Era un niño que soñaba / un caballo de cartón. / Abrió los ojos el niño / y el caballito no vio. / Con un caballito blanco / el niño volvió a soñar; / y por la crin lo cogía_ / ¡Ahora no te escaparás! / Apenas lo hubo cogido, / el niño se despertó. / Tenía el puño cerrado, / ¡El caballito voló! / Quedóse el niño muy serio / pensando que no es verdad / un caballito soñado. / Y ya no volvió a soñar. / Pero el niño se hizo mozo / y el mozo tuvo un amor, / y a su amada le decía: / ¿Tú eres de verdad o no? / Cuando el mozo se hizo viejo / pensaba: Todo es soñar, / el caballito soñado / y el caballo de verdad. / Y cuando vino la muerte, / el viejo a su corazón / preguntaba: ¿Tú eres sueño? / ¡Quién sabe si despertó! (Antonio Machado - Parábolas)
Los problemas del psicoanálisis de niños no son intrínsecos a él. Invitan más bien a reinterrogar por lo real que a la clínica presentan, la conceptualización del psicoanálisis en el que se inscribe su práctica.
El abordaje clínico en los tiempos constitutivos de la estructura permite extraer algunas consideraciones de las marchas y contramarchas de los mismos. También acercar una lectura sobre los detenimientos y causas de su efectuación.
El tramo de la infancia a la pubertad cuyo curso normativo se ve poblado regularmente de inhibiciones, síntomas y angustias, puede vehiculizar también en argumentos melancólicos los destinos de las operaciones incumplidas de la castración.
El sujeto se constituye como efecto de su relación al Otro, en tanto los avatares de esa dialéctica lanzan como producto el objeto de una falta. Su destino humano, lejos de unificarse del niño al latente y del púber al adulto, llevará impresa una falta de unidad, la cual posibilitará para él, el acceso al deseo al precio de la escisión.
Desde el primer desprendimiento que la marca fálica promueve separando del cuerpo del Otro al niño como objeto de su goce, pasando por uno y otro despertar sexual de la infancia a la pubertad, las operaciones necesarias para ese pasaje guardan un ordenamiento temporal, cuya realización es contingente.
La significación al sujeto que es solidaria de la metaforización que le permite el significante fálico al goce del Otro, reclama la recreación sucesiva de una operación de separación que puede no realizarse y que se produce más que entre el niño y la madre, separando al sujeto de algo de él mismo y abriendo así un pasaje del ser a la existencia.1
Desde la primera sustitución del goce, pasando por la dialéctica fálica entre el ser y el tener, el aprendizaje de la escritura con la regulación del goce que implica en la latencia hasta la enmarcación fantasmática en la pubertad; con cada partición del sujeto y el objeto, se reanudará el movimiento.
Las vías de posibilidad en una estructura que reclama de la falta para la realización de sus actos, guardan estrecho vínculo, con un trabajo de duelo, trabajo de escriturar la falta. (Tal como decimos que una escritura es la que permite tomar posesión de una propiedad).
Si lo infantil no coincide con la infancia, la producción de la neurosis infantil es solidaria de una disyunción entre la verdad de la infancia y el saber de lo infantil.
El efecto de ese pasaje será la historización subjetiva donde el ser discurra en metáfora sin cristalizar en lo actual de la infancia, en que un goce aún no ha sido suspendido al goce del discurso. Lo presente es la presencia de ese goce en su valor de actual, más que de actualización.
La infancia dejará de ser lo actual cuando se historice es decir, se actualice metafóricamente perdiendo así su atemporalidad que inmortaliza al sujeto coagulándolo al goce de un Uno, único sentido.
Para ello un duelo será necesario, sin que su realización sea, más que posible en la escritura o inscripción de lo imposible.
Diferentes movimientos requerirán de un duelo en los tiempos de escritura de la falta de objeto en la infancia, haciendo más allá de la pubertad y si de un análisis se trata al fin, la experiencia de la inexistencia del Otro.
Los pasos de pasaje y tránsito de la infancia a lo infantil rechazan un orden natural en coalición constante con lo humano y requieren un trabajo. Trabajo productor de un duelo, de cuyas irregularidades dan prueba, las regulares presentaciones melancólicas donde el objeto brilla por su sombra en que cristalizan los goces coagulados impidiendo el crecimiento.
