EL LUGAR DEL ANALISTA EN LAS PSICOSIS. Viviana San Martín.

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El lugar del analista en la psicosis: Lol V. Stein de Marguerite Duras. Por Viviana San Martín. EFBA.

Versión escrita del trabajo presentado para la Carrera de Psicología de la U.C.E.S. 2006. La primera versión de este trabajo fue presentada en las Jornadas de la Fundación Brizna del año 1995 y en las Jornadas de la EFBA del año 1998.

El rapto de Lol V. Stein de Marguerite Duras así como las puntualizaciones que Lacán realizara de esta novela en el artículo “Homenaje a M. Duras, del rapto de Lol V. Stein” serán la vía elegida en esta ocasión para plantear algunas cuestiones en relación a la transferencia en la psicosis. Aunque se trate de una ficción, el objetivo es precisar allí la posición de un sujeto y extraer consecuencias para la clínica.

Lacán caracteriza a esta novela como la rememoración de una escena. Es aquella cuyos hechos transcurren en el salón de baile de un lugar de veraneo y tiene por personajes a una joven llamada Lol; su novio, Michael; la amiga de Lol, Tatiana y una inquietante mujer Anne-Marie Stretter que llega al baile junto a su hija. En el momento en que ambas franquean la puerta, la escena comienza. Al final de la misma, Lol se habrá vuelto loca, como única respuesta a la partida de su novio con la inquietante mujer.

Es Tatiana quien nos transmite el impacto que la entrada de esta mujer provoca: nadie puede dejar de mirarla. Nos la describe con lujo de detalles en aquello que es visible y circunscribe con preguntas aquello que de ella no se ve, pero se adivina.

También es Tatiana la que nos revela la transformación que sufre Michael a causa del deseo que la presencia de Anna-Marie le despertó. En determinado momento, él dice “He de invitar a bailar a esta mujer”. Ante la respuesta inesperada de Lol, que cuando Michael la mira como pidiendo autorización, sólo le sonríe, él se va con Anne Marie para no separarse más de ella.

Lol permanece toda la noche mirando la danza de su prometido con esta mujer, como fascinada y sin mostrar signo alguno de sufrimiento. Lacán lo dice así:

“La escena es propiamente el rapto de dos en una danza que los suelda y ante los ojos de Lol, tercera, junto con todos los del baile, padece en él el rapto de su novio por aquella que sólo tuvo súbita que aparecer”.

Cuando el día comienza a despuntar, anunciando el fin de la escena, que el lector podría prejuzgar como penosa para Lol , para nuestro desconcierto, ella grita argumentos para que no concluya: “no era tarde, la hora de verano engañaba”. Cuando la pareja se va, Lol los sigue con la mirada y cuando deja de divisarlos, cae al suelo desvanecida. Luego enloquece, permaneciendo semanas encerrada en su habitación sin encontrar palabra alguna que devele otra cosa que el vacío que la habita. “Su dificultad ante la búsqueda de una sola palabra parecía insuperable”.

Tratemos de situar los lugares, que quedan dibujados. En esta escena indudablemente el objeto que está en juego y encarnado en la presencia de Anne-Marie es “la mirada”, es decir, aquello que atrapa la mirada y causa el deseo de Michael y que suscita en Tatiana una pregunta al quedar súbitamente en falta acerca de saber qué es una mujer.

En cambio para Lol, las cosas son de otra manera, diferencia que precisaré más adelante.

Luego de la partida de la pareja, irrumpe el desvanecimiento subjetivo de Lol, momento típico de desencadenamiento de una psicosis, que el analista suele encontrar en su práctica.

A partir de allí Lol busca algo, aunque no se trate de “la repetición del acon-te-ci-miento”, como nos alerta Lacán.

En nuestra clínica: ¿cómo responder a esa particular búsqueda?.

El analista como en cualquier caso, se ciñe a la subjetividad del paciente y trata de abstenerse de poner en juego la suya, pero en la clínica con sujetos psicóticos, no sólo debe ajustarse a una singularidad sino también a los requerimientos de otra estructura. De entrada notamos que no responde como lo haría un neurótico: no reacciona para defender su lugar y reclama que la escena no se termine. El sujeto de este sufrimiento sufre un rapto.

Por lo tanto, habría que pensar que esta “abstinencia” del analista no supone que ocupe el mismo lugar que en las neurosis: falta como condición la estructura significante para que el discurso del analista se ponga a funcionar, de manera que el a reine como semblante.

