LOCURA O DEBILIDAD MENTAL. Daniel Paola.

Tiempo de Lectura: 12 min.

(*) Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis: Buenos Aires; 1995.

La disyunción del título que inicia esta exposición, fue recortada del seminario "La falla del inconsciente es el amor". Diciendo "locura o debilidad mental" J. Lacan concluye el 11-1-77, de acuerdo al texto que circula entre nosotros, estableciendo un nuevo enigma que abre en otros sentidos la dirección del saber.

Decir locura en oposición a debilidad mental implica desposesionarse, a mi juicio, de un único encuadre determinado por lo que la lógica significante orienta en la estructura. Si la tripartición en psicosis, perversión y neurosis fuera lo absoluto a ser reconocido, entonces dejamos en suspenso una lógica que pretende mantener viva la falla abierta por S. Freud.

Creo que establecer la oposición "locura o debilidad mental" centra la cuestión no tanto en la diferencia entre una estructura u otra, sino en aquel lugar común por necesario donde las tres van a quedar atrapadas sin desconocer la lógica que implica el significante.

Si no hay debilidad mental hay locura. Pero si existe lo mental es a fin de cuentas siempre débil. Decir debilidad o mentalidad es implicarse en lo imaginario anudado, ya sea en una cadena borromea, en un nudo de trébol o mediante un ego-sinthôme en el llamado nudo de Joyce. En cambio, decir locura es plantear un imaginario sin anudar y con una lógica que implica un desciframiento que el analista establece a partir del conocimiento de lo que retorna de lo real rechazado de lo simbólico.

La debilidad mental podría ser dicha de diversas formas, pero en toda su condición de débil señala el modo como lo imaginario y lo real se ven involucrados. Si el sentido atrapa en la cadena borromea de una manera pegajosa, el sin sentido de lo real no queda sino en el escaso argumento de la letra que en tanto se dice se esfuma por el sentido que se adhiere. Aunque la letra sea soporte en la estructura, el pensamiento sin sentido es débil. Lo real está excluido como posible en un encuentro donde lo imaginario no opere

anudado.

En la mentalidad determinada por el nudo de trébol o el nudo de Joyce, la debilidad que debemos considerar es de mayor grado que la expresada en la cadena borromea. La forma en que lo real se involucra en lo imaginario descarta el menor contacto con el sin sentido que soporta la mentalidad, a riesgo de su estallido.

Real, simbólico e imaginario, ya sea participando cada uno de los otros registros tal cual la cadena borromea o en continuidad homologados uno a otro, determinan la inexistencia del registro único donde la comprensión se asiente. De acuerdo a esta posibilidad, decir locura no implica el argumento de alguien deambulando por las calles de lo real. La locura es un terreno donde alguien queda a expensas de ser arrastrado por una vorágine dialogante evidenciada en la alucinación, en lo que hace signo para inducir la errancia callejera o incluso en lo que apesta de sin sentido para dar motivo al suicidio. Aunque los registros no se encuentren ordenados en un anudamiento, no por eso debemos considerar que el loco ha hecho estación en alguno. La locura, entonces, estaría bastante lejos de poder sintetizarse como padeciente de lo real del objeto del Goce del Otro. Más bien deberíamos hablar de otro goce en esa vorágine que atrapa, ya que para decir Goce del Otro ya nos mezclamos en la debilidad mental y más específicamente en la cadena borromea. Que yo sepa, J. Lacan nunca ubicó ese Goce del Otro más que en el achatamiento borromeico y si en la paranoia dijo de un goce en el lugar del Otro, allí no sancionó aquello que va más allá de la palabra, tal cual su definición en la "Tercera".

Cuando hablamos de locura, dejando de lado la singularidad de la estructura, nos encontramos con un goce indefinible en términos de castración que no carece de lógica pero sí de mentalidad. No se trata que en la locura no opere lo imaginario, sucede que allí el espacio de lo mental se ha fragmentado tras un choque con lo real que deja perplejo. A partir de allí que lo real sea sin sentido no implica que todo sin sentido defina lo real.

Si en un primer tiempo el estadio del espejo nos acerca, a través de la imagen virtual y real, aquello que como resto, i(a), implica el eje narcisista donde se vehiculiza el Otro, este primer momento de la obra de J. Lacan se centra exclusivamente en la imagen. Hablar de imaginario a partir de R.S.I. implica el encuentro no sólo con la imagen sino con otros dos conceptos que se suman: consistencia y sentimentalidad.

Definir la línea de la consistencia, es definir lo que posibilita quedar aislado del corpse, vale decir del cadáver, a pesar que nuestro soma no deja en algún sentido de evocarlo en tanto su permanente mutación hacia el polvo. Decir consistencia es mantener un espacio en aislamiento al que podríamos denominar sentimentalidad.

Establecer la disyunción que posibilita estas líneas permite acercar como dirección probable del tratamiento de toda locura la intención de aislar una mentalidad.

Introducir la idea del espacio de la sentimentalidad puede ser muy rico para la experiencia clínica. Hay quienes luego de una intensa relación a lo alucinatorio se silencian al extremo como su pensamiento inexistente les determina. Si bien pueden definir el tiempo y el espacio como significación de lo real, carecen totalmente de la posibilidad de relatarnos qué piensan y, por el contrario, la irrupción del pensamiento preanuncia la desestabilización. Daría la impresión que se trata del aislamiento de un espacio que no por vacío deja de existir y en tanto existe no hay rastros mayores de locura. Ellos en ese momento quieren suspender un análisis que tal vez en otro tiempo defendieron con fervor. En mi experiencia observo que la estabilización para este tipo de sujetos se frena allí, no pasando de la existencia de un espacio mental que además es generalmente con muy poco sentimiento. Lol Stein, si tomamos un ejemplo literario, podría dar referencia de lo que describo. En Lol la insistencia por parte de Jacques Holt de llevarla al pensamiento de su deseo termina por provocarlo al riesgo de una nueva crisis.

