EL PSICOANÁLISIS COMO PASIÓN. Eva Lerner

Tiempo de Lectura: 15 min.
COLOQUIO DE VERANO: PANEL: El objeto en las pasiones. ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES. 5 y 6 de enero de 2007

Del Coloquio de Verano decimos, “la frutilla del postre” de la EFBA, desde que Isidoro Vegh lo parió y lo bautizó, y ese es el clima que quisiera darle a mis palabras hoy: de un verano que nos dé ese último y precioso bocado, de nuestra cotidiana pasión.

Estoy muy agradecida al Cartel de Clínica y en especial a Mabel Rodríguez quién me cursó la invitación a compartir este panel con personas tan queridas.

Comenzaré por hacer una diferencia que hace al tema de este panel: cuando nos referimos a la pasión humilde, privada, no espectacular, manifestación del vacío, de la causa, de la separación, es decir, como manifestación de una posición deseante decidida, separada del objeto de la demanda y producto de la castración, o bien cuando nos referimos, por lo contrario, a la pasión desatada por la falta de tope de la pulsión y sus negociaciones con la renegación. Esa que la religión despreció tanto, llamada pathos, pero que el psicoanálisis intenta no agregar a la lista de las segregaciones y la llamamos neurosis desde el siglo pasado.

En un caso se trata del objeto a, vacío, como causa de deseo, y en el otro caso se trata del objeto a como sustancia gozante, en el infructuoso camino, de cesar de repetirse.

Los primeros, apasionados o pasionales, pueden ser así nombrados por su capacidad de desear, de entusiasmarse con su creación o invención. En los otros, en cambio, se escucha algo del exceso o del “sin medida”, no para el sentido común - porque no hay bien común de la medida- sino para su padecimiento, que no vislumbra paz alguna.

Ahora bien, ¿por qué la confesión más dolorosa y avergonzante en la intimidad de todo análisis, cuando ya se está advertido del goce mortificante es: ¡no puedo parar de repetir!
De comer, de estafar, de tener poder, de ser infiel, de gastar, de maltratar, de borrarse, de postergar, de evitar, de saber, de gritar, de hacer por demás, de sólo hacer por sí mismo, de emborracharse, de pegar, de leer, de proteger, de abandonar… etc ,etc,?

Propongo, que el fantasma es la pasión de todo neurótico.¿ Que podría implicar apartar su goce de su tentación?¿Cuál sería la ganancia para que desatender la tentación al goce conocido.
El fantasma en general hace de tope a la deriva pulsional y estabiliza.
Pero en la estabilidad del fantasma, más bien padece.

Pero ¿por qué el neurótico sigue con su goce? ¿Por qué sigue negociando? La renegación permite continuar con la inmediatez pero él sabe cuánto lo demora.

El neurótico ya perdió mucho tiempo por la espera infecunda.

Podrá esperar mientras el análisis no le ofrezca otro premio consuelo, para eso ya tiene el de su fantasma estructural para paliar el desamparo con su argumento singular.

El análisis no puede agregarle el agravante de perder unos años más, los que le lleva el análisis para seguir repitiendo.

La señalización desde el inicio del análisis del lugar al que arribar permite que la ganancia esté desde el comienzo y que el analizante esté comprometido con ella.

¿Qué lo haría entrar en transferencia por vez primera o una vez más si no fuera por esa expectativa? Allí comienza verdaderamente un análisis.

Decir que la separación del objeto ocurrirá por el sólo hecho de analizar, es confundir abstinencia con falta de responsabilidad. Es tributario de la ilusión neurótica de que hay Otro que es psicoanalista y que sabe y, no sólo no hay garantía de “eso”, sino que la falta de garantías tampoco puede ser refugio para interrogar nuestra eficacia.

El analizante sólo podrá dar cuenta de qué objeto era, cuando de eso se separa, cuando ya no “es” lo que pierde. Esto no puede ser desde el abismo, es desde un nuevo lugar que el análisis propicia en la experiencia, cuando es propicia y desde el comienzo.

