
Jornadas Aniversario "30 años de Escuela (1974-2004)". Escuela Freudiana de Buenos Aires. 1, 2, 3 y 4 de Julio de 2004.
Es en el trabajo de escuela que puede disiparse esa sombra espesa que recubre el empalme en el que el psicoanalizante pasa a analista, dice Lacán en la Proposición del 9 octubre de 1967.
En 30 años de escuela hemos iluminado alguna que otra cuestión y tal vez hoy la sombra no sea tan densa. Nos hemos animado, aceptamos el desafío de hacer la experiencia del pase y reflexionar sobre ella, seguimos investigando. Hace un tiempo, junto a otras escuelas, compartimos el tiempo de oscuridad, soportamos los momentos de resplandor.
Decimos con insistencia: "Se deviene analista al fin de un analisis". Es una afirmación que sentencia el momento, sanciona cuando sucede este pasaje. Se deviene, devenir indica un movimiento, un ir dandose cuenta por qué se tienen esos síntomas- dice Lacán- que se sepa por qué se está enredado en eso.
Es un acaecer que pareciera involucrar algún progreso, algo que estaría en la misma estructura de la cura. Un progreso lógico, si se quiere, de una posición a otra.
Pero esta afirmación no resuelve nada en cuanto a la decisión de dedicarse a la práctica del psicoanálisis.
Esto nos lleva a cuestiones que atañen al fin de un análisis y en todo caso también a la finalidad del psicoanálisis, para interrogar que es lo que funciona en la decisión de emprender una tarea imposible, insuficiente y además insoportable.
¿Qué es lo que opera, qué es lo que funciona para que alguien que ha transcurrido un análisis quiera ser analista?
Lacán formula una pregunta, en un tiempo de su enseñanza en el que está ocupado en estas cuestiones relativas al Pase: "qué es lo que podría surgir en el espíritu de un analizante por constituirse, quiero decir: recibir personas que vienen a demandarle un análisis".
Entiendo que esta es una de las razones, que lo conducen a instituir la experiencia del pase, interesado en investigar, con la esperanza de saber qué es lo que opera este pasaje de analizante a analista, que es lo que opera en ese empalme.
En la lectura que hago de esta frase me animo a proponerles que allí donde Lacán se pregunta acerca de eso que podría surgir en el espíritu de un analizante por constituirse analista, allí inserto mi pregunta:
¿Que es lo que promueve el deseo del analista?
Mis reflexiones, hasta donde alcanzo a desplegarlas hoy, me llevan a proponer que: el deseo del analista porta una especificidad que lo distingue del deseo y que por este sesgo podríamos aproximarnos a decir algo de este pasaje.
Conjeturo que lo específico del deseo del analista se juega en el plano de una verdad incurable que opera en y desde la dirección de una cura.
Lacán llama "verdad incurable" a la verdad que "es alcanzada en el análisis por medio del saber. Esa verdad es incurable, afirma, Sé... es esta verdad".
Subrayo: sé… es esta verdad.
¿De qué modo? ¿Cómo?
La incurable verdad está referida a la falta radical en el origen, a la falta de origen mismo, que podría escribirse con el unbegriff, como concepto de la falta, allí mismo donde no hay concepto.
Lo incurable, enunciado como verdad incurable, está indicando una condición esencial. El atributo justo de la dimensión y estatuto del objeto que está en causa en el deseo del analista: objeto sin envoltura, sin la cobertura que es menester que haya en el fantasma.
Condición de posibilidad necesaria a la hora de reconocer que en la función semblante se juega el límite que el goce impone a la verdad. Y que es desde el lugar de semblante que el goce puede ser interpelado, evocado o incluso como lo remarca Lacán elaborado. Se trata del mismo lugar desde donde opera el objeto causa del deseo en la estructura.
Cuando lo incurable está en causa el analista puede ser el instrumento de la operación analítica y, por la misma estructura del acto, llega a cumplir la función de las especies del objeto. Esto es ocupar el lugar de semblante de objeto. Se hace soporte de la función de semblante porque la verdad incurable lo pone en causa.
Porque esa verdad incurable se la es ahí, intento situar ahí la causa
Esta causa regida por una ley, que a la altura del seminario 10 Lacán la prefiere kantiana, y de la cual me sirvo para decir que: lo que está en causa y la causa misma se localizan en una coetaneidad que muestra y presentifica una hiancia.Una hiancia que aloja una abertura fundante: es el lugar en el que se sitúa el objeto y su caída.
La verdad incurable es ahí, donde se vacía de evidencia lo metonímico del objeto, presentificando lo real de la estructura localizada en una doble vuelta moebiana.
La verdad no se confunde con lo Real, pero si algún pedazo de real pasa, pasa a través de la dimensión de la verdad.
En el movimiento de caída, en ese mismo lugar que gesta el movimiento se sitúa, emerge algo del orden de un saber en lo real.
Posiblemente algo de ese saber en lo real es lo que intentaría cernir el pase.
Contamos con una escritura topológica y nodal. Artificio posible para escribir la imposibilidad de escribir lo Real que pasando en silencio se deja escuchar. La grafía con la que se escribe demuestra la imposibilidad de hacerse escrito, se muestra en abertura. Mostrando ahí donde la verdad es.
No es que esa sea la verdad, sino que la verdad del sujeto es ahí.
