“QUE SEPA ABRIR LA PUERTA PARA IR A JUGAR”. Liliana Paula Cohen

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Desarrollaré algunas puntuaciones concernientes al juego de los niños en la transferencia.

Digamos en primer lugar que: "El psicoanálisis se trata de articular en cada ocasión lo particular de una verdad".

Ahora bien según el concepto de "niño" con el que un analista aborde su clínica, devendrá de allí una determinada dirección de la cura.

Con Lacan proponemos que ‘niño’ es un significante que tiene un lugar entre otros significantes.

"Esta frase ha sido iniciada ya antes del nacimiento. El discurso estaba ahí desde el principio aunque fuese en su presencia impersonal".

Ahora bien, a un niño en análisis también se lo convoca a decir necedades pero éstas circulan por vías específicas al tiempo de la estructura estructurándose.

Vale decir, que en los tiempos instituyentes de la subjetividad, el trabajo de análisis transita por la vía del juego y el dibujo, además de la de las palabras.

Cuando un niño juega con soldaditos, son éstos los que hablan. Un niño soporta en su juego un decir que aún no puede hablar.

Hacen falta los pequeños objetos puesto que el niño demanda una apoyatura en lo real para poder desplegar su juego, juego que se trata de una ficción en lo real.

Los tiempos instituyentes conciernen a dos vías heterogéneas, la de la constitución del sujeto y la del objeto, la primera es del orden de lo simbólico, y la segunda concierne a lo real.

Ahora bien, ¿cómo se posiciona el analista en el juego del analizante?

No se trata de pautar previamente el discurrir lúdico, ni tampoco de aplicar una conceptualización teórica que dé cuenta del juego que se juega, sino que concierne a sostener la escena que se juega.

¿Qué el juego pueda desplegarse produciendo subjetividad y esto por la vía de la construcción de la falta?

¿Podríamos decir también que lo llena de goce al sujeto del deseo?

El juego, eficacia de la función paterna, interpone una mediación, una frontera al goce del Otro.

Entre los efectos que el juego produce, podemos situar la construcción de una red significante, un saber, creando el niño significantes nuevos en la medida que se va apropiando de los significantes que lo marcaron.

Freud lo dice así: Recrea su realidad, inscribe el mundo en un nuevo orden.

Por otra parte por la vía de la metáfora paterna se abre a la dimensión del equívoco, y se despliega la cuestión de la verosimilitud.

En "Subversión del sujeto" podemos leer: "Es la metáfora en cuanto que en ella se constituye la atribución primera, la que promulga: el perro hace miau, el gato hace guau, con lo cual el niño desconectando a la cosa de su grito eleva el signo a la función del significante y por medio del desprecio de la verosimilitud abre a la diversidad de las objetivaciones por verificarse de la misma cosa".

El juego es creación de metáfora, todo niño que juega se comporta como un poeta creándose un mundo propio o más exactamente situando las cosas de su mundo en un orden nuevo grato para él.

Se tramita y simboliza de esta forma la renuncia pulsional. Pasa el niño al deseo propio por la vía del desasimiento de los decires y el goce del Otro.

En esta vertiente me interesa subrayar un deslizamiento resistencial del lado del analista si éste se propone en el lugar de ‘un adulto que sabe’ respecto de alguien que hablaría desde la carencia de recursos y quedaría re-tenido así en una posición imaginaria de Hilflosigkeit, de indefensión.

Ahora bien, la posición del analista concierne al des-ser, no a la consistencia de ser. ¿Se tratará de ofrecer al analizante un marco en el que algo del orden de la falta que posibilite el avance hacia su neurosis, pueda ser inscripto?

Entonces, ¿cuál es el saber-hacer del que se trata en el juego de un niño en transferencia?

En primer lugar concierne a sostener la escena, ¿el analista es testigo de lo que se juega y hace lugar al juego?

Concierne a un espacio imaginario sostenido simbólicamente.

Se trata también de leer un juego y esto sin otorgarle ningún significado establecido desde lo pre-consciente, lo compartido de lo cotidiano.

Las reglas del juego que el niño despliega irán articulándose en la medida que el juego continúe.

Se trata de ‘leer con la oreja’ sin prestarle palabras, para que el niño pueda pasar del lugar de aquel de quién se habla, a aquel que toma la palabra.

El analista se incluye en el juego también, soporta objetos y personajes. Su cuerpo entra en juego como un objeto más. Es el partenaire de lo que en lo real el niño juega, pero interviene, se posiciona desde la terceridad y hace Versagung de su goce y su angustia.

Ahora bien, el análisis con niños introduce en lo real de la transferencia la presencia de los padres. Son ellos quienes generalmente consultan y lo hacen desde el límite de su trama edípica, allí donde ésta hace tope a su función.

Al niño no se lo puede ‘curar’ de la presencia de los padres, se trata de que pueda ubicarse de manera distinta frente a la pregunta por la castración y el deseo del Otro.

Liliana Paula Cohen