Pero la expectativa es dejar de repetir. Si no la experiencia de castración se rebaja a privación angustiosa, a espera infructuosa, cuando en cambio, la castración promete el cese de la espera.
Restarse de la inmediatez al que el objeto convoca, sólo se sostiene desde un nuevo lugar, diseñado entre las palabras que metaforizan una y otra vez al deseo. Con esto propongo que el goce sólo tendrá una posibilidad de vehiculizarse si primero hay alguna constatación en las vueltas del análisis del rédito de una nueva posición deseante.

No atendemos personas que dejamos en formol en una burbuja mientras dura el análisis y sólo salen para venir a nuestro consultorio. Nunca solemos interrogar el tiempo de los análisis de Freud y el nuestro.
Nuestros analizantes invierten un tiempo de vida para el que el psicoanálisis, sería deseable, que no sea iatrogénico.

Cualquier obstáculo a la consabida repetición que ordena el imperativo de goce, y llamo obstáculo acá , al franco deseo de dejar de repetir el goce, es severamente sancionado por el mismo superyó que obliga a negociar: “Afano, pero ahora afano menos, afano poquito. Ahora solo chupo pero ya no me drogo. Bueno no se puede todo junto adelgazar y dejar de fumar ¿Qué pretendía, que no tenga ira, si ella me sacó de quicio? La política es la política ahí todo vale, el comercio es el comercio, ahí las reglas de juego son otras… y más y más y más”.

Pero esa… también es la vida y no es fácil vivir un poco mejor.

La vida es comercio, cobramos por ejemplo, comiendo y fumando hasta que nos damos cuenta que pagamos con los pulmones: ¿mientras tanto quién nos convence que viviríamos mejor?
El psicoanálisis es una práctica para vivir un poco mejor.

Pero las cosas no son tan fáciles.

En principio el analizante no es culpable de su goce aunque en el análisis se tendrá que hacer responsable. Pero… ¿acaso no hemos hecho la experiencia, nosotros, los analistas, aquéllos que hemos puesto toda nuestra carne al asador para validar la eficacia del psicoanálisis, que aunque se esté dispuesto a pagar el precio que el superyó le cobra a la posición deseante, el goce no cede tan fácilmente? ¡Y cuánto más precio se paga más exige el superyó!

Diría entonces que mientras el fantasma hace de tope y estabiliza a la deriva pulsional, tanto las negociaciones del espacio sujeto con la renegación, como los momentos en que ese equilibrio se escenifica y se muestra en el acting out, donde la pulsión acéfala y desamarrada del falo se muestra, son defendidos pasionalmente por el enojado superyó.

El acting out, cuando el fantasma no cumple su función estabilizadora, ilustra, muchas veces la pasión .¿Qué quiere decir si no, “transferencia sin interpretación? Transferencia a lo escénico, a la mostración de lo que no puede ser dicho, de lo que no puede ser interpretado ni argumentado para hacerse texto. Muestra lo que un analista debe hacer ver, debe mostrar, para que entre en cadena significante, para que el analizante encuentre en su mostración un texto.

El argumento fantasmático no es eficaz al deseo siempre postergado, es eficaz a la repetición por lo tanto, finalmente tributaria del goce, que con distintas vestiduras lo entrampa una y otra vez.

Propongo que el argumento es la cara significante del superyó de cada analizante y es posible de construir. La cara real del superyó , ES el objeto. La cara significante dice exactamente lo que el rasgo identificatorio convalida.

Entonces no sólo los adictos son adictos y esto en diálogo de Escuela, seguramente con lo que Sergio Staude nos va a proponer. El neurótico lo es a su repetición.

La repetición es una adicción del neurótico a una respuesta conocida, ahí es hijo y tiene padre, su síntoma. Porque no se es, sin padre pero se es huérfano, porque no se puede dejar de ser neurótico sin haber pasado por ello.

