Una vez más: La angustia. Analía Stepak.

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(*)Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de Montevideo, del 7 al 10 de noviembre de 2007.
Afecto sólo hay uno, a saber: el producto del apresamiento del ser que habla en un discurso, en la medida que dicho discurso lo determina como objeto.
Jacques Lacan, Seminario XVII L’ Enverse...
Volver a interrogar el tema de la angustia es hoy para mí una oportunidad privilegiada. Hablar de la angustia es nombrar la castración, y entiendo que, según un analista se sitúe frente a ésta, será su modo de practicar el psicoanálisis
Lacan nunca se desdijo respecto a la afirmación: “Afecto hay sólo uno” (1).
Consideramos que sería conveniente repensar, tanto a lo largo de su obra como en el curso de un análisis, qué destino o qué efectos podría tener situar la angustia como afecto prínceps y su incidencia para la clínica.
En Inhibición, síntoma y angustia (1926) Freud propuso que el verdadero peligro es la castración (2).
Lacan, si bien abreva del texto freudiano, se diferencia de él y nos pone sobre la pista que habremos de seguir: hay angustia cuando, en el marco de lo Heim (lo familiar), se hace presente lo Unheimlich (lo siniestro); el punto privilegiado de emergencia de la angustia es cuando el objeto se presentifica.
A diferencia de la propuesta freudiana, sabemos que lo que efectivamente angustia no es que haya falta –que haya castración sino que lo angustiante es la posibilidad de que la falta venga a faltar.
La angustia guía la cura al modo de una brújula, como hoja de ruta que subraya que podría advenir un corte, mientras lo angustiante es justamente que el corte bien podría no producirse. Es por el surco que la angustia cava que conviene avanzar. Angustia que no engaña porque indica lo real: señal de lo real para el sujeto.
Lacan, en el Seminario X, nos advierte acerca de lo que luego seguirá desarrollando: “Todo gira alrededor de la relación del sujeto con el a”(3) .
Objeto a que guarda una relación fundamental con el Otro, si bien es algo de lo que el sujeto, para constituirse, se ha separado.
Situará así la angustia como “única traducción subjetiva del a”(4) .
Objeto a que se manifiesta como la juntura del sujeto con el cuerpo, y al cual se ha estado profundamente ligado, cuya particularidad es ser objeto separador, “núcleo elaborable de todo goce”(5). Lugar en el cual dicho goce se refugia, y que habremos de situar para interrogar exhaustivamente el discurso de la renuncia al goce.
Proponer, como lo hace Lacan, que “no hay sujeto más que de un decir”(6), y que el sujeto es efecto de dicho decir, permite pensar las consecuencias que produce la caída del objeto a, en tanto agujero que se designa al nivel del Otro.
Operando como sujeto, se exilia del goce.
Entonces… ¿De qué goza aquel que goza?(7)
Sabemos que no hay goce más que el del cuerpo, y éste no se constituiría si no se pudiera hablar. Cuerpo que da cuenta de un mapeo de goce subrayando sus orificios; bordes que delinean un agujero y nos confrontan con estos pequeños objetos, lugares de captura, puntos de pérdida a través de los cuales tendremos acceso a dicho goce. Cuerpo separado del goce por una hendidura, mortificado, a partir del momento en que hay en juego inscripciones, marca del rasgo unario.
No sólo la relación con el propio cuerpo está perturbada por el goce: también se presentificará la dificultad en el encuentro con el cuerpo del otro. En este desencuentro, seguramente emergerá la angustia.
Angustia como afecto que llega a un cuerpo atravesado por el lenguaje y nos recuerda que únicamente franqueándola podremos situar al sujeto como efecto y al a como testimonio de la hiancia que separa, a nivel sexual, el goce del deseo.
Disyunción del cuerpo y el goce que emerge, como desfasaje, cuando la función sujeto se pone en juego.
Goce que se presenta como obstáculo insalvable para que la relación sexual pueda inscribirse de alguna manera.
Angustia que Lacan va a interrogar nuevamente sobre el final de su obra:
“¿De qué tenemos miedo? –se pregunta– De nuestro cuerpo… La angustia es precisamente algo que se sitúa en nuestro cuerpo…”(8).
Sin duda, quien ha atravesado un análisis podrá dar cuenta de hasta qué punto la angustia es cuestión de cuerpo.
