Seminario 5. Clase 20. 23 de Abril de 1958.

Tiempo de Lectura: 42 min.


Play Audio (Click Derecho, Open Link in New Tab)


Se trata de continuar profundizando esta distinción entre el deseo y la demanda, que consideramos tan esencial en la buena marcha del análisis; y salvo que creamos que aquella se insinúa invenciblemente alrededor de una especulación práctica, fundada sobre los términos de la frustración por una parte, o de la gratificación por otra, constituyen, a nuestro entender una verdadera desviación de su camino.
Se trata pues, de proseguir en el sentido de algo al que ya hemos dado un nombre: la distancia del deseo a la demanda. Esto no es de ninguna manera una "Spaltung"(163); no es un vocablo que empleo por azar, un vocablo que fue aunque no introducido, al menos fuertemente acentuado en el último artículo de Freud(164), aquel en el medio del cual, si se nos permite decirlo, la lapicera se le ha caído de sus manos, porque llanamente ella le ha sido arrancado por la muerte. Este "Ichspaltung(165)"
Como punto verdaderamente de convergencia al cual la última meditación de Freud, si no podemos decir que lo indujo y le condujo, es algo del que no tenemos más que un fragmento, algunas páginas en el tomo diecisiete(166) de las Gesammette Werke.
El delirio, para que surja en ustedes la presencia del espíritu de Freud, de la pregunta que subvierte, verán ahí mismo con que fuerza pone el acento en que la función de síntesis del Yo está lejos de ser aquello que se denomina el Ich psicoanalítico(167).
La última vez pues, para retomar lo que ya hemos dicho, pues creo que aquí no se podría progresar sino haciendo tres pasos adelante y dos hacia atrás, y para volver y ganar cada vez un pequeño avance, voy a tratar de recordar asimismo rápidamente sobre aquello que insistí la última vez al hablar del deseo por una parte y de la demanda por la otra, a saber lo que es del deseo que he denominado su carácter ligado, inseparable de la máscara, les ilustré muy especialmente mediante una llamada a esto: es trabajar precipitadamente al distinguir el síntoma como un simple debajo de un afuera.
Les hablé de la enferma Elizabeth Von Err, de la que les he dicho que lean simplemente el texto de Freud se puede decir, y Freud lo dice, lo articula, su dolor en la parte superior del muslo derecho es el deseo de su padre, y el deseo de su amigo de infancia, que cada vez que ella lo evoca en la historia de su enfermedad, es el momento en que ella estaba enteramente sometida al deseo de su padre, a la demanda de su padre, y donde apenas en forma secundaria se ejercía esta infracción del deseo de su amigo de infancia, que ella se reprochaba tomar en consideración; el dolor de su muslo derecho, es el deseo de sus dos cuñados, en la medida que uno representa el buen deseo masculino, aquel que se ha casado con su hermana menor, y el otro el malo que por otra parte fue considerado por todas estas mujeres, como muy mal hombre.
Más allá de esta observación, o sea lo que es preciso saber antes de comprender lo que quiere decir nuestra interpretación del deseo, es que en el síntoma, y lo que quiere decir conversión, el deseo es idéntico a la manifestación somática, que es su derecho como es su revés.
Si hemos avanzado es porque las cosas sólo son introducidas bajo forma problemática; por otra parte introduje esta problemática del deseo en la medida que el análisis nos lo muestra como determinado por un acto de significación; pero que el deseo sea determinado por un acto de significación no libera del todo de un modo acabado su sentido. Puede que el deseo sea un subproducto, si cabe que me pueda expresar de esta manera, de este acto de significación. En uno de los artículos que cité como constituyendo la introducción verdadera a la pregunta de la perversión, en tanto que se presenta también como un síntoma, y no como pura y simple manifestación de un deseo inconsciente representándonos el momento en que los autores se dan cuenta que existe de...... en una perversión como en un síntoma; en uno de estos artículos publicados por la International Journal, Año 4º "Neurosis y Perversiones", se trata del caso de un neurótico, y el autor se detiene en el hecho de que un sujeto después de haber logrado su primer coito de un modo satisfactorio, lo que no quiere decir que las otras cosas no le sean a continuación, pero que enseguida, después de este primer coito, se libera a este acto misterioso, único en la verdad de su existencia: al entrar a su casa, de regreso de la casa de la que le ha otorgado sus favores, él se libera en esta exhibición particularmente lograda —creo que he hecho aquí alusión por otra parte en uno de mis seminarios— particularmente lograda en este sentido que ella se realiza con el máximo de plenitud, y por otra parte de seguridad: se quita los calzones y se exhibe en lo alto de un terraplén del ferrocarril, a la vista de un tren que pasa, el paciente se encuentra exhibiéndose a una enorme multitud, sin correr el menor peligro, es cierto, y este acto es interpretado por el autor, en la economía general de la neurosis del sujeto, de un modo más o menos feliz.
No quiero extenderme en este sentido, pero voy a detenerme en algo: seguramente para un analista esto sea un acto significativo, como se dice, esto es seguro, pero ¿cuál significación? ¿Quiero decir con esto que él la tiene aún?
Les repito que él acaba de cometer su primera copulación ¿Qué quiere decir esto, que él la tiene a disposición de todos aún, o sea que se ha convertido en una especie de propiedad personal? ¿Qué es lo que quiere de algún modo al mostrarla? ¿Quiere borrarse al mostrarla detrás de lo que muestra, no ser más que el falo?
