CORTE Y CONSTRUCCION. Eduardo Said

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El título tiene resonancias de un viejo destino de las damas en ciertos substratos de nuestra cultura.

No es a eso a lo que me voy a referir. “Corte y Construcción” intenta instalar una pregunta: ¿Es posible un análisis sostenido a “puro” corte? O mejor: ¿Operar con el corte conduce necesariamente a la construcción-atravesamiento del fantasma?

La práctica actual de los analistas que abrevamos en la obra de Lacán, hace del corte un instrumento rico para la dirección de la cura. Si se quiere un recurso “privilegiado”. El riesgo es hacer de él un nuevo y diferente ritual de fuertes implicancias.

La referencia crítica es al corte entendido como la interrupción rápida de la sesión al primer giro del discurso en que el analista crea factible implicar o conmover al analizante. Así trascienden nuevos estándares de unos pocos minutos como duración “habitual” de toda sesión. Una práctica regularmente así sostenida parece prevalecer más acentuada en algún sector del psicoanálisis de orientación Lacániana. Resultará entonces esclarecedor, compulsar clínica y conceptualmente sus implicancias.

La sesión “corta” aparece así nombrada en el propio texto de Lacán y es precisamente en términos de esa tematización y práctica clínica, que rompió con la estandarización de la IPA, que acontece la 'excomunión' de Lacán.

Si Freud atendía un paciente cada hora y la sesión duraba cincuenta minutos, eso se correspondió a su propio momento fundante y en ello a lo que él mismo nombra como “mi individualidad”.

Solo repetirlo es desoír el alcance de su propio “consejo” y quedarse religiosamente en posición de honrar al “Padre” fundador y guarecerse en lo conocido y previsible.

Lacán, con el aporte de la lingüística y de la lógica, hace de la puntuación del discurso, localización conceptual y operación en acto. La puntuación entendida como escansión opera permitiendo liberar, desencadenar, la letra en el inconsciente. Y así, por añadidura, producir efectos terapéuticos.

Puede no ser equivalente el corte como puntuación de la sesión y la sesión corta. “Corta” habla de corte pero también de brevedad, en un tiempo captado en su duración. Prevalece la función conclusiva de la prisa. Se acercaría asintóticamente a un discurso sin palabras.

El tiempo del que se trata en la práctica clínica aparece enlazado a diferentes y articulables cuestiones: el final de la sesión, la frecuencia de sesiones y el fin del “tratamiento”, que nombrado como fin de análisis requiere de mayores exigencias de definición.

Cuando Freud es interrogado sobre el tiempo de duración del tratamiento analítico, se vale en principio de la respuesta de Esopo al caminante: “camina”. No obstante y este es el mérito de cada analogía freudiana; es en la marcación de la diferencia que se decide el valor para el psicoanálisis. Aquí la diferencia es que el movimiento futuro es imprevisible y la imprevisibilidad Freud la fundamenta en lo que nomina la “atemporalidad” de los procesos inconscientes. Es a esa “atemporalidad” a la que habrá que dirigir la pregunta.

Si lo inconsciente es “inaccesible a la contradicción, a la localización espacio-temporal, como también a la función del tiempo”, parecería fuera de toda lógica. No es ese el planteo de Freud, ni de Lacán.

La atemporalidad entrama tanto las re-significaciones inherentes a la estructura de lenguaje como a las operaciones del fantasma, a los clisés fundantes en Freud, que resisten a una cronología de la sucesión.

La atemporalidad es allí marca de la represión primaria y su manifestación actual, tanto en la vertiente del tiempo lógico-sincrónico-estructural, como en lo que se sostiene en actos en que la rememoración asociativa encuentra su límite.

Lo inconsciente no tiene el tiempo del reloj, ni del calendario, ni de ningún otro parámetro de acotamiento o regulación simbólico-imaginaria; no obstante si tiene un tiempo lógico en que sus operaciones pueden definirse. La atemporalidad freudiana puede leerse como tiempo lógico.

El tiempo no es sólo linealidad de la diacronía metonímica, el tiempo es apres-coup, re-significación, es apertura metafórica, paradigmática, es futuro anterior. También es encuentro con la imposibilidad del significante para resolver el cálculo, la deducción inteligible.

