LOS SUENOS EN LA DIRECCION DE LA CURA. Isidoro Vegh


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Los Sueños en la Dirección de la Cura. Isidoro Vegh. Escuela Freudiana de Buenos Aires, Septiembre 2002.
En los últimos años de su enseñanza, Lacan subrayó la incidencia de lo Real en el destino del sujeto. También en la perspectiva que al analista le es demandada para el logro de su eficacia. Un real que se desplegó, como en Encore, en la variedad de goces.
Y que en la práctica analítica acentuó un concepto, el de semblante, que el analista deberá facilitar dándole el lugar correspondiente: el analista ofrece el lugar para que el objeto a, como semblante, despliegue su función.
Que en los años siguientes, con la escritura nodal, se escribió con lo real al cuadrado, lo real de lo Real que en el nudo borromeo le sirvió para anotar "vida".
Desde allí, como fue su enseñanza en los últimos seminarios, dispersas frases indicaron que la lógica de lo discontinuo válida para el significante, no le servía para el torbellino pulsional en el que los fenómenos de lo continuo precisaban otras referencias. Esto ha llevado, a colegas que apreciamos, a contraponer a la dialéctica del deseo el torbellino pulsional de un modo excluyente. Con sus consecuencias en la cura: el analista, plegado al torbellino al que intenta responder, ya no dirige la cura, sus silencios y sus palabras se disculpan ante cualquier criterio que ellos pudieran suponer.
Fue Lacán, quien en "Moment du conclure" dijo que si bien en el análisis no hay progreso hay progresión.
Decimos nosotros, no hay progreso como en la dialéctica hegeliana, no hay progreso en pura ganancia que no pague con su cuota de pérdida.
Hay progresión, en cambio, del sujeto que avanza en sus posiciones si el analista propicia que pase.
Es lo que intentaré ofrecer en los sueños que en una serie muestran la progresión de una cura.
También la tripartición de conceptos, dormir, soñar, despertar, que deslizan en la ambigüedad: despertar, ¿es del dormir o del soñar? Dos reales a distinguir en cuatro barajas: 1) duerme el cuerpo y el sujeto sueña; 2) duerme el cuerpo y ausenta el sujeto, real del cuerpo que presenta la pulsión de muerte en el límite de la vida; 3) despertar del cuerpo que invita al sujeto a seguir soñando de otro modo; 4) o por un instante sueño que en el encuentro con lo real despierta al sujeto en el destello de un anuncio.
De esta especie es el sueño que hiló la vida de un sujeto. Y la serie de sueños que contaré y que en relato prínceps nos legara Ruth Mack Brunswick en su "Suplemento a la Historia de una neurosis infantil" de Freud y que fuera publicado en el año 1928.
Es un relato de su análisis del Hombre de los Lobos, paciente que Freud hiciera famoso, a partir de su historial, a quien analizó desde 1910 a 1914 y luego de la guerra hasta 1920.
En octubre de 1926 fue a verlo a Freud quien lo derivó a Ruth Mack Brunswick.
Acudió a ella diciendo que sufría por un daño del que había sido víctima, una electrólisis mal realizada le había dejado en la nariz una cicatriz que, a veces se le convertía en un agujero, o en un agujero en la cicatriz.
Ruth Mack Brunswick opinó desde el inicio que nada nuevo habría de encontrarse en relación al material infantil que Freud relatara. Y que un residuo transferencial no resuelto era la fuente de la nueva enfermedad.
"Su primer sueño fue una versión del famoso sueño de los lobos; los otros consistieron en meros replanteos. Había ocurrido un cambio divertido: los lobos, antes blancos, eran ahora invariablemente grises. En sus visitas a Freud, el paciente había visto en más de una ocasión a su gran perro de policía, de pelaje gris, que parecía un lobo domesticado. El hecho de que el primer sueño fuera también un sueño de lobos, fue considerado por el paciente como una corroboración de su acierto al opinar que todas sus dificultades derivaban de la relación con su padre; por esta razón, agregó, estaba satisfecho de analizarse con una mujer."
Leemos aquí, en este relato de Ruth Mack Brunswick, la insistencia de los lobos amenazantes, tal como el sueño los presenta, y la reiteración, en el paciente, de la interpretación freudiana.
Pero escuchemos el segundo sueño:
"A continuación de sus repetidos comentarios sobre mi bondad al tratarlo sin que me pagara honorarios, el paciente me relató el sueño que delataba su posesión de las joyas:Se halla de pie en la proa de un navío llevando una valija que contiene joyas: los aros de su esposa y su espejo de plata. Se apoya en la borda, rompe el espejo y se da cuenta de que, como consecuencia, tendrá siete años de mala suerte.
