FIN DE ANALISIS EN LOS TIEMPOS DE LA INFANCIA. Alba Flesler

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Quisiera comenzar haciendo ocasión de una pregunta para introducir mi tema, hoy. Ella no es sin embargo, una pregunta ocasional. Por el contrario, pareciera ser insistente y legítimamente formulada por todos aquellos psicoanalistas que atienden niños, púberes y adolescentes. He aquí la pregunta:

¿Cuál es el fin del análisis de niños y de adolescentes?

Para precisar la cuestión del fin diferenciaré aquello que el fin implica como finalidad, de lo que conlleva como conclusión. El abordaje de la segunda acepción, requiere a mi entender una puntualización de la primera, que definiendo la finalidad de un psicoanálisis, permita decidir su alcance y por ende delimitar el tiempo de su finalización.

Por lo antedicho desbrozaré el título propuesto en :

- Finalidad del análisis, en los tiempos de la infancia.

- Los tiempos de la infancia.

- El fin del análisis en esos tiempos.

LA FINALIDAD DEL ANÁLISIS EN LOS TIEMPOS DE LA INFANCIA.

¿Cuál ha de ser la finalidad de la intervención analítica en los tiempos de la infancia? Los tiempos de la infancia son especialmente ilustrativos de la estructura de lo humano, pues muestran una estructura cuyo anudamiento va produciendo su dimensión de incompletud, en tiempos. Tiempos que he llamado en otra oportunidad, de escritura. De escriturar la falta (1). Tiempos de escritura de la estructura, tanto del sujeto que en ella se efectúa y reefectúa, como del objeto causa de deseo que en ella se engendra y se reengendra; como del Otro que en ella se produce y reproduce ofreciendo sus formaciones.

Las instancias del tiempo a que me refiero son las de lo real del tiempo, de lo simbólico y de lo imaginario donde cada tiempo de la infancia sólo hallará causa para su promoción a uno siguiente en la recreación escritural de la falta original. Dicha recreación, duelo mediante, (2) ofrece como resultado variaciones de presentación, tanto en la posición del sujeto como en la localización del objeto que orientará su deseo. Pues en cada tiempo se puntualiza una redistribución en el goce, reorientando el deseo.

Desde esa primera instancia en el deseo del Otro, donde el niño halla su primera morada (dit - mansion) (3) hasta el alojamiento para su deseo en el marco fantasmático cuyo broche es resultado de la metamorfosis de la pubertad; la escena de la infancia se realizará recorriendo varias vicisitudes. Pero el destino de las mismas, lejos de desplegarse en un continuum se recorta en discontinuidades, de las cuales quisiera destacar los momentos decisivos de su tránsito, con la intención de resaltar la especificidad del acto analítico acentuando su finalidad de corte. La eficacia de su operación ha de promover que se reanude cada uno de estos tiempos, donde su curso se halle interrumpido, procurando vías al sujeto para relanzar su efectuación.

TIEMPOS DE LA INFANCIA.

¿Cuáles son los tiempos de la infancia? ¿En qué posición se halla el sujeto, el objeto y el Otro en los tiempos de la infancia?

Un primer despertar sexual, despertó al sujeto de un sueño: ser el falo que completa a Otro. El despertar cuya significación metapsicológica es recortada con precisión por Freud (4) reformula la relación del sujeto al goce, poniéndolo de cara nuevamente con su prematuración esencial.

Esta instancia del tiempo permite reconocer un instante de la mirada. Ver la castración en la madre, dice Freud, confronta al sujeto con el primer gran conflicto que el binarismo significante le presenta: ser el falo o tener el falo. De alta densidad imaginaria ambos suponen una pérdida simbólica, pues si lo es no lo tiene y si lo tiene no lo es.

La legitimidad que otorga espacio al avance fálico es solidaria de la prohibición del incesto que priva al Otro de gozar al niño como su falo y traza el perfil del objeto como falta, traspasando de esta manera el dualismo niño-madre fálica. El descubrimiento produce sin embargo eficacia para la construcción fantasmática si la falta que el niño ve es una falta localizada (5), soportada en alguna letra que brinde significación al sujeto más allá del goce materno.

Un niño de 7 años con una notoria inhibición en su avance fálico evidente en su amaneramiento y conductas femeninas, soñaba pesadillezcamente y a repetición, que encontrándose plácidamente recostado en un bosque con lagos, veía aparecer súbitamente a su madre. Con horror, descubría que ella era un esqueleto, él la arrojaba a las aguas despertando sobresaltado.

