Freud comienza el relato “De la historia de una neurosis infantil”, diciéndonos que ¨Se trata de un joven que sufrió un quebranto patológico a los 18 años, tras una infección de gonorrea¨. Algunos años después, habiéndose convertido en ¨una persona (…) incapaz de sobrellevar la existencia” (1), consulta con Freud.
Así nos dice que este joven “en su primera infancia estuvo dominado por una grave perturbación neurótica que se inició poco antes de cumplir los 4 años”. Se trata de una zoofobia y allí agrega que sólo se ocupará de esta neurosis infantil y va directo al relato del origen de esa fobia.
Sabemos por Lacan que la fobia es la más radical de las neurosis (2). Radical en el sentido de punto extremo de la estructura, pero también en el sentido de raíz estructural. La fobia es una plataforma giratoria que puede virar a la neurosis histérica u obsesiva, pero también puede presentarse como un cuadro renegatorio que podría hacer confundir con una perversión y aún sin serla, por el gran deterioro que a veces presenta, también podría confundirse con una psicosis.
Pero la fobia no es una psicosis a pesar de su relación inestable al inconciente. Recordamos que en el seminario XI, Lacan define al Inconciente como la hiancia que conecta la neurosis con un Real. Se pregunta en ese mismo seminario qué sucede con esa hiancia una vez curada la neurosis al final de un análisis (3). Vemos entonces que entre el origen y el fin de la neurosis, tiene que haber algo en común. Digamos sólo a modo de adelanto, que ese origen y ese fin, son una falla en la estructura.
Podríamos decir que de una neurosis se sale por el mismo lugar por el que se entró, es decir: por el mismo lugar por el que se constituyó esa neurosis. Entre la entrada y la salida, la única diferencia es el recorrido, es decir: la construcción que el análisis pueda propiciar señalando la diferencia irreductible entre una neurosis de destino y la responsabilidad del sujeto en el goce que le compete.
A su vez, si el inconciente nos muestra la hiancia por donde la neurosis empalma con un real, el único acceso a lo real del que disponemos, es el fantasma. Esa es la puerta de entrada y es también la de salida.
Freud se dirige a la raíz de la neurosis, encontrándose con el fantasma y de allí va a la raíz de ese fantasma tratando de reconstruir la escena primordial. Pero con qué se encuentra? Se encuentra con algo que lo hace vacilar. Freud, que no ceja en ir detrás de la verdad, vacila ante lo que encuentra: la escena primordial ¿es lo realmente acontecido o un simple velo de otra cosa? Freud no duda en dejarla indeterminada (4).
Volvamos al comienzo del caso: se trata de un joven que desencadena una violenta neurosis a partir de la contracción de una gonorrea.
Esa gonorrea la contrae al tener relaciones sexuales con una muchacha de la que se enamora compulsivamente. Esta compulsión, que tiene un claro carácter erótico e irreprimible, tiene cierta relación con la compulsión que Freud encuentra cuando analiza el fantasma “Pegan a un niño”. Allí nos dice que “A esta fantasía (un niño es pegado), se anudan sentimientos placenteros (…). En el ápice de la situación representada se abre paso casi regularmente una satisfacción onanista (…), al comienzo por la propia voluntad de la persona, pero luego también con carácter compulsivo y a pesar de su empeño contrarío (5).”
Lo que Freud descubre es lo común entre Pegan a un niño y la escena primordial del Hombre de los lobos: Una fantasía (un niño es pegado) o un sueño (el de los Lobos), tienen los mismos efectos que un estímulo real sobre la conducta del sujeto. Se trata tanto en un caso como en el otro de los determinantes de la conducta del sujeto que con Lacan llamamos fantasma. Esta determinación fantasmática regula los lazos que el sujeto establece con los semejantes y su particular modalidad de goce.
Pero ¿porqué una fantasía de castigo o una escena que presentifica la castración serían el desencadenante tanto de un horror paralizante como de una compulsión erótica irreprimible? Tanto Pegan a un niño como la representación de la temida escena primordial del H de los L desencadenan tanto el horror que determina la represión, como una respuesta erótica compulsiva de la que el sujeto no encuentra ninguna explicación.
Cuando digo compulsión irreprimible hablo de un goce sobre el que no se tiene el más mínimo gobierno, y Lacan en su seminario sobre el Hombre de los Lobos nos dice que el conflicto, se desarrolla entre una exigencia libidinal hiperintensa y un narcisismo que no la soporta.
Nuestro joven paciente se enamora repentina y compulsivamente de una muchacha campesina. No tiene ningún problema en confesar la premisa de la degradación del objeto femenino como condición de goce. Sin embargo, lo que sorprende a Freud es que se resista a decir el nombre de la joven.