En ruso se llama "nariz" a la proa de un barco; en ese lugar comenzó la mala suerte del paciente. El espejo, que desempeñó un rol tan importante en su sintomatología – se miraba en el espejo cada vez que le asaltaba la idea de que tenía un agujero en la nariz- también aparece en el sueño, y el hecho de que perteneciera a su mujer tenía el mismo significado que el hecho de que el paciente le pidió primero a la esposa su espejo para examinarse la nariz, y luego adoptó, por así decirlo, la costumbre femenina de mirarse con frecuencia en el espejo. Así, el propio rostro del paciente se había dañado junto con el espejo."
Como podemos leer en el sueño, ninguna referencia al padre sino a una mujer, su esposa, quien dice Ruth Mack Brunswick, lo tenía bajo control absoluto: le compraba ropa, criticaba a sus médicos, ordenaba sus finanzas.
"El objetivo del sueño era revelar la posesión de las alhajas por parte del paciente, alhajas entre las cuales se encontraban realmente los aros del sueño. Los siete años son los años transcurridos desde su análisis con Freud, durante una parte de los cuales las alhajas habían estado ocultas."
Cabe recordar que en los años que siguieron a la revolución rusa, Freud realizó colectas para ayudar a su paciente que había sufrido la expropiación de toda su fortuna.
¿No será el deseo del sueño romper la "buena suerte" que lo retiene en el espejo del Otro aprisionado?
En las páginas que siguen Ruth Mack Brunswick cuenta su brutal y eficaz intervención cuando le dijo que "nunca se lo veía en las reuniones que Freud organizaba en su casa".
"Mi técnica consistió en un intento concentrado por minar la idea que el paciente tenía de sí mismo como hijo favorito."
Fue también, decimos nosotros, una manera de sacarlo del lugar de Cristo, hijo de Dios: había nacido en Nochebuena, el árbol del célebre sueño fue asociado a un nogal usado como árbol de Navidad.
"El paciente no podía creer que Freud pudiera mostrar tan poco interés en su (famoso) caso. Siempre había pensado que Freud estaba sinceramente interesado en él. Dejó mi consultorio rabioso con Freud, lo que condujo a un sueño donde obviamente el padre aparece castrado."
Pregunto, Ruth Mack Brunswick habla del padre castrado, ¿se trata del padre castrado o de que la intervención de la analista le permite avanzar en su crítica al Otro, representado por Freud?
Sigue el sueño:
"El padre del paciente, un profesor en el sueño, pero sin embargo parecido a un pobre músico ambulante que el paciente conocía, se sienta frente a una mesa y advierte a las otras personas presentes que no hablen de cuestiones financieras delante del paciente, dada su tendencia a las especulaciones. La nariz de su padre es larga y corva, lo que sorprende al paciente por el cambio."
Dice Ruth Mack Brunswick:
"En realidad el músico había tratado de venderle música vieja al paciente quien, luego de negarse a comprarla se siente muy culpable."
Ruth Mack Brunswick relaciona al padre castrado con Freud y su aspecto por la operación del maxilar. Ni una palabra, en cambio, que pudiera cuestionar, no al maxilar, sino al decir de su maestro, a la música vieja que no le sirvió.
"La identificación del paciente con el padre castrado (en parte, por supuesto, a causa de la culpa por el deseo de muerte) continúa en otro sueño en donde el paciente le muestra a Freud un gran rasguño en la mano. Freud le contesta algo, repitiendo la palabra ‘todo’ varias veces. Este sueño confortador contiene la afirmación de Freud de que el paciente no está castrado."
Edipo imaginarizado en la rivalidad con el padre, pone el límite a esta interpretación, pero no puede impedir al Inconciente que insista. El sueño siguiente dice:
"El paciente yace en un diván en mi consultorio. Repentinamente aparecen una estrella y una brillante media luna cerca del techo. El paciente comprende que se trata de una alucinación, y desesperado porque cree estar volviéndose loco se lanza a mis pies.
La luna y la estrella –dijo- significaban Turquía, la tierra de los eunucos. El gesto de tirarse a mis pies indica su pasividad. Su insania se debe, por lo mismo, a una castración alucinada, esto es, el agujero en su nariz."
El sueño vuelve a insistir en la posición de pasividad que el sujeto tiene ante el Otro, pero el Otro es una mujer. A su mujer la había conocido cuando estuvo internado en la clínica del gran Kraepelin antes de acudir a Freud, allí conoció a Teresa –así se llamaba- disfrazada de turca. En el sueño se muestra como eunuco a los pies de una mujer, en posición pasiva, jugada en la transferencia. Sometido, vuelve a insistir lo que está excluído, su posición de entrega, ahora con Ruth Mack Brunswick: "sí, voy a aceptar entonces que de lo que se trata es del complejo paterno."
