AVATARES DE LA DIRECCION DE LA CURA EN LA CLINICA CON NIÑOS. Cristina Calcagnini

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La dirección de la cura, es lo que se espera que un psicoanalista esté en condiciones de conducir del principio al fin de su despliegue.

¿Que implica que una cura tiene dirección?

No se trata de una dirección moral, sino que se trata de que el analista se compromete a conducir a su analizante siguiendo el rumbo que marca la dimensión del deseo.

Cito a Lacan: ... "Ya que se trata de captar el deseo, y puesto que son las redes de la letra las que lo determinaron, porque no exigir que sea un letrado quien allí lea, en primer lugar...Entonces interroguemos al analista..." (1)

Cuando nos hacemos cargo de dirigir una cura fundamos el acceso a la simbolización, a la dimensión que la palabra abre. Partimos del supuesto de que quienes nos consultan creen que en el malestar que los aqueja hay un decir apresado.

El fundamento de la eficacia de la palabra nos lleva a crear el espacio para que en función del discurso analítico un orden se instaure en el que la transferencia haga su despliegue. Apuntamos a la producción del acto analítico que se precipita en función de la lógica significante que lleva al corazón del fantasma en tanto es el soporte del deseo.

El psicoanálisis opera en la dimensión simbólica produciendo efectos en lo imaginario y en lo real. (2)

La dirección de la cura tomando en cuenta los lineamientos que Lacan plantea en su escrito (1), nos lleva a interrogar nuestra posición de analistas ya que en tanto sostenemos que el campo lacaniano es el campo del goce, nos preguntamos sobre la eficacia de nuestras intervenciones.

Sostenemos en acto la propuesta lacaniana de que el analista tiene que ser al menos dos: el que produce efectos y el que teoriza sobre ellos.

La reflexión sobre nuestra práctica nos permite producir ciertas torsiones, rectificando nuestra posición cuando corresponda, sostenidos en la lectura a prés-coup que realizamos sobre lo producido.

No contamos como los médicos con un vademecum para consultar el remedio adecuado según corresponda al malestar que presenta nuestro paciente, sino que trabajamos para producir el síntoma. Vamos del sufrimiento a la pregunta por lo que allí habla en la encrucijada de quien busca alivio para su padecer.

Recordemos que del análisis como en el juego de ajedrez, solo podemos hablar del comienzo, del final y también de los fracasos, allí donde no se puede avanzar, porque algo irrumpe que interrumpe el análisis.

Interrogar que pasó nos permite ir haciendo camino, como el caminante al andar. Vamos haciendo surco con nuestra propia errancia, que no es otra que la del inconsciente.

Interrogar que es lo que irrumpe en las interrupciones muestra el camino donde los analistas nos enredamos en el encuentro con lo real.

Por eso ponemos en primer plano el análisis del analista, ya que es importante que el analista pueda poner en juego su saber hacer con lo real.

Que el analista pueda hacer valer la regla de abstinencia de su propio pensar subjetivo, es lo que posibilita que pueda jugar el papel del muerto como en el bridge. Es importante rescatar que la abstinencia no es un refugio en la pasividad, porque la escucha que ofrecemos es una escucha activa, pronta a producir el acto analítico.

Lacan nos recuerda que el secreto de la eficacia del análisis está en ese desdoblamiento que produce el analista entre sus pensamientos y sentimientos, que pueda abstenerse de responder como sujeto, para poder hacerlo desde la posición en que lo ubica la transferencia de su analizante.

¿Cuales son los avatares que se nos plantea cuando conducimos la cura de un niño?

Uno de los avatares de la clínica con niños podemos ubicarlo en la especificidad temporal, ya que trabajamos en los tiempos instituyentes del sujeto, que cuando de adultos se trata, solemos hacer referencia a ellos como tiempos míticos de la estructura.

La dificultad que habitualmente suele plantearse reside en equivocar los conceptos cuando se intenta pensar los tiempos de la estructura subjetiva como etapas del desarrollo que evolucionan progresivamente, herencia del campo de la psicología.

Propongo pensar que se trata de ubicar la problemática en función de un devenir que leemos desde los tiempos lógicos que dan cuenta de que el anudamiento de la estructura del sujeto, se produce según dos operaciones esenciales: la alienación al campo del Otro primordial en el que leemos la función materna, y la separación producto de la eficacia del nombre del padre, en el que leemos la función paterna.

Tiempos lógicos en los que se despliega la trama edípica en la que el niño enfermo está inmerso, que nos lleva a afirmar que el psicoanálisis es una praxis que se encamina al carozo de lo real.

Nos confrontamos con la dimensión del deseo del Otro, en tanto el despliegue discursivo va dando letra de como se juega en el niño sufriente, el deseo de la madre, si fue deseado o no lo fue y también como se juega la relación deseante de los padres entre sí. Lo cual nos lleva a operar en un tiempo primario de la estructuración del deseo.

¿Cómo plantear la dirección de la cura en la clínica con niños?

