LA ANGUSTIA. Elena Jabif.

Tiempo de Lectura: 35 min

(*) Escuela Freudiana de Buenos Aires - Clase 6 del 4 de julio de 2007

“Aquél que poseyó el objeto del deseo y de la ley, aquél que gozó de su madre, Edipo para nombrarlo, da ese paso más, ve lo que hizo. Saben ustedes que ocurre entonces ¿Qué palabra elegir, como decir lo que es del orden de lo indecible y cuya imagen sin embargo quiero hacer surgir para ustedes?” Está hablando de Edipo en Colona.

“La tradición dice incluso que a partir de ese momento – estamos hablando de Edipo en Colona – se vuelve verdaderamente vidente. En Colona ve tan lejos como puede verse y tanto más allá que ve el futuro destino de Atenas..” ¿Qué es lo que ve Edipo en Colona? Cuando retumba el trueno, sabe de la ira de Zeus. Anuncia su propia muerte. Edipo ha maldecido y profetizado la muerte de sus propios hijos. Esto es lo que ve, que acá Lacan no lo aclara, pero está hablando de Edipo en Colona. El combate del uno contra el otro. Ha visto su propia muerte, y elegido la prosperidad de Atenas para ser enterrado en sus tierras.

Volvamos a Lacan.

“El hecho de que él ve lo que hizo tiene por consecuencia que él ve —he aquí la palabra ante la que me topo— , un instante después, sus propios ojos en el suelo, hinchados por un tumor vidrioso, confuso montón de basuras ya que — ¿como decirlo así?— por haberse arrancado los ojos de las órbitas, evidentemente ha perdido la vista. Y sin embargo, no deja de verlos....” Por eso dice Lacan, que se vuelve – Edipo en Colona – verdaderamente vidente.

Recuerden: Vidente porque ve el futuro de Atenas. Vidente porque ve el combate de sus hijos entre si. Vidente porque profetiza su propia muerte y la muerte de sus hijos.
“Y sin embargo,- Edipo en Colona - no deja de verlos, de verlos como tales, como el objeto—causa al fin revelado de la última la postrera, no ya culpable sino fuera de los limites, concupiscencia: la de haber querido saber.”

Quiso saber y ¿qué es lo que vio? Su propia muerte y la muerte de sus hijos, algo que el sujeto no ve.
“La tradición dice incluso que a partir de ese momento se vuelve verdaderamente vidente. En Colona ve tan lejos como puede verse –se ve muerto - y tanto más allá que ve el futuro destino de Atenas.

¿Qué es el momento de la angustia?. ¿Acaso lo posible de ese gesto por el que Edipo puede arrancarse los ojos, hacer con ellos ese sacrificio, esa ofrenda, precio de la ceguera donde se ha cumplido su destino?”
¿Cuál es el cumplimiento del destino? Los hijos que se matan entre si, él ve su propia muerte.

“¿Es acaso la angustia la posibilidad que tiene el hombre de mutilarse? No.” Si fuéramos freudianos, ¿qué diríamos?: Si. La angustia aparecería ahí donde aparece la mutilación, la caída, la pérdida del objeto. Sin embargo esos espacios que dan cuenta de los ojos desnucleados, esos lugares vacíos del ojo, no es el lugar de la angustia, a menos que lo leamos al modo freudiano. Lacan dice: “No. Aquí esta, precisamente, lo que por medio de esta imagen me esfuerzo por indicarles: que una imposible visión los amenaza desde vuestros propios ojos por tierra.” Ojos arrancados, ojos desnucleados, ojos que fueron a parar a la tierra. Ahí, él ve.
“Tal es, creo, la clave más segura que podrán encontrar nunca, sea cual fuera el modo de acceso con el que se presente para ustedes el fenómeno de la angustia.

Y además, por expresiva, por provocadora que sea, por así decir, la estrechez de la localidad que les indico como lo cercado por la angustia, adviertan que si esa imagen se encuentra aquí como fuera de los límites, no es por preciosismo alguno de mi elección, no se trata de una elección excéntrica: una vez que la indico, es verdaderamente corriente encontrarla.”

¿Qué está diciendo? Que no es una cuestión de su preciosismo, de alguna manera leer que la caída, que lo hace o lo instituye vidente, tiene que ver con esos ojos que han ido a parar sobre la tierra, manteniendo un borde de esa falta, de ese vacío que da cuenta de la caída del objeto, que ahí se vuelve verdaderamente vidente. Ahí donde el objeto cayó.

“Vayan a la primera exposición actualmente abierta al público, en el Museo de Artes Decorativas, y verán dos Zurbarán, uno de Montpellier y el otro de otro sitio; representan, creo a Lucía y Ágata, cada una con sus ojos y su par de senos en una fuente. Mártir, digamos, lo cual quiere decir testigo de lo que aquí se ve.” Ella es una mártir. El mártir tiene una función, que es dar testimonio de lo que aquí se ve. El mártir siempre es un testigo.