Este niño no podía siquiera jugar a "ser varón", ni en la escena analítica. Idéntico a sí mismo el significante no cumplía su lógica esencial de funcionar haciendo juego, rebajado a la categoría de signo dejaba detenida la movilidad de la escena lúdica. (6)

Si por el contrario, la represión opera dando vía a la sustitución, se iniciará un tiempo para comprender, de predominio simbólico. El tránsito de un tiempo a otro se realizará en un pasaje que irá desde el encuentro con lo nuevo, real propio del despertar, con el desajuste que desata, a su asimilación a la estructura en un proceso de delimitación de ese real.

La sucesión propia de este tiempo llamada latencia, lejos de suspender la sexualidad, late en un tiempo altamente simbólico donde se juegan las reglas que pautan o regulan la relación al goce. Pues es la legalidad del tiempo anterior asentado en la prohibición paterna del incesto, que promoviendo la regulación del goce para el sujeto fuera de la madre, da entrada a la latencia, donde la sexualidad permanecerá latiendo. Lejos de ser, de esta manera, un tiempo suspendido a la improductividad de la espera, se sostiene de un proceso de reescritura de la represión en el que se dialectizan el saber y la falta de saber, promoviendo una ganancia, el aprendizaje de la lectoescritura que es solidaria en sus vicisitudes de la eficacia o falla de la operación precedente.(7)

Inhibiciones, síntomas y angustias de este tiempo son reveladores de los goces que estancados en el cuerpo impiden la curiosidad necesaria que guía la búsqueda del saber en el proceso de aprendizaje.

En su transcurso cambia el juego y la escena lúdica cede paso al ensueño donde la escena halla su despliegue en un cambio de punto de vista. El niño que antes no ocultaba sus juegos ahora se ve jugando en la escena que ya su vergüenza le impide revelar. (8)

Tanto en la escena del juego como en la del ensueño, se entrama el destiempo en que se efectúa la subjetivación de lo real.

Será la pubertad por su parte, el momento de concluir. Momento precipitante de la estructura, la adolescencia se caracterizará por la búsqueda del objeto en la alteridad (9), por la identificación a los ideales de su sexo (el S halla su trazo en el Ideal), es decir la definición de la identidad sexual y el desasimiento de la autoridad paternal, si la ley ha funcionado. Sus efectos se leerán en el nudo del cuerpo: en el cuerpo real pulsional, en el cuerpo imaginario del narcisismo y en el cuerpo simbólico del lenguaje. Sus avatares entraman la relación con los otros, el grupo de pares y la pertenencia a él, con lo que la misma conlleva de salida a la exogamia. También la relación a la autoridad, es decir, la vertiente de la ley para el Otro.

Las presentaciones de su transcurrir ponen de manifiesto este predominio de lo real, tanto en la urgencia con que el sujeto busca respuestas como en la puesta en escena, actings, de aquello que escapa a la palabra dejando al sujeto expuesto por la ausencia del límite en lo simbólico ante la presencia del límite real. (el pasaje al acto). (10)

EL FIN DEL ANÁLISIS.

El psicoanálisis que fue creado para el tratamiento de neuróticos adultos y para ellos pensó su dispositivo no resulta extensible sin más, a los tiempos de la infancia.

Esto no impide sin embargo considerar su abordaje desde el psicoanálisis.

Atendiendo a lo incumplido de la constitución es posible psicoanalizarlos sin desconocer que aún no ha precipitado su fantasma definitivo. Esto decide en la intervención del analista la prisa por procurar al sujeto la conformación fantasmática para el sostén de su deseo apresurando en esta puntualidad, el fin. Fin que difiere entonces notablemente del de un adulto.

El sujeto, el objeto y el Otro no tienen edad pero sí tienen tiempos por eso no hay analistas de niños, ni de adolescentes pero sí hay especificidad del acto analítico. Diferentes intervenciones según los tiempos de escritura del sujeto y del Otro en la estructura.

En esto se diferencia analizar a un niño o a un adulto. El carácter temporal y espacial plantea distinciones en el terreno del acto analítico que requieren establecer las condiciones posibles para su realización.

Especificidad de una clínica que reconocedora de los tiempos del sujeto, lejos de acomodarlo al contexto habitual ubica en el centro de la eficacia del acto analítico al sujeto e interviene descoagulando cualquier sentido que detenga su efectuación. El oficio del analista se halla en oficiar este viraje.