En el sueño que sigue leemos:
"En una calle ancha hay un muro con una puerta cerrada. Hacia la izquierda de la puerta hay un guardarropa amplio y vacío con cajones rectos y ladeados. El paciente está frente al guardarropa; su mujer, una figura sombreada, está detrás de él. Cerca del otro extremo de la pared se halla una mujer grande y pesada que mira como si quisiera dar la vuelta y pasar al otro lado. Pero detrás del muro hay una manada de lobos grises, que se agolpan contra la puerta o corren de un lado a otro. Tienen ojos centelleantes y es evidente que quieren lanzarse contra el paciente, su mujer y la otra mujer. El paciente, aterrorizado, teme que logren atravesar el muro."
En la interpretación de este sueño, la analista se incluye en la trama y anuncia un pase que haría la castración posible, esa mujer que podría pasar del otro lado. ¿Pero cuál castración?
Para Ruth Mack Brunswick la interpretación reafirma lo que Freud ya descubriera:
"para el paciente el lobo siempre había sido el padre; y ahora los lobos -¡todos los padres, o doctores!- tratan de destrozarlo. Si la puerta abre (la ventana original que permitía la observación del coito), los lobos lo devorarán"
Pero el Inconciente se anuncia en el próximo sueño:
"El paciente y su madre se encuentran en una habitación; uno de los rincones está cubierto de íconos. Su madre descuelga los íconos y los arroja al suelo. Los íconos se quiebran en pedazos. El paciente se sorprende de la conducta de su piadosa madre."
Debemos recordar que, cuando el niño de cinco años, invadido por la angustia no podía dormir, se dirigió a su madre pidiéndole ayuda. Ésta encontró un remedio, lo introdujo en la religión cristiana ortodoxa. Desde entonces, el niño pudo dormir con un complicado ritual que consistió en rezar ante una serie de íconos elevando sus plegarias ante cada uno. Sorprende que luego que estos íconos se rompieron, imágenes que sirvieron de defensa ante la angustia al precio de que quedara coagulado en la propuesta del Otro primordial, Ruth Mack Brunswick dijera:
"Carezco de explicación sobre el giro producido por el sueño de los íconos. El cambio sólo me parece atribuible al hecho de que el paciente habría elaborado suficientemente sus reacciones hacia el padre, y que desde entonces era capaz de librarse de ellas."
Creo que "su" explicación le impide advertir lo que el paciente le reclama: "Freud no me hizo ningún bien en sostenerme como cuadro. Usted me ayuda porque me permite romper ese espejo, esos íconos en que estaba coagulado."
En el sueño siguiente:
"El paciente mira a través de una ventana hacia una pradera, más allá de la cual hay un bosque. El sol brilla entre los árboles y salpica la hierba con reflejos; las piedras de la pradera tienen un curioso tinte violáceo. El paciente observa en especial las ramas de cierto árbol y admira la manera como se entrelazan. No entiende cómo todavía no ha pintado este paisaje."
Pregunto, ¿es acaso forzar la letra remarcar que lo esencial de este sueño es lo que se muestra en negativo, los lobos que ya no están, ni su mirada amenazante? También anuncia un recurso que será en su vida un apoyo: la pintura que recogerá la mirada que era.
De aquí en más, algunas cuestiones que he intentado subrayar a partir del relato:
Los límites de la exposición de Ruth Mack Brunswick se centran en lo que ella misma reconoce como su deuda a su maestro. La castración, planteada como castración imaginaria, deja al sujeto en una rivalidad edípica imaginaria al mismo tiempo que no puede reconocer una dialéctica que el sujeto le reclama como castración del Otro. Él era esa luz, esa mirada que sostenía al Otro, era el cuadro de Freud.
El analista dice y su decir corta. Pero no siempre dice en la palabra o sólo con la palabra, a veces es la palabra en la escena. Lo podemos leer en las intervenciones geniales de Ruth Mack Brunswick cuando le dice al sujeto: ‘no, yo a usted no lo ví en las reuniones que tenemos en la casa de Freud. Usted no me parece que sea alguien tan importante para Freud’.
El sueño, dijo Freud, es la vía regia al Inconciente. Nosotros acotamos: el sueño en sus letras labra el mejor camino a lo Real. ¿A qué Real?: a lo Real del goce.
El sueño y la transferencia: el analista incluido en el Inconciente del cual forma parte, desde allí recibe la llamada que lo invita y decide su eficacia.
El límite de la transferencia surge cuando el analista responde a otros llamados, como en este caso Ruth Mack Brunswick a su deuda mal pagada con Freud.
Nos advierte de la progresión del sujeto que pasa de ser la mirada que lo incluye y lo petrifica en la escena del Otro, a la creación en que depone la mirada en la tela que recibe las gotas de su pincel. Deposición de la mirada, re-escribe al sujeto.
La dialéctica del deseo, enlazada al torbellino de la pulsión, es condición para que el sujeto logre la sub-versión: versión del goce que por fin el sujeto advierta, y un deseo que de otro modo diga su posición.
Isidoro Vegh.