“...además la angustia no es —como les decía— lo posible, a saber, que esos ojos estén desnucleados, que esos senos estén arrancados.” No lo leemos al modo freudiano, no es el acto de haberle arrancado los senos, eso no provoca angustia. La angustia es cuando falta la falta, que se positiviza el objeto. En donde el objeto está negativizado, porque hay un lugar de falta en el cuerpo, ese no es el lugar de la angustia. Si una cura implica el proceso de ir arrancando pedacito por pedacito del cuerpo del Otro, esto es bien del sujeto, los pedacitos van cayendo, ese no es un lugar de angustia, aunque puede haber momentos de tensión en el tratamiento, sino que la angustia es donde falta la falta, y algún objeto se positiviza en la transferencia.

“Porque en verdad, cosa que también merece ser destacada, estas imagenes cristianas no son especialmente mal toleradas, a pesar de que algunos, por razones que no siempre son las mejores, hacen remilgos frente a ellas.” ¿Las conocen, las vieron? Vieron que a pesar de haber ahí un lugar desnucleado, hay algo que tiene la imagen, que es que están cubiertas por una especie de velo, por donde tras el velo es como si nada faltara. Eso que está caído, en el piso o en la fuente (los ojos en la fuente, los pechos en la fuente), tanto de un cuadro como de otro, de cualquier manera tienen un velo. Es interesante como pasa en la neurosis.

 No es que uno va por la vida mostrando que no tiene tetas, porque un analista que pone el cuerpo y se precie como tal, trabaja con las tetas, no porque sea un dador de leche, sino que las tetas, al modo del cuerpo de Tiresias, es como un lugar sexualizado desde lo femenino, una posición femenina – tanto para hombres como para mujeres – que permite que la cura progrese en lo que es la declaración sexual.

“Stendhal, hablando de San Stefano il Rotondo, en Roma, encuentra que esas imagenes sobre las paredes son repugnantes. Seguramente en el sitio mencionado están lo suficientemente desprovistas de arte para que nos veamos introducidos, debo decir, un poco más vivamente a su significación.

Pero las encantadoras personas que nos presenta Zurbarán, al presentarnos dichos objetos – estamos hablando de los objetos, a, les agregaría – sobre una fuente, no nos presentan otra cosa que lo que llegado el caso —y no nos privamos de ello— puede constituir el objeto de nuestro deseo.” Ahí, estos objetos sobre la fuente, estos ojos, estos pechos, ya Lacan los pone acá como objeto a en la versión causa del deseo. Por eso no son cuadros que perturben, no horrorizan, son cuadros que están ofrecidos para ser vistos como objeto que causa deseo.

Acá yo tenía un texto que había hecho hace un tiempo. ¿Qué es lo que se ve en el cuadro de Lucía? Muestra una Santa sosteniendo una fuente en sus manos, sobre la cual reposan sus ojos desnucleados. El otro cuadro, pertenece a Ágata, Santa que también sostiene una fuente en la que también se apoyan sus senos cortados. Según el santoral, Lucía vivió en el siglo III de la era cristiana y se la acusa, Sicilia, bajo el reinado del emperador Diocleciano (era un acérrimo perseguidor de cristianos). Digno de una Santa, se consagra al dios cristiano con su virginidad, y orienta su vida a la caridad y a la oración. Sigue los pasos de la virgen María y de Santa Ágata o Agueta que es otra mártir siciliana, muerta treinta años antes.

Lucía convenció a su madre... Van a ver que hay algo que me sorprendió, en este texto, y en la clase que sigue, que Lacan va a retomar el valor del concepto de lo pre edípico, porque va a volver a situar que el objeto a Real, en el único lugar donde se considera un objeto Real, es en relación al hijo, que el hijo es el objeto Real. En el único lugar donde da cierto estatuto de anudamiento entre lo Real e Imaginario de la realidad. Le da valor a lo que puede ser la fase pre edípica freudiana, diciendo que justamente, la intensidad amorosa de este tiempo pre edípico hace que toda la constitución del sujeto sea mucho más frágil. No habla de desanudada, pero de un nudo con mayor permeabilidad, va a decir, quizás también con mayor fragilidad que para la neurosis obsesiva, que es una neurosis princeps para el psicoanálisis, en la medida que ese nudo flojo, también propicia un goce suplementario para la mujer o para la posición femenina.

Ahí es donde está trabajando Lucy Tower y las cuestiones de ella y su posición de Don Juan en relación a sus dos pacientes varones, y como se compromete contratransferencialmente, pero lo interesante es que vuelve a resituar el valor pre edípico del enlace de la hija mujer con la madre.

