LA ANGUSTIA EN LA CLINICA Y EL DESEO DEL ANALISTA. Eduardo Said.

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Para Freud la angustia lejos de ser solo el término que describe un estado afectivo, es un articulador conceptual fundamental. En su texto Inhibición, Síntoma y Angustia, la angustia es el concepto decisivo. Su relevancia es tal que hace depender de la señal de angustia la operación de la represión, mecanismo basal de la neurosis.

En los textos de Freud más decididamente clínicos, no ocupa la angustia un mismo lugar de privilegio. Prevalecen otras nociones: transferencia, amor de transferencia, abstinencia, resistencia, repetición.

No obstante el trabajo con las formaciones del inconsciente, vía la sobredeterminación del síntoma, del sueño como vía regia; encuentran en la angustia un borde clínico.

Lacan dedica todo un seminario, el 10, a la angustia. Es en torno a ella que se reordenan sus desarrollos anteriores que el grafo del deseo condensa. Con el grafo e indicando el lugar estructural de la angustia comienza su seminario. La pertinencia de situarse en la perspectiva de la angustia y la estructura, hace trama inmediata con la clínica en tanto resitúa en ella la dimensión de lo Real. Intentaremos avanzar acentuando el sesgo de la clínica, sin poder desandar los complejos desarrollos conceptuales que asintóticamente la entraman.

Si partimos de la fórmula de Lacan, la angustia como relación esencial al deseo del Otro, es imposible no afirmar que es correlativa del dispositivo del psicoanálisis.

Freud inventa un dispositivo para el abordaje de las neurosis: clínica bajo transferencia, asociación libre, atención flotante y un principio, la abstinencia. No interviene desde sus ideales, ni se orienta por el deseo de sanar. Opera en abstinencia, convocando a la emergencia del deseo del paciente. Convocando a la emergencia del deseo entramado al deseo del Otro que lo habita, que habla en él.

Propone un dispositivo que entiende homogéneo a la neurosis en su causación: "El paciente enfermó a raíz de una frustración" "Nos negamos de manera terminante a hacer del paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio un patrimonio personal, a plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales y con la arrogancia del creador, a complacernos en nuestra obra luego de haberlo formado a nuestra imagen y semejanza" "lo adecuado al fin es denegarle aquellas satisfacciones que más intensamente desea y que exterioriza con mayor urgencia". La abstinencia es entendida por Freud como privación sensible que impulsa el movimiento desiderativo. La no respuesta inmediata a la demanda como maniobra activante de la frustración causal, en la perspectiva del desasimiento desalienante.

Freud, no accediendo a satisfacer la demanda del paciente, convoca al despliegue asociativo, a la producción en acto de las determinaciones inconcientes, a la intensificación del deseo. Define allí el lugar del analista: abstinencia, privación que opere como causa del deseo.

El dispositivo inventado por Freud, llama a la emergencia del deseo.

¿Convocar a la emergencia del deseo, es abrir un camino sin tropiezos?

Es en relación al deseo del Otro que el deseo del sujeto se configura. Porta las marcas de ese lugar "otro", otra escena. Las formaciones del inconsciente sorprenden al propio sujeto, presentifican una alteridad fundante y operante en él. Lacan afirma que el inconsciente es el discurso del Otro.

Si alguien es convocado a decir sobre su deseo, se produce un movimiento que va desde objetos o logros que son parte del intercambio mundano y por ende apropiables para el yo, a una zona más imprecisa en que los objetos de la demanda muestran su radical insuficiencia. Si el mecanismo deseante sigue preguntando, opera una reversión desde la demanda de un yo que sabe lo que quiere, a la pregunta: "¿Qué me quiere?", [kekiere] qué quiere el Otro de mí en tanto objetalizado para su deseo.

La literatura despliega estas cuestiones del pacto con el Otro, con Dios y con el Diablo, en que aquello anhelado va transformándose en un compromiso que deja al sujeto a merced del Otro. Una cosa es pedir "tres deseos" y otra es "venderle el alma al diablo" en el camino de conseguir lo que se supone desear. El riesgo del propio deseo es que se entrame tortuosamente a un superyoico "tenés que" desear, "debés" desear. Esta posición deja al sujeto objetalizado para el Otro. Como objeto de un goce de un Otro que habla en él. Allí se agotan las instancias más imaginarias del fantasma. Va apareciendo un punto límite, repetitivo, traumático, que presentifica un real. Una fuerte articulación del deseo y el trauma en el orden de la causa.

La constitución subjetiva implica el tránsito por la dimensión del trauma estructural y estructurante. Su re-encuentro sin cobertura simbólico-imaginaria, sin velo, suscita el privilegiado afecto de la angustia. Afecto que no engaña, que se siente en el cuerpo.

En el límite, bordeando lo real, el movimiento del deseo en dirección al goce, se hará sentir como angustia.

