LA MUSICA, LASIGNIFICANCIA Y EL GOCE. Eduardo Said

Tiempo de Lectura: 9 min.

El título, ”La música, la significancia y el goce”, sintetiza las cuestiones centrales a las que el texto se dirige. Se trata de interrogar las vías de la “apropiación” de la angustia en su certeza. De la relación a una dimensión de la falta distinta a la falta fálica.

¿Qué llamado produce la música? ¿Qué relación guarda el cuerpo, su goce, con la música, la danza, la voz? ¿Por qué son las mujeres las primeras en salir a bailar?

Trataré de inscribir estas preguntas en relación a tres citas del Seminario de Lacan.

Parto de una afirmación del Seminario 10: “Actuar es arrancarle a la angustia su certeza. Actuar es operar una transferencia de angustia”. La fórmula presenta no pocas complicaciones. Certeza no es certidumbre. No implica la adjudicación de valor de verdadero o falso.

Si la angustia es certeza lo es de la inexistencia del Otro vivida como ausencia de ser. Ante ese punto de caducidad del Otro, el acto presentifica la certeza de ser, en tanto des-ser.

Cuando Lacan afirma que Freud asienta su certeza en la duda y en ello es cartesiano, apunta a la convicción de Freud que la duda señala la hiancia, abertura causal de lo inconsciente. Apunta la certeza en relación a lo real del deseo.

Segunda cita. Del Seminario 22, “¿Qué es la angustia?. Es lo que, del interior del cuerpo, ex–siste cuando algo lo despierta, lo atormenta. Vean el pequeño Hans, si se precipita en la fobia, es para dar cuerpo al embarazo que tiene del falo, de ese goce fálico venido a asociarse a su cuerpo”.

Lacan parece volver sobre la primer teorización freudiana, la angustia como libido transformada, como lo que ex–siste al interior del cuerpo cuando es abrumado por el goce fálico.

Y tercer cita de Lacan. Del Seminario 20, “no puede resultar ambiguo que al ser tal como se sostiene en la tradición filosófica, es decir, el que se asienta en el pensar mismo cuyo correlato supuestamente es, oponga yo que somos juguetes del goce” “Hay goce del ser” “el ser que opongo a esto es el ser de la significancia. Y no veo en qué desmerece de los ideales del materialismo el reconocer del ser de la significancia en el goce, el goce del cuerpo”.

Opone al ser del pensamiento, el ser del goce de la significancia. No se trata de disyunción y paralelismo de pensamiento y cuerpo, sino del goce del cuerpo en la significancia.

Me autorizo a deducir:

Arrancarle a la angustia su certeza es ir más allá del goce fálico. El acto operando una transmutación de goce: del goce fálico que atormenta al tomar su versión fantasmática, a otro goce, goce de la significancia. Y allí la música como posibilidad de recupero de ese otro goce.

En esa propuesta de lectura deslizo una afirmación: el exceso en el cuerpo de goce fálico, produce efecto por su ligadura fantasmática. Referencia que indica un camino posiblemente ineludible en el acceso a otro goce: el atravesamiento o al menos la conmoción y movimiento del fantasma.

¿Cómo definir significancia?

Entendemos que la noción de significancia se formaliza en el matema de Lacan: S(/A) Significante del Otro barrado, que pone en juego una dimensión de la falta que no es falta fálica.

Vale articular significancia a la cicatriz que anuda lo real del deseo, a lo que “no cesa de no escribirse”; aquello que Freud designa como el “ombligo del sueño”. Afirmación de Lacan en la respuesta a Marcel Ritter.

Me conviene utilizar una referencia a Slavoj Zizek (1). Si bien el no alude explícitamente a la significancia, se deja inferir: “la música se sitúa en el punto de entrecruzamiento entre la naturaleza y la cultura, ella se apodera de nosotros como si estuviera “en lo real”, mucho más directamente que la significación de las palabras”.

En esa misma dirección Alain Didier Weill (2) se interroga:

“¿Cómo volver a encontrar la parte del lenguaje que precede al significado y que sería esa simple significancia simbolizada por eso que tiene de inesperado la música, que da sentido sin ningún proyecto, ni ideología?”