Acá aparecen madres por todos lados, Lucía convence a la madre. La madre que tiene hemorragias. La Santa por supuesto, testigo de lo que ve, se ofrece a dios para poder curar a la madre. Dice: esto fue lo que se escuchó en esa misa de iniciación para que fuera una Santa, una mujer enferma de flujo de sangre, doce años había, llegándose por detrás, tocó la franja de su vestido, porque decía entre sí: si tocara solamente su vestido, se le salvaba. Toda la relación de Lucía es con la madre. Madre e hija, sienten que sus oraciones van a ser escuchadas por dios, Lucía es vencida por el sueño, se duerme al lado del sepulcro de una Santa, hasta que se le aparece dios y ofrece curar a la madre. 

Ahí es donde ella se entrega a los pobres, resigna todos los bienes, en pos de la madre es que haced su acceso a dios. Es interesante, porque acá no es por la vía del amor al padre, sino más bien, ordenada al modo de Santa Teresa, casi en este goce místico, que por la vía de la demanda amorosa del madre y a la madre, que aparece este goce con dios. Esto de que puede chiflar el moño, quiere decir que tiene un moño más frágil, que le permite gozar de esta manera con dios y ser reconocida por dios en ese goce que cura a la madre. Pero por otro lado esta santidad, que la puede llevar a un goce muy particular, como en el caso de Santa Teresa.

Una vez que es pura y santa, ahí se complica con la cuestiones de ser sexuada, porque siempre aparece un emperador, un amo que la quiere gozar, que las quiere mujeres donde las santas se resisten. Ella quiere conservarse a dios como víctima pura y santa, el prefecto de Roma la amenaza, la tortura. Llaman a magos para hacerles todas las torturas necesarias sobre ese cuerpo, para que ella acepte resignar la santidad y acepte acceder a la sexualidad. 

No tienen suerte en esto. Los magos le hacen una aspersión de orina en el cuerpo, a ver si aparece su resignación a la santidad. Ella no resigna, y optan por quemarla viva. Tampoco el fuego puede con ella, y solo muere cuando es decapitada. Fíjense como hay que redoblar la apuesta, porque esta santidad virginal es muy difícil de conmover.

Acá, de alguna manera, les asocié a Santa Lucía con lo que podía ser la posición de Santa Teresa. No se si Santa Lucía es tan así, pero puede ser que quede del lado de un goce suplementario en este goce con dios, porque dios le salvó a la madre.

También puede ser, como esta pequeña viñeta clínica que les traje, donde el punto inconmovible del cuerpo, está al servicio del goce del Otro, de la madre como goce del Otro.

Lo interesante es que no indica esta historia por qué es invocada como protectora de los ojos. La iglesia le da peso al nombre, dice que el nombre es porque deriva de la luz. También la iglesia niega que esos ojos que aparecen en la imagen de Santa Lucía, que están en la bandeja de Zurbarán, tengan que ver con su martirio, dicen que es una leyenda de la época medieval, que es apócrifa. Pero hay una versión, que Lucía se preguntó: ¿Qué haya de hermoso en mi este hombre? El prefecto le responde: Ese hombre ha sido embrujado por la luz y el esplendor de tus ojos. Eso bastó para que Lucía se arrancara los ojos, los depositara sobre la bandeja y le dijera: Lléveselos, ya que tanto los admira.

Como esta posibilidad de despojarse de todo en la medida en que hay un punto, por supuesto inconmovible, que es la virginidad, que la virginidad es consagrada a la madre. Santa para dios, pero no deja de ser el cuerpo de la madre.

La otra, Ágata, también tiene ahí un amo que se enamora de ella, otro. Ella se niega a casarse con él, se esconde en Catania, para que este amo Quintianus la olvide. Ágata también era una chica de una alta familia de la provincia, económica, pero Ágata descubre que es cristiana. Ella es cristiana y cuando Quintianus sabe que ella es cristiana, empieza a tratar de conmoverla a través de encerrarla, de meterla en un calabozo.

 A cada negativa de Ágata de renegar a dios, las cuerdas se tensan un poco más, ya que la ahorca, la encarcela, la envuelve en cuerdas, no la logra persuadir. Ahí es donde Quintianus furioso, le cercena los pechos. Muere desangrada en el suelo de su celda, no hay un solo gemido que emite, esto es importante, mártir es testigo, esa posición de testigo de lo que ve, es como si se borrara al máximo su subjetividad. Sonríe dulcemente hasta que sobreviene la muerte.

En concreto, tanto ojos y senos sobre esas bandejas de Zurbarán, lo que muestran es el objeto a positivizado.

Seguimos con Lacan.

Acá era donde Lacan dice: Hay que buscar el saber por qué, verdaderamente Lucía y Ágata son causa de angustia. A pesar de que está delicadamente velado, no son cuadros que apunten a despertar la angustia del Otro. No se puede decir que Zurbarán es un perverso que pinta para arrancarle al Otro su angustia. Hay velo, siguen estando los ojos, pero esos ojos desnucleados y pechos arrancados, positivizados, son, sobre la bandeja, causa de angustia. Para un neurótico que los mira, son causa de angustia.

Participante: Al estar positivizados son causa de angustia. Al no estar en falta.
E. Jabif: No. Están sobre la bandeja, ofrecidos para aquel que las mira.

