DE AUSENCIAS VACÍOS Y RESTOS. ANALÍA STEPAK.

Tiempo de Lectura: 13 min.

(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Tucumán, 2003.

He venido con todos mis enigmas / He venido con todos mis fantasmas / He venido con todos mis amores. (Mario Benedetti)

La empresa Freudiana tropieza, cuando propone para el final del recorrido del análisis una nostalgia irreductible, con un punto irrebasable: el complejo de castración en el inconsciente masculino y el penis neid en el inconsciente de la mujer. Sin duda no es un límite absoluto sino el límite de Freud.

Aun reconociéndome profundamente deudora del texto freudiano, me propongo intentar dar un paso más allá de dicho tope para investigar lo propuesto por Lacan y, así, tratar de delinear mi propia posición.

En el artículo sobre el fetichismo, Freud nos remarca de modo irrefutable el efecto que provoca en el joven infans la visión de que la madre está castrada. Señal, signo, podríamos decir, "que trono y altar peligran" (1), tambalean. Desde luego que si extremamos esta formulación, el descubrimiento de la castración no será irrelevante para la formación de síntomas ulteriores.

Si trono y altar peligran a partir de Lacan, podremos leer que no se trata de la ausencia de pene, sino que es en relación a una falta como se constituye un sujeto.

Convendría recordar de qué modo atañe a la constitución de la neurosis el complejo de castración; no obstante, no podremos avanzar sin esclarecer la función del falo en tanto significante, y sus consecuencias para nosotros, parlantes.

Quisiera ubicar que lo que me interroga es algo del orden de "la caída", caída del falo, y sus efectos, en tanto la subjetividad misma está focalizada en dicha caída, y también situar lo que resta luego de esta operación.

Lacan, de tanto en tanto, nos abrumó con algunas afirmaciones que sólo en un tiempo de après coup pudimos resignificar… el planteo, a la altura del año 1963 en el seminario de La Angustia, que "la caída es lo más real del sujeto", confieso que ha sido una incógnita que me acompañó suficientemente, me sintomatizó convenientemente y que aún insiste, al punto de querer compartir este interrogante con ustedes.

Decía entonces querer ocuparme del falo, más significativo por su ausencia que por su presencia, en tanto su posibilidad de ser objeto caído nos permitirá ubicar "el lugar de la castración en la historia del deseo" (2).

Allí donde intentemos cernir el deseo, sólo lo ubicaremos como velado, a veces en sus retoños y, desde luego, como razón del deseo del Otro, a ser leído en los tropiezos que produce el inconsciente, en el intervalo entre los significantes.

Situar la relación de la castración con el deseo, ubicarla más allá del asesinato del padre y la ley que él mismo ha instaurado, es la dificultad con la que el psicoanálisis ha tropezado innumerables veces, y con la que hoy nos topamos, e intentaremos abordar.

Proponía para el título: "De ausencias vacíos y restos"… tal vez para dar cuenta de que en los análisis que conducimos y, ¿por qué no?, en los propios, hemos experimentado suficientemente aquello que anticipadamente subrayamos en los textos como gran novedad: la castración regula el deseo.

¿Qué querrá decir asumir la castración? ¿De qué asunción se trata? No hay duda que avanzar sigue siendo inquietante, especialmente a la luz de que la castración es "eso que debe ser aceptado en último término del análisis" (3).

Sabemos que el neurótico retrocede ante la castración del Otro, haciendo de su castración algo positivo que es la garantía de la función del Otro. Sin embargo nos interesa resaltar lo que propone Lacan en el Seminario X, cuando afirma que dicho Otro "se escurre en la remisión indefinida de las significaciones" y "que haya relación del sujeto con ese océano de significaciones está determinado porque en algún lugar hay goce, y sólo puede asegurarlo por medio de un significante que forzosamente falta" (4).

Lugar de goce, entonces, que sólo puede ubicarse en tanto se cierne una falta, que subraya que sin cierto vacío, es imposible situar el goce en juego, goce a perder.

Lacan avanza situando que la angustia viene a ocupar su lugar "en relación a un más allá del vacío de un tiempo primero… de la castración, y que es por eso que el sujeto no tiene más que un deseo en cuanto a esta castración primera: volver a ella" (5).

¿A qué se vuelve? ¿Qué se repite? ¿Qué se pierde?

Nos vamos acercando, aunque no sin rodeos, a lo que nos convoca: situar un vacío, el de un tiempo primero que permitirá cernir una falta central, aquella que desune al deseo y al goce.

Comenzamos a dilucidar de qué orden es lo que se pierde, qué es lo que se repite, aun a sabiendas de que se trata de la repetición de un fracaso.