Todo esto es igualmente plausible, incluso en el interior de un único y mismo acto, de un único y mismo contexto subjetivo, lo que parece ante todo ser extremadamente importante y digno de ser acentuado, diría más que otra cosa, que está bien subrayado, confirmado por los decires del paciente, por el contexto de la observación, por la sucesión misma de las cosas, que este primer coito ha sido plenamente satisfactorio.
Primero, lo que el acto muestra esencialmente, antes de toda interpretación, es que su satisfacción está apreciada y realizada: este acto indica lo que dejó de desear más allá de la satisfacción.
Evoco simplemente este pequeño ejemplo para fijar las ideas en lo que quiero decir sobre la problemática del deseo, en la medida que es determinado por un acto de significación, y en la medida en que esto es diferente de todo sentido comprensible. En este sentido quiero recordar y añadirlo a lo que ya dije la última vez que las consideraciones de este género, aquellas que muestran la profunda coherencia, coalescencia del deseo con el síntoma, la máscara con lo que aparece en su manifestación, es algo que remite a su lugar, a muchas vanas preguntas que siempre se plantean a propósito de la histeria, pero más todavía a propósito de toda clase de hechos sociológicos, etnográficos y otros, donde siempre se ve a la gente embrollarse alrededor de la pregunta.
Tomemos un ejemplo. Acaba de aparecer un excelente opúsculo perteneciente a una pequeña colección L'Homme, de la editorial Plon; es el libro de Michel Leiris sobre el efecto de posesión y sobre los aspectos teatrales de la posesión, cosas que desarrolla alrededor de su experiencia acerca de los etíopes de Gondar. Al leer este excelente volumen, se observa cuantos hechos de transe de una consistencia indudable, se ligan, se unen perfectamente con un cierto carácter exteriormente tipificado, determinado, esperado, localizado de antemano, conocido de los "espíritus" que son reputados de apoderarse de la subjetividad de los personajes que manifiestan todas estas manifestaciones singulares que observan las ceremonias denominadas, pues es ahí donde ocurre, en la región indicada, y además, no es simplemente esta parte convencional que se puede observar, que se manifiesta, que se reproduce a propósito de la manifestación de la encarnación de tal o cual espíritu. Es el carácter disciplinable de estas manifestaciones, y hasta un cierto punto tan disciplinables, que los sujetos lo perciben como algo que es un adiestramiento de los espíritus, que sin embargo, son aquellos reputados de apoderarse de ellos. Pero la cosa se invierte: estos espíritus finalmente tienen s u aprendizaje.
El fenómeno de posesión, con todo lo que implica de fenómenos poderosamente inscriptos en las emociones, en toda una patética donde el sujeto está enteramente poseído durante el tiempo de la manifestación, es perfectamente compatible con toda esta riqueza ligada a las insignias del dios, del genio, y que sólo hacen de una manera completamente artificial, una suerte de problema que nuestra mentalidad procuraría inscribir bajo el tipo de simulaciones, imitaciones u otros términos de esta especie. La identidad misma de la manifestación deseante con sus formas, es ahí completamente tangible.
El otro punto, el otro término en el cual se inscribe esta dialéctica, esta problemática del deseo, es lo que insistí la última vez, es esta excentricidad del deseo con respecto a toda satisfacción que nos permite comprender lo que en general es su profunda afinidad con el dolor. Es decir que en el límite, a lo que confina pura y simplemente el deseo, tampoco en sus formas desarrolladas, en sus formas enmarcadas, sino en su forma más pura y simple, es este dolor de existir que representa el otro polo, el espacio, digámoslo, del exterior al interior de lo que su manifestación se nos presenta.
Del lado opuesto a esta problemática, al describir así lo que denomino el área del deseo, su excentricidad con respecto a la satisfacción, al describir así no pretendo por supuesto resolverlo, no es una explicación que doy, es una exposición del problema, y es hacia donde debemos avanzar hoy.
Por otra parte, retorno al otro elemento del díptico, de la oposición que propuse la última vez, la que está ligada al carácter de función identificadora, de función idealizante en la medida que dependa de la dialéctica de la demanda, en la medida que la identificación de todo lo que ocurre en este registro, se funda en una cierta relación al significante, en el otro significante que está en su conjunto caracterizado, y a propósito de la demanda como siendo el signo de la presencia del otro, y como ahí también se instituye que debe tener un vínculo con el problema del deseo que es lo que este signo de la presencia domina las satisfacciones que aporta esta presencia, esto que lo hace tan fundamental, de un modo tan extendido, tan constante, el ser humano se más o menos en una proporción sensible, muy ponderable con respecto a satisfacciones más sustanciales, es simplemente evocada la característica fundamental que se vincula a lo que acabo de recordar.
Por otra parte, debo decir que sólo el ser humano aún un paréntesis complementario de lo que dije la última vez: no es absolutamente del ser humano que Hasta un cierto grado, sabemos que algunos animales domésticos, y no es exclusivo de pensarlo, tienen algunas satisfacciones ligadas al hablar humano. No tengo necesidad aquí de hacer evocaciones, aprendemos incluso cosas extrañas. Parece haber un grado de credibilidad que se puede hacer a los decires de aquellos que los que se llama de un modo más o menos apropiado, los especialistas. Hemos oído decir que los refrendamos cautivos en el designio de lucro o sea para sacar provecho de su piel, deteriorando y solamente dando bastantes mediocres productos a los peleteros si no le hemos hecho la conversación.