A diferencia del análisis de un neurótico adulto en que se trata de atravesar el fantasma, en los tiempos de la infancia se intentará propender a constituir un fantasma que sostenga el deseo y permita una regulación de las relaciones del sujeto con el goce. Niños, púberes o adolescentes tienden a plantear una despedida del análisis cuando sienten que por la vía del fantasma sostienen su deseo y que alcanzan en cierta medida una posible realización del mismo.

Para concluir, quisiera cerrar este texto abriendo junto a una nueva pregunta, una apuesta.

La eficacia del análisis de niños; ¿Su alcance está referido sólo a la descristalización de un goce o el encuentro con un analista deja alguna impronta distintiva en la estructura?

Mi experiencia de recibir adolescentes o adultos que pasaron por un análisis en la infancia, me hace presumir una posición del sujeto diferente tanto en relación al saber como a la falta.

Sus ganancias más evidentes son el apronte del sujeto al análisis y una diferente articulación del saber a la verdad.

La fobia a los colectivos había desplegado en el análisis los significantes reorientadores de un espacio para el sujeto. Pasando por el hecho de decir que; en los colectivos no quería ir porque allí "estaban unos sobre otros", entonces "no se sabía quién era quién" y también circunscribir que cuando iba en el auto de papá temía que un colectivo se le viniera "encima", al mismo tiempo que su mamá mientras manejaba el papá, cerraba los ojos y la tomaba fuertemente de la mano.

Al lograr cerrar la puerta de su cuarto, cuando habitualmente sus padres dejaban todas las puertas abiertas, llegó un tiempo de conclusión donde ya no tenía miedos. Con aire canchero, hizo este dibujo de una pareja teniendo relaciones sexuales en una carpa donde dibuja al hombre arriba, la mujer abajo con las piernas- puerta cerrada; dibujo de despedida y se fue.

Diez años después me consulta con angustia manifestando una franca insatisfacción en su relación amorosa con un varón, pues le ocurre reiteradamente que el entusiasmo del comienzo rápidamente se pierde, cuando el muchacho "se le viene abajo".

El soltarse del cuerpo materno se operó en los tiempos de la infancia (11) por la vía de una identificación histérica que hoy reclama una nueva redistribución de goce. El sujeto se halla disponible para reescribir su escisión disponiendo del recurso que la pregunta le brinda para interrogar el saber en lo atinente a la verdad.

Alba Flesler. Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis. Brasil, Bahía; 1997.

NOTAS:

(1) Los tiempos de escritura de la falta en su relación al trabajo de duelo son retomados del texto "El Duelo de los Niños". Cuadernos Sigmund Freud Nº 19 de la EFBA.

(2) Ídem.

(3) En las clases del 19-12-72 y 9-1-73 en su Seminario XX, Lacan hace un juego homofónico y ortográfico entre dimension (dimensión) y dit-mansion (dicho - mansión) refiriéndose a la cuestión de la función del lenguaje y a la articulación diferencial entre lo escrito y el significante.

(4) La puntualidad del "despertar" y sus efectos de conmoción imaginaria, son distinguibles en la metapsicología freudiana del "estar despierto" como recuperación de la representación del mundo.

(5) La eficacia que conlleva la localización de la falta para la orientación del deseo ha sido desarrollada en las clases del Seminario "Alcances y Límites de los Análisis: Tiempos posibles de escritura", dictado junto a Analía Meghdessian en 1994. Publicación: Fichas de la EFBA.

(6) La vertiente del juego y su función es retomada del texto "Jugar de niños", publicado en Cuadernos Sigmund Freud Nº 17 de la EFBA.

(7) En el texto precedente se menciona un recorte clínico que puntúa la cuestión del aprendizaje de la escritura y su relación al cuerpo.

(8) En "El creador literario y el fantaseo" Freud sitúa los momentos de pasaje de una escena a otra .

(9)La redistribución en el goce que reclama la adolescencia ha sido tratado extensamente por Silvia Amigo en su libro "De la Práctica Analítica, Escrituras". Ricardo Vergara, Ediciones.

(10) Para abordar la cuestión de lo real en la clínica es sumamente esclarecedor el libro de Isidoro Vegh: "Las intervenciones del analista" de Acme Agalma Editorial.

(11) Los tiempos de la infancia hacen contrapunto con el tiempo de "lo infantil", producto de la conclusión de los anteriores. Esta diferencia es, a veces confusa en la producción freudiana.