¿Cómo descubre Freud las razones de esta resistencia?
Cuando el paciente consulta a Freud, le cuenta un recuerdo especialmente enigmático de su infancia: “Perseguía una bella mariposa, grande, veteada de amarillo” (…) “de pronto -nos dice Freud- cuando la mariposa se hubo posado sobre una flor, lo sobrecogió una terrible angustia ante el animal y salió disparando dando gritos”.
Freud no duda en ir a buscar en esa crisis de angustia la raíz de la neurosis.
En primer lugar le llama la atención que en ruso mariposa se dice “Bábushka” que significa “mamita”. Pero el enigma comienza a aclararse con un sueño:”He soñado que un hombre arranca las alas de una Espe”. Freud interpreta “Espe” como un fallido de “Wespe” (avispa) pero el H de los L dice que “Espe” remite a SP que son las iniciales de su nombre y apellido.
Freud no duda en interpretar: “Espe es una Wespe…mutilada”
La Wespe tiene un vientre veteado de amarillo. Surge otra asociación: un galpón de la primera finca en la que vivió, en donde se guardaba la fruta y entre ellas una clase de peras veteadas de amarillo.
El paciente dice que su primera niñera se llamaba igual que su madre pero luego se da cuenta que es un error. Al recordar el galpón, las frutas y las peras concluye que “pera en ruso se dice “Grusha”. Grusha resulta ser el verdadero nombre de esa primera niñera. Está claro –dice Freud- que tras el recuerdo encubridor de la mariposa se ocultaba la memoria de la niñera que lo cuidaba a sus 2 años (6).
Es allí que el H de los L produce el siguiente recuerdo: Grusha arrodillada en el suelo y vista desde atrás. Y entonces Freud produce la siguiente construcción sin ningún forzamiento: “Cuando vio a la muchacha de bruces sobre el piso, ocupada en fregarlo, arrodillada, las nalgas tendidas hacia adelante (…) reencontró en ella la posición que había adoptado la madre en la escena del coito".
Es recién allí que el H de los L puede decir el nombre de la muchacha campesina de la que se enamoró compulsivamente a los 18 años: Matrona.
El goce se revela como incestuoso y el sujeto puede decidir…pero al precio de una pérdida de goce.
Y entonces, tras plantear esta construcción con la primer niñera Grusha, como equivalente a la escena realmente acontecida, Freud vacila y se pregunta cuál es la realidad de ese acontecimiento. ¿Realmente sucedió? ¿o se trata de una resignificación del pasado por algo sucedido luego? Y dice: “Me gustaría mucho saber si la escena primordial fue en mi paciente fantasía o vivencia real” “pero es preciso decir que en verdad no es muy importante decidirlo”.
En “Pegan a un niño” Freud dice que la fase 3ª es la confesada, esto permite inferir una primera fase y finalmente la fase intermedia. Ésta es la más grávida en consecuencias aunque nunca se recuerda, no aconteció, nunca tuvo existencia real. Aquí es donde la escena primordial del Hombre de los L que construye Freud, pudo perfectamente nunca haber existido. La fase de la fantasía “Pegan a un niño” que se construye en el análisis es “mi padre me pega”. Allí Freud se desprende de la veracidad de la frase y ubica al Inconciente como lo “no nacido”. Es un “no nacido” cuyo estatuto cobra todo su peso en la construcción analítica. A partir de allí la construcción funda la estructura del sujeto porque dándole un sentido permite ubicar los determinantes de un goce que desprendido de su opacidad, el sujeto puede optar por dejar de sostener. La construcción del fantasma revela las líneas de quiebre por donde el objeto, como un gran bloque de hielo, se desprende del ser. De esa juntura abierta puede entonces emerger el sujeto.
¿Por qué esa línea de quiebre debe ser construida en todo análisis? Si el fantasma es la respuesta a la pregunta ¿qué quiere el Otro?, “mi padre me pega” responde más por el “me” de la frase que por el resto de la estructura gramatical (7). Es al me pega, me goza, me ama al que está adherido el goce masoquista. Posición de ser “el elegido” que tan bien revela el caso del Hombre de los Lobos (8).
El fantasma ubica al sujeto que “se hace ser” objeto en el fantasma.
Se trata para el H de los L de recibir el falo del padre sin el cual no podría asumir ninguna posición viril, pero también de una posición masoquista bajo la forma de una marca (de esto habla el azote de Pegan a un niño). Falo que es constituyentes del sujeto a la vez que marca de un goce. El caso del H de los L nos enseña que no hay otro modo de entrar a la estructura que en posición de objeto, pero el goce que queda adherido a esa posición, muestra de manera dramática que el fantasma denuncia la falla incurable de toda función paterna.