Parece que esto hace la cría de visones muy onerosa al acrecentar los gastos generales. Parecería pues que en todo caso algo ahí se manifiesta de lo cual no tenemos para nada los medios de entrar más lejos en la problemática, pero que seguramente debe estar muy ligada al hecho mismo de estar cercado, porque los visones al estado salvaje, aunque parezca verosímil, están fuera de la posibilidad, salvo que se esté más sobre el asunto, de encontrar esta clase de satisfacción.
Resumiendo, querría simplemente indicarles el vínculo, la dirección en la cual podemos ver con respecto a nuestro problema, los estudios pavlovianos de los reflejos condicionados. Al fin de cuentas, qué son los reflejos condicionados?
Bajo sus formas más difundidas, y que han ocupado la mayor parte de la experiencia, los reflejos condicionados intervienen en un ciclo más o menos predeterminado, innato, un ciclo de comportamientos instintivos. Todas esas pequeñas señales eléctricas, esos pequeños timbres, esas pequeñas campanadas que se les timpaniza, los pobres animales para llegar a secretar sus diversas producciónes fisiológicas, sus jugos gástricos mediante órdenes, estos asimismo son significantes y no otra cosa. Ellos están fabricados por seres.
En todo casos experimentadores por los cuales el mundo está muy claramente constituido por un número fijo de relaciones objetivas, y entre las cuales lo que se puede aislar con fundamento como propiamente significante, constituye una parte importante de este mundo.
Por otra parte es en el designio de mostrar por qué esa clase de vía, de sustitución progresiva es concebible un progreso psíquico, que todas estas cosas son construidas y lucubradas.
Hasta un cierto punto, se podría plantear la pregunta para saber porqué, a fin de cuentas, estos animales tan bien adiestrados, esto nos lleva a enseñarles una cierta clase de lenguaje; lo que no es la única cosa que merezca ser observada es que justamente el salto no está hecho, y que cuando la teoría pavloviana viene a poner en juego lo que se produce en el hombre a propósito del lenguaje, él o ella, (Pavlov o la teoría) toma buen partido de hablar por lo que se refiere al lenguaje, no de una prolongación del sistema de significaciones tal como la han puesto en juego en los reflejos condicionados, sino de un segundo sistema de significaciones, es decir se trata implícitamente de reconocer lo que quizás no esté plenamente articulado en la teoría, sino reconocer que hay algo diferente en uno y otro. Y lo que es diferente, diremos que podemos procurar definir esta distinción, esta diferencia en lo que debe situarse, en lo que llamamos la relación al gran Otro, en la media en que esto constituye el vínculo de un sistema unitario y significante, o incluso diríamos lo que falta a este discurso de señales, es la concatenación para el sujeto interesado, es decir para el animal.
Al fin de cuentas, lo que formularía simplemente, lo denunciaremos bajo esta forma de decir, que en suma, sea cual fuere el carácter impulsado de estas experiencias, lo que no se ha encontrado, y quizás lo que no se va a encontrar, es la ley en la cual estos significantes puestos en juego, se ordenarían, lo que lleva decir que es la ley a la cual finalmente los animales obedecerían.
En efecto, es perfectamente claro que no hay rasgo de referencia de una ley tal, es decir no hay nada que esté más allá de la señal, o sea de una cadena de señales una vez establecidas, ningún modo de extrapolación legalizante, que sea perceptible, y es mucho sobre esto que se puede decir, que no se llegue a instituir la ley. Repito: No significa sin embargo que no haya alguna dimensión del otro con una gran A, para el animal. No hay nada que se articule efectivamente en el interior como en el discurso. Pues a lo cual llegamos, si resumimos aquello que se trata en la relación del sujeto al significante en el otro, o sea lo que ocurre en la dialéctica de la demanda, es esencialmente lo que caracteriza al significante, no como sustituido, lo que es el caso en los reflejos condicionados, como sustituido a las necesidades del sujeto, sino el significante mismo pudiendo ser sustituido a sí mismo, siendo esencialmente de naturaleza sustitutiva, y es en esta dirección que vemos la dominancia de aquello que importa, o sea el lugar que ocupa en el otro. Lo que vamos a puntuar en esta dirección, es lo que procuro formular de diversas maneras como esencial a la estructura significante, es decir este espacio topológico, por no decir este espacio tipográfico que hace justamente la ley de su sustitución, esa numeración de lugares, estos lugares numerados que dan la estructura fundamental de un misterio significante como tal.
Es por tanto que el sujeto mientras se presentifica en el interior de un mundo así estructurado en la posición del Otro, que este algo —es un hecho puesto en valor por la experiencia— que se llama identificación, se produce. Carente de la satisfacción, es al sujeto que puede acceder a la demanda que el sujeto se identifica.
Les he dejado ahí la última vez, al plantear la pregunta: entonces ¿por qué no el mayor pluralismo en las identificaciones? ¿Tanto identificaciones como demandas insatisfechas? ¿Tanto identificaciones como demandas insatisfechas? ¿Tanto identificaciones que hay otras que se plantean en presencia del sujeto como aquel que responde o no responde a la demanda?.