“La angustia es lo que del interior del cuerpo existe cuando hay algo que lo despierta, que lo atormenta” (9), dice Lacan en R.S.I. Podemos constatar en nuestra clínica que no será del mismo estatuto estar sumido en el colmo de la angustia, estar atormentado por ella a que la angustia nos despierte.
Angustia propiciatoria en tanto despierta, poniendo de manifiesto que el lenguaje intenta suplir la ausencia de relación sexual y enmascara la muerte.
Me resultó de especial interés una cita que hace Lacan en el Seminario XVI, De un Otro al otro, cuando habla, con relación a Hans, de los tigres de papel vinculados con el fantasma de las dos jirafas. Intentando dilucidar a qué aludía con la referencia a los “tigres de papel”, me encontré que mentaba cierta idea desplegada por Mao Tse Tung, quien en diferentes discursos a los representantes del Partido Comunista chino dijo: “El imperialismo y todos los reaccionarios son tigres de papel” (10). También, que todos los reaccionarios parecen terribles pero que, en realidad, no son tan poderosos.
Y agrega (11): “También dije que el zar de Rusia, el emperador de China y el imperialismo japonés fueron todos tigres de papel. Como ustedes saben, todos ellos han sido derribados.” Más adelante, Mao insiste sobre el tema (12): “Miren, ¿no eran tigres vivos, tigres de hierro, tigres auténticos? Sin embargo, al final se transformaron en tigres de papel, tigres muertos…” (13).
A diferencia de los políticos que persuadirían a las multitudes de poner en su lugar a los “tigres de papel”, para el psicoanálisis la indicación propuesta por Lacan sería la inversa: “Dar toda su importancia a algo al nivel de la angustia intolerable. Frente a ella, el sujeto no tiene otro recurso que fomentarse el miedo a un tigre de papel”(14).
Lacan ubica el tigre de papel como un síntoma, en obvia referencia al pequeño Hans, quien está frente al síntoma completamente solo. Solo como cualquiera de nosotros frente a sus síntomas, en tanto éstos son el modo en que cada uno sufre su relación con el goce.
Finalmente, tanto para el pequeño Hans como para cualquier otro, se trata de la pregunta por el che vuoi?, ¿qué me quiere el Otro?: ¿Qué clase de objeto soy para él?, resultado del discurso que hace que, en tanto neurótico, cada sujeto ubique sus preguntas como pueda en relación con el deseo del Otro, por el cual está concernido y en referencia con el cual el sujeto se inscribe como cociente.
De esta operación quedará un resto que podrá ser delimitado recién al final del movimiento, luego de haber recorrido incansablemente la serie de las demandas, para encontrarnos, como propone Lacan, en el fondo del tazón, con la castración.
Antes de la confirmación de que el Otro está castrado, no hay más chance que el surgimiento de la angustia, aquélla que, si se atraviesa, dará lugar a la emergencia del deseo.
En el avance de la teorización de Lacan podremos ubicar la angustia como afecto pero también como “efecto”, ya que es por el lenguaje que estamos afectados.
En el efecto de lenguaje, se trata sólo de un ser que habla. Afecto situado como efecto de lenguaje que aparece retroactivamente poniendo en juego la falta.
Lacan vuelve al tema de la angustia, y nos orienta: en la sesión de clausura de las jornadas de carteles de 1975, afirma que la castración es un goce: “¿Por qué es un goce? –dice–. Se ve muy bien, es porque ella nos libera de la angustia” (15). Continúa preguntándose qué es la angustia para afirmar que lo que angustia es estar casado con el falo.
En el comienzo nos preguntábamos por la incidencia y los efectos de la angustia en la cura; nos hallamos en este punto preguntándonos por su lugar cuando dicha cura finaliza, o está por finalizar.
Experimentar un análisis marca un pasaje forjado de sucesivos franqueamientos, en el que necesariamente se conmoverá la relación que el sujeto tuvo con el Otro y, en el análisis, en especial con el S.s.S; fundamentalmente se modificará la posición del sujeto respecto de la castración.