En nuestra escena allí donde Tatiana pronuncia una catarata de palabras movilizada por la falta de saber que ésta le provoca, Lol no sólo no dice nada, sino que se queda petrificada, un “silencio previo”, forclusivo, que la habitaba se manifiesta y por eso no se sostiene en pie cuando finaliza. Para que el cuerpo no caiga por su peso, una palabra debe sostenerlo en pie.

En la clínica con pacientes psicóticos, se apela con frecuencia a la figura del “amigo”, que proporciona un modelo para empezar a delinear un lugar para el analista que esta estructura soporte. La indicación se la debemos a Lacán que en “Una cuestión preliminar...” dice que: “la relación con el otro en cuanto con su semejante, e incluso una relación tan elevada como la de la amistad en el sentido en que Aristóteles hace de ella la esencia del lazo conyugal, son perfectamente compatibles con la relación salida de su eje con el gran Otro” (...) Es decir, hay posibilidad para el psicótico de establecer este tipo de relación, por fuera del delirio.

Establecer esta relación, de manera que no encarnaremos la posición del Otro con mayúscula reducida al otro especular, es decir, contar para él sin ser un perseguidor, resulta posible. Por ejemplo, el planteo de la demultiplicación transferencial como forma de barrar al Otro en lo real, persigue este objetivo.

Pero de todas formas, lo que quisiera subrayar hoy aquí, es que en la transferencia que el psicótico establece con nosotros, lo imaginario no funciona igual que en la neurosis. Allí no somos semejantes. Lol es presa del transitivismo, tiempo instituyente de inclusión del viviente en lo humano bajo la forma de la imagen de otro: “el otro soy yo”; pero falta la operación de separación, que hubiera permitido la vuelta constitutiva que dijera “el otro no soy yo”.

En efecto, falta la palabra que diga “algo” y la separe de la imagen del otro, lo que hubiera permitido que la mujer que tiene en sus brazos Michael fuera “otra” mujer para Lol. En cambio, mientras la escena transcurre Lol y Anne-Marie, son una, un solo cuerpo abrazado por el amor de Michael. De allí su fascinación. “YO ME DOS”, le hace decir Lacán.

La palabra que permite la separación de la imagen del otro, es el trazo del Ideal que viene de la metáfora paterna. El yo ideal, es decir, la imagen que propone el Otro como espejo, queda del lado del Otro. En cambio el Ideal del yo es un trazo que queda del lado del sujeto y le permite advertir la diferencia entre el YO IDEAL y el YO.

Esa diferencia es el objeto a, es decir, lo que no pasa a la imagen y queda guardado como profundamente narcisista. En la neurosis este objeto da consistencia a un cuerpo, sostiene la propia cubierta imaginaria, que hace, por ejemplo, que una mujer neurótica quede afectada por la aparición de una Anne-Marie. Primero por la tensión agresiva y luego por el sufrimiento propio del duelo por el amor perdido.

Esta agresividad se define como rivalidad fraterna, capacidad de lucha, de cólera y de competición para hacer reconocer su derecho, mantener su propio lugar. Se mide con el poder decir “no” y de sostenerse en respuesta a una intrusión destructora de parte de su semejante. Clínicamente, siempre se comprueba esta ausencia de agresividad en el psicótico, antes del desencadenamiento propiamente dicho.

La falta del objeto a como carozo de un cuerpo con cobertura imaginaria, deja a Lol sin el soporte necesario para anidar sentimientos, por ejemplo, la agresividad ausente o este sufrimiento del que no es capaz.

Este objeto a es el resultado de la diferencia entre el YO IDEAL y el YO, es decir, implica reconocer una falta en el YO, entonces: “estoy careciente, tengo que salir de mí a buscar aquello que me falta, causa mi deseo y es motor de mi búsqueda”.

Por el contrario, Lol nos habla en la novela de un interminable tedio. Si no hay falta, la vida se torna puro aburrimiento. "Sólo hablaba para decir que le resultaba imposible expresar lo aburrido y largo, largo que era ser Lol V. Stein. Le pedían que hiciera un esfuerzo. No comprendía por qué, decía”.

Michael Richardson con su amor hacia Lol sostenía una cubierta imaginaria. Se pregunta Lacán: "¿No basta esto para reconocer lo que le pasó a Lol y que revela lo tocante al amor?; o sea, a esa imagen, imagen de sí mismo, con que el otro nos reviste y que nos viste, y que nos deja, cuando nos despojan de ella ¿ser qué debajo?”. En Lol, este vestido de amor cubría la desnudez de ningún cuerpo: ausencia de a.

Sin embargo, diez años más tarde, Lol ensaya de la mano de su amiga Tatiana, una vía de restitución de aquello que quedó suelto en la primer escena. Allí sí busca algo. Ya no se trata de amor, sino de deseo.