Dice esto que les dije, que no es un perverso Zurbarán “Para esto convendría que Zurbarán estuviese concernido de manera más personal, que fuese sádico o masoquista, por ejemplo, puesto que entonces se trataría de un verdadero masoquista, de un verdadero sádico...” Lo cual no quiere decir que alguien puede tener fantasmas, los cuadros pueden ser fantasmáticos. Pueden tener que ver con el fantasma encuadrado y enmarcado de aquel que pinta. Todo cuadro no deja de ser una beance, una abertura donde se puede acceder a los trazos de la subjetividad de aquel que pinta, pero hay marco.

En la imagen del neurótico, como que el neurótico tiene una gran dependencia de la imagen. De cualquier manera es una imagen que está enmarcada. En la posición perversa hay algo más allá que constituye la especificidad de la posición perversa, y donde el neurótico toma en cierto modo referencia, esta es la famosa frase freudiana, que la neurosis es el negativo de la perversión. De esta posición perversa el neurótico constituye su fantasma, o hace de su síntoma, rasgo. O hace de su síntoma signo, pero hay marco, y recuerden que el marco, está siempre ligado al Nombre del Padre.

“¿Cuál es la posición del masoquista?. ¿Qué le oculta su fantasma? Ser el objeto de un goce del Otro...” Ahí ya estamos en estos términos, a ver que escuchan, que les interesa de esto.

¿Qué le oculta su fantasma? Quiere decir que el fantasma en la perversión, no es que no está, sino que en tanto está desplegado en escena, es apto para ocultarle al sujeto, que le oculta su fantasma. En el neurótico queda...
Lo que está marcando es que en la medida en que el perverso escenifica, hay una desimplicancia subjetiva que facilita que la verdad, lo verosímil del deseo, o de los goces, o de las sombras, queden de una manera, para el neurótico, permeables, aquel queda implicado en eso. Sin embargo, para el perverso, la esencia del fantasma, queda oculto.

“¿Qué le oculta su fantasma? Ser el objeto de un goce del Otro que es su propia voluntad de goce.” Entonces ya está situando un concepto que es: ser objeto de un goce del Otro, pero que es su propia voluntad de goce. Acuérdense en el masoquismo, los pactos construidos, escritos, donde se apela que el partenaire, un pequeño otro, encarne el lugar de un gran Otro que goza de él. El pequeño otro se instituye como un gran Otro que lo goza por la vía del pacto. Lo que queda escondido es su propia voluntad de goce.

Recuerden lo que hablábamos la vez pasada, que decía Lacan, que el masoquismo es tomarse como objeto del propio deseo. “...propia voluntad de goce; porque, después de todo, el masoquista no encuentra forzosamente —como un apólogo humorístico ya citado aquí lo recuerda— a su partenaire.” No encuentra forzosamente a su partenaire. El masoquista no tiene que forzarlo, como el sádico, que tiene que capturarlo, torturarlo. El masoquista no tiene el esfuerzo que tiene que hacer un sádico para encontrar un partenaire que lo acompañe en la escena perversa.

“Qué encubre esa posición de objeto sino el alcanzarse a sí mismo, proponerse en la función del andrajo humano, de ese pobre desecho del cuerpo separado que aquí se nos presenta?”

“¿Qué encubre esa posición de objeto, sino el alcanzarse a si mismo...” Se pregunta Lacan. ¿Se propone como la función del andrajo humano de se un pobre desecho del cuerpo – por qué no damos un pasito más, que acá no lo dice - del cuerpo del Otro, materno, separado, que aquí se nos presenta? 

Esto implica que no hay duda de que ha habido separación del cuerpo de la madre. La cuestión es ante esa separación, él propone, como voluntad de goce, la renegación. No es que no hay separación, no es que no hay castración, sino que hay escenificación de una volunta de goce, tomándose a si mismo como objeto de deseo. Se propone como función, el andrajo humano, deyecto del cuerpo del Otro, andrajo humano, que da cuenta de un lugar donde ha sido separado del cuerpo del Otro, y en lugar de la separación antepone la renegación.
Por eso digo que la mira del goce del Otro es una mira fantasmática. Aquí tienen, es interesante porque no en muchos lugares Lacan habla del goce del Otro, queda siempre como un concepto embarullado: ¿lo gozó, no lo gozó, que lo gozó? Acá dice clarito, que el goce del Otro, es del orden del fantasma.

Les voy a leer un pedacito del libro de Mishima, chiquitito, que me pareció fantástico, de cómo el recupera en un tiempo instituyente, lo que puede ser la organización subjetiva de una posición perversa. “Yukio Mishima, confesiones de una máscara”, prólogo de Vallejo. Es de 1949, es la más famosa de las novelas de Mishima, es un gran estudio de la homosexualidad vista desde adentro, analizada por el protagonista, es un masoquismo de lujo. 

