LA TRANSFERENCIA DEL SINTOMA. Juan Carlos Cosentino.



Se ha señalado que para Freud la transferencia se introduce en el psicoanálisis bajo la cobertura de la repetición. "¿Es necesario recordar su asombro ante los falsos enlaces (Verknüpfung) de los que es soporte necesario?"
La transferencia "permite el desplazamiento de las representaciones inconscientes sobre la persona del analista facilitando la repetición. Queda por interpretar esta transferencia para que la repetición dé lugar a la rememoración. Así, en 1905, la posición de Freud es clara: la transferencia, destinada a ser el máximo escollo para el psicoanálisis, se convierte en su auxiliar mas poderoso cuando se logra adivinarla (erraten) en cada caso y traducírsela al enfermo" (1).
Mientras el escollo se constituye como suma de excitación pero permite como "hipótesis auxiliar" el desplazamiento de las representaciones inconscientes, Freud considera que su solución es accesible y compete sobre todo al arte de interpretación: "adivinar, reunir y comunicar en el momento oportuno lo inconsciente oculto para el enfermo" (2).
Sin embargo para que la transferencia quede determinada por la repetición simbólica hace falta que para Freud cambie previamente el estatuto del inconsciente y con dicha modificación —cuando el inconsciente es igual a lo reprimido— que caiga el psicoanálisis como una teoría del recuerdo.
1. Escollo
Pero aún, el escollo provocado por la transferencia.
Se insinúa en los Estudios sobre la histeria. Al conectarse —dicha transferencia— con la resistencia radial y con el núcleo patógeno ubica al analista como núcleo de la misma y como síntoma neoproducido. Este síntoma neoproducido —como obstáculo externo— anticipa otra dimensión de la neurosis de transferencia y de la resistencia del síntoma
Emerge sin ser explícitamente conectado con la transferencia en los textos que van de 1894 a 1898. La operación de desplazamiento que Freud señala "desde el síntoma hasta la escena traumática" aunque sólo se trata de un "fantasma" de la causa anticipa el movimiento cuando se separe de la repetición que sostendrá la transferencia. ¿Hacia dónde se orienta la operación de la transferencia? Hacia unas experiencias sexuales uniformes en ciertos detalles y jugadas en el propio cuerpo. Se trata de algo otro que no forma parte de lo olvidado. Freud lo nombra "experiencias sexuales infantiles" pero deja sentado que "respecto de ellas no les sobrevino —a los analizantes— un sentimiento mnémico como sí les ocurriera respecto de otras partes de lo olvidado".
La injerencia de unas “fuerzas pulsionales sexuales" que Freud propone como único intento explicativo aún no la ha construido. Esta "premisa indispensable" que le falta se articula con esa única pieza del rompecabezas la del "espacio vacío" que no necesita "superposición alguna" de otro orden que la sobredeterminación del síntoma (3).
Aparece ligado a las lagunas aún registrables en la teoría de la represión en la Traumdeutung. La teoría de las psiconeurosis muestra "con certeza excluyente que no pueden ser sino mociones de deseo las que experimentaron la represión; y así ellas proporcionan las fuerzas pulsionantes —antes de contar con el concepto de pulsión— de toda formación de síntoma psiconeurótico. “Sólo mediante la introducción de esas fuerzas sexuales pueden salvarse" dichos huecos.
Mientras Freud deja "en suspenso el averiguar si tenemos derecho a invocar lo sexual y lo infantil también para la teoría del sueño", los síntomas de las psiconeurosis interrogan la impotencia inherente a la fuerza pulsionante para hallar el objeto adecuado para satisfacerla, como podrá leerse en Tres ensayos...
La transferencia aparece como un desplazamiento de las intensidades psíquicas —transferencia o desplazamiento del acento— del deseo inconsciente al resto diurno introduciendo el deslizamiento del significado bajo el significante siempre en acción en el discurso (4). Pero el síntoma "insertado en un estado económico global del sujeto" introduce con la fuerza pulsionante “una diferencia económica”(5) con el sueño y prepara el desplazamiento del acento para la operación de la transferencia cuando no coincida con la función simbólica.
Queda como una x a despejar en el epílogo del historial de 1905. De las reediciones que se sostienen en la sustitución Freud pasa al agieren, vale decir la conexión transferencia-repetición como obstáculo que anticipadamente vela el núcleo de la repetición —la función de lo real en la repetición— e indica un poco más allá esa cantidad desconocida en tanto x que será preciso determinar en la ecuación compleja de la transferencia.
Mientras la pregunta espera —¿cuál es esa x?— los síntomas esbozan una respuesta: "son la practica sexual de los enfermos" allí donde la sexualidad "presta la fuerza impulsora" (6).
