Angustia, objeto a y fin de análisis. Analía Stepak.

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(*)Ponencia en la mesa redonda “Angustia objeto a y fin de análisis”, en las jornadas de la E.F.B.A. Cuerpo, síntoma, goces 6, 7 y 8 de octubre de 2006.
Ella se desnuda en el Paraíso
de su memoria
[…]
Ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe.
Alejandra Pizarnik
de La extracción de la piedra de la locura, Otros poemas.
Volver a interrogar el tema de la angustia es hoy para mí una oportunidad privilegiada, especialmente si el interrogante atañe al lugar de ésta en el fin de análisis.
Lacan nunca se desdijo respecto a la afirmación: “Afecto hay sólo uno” (1).
Consideramos que sería conveniente repensar, tanto a lo largo de su obra como en el curso de un análisis, qué destino o qué efectos podría tener situar la angustia como afecto princeps y su incidencia para la clínica.
Freud propuso, en 1926, en Inhibición, síntoma y angustia que el verdadero peligro es el de la castración (2).
Lacan se diferencia de él y nos pone sobre la pista que habremos de seguir: hay angustia cuando, en el marco de lo Heim (lo familiar), se hace presente lo Unheimlich (lo siniestro); el punto privilegiado de emergencia de la angustia será cuando el objeto se presentifica.
A diferencia de la propuesta freudiana, sabemos que lo que efectivamente angustia no es que haya falta –que haya castración– sino que lo angustiante es la posibilidad de que la falta venga a faltar. Esta angustia guía la cura al modo de una brújula, como hoja de ruta que subraya que podría advenir un corte, mientras lo angustiante es justamente que el corte bien podría no producirse. Es por el surco que la angustia cava que conviene avanzar. Angustia que no engaña porque indica lo real: señal de lo real para el sujeto.
Lacan, en el Seminario X, nos advierte acerca de lo que luego seguirá desarrollando: “Todo gira alrededor de la relación del sujeto con el a” (3).
Objeto a que guarda una relación fundamental con el Otro, si bien es algo de lo que el sujeto, para constituirse, se ha separado.
Situará así la angustia como “única traducción subjetiva del a” (4).
Objeto a que se manifiesta como la juntura del sujeto con el cuerpo, y al cual se ha estado profundamente ligado, cuya particularidad es ser objeto separador: “núcleo elaborable de todo goce” (5). Lugar en el cual dicho goce se refugia; lugar que habremos de situar para interrogar el discurso de la renuncia al goce.
Proponer, como lo hace Lacan, que “no hay sujeto más que de un decir” (6), y que el sujeto es efecto de dicho decir, permite pensar las consecuencias que produce la caída del objeto a, en tanto agujero que se designa al nivel del Otro. Operando como sujeto, se exilia del goce.
Me resultó de especial interés una cita que hace Lacan en el Seminario XVI, De un Otro al otro, cuando habla, con relación a Hans, de los tigres de papel vinculados con el fantasma de las dos jirafas. Intentando dilucidar a qué aludía con la referencia a los “tigres de papel”, me encontré con el concepto de Mao Tse Tung: “El imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de papel”(7). Dice también que todos los reaccionarios parecen terribles pero que, en realidad, no son tan poderosos.
En la conferencia de representantes de los partidos comunistas y obreros de Moscú, del 18 de noviembre de 1957, agrega: “También dije que el zar de Rusia, el emperador de China y el imperialismo japonés fueron todos tigres de papel. Como ustedes saben, todos ellos han sido derribados.” Y en su intervención frente al Bureau Político del Comité Central del Partido Comunista de China, en 1958, insiste sobre el tema: “Miren, ¿no eran tigres vivos, tigres de hierro, tigres auténticos? Sin embargo, al final se transformaron en tigres de papel, tigres muertos…” (8).
A diferencia de los políticos que persuadirían a las multitudes de poner en su lugar a los “tigres de papel”, para el psicoanálisis la indicación propuesta por Lacan sería la inversa: “Dar toda su importancia a algo al nivel de la angustia intolerable. Frente a ella, el sujeto no tiene otro recurso que fomentarse el miedo a un tigre de papel” (9).
Ubicará el tigre de papel enteramente como un síntoma, en obvia referencia al pequeño Hans, frente al cual él está completamente solo.
Finalmente, tanto para el pequeño Hans como para cualquiera de nosotros, se trata de la pregunta por el che vuoi?, ¿qué me quiere el Otro?, ¿qué clase de objeto soy para él?, resultado del discurso que hace que, en tanto neurótico, cada quien ubique sus preguntas como pueda en relación con el deseo del Otro, por el cual está concernido y en referencia con el cual el sujeto se inscribe como cociente.
Tigre de papel que podrá arrugarse y hacerse un bollo, tal como la jirafa, y que dará cuenta de hasta qué punto se trata del “apresamiento del ser que habla en un discurso, en la medida que dicho discurso lo determina como objeto” (10).
En el avance de la teorización de Lacan podremos ubicar la angustia como afecto pero también como “efecto”, ya que es por el lenguaje que estamos afectados. En el efecto de lenguaje, se trata sólo de un ser que habla. Es un afecto que llega a un cuerpo atravesado por el lenguaje, que nos recuerda que sólo franqueándola podremos situar al sujeto como efecto y al a como testimonio de la hiancia que separa, a nivel sexual, el goce del deseo.
De dicha operación quedará un resto que sólo podrá ser delimitado al final del movimiento, luego de haber recorrido incansablemente la serie de las demandas, para encontrarnos, como propone Lacan, en el fondo del tazón, con la castración.