Los tiempos de escritura de la falta son solidarios de un duelo por el objeto, en el que se idealiza la procuración de un goce inefable.
Sin embargo la condición de progreso en el ordenamiento del acceso al goce permite situar algunas vertientes del duelo tanto para la estructura de lo humano en sus tiempos de realización, como para circunscribir la concepción del fin del análisis que anima el acto analítico en la dirección de la cura una vez traspasada la pubertad.
Son tres las vertientes del duelo de los niños que quisiera tomar, para desplegar el sesgo mencionado.
Duelo de los niños:
-Duelo de ellos, de los niños por la tarea que los caminos de la subjetividad les reclamarán.
-Duelo por los niños, que del lado del Otro permita hacer de la falta de falo, marca de una pérdida. El precio y pago de la inscripción de su deuda como sujeto, le posibilitará o no soportar su acto.
-Duelo de los niños del psicoanálisis, para los analistas que desprendiendo el sentido que el padre del psicoanálisis dio al niño dan su pase a lo real, que la clínica en la infancia presenta.
Otra manera de nombrarlo sería: el duelo del Otro, el duelo del sujeto y el duelo de los analistas.
Los dos primeros apuntan a localizar los tiempos de escritura necesarios a la constitución de la estructura: tiempos de producción del sujeto, del objeto y del Otro.
El tercero se dirige a reinterrogar la concepción de la cura que anima la conducción de los análisis hasta su fin en nuestra actualidad, despejando algunos de los obstáculos que se desgajan cuando se localizan los ideales que esta concepción conlleva.
El duelo del Otro.
La entrada del sujeto en la estructura se produce por la puerta que se abre en el Otro con "la feliz espera".
Antesala de su montaje en el mundo, la escena por la que ingresa el sujeto aún antes de nacer muestra en el mejor de los casos ya su desajuste, cuando en el deseo de la madre se alberga la significación fálica. El idílico tiempo del embarazo muestra los efectos de la estructura, tanto en la cobertura imaginaria que una madre dona al real que porta llamándolo bebé, como en los fantasmas ineludibles que pueblan la pregunta por si "estará enterito" o "le faltará alguna parte".
"El narcisismo de los padres" pondrá en equivalencia al niño con el falo dándole a su "majesty the baby", el trono necesario al cumplimiento de un tiempo de la estructura.
La ganancia del acceso al "nuevo acto psíquico" que el narcisismo en los tiempos de producción de la imaginario conlleva, capitaliza para el sujeto una reserva no despreciable a la hora del futuro encuentro con lo real.
Su producción ofrece un velo como efecto de la operación de represión donde un goce ha sido ya apartado. Sin embargo desde las primeras manifestaciones el sujeto presenta "perturbadoras costumbres", como me gusta repetir parafraseando a Freud cuando habla de su famoso nietito.3
Perturba el campo del Otro poniendo a distancia su ser del falo, reclamando al Otro que "no confunda el estatuto de la demanda".4 Arroja los juguetes donde es difícil hallarlos, conserva el trapo sucio y deshilachado para dormirse, come de más o de menos, hiere en cada ganancia subjetiva al niño-falo del Otro.
La pérdida del sentido único que un niño tiene en su economía libidinal, será la condición que se le presente al Otro para soportar su función, es decir ser soporte del advenimiento subjetivo dando lugar por su presencia a la falta.
En la cuenta de "las mejores intenciones" y para desprenderlo de cualquier pretensión voluntarista será necesario agregar las operaciones de duelo realizadas o incumplidas en su lugar de "niños", por los padres. Es decir de sus cuentas como hijos . El duelo del Otro se realiza cada vez que un padre aparece siendo unhomme, unhombre entre otros, es decir donando su castración. "Pues un Padre tiene tantos nombres que no hay Uno que le convenga. No hay un nombre que sea el Nombre-Propio sino el Nombre como ex-sistencia".5
El duelo del Otro se realiza cada vez que una madre pierde su virginidad por su deseo de falo.
Es decir se realiza, cada vez. Cada vez que la estructura reclama la inscripción de una pérdida.