Y aún la "naturaleza sexual" (7) del monto de afecto interroga esa x de la transferencia cuando acompaña a la pulsión en sus desplazamientos pero no se deja contar en ellos.
2. Función de lo real
Así, en 1914 el analizante no recuerda "nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo sino como acto (tat)". El analizante "repite, sin saber, desde luego, que lo hace" y el analista "comprende, al fin, que ésta es su manera de recordar.”
La compulsión de repetición le pone un límite al trabajo del recuerdo. El retorno de lo reprimido bajo forma de rememoración halla un término a su avance como resistencia, allí surge la repetición como obstáculo, se trata del agieren.
El principal recurso para dominar la compulsión de repetición del analizante y transformarla en un motivo para recordar, reside en el manejo de la transferencia.
Fundado el dispositivo analítico en la regla fundamental, con tal que el analizante "nos muestre al menos la solicitud de respetar la condición de existencia del tratamiento, conseguimos, casi siempre, dar a todos los síntomas de la enfermedad un nuevo significado transferencial".
La transferencia del síntoma ubica al saber inconsciente en el lugar del síntoma de la enfermedad.
Aún, entonces, "de las reacciones de repetición, que se muestran en la transferencia, los caminos consabidos llevan luego al despertar de los recuerdos, que, vencidas las resistencias, sobrevienen con facilidad" (8).
Sin embargo, en 1914, con la reformulación de los soportes de su práctica, el trabajo del recuerdo no es nunca exhaustivo. La compulsión de repetición "equivale a convocar un fragmento de vida real". En el núcleo de la compulsión de repetición Freud encuentra un fragmento de "vida real" no inofensivo y carente de peligro —aún reprimido— que escapa a la rememoración, vale decir, a su captura en la cadena asociativa. A propósito del celebre sueño de los lobos, lo reprimido retorna bajo otras formas: "soñar es también un recordar". Vale decir, la activación de la escena primordial "(adrede —señala Freud— evito el término recuerdo) tiene el mismo efecto que si ella fuera una vivencia reciente" (9).
Incluso al referirse a ciertos procesos psíquicos —fantasmas, procesos de relación o asociación, mociones de sentimiento, nexos— opuestos como actos puramente internos a las impresiones y vivencias, señala que "sucede, con particular frecuencia, que se recuerde algo que nunca pudo ser olvidado porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente” (10).
Este paradójico recordar ajeno al recuerdo al conectarse con la represión primaria —como detención del movimiento de la pulsión— conduce, con la fijación y con el fracaso o las perturbaciones de la función del sueño, al encuentro inoportuno que provoca el despertar.
Inadvertidamente, las reminiscencias que padece el histérico, pasando por la amnesia infantil, nos llevan a las lagunas de la verdad individual —“23ª conferencia”— cuando en esta reformulación se conectan pulsión e inconsciente. Pues, anticipando la escisión inconsciente-ello, "todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente pero lo reprimido no recubre todo lo inconsciente. Lo inconsciente abarca el radio más vasto, lo reprimido es una parte de lo inconsciente" (11).
La fijación, a diferencia del desplazamiento, da cuenta del trauma como irreductible pérdida del objeto, se conecta con la pulsión, y descubre en el núcleo de la compulsión de repetición el encuentro inoportuno, que despierta.
3. Del fantasma a la pulsión
Más allá... afirma tardíamente que lo reprimido inconsciente no resiste, sino insiste, abrochando la transferencia con la repetición simbólica Fue necesario: Recordar, repetir y reelaborar.
El analizante "puede no recordar todo lo que hay en él de reprimido, acaso justamente lo esencial [...] se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo, como —el analista— preferiría, en calidad de fragmento del pasado. Esta reproducción que emerge con fidelidad no deseada, tiene siempre por contenido un fragmento de la vida sexual infantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones; y regularmente se juega (se escenifica) en el terreno de la transferencia", esto es, de la relación con el analista (12).
Conjuntamente con la afirmación de que lo reprimido inconsciente insiste, revelando el automatismo de lo simbólico, emergen con los sueños traumáticos las impresiones no ligadas psíquicamente, revelando el encuentro, no sin velo, con lo real.
En 1920 con un solo movimiento: la insistencia como retorno (Wiederkehr) debido a "la estructura misma de la red" y el encuentro desafortunado en el sueño traumático, como Wiederholungszwang, que conduce a la falla del encuentro.
“¿Cómo puede el sueño, portador del deseo del sujeto, producir lo que hace surgir repetidamente al trauma —si no su propio rostro, al menos la pantalla que nos indica que todavía está detrás—" (l3).