La clave de esta distancia, de esta Spaltung que se encuentra aquí reflejada por la construcción de este pequeño esquema que escribo hoy en el pizarrón por primera vez, y que constituye algo que debemos encontrar en las tres líneas que dos veces he repetido.
Pienso que los tienen en sus notas, aunque puedo recordarles que la línea que liga la pequeña "d" del deseo por un lado, por lo intermediario en esta relación del sujeto pequeña a, en la imagen de a y m, es decir el moi; la segunda línea representa precisamente la demanda, en tanto ella va de la demanda a la identificación, al pasar por la posición del otro en relación al deseo.
Es decir que ven aquí descomponer al otro en la medida en que está más allá de él que existe el deseo, y al pasar por el significado de a que a este nivel no ocuparía aquí, quiero decir en una primera etapa del esquema que era aquella que hice la última vez, es decir del hecho que no responde a la demanda, y que precisamente va, a propósito de algo que es lo que buscamos en un segundo tiempo, dividirse en este vínculo no simple sino doble, que por otra parte ya comencé por otras vías a dos cadenas significantes: la primera que está aquí cuando es sola y simplemente a nivel de la demanda, estando aquí en la demanda a aclararse. Va a intervenir otra cosa que dobla esta relación significante, es ese doblamiento de la relación significante, en la medida en que pueden, por ejemplo entre otras cosas, aunque no de un modo unívoco naturalmente, identificarlo del modo cómo fue hecho hasta el presente, en la respuesta de la madre.
En cuanto a la línea inferior, es decir lo que ocurre a nivel de la demanda, en el nivel donde la respuesta de la madre hace en ella toda la ley, es decir en suma somete al sujeto a su arbitrio, la otra línea representando la intervención de otra instancia correspondiente a la presencia materna, y al mundo bajo el cual su instancia se hace sentir más allá de la madre, y por supuesto no es tan simple, y si todo, en efecto, era una cuestión de mamá y de papá, veo cuan difícilmente podríamos dar cuenta, al menos en los hechos a los cuales nos abocamos.
Es pues en la pregunta por esta Spaltung que es pura y simplemente aquella que es idéntica, responsable de esta béance entre el deseo y la demanda, de esta discordancia, de esta divergencia que se establece entre el deseo y la demanda, que s por donde ahora vamos a introducirnos, y es debido a esto por lo cual debemos volver a plantearla pregunta de lo que es un significante.
Se que ustedes lo piden cada vez que nos separamos: al fin de cuentas, qué es lo quiere decir? Ustedes tienen razón en preguntarlo, porque seguramente esto no está explicado.
Retomamos la pregunta de lo que es un significante en el nivel elemental. Les propongo detener su pensamiento sobre un cierto número de observaciones. Por ejemplo, no creen que arribamos a algo que es, al menos no conozco ningún ejemplo, quizás algo a propósito de lo que se podría hablar de emergencia? Si observamos lo que el hecho tiene de específico, no un rasgo, pues un rasgo es una marca, no es un significante, sin embargo sentimos que puede haber ahí una relación, y que en verdad lo que se llama el material del significante participa siempre aunque poco del carácter evanescente del rasgo. Esto parece ser una de las condiciones de existencia de este material significante. Sin embargo, esto no es un significante, incluso el pie de Viernes que Robinson descubre en el curso de su paseo por la isla, no es un significante, sino por el contrario, al suponer que él, Robinson, por una razón cualquiera, borra este rasgo, ahí donde nosotros introducimos netamente la dimensión del significante. Es a partir del momento en que es borrada que este rasgo está constituido manifiestamente como significado.
En efecto se ve que si ahí el significante es un crisol en la medida que testimonia una presencia pasada, y que inversamente en lo que es significante, existe siempre en el significante plenamente desarrollado que es la palabra, hay siempre un pasaje, es decir, algo que está más allá de cada uno de los elementos que están articulados, y que son de naturaleza fugaces, evanescentes, que es el pasaje de uno al otro que constituye lo esencial de aquello que llamamos la cadena significante, y que este pasaje en la medida que es evanescente, es esto mismo que se hace fe.
Inclusive no digo articulación significante. Puede que resulte una articulación enigmática, pero estar sostenida por la fe es también a este nivel que emerge lo que responde a lo que ante todo hemos designado el significante como atestiguando una presencia que es pasado inversamente en un pasaje que está actualmente, que se manifiesta, es algo que lo profundiza, que está más allá y que hace del ello una fe.
Resumiendo, lo que encontramos, es también después de lo que se ha borrado, lo que resta si hay un texto, o sea si este significante se inscribe entre otros significantes, es lo que resta, es el lugar en que se ha borrado, y es este lugar también que sostiene la transmisión, que es algo esencial, gracias a lo cual lo que sucede en el pasaje toma consistencia de fe.
Estamos sólo en verdad en el nivel y en el punto de emergencia, pero un punto esencial para aprehender: esto que hace que el significante como tal, ese algo que puede ser borrado, que no deja más que este lugar, es decir, que no se puede más volverla a encontrar. Es esta propiedad que es esencial, y que hace que si se puede hablar de emergencia, no se puede hablar de desarrollo. En realidad, el significante la contiene en sí mismo. Quiero decir que una de las dimensiones fundamentales del significante, es poder anularse a sí mismo. Existe para esto una posibilidad que eventualmente podemos calificar de modo del significante mismo, y que se materializa por algo muy simple, y que todos conocemos, y del cual no podríamos dejar de ver disimular la originalidad por la trivialidad del uso: es la barra. Toda clase de significante es por su naturaleza algo que puede ser barrado.