Cuando por la demanda del Otro algo despierta en el niño, no hay un saber para responder con una localización en el cuerpo al goce que llama.
Desde el despertar sexual a la asunción sexual del acto los tiempos del despertar han de renovarse en una discontinuidad. La progresión es de discontinuidades, diferentes tiempos de despertar. Despertar sexual llama Freud a la pubertad, segundo despertar pues la sexualidad no comienza en la pubertad. El despertar no es la única expresión onírica que sirve a los fines freudianos cuando se trata de hablar de sexualidad, también refiriéndose al tiempo sincopado de su ebullición menciona una etapa de latencia.
Desde allí encontramos que sueño y vigilia son bordes de una misma banda, la de la cara de realidad fantasmática. En el estar despierto y estar dormido se le ofrece al sujeto la pantalla de la representación del mundo. El despertar en cambio, es un momento de resquebrajamiento de esa pantalla que muestra su transparencia encegueciendo al sujeto. La tensión que produce generalmente muestra el compromiso narcisista que conlleva.
Pero -como dice Lacan- ni soñaríamos con hacer el amor si no despertáramos de los sueños.5
El despertar es el momento puntual de un reclamo, lo real reclama nuevamente simbólico para recomponer la cobertura imaginaria, para recuperar el índice de realidad, también para acceder al acto sexual.
Reclama nueva represión del real del sexo, nueva producción del velo imaginario para la recuperación de la imagen en que el cuerpo se sostiene, velo cuya trama se teje con la letra del Otro. El despertar sexual reclama al Otro en la infancia, en la latencia, en la pubertad. Llama al Otro, sus padres, para que por su presencia y por su discurso hagan sitio, también soporte a la falta,6 renovando la represión fundante. Dando lugar a la incorporación de la sexualidad en la estructura, reanudando su función. "Ya sos una señorita" se suele decir ante el inicio de la menstruación o "sale con una chica" como reconocimiento de que un hijo "sale" de ser el falo y también de tenerlo para la madre.
Doble sentido del soporte, que con su letra haga lugar a un litoral que borde, como un bordado y que también dé borde a lo literalizable cuando la demanda de lo sexual conmueve el espejo, con los efectos que produce. Soporte también, el movimiento de sustracción de goce, pues cada crecimiento perturba al Otro desde la cuna a la cama.
Cuando el Otro no acude, el sujeto no halla letra de la cual servirse. En lugar de la vía del duelo cuyo trabajo la requiere, la presentación melancólica hace su entrada. La vacuidad sin soporte literal que localice la falta, se hace insoportable. Destroza al sujeto en lugar de efectuar su escisión.
El duelo del Sujeto
Desde la primera separtición (7) pasando por la asunción jubilosa que el sujeto hace de la imagen, sellando por la vía del desconocimiento una identificación, hasta el recorte del objeto que le hace de causa a su deseo en el acto sexual, el sendero de su realización se diagramará en las viscisitudes del duelo.
Duelo del niño que como falo aparenta dar completud al Otro, acercándole con su ser la plenitud del sentido. Duelos sucesivos cuando ya se ha alejado de la infancia y lo infantil ha dado marco a su identificación en el fantasma. Duelo del sujeto al fin del análisis, por lo que halla al fin de la inexistencia del Otro.
Si en el carozo de la imagen especular con la que el sujeto asume el cuerpo propio está el objeto inaprensible, el velamiento con que ofrece su presencia permite cosechar en el encuentro, el fructífero jubileo. La desazón y la angustia tanto como los fenómenos de despersonalización, son algunas muestras de la contracara del júbilo, cuando lo que allí se ve, pierde la referencia al Otro con la caída de las envolturas. El transcurso del andar, que va desde ese instante de precipitación gozosa en que coagula un reconocimiento de lo propio hasta la búsqueda del goce sexual, en la realización del acto, requiere más de un movimiento que presenta sus tropiezos. Las piedras que halle a su paso podrán ser guía o bien escollo cada vez que se vea ante un cruce de caminos, en el curso del desarrollo.
Los enigmas ineludibles con que el sujeto se encuentra en su ruta son tránsito obligado de su destino.
