Acto analítico y subversión de la posición del sujeto. Analía Stepak.

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(*) Ponencia presentada en: Reuniones de psicoanálisis zona sur; sábado 13 de octubre de 2001.

Dado que el tema trabajado anteriormente en estas reuniones es el de "La transferencia", me pareció útil articularlo con el concepto de "acto".

Lacan nos propone que "la transferencia es la puesta en acto de la realidad del Inconsciente". ¿Qué implica la puesta "en acto"? En principio cabe afirmar que sin plantear la dimensión de la transferencia no hay acto analítico.

Entonces ¿Qué estatuto podríamos darle al hecho de comenzar un análisis?

Si consideramos que dicho comienzo es un acto: lo es, sólo en tanto quien se dispone a ese comienzo, está dispuesto a interrogar aquello de lo cual padece tanto como al goce que lo retiene en determinada posición.

Al analista se le supondrá así, transferencia mediante, un saber (S.s.S) acerca de lo que le sucede a quien acude, un saber que podría aliviar el padecimiento implicado en todo síntoma.

Seguramente nos encontraremos con un sujeto eclipsado, si bien hay aphanisis de sujeto, no se tratará de aphanisis de deseo ya que en el inicio lo que comanda es el deseo del Otro, con su insistencia atronadora.

Por otra parte, a pesar de considerar el comienzo de un análisis como un acto, cabría diferenciarlo de aquel al que llamamos acto analítico.

Es la posición del analista la que no se determina más que por un acto en el cual interpretación y transferencia están implicadas y, en tanto lo están, Lacan propone plantear el "acto analítico": como consintiendo en soportar la transferencia.

No todo logro tiene valor de acto, lo que caracteriza al mismo es que él se sostiene de una articulación significante. Si bien en todo discurso hay efectos de acto, todos los actos no tienen el mismo estatuto.

Podríamos recordar para comenzar el Agieren freudiano, término latino que Freud utiliza en numerosas oportunidades. Aunque el mismo no es un término corriente en la lengua alemana, es usado como "poner en acto" pulsiones, fantasías, deseos, pero siempre en relación a la repetición en el marco de la transferencia.

Es de nuestro interés también, en relación al concepto de acto, situar los conceptos de acting out y de pasaje al acto, sin duda ligados con lo que hoy nos interrogamos en relación a la posición del analista y su incidencia en relación a la producción de un acto.

Notamos entonces que en el acting out algo "se muestra". Subrayamos el acento demostrativo del mismo y el hecho de que está orientado hacia el otro.

Provocación que si el sujeto está en análisis llama a la interpretación. Es más, sabemos que "debe ser interpretado el acting out", aunque sin demasiadas ilusiones de nuestra parte en hacer entrar al "elefante salvaje dentro del picadero".

Si tomamos la definición del diccionario etimológico Webster, nos encontramos con lo siguiente: "to act out es concerniente a representar una historia o el equivalente como sobre una escena, poniéndolo en acto, como opuesto al hecho de leerla".

Es posible que si hay necesidad del acting out lo que juega es aquello que fue insuficientemente articulado, aquello que se ofrece a la interpretación y convendría que se lea. Si bien nadie podría estar exento de constatar en los análisis que conduce ciertos actings o escenificaciones que se dan en una cierta relación con la mirada.

También nos interesa ubicar brevemente el pasaje al acto. En el mismo, el sujeto se precipita desde el lugar de la escena donde estaba como sujeto historizado y aparece el sujeto atravesado al máximo por la barra. La caída de la escena, es el pasaje al acto, al modo en que cae a las vías del tren la joven homosexual.

Hecha esta distinción entre acting out y el pasaje al acto, nos convendría retornar a lo nuestro.

¿De qué hablamos cuando decimos "acto" y cuál es su diferencia con el acto analítico?

Podemos afirmar que si bien todo acto está ligado a la determinación de comienzo, no necesariamente tiene que ver con un "hacer" que implique la motilidad.

Lacan toma como paradigma de lo que es el acto, el episodio en el que Julio César cruza el Rubicón. El mismo es un río de Italia que marcaba la frontera entre Roma y la provincia de Galia, y que fue atravesado por Julio César en el año 49 A. C., después que el Senado Romano le prohibiera entrar en Italia con su ejército.

César cruza el Rubicón, lo que inicia una guerra civil entre sus fuerzas y las de Pompeyano Magno. Este acto sin duda fue revolucionario, una transgresión. Si bien, como se nos relata, atravesarlo no tenía una significación militar decisiva, era entrar en la tierra madre, aquella a la que abordar era violar. Cruzar el Rubicón significa, aún hoy, dar un paso decisivo para emprender una acción arriesgada. Cabe resaltar que era necesario que primero estuviera esta ley romana que César transgredió para que lo que hizo fuera un acto. Acto revolucionario que sitúa un nuevo deseo.

Tomar el cruce del río Rubicón como paradigma nos recuerda hasta qué punto el sujeto es enteramente responsable de sus actos y de los efectos que se producen a partir de los mismos.

Sin embargo sabemos también que el acto no equivale a hacer, sino que está siempre en el lugar de un decir. Es un hacer de pura palabra que en tanto dice algo, testimonia.