Se habla mucho, desde que existen filósofos que piensan, de la .... y se ha aprendido a hacer un uso de ella más o menos astuto. Esto quiere decir a la vez anulación, y esencialmente en lo que quiere decir: Por ejemplo anulo mi abono a un diario, o mi reserva a alguna parte. También quiere decir gracias a una ambigüedad de sentido que lo hace precioso en la lengua alemana, elevar a una potencia, a una situación superior. No parece que se detenga en esto, sino poder propiamente hablar ser anulado, solamente tiene que hablar una sola especie de cosa, diría groseramente, para poder serlo, es un significante, pues en verdad, cuando anulamos cualquiera fuese ese otro, sea imaginario o real, es simplemente porque es sentido estricto lo hacen, y por ahí incluso no hacemos más que anular esto de lo cual se trata, lo elevamos de grado, a la calificación de significante.
Existe pues en el interior del significante, de su cadena y de su maniobra, algo que siempre está en la medida de destituirla de su función en la línea o en la progenie . La barra en un signo de bastardía para destituirlo como tal, en razón de esta función propiamente significante de lo que llamaremos la consideración general. De esto que se habla quiero decir en el dato de la batería significante, así como que ella constituye un seguro sistema de distintos disponibles y en un discurso actual, concreto, el significante rebajado de la función que le constituye su lugar que arranqué de esta consideración o constelación que el significante instituye al aplicarse sobre el mundo, en lo puntuante, y que de ahí cae de la consideración a la designación, o sea de donde es marchado de lo que precisamente deja de desear.
No me divierto al jugar con las palabras. Por este uso de las palabras, simplemente quiero indicarles una dirección por donde nos aproximamos de este vínculo de la manipulación significante a nuestro objeto que es aquel del deseo, de su oposición de la consideración a la consideración marcada por la barra del significante, no estando por cierto sino destinado a indicar una dirección, un comienzo.
Esto no resuelve por cierto la cuestión del deseo, sea cual fuere la economía a la cual se presta esta conjunción de dos términos en la etimología latina de la palabra deseo en francés. En un hablar cuidadoso, en la medida que el significante se presenta como anulado, como marcado por la barra, resta que tengamos lo que se puede llamar un producto de la función simbólica, producto justamente en la medida en que está aislado, que sea distinto de la cadena general del significante y de la ley que instituye.
Unicamente a partir del momento en que puede estar barrada, que algún significante que esté en su propio estatuto, es decir que entre en esta dimensión que hace que todo significante esté en principio para distinguir aquí esto que quiero decir, la anulación que es tan esencial.
El término empleado por Freud, está en lugares bien divertidos donde nadie parece estar advertido de ir a localizarlo. De golpe también, si es Freud quien emplea anulación, no es que tenga la misma resonancia. En principio todo significante es revocable. Entonces de ello resulta algo a partir del momento en que hemos hecho estas observaciones que son aquellas, es decir que para todo lo que no es significante, en particular eventualmente para lo real, la barra es convierte en uno de los modos más seguros y más cortos de su elevación a la dignidad de significante, y esto lo hice notar de un modo extremadamente preciso a propósito del fantasma del niño golpeado, cuando hice notar que en la segunda etapa de la evolución de este fantasma, o sea aquel que Freud indica como antes de ser construido, y que salvo oblicuamente y en casos excepcionales, no habiendo jamás apercibido este signo que en la primera etapa era aquel del rebajamiento del hermano odiado, o sea que fue pegado por el padre.
En el segundo tiempo, y cuando se trata del sujeto mismo, se convierte por el contrario en el signo que él amó, el sujeto, accede en efecto al orden del amor, al estado de ser amado, porque él fue pegado, lo que no carece asimismo de plantear un problema, siendo dado el cambio de sentido que ha tomado esta acción en el intervalo, y hablando propiamente esto no es concebible sino para el caso justamente que este mismo acto que, cuando se trata del otro, es tomado como violencia y como tal es percibido por el sujeto como el signo de que el otro no es amado. Cuando es el sujeto el que se convierte en el soporte en cierto momento dado de su posición con respecto al otro, este acto toma su valor esencial, y por su función de significante, es por lo que en este acto el sujeto mismo se encuentra elevado a esta dignidad de sujeto significante, que es tomado en ese momento en su registro positivo, en su registro inaugura, lo instituye hablando propiamente como un sujeto con el cual puede ser cuestión de amor.
Es lo que Freud —hay que volver siempre a las frases de Freud, que son absolutamente lapidarias— en algunas series psíquicas de la diferencia anatómica de sexos, expresa: "El niño que fuera entonces pegado se convierte en amado, apreciado sobre el plano del amor". Precisamente es en este momento, es decir en este artículo del cual les hablo, que Freud introduce la observación que estaba simplemente implicada en: "............", es decir que tuve por análisis del texto, comenzado, pero que Freud ahí formula con todas las letras, lo formula sin motivarlo absolutamente, pero orientándolo con esta especie de fluir prodigioso como el suyo, y que es todo lo que está en proceso en esta dialéctica del reconocimiento de este más allá del deseo. Freud dice: "Toda esta particular fijeza que se lee en la forma monótona de "pegan a un niño", sólo permite verosímilmente una única significación: el niño es pegado, de hecho es apreciado"...