Sin embargo la resolución de cada tramo donde se juega su existencia, apartando un goce bifurcará su rumbo según encuentre o no soporte del cual asir la vacuidad que está en el centro de la misma. El encuentro con el vacío será propicio para la causa del deseo si es cavado por la escritura, tanto en los tiempos de la infancia como en tiempos del análisis.
Una vez traspasada la marca fundamental de la represión instituyente no faltan sin embargo ocasiones que requieran su renovación. Momentos altamente significativos de incorporación de la estructura se presentan para el sujeto desde el estadio que antes mencionábamos.
Así, con los recursos habidos en los primeros tiempos, el sujeto atraviesa por el instante de encontrar en el semejante la primera apreciación del deseo del Otro más allá de él.
Justas observaciones de esa escena hacen Freud y también Lacan cuando se refiere a la mirada de San Agustín situando la decepción estructural que precipita para el niño la presencia del "otro niño-hermanito", cuando en la mirada del Otro ve la opacidad del falo en tanto él no lo es. Sin tanta alegría observa un espejo en el que ya no se ve brillar como antes, muestra más bien su gozne no especularizable produciendo afortunadamente el goce sustitutivo inicial al precio de la jalouissance (celosgoce).8 Su cuerpo ganará el sentimiento y tomará en su tejido el afecto.9 Está ahí como tercero y observa esa criatura "pallidus", con la palidez que solo logra un cuerpo vivo cuando lo real enceguese opacando los colores.
Fuerte será la discontinuidad que se presenta al sujeto en los derroteros de la sexualidad ante una confrontación que conmueve su ser. Freud la reconoce como el momento de ver, la castración en la madre. Algo oculto hasta entonces es visto, percepción cuyas consecuencias el niño se apresura a negar. Es que se dirime para él la dialéctica entre el ser y el tener el falo y ambas suponen una pérdida.
Triunfo del narcisismo dirá Freud, el niño optará por su órgano preciado y así abandonará el complejo materno por la vía de una interdicción paterna que recayendo sobre el falo redimensiona la dialéctica madre-hijo en relación al significante. Lo visto quedará latiendo.
Los avatares de esta primera escena, llamada edípica que se juega en el escenario familiar no ahorra para el sujeto sin embargo los encuentros con lo extraño, aquello que no estaba en su universo simbólico y que siempre amenaza su consistencia imaginaria. Esto nuevo, esto real despierta haciendo de ese instante puntual el momento de un pasaje. Como del sueño a la vigilia entre una escena y otra media conmoción que enfrenta al sujeto a una nada_ podríamos decir, de representación.
Muestra máxima de la pérdida de una identidad de percepción que puso a distancia lo real con las primeras inscripciones. La irrupción de lo real, revela lo que la represión ocultó en el estadío del espejo. Y es, que la identificación a la imagen se realizó desconociendo, cubriendo lo real del cuerpo. Eso que la imagen no refleja, pero sí viste.
Cada uno de esos momentos de despertar, que no deben confundirse con el estar despierto, implicaron un reordenamiento de la estructura vía trabajo del duelo que diera cabida a eso nuevo para lo que no siempre alcanzan los recursos simbólicos y que siempre conmueven las configuraciones imaginarias.
El duelo de los analistas
El psicoanálisis no se ocupa de niños o más bien se ocupa del "lugar" del niño en el fantasma neurótico. En el niño se supone el origen del devenir, el saber del inicio y la causa de la determinación. Se le supone a la infancia la localización de un real originario que como sabemos, sólo en el fantasma ha de tomar existencia.
Real que no siempre ha invitado en la clínica a no retroceder ante él, el psicoanálisis de la infancia ha sido reservado desde la historia del psicoanálisis y según Freud dixit especialmente a las mujeres sin interrogar exhaustivamente sus razones, ni su herencia.
Llevando la mala traza de una práctica menor, recordemos que para ejercerla no era necesario tener formación médica en los inicios del psicoanálisis; se vio poblada de reinvindicaciones, síntomas e inhibiciones.