El célebre historial freudiano "Análisis de la fobia de un niño de 5 años", (3) suele ser para quienes nos animamos a escuchar niños, un referente obligado. Podríamos ubicar en este texto uno de los modos de encarar la cura de un niño, ya que la experiencia de Freud con Juanito nos sirve como modelo de abordaje de la problemática infantil.

Freud nos comunica que sin duda, el hecho de que haya un padre dispuesto a escuchar que le pasa a su hijo, cuando surge la angustia, y los miedos, suele ser ideal. Siguiendo la letra la reflexión freudiana, que confluyan en el mismo personaje el padre y el médico, es sumamente confiable para obtener del niño las más íntimas confesiones.

La enseñanza lacaniana nos permite avanzar interrogando en el discurso allí donde detectamos que al padre se le va la mano, la mirada, la curiosidad, el exceso. Allí donde el analista interroga al padre cuando se excede averiguando tanto sobre la sexualidad de su hijo.

Se trata entonces, no sólo de que el padre esté dispuesto a escuchar que le pasa a su hijo, cuando surge la contundencia de la angustia, sino que se trata también de poner en acto la pregunta sobre si el padre está dispuesto a reflexionar , a escuchar que le pasa a él con ese hijo.

Recordemos que Freud, conduce la observación que el padre de Juanito hace y produce algunas intervenciones interesantes.

Este modo de dirigir la cura se despliega entre el analista, el padre y el hijo. De la madre tenemos algunas referencias recordemos que Freud era su analista.

Mucho se ha dicho sobre este célebre historial, y muchos analistas lo han tomado como modelo para su práctica. Sin embargo me permito plantear que hoy en día podemos situar diferencias en función del aporte lacaniano.

Podemos decir que con la teorización lacaniana avanzamos allí donde Freud se detuvo, más allá de la reflexión o de la observación de la situación, interviniendo cuando el goce irrumpe, acotando lo que allí se presentifica.

Recordemos que Lacan nos advierte que lo real no depende del analista, pero si es función del analista hacerle la contra, porque bien puede desbocarse.(4)

¿Como analizamos hoy?

En un texto que llamé Final de la partida, (5) decía que no todos los niños que son escuchados por una analista inician un análisis. Por otro lado también afirmaba que no todos los análisis cuyo analizante es un niño, llegan a su fin. Abría allí el capítulo de las interrupciones, y finalmente planteaba que hay niños que se analizan. Es decir, algunos locos bajitos, como dice la canción de Serrat, que son escuchados por un analista sostienen el juego de la partida hasta el final.

Juego de la partida, evocando el ajedrez, pero también para dejar planteado que se trata de una partida, de un viraje de la posición de apresamiento en el sufrimiento, a otra posición subjetiva, en la que el niño dispone del ordenamiento neurótico de su deseo para continuar su camino por la vida.

¿Que define, que un niño comience un análisis?

Podríamos anticipar que se trata de situar en el encuentro con el analista, la dimensión de la transferencia y la estructura del síntoma.

La clínica con niños nos lleva a inventar las maniobras necesarias para que un pedido de ayuda se transforme en una demanda de análisis.

Defino a las maniobras como del orden de un acto que el analista realiza en los tiempos preliminares de una cura, para que un pedido de quien aún no es un analizante pueda devenir en demanda de análisis.

Se trata de actos sostenidos en la ética que pone en juego el deseo del analista, para que del lado de quien consulta pueda ponerse en marcha un querer saber sobre lo que le pasa.

Los tiempos primeros de una cura ese tiempo en el que Lacan nos aconseja que seamos lo suficientemente sueltos para que lo imaginario se despliegue, lo cual da la pauta de lo que tratamos de poner en juego. Se trata de alojar ese trazo agalmático del objeto a veces preciado, otras denigrado que viene del campo del Otro y que es el motor de la transferencia.

De nuestro lado, estamos dispuestos a jugar el juego que ningún sujeto sabe cual es, pero que en lo azaroso del encuentro, en el dejarse tomar por la transferencia está la llave de la eficacia analítica.

Cuando nos encontramos con un niño aquejado por la angustia, la inhibición o el síntoma, escuchamos en el sufrimiento y el malestar el enigma de una verdad que lo atraviesa.

El discurso infantil se ofrece a la lectura del analista, en los dibujos, los relatos míticos que el niño crea y en los juegos que despliega. Discurso del sujeto que da cuenta del anudamiento de la estructura entre los hilos de un cuerpo que crece día a día, un pensamiento que se complejiza y un goce pulsional que se va encauzando, que se va tramitando lúdicamente.

En primer lugar se trata de descifrar la posición del niño en la problemática que se plantea, lo cual nos lleva a pensar el estatuto del síntoma.

Recordemos que muchas veces el niño vehiculiza lo sintomático de la estructura familiar.

Acuerdo con Lacan (6) en que si definimos al síntoma como el representante de la verdad de la pareja de los padres, en estas afecciones, si bien suelen ser complejas suelen ser abiertas a las intervenciones analíticas. En cambio la posibilidad de eficacia se complica cuando el síntoma del niño compete a la subjetividad de la madre.