La cuestión nos introduce de lleno en una de las especies del objeto: la voz

La voz humana, en tanto vehiculizada en la lengua materna, habilita a la combinatoria de funciones vía vocales como plano de la continuidad y vía consonantes que operan el corte y la discontinuidad.

La música, la danza, el canto, aún la poesía, nos sitúan en el recupero de lo continuo ulterior al corte. Son allí alternativa de recupero de goce.

Cuando suena la música se produce o puede producirse, una metamorfosis. De una subjetivación dominante construida desde una posición paranoide en torno al semejante, cuidadosa de los límites en los que a su vez queda impedido; a un dejarse habitar por la música, como estilo de afirmación primordial. Reedición de un “si” (behajung) a un llamado.

Rescate de certeza en el muro de las incertidumbres del lenguaje. Dejarse habitar por la música aproxima a una particular forma de pasivización, de feminización.

Bailar, soltar el cuerpo a los efectos de la música-voz, opera una certeza. Instante en que cesa la posición de búsqueda de confirmación-reconocimiento, mandando-demandando, aún mendigando.

Opera una fugaz caducidad del Otro, para el caso no angustiosa. Paradojal caducidad que no excluye la convicción que restituye la creencia: “Dios” puede habitar esa música, esa voz.

El dios Dionisos llega a los alrededores de la ciudad griega, toca la flauta y las mujeres sin distinción, son presas de un intenso frenesí, de un estado de posesión. Escena que reencontramos hoy en cada situación social donde la música se hace presente. Son las mujeres las primeras en dejarse tomar por la música y la danza, tironeando de algún semblante viril ajustado por los límites de su lógica. Si esto se repite desde la Grecia antigua al presente, es porque denota un hecho de estructura en relación a las distribuciones entre los sexos y sus paradojas lógicas. Los celos masculinos, suelen leer esta captura por la música y la danza, como falta fálica, cosa de brujas y de excesos sexuales. Es difícil para los hombres concebir que las mujeres tuvieran otra falta que el falo.

La música, la danza, no necesariamente rompe o complementa el orden del logos, lo suplementa. En eso puede ser goce suplementario. Introduce la dimensión de lo ilimitado en el límite de la ley, la música en la palabra.

Dice Weill: “La voz materna es el medio a través del cual se trasmite esta voz musical. Antes de la percepción de las palabras y de los fonemas, el niño percibe la lengua hecha de música”. La voz, el arrullo materno, si lo hubo, posibilita una relación con el goce más allá del falo. Un recupero de goce en relación a un simple intervalo de sentido.

La idea de punto de capitón importa la ligadura entre significante y significado, implica la significación fálica. “Antes”, en lo que lógicamente puede situarse en anterioridad, hay pura significancia sin sentido, intersección primordial entre lo real y lo simbólico, antes del plano de lo imaginario que introduce el significado. Queda a interrogar otro plano de la articulación a lo imaginario que anuda esas primarias intersecciones. La represión originaria siempre incompleta - no todo entra en el registro del Otro- , deja un brote de lo ilimitado, de lo continuo, que habilita a un retorno, a una vuelta al origen que no alcanza a tocarlo.

Si la sexuación es función fálica, es segunda en relación a la significancia. Segunda no es menos importante. Es desde la castración que se define un tiempo lógico que allí recién resulta anterior. La sexuación toma pregnancia fantasmática. La significación fálica se anuda en el fantasma. Las distribuciones en la comedia de los sexos encuentran en ello la traducción de una lógica en escena. Escena que organiza y a la vez coagula y limita el campo del deseo.

Situarse en relación a la significancia es ir más allá del fantasma, es su puntual atravesamiento. La angustia se presenta cuando se avanza más allá del fantasma, hacia la significancia, hacia la falta “otra” que la falta fálica.

Dice el saber popular que “la música calma a las fieras”. Para el animal hablante es una vía de “arrancarle a la angustia su certeza”.

Eduardo Said. Publicado en Psyche Navegante Nº 10 (1998).

NOTAS:

(1) Slavoj Zizek – La voz en la diferencia sexual – Colección Orientación Lacaniana - 1997

(2) Alain Didier Weill – Freud: relación con el judaismo, el cristianismo y el helenismo – Homo Sapiens 1998