Repetición que reproduce algo del orden de una pérdida, aquello que, al perderse, subraya, por un lado que el Otro está en falta y, por el otro, la emergencia del sujeto.

Habremos de confrontarnos con ese a, resto de la división subjetiva, condensador de goce y oportunidad privilegiada para el sujeto de aprehender el deseo del Otro.

Objeto a que redobla la división del sujeto y subraya indefectiblemente que su causa está ausente, que recuerda que, en tanto la castración no puede ser enunciada, no es aprehensible: sólo podrá ser leída al alcanzar y recortar estos objetos a.

a que sustituye la hiancia que se origina en el impasse de la relación sexual.

Anteriormente subrayé que lo que me inquietaba y motorizaba este trabajo no era otra cosa que la caída como lo más real del sujeto. Avanzo al delinear que, en tanto dichos objetos se recortan y caen, en cada repetición podemos situar una pérdida de goce. Pérdida que ubicará como efecto la emergencia del sujeto, en tanto se efectiviza el corte con el Otro.

Entonces leeremos la repetición tal como lo propone Lacan, como "recurso al goce" (6).

Será cuando el a caiga, liberando al sujeto, produciendo dicho efecto, que el sujeto podrá comenzar a exiliarse de este goce, a veces espurio.

El objeto a que atenazó al sujeto, cae como producto, permitiéndole al mismo articular a través de la repetición, un efecto de verdad, allí donde el fracaso de la significación para articular el sexo hace aparecer la falta. Este objeto sólo podrá ser situado como causa al final del movimiento cuando no es más que un agujero.

Caída del a, emergencia del sujeto deseante liberado del efecto aphanísico del S2, producida en el mejor de los casos por el savoire faire de un compañero analista.

Si tal como nos propone Lacan, en el Seminario 17, la castración se transmite de padre a hijo, convendría retomar la pregunta por el lugar del analista en el proceso subjetivo de la castración, en tanto es él quien propicia un corte, corte que produce una sustracción de goce al Otro.

Aunque acordemos con Lacan que interpretar es interpretar la castración, quisiera cernir otras cuestiones que, a mí entender, podrían dar cuenta de que el tope irrebasable podría, tal vez, ser franqueado.

Franqueamiento que no es sin referencia a la posición del analista respecto de la castración.

Al principio de un análisis, nos encontramos con la instalación del S. s. s., instalación de algo del orden del amor de transferencia que, sin duda es conveniente interrogar en el curso de la cura, tanto como dilucidar y poder relevar qué destino tuvo esa transferencia en el tramo final, lo que de dicho amor resta.

Si la falta, al final del análisis, podría leerse del lado de la castración, el análisis de la transferencia no podría devenir en otra cosa que la caída del S. s. s.

Consideramos que lo que un análisis subvierte, sin duda, es la relación del sujeto al saber, a partir de la operación de castración. Saber que tiene una función imaginaria, de idealización, que habrá de vaciarse convenientemente en tanto un análisis se aproxime a su fin.

Si hay una lógica que guía la cura, no es otra que la lógica de la castración. Será así que el deseo del analista podrá separar, por la vía de la interpretación, el ideal del objeto.

La tarea que se lleva a cabo podría enunciarse como lo hace Lacan en el Seminario del Acto Analítico cuando sitúa cuál es el camino del analizante, que va "del sujeto alienado a la realización de la falta", no sin que el analista sostenga previamente el lugar de a.

Si se produce la caída del objeto y el vaciamiento del Sujeto Supuesto Saber, cabrá la posibilidad de liquidar el engaño que el amor de transferencia sostuvo, amor a un saber supuesto.

Será así que se abrirá otro tiempo, tiempo de caída de la transferencia, en tanto cuando la partida va aproximándose hacia su fin, subraya con énfasis al analista en posición de resto.

Fin que no será factible sin el corte con el objeto pulsional y el atravesamiento del fantasma soporte de deseo, previo paso por la angustia; sin embargo, hay ciertos restos que, a mi entender, siguen funcionando como obstáculos.

¿Dónde estaría la dificultad de recorrerlo todo hasta el punto cero de la demanda?

Seguramente en tanto que el sujeto, al final del recorrido, se reconozca causado por ese producto, por el objeto en cuestión, causado en su división de sujeto marcado por una hiancia que atañe a la castración, se presentificaría el tiempo en que sería indefectible la caída del analista, tiempo no siempre fácil de soportar.

El final de la partida será el tiempo de resignificar el matema S(A), aquel que designa una falta, que nos remite a verificar que el Otro no existe, modo en que podríamos nombrar la castración.