Ya anticipada en 1915, la represión primaria lleva a un punto de carencia en la cadena asociativa —la fijación a ese representante psíquico de la pulsión que se excluye del retorno de lo reprimido y que en tanto tal lo posibilita—, recupera el ombligo del sueño en lo que no puede ser dicho, y señala un límite a la rememoración.
Pero dicha represión primaria conduce también a la falla o a la alteración menor de la operación onírica —la fijación como detención del movimiento de la pulsión—, muestra veladamente lo que en el sueño despierta, y señala un tope a la significación.
En cierta forma, tardíamente en Freud, la transferencia se encuentra con la repetición simbólica: el retorno, "la insistencia de los signos a que nos somete el principio del placer" (l4).
En cierta forma, tempranamente, la transferencia se divorcia de la repetición. Si en 1914, con ese fragmento de vida real que se muestra en la falla del sueño de los lobos y lleva a la escena primaria no quedan dudas, los antecedentes van de los Estudios sobre la histeria a esa x de 1905.
La Wiederholungszwang (compulsión de repetición) "no ha de confundirse con el retorno de los signos, ni tampoco con la reproducción o la modulación por la conducta de una especie de rememoración actuada". Como señala Freud en el Esquema del psicoanálisis, "otra ventaja de la transferencia es que en ella el paciente escenifica ante nosotros, con plástica nitidez, un fragmento importante de su biografía, sobre el cual es probable que en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Por así decir, actúa (agieren) ante nosotros, en lugar de informarnos" (15).
La Wiederholungszwang "es algo cuya verdadera naturaleza esta siempre velada en el análisis, debido a la identificación, en la conceptualización de los analistas, de la repetición y la transferencia, cuando, precisamente, hay que hacer la distinción en este punto".
En 1912 "la relación con lo real que se da en la transferencia, la expresa Freud en los términos siguientes: que nada puede ser aprehendido in effigie (como efigie), in absentia (como relación con la ausencia). Solo a partir de la función de lo real en la repetición podremos llegar a discernir esta ambigüedad de la realidad que está en juego en la transferencia" (16).
En 1914, con el sueño de los lobos no se puede seguir sosteniendo que el sueño es el "sustituto de la escena infantil alterado por transferencia a lo reciente" (l7). Es preciso —nos anticipamos— conceder, frente al fracaso de la función del sueño, "carácter traumático también a las experiencias infantiles", allí donde se muestra la inclusión de la pulsión emergente de la fijación traumática (18).
Si ubicáramos la transferencia en la falla de la función del sueño, allí donde el fantasma deja de ordenar el goce, veladamente, dicha transferencia se inicia como la operación de desplazamiento del fantasma a la pulsión.
Esa "ambigüedad de la realidad que esta en juego en la transferencia" es la ambigüedad del fantasma que obtura e indica lo real. La realidad está ahí "sufriendo, está aguantada, a la espera". Deja "presa en las redes del principio de placer una parte esencial de lo que, a pesar de todo, es sin ambages real" (l9).
Con la vacilación del fantasma, en la falla del sueño, la transferencia como puesta en acto de la realidad del inconsciente, veladamente, vuelve a la pulsión.
El sueño de angustia del Hombre de los lobos y los sueños traumáticos acercan la transferencia a la pulsión emergente de la fijación traumática.
Con los sueños traumáticos en la "29ª conferencia" Freud refiere la fijación a la Wiederholungszwang. Previamente en Más allá... la compulsión de repetición, a diferencia de la repetición, se desliga de la transferencia simbólica y de la vida sexual y se conecta con el ello. A veces aparece ligada al superyo y, otras veces, aparece independiente de él, como resistencia del ello. Conlleva la introducción de la pulsión de muerte.
En Análisis terminable e interminable la fijación, no eliminable de la experiencia analítica, depende fundamentalmente de la intensidad pulsional, se conecta con la alteración (Veränderung) y la Spaltung (escisión) del yo, y sostiene la función de la resistencia en la transferencia. Dicha fijación, pivote de la dirección de la cura en su alcance estructural, encuentra su razón en el complejo de castración —la cicatriz que deja la disolución del complejo de Edipo—, debido al doloroso renunciamiento impuesto a la vida pulsional —la renuncia pulsional—, que le otorga su dimensión ética.
Este acercamiento transferencia-pulsión que nos deja Freud vuelve de otra manera con Lacan al final de la operación analítica. "Si la transferencia es aquello que de la pulsión aparta la demanda, el deseo del analista —una x— es aquello que la vuelve a llevar a la pulsión. Así se lleva la experiencia del sujeto al plano en el cual puede presentificarse, de la realidad del inconsciente, la pulsión" (20).
