LA ANGUSTIA Y EL FIN DE ANALISIS. Clelia Conde.

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(*) Jornadas de Escuela “Cuerpo, Síntoma, Goces”, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 6, 7 y 8 de Octubre de 2006.

En razón del trabajo del trabajo que vengo realizando en los Carteles de Pase de la EFBA y la EFA mi interés en relación a la angustia y el fin de análisis se va a centrar mayormente en el momento después del fin de análisis, a saber lo que de esto se pone en juego en los testimonios y en la recepción de los testimonios por los pasadores.

Sabemos que tenemos dos tipos de angustia, la angustia que se suscita por la identificación al Falo, y la angustia, más propia del final de análisis que se produce por el pasaje a la existencia.

Cada vez que en el trascurso del análisis o por los avatares de la vida cae una identificación el sujeto se encuentra solo con su objeto pulsional, causa de su deseo. En el fin de análisis el atravesamiento de las identificaciones imaginarias deja ante el objeto.

Siendo la angustia una señal para la movilizacion de las defensas, estas se pondrán en juego, solo que el sujeto ya no cree más en la falsa protección que le ofrece el Yo, y solo tiene su propia vulnerabilidad como amparo.

Es por esta causa que generalmente el fin de análisis tiene como consecuencia una impronta no como estructura pero si fenomenológicamente de experiencia fóbica. El sujeto ya no sabe bien como presentarse ante los otros sin sus usuales vestiduras imaginarias, si bien está expectante, tal vez por vez primera de ese encuentro con el otro, del que ya no espera que sea su modelo ni su rival.

Es quizás tomando esta consecuencia, además de la necesidad de trasmisión del Psicoanálisis, que Lacan inventó el Pase, como encuentro inaugural con el pequeño otro.

La posibilidad de que luego de un fin de análisis no haya más angustia parece concomitante de la idea de que no hay más fantasma. Es decir de una idea del deseo puro, cátaro.

Lo constatable es que al fin del análisis la pérdida del lugar de Sujeto Supuesto Saber conlleva una cierta fobia, ya que no hay garantía en la relación con el pequeño otro, hay un cierto sentimiento de “aparte”, que no es fruto de la soberbia ni de orgullo, sino de un cierto desenganche del lazo social. Esta es sin duda una angustia específica.

Decía que me parecía que también por esto está la necesidad del Pase, así como la necesidad de la enseñanza, para que por un lado lo que se dispersa del lazo se re-anude respecto de los otros.

Por lo tanto es esperable que algo del rechazo, entendido como función de discriminación se ponga en juego con los pasadores.

Es bastante común escuchar en los testimonios este armado llamémoslo a manera de broma kleiniano del pasador bueno y el pasador malo, para decirlo más correctamente, de aquel con quien se ha sentido una comodidad, una posibilidad de fluir mayor, y de otro con quien algo del rasgo ha hecho obstáculo .

Habrá uno que sostenga la dimensión del semejante como la parte comprensible del Complejo y otro que soporte su faz incomprendida. Esto siempre con apoyo en algún rasgo contingente de las personas, sus pertenencias culturales, sus rasgos físicos, la historia común, etc., éstas son meros apoyos imaginarios pero responden a una necesidad estructural.

Quería poner a consideración de uds que es justamente en los testimonios que pueden trasmitir algo de esta división, que el pase de fin de análisis se pone en juego.

Caso contrario aparece una cierta indiferencia respecto a con quien se habla, y ambos testimonios parecen duplicarse, sin diferencias.

Como la acumulación de pases, la serie, produce un cierto saber esperable en la comunidad analítica, a veces esta indiscriminación de los pasadores puede darse por una espera ideal de la comunidad respecto a “ estar superado”, como quien puede trasmitir su palabra “a pesar” de quien lo escucha y no a través de quien lo escucha.

El testimonio si no hay algo en juego de la angustia puede ser considerado entonces no un acto sino un acting out. Si se trata de un acting la angustia estará en el otro y no se suscitara ningún color afectivo especial respecto de los pasadores.

Si se trata de un acto, de ese otro, de su voluntad en la escucha dependerá la llegada de lo que se quiere trasmitir y entonces se está mucho más sujeto a la angustia.

Creo que es en este sentido de las dos caras del complejo del semejante, y no en relación, más que secundariamente, a la sentimentalidad del pasador, que Lacan dice que el pasador es el pase.

Ante los pasadores habrá aquel que soporte la imposibilidad radical de la relación con el otro y el que permita la complicidad, el guiño. Esto es aleatorio y no depende para nada de la disposición del pasador.
De esta manera tenemos el circuito completo: lo imposible de la completud y la necesidad del otro.

Una necesidad que no debemos entender en su sentido existencialista de completud, sino ligada al sorge, la preocupación.

La preocupación del que está en la misma brecha de construir un lazo social posible para los hablantes.

Clelia Conde.