Se trata de niñas en este estudio, y lo que Freud reconoce en esta "......." la palabra es muy difícil de traducir en francés porque tiene un sentido ambiguo en alemán, quiere decir a la vez fija en el sentido de una mirada fija, rígida. Esto no está para nada en vinculación, aunque esté ahí en la contaminación de los dos sentidos, tiene una analogía en historia, y es muy ahí de lo que se trata, se trata que vemos ahí puntuar este algo del cual les he yo marcado el lugar del nudo que se trata de desanudar en su momento, a saber este vínculo que hay entre el sujeto como tal, el falo aquí como objeto problemático, y la función esencialmente significante de la barra, en tanto ella entre en juego en el fantasma del niño pegado.
Por ello no es suficiente contentarnos con este clítoris que con tantas consideraciones, deja mucho que desear. Se trata de ver por qué hay aquí una cierta postura tan ambigua, que al fin de cuentas, si Freud lo reconoce en lo que es pegado, eventualmente es que el sujeto, por el contrario, no lo reconoce como tal. Se trata del falo en tanto que ocupa un cierto lugar en la economía del desarrollo del sujeto, en tanto él es lo que es, el soporte indispensable de esta construcción subjetiva, en tanto gira alrededor del complejo de castración y del penis-neid, y se trata de ver ahora como entra en juego en el vínculo, este apresamiento, este apoderamiento del sujeto por el significante, o inversamente de lo que se trata por esta estructura significante tal como vengo aquí de recordar uno de los términos esenciales.
Por esto conviene detenernos un instante en lo que, al fin de cuentas, el modo bajo el cual puede ser considerado este falo ¿Por qué se habla de falo y no pura y simplemente de pene? ¿Por qué por otra parte vemos efectivamente otra cosa, y el modo bajo el cual hacemos intervenir el falo? Otra cosa es la manera en que el pene viene de una manera más o menos satisfactoria a suplir en ello, también para el sujeto masculino como para el sujeto femenino. También en alguna medida el clítoris está interesado en lo que podemos llamar las funciones económicas del falo?
Observemos lo que está en el origen del falo. Es ahí que lo vemos por la primera vez atestiguado en los textos a saber en la antigüedad griega, donde, si vamos a buscar los textos ahí donde están, en diferentes puntos de Aristófanes, de Heródoto, etc... ante todo vemos que el falo, no es del todo idéntico al órgano como pertenencia del cuerpo, prolongamiento, miembro, órgano en función, si se pudiera decir, el falo, es un invención que domina ampliamente, empleada a propósito de un simulacro, de una insignia sea cual fuere el modo bajo el cual se presente, se trata de un falo en lo algo del cual son suspendidos los órganos viriles, se trata de la imitación de un órgano viril, se trata de un trozo de madera, o de una serie de variedades bajo las cuales se presenta, es algo como un objeto substitutivo y al mismo tiempo es su propiedad que esta sustitución sea de algún modo muy diferente de la sustitución en el sentido en que acabamos de escuchar, de la sustitución — signo. Se puede decir que casi e incluso que el uso de esta sustitución tenga todos los carácteres de un sustituto-real, esta especie de objeto que llamamos en las buenas historias, y siempre más o menos con una sonrisa, que tratan de los objetos más singulares si se puede decir, por su carácter inhallable que existe en la industria humana.
Asimismo es algo del cual no se podría dar cuenta en cuanto a su existencia y a su misma posibilidad.
El xxxxx en griego es a menudo confundido con el falo. En resumen, lo que es asombroso en la instancia muy singular de este objeto que, para los antiguos y más allá de toda especie de duda, se interpreta el rol en el seno de los misterios, del objeto alrededor del cual, si se puede decir así, estaba ubicado, y parece también, a tal punto que la iniciación elevaba los últimos velos, es decir de un objeto que por la revelación del sentido, estaba considerada como un último carácter significativo.
¿Es que todo esto no ubica sobre el camino de lo cual se trata, a saber, que en suma este rol económico prevalente del falo como tal, es decir en la medida en que represente en suma el deseo en su forma más manifiesta?
Le opondría término por término a lo que dije del significante que es esencialmente fútil (hueco), que se introduce en lo lleno del mundo. Inversamente lo que se manifiesta en el falo, es lo que de la vida se manifiesta de la manera más pura como turgencia, como empuje, y asentamos bien la imagen del falo en el fondo mismo de lo que manipulamos como término que hace que por ejemplo en francés es bajo la forma de pulsión que el término alemán Trieb pudo ser traducido, es objeto privilegiado si se puede decir, del mundo de la vida, que por otra parte en su apelación griega se emparenta con lo que es del orden del flujo, de la savia, incluso de la vena misma, pues parece ser la misma raíz tanto en... ... como en falo. Parece que las cosas son tales, que este punto, el más manifiesto, manifestado del deseo en sus apariencias vitales, sea justamente lo que se halla no pudiendo entrar en el área del significante sino para desencadenar, si se puede decir, la barra. Todo lo que sea del orden de la intrusión, del empuje vital, como tal, se encontrará en la medida en que aquí se señala, maximizarse en esta forma o esta imagen, será algo, es esto que la experiencia nos muestra. No hacemos más que leerla —lo que inaugurará como tal todo lo que se presente, o sea como connotación de una ausencia, ahí donde esto no tiene que ser, puesto que esto no es, a saber lo que hace considerar el sujeto humano que no tiene el falo como castrado, e inversamente que para esto que tiene algo, que puede pretender parecérsele, como amenazado de castración.