Poder situar la modalidad por la cual un sujeto se ha confrontado con su angustia, con sus síntomas y sus duelos, y fundamentalmente el modo con el que ha podido operar con lo real, subraya con énfasis lo que ya suponíamos: que el final del análisis no evita la angustia; en el mejor de los casos, permite que un sujeto advierta dónde se entrampa para, una vez atravesado este punto poder, relanzar su deseo. Escribir el afecto como efecto para hacer surgir la causa.
Creemos que la castración es la única transmisión posible en un análisis y la clave pareciera estar en la interrogación referida al goce.
Si afirmamos que no hay discurso que no sea del goce, la renuncia a éste permitirá cierta articulación con el deseo.
Entonces, en un final, podremos encontrarnos con tigres arrugados o con un amor incondicional que finalmente caduca, permitiendo que en ese lugar se ubique la causa de deseo.
Si hay algún efecto de verdad, éste se produce en relación con lo real.
Respecto de cómo testimoniar lo acontecido en un análisis o de qué se trataría la transmisión de la experiencia, me quedan muchos interrogantes, algunos de los cuales comienzan a esclarecerse para mí, en parte gracias al trabajo realizado en los jurados de pase.
Si es con el goce que el sujeto se produce como corte, lo que se transmite serán los residuos del goce y “las huellas de su exilio”, si bien entiendo que quedan restos irreductibles.
Se testimoniará entonces del punto en que la vida se anudó con la muerte y fundamentalmente del goce que prendido de los bordes corporales nos habitó. También de la angustia a la que nos vimos confrontados y de la cual nos hemos ocupado suficientemente.
Entonces el testimonio intentará hacer pasar un análisis, que puede ser tanto evocado como olvidado, dando lugar a que pasen las operaciones producidas en el mismo.
Respecto a por qué alguien que se ha ocupado en su análisis de su angustia, quiera luego volver a ocuparse de ella, con sus analizantes, aún a sabiendas que analizar es una de las tareas imposibles, entiendo que atañe al deseo del analista.
Es en la vía de lo imposible donde habremos de confrontarnos con lo real, imposibilidad también de la posición del analista.
A mi entender situar el modo en que se ha podido operar con lo real, produce algo del orden de una transmisión, y en el pasaje a lo público se intentará con otros hacer lazo social.
Restará así la transferencia a un discurso: el discurso psicoanalítico, aquél del cual Lacan en L’etourdit dijo: “Aquello que concierne al discurso psicoanalítico es el sujeto…el discurso analítico es aquél donde el analista debe ser primeramente, analizado.”
Tal vez se pueda comunicar el modo en que un sujeto singular ha podido franquear cierto paso, o que hizo que alguien se embarque en un discurso del cual no es fácil ser soporte. Si hay algo que se transmite y en ocasiones pasa es una falta.
Analía Stepak
NOTAS:
(1) J. Lacan, Seminario XVII, El revés del psicoanálisis. Editorial Paidós, p. 161.
(2) Freud Sigmund, Inhibición, síntoma y angustia. Obras completas, tomo XX. Editorial Amorrortu.
(3) J. Lacan, Seminario X, La angustia. Versión para circulación interna de la E.F.B.A.
(4) íbidem. Clase del 16 de enero de 1963.
(5) J. Lacan, Seminario XIV, La lógica del fantasma.
(6) J. Lacan, Seminario XVI, De un Otro al otro, clase N. º 3, 27 de noviembre de 1968.
(7) íbidem
(8) Jacques Lacan, “La tercera”, Intervenciones y textos 2, Editorial Manantial.
(9) Jacques Lacan, Seminario XXII, R.S.I, clase del 17/12/74, versión para circulación interna de la E.F.B.A.
(10) Mao Tse Tung. Conversación con la corresponsal estadounidense Anna Louise Strong. Agosto de 1946. Obras escogidas. Tomo IV.
(11) En la conferencia de representantes de los partidos comunistas y obreros de Moscú, del 18 de noviembre de 1957.
(12) Intervención frente al Bureau Político del Comité Central del Partido Comunista de China, en 1958.
(13) Mao Tse Tung, Intervención en la reunión del Bureau Político del Comité Central del Partido Comunista de China en Wuchang, 1 de diciembre de 1958.
(14) J. Lacan, Seminario XVI, De un Otro al otro, clase N. º 20.
(15) J. Lacan. Sesión de clausura de la jornada de carteles de la Escuela Freudiana, 1975. Ficha.