Si el nudo de trébol o la cadena borromea implican superficiesque son achatadas en el plano para poder ser representadas, esto hace impacto en la teoría. Diría que la superficie es a la teoría psicoanalítica como la mentalidad es al cuerpo. Que el cuerpo no deja de ser una teoría excluida del soma, lo prueba Schreber con sus nervios divinos o, en otro sentido, Hipócrates con sus humores o la endocrinología con el sofisticado sistema de feed-back. El soma, si es que la consistencia ha producido el aislamiento de lo sentimental, podría decirse cuerpo en tanto no nos llega la sentencia de lo cadavérico y en cambio hay cierta tolerancia en el riesgo del acto como fallido.

Si Schreber era un paranoico muy paranoico como J. Lacan lo definía en el Seminario 3, su escritura es lo que testimonia cierta mentalidad. En cambio, mientras es torturado por los enfermeros, mientras se encuentra en pleno proceso productivo, allí no hay ningún espacio aislado sino que ha sido fragmentado por la plenitud de su automatismo.

La textura de la consistencia permite la existencia o no de una enfermedad de la mentalidad. Aimèe podría describirse como enferma en tanto su erotomanía o su paranoia la hacen portadora de una forma de anudamiento particular como es el nudo de trébol, demasiado frágil para sostenerse en una situación de riesgo. Es así que ella, en el momento del nacimiento de su hijo fallecido por una circular de cordón, inicia una secuencia persecutoria en coincidencia del llamado de su vieja amiga C. de la N., en lugar del duelo real por lo fallido del acto.

Hablar del nudo de Joyce, es también insistir en una forma particular de mentalidad portada a través de un ego cuya consistencia insuficiente está dada por la escritura.

Que el inconsciente implique el lenguaje parasitando al ser determina que la mentalidad que acompaña a la represión primordial, también padezca un grado de enfermedad que, a diferencia de otras, no se caracteriza por la falta de una textura consistente (17 de mayo de 1977 Seminario "L'Insu..."). No se trata aquí de que lo mental se desestabilice dando paso a la locura, sino que determina una debilidad pegajosa con el odio como sentimiento princeps, que a fin de cuentas duerme la cuestión del saber. Que todo lo que es mental sea sinthôme, como dice J. Lacan el 10 de mayo de 1977 en el mismo seminario de "L'Insu...", nos lleva de acuerdo a la formulación clásica a deber saber ahí.

Si hay sentimentalidad como consecuencia del ordenamiento de una cadena borromea, el odioamoramiento se presenta con el acotamiento lógico que lleva a la sexuación y al deseo. Pero si la mentalidad es vehiculizada por otro tipo de ordenamiento nodal nos encontramos con situaciones en la clínica donde el sentido del odio y el amor aparecen de otra forma.

Lol V. Stein, nacida de Marguerite Duras, es descripta como fría e insensible en aquellos momentos en los que no se encuentra en crisis. La mentalidad derivada del nudo de trébol también presenta esa carencia sentimental, y el error de nudo que desarma la superficie mental, se encuentra en el obstáculo que ubica el sentimiento de acuerdo a las series freudianas: le amo, le odio, me odia, o no le amo a él, amo a ella porque ella me ama. Obstáculo, por otra parte, en tanto la circulación del pensamiento se dificulta por la aparición de lo que repulsa el decir como sentimiento. Quedar detenido en el "me odia" o en "ella me ama", dando sustento a lo que caracteriza la paranoia o la erotomanía, muestra en certeza dónde la mentalidad no opera. Es observable en la clínica del nudo de trébol, cómo el sentimiento repulsado por el decir lleva a la locura: yo le amo o yo le odio, o no le amo a él, amo a ella.

El odio y el amor tienen máxima efervescencia cuando la locura implica que la mentalidad que podría estabilizarla no está operando. En la locura hay odio y amor vivenciados en una potencia indescifrable y más de una vez quien se estabiliza añora el regreso frente al vacío sentimental de la estabilización.

Pensar el sinthôme como un ego y, a consecuencia, dirigir la estabilización en la locura con aquello que permita hacer suplencia, de lo que el nombre del padre no hizo función, puede demostrarse insuficiente ya que no todos pueden contar con esta posibilidad. Pensar el sinthôme como la mentalidad (10 de mayo de 1977, J. Lacan, Seminario "L'Insu..."), lleva al enigma de cómo lograr esa estabilización.

El nudo de trébol, topología mediante, puede considerarse paradigmático del restablecimiento de una mentalidad. El intento de llevar en transferencia a quien ha padecido una locura hacia una mentalidad implica encontrarse con el nudo de trébol. Desde ya que hay enfermedades de la mentalidad donde la nada de consistencia va a impedir esa progresión y otras donde será imposible establecer cualquier mentalidad. Pero aun así el encuentro con lo que estabiliza sigue siendo invención de la lectura original que propone el deseo del analista sobre la multiplicidad de escenas fragmentadas en la significación delirante. Nada más lejos de la interpretación y sin embargo nada más cercano a la lógica significante, si nos servimos de ella sin la pretensión de fagocitar la ilusión de un modelo para armar, ya que la forma como en la poesía se encuentra en el mismo vacío que la determina.

Daniel Paola.