Vista desde adentro, analizada por un protagonista, que hace lo posible por ocultar sus sentimientos a los demás, y que tiene siempre la sensación de estar representando una complicada comedia: "Esta novela biográfica es en esencia el drama de un niño y adolescente que despierta al sexo en unas terribles fantasías sádicas, para encontrarse después distinto a todos sus amigos ante los que simula interesarse por las mujeres, mientras sólo le atrae físicamente el cuerpo de otros hombres. 

Hace un patético esfuerzo para convencerse a sí mimo de que está enamorado de la hermana de un amigo, esperanza que se hunde definitivamente cuando estando en compañía de ella en un baile barriobajero, se nota estimulado sexualmente por unos forzudos que se han descamisado, y de modo especial por el mechón de pelo que asoma bajo el sobaco de uno de ellos. – Un simple mechón, fíjense ahí como está positivizado el objeto - Así pues, se nos autodefine como homosexual, sádico y con otras anomalías del instinto, como el fetichismo". La novela contiene también unas interesantísimas páginas que describen el ambiente del Japón.
Tiene un lugar muy fuerte acá, después de una terrible crisis económica que padece el abuelo paterno.

 La abuela materna, tiene un lugar fundamental en la historia de este personaje, además de tenerlo sujetado, amarrado cuerpo a cuerpo, en los momentos de sus martirios, de sus dolores del cuerpo, a él lo ata, lo deja inmóvil, para tenerlo cuerpo a cuerpo con ella.

Acá, lo interesante que me pareció... El viene diciendo la importancia que tuvo en él, Juana de Arco, está hablando de sus recuerdos infantiles. Dice: “Otro recuerdo es el del olor del sudor, uno olor que me inducía a replegarme en mi mismo, que despertaba mis deseos y me avasallaba. Si aguzo el oído, percibo un batir ahogado, débil y amenazador, un sonido sencillo y plañidero, un sonido de cánticos que se acerca. Tirando de la mano de la niñera, la invito que vaya conmigo a toda prisa.” Ahí tiene escenas donde él está con el cuerpo de la niñera, está viendo un desfile militar en brazos de la niñera, creo que tiene cuatro años. 

Dice: “El pesado sonido de las botas militares. Los sucios uniformes y el bosque de mosquetones al hombro, es espectáculo suficiente para dejar en grado sumo fascinado a cualquier niño. Pero a mi, lo que me fascinaba era sencillamente, el olor a sudor, que constituía un estímulo oculto, bajo mis esperanzas de que me regalaran cartuchos. El olor a sudor de los soldados, aquel olor como el de la brisa marina, como el del aire de la playa, quemado por el sol hasta dejarlo de oro, me intoxicaba al penetrar en mi olfato, probablemente es mi primer olor en el recuerdo.

No hace falta decir que en aquellos tiempos, el olor no podía tener relación directa alguna con sensaciones de orden sexual, pero poco a poco, y de manera constante y tenaz, despertó en mi un deseo de realidades tales como el destino de los soldados, la trágica naturaleza de su misión, los lejanos países que veían.”
Me pareció interesantísimo, como él recorta, cuatro años, transitando la constitución edípica, la cuestión del olor, que es una cuestión... La pulsión olfativa, pero como recorta la pregnancia, la fijeza de la pulsión y como eso va después a cabalgar dentro de lo que es su deseo perverso, como queda fijado ese pedacito de olor del cuerpo de los soldados.

Participante: Eso, suena a la película “El perfume”, también con ese olor de esa primer mujer que intenta buscar en todas las otras.

E. Jabif: Mi interesante lo que vos decís. Lo que pasa es que en “El perfume”, es un esquizofrénico, entonces tal cual lo que vos decís. Ahí el objeto no está constituido como objeto, no está caído. Hay un objeto en bruto, ligado a lo Real del cuerpo no atravesado por la palabra. Cuando él tenía que ir a buscar el olor, necesitaba despellejar. Despellejaba a las mujeres, en pos de conseguir un pedacito de su olor. De alguna manera uno podría decir, una pasaje al acto al servicio de poder sacar pedacitos del cuerpo del Otro, que no se podían sustraer o arrancar, si no era por la vía del pasaje al acto, el crimen.

Este es un perverso, se termina suicidando. Ahí el suicidio calza más a las cuestiones de prestigio del Ideal del Yo, de lo que podía ser la cultura japonesa. No podía ser de otra manera. Se había ofrecido Mishima, a participar de un batallón suicida y al final no lo toman, no tiene la oportunidad, pero de todas manera el quedar pegado a la imagen, dar imagen al olor y darle cuerpo, es lo que después aparece... Nunca hay una escena sexual, porque lo que queda relegado es lo sexual, que es el lugar de la diferencia. En esta escena de perversión él encuentra el olor al modo del acting.

Estamos con que el goce del Otro es fantasmático. “Lo que se busca, es en el Otro la respuesta a esa caída esencial del sujeto en su miseria última...” Estamos hablando del masoquista, busca, ese sujeto, tocar su última miseria, y que ese gran Otro, responda a eso. Hay que ver con que responde el gran Otro a esa última miseria.