Porque uno “es eso”, sólo eso, todos somos “solo eso”, por lo menos: ¡Gracias mamá y papá!
Ahora bien, me refería a la pasión del analista, la pasión de la ignorancia en diálogo de Escuela también con Isidoro que la llama docta, que es uno de sus nombres, acuerdo, si no subrayamos docta y reprimimos ignorancia. El deseo de analista es la pasión del inconsciente e ignora el texto singular, hasta que puede construirlo. Sólo sabemos con qué lógica cómo opera el inconsciente
La pasión por enseñar el psicoanálisis, es a mi modo de entender, una de las resistencias de los psicoanalistas que nos hace excedernos a veces, en el tope necesario a nuestro saber e impide sostener abiertas nuestras preguntas. Algo de la soberbia pasional de nuestro “fantasma de analistas” hace ahí de límite a la experiencia del inconsciente. En esa tensión estamos entre enseñanza y transmisión.

Otra cuestión: así como suelo decir que pienso que los analistas nos dedicamos a esta práctica porque somos los que tuvimos una relación privilegiadamente masoquista al Otro, hoy diría que hacemos mal si acompañamos a los neuróticos que analizamos en el esfuerzo y la ilusión de partir de cero.

Esta ilusión es mortífera y siempre fracasa, porque siempre es alentadora.
Es tributaria del Ideal del Yo y la termina desbaratando el superyó con su imperativo de goce, que no es otra cosa que la esperanza en el Ideal.

Creemos como neuróticos, que también somos , que el concepto de castración es tan bueno de soportar a priori, como lo es como concepto. Que la castración al paciente le hará bien de movida, sin duelos, sin penas, sin retrocesos.

Y dejará de negociar con la renegación porque está demostrado que tendrá otros goces solidarios a su posición deseante. Ese parece ser nuestro superyó como analistas. Y así nuestro Ideal a salvo nos deja presos, en soledad, del goce del superyó.

Pero ¿cuando no sucede, cuando no conseguimos construir las razones de la repetición y el goce se mantiene?

¿Podemos hacer alguna transmisión del obstáculo? Para no negociar también nosotros con un 90% que borra con el codo lo que escribimos con la mano con frases tan renegatorias como las de nuestra posición de analizantes.

"¡Bueno, pero mirá la historia que tuvo ese!¡Pero mirá el análisis anterior qué desastre!¡Pero se fue justito por sus resistencia, en el tiempo más productivo!" Es decir pasión desenfrenada que impide interrogar los errores de nuestro proceder.

Las variantes organizadas con prevención, imposibilidad o insatisfacción deseante, pacifican momentáneamente, pero no por ello son tributarias de la causa deseante, siguen tributarias del objeto.

Y es poco importante, al menos para nuestra práctica cotidiana, aunque podamos hacer ese ejercicio, situar de qué objeto se trata, sabemos que todos ellos quedan subsumidos a las variantes de la mirada y la voz. Pero es la voz, la del superyó con la que se constituyó nuestro cuerpo, nuestra imagen, nuestra carne hablante, la que es menos difícil de leer en el análisis que de amasar nuevamente o silenciar.

La cara significante del superyó son los decires que invocan al goce del objeto. Pero , a la vez, la cara significante del superyó es legitimación que el análisis hace y es el inconveniente para el deseo , en tanto que el deseo, es huérfano.

¿Y dónde lo leemos por su reverso? En las respuestas deseantes del efecto sujeto. ¿Y cuáles son? Esas que le indican al analista por las vías habituales, las formaciones del inconsciente, su efecto: el efecto sujeto que, aún evanescente, a veces asoma, liberado de “ser eso”.
Albricias! Seguro que hemos tocado como analistas la frontera de la letra.