La característica del acto es que franquea cierto umbral, a la vez que tiene una dimensión significante. Dimensión significante que abre a una cuestión de suma relevancia: el acto está en la lectura del acto.

Se trata de leer de otro modo, la interpretación será la que lea de otra manera una cadena de articulación significante.

Lacan introduce sus diferencias en relación a la propuesta freudiana. Para él, esta repetición, este retorno por la vía de las formaciones del inconsciente, introduce retroactivamente el trazo que representa al sujeto, el trazo que le permite comenzar a diferenciarse de lo que podría ser la sujeción al deseo del Otro.

Si de acto analítico se trata, hablamos de una pérdida de goce crucial en la puesta en juego de la repetición. En cada vuelta, habrá una nueva pérdida. También se trata de la repetición de un trazo, de un elemento de la estructura que conmemora dicha irrupción de goce.

El objeto a surge en el lugar de esa pérdida que introduce la repetición, aquella que si bien demanda lo nuevo, es indicadora de un nuevo fracaso.

Para nosotros es sumamente importante poder situar ese punto de pérdida, dado que en dicho punto tenemos acceso al goce. Nos interesa remarcar hasta qué punto un acto está ligado a la determinación de comienzo, más allá que el mismo puede ser considerado como creador.

Si bien sabemos que la tarea la realiza el analizante, el acto analítico lo situamos del lado del analista que actúa, en principio, en el campo de la intervención significante para poder luego aislar el objeto que retiene al sujeto y producir su caída, si bien no es un acto del que nadie pueda decirse "enteramente dueño".

Lacan afirma que "actuar es arrancarle a la angustia su certeza". ¿Qué implicará dicha afirmación? Especialmente a la luz de la propuesta acerca de que el acto analítico lo produce el analista en transferencia.

En principio podríamos afirmar que todo acto connota la superación de la angustia.

Acto de carácter significante que daría cuenta de la relación del a con la constitución de un deseo.

Hablamos hasta aquí de acto, también de tarea; es necesario ubicar entonces que acto y tarea se conjugan a partir de lo que Lacan llamó un "verdadero término medio: el objeto a", objeto a que nos servirá de guía, de brújula, término de la operación que reaparece en lo real. Lugar de a que, si el análisis avanza, será el psicoanalista quien lo ocupe.

Se tratará así de la presentificación del objeto a pensado como real, también de la presencia real del analista que desencadena el movimiento pulsional permitiendo, por medio de la repetición, que una letra sea ceñida, aislada.

Sin embargo, observamos que, a pesar de que el analista se preste a ocupar este lugar de objeto, nos encontramos con sobrados casos en los que el acto del analista fracasó o no fue el pertinente. En relación a ello, Freud da varios testimonios que servirán para pensar que dicha operatoria no es sin fracasos. El mismo deja caer a la joven homosexual tanto como cualquier analista podría dar cuenta de sus tropiezos.

En relación al acto se nos plantea que a veces, el analista se resiste a producirlo, en otros casos, su consecuencia es insoportable, sin embargo se trata de un acto que reclama del lado del analista una interpretación que permita a un sujeto volver a situarse en relación a su deseo, pero fundamentalmente en relación a la castración.

Rectificación de la fijación pulsional a un goce que abre la vía del deseo en tanto un corte se produjo y una letra ha sido aislada. La función de corte, por medio de la interpretación que aísla al objeto a, libera al sujeto de su fijación.

En el acto analítico habremos de confrontarnos entonces con la lógica del significante, aquel que no se significa a sí mismo y permite en la repetición ubicar el trazo, el rasgo unario. Pero lo que fundamentalmente queda planteado es que la lógica implicada en el mismo es la lógica de la castración.

El sujeto pasará más de una vez, repetirá, perderá goce, y un nuevo pasaje dará cuenta de que cierta fijeza se va perdiendo; es así que se pone en juego el hecho que el sujeto estará disponible para una re-distribución de goce.

Nos interesa también plantear la dimensión temporal que atañe al acto analítico y especialmente en relación a los distintos tiempos a situar en una cura.

Es el analista aquel que acepta ser ubicado en el lugar del S.s.S, quien luego ocupará el lugar de objeto a, aun sabiendo que el a cae, que será el desecho, advertido de que quien caerá al final del recorrido analítico será él mismo, el analista, aquel que sostiene un lugar destinado indefectiblemente a la caída.

Proponíamos destacar la importancia de la dimensión temporal en relación al acto. Nos resta situar que si el deseo no se capta sino en su interpretación, interpretación que atañe a un tiempo de corte pero también de apertura, habrá que recorrerlo todo, dirá Lacan, hasta el punto cero de la demanda, hasta donde la demanda se convierta en demanda de nada, y ahí toque lo real. Ese momento tendrá que sostenerlo y soportarlo el analista.

Por otra parte, hablaremos de acto también, en el pasaje que se produce de la posición de analizante a analista, cuando alguien puede inscribirse como tal y dar cuenta de ello. Acto que nuevamente implica franquear un umbral. Por eso proponíamos subversión de la posición del sujeto, en relación al saber y a la verdad, que dan cuenta que si un sujeto avanza aún más, lo que se habrá modificado de un modo irreversible es su posición en relación a la castración.

Analía Stepak.