Vale decir, la transferencia es la operación de desplazamiento desde la fórmula del fantasma $ " a a la fórmula a " $.
“¿Cómo puede un sujeto que ha atravesado el fantasma radical vivir la pulsión? ¿Qué deviene entonces quien ha experimentado esa relación opaca con el origen de la pulsión?” (21). Es decir, del objeto a como causa del deseo, al objeto a como causa de la división del sujeto (22).
Del goce del fantasma al goce de la marca, una operación donde la transferencia del síntoma cambia de dirección: está en juego otro orden de lazo social (23).
4. Experiencias de satisfacción
En el apartado E del Capítulo VII de la Traumdeutung Freud retoma la experiencia de satisfacción.
Un poco antes afirma la plena identidad entre las peculiaridades del trabajo del sueño y las de la actividad psíquica que desemboca en los síntomas psiconeuróticos. ¿Cuál es el supuesto? El deseo onírico pulsionante que proviene en todos los casos del inconsciente.
Pero para que pueda decir qué es la “represión", le es necesario avanzar otro poco en la construcción del andamiaje psicológico.
Retoma la distinción del apartado C entre la satisfacción de la necesidad y la realización o cumplimiento de deseo, y desemboca, como lo indicamos, en las lagunas aún ubicables en la teoría de la represión (24).
Entonces, diferencia sueño y síntoma. Han surgido las fuerzas pulsionantes. El proceso del sueño es ejemplar para comprender el síntoma neurótico, sin embargo —como señala Lacan— Freud mantiene una diferencia económica fundamental entre síntoma y sueño (25).
Retornemos a la experiencia de satisfacción. ¿Para que le sirve la distinción que establece? La satisfacción de la necesidad lleva a la acción especifica. En cambio, a la realización le cabe la identidad de percepción, marco y regla de la alucinación desiderativa .
Esta distinción que Freud establece implica de entrada una ruptura entre el sujeto y el objeto en la satisfacción humana.
El objeto queda ubicado de otra forma: va a constituirse en el objeto perdido. Y, en tanto tal, dicho objeto no responde a la satisfacción de la necesidad e introduce la realización —otra manera distinta de satisfacción— cuyo correlato es el sujeto del inconsciente, vale decir, el sujeto mismo en los llamados procesos inconscientes.
La realización de deseo aleja al sujeto de la vía de la satisfacción, llevándolo hacia un arranque ineficaz adaptativamente, un arranque marcado por la repetición.
La diferencia introduce una hiancia: entre el señuelo que la alucinación específica de la realización de deseo produce y el objeto de satisfacción de la necesidad.
Al invertirse la dirección de la excitación —el arco reflejo—, vía regrediente, emerge la huella mnémica de la mítica experiencia de satisfacción. Dicha huella desplaza a la acción específica e instaura otra dimensión que es la rememoración alucinatoria.
La memoria freudiana que introduce la experiencia de satisfacción no es la memoria del organismo Y al cambiar de registro establece una nueva perspectiva del placer que quiebra el marco de la homeostasis y que impone el placer de desear, una de las caras del deseo indestructible ligado a la hiancia que introduce en la estructura esa nueva posición del objeto en juego a nivel del proceso primario.
Con la experiencia de satisfacción se produce —señala Lacan— "un arranque desgraciado" unido al hecho de que el sujeto humano sólo puede alucinar su primera mítica satisfacción.
Primera paradoja: "la repetición de la necesidad... sólo juega en la psicología freudiana como la oportunidad de la necesidad de repetición".
En la medida en que el sujeto se sitúa y se constituye en relación a dicho arranque desdichado se produce en él esa ruptura, esa división, esa Spaltung a nivel de la cual se ubica la tensión del deseo.
Segunda paradoja. Si el deseo presenta ciertas aristas, cierto punto de tropiezo, es porque introduce la paradoja del goce. Pues se presenta "en un campo rodeado por una barrera que vuelve su acceso al sujeto más que difícil, inaccesible quizás, en la medida en que el goce se presenta no pura y simplemente como la satisfacción de una necesidad, sino como la satisfacción de una pulsión" (26).
Mientras el deseo apunta a la realización, la pulsión, "al comienzo independiente de su objeto" —Tres ensayos...—, apunta a la satisfacción.
Para Lacan, la memoria, en la insistencia con que la tendencia se presenta, es coextensiva al funcionamiento de la pulsión en lo que se llama lo psíquico humano.
De la rememoración alucinatoria pasamos a la rememoración coextensiva de la pulsión, en relación a esa nueva posición del objeto. Aún, Lacan, nos indica el lado memorable de esa insistencia.
