derecho, y pienso que es esta especie de falta que ha debido dejarlos deseando a ustedes también en el momento, en que se los expliqué, de pensar que todo no se reduce a esta clase de escalonamientos de la palabra, y más allá de la palabra de la sobre-palabra, de cualquier forma que se la nombre, a saber de la ley del padre; que al fin de cuentas hay otra cosa exigible, y por su puesto naturalmente al mismo nivel en que se sitúa ésta ley, se introduce precisamente este significante electivo, a saber el falo que hace en las condiciones normales, lo que aquí se produce, se encuentra en un segundo grado de encuentro con el Otro. Es lo que en mi pequeña fórmula llamé significante de A/, es decir precisamente lo que acabo de definir como siendo la función del significante falo, a saber lo que marca lo que el Otro desea en tanto que marcado por el significante, es decir borrado. Igualmente de lo que aquí se producía a partir del momento en que el sujeto hablando con propiedad se constituye, y no ambigüo, no perfectamente inclinado en la palabra del Otro sino el sujeto acabado, el sujeto que queda más acá de la relación especular, dual, al pequeño otro distinto de la relación de palabra. El sujeto —lo que está aquí en la fórmula en Z— el sujeto acabado, es el sujeto en tanto que es introducida la barra, a saber en tanto que el mismo está también marcado en algún lugar por la relación al significante. Y por eso que es aquí que se produce la relación del sujeto a la demanda como tal.
Esta es la etapa necesaria por donde se realiza la integración del complejo de Edipo y del complejo de castración, a saber la estructuración por su intermedio del deseo del sujeto.
¿Cómo se produce esto? está desarrollado en el diafragma. La manera en que se introduce la necesidad, por el intermedio del significado falo de éste más allá de la relación a la palabra del Otro, pero por cierto desde que éste está constituida, esto no queda en este lugar, quiere decir que eso se integra a la palabra del Otro, una vez que el falo está allí en tanto que deseo del Otro. Es por lo cual el significado falo con todo lo que comporta como consecuencia viene aquí a tomar el lugar primitivo de la relación de la palabra a la madre. Es aquí que viene a jugar su función.
En otros términos, lo que sucede, si se puede decir, si lo desarrollamos si lo explicamos, lo que sucede para nosotros que tratamos de delimitar la etapa de esta integración de una palabra que permite al deseo encontrar un lugar para el sujeto, es que queda si puedo decirlo, como inconsciente. Quiero decir que es en lo sucesivo aquí que va a desenvolverse para él la dialéctica de la demanda, él no sabrá que ésta dialéctica de la demanda no es posible sino en tanto que lo que es de su deseo, su verdadero deseo, en tanto que su deseo encuentra su lugar en la relación inconsciente, en algo que para él resta inconsciente, el deseo del Otro.
En otros términos, estas dos líneas se intercambian normalmente. Por el sólo hecho de que ella debe intercambiarse suceden en el intervalo toda clase de accidentes. Estos accidentes, los encontraremos ajos diversas formas, lo que quiero simplemente para hoy, es indicarle que la histérica, lo que simplemente se manifiesta, lo que viene a colmar la función de esto, es en razón de ciertos elementos de carencia que está siempre presente.
Tratemos no obstante de puntuarlos más tarde, pero no es fácil evocar ya hoy lo que se produce: es algo más o menos así: este más allá del deseo del Otro, se produce antes que nada y en el principio en estado puro en Dora, y tocamos enseguida de cerca por qué una parte de la batería de los elementos falta.
No se habla para nada de la madre quizás han notado en Dora que está completamente ausente. Dora está confrontada a su padre. Es claro que es su padre que ella quiere el amor, que ella quiere el amor de su padre y es necesario decirlo, antes del análisis estaba muy equilibrada la vida de Dora.
Quiero decir que hasta el momento en que como saben, el drama estalla, ella había encontrado una feliz solución a sus problemas. Es a su padre a quien dirige la demanda, y las cosas marchan bien porque su padre tiene un deseo, y el deseo marcha tanto mejor en este asunto, teniendo en cuenta que es un deseo insatisfecho. Dora, como Freud no disimula, sabe muy bien que su padre es impotente y que el deseo por la Señora K es un deseo barrado.
Pero lo que nosotros sabemos es esto, es que la Señora K, lo sabemos con poco de retraso, es el objeto del deseo de Dora, es el objeto del deseo de Dora precisamente en función de esto, de que el deseo del padre, y el deseo barrado.