Y Lacan contesta: “...la respuesta a esa caída esencial del sujeto en su última miseria, es la angustia.” Esto es lo que está buscando el masoquista, la angustia de ese gran Otro. “¿Dónde está este otro del que se trata? Tal es la razón por la cual se produjo en este circulo el tercer término, siempre presente en el goce perverso: aquí reaparece la profunda ambigüedad en la que se sitúa una relación en apariencia dual.” Hay un tercer elemento que rompe la aparente especularidad de la escena perversa. 

“Porque además es preciso que sientan dónde pretendo señalarles esa angustia. Podríamos decir —la cosa está suficientemente puesta de relieve por toda clase de aspectos de la historia— que esa angustia que constituye la mira ciega del masoquista...” Vida ciega porque está puesto ahí, como el horizonte del goce perverso, su fantasma esto se lo oculta, de que el busca la angustia del Otro. “...no es por eso menos realmente lo que podríamos llamar la angustia de Dios.” Lo que él busca en ese Otro es la angustia de Dios. Fíjense todo lo que es el proceso perverso para darle consistencia al Otro, para seguir sosteniendo a rajatabla y por la vía renegatoria, que el gran Otro, la angustia lo eleva a la categoría de Dios.

Su fantasma le oculta, vuelvo a repetir, lo que podríamos llamar la angustia de Dios.

Esta parte es muy conocida, porque está también en RSI, pero se las leo, está acá y esto es muy rico. Dice: “¿Tengo necesidad de recurrir al mito cristiano más fundamental para dar cuerpo a lo que aquí sostengo?: – en esto Lacan es lacaniano, no freudiano – a saber, si toda la aventura cristiana no se embarcó por esa tentativa central, inaugural, encarnada por un hombre cuyas palabras hay que volver a oír, aquél que impulsó las cosas hasta el último término de una angustia que sólo encuentra su verdadero ciclo a nivel de aquél por el cual se instauró el sacrificio, es decir, a nivel del padre.” Acá el va a decir, que en el único lugar donde existe el par sadomasoquismo, articulado como dialéctica sadomasoquista, donde es posible el sadomasoquismo, es en la relación del hijo con el padre, en el sacrificio del mito cristiano. Ahí está el sadomasoquismo.

Acá hay un doble sacrificio...

Cuando dice que es, vuelvo a leer el pedacito, “...el último término de una angustia que sólo encuentra su verdadero ciclo a nivel de aquél por el cual se instauró el sacrificio, es decir, a nivel del padre.” Acá la angustia la ubica a nivel del padre. Hay un pico máximo de angustia ahí donde el padre ve morir a su hijo en sacrificio. Porque si bien el hijo reclama “padre por qué me has desamparado”, y podría ser la angustia del hijo ante el desamparo del padre, la angustia es a nivel del padre. Es decir, que ahí la muerte del hijo está al servicio de la angustia de Dios, del padre. Esto ya está en el antiguo testamento. 

Caín y Abel, donde en el lugar donde es sacrificado Caín, es sacrificado, porque de alguna manera Abel es dignificado, pero Caín es sacrificado en pos por lugar que tuvo para la madre, y porque además es el ejecutor de su propio pasaje al acto. Ante lo cual, desde la historia de Caín y Abel, ahí también es sacrificado para la angustia de Dios. Pero acá toma, en este nuevo ciclo, toma la forma de que la angustia de Dios es la angustia del padre.

Escuchen lo que dice acá, que es precioso: “¿Tengo necesidad de recurrir al mito cristiano más fundamental para dar cuerpo a lo que aquí sostengo?” Cuerpo, porque es una cuestión del cuerpo, inmolado “...a saber, si toda la aventura cristiana no se embarcó por esa tentativa central, inaugural, encarnada por un hombre cuyas palabras hay que volver a oír ...” Que este sacrificio, de alguna manera, relanza la palabra del padre, la metáfora paterna.

“Dios no tiene alma. – y acá da un paso más, porque aquí si sitúa el alma como lo ritual – Esto es bien evidente. Ningún teólogo pensó además en atribuirle una. Sin embargo, el cambio total, radical, de la perspectiva de la relación , con Dios, comenzó con un drama, - que es este drama sacrificial - una pasión en la que alguien se hizo alma de Dios. - Es donde el hijo se hace objeto del padre – Porque, para situar también el lugar del alma en ese nivel a de residuo de objeto caído...” El alma es el objeto a, y donde el hijo se hace alma del padre.

“...lo que esencialmente importa es que no hay concepción viviente del alma, – no hay la concepción filosófica – con todo el cortejo dramático en que esta noción aparece y funciona en nuestro área cultural, – la filosofía – sino acompañada, precisamente de la manera más esencial, por esa imagen de la caída.” No hay alma si no hay caída.