Cuando subrayo que la verdad es ahí intento destacar que también es lugar. Esta abertura fundante a la que me refiero para situar la incurable verdad, falta radical que no tiene cura, en el sentido de curación, es la razón misma de la cura, esencialmente el psicoanálisis mismo como cura, sorge: cuidado del ser.
Incurable como lo que corrobora la equívoca relación del sujeto al saber, al sexo y a la muerte.
Equivoca relación, opera su insistencia en la una equivocación. El sujeto se confronta con esta desavenencia en distintos tiempos de un análisis.
Cuando, efecto del acto, se subvierte la insistencia del síntoma y por un momento queda al desnudo la dimensión de verdad que encubría.
En la remisión de la significación, en el punto límite de la metáfora, allí donde el sujeto es alcanzado en acto en el punto de su verdad, esta desavenencia del sujeto al saber, al sexo y a la muerte se verifica.
Cada vez que la verdad es así alcanzada, del principio al fin de la cura, las vueltas que se pueden dar dependen de la posibilidad de un acto. Cada vez una no contable, no numerable sino en numero suficiente de vueltas.
Y solo después de un número suficiente de vueltas podría hacerse algo con eso. Algo que no fuera del orden del síntoma.
Ahora bien, desde allí a la incitación de hacer algo con eso ¿qué es lo que se pone en juego para que alguien decida hacerlo operar en la rectificación de esos senderos retorcidos, largos y costosos, de aquel que llega con una demanda de análisis?
Pienso que, él que allí se propone, sabe de esa desavenencia radical. Esta verdad alcanzada por medio del saber, aun no siendo audible, sin embargo puede serlo solo para quien sepa discernir de ella el lugar, advierte Lacán, allí donde algo anda mal y sorprende al saber.
Es un saber referenciado a su propia experiencia. Experiencia que el sujeto hizo, y hace de sí como uno. Uno en su singularidad, en quien se pone de manifiesto, en el encuentro con esta verdad, la imponderabilidad de lo Real y se pone de manifiesto porque hay simbólico que muestra así su incompletud.
El encuentro con ese real pasa en acto cuando ya no hay recursos para empalmarlo con el síntoma. Ese real viene a ese lugar como verdad incurable.
Estamos advertidos que al final del análisis el Sujeto supuesto Saber queda reducido a "no ser allí, que es lo característico del inconsciente mismo y que, este descubrimiento, forma parte de la misma operación verdad. "No ser allí" está indicando el lugar de la caída, lugar de eyección.
Eyección del a, efecto del acto psicoanalítico, autorizado por el analista que soporta, él mismo, esta función del a.
Esto nos da la ocasión, una vez más para decir que el acto no es de su autoría, sino por autorizarse allí a soportar esta función del a, que en eyección se hace yecto.
Los modos de realización del yecto son en cada caso el mío, dice Heidegger, es la configuración que en cada uno de nosotros toma el deseo.
En las formas de la conciencia de esta eyección, siguiendo a Heidegger, el hombre es al unísono la practica concreta que realiza y la conciencia de insuficiencia de esa práctica.
Será, tal vez, este modo de realización del yecto lo que puede surgir en el espíritu de un analizante por constituirse en la práctica que realiza, configurando la forma del deseo que conviene a la posición del analista
Así la insuficiencia se revela como lo inacabado que se manifiesta en la constatación de la desavenencia, a la que me referí al principio, para decir de lo incurable.
La incurable verdad se la es ahí, en acto, y es lo que posibilita soportar la cura: funciona en el sostenimiento de la marcha en un incesante ir desprendiéndose de la llegada, de la meta, de la idea del fin. Despojando el fin del análisis de todo ideal.
Esto seria una conquista, me refiero al incesante ir desprendiéndose de la llegada de la cual se puede testimoniar.
El tiempo en que el sujeto se confronta con la dimensión de la falta, con la dimensión de esta verdad incurable, y descubre, devela, qué desea, es el momento en el cual el sujeto se interroga si quiere lo que desea.
¿Por qué alguien decide ser analista?
¿Porque la verdad incurable está en causa? Esa no es una respuesta, es un intento de reflexión acerca de qué es lo que causa esta especie privilegiada del deseo que llamamos deseo del analista.
La pregunta insiste: ¿Qué es lo que opera en ese pasaje de analizante a analista?
Esta es una pregunta que Lacán no deja de formular, de diferentes maneras, en distintos tiempos de su enseñanza.
Pienso que persiste en estado de pregunta no solo porque el deseo del analista es su enunciación, sino porque si hubiera algo del orden de una respuesta, solo seria alcanzada por aquel que intente dar testimonio, desde la singularidad de su decir el deseo que lo causa.
Desde donde, si mi conjetura fuera válida, la verdad incurable se dejaría escuchar.
Y es por esto que considero propicio seguir investigando la experiencia del pase, no con la intención de encontrar una respuesta. Sino porque el problema de la formación del analista requiere que sigamos interrogando el deseo del analista, que no dejemos de insistir en mantener abierta la pregunta.
Estamos advertidos que los límites éticos del análisis coinciden con los límites de su praxis a la hora de distinguir el rango de sus variantes.
Lo incurable que opera en y desde la dirección de una cura cuando el deseo del analista está en causa diseña variantes de estilo y no un único destino coagulado en el deber ser analista para quien practica este oficio.
CLARA CRUGLAK
Jornadas Aniversario "30 años de Escuela (1974-2004)". Escuela Freudiana de Buenos Aires. 1, 2, 3 y 4 de Julio de 2004.