Gustavo Szereszewski. Escuela Freudiana de Buenos Aires, Octubre 2008.
NOTAS
(1) De aquí en más todas las referencias del historial fueron extraídas de Freud S. “De la historia de una neurosis infantil”. Amorrortu Ed. Vol. XVII
(2) “Pero basta que ustedes dirijan su mirada hacia la forma más radical de la neurosis, la fobia, alrededor de la cual gira todo ese discurso de Freud, para ver que ella no puede definirse de otro modo que por esto, que ella está hecha para sostener la relación con el deseo bajo la forma de la angustia.” Lacan J. Seminario VIII. 1960-1961. La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas. Clase 25 La angustia en su relación con el deseo. Sesión del 14 de Junio de 1961. Traducción de Ricardo Rodríguez Ponte (el subrayado en negrita es mío)
(3)“Pues el inconsciente nos muestra la hiancia por donde la neurosis se conecta con algo real, real que muy bien puede no estar determinado.
En esa hiancia ocurre algo. Taponada esa hiancia, ¿queda curada la neurosis? Después de todo, la pregunta siempre permanece abierta. Tan solo, la neurosis deviene otra, a veces simple lisiadura, cicatriz, como dice Freud; no cicatriz de la neurosis, sino del inconsciente.” Lacan J. Seminario XI. Los Cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Clase 2. El Inconciente freudiano y el nuestro.
(4) Esta vacilación freudiana de ningún modo es signo de debilidad o cobardía: tiene todo el valor del encuentro con lo real. A Freud le interesa más la verificación de la construcción por los efectos que produce dicha construcción, que la veracidad histórica de los hechos.
(5) Freud, S. «Pegan a un niño». Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales. (1919). Amorrortu Ed. Vol. 17.
(6) Aún antes de que conociera a la Aya
(7) Hallazgo que le debo a Miriam Bercovich.
(8) La “conexión” entre el fantasma del Hombre de los Lobos y el fantasma construido por Freud en el artículo “Pegan a un niño” está sostenida en dos párrafos “De la historia de una neurosis infantil”:
“Es muy digno de tenerse en cuenta que en el recuerdo del paciente emergieran también fantasías simultáneas de tipo muy diverso; su contenido: unos muchachos eran castigados y azotados; en particular, les pegaban en el pene; y es fácil colegir a quién servían estos objetos anónimos como chivo expiatorio, a partir de otras fantasías que pintaban cómo el sucesor del trono era encerrado en una habitación y azotado. El sucesor del trono era sin duda eI mismo; por tanto, el sadismo se había vuelto hacía la persona propia en la fantasía, dando un vuelco hacia el masoquismo. El detalle de que precisamente el miembro sexual recibiera el castigo permite deducir que en esa trasmudación ya participaba un sentimiento de culpa referido al onanismo. “ Freud S. “De la historia de una neurosis infantil”. Amorrortu Ed. Vol. XVII. Pag. 25.
“Ahora caemos en la cuenta de que en este punto de la exposición tenemos que cambiar nuestra terminología. En el curso del sueño había alcanzado una nueva fase de su organización sexual. Hasta ese momento los opuestos sexuales eran para él activo y pasivo. Desde la seducción, su meta sexual era pasiva: ser tocado en los genitales; luego se tornó, por regresión al estadio anterior de la organización sádico-anal, en la meta masoquista de recibir un correctivo, de ser castigado. Le era indiferente que esa meta se alcanzase en el varón o en la mujer. Sin miramiento alguno por la diferencia de sexo había migrado de la ñaña al padre, pidiendo de aquella ser tocado en el miembro, y queriendo provocar el correctivo de aquel. En esto no contaban los genitales; en la fantasía de ser azotado en el pene se exteriorizaba aún la conexión ocultada por la regresión. Entonces la activación de la escena primordial en el sueño lo devolvió a la organización genital. Descubrió la vagina y el significado biológico de masculino y femenino. Ahora comprendió que activo equivalía a masculino, y pasivo a femenino. Así, su meta sexual pasiva no podía menos que mudarse en una meta femenina, cobrar esta expresión: «ser poseído sexualmente por el padre», en vez de «ser azotado por él en los genitales o en la cola». Pues bien, esta meta femenina cayó bajo la represión y se vio precisada a dejarse sustituir por la angustia ante el lobo. Freud S. “De la historia de una neurosis infantil”. Amorrortu Ed. Vol. XVII. Pag.45