Efectivamente, si hago alusión a los misterios antiguos, es completamente asombroso ver que sobre las murallas, los raros frescos quenous ayions conservados en una notable integridad, aquellas de la Villa de los Misterios en Pompeya, es muy precisamente al lado justo del sitio donde se representa el develamiento del falo, que surgen representados con una grandeza impresionante, estos personajes en talla natural, esta clase de daimonss que podemos identificar por un cierto número de verificaciones. Hay uno de ello sobre una vasija del Louvre, y en algunos otros lugares. Estos dáimonss alados, con botas, sin casco pero casi, y en todo caso armados de un "flagellung", comienzan a aplicar el castigo ritual a una de las impetrantes, de las iniciadas que están en la imagen para hacer surgir el fantasma de la flagelación bajo su forma más directa, en conexión más inmediata con el develamiento del falo.
También es absolutamente claro que por todas clases de pruebas, de atestaciones que nos son aportadas por la experiencia, que no ha nada comprobado, y que no pierde ningún espacio de investigación en la profundidad de los misterios, que en todos los cultos antiguos, a medida que se aproxima al culto, es decir la manifestación significante del poder fecundo de la gran diosa, que todo lo que se vincula al falo es objeto de amputaciones, de rasgos de castración o de prohibiciones cada vez más acentuadas, el carácter de eunuco de los sacerdotes de la gran diosa, de la diosa siria, siendo algo más reconocido, vuelto a encontrar en todas las variedades de textos.
De la misma forma pues es que el falo se halla signado, recubierto siempre por algo que es la castración, la barra, sobre su advenimiento al dominio significante, es decir sobre su lugar en el otro con una gran A, para lo cual en el desarrollo, la castración se introduce.
Obsérvenlo directamente en las observaciones, no es nunca por vía de una interdicción sobre la masturbación por ejemplo. Si leen la observación de Juanito, verán que las primeras prohibiciones no le hacen ningún efecto. Si leen la historia de André Gide, verán que sus padres han peleado durante sus primeros años para impedírselo, y que el Profesor Brouhardel mostrándole las grandes espadas y los grandes cuchillos que él tenía, porque era entonces de moda en los médicos tener en su gabinete un "décrochez-moi ça" le prometía que si él recomenzaba se le aceraba eso. Y Gide niño, nos informa que no creyó por un sólo momento en una amenaza semejante, porque en verdad esto le parecía extravagante. Dicho de otra manera, no era otra cosa que la manifestación episódica de los fantasmas del Profesor Brouhar del mismo.
Esto no es todo de lo que se trata. Como nos lo indican los textos, las observaciones también, es en la medida que el ser en el mundo, después de todo sobre el plano de lo real, que tendría el menor lugar de presumirse como estando castrado, o sea aquel que tuviera la ocasión de serlo, o sea la madre, es sin embargo bajo este ángulo, a saber en el nivel del otro, en el lugar en que se manifiesta la castración en el otro, donde es el deseo del otro que está marcado por la barra significante de A, es por esta vía esencialmente que para el hombre como para la mujer se introduce algo de específico que funciona como complejo de castración.
Cuando hablamos del complejo de Edipo en el comienzo del último trimestre, acentué esto por un modo de decir que primero y ante todo la primer persona en ser castrada en la dialéctica intrasubjetiva, es la madre. Es ahí primero donde encontramos la posición de castración, es a causa de esto que, según los destinos tan diferentes para el hombre como para la mujer, en la niña, porque la castración es primero encontrada en el otro, que la niña logra esta percepción con lo que la madre cansada, frustrada, es decir que es primero bajo la forma de un reproche a la madre que aquello que es percibido por la madre como castración es pues también como una castración para ella. Es bajo la forma de este rencor que llega a añadirse a los otros frustraciones precedentes, que se presenta ante todo para la niña —Freud insiste ahí— el complejo de castración.
Esto es debido a que el padre sólo viene aquí en posición de reemplazo por el cual ella se encuentra ante todo frustrada, que ello pasa al plano de la experiencia de la privación. Esto es así porque es a nivel simbólico que se presenta este pene real del padre, del que se nos dice que ella lo espera como un sustituto de lo que ella percibió al estar frustrada, que podemos hablar en este momento de privación, con la crisis que esta privación engendra, y la encrucijada que lleva al sujeto a renunciar, o bien a su objeto, es decir al padre, o bien a su instinto, es decir a identificarse con el padre.
De ahí resulta una curiosa consecuencia: es que el pene está justamente porque fue introducido en el complejo de castración de la mujer bajo esta forma de sustituto simbólico, en origen en la mujer de todas formas de conflictos del tipo de aquellos que se denominan conflictos de celos, o incluso de infidelidad de la pareja. Esto es sentido como una privación real, es decir con un acento muy diferente a lo que puede representar el mismo conflicto visto del lado del hombre.
Avanzo rápido en este tema; volveré en esto; pero hay una cosa que es preciso ver y que es que si el falo se encuentra bajo la forma barrada donde tiene su lugar como indicando el deseo del otro, toda la serie de nuestro desarrollo va a mostrarnos como el sujeto va a tener que encontrar su lugar de objeto deseado con respecto a este deseo del otro, y por consecuencia es como nos lo indica Freud a propósito de su percepción tan notable sobre un niño pegado, es siempre en la medida en que no tiene falo, que el sujeto a fin de cuentas deberá ser situado que encontrará su identificación de sujeto, en la medida que —lo veremos— el sujeto es como así mismo un sujeto marcado por la barra.