A mi criterio no es suficiente con el corte, ni aun con los nuevos empalmes para que un fin se avizore; tampoco lo es la redistribución de goces. Si bien valoro la relevancia que podrían tener las nuevas ligaduras pulsionales, infiero que habría algo más a considerar para un posible fin.

Considero que en tanto se produzca un vaciamiento del sentido, en tanto el mismo caiga, seguramente también podrá vaciarse el amor de transferencia. De hecho, en el Seminario XXIV de L'Insu… Lacan nos propondrá que:"el amor es vacío" (7).

Lejos de mi intención está hacer la idealización de dicho vacío, ni una mística del mismo para el fin del análisis, peligro al que estamos expuestos si hacemos una lectura religiosa de Lacan.

Si un nuevo exceso se avizora, tal vez se trate de extremar las preguntas, cernir las dificultades en el texto para extraer nuestra propia posición.

Lacan afirma, en el Seminario XXIV (8), que: "Sólo la castración es verdadera". Agregará luego "que no es tanto del asesinato del padre de lo que se trata, sino de su castración… la castración pasa por el asesinato".

¿Por donde pasará, entonces, la caída de la transferencia? Conjeturo que la dificultad respecto de dicha disolución transferencial es el principal inconveniente para la finalización de los análisis, en tanto ubicamos como obstáculo el insuficiente vaciamiento del amor al padre, amor al padre que, a veces, resta obstaculizando el fin y otras veces insiste haciéndolo consistir en un resto de odio.

Considero que sin la caída de este amor no hay final posible.

Una vez vaciado el mismo, se conmoverá la relación que el sujeto posee con el saber inconsciente, además de la evacuación del sentido, en cuyo caso seguramente se habrá ido más allá de Freud, más allá del amor al padre, aquel que, seguramente, evitaría confrontarse con la castración.

También más allá del ideal, permitiendo que en esta emergencia del sin sentido se produzca un efecto sujeto, habitado por la castración en relación al objeto como causa de deseo.

Si "saber hacer" es desembrollarse, cada quien intentará "hacer" con la letra de goce recortada, con el real al cual se verá confrontado. Real vaciado de sentido, en tanto el mismo resuena con la ayuda del significante y tapona.

Que haya vaciamiento del saber conlleva, necesariamente en el análisis al vaciamiento del amor, en tanto el saber en análisis nos remite al amor.

Después de haber situado la caída de este amor, habremos de confrontarnos con la castración, que es la única transmisión posible en un análisis.

Habida cuenta de que la muerte existe y nos reconocemos como mortales, cabrá la posibilidad de usufructuar aquello que la vida ofrece, sirviéndose de la misma, gozando, creando, en el mejor de los casos inventando o habilitando otro tipo de amor que no sea el amor al padre.

ANALÍA STEPAK.

NOTAS:

(1) Freud, Sigmund. El Fetichismo, 1927. Editorial Amorrortu.

(2) Lacan, Jacques. Seminario X, La Angustia. Traducción para circulación de la E.F.B.A.

(3) Lacan, Jacques. Seminario VIII, La Transferencia. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

(4) Lacan, Jacques, Seminario X, La Angustia. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

(5) Ibíd. Clase del 26 de marzo de 1963.

(6) Lacan, Jacques. La Tercera, en Intervenciones y Textos 2. Editorial Manantial.

(7) Lacan, Jacques. Seminario XXIV L'Insu. Clase del 15 de marzo de 1977. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

(8) Lacan, Jacques. Seminario XXIV L'Insu. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

Bibliografía

Freud, Sigmund. El Fetichismo. Editorial Amorrortu.

Freud, Sigmund. Análisis Terminable e Interminable. Editorial Amorrortu.

Lacan, Jacques. Seminario VIII, La Transferencia. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

Lacan, Jacques. Seminario X, La Angustia. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

Lacan, Jacques. Seminario XV, El Acto Analítico. Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

Lacan, Jacques. Seminario XVII, El Revés del Psicoanálisis. Editorial Paidós.

Lacan, Jacques. Seminario XXIV, L'Insu… Traducción para circulación interna de la E.F.B.A.

Lacan, Jacques. Intervenciones y Textos 2. Editorial Manantial.

Meroni, María del Carmen. Seminario de la E.F.B.A "El deseo del analista", 23 de abril de 2002.

Ferreira, Norberto. Apariencia, Presencia y Deseo del Analista. Editorial Kliné.

Rabinovich, Norberto. El Nombre del Padre. Articulación entre la Letra, la Ley y el Goce. Editorial Homo Sapiens.

Benedetti, Mario. Inventario I. Editorial Seix Barral.