Lo real se da reconocer a la estructura simbólica como no conmutatividad, como imposibilidad. Así se da a “leer” lo Real de la castración. No es suficiente el recurso de la re-significación. Hay una dimensión temporal real, que desde la estructura de la lengua sólo emerge como imposibilidad lógica, como punto de insuficiencia del significante. Punto en que solo el acto resuelve, si esto acontece, la certidumbre anticipada en que se detiene.

No todo es reversibilidad del lenguaje, no todo es “juego de palabras”, aunque este es el campo en que lo Real de la castración podrá situarse aún en lo elemental de una fórmula axiomática que lo bordea sin apresarlo.

Las notas de Lacán para caracterizar al inconsciente freudiano como: causación en la hiancia; aquello que cojea del campo del significante; de efecto no realizado; homólogo al sujeto de la conciencia en la estofa con la que trabaja; de extraña temporalidad; discontínuo; sin igualación del uno al todo; sincrónico; de sujeto indeterminado, se despliegan en una secuencia en que la formación del inconsciente deviene el recorrido de una “doble pérdida”, una doble hiancia que yendo de la apertura al cierre presentifica lo pulsátil de aquél.

Dos citas de Lacán, del seminario 11:

“el inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto, de donde vuelve a surgir un hallazgo, que Freud asimila al deseo que situaremos provisionalmente en la metonimia descarnada del discurso en cuestión en que el sujeto se capta en algún punto inesperado”.

“Lo óntico, en la función del inconsciente, es la ranura por donde ese algo, cuya aventura en nuestro campo parece tan corta, sale a la luz un instante, solo un instante, porque el segundo tiempo, que es de cierre, da a esta captación un aspecto evanescente”.

Apertura, producción significante y cierre que referidos a la sesión o al análisis, definen una temporalidad que permite avanzar en la interrogación sobre el corte y la construcción.

Apertura, primera pérdida, quebradura del relato consistente y la alternativa del despliegue asociativo en cadenas de sintagmas y paradigmas. “Atmósfera” de hallazgo, cuando hay análisis. Un producido va situando las determinaciones significantes, va desbrozando la posición fantasmática, va cerniendo el objeto causa como producto. Despliegue asociativo que encuentra un tope que Freud llama resistencia. No se trata de un “camino libre” al descifrador.

Trayecto que alcanza el lugar de la segunda pérdida, cierre, como lugar de la imposibilidad de la lengua, como inserción de una imposibilidad en la red del significante nombrable como castración, opera un cierre que sostenido del encuentro fallido con lo Real se sobreimprime en formación imaginaria, señuelo en el mismo lugar en que el discurso encuentra su resistencia estructural.

Tope que deja bordeando la pregunta: ¿qué es un padre? ¿Qué quiere una mujer? Lugar de la cercanía al núcleo patógeno freudiano.

Los tiempos de esta pulsación del inconsciente son cernibles aún con el resultado evanescente que deja al conjunto en insuficiencia. Entonces: 1) primer hiancia, apertura, instante de la mirada, “insight”, 2) tiempo de comprender, espacio de producción asociativa, y 3) el momento de concluir, que en ausencia de la operación del analista, es represión en que coincide su retorno. Temporalidad que instala una lógica en que el acto analítico del corte produce un momento de concluir que podrá producir un tiempo de comprender más allá de la sesión misma.

¿En qué lugar del circuito interviene el analista?

En la primera hiancia? Seguramente. Allí se jugó el primer acto de Freud que al decir de Lacán le da unestatuto ético al inconsciente freudiano. Allí fue a buscar Freud el “sentido” del fallido, del sueño, del síntoma. En busca de una verdad que “habrá sido” aún producto de una falsa premisa. Allí la intervención analítica hace análisis en el sentido en que Freud nos propone con la analogía del químico y su límite.

No es la síntesis la que quedaría convocada por la operación analítica. La síntesis es una operación a la que el yo se ve llevado en el sostén de la completud de sentido, de la “compulsión de unificar y reunir”. Freud propone el sostén del análisis en tanto apertura a las determinaciones del sujeto del deseo inconsciente.

En cuanto al segundo tiempo lógico, tiempo de comprender, Freud es "paciente" cuando se despliegan las asociaciones, cuando el paciente está en transferencia “positiva”, “tierna”, simbólica. No es condición de necesidad que el tiempo de comprender solo acontezca fuera de la sesión analítica.