Esto se manifiesta de un modo claro en la mujer de lo cual ya abordé hoy por una simple indicación, las incidencias de su desarrollo a propósito del falo. Esto es en suma que la mujer se encuentra metida en un dilema —el hombre también por otra parte— insoluble, que es este entorno del cual es preciso ubicar todas las manifestaciones tipos de su femineidad, sea neurótica o no. Es como lo indiqué, en esto de encontrarse su satisfacción, o sea ante todo el pene del hombre, luego por sustitución el deseo del bebé.
Esto es clásico. No hago más que indicar lo que es corriente en la teoría analítica. Qué es lo que esto quiere decir? Es que al fin de cuentas para encontrar una satisfacción tan a ultranza tan fundamental como la de la maternidad, tan exigente, por otra parte, tan instintual, es que ella no encuentra lo que es satisfacción sino que por los caminos de la línea substitutiva. Es por tanto, yo diría, que el pene es ante todo un sustituto, incluso diría un fetiche, pero también que el bebé en un cierto sentido es un fetiche, que la mujer junta lo que es, digamos, su instinto y su satisfacción natural.
Inversamente, por todo lo que está en la línea de su deseo, ella se encuentra ligada a la necesidad implicada por la función del falo, de ser hasta en un cierto grado que varía, pero de ser este falo en la medida que es el signo mismo de lo que s deseado, y es muy a esto que efectivamente que responden ......... 11111 ..... que tengan la función de falo, en esto en que es considerado como la femineidad propiamente hablando, y toda la fase de exhibición, o sea en lo que la mujer se propone como objeto del deseo, todo lo que en la función femenina, en tanto ella se exhibe y se propone como objeto del deseo, lo identifica de un modo latente y secreto al falo, es decir en suma sitúa su ser de sujeto como falo deseado, como significante del deseo del otro, la sitúa, este ser, más allá de lo que se puede apelar la mascarada femenina, puesto que a fin de cuentas, todo lo que ella muestra de su femineidad está precisamente ligado a esta identificación profunda, a un significante que es el más ligado a su femineidad Vemos aparecer ahí el rol y la raíz de lo que se puede llamar en el acabamiento del sujeto en el camino del deseo del otro, su profunda Verwerfung, su profundo rechazo en tanto ser, en lo que ella aparece bajo el modo femenino propiamente hablando. Su satisfacción pasa pues por el camino sustitutivo, y su deseo se manifiesta en un plano al que no puede llegar sino a uno, profunda Verwerfung, a una profunda extrañeza de su ser, a lo que ella seduce al aparecer.
No crean que para el hombre la situación es mejor. Incluso es más cómica. El falo, el desdichado, él lo tiene, y se sabe en efecto que su madre no lo tiene, lo traumatiza, pues entonces, como ella es mucho más fuerte, adónde vamos? Es ahí, en este temor primitivo como Karen Horney mostraba uno de los resortes más esenciales de los problemas del complejo de castración. Asimismo la mujer se encuentra en un dilema, y el hombre encuentra en otro. Es en la línea de la satisfacción para él que la mascarada se establece, porque al fin de cuentas él resolverá la cuestión del peligro que amenaza lo que él tiene efectivamente, por lo que nosotros consignamos bien, o sea la identificación pura y simple a lo que de ellas tienen las insignias, a lo que tienen todas las apariencias de haber escapado al peligro, es decir al padre, y al fin de cuentas, el hombre no es para nada viril sino por una serie indefinida de procuraciones; aquellas le llegan de todos sus abuelos y todos sus ancestros, pasando por el ancestro directo Pero, inversamente, en la línea del deseo, es decir en tanto el tiene que encontrar su satisfacción con la mujer, va a buscar el falo también, y tenemos de ello todos los testimonios clínicos y demás —volveré a ello la próxima vez— y es así justamente porque este falo, él no lo encuentra ahí donde lo busca, por otra parte lo busca por todas partes.
En otros términos, el pene simbólico por la forma está en el interior —si se puede decir— del campo de su deseo, en el lugar que para el hombre está en el exterior; esto para explicarles que los hombres están siempre en la relación de las tendencias centrífugas.
Es por lo tanto, pues, que al fin de cuentas, ella no es ella misma, en tanto ella está en el campo de su deseo, es decir en tanto que en el campo de su deseo es preciso que ella sea el falo, que la mujer experimentará la Verwerfung, que la identificación subjetiva de aquella que produce a nivel de la segunda línea, aquella que se termina por un delta, y es en tanto nomás que él no es él mismo, en la medida que él satisface, es decir que el obtiene la satisfacción del otro, que el hombre se halla en el amor fuera de su otro. Por lo tanto, pues, es, yo diría, que él sólo se percibe como el instrumento de la satisfacción, y es por esto que a fin de cuentas el problema del amor es el problema de esta profunda división, que él introduce en el interior de las actividades del sujeto, esto es siempre de lo que se trata, según la definición misma del amor, o sea dar lo que no tiene, o sea dar para el hombre, aquello que él no tiene, a un otro que no tiene, es decir que no tiene el falo.