Sigo un poquitito más: “En el sádico, la angustia está menos escondida...” Para el masoquista, por eso dice Lacan, que la verdadera perversión es la perversión del masoquismo, por esto de que el fantasma está bien oculto, vela bien lo que puede ser la posición gozosa del perverso. “En el sádico, la angustia está menos escondida. Lo está incluso por poco que se anteponga en el fantasma, el cual, si se lo analiza, hace de la angustia de la víctima una condición enteramente exigida.” 

Entonces, por la vía de la tortura, etc., lo que aparece es la angustia en el pequeño otro. Está muy a la vista. “Sólo que esto mismo debe hacernos desconfiar. ¿Qué busca el sádico en el Otro?” Y acá nuevamente instituye el goce del Otro, porque si bien le provoca angustia al pequeño otro, no deja de hacer al pequeño otro, otra vez un gran Otro. “Pues está bien claro que para él el Otro existe – otra vez la consistencia en la perversión al goce del Otro – y no porque lo tome por objeto debemos decir que hay allí vaya a saber que relación a la que llamaríamos inmadura, o incluso, como se expresa, pregenital; el Otro es absolutamente esencial, y esto es lo que quise articular cuando di mi seminario sobre la Etica, al vincular a Sade con Kant, el esencial cuestionamiento del Otro que llega hasta a simular, y no por azar, las exigencias de la ley moral.” Hace del pequeño un gran Otro, que es un gran simulador, donde de alguna manera, por la vía de la exigencia de la ley moral, se vuelve como íntimamente a la ley perversa: gozarás del cuerpo del Otro sin límite. Esa es la ley moral.

Quiero trabajar este pequeño texto clínico, seguimos en todo caso la vez que viene.
Les hice este pequeño recorte clínico, es una neurótica pero muy particular, porque acá justamente lo que está en danza, es la cuestión de los afectos.

Laura consulta por un síntoma de anorgasmia que la ha atravesado toda su vida sexual. Múltiples hombres, diversos cuerpos. Experiencias tormentosas maritales no conmovían su certeza de que la experiencia del orgasmo era la única validez para nombrarse sujeto. Su carencia la confinaba a un mundo de autista.

Bajo la mirada de desprecio, caían todos los hombres que no habían logrado conmoverla. Este era el tiempo de una relación con un señor, sexualmente muy preocupado por su masculinidad, por sus atributos positivizados, y con una imperiosa demanda de ser reconocido, por esta distante mujer, hombre. El esfuerzo por excitarla, lo convertía en un investigador de los matices de su ánimo, sofisticados juegos sexuales, pedían una afirmación para su narcisismo de varón que ella no estaba dispuesta a donarle.

Un primer tiempo de la transferencia, es de alto voltaje amoroso. Se abraza a cada encuentro con su analista. Debuta, como una adolescente con el uso de corpiños, se pinta la boca, y de manera divertida, con esta nueva excitación de la imagen, encuentra un goce de la mirada, que la separa de su mascarada de varoncito.

Priorizando amores y odios, con el padre muerto, aparece una rabiosa nena, una historia de privación, por ausencias reales del padre. Cada retorno al hogar tiene una nueva maternidad de la madre.

La anestesia en el cuerpo era una cruel y ¿? sanción al padre y a cualquier hombre que hiciera seguir con él. Me interesa ubicar que la sensibilidad en el cuerpo iba en compañía de una frondosa confianza transferencial. Esta frondosidad pulsional, tiene valor de un disparador para el pasaje al acto. Una pesadilla la sume en el terror, una bestia, la muerte. Tiene un pene tan inmenso que su inmenso que su introducción le produce un dolor insoportable. La fiera del acto sexual tiene la cara de la madre.

En este momento, este hombre tan extraviado por los goces de esta mujer, le propone una experiencia de swingers. Ella avanza por este camino de ¿? interpretaciones o intervenciones de su analista. Se suceden situaciones no carentes de riesgo. Una escena con una prostituta, la deja situada como “machito cortes”. En posición especular con el padre imaginario, la salva (a la puta) dignificándola. El padre de las putas recortaba su objeto de goce, sin privarse del pedacito execrable de la lengua que hacía de su degradación, fuente de exceso libidinal.

Considero este tiempo del acting out, como una mostración de un cuerpo afectado por una transferencia salvaje. Tiempo de la cura donde vacila la mortífera anestesia, sin encontrar el sujeto, la vía del Nombre del Padre, necesaria para darle un marco fantasmático al principio de nirvana, que amordaza la angustia del sujeto.

Esta viñeta se las produje en función de que habíamos trabajado acting out y pasaje al acto.

Me pregunta por qué tuve que aclararles que era una neurótica. Es una neurótica, lo que no le impide que la absoluta anestesia, porque lo que se jugaba para ella era la anestesia de su subjetividad, estaba totalmente enmascarado, que el goce femenino, que el goce sexual, que el orgasmo, pero el trasfondo era la profunda anestesia subjetiva. En el terreno de los afectos, la anestesia subjetiva es tan peligrosa como la absoluta anestesia del cuerpo. Si hay un cuerpo que puede no escararse en la medida en que tiene movimiento, sino se ulcera. Una subjetividad que padece de anestesia y queda inmóvil, también se ulcera.