Pero lo "esencial del pensamiento freudiano es que la función de la memoria es una rival —es lo menos que puede decirse— de las satisfacciones que está encargada de asegurar. Entraña su dimensión propia, cuyo alcance va mas allá de esa finalidad satisfaciente", vale decir, de la satisfacción como finalidad.
Su insistencia no es sino "lo que podemos llamar la estructura" (27), lo que termina de redefinir la caída del psicoanálisis como una teoría del recuerdo.
5. Estructura
Y como se sostiene en la estructura —"es de estructura"— nos conduce al paradójico recordar ajeno al recuerdo, vale decir, al impasse sexual. "La invitación a que lo real responda”. Pero como la respuesta tiene estructura de ficción —"las ficciones que racionalizan lo imposible"— el Otro es alcanzado por la hiancia de la estructura (28).
De allí que esta hiancia reaparece —para obturarse— fuera de la memoria —lo inmemorial (Zeitlos)— frente a lo innombrable de lo que introduce la escena primaria.
La fijación freudiana, de otro orden que el desplazamiento de las ficciones, responde por el impasse sexual.
Dicha fijación alcanza toda su pertinencia en relación con la turbación —el mismo a— experimentada por el Hombre de los lobos durante la escena que Freud reconstruye, en relación a las lagunas de la verdad individual, por fuera de la rememoración.
"Ante el descubrimiento traumático —señala Lacan— donde la angustia revela ser efectivamente lo que no engaña, en el momento en que el campo del Otro se hiende, el sujeto cede a la situación aliviándose con una deposición” (29). La turbación anal, donde el sujeto se hace excremento, viene a obturar e indicar ese lugar de hiancia que se halla en el núcleo de la estructura.
La experiencia de satisfacción nos condujo a la caída de la homeostasis y a la constitución del objeto perdido. La fijación a la creación de un lazo particularmente intimo de la pulsión con su objeto, que sólo tiene una consistencia lógica, pues se sostiene en dicho objeto perdido.
Fue necesario pasar por la experiencia de satisfacción y por la fijación para retornar a la diferencia sueño-síntoma, de la que partimos en el Capitulo VII de la Traumdeutung.
El fantasma da cuenta de esa diferencia económica al fijar al sujeto a su ser de goce. Sin embargo, allí donde vacila el fantasma, el Hombre de los lobos, veladamente, se hace objeto mirada en la falla de su sueño de angustia.
Entonces, el síntoma freudiano se abre a la rememoración, pero es una memoria de lo que no marcha para el sujeto. Aún resulta del encuentro traumático con lo sexual, en lo cual participa de lo real: la manera donde se particulariza para cada uno la estructura.
Como lo recuerda Freud desde 1895, el encuentro con el objeto heterogéneo comporta siempre una parte inasimilable. La tesis freudiana indica que lo que define la histeria o la obsesión es un encuentro muy temprano con el objeto con (histeria) demasiado poco placer —deseo insatisfecho— y con (neurosis obsesiva) demasiado placer —deseo imposible—.
Un mal encuentro, a nivel de lo sexual, fuera de la rememoración. Un fuera de tiempo.
Habrá que rescatar entonces, con el fin del análisis, la incidencia del fantasma en el síntoma. Se trata de la otra vertiente de la transferencia del síntoma, allí cuando el síntoma equivale al goce, posibilitando otra suplencia que aquella de la transferencia.
Se anuncia en el Manuscrito K: cuando una obsesión (Zwang) neurótica aparece en lo psíquico es su represión y es también su modo de satisfacción pues su curso psíquico presionante (Zwangskurs) depende de la fuente que ha contribuido a su vigencia (30).
Este compromiso entre represión y satisfacción en la Zwang nos anticipa la presión del mas allá pulsional que precipita en el pensar mismo, con el marco de la representación, esa extraña satisfacción.
6. La vacilación del fantasma
En 1914 y en 1920, cuando se encuentran transferencia y repetición, Freud señala —con el retorno y el automatismo de repetición— que la anterior neurosis ha sido sustituida por una nueva, una neurosis de trasferencia.
En los Estudios... ese síntoma neoproducido anuncia otra dimensión de la neurosis de transferencia. Esa otra dimensión aparece en estado practico en la "27ª conferencia": “cuando la cura se ha apoderado del enfermo, sucede que toda la producción nueva de la enfermedad se concentra en un único lugar", a saber, la relación con el analista.
"Cuando la transferencia ha cobrado vuelo hasta esta significación, el trabajo con los recuerdos —del analizante— queda muy relegado. Todos los síntomas del enfermo han abandonado su significado originario y se han incorporado a un sentido nuevo que consiste en un vínculo con la transferencia". El analista, en "calidad de objeto esta situado en su centro".