Un personaje nuevo se introduce: Jacques Hold, que ahora descubrimos que es el narrador de la historia de Lol, la voz del relato.

J. Hold es el amante de Tatiana. Lol lo descubre y comienza a seguirle los pasos. El alma le vuelve al cuerpo o mejor dicho, algo de un cuerpo comienza a despertar, al habilitarse un novedoso entusiasmo. Logra conquistarlo, a espaldas de Tatiana.

La habitación del Hotel Du Bois tiene una ventana que da a un campo de centeno, donde Lol permanece mientras transcurren las citas de amor entre Tatiana y Jacques Hold. El la ve y acepta entrar en su juego. “Aún tendrá que mostrarle, en la ventana propiciatoria, a Tatiana, sin conmoverse en lo más mínimo de que ésta no se haya percatado de nada, cínico por haberla ya sacrificado a la ley de Lol”.

Para Lol “lo que ahí se rehace no es el acontecimiento sino un nudo. Lo que este nudo encierra es propiamente lo que rapta, pero de nuevo ¿a quién?”.

Lacán nos advierte que no equivoquemos el lugar de la mirada. No es Lol quien mira, no es voyeur. Lo que sucede en esta escena la realiza.

“¿Qué es ese cuerpo del que se siente provista de repente?” Esta pregunta signa el nacimiento de una sensación ausente hasta entonces en Lol.

Ahora Tatiana, sí contiene la mirada que se hace belleza para el deseo de un hombre. Nuevamente, para Lol: “YO ME DOS”, ahora con Tatiana, quien sostiene en lo real la función del a. La diferencia con la primera escena del desencadenamiento, es que ahora es Lol la que organiza y comanda este “SER DE A TRES”.

Gracias a esto puede ofrecerse a la mirada de un hombre, hacerse ver, ser mancha para el deseo de Jacques Hold sobre el fondo de campo de centeno. Lo que a nuestros ojos aparece como “incomprensible” es que esto acontezca en la escena real y no en la ficción del fantasma. Construye el fantasma en lo real, como marco propiciatorio del deseo, de esta forma suple aquello que no hay.

Lo que falta en Lol no es solamente la imagen narcisista con la que el amor de Michel la revestía y que luego perdió, sino más radicalmente lo que más allá de ella y antes del acontecimiento mismo de la noche del baile, es el fantasma. En esta novela precisamente hay ausencia de fantasma, o sea de lo que oculta el agalma, el objeto causa del deseo: la mirada.

El genio de M. Duras consiste en haber señalado que en la triangulación Anne Marie-Michel-Lol, Anne Marie es no-mirada, se entiende, para Lol. ¿Qué es la mirada?. Lo que hace mancha a la atención del Otro. ¿En qué Anne Marie lo es para Michael?. Lol no puede ni siquiera plantear esta pregunta. Al estar mal establecida la relación imaginaria en la exclusión –o yo o el otro- el drama de Lol consiste en no tener pensamiento de la escena del fantasma. Y sin embargo, sigue en pie la apuesta: ir hacia este pensamiento.

Ahí está la apuesta, alegría y dolor del cuerpo, nacimiento del afecto, gracias a la articulación del fantasma en palabras.

Jacques Hold, en posición de amante de Tatiana va a realizar para Lol lo que no pudo hacerse con el primer triángulo. La operación del relato por la voz de Jacques, es la constitución de la mirada como mancha puesta sobre la ventana del Hotel Du Bois, lugar del fantasma por venir para Lol. “Hay una plaza para ocupar, que no logró cubrir en T. Beach, hace 10 años”.

Lol se despierta de su sopor y nace a su vez al deseo, puede un día articular a Jacques su fantasma fundamentral:

“Desnuda, desnuda bajo sus negros cabellos”.

Esta inscripción de la mancha de la mirada se vuelve en su mirada propia, allí donde sólo había vacuidad. Por primera vez se hace mancha para un hombre, para Jacques. No se trata de amor como con Michel sino de deseo: Por ser del Otro el deseo sostiene al objeto que lo causa.

Se trata de otro imaginario de aquel del vestido del amor, el que deviene de una superficie agujereada, desde donde se dibuja el borde del objeto a.

Imaginario que depende del fantasma, donde el objeto a adquiere su función de objeto en el deseo.

Conocemos estos momentos en la clínica con psicóticos en que sostenidos en la escena del tratamiento y habiéndose localizado algún, al menos, balbuceante deseo, hay restitución imaginaria y somos testigos, conmovidos, por qué no decirlo, de la aparición del entusiasmo allí donde sólo reinaba el mortífero desgano, el tedio.