Fíjense que en la clase anterior de Lacan, donde viene trabajando pesadillas, pavores, él habla del hombre de los lobos, y dice que ese sueño del hombre de los lobos, indica cual es la posición del infantil sujeto, ya en la construcción de la constitución. Dice que en la catatonía de la imagen, en esos lobos en los árboles, es lo que permite ver la fijeza de esa construcción subjetiva. La catatonía de la imagen de la mirada de los lobos, del cuerpo de los lobos. Pero había algo que tenía ese sueño, por eso era neurótico a pesar que se le chifló el moño, que era que había un marco fantasmático dado por la abertura de la ventana, que como todo neurótico, había una beance, como condición para poder adentrarse en el fantasma.

Pero esta mujer, como se situá la transferencia, es una particular transferencia. Por eso pongo “frondosidad”, pareciera ser que hay un punto donde parece que es mirada por la analista, sin embargo era una posición de muerta, parecía una profunda melancolía. Como si de esa melancolía hubiera salido, fue una salida maníaca, pero que en el punto donde empezó a tocarse el cuerpo, a rozarse, a investirse, a recortar que hay tetas, por eso se pone un corpiño, y a recortar una boca, y por eso se pinta los labios. 

A llorar y atrasarse una vez, porque siempre se sentía una muerta que iba por la vida. Ese estado mortífero empezó a disparar con qué contaba y no contaba, en relación a esta pesadilla que es un pasaje al acto porque es como si la reenviara a este goce del Otro, que es un goce fantasmático, pero que tiene que estar muy bien situado el marco y la abertura por donde se accede. Porque si hay algo que produce la frondosidad, si hay algo que produce el goce del Otro, si no está situado el marco que es fantasmático y la abertura, es algo del orden de lo siniestro.

Entonces, para esta mujer, conmover este punto de nirvana, mortífero, y pasar al dolor en el cuerpo, porque era como atravesada de la punta de la cabeza a la punta de los pies, era un dolor insoportable salir de la pulsión de muerte. Quizás, hacer un entrelazado entre la pulsión de muerte y la pulsión de vida es uno de los puntos más dolorosos. Es del orden del dolor. El dolor subjetiva.

Participante: ¿Vos decís lo de la frondosidad como algo de la transferencia salvaje? ¿Cómo ella poniéndose como objeto a del goce del Otro?

E. Jabif: Yo creo que ella ¿qué ofrecía al Otro? Le ofrecía la anestesia. Tiene un marido muy particular, un tipo que vive investigándola en relación a una supuesta distancia, porque ella se podría gozar todo y goza todo. Todo el tiempo está al acecho: Cuanto gozaste, qué sentís, no sentís. Ella lo que, de alguna manera, le da, justamente para que él trabaje el fantasma de él. Vamos a ver en las clases siguientes, como dice Lacan, que la sexualidad del hombre necesita del fantasma, es muy difícil que salga de ahí. Positivizado, y podrá a negativizarse pero se vuelve a positivizar. La anestesia, a él, de alguna manera, desde el fantasma de él, lo lee como un plus gozoso, muy contrariamente a como ella le aparece, que es la muerte: estará indiferente, con otro gozará más, la tendrán más grande...

De hecho después empieza a tener mujeres, una manera da tratar de conmoverla, porque esta mujer, tan puesta en el goce del Otro, tan divinizada, los goces sexuales para él, hay que poder con una sola, el solo con ella. Hay que poder con esa sola.

Ahí, ella no estaba como objeto, me parece que lo que ofrecía como objeto era la indiferencia y la anestesia. La indiferencia a nivel de la relación con el Otro y a nivel del cuerpo la anestesia.

Después puse ahí lo que es el acting out, porque me parece que hay momentos de mucha mostración. La transferencia salvaje creo que se instala cuando se empieza a conmover por la vía de este dolor insoportable cuando toca el goce del Otro, aparece esta transferencia salvaje. Ahí me pregunto si no es un déficit del lugar de lo que es el Nombre del Padre, de no ser nombrado por el padre, y que esta falta de nombre la deja instalada en esta transferencia pero sin marco, por eso es salvaje. 
Pero que entró por la vía del dolor.
Participante: Cuando decís que entró por la vía del dolor, es como la posibilidad de que se instale un marco.
E. Jabif: Es la posibilidad, la del dolor para que se instale un marco. Este texto venía en relación al tema de la pesadilla, que es de la que clase que hoy hablamos. La primera parte de la clase trabaja Lacan la pesadilla, que es el miedo, que es lo desconocido, y la relación de la pesadilla con el pasaje al acto y la segunda parte es la que hoy trabajamos.

Dejamos acá.

Elena Jabif.