El significante es el soporte de la letra, la que decimos que hace litoral entre el saber inconsciente y el goce del objeto.

Así y todo advertimos que no es tan sencillo abordar esto en la práctica.

La letra está pegada a la cara significante del inconsciente y a su cara real que es el objeto. Habrá sido el litoral, en futuro anterior, después del acto.Y es ahí que las cosas se ponen difíciles.
Nuestra práctica, si no somos necios y no le adjudicamos al analizante un límite en su estructura, interroga nuestras resistencias. De lo contrario los grupos de autoayuda no serían tan numerosos.
¿Qué construyen los grupos de autoayuda, si son buenos? Si son buenos, me refiero a que no prohíben el goce sino que construyen un nuevo imaginario de la ganancia que representa la pérdida del goce y esa ganancia es solidaria al deseo. Ahí el psicoanálisis puede hacer su entrada singular, para los que la necesitan. Creo que ahí estamos fallando los analistas.

La suposición que la letra, por ser litoral, será hallada, choca con los fracasos.

No alcanzan las explicaciones topológicas de Lacán para formalizar, a su modo, su práctica. Debemos avanzar hacia el origen del psicoanálisis.

Lacán hacía muchas cosas más con los pacientes que no relató como Freud y su seminario no puede ni debe ser un “lecho de procusto” para lo que encontramos en nuestra práctica.

Ya lo decía Freud, y soy freudiana en eso, el hallazgo en la clínica debe cuestionar el edificio conceptual o enriquecerlo y no al revés. El neurótico Freud cuidó la institución psicoanalítica que terminó congelando su teoría, pero en su escritura Freud siempre deja abierta la interrogación, por eso pudo haber Lacán.

La simple sugerencia de interrupción de goce o de corte de la sesión sin ligadura previa, pareciera que no alcanza. Es decir sin nuevo espacio imaginario a reemplazar corre el riesgo de enlazar al analista en una propuesta reeducativa del yo del analizante, quién en el contexto de la transferencia se portará bien o mal para su analista reciclando la eterna servidumbre al superyó con el agravante del extravío del analista.
Y además para eso no se necesita un análisis. Los grupos de auto ayuda son mucho mejores.

¿Por qué no alcanzan para todos? Porque es con la propia letra que ese espacio se puede construir y no es la inefable y última, sino la del comienzo, que es la del final.

A mi modo de entender, son los momentos de máxima resistencia del analista aquellos en los que situamos la inanalizabilidad, la ingratitud o la reacción terapéutica negativa por la propia sordera y sobre todo por el olvido del trauma que no es ajeno al lenguaje.

Ya no se trata de la seducción, es cierto, la que ya abandona Freud en tiempos de las cartas a Fliess cuando le escribe, ya no creo en mis histéricas. Sino de la seducción que con Lacán decimos que es la intrusión del lenguaje, porque es seductor. Seducidos para “ser eso” y amados por “ser eso”.

Y quién abandonaría lo único que “es” en la vida por nada? Salvo que esa nada funde, ya desde el comienzo de una cura el precario pero prometido piso de lo que será, un nuevo lugar?

Subrayo entonces que propongo, desde la entrada al análisis, que construir en transferencia ese único lugar que le da sentido a la vida a cada quién, y poder abandonarlo, junto con el analista, construir ese lugar en el que lamentablemente cada uno porta su herencia maldita para separarse de él y que es contrario al camino de su deseo, no es sin construir también en el análisis la nueva gramática que funda el lugar al que arribar.

Construir en la experiencia del amor de transferencia y desde la falta del analista, la nueva gramática que legitima enlazar lo real del objeto como causa a los nuevos significantes que metaforizan al deseo, dificulta que el efecto sujeto, como producto del acto, condescienda por la ganancia deseante a trasladar su pasión.

Eva Lerner. COLOQUIO DE VERANO. PANEL: El objeto en las pasiones. ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES. 5 y 6 de enero de 2007.