Antes de la confirmación de que el Otro está castrado, no hay más chance que el surgimiento de la angustia, aquélla que si se atraviesa dará lugar a la emergencia del deseo.
Sin duda, quien ha atravesado un análisis podrá dar cuenta de hasta qué punto la angustia es cuestión de cuerpo.
Angustia que es situada por Lacan en R.S.I como aquello “que del interior del cuerpo existe cuando hay algo que lo despierta que lo atormenta” (11), si bien es cierto que no es lo mismo estar atormentado por la angustia a que ella nos despierte.
Nos preguntábamos en un comienzo por la incidencia y los efectos de la angustia en la cura; nos hallamos en este punto preguntándonos por su lugar cuando dicha cura finaliza, o está por finalizar.
Lacan vuelve al tema de la angustia hacia el final de su obra, en 1975. En la sesión de clausura de las jornadas de carteles de 1975, afirma que la castración es un goce: “¿Por qué es un goce? –dirá–. Se ve muy bien, es porque ella nos libera de la angustia” (12).
Continúa preguntándose ¿qué es la angustia? para afirmar que lo que angustia es estar casado con el falo. Finalmente nos propone examinar lo que se llama “vida” considerándola como parásita de la muerte.
Poder situar en un final la modalidad por la cual un sujeto se ha confrontado con su angustia, con sus síntomas y sus duelos, y fundamentalmente el modo con el que ha podido operar con lo real, produce algo del orden de la transmisión, mientras subraya que el final del análisis no evita la angustia: en el mejor de los casos, permite que un sujeto advierta dónde se entrampa para, una vez atravesado este punto poder, relanzar su deseo. Escribir el afecto como efecto para hacer surgir la causa.
Si hay en el final algún efecto de verdad, éste se produce en relación con lo real. En ocasiones, se podrá hacer pasar el punto en que la muerte se anudó con la vida, y el sujeto con el prójimo.
Experimentar un análisis marca un pasaje, forjado de sucesivos franqueamientos, en el que necesariamente se conmoverá la relación que el sujeto tuvo con el Otro y, en el análisis, en especial con el S.s.s; fundamentalmente se modificará la posición del sujeto respecto de la castración.
Creemos que la castración es la única transmisión posible en un análisis y la clave pareciera estar en el cuestionamiento referido al goce.
Seguramente –a partir de mi experiencia– podría formular que no será sin encontrarse en ese final con algo referido a la muerte, con el modo en que un sujeto pudo confrontarse con ella o con el dolor que, en algunos casos, intenta ser transmitido.
Respecto de cómo testimoniar lo acontecido en un análisis o de qué se trataría la transmisión de la experiencia, nos restan muchos interrogantes, algunos de los cuales comienzan a esclarecerse para mí, en parte, gracias al trabajo en el jurado de pase: si hay algo que se transmite es una falta.
Modo de confrontación con lo real, singular para cada sujeto.
Es por eso que decidí servirme brevemente de un recorte ofrecido por una pasante, a quien agradezco profundamente lo que me permitió pensar en relación con cierta pregunta que me habita respecto del duelo, del goce y de la castración en el fin del análisis:
“Sueño un sueño al que llamo ‘sueño guía’: Subo para ponerle flores a mi padre (me gustaba que tuviera flores frescas; él era de River, entonces le llevaba flores rojas y blancas); en el sueño la escalera es blanca, no plateada como la de Chacarita.
La escalera del sueño tiene que ver con un puente y con el Rosedal.
Pero las flores son de papel. Se escribe o no se escribe el duelo, con eso tiene que ver: con poder escribir el duelo.
Subir a ponerle flores es darlo por muerto.
Vine en un sueño anterior, cortando flores yerberas con una tijerita de bordadora. Ahora vos escribís y se transformaron en flores de papel.
Flor de papel; flores de papel que permiten escribir el duelo. Se puede escribir el duelo con flores de papel.”
Una vez más la escritura será un artificio ligado al hecho de que hay un decir que concierne a la verdad. Lo que se intenta transmitir no son más que los residuos del goce y las huellas de su exilio.
De tigres arrugados a flores de papel, de un amor incondicional que en el final de un análisis cae, permitiendo que en ese lugar se ubique la causa de deseo.
Situados respecto de lo imposible, bien podría quedar de nuestro lado, relanzar la invención o el entusiasmo.
Analía Stepak
NOTAS:
(1) J. Lacan, Seminario XVII, El revés del psicoanálisis. Editorial Paidós, p. 161.
(2) Freud Sigmund, Inhibición, síntoma y angustia. Obras completas, tomo XX. Editorial Amorrortu.
(3) J. Lacan, Seminario X, La angustia. Versión para circulación interna de la E.F.B.A.
(4) íbidem. Clase del 16 de enero de 1963.
(5) J. Lacan, Seminario XIV, La lógica del fantasma.
(6) J. Lacan, Seminario XVI, De un Otro al otro, clase N.º 3, 27 de noviembre de 1968.
(7) Mao Tse Tung. Conversación con la corresponsal estadounidense Anna Louise Strong. Agosto de 1946. Obras escogidas. Tomo IV.
(8) Mao Tse Tung, Intervención en la reunión del Bureau Político del Comité Central del Partido Comunista de China en Wuchang, 1 de diciembre de 1958.
(9) J. Lacan, Seminario XVI, De un Otro al otro, clase N.º 20.
(10) J. Lacan, Seminario XVII, El revés del psicoanálisis. Editorial Paidós.
(11) J. Lacan, Seminario R.S.I, 17 de diciembre de 1972. Edición para circulación interna de la E.F.B.A
(12) J. Lacan. Sesión de clausura de la jornada de carteles de la Escuela Freudiana, 1975. Ficha