Se ha esgrimido en favor y en contra de ella argumentos tales como: "qué es más fácil", o bien que "es más difícil", "que es otra técnica" o "que no me animo" dejando casi intocadas las cuestiones relativas al acto analítico, cuando no hay actualización en la neurosis de transferencia y solo lo actual de la neurosis.
La significación del niño aún enrieda los pies de los psicoanalistas entre ideales e impotencias, dejando su impronta no sólo en la clínica que le concierne a la infancia.
La respuesta que cada analista se dé a la pregunta de qué es un niño para el Otro?, decidirá sus intervenciones, su concepción de la cura y también el fin al que conduzca la misma.
Los ideales que pueblan los fines de los analistas, invitan pues a hacer las cuentas de un duelo "de los niños", aún no realizado.
Acaso ¿La caída del ideal al fin del análisis, no requeriría del duelo de los analistas, por la pérdida del fin de análisis ideal?.
Ese que podría esperar al sujeto niño y aún más al adulto traspasando sus límites, desprendido de inhibiciones, síntomas y angustias? Recreador constante de un goce etéreo y desapasionado de la falta. O bien, pasando todo el tiempo el pase? También, y por qué no, pudiendo realizar las acrobacias más desopilantes con lo real pero desde ya, en un sitio tan elevado del cual siempre el que lo espera saldrá decepcionado.
ALBA FLESLER. Cuadernos Sigmund Freud. Nro 19 (1997). Escuela Freudiana de Buenos Aires
Notas
1 Retomo aquí algunas cuestiones ya planteadas en textos anteriores:
Flesler, Alba -Delimitar una Práctica:el Psicoanálisis de Niños.
Argumentos 4-Rev. Esc de Psicoanálisis Sigmud Freud de Rosario.
-Leer un Dibujo. (Jornadas Aniversario de la E. F. B. A. 20 Años en la Práctica del Psicoanálisis. 1994)
-Jugar de Niños. Cuadernos Sigmud Freud 17. Niños en Psicoanálisis (Escuela Freudiana de Buenos Aires)
2 Sobre el tema de la clínica como escritura agradezco la interlocución sostenida con Analía Meghdessian. Para mayor ampliación del tema remitirse a sus textos. Clínica Psicoanálitica: Una Práctica de Escritura.
Seminario Alcances y Límites de los Análisis:Tiempos Posibles de Escrituras. Clases 1, 2, 4 especialmente.
3 Freud, S.: Más allá del Principio del Placer (1920). Obras completas. Ed. Amorrortu.
4 Lacan, J.: Seminario X. La Angustia.
5 Lacan, J.: Escrito para el programa de estreno de la obra de Frank Wedekind. Despertar de la Primavera (01/09/1974). Publicado por Conjetural 1. Ediciones Sitio.
6 El tema está puntualmente desarrollado en el libro de Silvia Amigo De la Práctica Análitica, Escrituras. Artículo: Los Impasses del Segundo Despertar Sexual. Ed. Ricardo Vergara.
7 Sépartition. Se refiere fundamentalmente a la partición en el interior a la que alude Lacan en el Seminario de La Angustia. Clase del 15/06/63.
8 Lacan, J.: Seminario XX. Encore. Clase 20/03/73.
9 Se encontrará una referencia más amplia a la cuestión del afecto en el seminario. En los límites del inconciente, que dictara Isidoro Vegh en la E. F. B. A. 1994.
RESEÑA BIBLIOGRAFICA
1- Freud, S.: "Introducción al Narcicismo" (1914), "Pulsiones y Destinos de Pulsión" (1915), "La Represión" (1915), "Duelo y Melancolía" (1917), Obras Completas, XIV. Ed. Amorrortu (1979)
2- Glasman, Sara: "El Fantasma del Suicidio". Conjetural 25. Ed. Sitio.
3- Vegh, Isidoro: "El Melancólico Objeto del Mal Decir". Matices del Psicoanálisis. Ed. Agalma. (1991)
4- Cancina, Pura: "El Dolor de Existir_ y la Melancolía_" Ed. Homo Sapiens.
5- Cruglak, Clara: "Entre la Cosa y el Objeto: un Trabajo de Duelo". Jornadas E. F. B. A. (1994)
6- Heinrich, Haydée: "BordeS de la Neurosis". Ed. Homo Sapiens.