El lugar del analista entonces: abstinencia que convoca al deseo del Otro. Si se quiere: "frotar la lámpara". La angustia no emergería como pura contingencia, sino como consustancial al dispositivo mismo. Si convoca a levantar la represión y hacer surgir el deseo inconsciente, la angustia será el correlato clínico de esa operación.

Cuando esto no ocurre, cuando un tratamiento decurre sin señal de angustia, indicará una limitación en tanto el deseo no habrá podido horadar las demandas en que se coagula.

Nasio plantea en su libro "El dolor de la histeria", que "El tratamiento de la histeria consiste en conducir al analizado a atravesar con éxito la prueba de la angustia de castración". El fin de análisis freudiano nos confronta con la "roca de base" de la castración, con el límite de la estructuración misma, con la repetición en acto de la operación fundante. Las manifestaciones de la angustia no nos esperan solo en las terminaciones de un análisis. La angustia de castración acompaña el decurso de una cura. El fantasma puede vacilar, las mediaciones caducar y el efecto angustioso emerger como un principal indicador clínico que ordena la dirección de la cura.

La expectativa de la emergencia de la angustia en la clínica no implica que el analista la provoque; no es ese el camino. Freud sostiene en Inhibición, Síntoma y Angustia, en critica a O. Rank y su propuesta de abreaccionar el trauma de nacimiento: "no se sabe bien que se quiere significar con "abreacción del trauma". Si se lo entiende al pie de la letra, se llega a la insostenible conclusión de que el neurótico se aproxima tanto más a su curación cuanto mayores sean la frecuencia y la intensidad con que reproduzca el afecto de angustia".

No se trata de forzar la angustia del paciente, pero tampoco de evitársela.

¿Cómo operar en abstinencia? ¿Cómo operar en el campo del deseo, en el lugar de la causa? ¿Por qué allí, la emergencia inevitable -nos dice Freud- del amor de transferencia?

Freud propone un lugar: operar en abstinencia, "sosteniendo" sin satisfacer la demanda del paciente. Operación en que la demanda encuentra su inflexión deseante. Freud también advierte que en el curso de un análisis inevitablemente emergerán fenómenos de amor de transferencia.

Si la función del analista es operar en el lugar de la causa del deseo, dicha función será propiciatoria de que el "amor de transferencia" se presente. Freud trabaja con la hipótesis de la paciente mujer y el analista hombre, que mas allá de las distribuciones sociales de su época, implica al propio Freud en relación a sus pacientes. Lacan amplia el campo en términos de amor al saber, en una versión si se quiere más "sublimada" del amor en que también queda enhebrada la noción de Sujeto Supuesto Saber.

Esto no liquida lo especifico de la especial relación de la mujer con el "amor" como mediación del goce al deseo.

La cuestión: ¿Cómo propiciar el deseo operando como semblante del objeto causa, sin promover ni rechazar el amor de transferencia? Se trata de avanzar en la interrogación de ese tercer camino.

Lacan en el seminario de la Angustia trabaja con dos fórmulas, que bien podrían pensarse para definir el lugar del analista en torno al amor de transferencia, a la causa del deseo y a la angustia en la clínica. La primera, la que Lacan desaconseja en la clínica analítica y no sólo en ella: "te amo aunque no lo quieras", donde toda la cuestión está contenida en el "Te amo", el "aunque no lo quieras" no es sino para resaltar el carácter si se quiere tiránico de todo "buen amor" narcisístico. Lacan está advertido de las consecuencias de jugar solo en esta estrategia, su correlato posible: el intenso odio, la retaliación. Implica una ignorancia total de la cuestión del deseo y sus consecuencias se "pagan" en la clínica y más allá de la clínica.

"Sin embargo -dice Lacan- hay otra fórmula que si no demuestra mejor su eficacia es quizás sólo por no ser articulable, pero esto no quiere decir que no esté articulada. Es "Te deseo, aunque no lo sepa". "Allí donde ella, por inarticulable que sea consigue hacerse oír, les aseguro que es irresistible". Cuando Lacan enuncia que esta segunda fórmula, es articulada y no articulable, quiere indicar que se juega en ella el objeto "a".

Articulada y no articulable porque solo por la articulación significante podemos intentar situar un real como imposible. El objeto no termina de articularse a la cadena significante, se lo cierne como un imposible que "no cesa de no inscribirse".

Introduce allí la dimensión del objeto en tanto Real en la estructura simbólica, como resorte de estructura. La novedad de Lacan no es sólo la noción de sujeto como efecto de estructura, sino la de producto, resto de la operación de constitución en el campo del Otro: el objeto "a" causa de deseo. Es recién allí donde queda situada la diferencia entre paciente y analista, y quedan resueltos los vaivenes de la transferencia imaginaria y de la contratransferencia. Es desde la posición de objeto "a", de su semblante, idea preanunciada por Freud en su desarrollo sobre la abstinencia, que el analista convoca al deseo del Otro.