"¿El domeñamiento de esta nueva neurosis artificial?" En la siguiente conferencia se anticipa un más allá de la repetición, con el desasimiento de la transferencia: la transformación de la transferencia cuando la transferencia toma consistencia de libido.
Con la entrada en análisis la incidencia del acto analítico produce el pasaje del síntoma neurótico a la transferencia —"toda la libido es empujada a pasar de los síntomas a la transferencia y concentrada ahí"—, reinstalando la separación entre la representación y la suma de excitación. El desplazamiento de la suma de excitación sostiene el saber inconsciente e instituye, en su primera vertiente, la transferencia del síntoma, vale decir, el sujeto-supuesto-saber.
En la segunda fase —"28ª conferencia"— "se libra batalla en torno de este nuevo objeto —la transferencia— y otra vez se libera de él la libido".
Después de desasir el síntoma, hay que desasir, de nuevo, la transferencia (31).
Con la introducción de la libido, esta libido que no se agota en la transferencia significante del síntoma y que en tanto tal resta como transferencia, nos anuncia que esta transferencia anticipa su separación de la repetición.
¿Cómo librar batalla en torno de este nuevo objeto —nada puede ser aprehendido in effigie, in absentia— que queda de la transferencia del síntoma —lo real que se da en la transferencia—?
Operando con el deseo del analista —recuperando con Lacan aquella x de 1905— a medida que la transferencia del síntoma (sujeto-supuesto-saber) adquiera, como construcción del fantasma, consistencia de objeto, vale decir, de libido.
Si la fijación, como indicamos, sólo tiene una consistencia lógica como testimonio de la irreductible pérdida del objeto, del que ella constituye el borde, entonces la operación de la transferencia, como construcción, adquiere dicha consistencia.
7. De “pegan a un niño” a “más allá”
La puesta en cuestión del fantasma y, en el tiempo del intervalo, de la neurosis de transferencia, revela el lugar de objeto del sujeto y, en el mismo momento, las fallas del discurso del Otro.
Función angustiante del deseo del Otro: ¿no sé qué objeto soy para el deseo del Otro? Breve instante de caída de la identificación al objeto del fantasma como causa del deseo del Otro.
Aún hay lugar, en esta operación compleja de la transferencia, para la ocasional ocurrencia de efectivas alucinaciones en algunos analizantes, en modo alguno psicóticos, resultado de una construcción certera que pone en movimiento la pulsión emergente de la fijación traumática: "¿algo que el niño vio u oyó —Construcciones en el análisis en la época en que apenas era capaz de lenguaje todavía?".
El fantasma al canalizar un goce que resta inasimilable es el modo en que se presentifica lo real de un tiempo sin historia. Las lagunas de la verdad del sujeto introducen un objeto no tanto atemporal sino, con esa referencia a una verdad prehistórica (prähistorischer Warheit) que Freud realiza, a–histórico.
Los fenómenos de ruptura, en cambio, introducen, por un brevísimo lapso, en la inminencia del objeto, un fuera de tiempo (Zeitlos). Se trata de fenómenos que agujerean el campo fantasmático en el que el sujeto habitualmente se reconoce, y dejan a la intemperie su soporte. Instante fuera de discurso y de fantasma, pero no fuera de estructura.
Tiempo del entre–dos: interviene el objeto indecible y se insinúa, con el despertar, el tiempo del objeto (32).
Así, el dispositivo analítico reproduce el lazo social. Se trata de esa estructura articulada donde nos encontramos alienados, identificados, de una manera no reducible: “vel alienante, elección forzada”. La sujeción –masoquismo femenino, masoquismo moral- se recrea con la neurosis de transferencia. Amor de transferencia, odio de transferencia. Hace falta pasar por allí, ¿pero cómo sobrepasarla?
No alcanza, en relación con la servidumbre, sólo con la tragedia del Edipo y con la neurosis de transferencia. Hay otra dimensión en juego: resta la tragedia contemporánea. Opera en transferencia pero no es sintomatizable. Freud la denominó rasgos de carácter: continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias o bien formaciones reactivas contra ellas, menos trasparentes y más inasequibles al análisis que el síntoma–metáfora, los procesos neuróticos, la neurosis de transferencia y la dimensión fantasmática.
Un orden de lazo diferente al fantasma: el discurso del amo. La identificación a un rasgo de goce (que aunque imposible se supone existente), como respuesta al “Tú eres”, es decir, a la exigencia pulsional.
De esta forma, nos hemos deslizado de “pegan a un niño” a un orden de lazo no fantasmático, testimonio de un goce ex–sistente, que se articula “más allá del principio de placer” con la fijación al trauma y con la compulsión de repetición como perdida y como plus–de–goce.