No hay para el mantenimiento de ese equilibrio sino una sola cosa necesaria, es que Dora esté en algún lugar, es que Dora realice en algún lugar esta posición, este equilibrio, esta identificación de sí que le permita saber dónde está, y esto en función de esta demanda que no está satisfecha, la demanda de amor hecha al padre, pero que no se sostendría bien como tal en cuanto hay un deseo, y un deseo como tal no puede ser satisfecho, ni para Dora ni para su padre.
Todo esto depende de dónde va a producirse la identificación llamada ideal del yo. Ustedes la ven aquí en el origen, ella sucede siempre luego de un franqueamiento de la línea del Otro. Es algo así con la salvedad que el deseo del padre representa la segunda línea, y es después del doble franqueamiento de las dos líneas que va a realizarse aquí la identificación de la histérica, es decir no la identificación al padre como cuando el padre es pura y simplemente aquel a quien se dirige la demanda. No lo olviden, y ahora, más allá, y esto arregla muy bien a la histérica para su satisfacción y su equilibrio, del deseo del padre hay, otro que esta en situación de satisfacer su deseo, está el Señor K, marido de la Señora K, tan seductora, tan encantadora, tan impactante, el objeto verdadero del deseo de Dora.
Es así porque es una histérica el proceso no puede ir más lejos. ¿Por qué? Porque el deseo es el elemento que por sí sólo está encargado de tomar el lugar de ese más allá que está aquí señalado por la posición propia del sujeto en relación a la demanda. Pero porque es una histérica, ella no sabe qué demanda, simplemente ella tiene necesidad de que haya en algún lugar ese deseo más allá. Pero para que, en ese deseo, ella puede apoyarse, acabarse, encontrar ella misma su identificación, su ideal, es necesario que al menos haya allí un nivel de ese más allá de la demanda, un encuentro que le permite descansar, señalarse en ésta línea y es allí que es en el Señor K que ella encuentra, como es absolutamente evidente en la observación, su otro en el sentido de la minúscula, aquél donde ella se reconoce. Es por lo que a la vez ella se interesa enormemente en él, y esto confunde en principio a su entorno, a saber Freud en la ocasión, que cree que ella ama al Señor K. Ella no lo ama, pero él le es indispensable y es más aún le es indispensable que sea él quien desea a la Señora K. Y como ya les señalé mil veces, esto está archidemostrado por la circulación cortocircuito entera, a saber que frente al otro, con minúscula, ella cae en la situación de desancadenamiento agresivo que se manifiesta una vez por una bofetada formidable, a saber el furor contra el otro semejante, y que siéndolo les roba simplemente la existencia. Lo hace a partir del momento en que el Señor K le dice la palabra fatal (a saber que no deja saber lo que dice, el pobre infeliz) para soportar la identificación propia de Dora, por una simple razón, de que su mujer ya no es nada para él. Es precisamente lo que Dora no puede tolerar. ¿Por qué?
Es cierto que como se nos dice, Dora está también estructurada, como se suele decir, en forma no rigurosa, manifiestamente en una forma homosexual, hasta donde lo es la histérica. Ella debiera normalmente estar muy contenta. En absoluto, es justamente eso lo que desencadena su furor, precisamente porque en ese momento su bella construcción histérica de identificación a la más cara, a las insignias del otro, especialmente en la ocasión a las insignias masculinas colmadas que le ofrece el Señor K, y no su padre, desgraciadamente se desploma, a saber vuelve en ese momento a la demanda pura y simple, a la reivindicación pura y simple del amor de su padre, y al estado cuasi paranoico donde entra cuando ella concibe para lo que está hecha en efecto mucho más objetivamente, por parte de su padre: un objeto de intercambio, a saber alguien que divierte al Señor K, que lo ocupa mientras él, su padre puede ocuparse tan vanamente como sea, eso le basta, ya que justamente en esta ocasión, ustedes sienten la misma función y la naturaleza del deseo, mientras él se ocupa de la Señora K.
Pero en ese momento nuestra histérica cae de lo alto y vuelve al carácter absolutamente primitivo de la demanda, es decir que en ese momento ella exige pura y simplemente que su padre no se ocupe sino de ella, dicho de otro modo, que le dé su amor, dicho de otro modo, que le dé, según nuestra definición, lo que no tiene.
He aquí porqué hoy haremos sólo un primer ejercicio en la barra para tratar de mostrarles cuál es el sentido, y precisamente a propósito de la histérica, de la relación del deseo y de la demanda. Esto a medida que se habitúen, les permitirá marchar mucho más seguro y mucho más lejos.