DEL TRATAMIENTO DE LA URGENCIA. Liliana Cohen

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Trabajo presentado en el Primer Congreso Argentino de Convergencia. Colegio La Salle. Buenos Aires. 2006.

“La clínica psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas, de modo que éstos hagan saber lo que su práctica tiene de azarosa y que justifique a Freud el haber existido”. Jacques Lacán.

Tomaré una situación de urgencia subjetiva de agudo mal-estar, e intentaré articular algunas reflexiones.

“Si el psicoanálisis es el tratamiento que se espera de un psicoanalista, esto pone en primer plano la cuestión del deseo del analista”.

Entonces. ¿De qué se trata el deseo del analista? ¿Interrogar lo imposible de un goce?

En el Seminario 11, podemos leer la siguiente afirmación: El deseo del analista es este punto privilegiado al que podemos reconocerle el carácter de punto absoluto sin saber alguno. Es absoluto, justamente por ser más bien, el punto de empalme entre su propio deseo y la resolución de lo que hay que revelar.

El deseo del analista es el instrumento, el mango, el pivote con el que se produce el acto que es pertinente a la ética del análisis.

Ahora bien, este caso se trató de una urgencia en el marco de un Servicio Hospitalario de Emergencias.

Quién llega, o es traído a un Servicio de Guardia, le supone a la institución `médica el saber. ¿Qué decide entonces, que en ese marco, algo de la práctica analítica pueda tener lugar?

Tomo la vía de un rodeo.

La praxis analítica concierne al tratamiento de lo real por la vía de lo simbólico. Se trata de un hacer de palabra.

Ahora bien. ¿Cuál es la posición pertinente al analista para sostener el acto analítico?

En primer lugar se trata de hacer “Verságung” de la propia angustia. Que se diga no. Que el analista se abstenga de gozar allí.

Se tratará de estar ubicados de manera tal que pueda operarse un rechazo de goce que alguien pueda ofrecer a cambio de una verdad escamoteada.

Este rechazo concierne a no satisfacer “eso” que se ofrece como moneda de intercambio. La práctica analítica tiene parte de su fundamento en la posición que pueda tenerse frente a ese goce.

Si se satisficiera, la experiencia quedaría despojada de toda relación con la verdad, al aceptarse aquello ofrecido como goce en tanto objeto, cuestión que velaría la verdad.

Como parodia Lacán, un analizante podrá decir: Ahora te ofrezco mi goce, a ver si podés gozar de esto. Hacé de mí un masoquista que se enamora de su angustia.

Para el analista no se trata de una posición que atañe a la moral, sino de una posición que hace a la castración que haga posible que esa demanda no se satisfaga.

Lacán nos aconseja: “Que vuestra angustia no entre en juego. El análisis debe ser aséptico en cuanto a vuestra angustia”.

Hace a la posibilidad del acto analítico resguardarse, cuidarse de dar la propia señal de angustia.

Expondré un testimonio clínico en el marco ya citado, para interrogar allí alguna de estas cuestiones.

A. es traída a la guardia.

Estaba en una cornisa y amenazaba tirarse desde allí.

Cuando se encontró en condiciones de hablar, comenzó a decir que estaba desesperada, que así no quería vivir más.

Que ese colegio ya se había llevado la vida de otros miembros de su familia.

La llamaban por teléfono los acreedores. Le gritaban. La insultaban. Y no es que ella no quisiera pagar, sino que no tenía dinero.

¿Un grito para que algo pudiera articularse? ¿Para que algo pudiera ubicarse en otro lugar?

Era directora de un colegio que había tenido que cerrar sus puertas debido a una crisis económico-financiera.

Ella continuaba en esa “dirección” en la que la habían antecedido su madre y un hermano.

Decía que no contaba con recursos económicos para pagar a sus acreedores, que había hecho uso de sus reservas, y estaban a punto de rematarle la casa.

Ese día espera la presencia de un posible comprador, que no acudió a la cita.

Una cosa son los problemas de dinero, y otra su vida.

Se alivia, algo pacifica allí.

¿Clivaje del sujeto y el objeto? ¿Corte que excluye algo del goce mortífero?

Llega un amigo de la pareja. Le da ideas y le cuenta que a él también le había sucedido algo semejante.

Relata la mujer que un sobrino adolescente, a un tiempo de la muerte de su padre, se había subido a una cornisa. Quería matarse. Su madre, hermana de la paciente, nunca lo había escuchado. Cuando muere el padre del joven, éste pega su foto en el ataúd.

Ahora bien, la urgencia desde el punto de vista médico implica un urgente accionar y hacer.

Frente a la urgencia la ética del psicoanálisis pone en juego un acto posible dirigido al sujeto del deseo por la vía de acotar el goce y propiciar la emergencia de alguna demanda.

En este caso, se trataba de operar sobre una acumulación de real que dejaba al sujeto en una situación de máximo desamparo, sin recursos.