Cuando el niño está directamente involucrado como correlato del fantasma materno, su única función es revelar la verdad de este objeto.

En relación al deseo de la madre, es importante diferenciar que no es lo mismo si el niño adviene como metonimia del deseo de falo, o como metáfora del amor al padre.

Si el niño queda fijado en el lugar de objeto del deseo de falo de la madre obtura la posibilidad de que la madre pueda tener acceso a su propia verdad. Y deja al niño hipotecando su cuerpo y su existencia para satisfacer esta exigencia materna. Donde los padres callan, el niño pone el cuerpo, dando consistencia a lo silenciado del lado paterno.

Que el niño se hipoteca, quiere decir que en tanto no cuenta con la garantía de la metáfora paterna ofrece su cuerpo como modo de hacer barrera al arrasamiento del goce del Otro. Podríamos pensar que el síntoma somático da cuenta de esta posición.

Construir la demanda de análisis implica que con los padres, desde la terceridad que el encuentro con el analista produce pueda empezar a interrogarse, a quien le conviene la enfermedad del niño y por qué, quién está dispuesto a sostener este enigma. Se trata de interrogar al servicio de que y de quien el niño ha hipotecado su destino.

En el encuentro con el niño se trata de construir la pregunta por lo que habla en el padecimiento, como buen punto de partida para que el niño que sufre pueda demandar alivio para su dolor.

No todos los niños que llegan a la consulta inician un análisis, decíamos anteriormente ya que algunas problemáticas se resuelven en las entrevistas primeras. En cambio cuando se decide el inicio del análisis en función de la gravedad del sufrimiento en juego y teniendo en cuenta también la demanda de ayuda del niño y de los padres, apuntamos a que en función de la eficacia de la transferencia, el niño pueda transformar el malestar, en el que leemos el goce del Otro en juego, en deseo.

El discurso infantil integrado por dibujos, relatos y juegos se recorta en el análisis del discurso de los padres, produciendo los significantes que representan al sujeto. Producción de un texto en el que se despliega el pasaje que le niño realiza desde la posición fálica en relación al deseo de la madre a la posición subjetiva, sexuada, por lo tanto deseante.

Se produce el viraje de la posición de niño en el impersonal como lo ubicamos en las ecuaciones simbólicas, a la del un sujeto varón o niña, que porta sus títulos, sus insignias en el bolsillo, como diría Lacan.

El tiempo de concluir, es para un niño un alto en el camino del análisis al que podrá retornar en un más allá de la infancia cuando quiera revisar las marcas que porta .

Si en el inicio la iniciativa es tomada por los padres, el punto final lo pone la iniciativa del sujeto. El niño queda situado de manera diferente frente a lo real del goce del Otro, soportado en la ley cuyo ordenamiento simbólico lo ubica de manera tal que pueda servirse del amor al padre.

No es tiempo de ir más allá del padre, ni del atravesamiento del fantasma que se espera en le fin del análisis, cuando de adultos se trata.

Podemos concluir que la dirección de la cura de un niño produce el recorte y escritura del fantasma que lo sostendrá del lado de los varones o de las niñas, y que lo llevará a jugar más allá de la niñez, en los tiempos del segundo despertar, el juego del amor y de la pasión en el encuentro con el otro sexo.

Para concluir propongo pensar que desde nuestra posición de psicoanalistas, al ofrecer nuestra escucha, sostenidos en la función deseo de analista, estamos dispuestos a operar descifrando, construyendo, interpretando e interviniendo en relación al discurso de nuestro analizante, tomando en cuenta que cuando de niños se trata, trabajamos en la orilla del niño y también en la de los padres.

Resumiendo, propongo descifrar la posición del niño en la problemática que se plantea.

Construir la demanda de análisis. Interpretar el deseo, al nombrarlo. Intervenir acotando el goce del Otro.

Descifrar, construir, interpretar, intervenir, instrumentos de los que disponemos para hacer pasar la eficacia de la castración.

CRISTINA MARIA CALCAGNINI. 2 –8- 2003

Referencias Bibliográficas

1)J. Lacan, La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos 1

1. J.Lacan en Le synthome, seminario inédito, clase del 13-1-76, cito textualmente: "El análisis es la respuesta a un enigma. En la medida que opera en el sentido entre el campo de lo imaginario y lo simbólico. Todo eso para obtener un sentido, lo que es el objeto de la respuesta del analista a lo expuesto por el analizante a todo lo largo de su síntoma. Cuando hacemos este empalme, al mismo tiempo hacemos otro, entre lo que es síntoma y real. Por algún lado enseñamos al analizante a hacer empalme entre su síntoma y lo real parasitario del goce. Es de sutura y empalme que se trata en el análisis."

2. S. Freud, Análisis de la fobia de un niño de cinco años, en el libro X de Amorrortu editores.

3. J. Lacan, La tercera. En Intervenciones y textos 2. Editorial Manantial.

4. C. Calcagnini. Final de la partida. Se encuentra en la Bibioteca de la Escuela Freudiana de Bs. As.

5. J. Lacan , Notas sobre el niño. En Intevenciones y textos 2, Editorial Manantial.

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