Entre 1957 y 1960 Lacan se anticipa: la situación ternaria instaurada en el fantasma primitivo lleva en sí la marca de la estructura. El “objeto”, lleva la marca de la temporalidad inaugural que constituye ese campo. Y de esa forma lo que el fantasma puntúa no es otra cosa que un rasgo de la historia del sujeto, algo que se inscribe en su diacronía.
Mientras Freud sostiene que la segunda fase masoquista, “azotado por el padre”, produce efectos sobre el carácter, derivados de manera inmediata de su versión inconsciente, Lacan, siguiendo el hilo de la hiancia del discurso, en el Seminario 17 ubica algo radical: la asociación, en la base, en la misma raíz del fantasma, de la gloria de la marca.
¿Cómo operar sobre ese tiempo perdido–desligado (Zeit-los) donde los inmutables rasgos de carácter (otra manera de lazo distinta a la del fantasma) que se ubican en la estructura de la repetición como pérdida de goce, insisten? (33)
Entre el goce fantasmático y el goce de la marca o rasgo de goce esta en cuestión la posición del analista (34).
8. La suplencia del síntoma
Este cambio de pregunta en relación al concepto de curación esta en germen en las Conferencias de introducción al psicoanálisis, con la extraña modalidad de satisfacción que el síntoma aporta, con la paradoja que introduce la ganancia de la enfermedad y con la cura misma vuelta satisfacción sustitutiva: el lustgewinn.
Con los Nuevos caminos de la terapia analítica "la cura analítica debe ejecutarse en un estado de privación —de abstinencia—", allí donde está en juego la incurable satisfacción sustitutiva y allí donde hay que desasir de nuevo la transferencia (35), más allá, ahora, de la vacilación fantasmática.
El segundo tiempo al que se refiere Freud es una operación donde la transferencia del síntoma, mas allá de la neurosis de transferencia, cambia de dirección. Se trata del objeto a, no en su función causa de deseo sino en la dimensión de la compulsión de repetición: el plus de gozar.
En este punto de cita es esperado el deseo del analista para que la investidura pulsional del síntoma llegue a conjugarse con la que velaba el fantasma: un goce ex-sistente que se produce vía repetición como pérdida de goce.
La transferencia del síntoma entonces vira: "del inconsciente, todo Uno, en tanto que sustenta el significante en que el inconsciente consiste, todo Uno es susceptible de escribirse de una letra" (36).
La transferencia del síntoma, con Lacan, es también la marca, el efecto de una transferencia de lo simbólico a lo real, una letra que condensa goce.
La transferencia del síntoma, como saber inconsciente, depende del significante en tanto se articula con un otro, pero aun responde a la realidad sexual del inconsciente —la investidura pulsional que velaba el fantasma—, es del orden de lo real: "la forma en que cada uno goza del inconsciente en tanto que el inconsciente lo determina" (37).
“Si es necesario un elemento cuarto —S + ' (sigma) una nueva suerte de S—, es lo que el síntoma realiza, en tanto que él hace círculo con el inconsciente" (38).
¿Qué le resta al sujeto, entonces, para seguir la ética del bien decir que surge del discurso analítico?
Sostenerse de esta vertiente de la transferencia del sínthoma, es decir, ceñirse de la investidura pulsional del síntoma —de la estructura que lo determina—, más allá de la que velaba el fantasma, allende el goce fantasmático. Así, la operación compleja de la transferencia, con el discurso analítico, cuestiona la “común medida”, separa rasgo y objeto, es decir, apartar el Uno y el a.
El analista sustentado pues en dicha vertiente del sínthoma introduce como su soporte la dimensión de la voz; un camino muy distinto del de la exhibición de la voz. Tiempo de corte; la interpretación se liga al acto; se suspende el deseo de saber adjudicado al Otro (39). Una forma de saber en acto que rechaza y excluye la dinámica de la verdad, que ya no puede conocer nada, salvo en la forma de un saber disjunto, tal como lo encontramos en el inconsciente, extraño al discurso de la ciencia (40).
NOTAS Y BIBLIOGRAFIA
1. M. Silvestre, La transferencia, en “Mañana el psicoanálisis”, Manantial, Buenos Aires, 1988, pág. 39.
2. La hipótesis auxiliar aparece al final del primer trabajo sobre las neuropsicosis de defensa. Ver supra, Escenas sexuales infantiles. El arte de la interpretación en el capítulo III de Más allá del principio de placer.
3. Ver J.C. Cosentino, La clínica freudiana, en “Las resistencias en la práctica freudiana”, Manantial, Buenos Aires, 1987, págs. 91-8.