Podríamos decir que el acting out es esencialmente algo que se muestra. Se destaca el acento demostrativo, la orientación hacia el Otro.

En el Seminario de la Angustia, Lacán dice hablando del acting out: Lo que se muestra como otra cosa de lo que es, qué es, nadie lo sabe. Es a trabajar.

Se trata de una mostración dirigida al Otro. Un llamado a la intervención del Otro, en la vía de producir un corte y hacer circular la falta.

El sujeto en el acting out se encuentra tomado por una demanda que arrasa su subjetividad. Lo empuja a un goce mortífero, y la misión del analista concierne a ir en contra del goce absoluto, sostener el deseo que hace barrera al goce.

En este caso: intento de quebrar un orden familiar que se llevaba su vida.

Si el acting out se trata de un modo de escritura en lo real por la vía de la acción, la apuesta entonces de que algo allí se articule por la vía del decir.

Comienza a recordar que cuando joven había cursado una carrera con Pichón Riviere, que a ella eso le daba mucho gusto y lo había sostenido durante unos años.

Entre la urgencia definida desde el urgir, apremiar, obligar a que se haga prontamente una cosa, y la emergencia entendida como lo que emerge, surge ,lo que ocurre como suceso casual, lo que puede no ocurrir, es decir algo del orden de lo contingente, la hipótesis entonces es que entre lo necesario de la urgencia y lo contingente de la emergencia, es posible que algo de la práctica analítica allí se produzca.

Apostamos a la emergencia de un saber no-sabido, el saber del Inconciente. La apertura de una pregunta, la articulación de alguna demanda.

¿Cómo dar fundamento a la condición de si es analítica o no la práctica que allí, en una guardia se despliega?

¿Cuál es nuestro campo, cuál nuestra función?

Lacán nos propuso que el campo es del Otro. Y la función, de la palabra.

¿Podríamos pensar desde allí cuál será la operación posible?

El campo del Otro. Entendiendo que el Otro es un lugar, un lugar cuyas dimensiones son temporales, y esa temporalidad es lógica, no cronológica. Son tiempos lógicos comprometidos en las vueltas de la demanda marcados por la eficacia de una operación.

Por último, y para concluir, un fragmento del texto Prefacio a la edición inglesa del Seminario 2.

“La pregunta sigue siendo la de qué puede impulsar a cualquiera, sobre todo después de un análisis, a historizarse por sí mismo.”

En otras palabras, hay casos en los que otra razón los impulsa a instalarse, es decir, a recibir lo que comúnmente llaman “pesos” para responder a las necesidades de quienes están a vuestro cargo.

Hay que reconocer que la pregunta acerca de otra razón es exigible para sostener el estatus de una profesión recién llegada a la historia.

La falta de la falta constituye lo real, que surge como tapón.

Este tapón que sostiene el término de lo imposible; cuya antinomia con toda verosimilitud nos muestra lo poco que sabemos en materia de real.

Y finaliza diciendo: Señalo que, como siempre, mientras escribía esto, los casos de urgencia me estorbaban. Escribo, sin embargo, en la medida en que debo hacerlo para estar a la altura de esos casos, para formar con ellos un par”

Intervenir desde el lugar del Otro es someterse al rigor del tiempo lógico; soltarse del tiempo cronológico que urge en la escena de una guardia. Porque en la urgencia, lo que urge compele a la acción.

Tomo “urgir” del diccionario: Apremiar o ser indispensable la pronta ejecución de una cosa.

Esa prontitud en la ejecución conlleva la noción de perentoriedad, del apremio por la vida. (Not des Lebens)

Así lo propone Freud desde la mítica vivencia de satisfacción.

Intentemos ahora relevar la lógica que sostiene el argumento mítico de esa experiencia.

Tal vez encontremos la pista para poder pensar que si bien reconocemos en la escena de la urgencia este apremio por la vida, las posibles intervenciones no apuntan a la satisfacción que baje la tensión y restablezca la homeostasis.

En la mítica vivencia de satisfacción se describe un estado de necesidad que el ser viviente no puede transformar por sus propios medios, así venimos al mundo, en estado de indefensión.

Se necesita del otro dispuesto, puesto ahí por su deseo, para realizar lo que Freud llamó la acción eficaz. Acción eficaz que ponga fin al estado de necesidad y restablezca el equilibrio.

Pero lo que ese auxiliador externo da no es solamente el objeto que va a calmar la necesidad, es algo “más”. Es eso, que entre el dador y el don, no es ni lo uno ni lo otro. Eso que se inscribe como diferencia, como intersticio entre el objeto esperado y el encontrado. Abertura, hiancia originaria que la palabra luego intentará recubrir.

¿Se trata entonces en la urgencia de la prisa subjetiva para que algo del lado del sujeto deseante se constituya?

Liliana Paula Cohen. Escuela Freudiana de Buenos Aires. Argentina