¿Cómo se opera ante el cierre o aún ante su inminencia?

Allí el saber-hacer del analista va encontrando sus modulaciones y se dificulta la generalización de una fórmula sin plantear la cuestión en la singularidad de la clínica. Sosteniendo que se trata de una apertura allí donde el cierre resistencial aparece, la intervención analítica no irá en el sentido de cristalizar o reforzar un saber. Posiblemente pase por interrogar los supuestos que ordenan el discurso del paciente, tanto por lo dicho como por lo que se da a leer en lo no dicho, supuestos estos que organizan el juego simbólico como regulación de la ley fálica.

Poner en cuestión los supuestos, aquello que apunta a lo que desde Lacán se designa como S 1, en tanto enjambre, es “zona de riesgo” que convoca a la cautela del analista y a una asentada conjetura clínica de estar en el campo de las neurosis.

Lacán en el Seminario 17 nombra a la estructura de la interpretación como una combinatoria de cita, del texto del paciente, lugar del enunciado y enigma "que el intérprete no puede de ningún modo completar por sí mismo" como lugar de enunciación.

Es en este concluir abierto, que el acto analítico se implicó en una lógica que lo incluye.

¿Cada nuevo cierre será siempre “levantable”? ¿Hay una interpretación de fin de análisis, que sólo se sitúa en el fallido del analista, fallido estructural?

Freud nos advierte que el curso de un análisis lleva su tiempo. Habla de Reelaboración, Durcharbeiten,trabajar a través, y el curso de su clínica y su conceptualización lo lleva a la Construcción, como alternativa depuesta en campo de lenguaje vía la tramitación de las formaciones del inconsciente, y encuentro con las articulaciones lógicas del fantasma fundamental.

Memoria del borrado de la posición de falo del Otro-materno por operación del Padre. “Pegan a un niño” es su testimonio clave.

Entonces trabajo de la clínica del síntoma neurótico en transferencia al fantasma en su construcción como operación sostenida en el análisis. Cierres y aperturas múltiples. Topología del “Toro”, que en su vuelta en más, modeliza la reelaboración freudiana.

Trabajo de la clínica que desbroza el campo imaginario, desnuda cristalizaciones, sitúa determinaciones y va señalando lo que Freud nombra como “roca de base” de la castración, parámetros singulares que ordenan la posición del sujeto en términos de goce, prohibición, sexuación. Camino plagado de obstáculos que Freud nombra en seriación de resistencias.

Queda planteado si se trata de la Construcción que localiza la” roca de base” como fantasma fundante o si en la incitación a su movimiento con la cautela que Freud nos propone se juega su atravesamiento. Punto de cercanía y diferencias entre Freud y Lacán.

Se trata de sostener una práctica que interrogando sus fundamentos éticos, no caiga en una nueva ritualización. De lo que el analista” haga” debería poder dar cuenta. Tendría que quedar interrogado su lugar en la intervención.

¿Es posible afirmar que el corte se “hace” desde la posición de semblante de objeto? ¿Cuánto resta en su operación de la dominancia del Amo o del Saber? ¿Cómo implementar el recurso del corte, en tanto puntuación que no necesariamente implica el fin de la sesión, acotando al extremo lo que puede restar de arbitrario? ¿Cómo no reproducir en lo que podría ser la fineza de la clínica una operación alienante?

La acción analítica guarda su cuota de incertidumbre. No se resguarda obsesivamente en la demanda de mayor información como garantía de saber anterior a su acto.

El tiempo de la reelaboración pasa también por la puntuación y el corte, pero puntuación y corte que no son sin el direccionamiento a la construcción-atravesamiento del fantasma, no son sin el articulador de Edipo y Castración. Se trata de Corte y Construcción.

La práctica sostenida del corte de la sesión al primer recodo del discurso podría dejar al analizante al arbitrio de “un padre cruel”, de un analista gozoso, que en una repetición alienante, deje suspendido el acto en que la destitución subjetiva se posterga.

A “puro corte” no se construye, ni se atraviesa el fantasma, puede que solo se lo sostenga en su peor versión.

Eduardo Said. Presentación en Jornadas anuales Cátedra de Clínica de Adultos UBA – 1993.