EL ESTATUTO DEL INCONCIENTE EN LA CLINICA CON NINOS. Cristina Marrone

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Las primeras notas establecidas por el padre de Hans, previas al desencadenamiento de la perturbación que afectó luego a este niño permiten, tal vez, cierta ocasión para sostener la pregunta sobre el estatuto del inconsciente en la clínica con niños desde el juego y en relación a la fobia.

Así, como desde una ventana abierta hacia su vida cotidiana podemos advertir que Hans investiga, distingue entre lo vivo y lo inanimado, compara entre lo grande y lo pequeño, merodea por la atribución del falo, pero en lo esencial de sus rodeos lo vemos mirar hipnotizado hacia el cuerpo de su madre en la creencia de que ella "lo tendría grande como el de un caballo"(1).

Algún tiempo después, el agua sanguinolenta del parto de su hermana se hace signo de la vacilación en la creencia pero no obstante fantasea en Viena con Berta, Olga y Fritzl, los amiguitos de Gmunden, como si estuvieran presentes.

El juego del inodoro y el fantaseo recién mencionado nos indican que la oscilación entre creer y no creer constituye la cuña en la que anida la ilusión, el como sí del que depende el juego, el que hace diferencia con la hipnosis que lo impide. Con su fantaseo el niño inventa a los otros que en Viena no están; con el juego del inodoro, figura un inodoro en la leñera, o sea, establece el como sí sin el cual no hay juego.

En ambas ocasiones Hans inventa, extiende, complejiza el espacio, el de Viena hasta Gmunden, el del baño hasta la leñera. Cuerpo y espacio comienzan a estar afectados por la ilusión, en el sentido en que ésta indica el comienzo del clivaje entre placer y goce. Así vemos despuntar lo que llamaríamos, sin duda, un verdadero juego puesto que con él Hans se las arregla para cuestionar la presencia, diplopía de la madre en presencia del niño y del niño en presencia de la madre.

Sólo que el intento de Hans, válido, valioso como el de todo niño que se apoya en el juego, resulta, no obstante, insuficiente.

Es que al retornar a Gmunden, en medio de sus juegos de verano, el niño reclama dormir con Marield, una de sus amiguitas preferidas, pero su madre replica y lo retiene una vez más. El goce del Otro detiene el paso lúdico hacia el pequeño otro y cierra el espacio que Hans había comenzado a abrir.

En el sueño de las prendas Hans expresa ‘¿Quién quiere venir conmigo?’. Alguien dice ‘Yo’. Entonces ella tiene que hacerlo hacer pipí"(2). El sueño se hace testimonio del reclamo: que haya otros y no sólo el Otro para que miren su "hace-pipí".

Por el modo de lenguaje con que se expresa el sueño de las prendas me ha hecho pensar que el juego no alcanzó para cuestionar la presencia, y que ésta en lugar de articularse a la ausencia se enquistó como una obsesión de presencia, la que corresponde al objeto fobígeno.

En principio, baso mi hipótesis en que Freud señala que este sueño pertenece al tipo auditivo, al que le falta todo elemento visual. Sin embargo, propondría algo más ya que este sueño auditivo, constituido "por palabras que provienen de dichos de la vigilia"(3), muestra que esos dichos perduran sin transformar, no se pierden como el Otro real, presencia sin ausencia neta en lo Simbólico.

Pero al mismo tiempo el sueño, con sus jirones de dichos sin imágenes, expone el déficit de la figurabilidad, no sólo la del sueño sino la lúdica, déficit que al mismo tiempo anuncia la solución fóbica que llegaría pocos meses después.

Por el recurso de figurabilidad, Darstellung, el juego se eleva en una zona de ilusión, imprescindible para que un niño obtenga sus disfraces en comunidad. Dicho de otro modo: la figurabilidad escribe la civilización.

Darstellung contiene Da, que implica aquí, acá, ahí pero cerca, y también concierne en el sentido temporal a un mientras.

Esto quiere decir que con el juego un niño escribe, hace cifra, porque transcribe lo real de la percepción en signos de percepción, en sincronía pero también en simultaneidad, que implica sucesión temporal en el presente mediante trasposición de imágenes. Por la Darstellung el juego expone, muestra, presenta en sincronía y en simultaneidad la posición de un niño.

Cuando la escritura que la Darstellung permite oscila hacia la Vorstellung es que algo se significa, hace cuadro o escena bajo una complejidad simbólica. Finalmente, los signos de percepción constituyen el fondo del lecho inconsciente, el que para "ser estructurado como un lenguaje necesita de la represión primaria"(4).

Poco después del sueño estalla el malestar: la fobia establece el parapeto allí donde el juego quedó interrumpido, estrangulado por la presencia del Otro real.

El juego se enlaza finamente al estatuto del inconsciente en la clínica con niños y nos muestra al inconsciente espejeando y próximo, o sea, lejos de constituirse como cadena de saber.

Desde este ángulo y en lo esencial el juego es un artificio que con su hacer produce contra investidura. Es el viaje del Otro hacia el otro, en el que sedimenta la represión primaria.

O sea, el juego de un niño indica que el espacio de ilusión que promueve, figuración mediante, no se produce sin una presión efectiva de la represión primaria contra el Otro real, separación que implica la escritura de una investidura de lenguaje que trama el borde del irreductible agujero el lo Simbólico, al mismo tiempo que el radical aislamiento del objeto a, pérdida de goce, esencia de lo lúdico.

Cristina Marrone. Jornadas de la EFBA. 13 de octubre de 2001.

NOTAS

(1) Sigmund Freud: "Análisis de la fobia de un niño de cinco años", pág 10. Tomo X. Amorrortu Editores.

(2) Sigmund Freud: ob. cit., pág. 19

(3) Sigmund Freud: "La interpretación de los sueños", pág. 463. Tomo V. Amorrortu Editores.

(4) Jacques Lacan: "El objeto del psicoanálisis". Clase 1-12-65.