4. S. Freud, La interpretación de los sueños, AE., V, 595, S.A., II. Las remisiones corresponden a O.C., Amorrortu Editores (A.E.), Buenos Aires, 1978-85 y a Studienausgabe (S.A.), S. Fischer Verlag, Francfort del Meno, 1967-77.
5. J. Lacan, El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la práctica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1983, 186-7.
6. S. Freud, Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora), A.E., VII, 104; S.A., VI, 177-84.
7. S. Freud, Presentación autobiográfica. A.E., XX, 23, G.W., XIV, 33-96.
8. S. Freud, Recordar, repetir y reelaborar, A.E., XII, 149-57, S.A., V.c., 205-15.
9. S. Freud, De la historia de una neurosis infantil (el "Hombre de los lobos"), A.E., XVII, 42; S.A., VIII, 162.
10. S. Freud, Recordar, repetir y reelaborar, ob.cit.
11. S. Freud, Lo inconsciente, A.E., XIV, 161, S.A., III, 125.
12. S. Freud, Más allá del principio de placer, A.E., XVIII, 18-9, S.A, III.
13. J. Lacan, El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1986, págs. 62-3.
14. Idem.
15. S. Freud, Esquema del psicoanálisis, A.E., XXIII, 176; S.A., V.c., 414.
16. J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, ob.cit.
17. S. Freud, La interpretación de los sueños, Cap. VII, A E., V, 539-40; S.A., II. "La escena infantil no puede imponer su renovación; debe conformarse con retornar (Wiederkehr) como sueño".
18. S. Freud, "29ª conferencia”. Revisión de la doctrina de los sueños, A E., XXII, 27-8; S.A., I.
19. J. Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, ob. cit., págs. 63-4.
20. Idem, págs. 281-2.
21. Idem.
22. J.C. Cosentino, clases del curso de posgrado: Estructura y sujeto: análisis de la transferencia, 22-IV al 4-XI-99, Facultad de Psicología, U.B.A., 1999.
23. Idem.
24. S. Freud, La interpretación de los sueños (VII), A.E., V, págs. 543-78.
25. J. Lacan, El yo en la teoría de Freud y en la práctica freudiana, ob. cit.
26. J. Lacan, El Seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Bs.As., 1988, págs. 269, 252-3.
27. Idem.
28. J. Lacan, Télévision, Seuil, París, 1974, pág. 51.
29. J. Lacan, El Seminario, libro X, "La angustia", lección del 25 de junio de 1963, inédito.
30. Ver supra, en "La concepción del síntoma...": Compulsión del síntoma.
31. Ver supra, "Escenas sexuales infantiles”.
32. J.C. Cosentino, Despertar: la temporalidad del objeto, en “Angustia, fobia, despertar”, Eudeba, Bs. As., 1998, págs. 141-166.
33. J.C. Cosentino, La estructura del aparato psíquico: el tiempo de la excitación, en “Construcción de los conceptos freudianos I”, Manantial, Bs.As., 1999, págs. 135-56.
34. J.C. Cosentino, clases del curso de posgrado: Estructura y sujeto: análisis de la transferencia, ob.cit.
35. Ver supra, en “La concepción del síntoma...”: Neurosis de transferencia.
36. J. Lacan, El Seminario, libro XXII, R.S.I., lección del 21 de enero de 1975, Ornicar?, Nº 3, Le Graphe, París, 1975, pág. 107.
37. J. Lacan, El Seminario, libro XXIII, Le sinthome, lección del 13 de abril de 1976, Ornicar?, Nº 10, Lyse, París, 1977, pág. 12.
38. J. Lacan, Conférences et entretiens dans des universites nordamericaines, Scilicet 6/7, Seuil, París, 1976, págs. 40 y 58. Ver también J.C. Cosentino, Cuestiones de Escuela, en Lecturas del Seminario, Seminario Lacaniano, Buenos Aires, 1990.
39. J.C. Cosentino, clases del curso de posgrado: Estructura y sujeto: análisis de la transferencia, ob.cit. Ver también: Despertar: La temporalidad del objeto, ob. cit., pág. 165.
40. J. Lacan, El Seminario, libro 17, El revés del psicoanálisis (VI), Paidós, Bs.As., 1992.




* Este trabajo ha sido algo modificado, a partir del tema que desarrolle, junto a otros analistas, en el curso de posgrado “Estructura y sujeto: análisis de la transferencia”, en la Facultad de Psicología durante 1999. El punto 7 es nuevo; las modificaciones se ubican especialmente en los puntos 3 y 8. Publicado en Lo real en Freud: sueño, síntoma, transferencia, Buenos Aires, Manantial, (en prensa).