Continúa Lacan: "Si tal fórmula fuera decible, ¿qué diría yo con ella? Diría al otro que, desenrollo sin saberlo, sin duda siempre sin saberlo, lo tomo como objeto de mi deseo por mi mismo desconocido ", "o sea que por ese circuito al que soy forzado para alcanzar el objeto de mi deseo, cumplo justamente para él lo que él busca".

Lacan nos invita a trabajar las dos estrategias de "conquista" en términos del amor de transferencia.

Para Freud la emergencia del amor de transferencia es inevitable. El deseo en tanto "indestructible" juega en ello las condiciones del amor y sus determinaciones infantiles, forma freudiana de nombrar el fantasma erótico en que se articulan goce y prohibición.

La pregunta sería ¿Cómo suscitar el deseo del Otro y qué hacer con lo inevitable del giro "amoroso" que queda convocado?

Operar desde el "te amo", se suele revestir de predicados sociales en que el asistencialismo da su tonalidad. Allí nos espera la trampa del viraje especular, del amor-odio, de la regulación de ideales, de la propuesta veladamente identificatoria, de una ética apresada en los supuestos del saber sobre el bienestar del semejante. Así posiblemente aportemos a una ortopedia no necesariamente fugaz, pero sí apretada en determinaciones que nos permiten sospechar de su caída, disuelto el dispositivo clínico.

Resulta más complejo encontrar el camino que plantea Freud, cuando nos propone no consentir ni sofocar el amor de transferencia, leyéndolo también en términos de amor al saber.

Es posible encontrar un modo de situar el tercer camino freudiano, en las complejidades de la formula de Lacan:"te deseo, aunque no lo sepa", como el nombre clínico del lugar del deseo del analista.

Es cuando intentamos definirla en recomendaciones de orden práctico que pasamos a la formula primera.

Tratándose de la posición el objeto "a" como agente del discurso, cobra su valor interrogar ciertas "estrategias femeninas" para contornear la dificultad de su alcance. No se trata de la versión recusada, repudiada, desautorizada de la feminidad en términos de la Roca de Base de la Castración. Las "mujeres", en plural, una por una, cada quien "no toda" y no siempre, parecen detentar un particular "saber-hacer" con lo que causa el deseo. Alertados de no equiparar "posición femenina" e histeria.

En términos de las estrategias femeninas Freud advierte, en el texto sobre amor de transferencia: "No son las groseras apetencias sensuales de la paciente las que crean la tentación, ellas provocan más bien rechazo y hace falta armarse de tolerancia para admitirlas como un fenómeno natural. Son quizá las mociones de deseo más finas, y de meta inhibida, de la mujer las que conllevan el peligro de olvidar la técnica y la misión a cambio de una hermosa vivencia". Freud está advertido, es también para el que ocupa el sillón del analista la cuestión, la tentación. El suscitar el deseo, no pasa por el "Te amo, aunque no lo quieras", sino por el "Te deseo, aunque no lo sepa". Formulas de Lacan que una y otra vez nos convoca al retorno de y a Freud.

Freud deja abierto a la lectura, que algo de su propio deseo se articula al deseo de sus pacientes. Pero a diferencia de Breuer no se asusta, "no se la cree" diríamos por estos lares, ni se angustia por ello.

La dimensión de la angustia queda articulada a la posición del analista en el dispositivo, y por ende su efecto puede no ser solo en el paciente. Convocar al deseo del otro no es sin consecuencias. Lacan, en el seminario de la angustia, da a entender que la angustia como efecto virginal en el analista novel es un indicador del posicionamiento acorde al "deseo del analista" en tanto lugar, en tanto función. Es verificable, el efecto angustiante ante la inminencia o la presencia del primer paciente. Ante la inminencia el deseo del O/otro. El efecto se siente, el efecto no engaña. Es en el cuerpo donde se instala lo que como pregunta leemos "¿qué me quiere?". Cuando el paciente empieza a hablar, su efecto es tranquilizante. Es desde el decir de su sufrimiento que nos coloca en posición de saber. Si se va situando una perspectiva diagnóstica, si encaja o va encajando en una grilla clasificatoria, todo está bajo control, el efecto angustioso cede.Asegurarse anticipadamente una supervisión tranquiliza, aligera el efecto angustioso.

Resumiendo el recorrido:

El dispositivo del psicoanálisis, llama a la emergencia del deseo inconsciente. El movimiento desiderativo confronta al sujeto con la angustia de castración. La angustia es correlativa de la puesta en movimiento de las eficacias del propio dispositivo. La situación analítica propicia el amor de transferencia velando lo real de la causa del deseo. El analista en el lugar de la causa sostiene el movimiento de pasaje por la angustia de castración, la desuposición de saber, la potencial resolución de la transferencia amorosa.

Como cierre: una perspectiva siempre presente en los textos clínicos de Freud: "velar por la autonomía última del paciente". Forma freudiana de sostener una "ética del deseo".