En la novela, J. Hold rompe el juego al que había accedido: abandona a Tatiana y pretende quedarse sólo con Lol. No mantiene esta amistad aristotélica de la que hablaba Lacán a propósito de Schreber. Y Lol sin ella, “no es”, no dispone de un cuerpo para estar a solas con un hombre y vuelve a brotarse. Nuevamente: ¿De quién es el cuerpo que tiene? ¿De ella o de Tatiana?.

Permanentemente la vida misma reclama de la eficacia de lo simbólico y del fantasma, a falta de estos recursos, el sujeto psicótico queda expuesto a una nueva desestabilización.

Pero además, cuando se trata de un paciente que gracias al tratamiento logra esa cáscara, a veces nos invita y seduce a intervenir al modo de J. Hold, es decir, como si fuera un neurótico, lo que deviene reclamo de una palabra allí donde sólo hay un agujero.

Recorte Clínico

Tal el caso de F. (27) que luego de una prolongada desestabilización imaginaria con retornos desde lo real, logra una ligazón transferencial que le permite un anudamiento de lo imaginario, a la vez, que el sostenimiento en su vida de distintos proyectos que la entusiasman. Esta sorprendente mejoría, dura unos años. Hasta que la partida de su analista de la institución, amenaza volver a desestabilizarla.

En ocasión de esta separación real que muestra a las claras que a su analista la reclaman otros deseos, expresa entre llantos su pena por esta separación. Pero además le dice a una colega: “Yo siento que V. (nombre de su analista),soy yo. Si ella se va...”

Para simbolizar una ausencia, no cuenta con el recurso de lo simbólico, ni con el fantasma, que habilita el duelo por el objeto perdido. Al igual que Lol, sin Tatiana en lo real de la escena “no es”.

En la neurosis, solicitaríamos asociaciones con el fin de resignificar separaciones anteriores que permitiera el trabajo propio del duelo donde el agujero de la pérdida en lo real moviliza todo el aparato simbólico. Este agujero en lo real ofrece el lugar donde se proyecta el significante faltante, esencial a la estructura del Otro.

Por eso Lacán va a ubicar como inversa la relación que lo simbólico mantiene con el agujero que provoca el duelo, que con el agujero propio de la verwerfung: “Así como lo que es rechazado en lo simbólico, reaparece en lo real (verwerfung) así también el agujero de la pérdida en lo real moviliza el significante”, (trabajo de duelo).

Pero aquí falta el significante que haría posible esta operación de duelo, ya que al tratarse de una estructura psicótica, está regida justamente por la verwerfung del Significante del Nombre del Padre. En este caso, el agujero en lo real de la separación puede llamar al agujero de la verwerfung, es decir, desembocar en un nuevo desencadenamiento.

Entonces, ¿cómo operar?

El trabajo sobre esta separación, en una de sus vertientes, consistió en cada vez* insistirle en que todo lo hablado con su analista en estos años, ella se lo podía “llevar adentro”.

Nótese que la intervención trata a la palabra casi como una cosa que se puede incorporar. La idea es que en ese mismo acto constituya, hasta que dure, un “adentro” del cuerpo que no hay, una consistenciasustituyendo una presencia real por la presencia real de nuestras palabras: simbólico jugado en lo real, en el marco imaginario de una escena. Al igual que lo que Lacán denomina “la operación del relato por la voz de Jacques que es la constitución de la mirada como mancha, lugar del fantasma por venir para Lol”.

A este nivel ella puede responder: si bien después de producido el corte, reaparecieron algunos síntomas de productividad psicótica, también, relata cuestiones de su vida cotidiana donde su actuación estuvo motivada en recordar “lo hablado” en sus sesiones, que como freno al goce del Otro, le permitió sostenerse en esas escenas.

Por lo tanto, podríamos comenzar a responder afirmando que se trata de aportar en cada escena unordenamiento simbólico que en lo real introduzca la separación necesaria, allí donde ser soporte de lo semejante deviene necesariamente transitivismo instalado en la transferencia: como Lol-Tatiana.

La función del semejante en el marco Imaginario de una escena como lugar para el analista debe estar anudada a lo Simbólico y a lo Real, y esto depende de la intervención del analista, ya que el lazo, aunque posible como imaginario, no está regulado por el fantasma.

Viviana San Martín. Versión escrita del trabajo presentado para la Carrera de Psicología de la U.C.E.S. 2006. La primera versión de este trabajo fue presentada en las Jornadas de la Fundación Brizna del año 1995 y en las Jornadas de la EFBA del año 1998.