REVISION DEL LUGAR DEL DESPERTAR EN LA CURA. Juan Carlos Cosentino.


Facultad de Psicología - UBA
Psicoanálisis: Freud - Cátedra II
Titular: Dr. Juan Carlos Cosentino
Programa de investigación 1997: a) El despertar
REVISION DEL LUGAR DEL DESPERTAR EN LA CURA. Juan Carlos Cosentino.

1. Introducción
En 1900 el despertar freudiano salva la función del sueño: la realización de deseo. No obstante, los sueños de despertar, los típicos sueños freudianos de comodidad, introducen un breve momento, algo controvertido, en que aparece junto al estímulo sensorial un llamado hacia el mundo exterior. Anticipadamente, dicho llamado interroga la temporalidad onírica.
Los sueños de angustia inician un giro en relación al despertar y hacen posible reubicar ese llamado. La angustia cuestiona la función que Freud le otorga al sueño e introduce una modificación en el estatuto de la satisfacción: el displacer. Este displacer de la satisfacción arrastra un cambio en relación al objeto freudiano y clama por un punto de exterioridad con respecto al campo del principio de placer.
En 1920 la realización de deseo es solidaria del campo del principio de placer y el despertar, con los sueños de la neurosis de guerra, constituye el borde mismo de dicho campo. ¿Qué deseo podría satisfacerse con ese retroceso hasta la vivencia traumática, extremadamente penosa?
El hilo conductor es el despertar en Lacan. A partir de 1964 se modifica este llamado hacia el mundo exterior. ¿Quién llama? Su lectura produce un cambio de pregunta: ¿qué despierta?
De los sueños de despertar a la hiancia del despertar en un análisis se introduce la discontinuidad como dimensión del tiempo: el objeto a, ¿la escansión con la que resistimos al tiempo de la neurosis de transferencia?
2. "La temporalidad del sueño"
La concepción precientífica de los antiguos aprehende a los sueños como la consecuencia de una perturbación en el dormir.
Sin perturbación no hay sueño. A su vez, el sueño surge como la respuesta a esa perturbación. El sueño de Maury está centrado en la importancia que estos autores les otorgaban a los estímulos sensoriales exteriores.
Maury estaba enfermo y guardaba cama en su habitación. Su madre se había sentado junto a él. En esa situación, soñó con el período del Terror durante la Revolución Francesa. Presenció atroces escenas de muerte y finalmente él mismo fue citado ante el tribunal. Allí se encontró con Robespierre, con Marat, con Fouquier-Tinville y con todos los tristes héroes de esa época cruel. Tuvo que prestar declaración ante ellos y después de una serie de peripecias que no se fijaron demasiado en su recuerdo, fue condenado. Lo llevaron al lugar de la ejecución en presencia de una enorme multitud. Subió al cadalso, y el verdugo lo ató a la plancha. Puso en marcha el mecanismo y la cuchilla de la guillotina cayó; sintió que su cabeza era separada del tronco (el momento de acmé de este sueño) y despertó presa de indecible angustia. Halló que el dosel de la cama había caído y le había golpeado sobre sus vértebras cervicales como lo haría la cuchilla de una guillotina.
Para los prefreudianos, un sueño puede explicarse pues por un estímulo sensorial objetivo reconocido al despertar.
Pero este sueño, entre 1894-95, dio motivo a una interesante discusión en la Revue philosophique entre Le Lorraine y Egger. Debatían sobre la temporalidad. Se preguntaban si era posible y cómo podía ocurrir que en el breve lapso que transcurre entre la percepción del estímulo despertador (el dosel que golpea) y el despertar (la entrada en la vigilia), el soñante pueda comprimir un contenido onírico de una trama tan rica, tan desarrollada. Es decir, el interrogante sobre la temporalidad, para estos autores, se ubica entre la percepción del estímulo despertador y el despertar.
1. ESTIMULO DESPERTADOR/ /DESPERTAR
Para Maury, la relación que liga el estímulo con el resultado del sueño aparece como una afinidad cualquiera, que, además, no es única ni exclusiva. Pero el problema que Freud encuentra es que el aparato psíquico yerra en el sueño la naturaleza del estímulo sensorial objetivo. El mismo trabajo del sueño trata ese estímulo sensorial objetivo como un elemento más del sueño y, entonces, no reconoce la naturaleza de dicho estímulo. En relación al dosel que le cae a Maury, lo que aparece en el sueño es otra cuestión: la guillotina. Por añadidura, la cabeza separada que introduce el indecible horror, vela la hiancia que allí se perfila.
El segundo problema apunta a la misma actividad onírica. Si queremos preservar el dormir, las reacciones adecuadas serían el dormir sin soñar o el despertar cuando sobrevienen estímulos perturbadores. ¿Pero, por qué el soñar? Para Robert el sueño tiene una función que cumplir -a posteriori, la función del sueño-. Preservar ese aparato de cierta hipertensión o producir cierta descarga. El sueño pues es la reacción frente a la perturbación del dormir, causada por un estímulo. El estímulo despertador provoca una perturbación. Para poder dormir, el sueño es un intento de introducir cierta salida a esta perturbación (1).
Freud, al retomar el sueño de Maury, señala que alcanzado en la nuca por la famosa varilla, el señor Maury despertó con un largo sueño, una novela completa del tiempo de la Revolución Francesa, que tuvo sus complicaciones. Y dado que este sueño nos es presentado como coherente y explicado exclusivamente por el estímulo despertador que ocurrió sin que el durmiente pudiera saberlo -añade- nos queda una sola hipótesis, que "este complejo sueño se compuso y tuvo que producirse en el breve lapso que media entre la caída de la varilla sobre las vértebras cervicales de Maury y su despertar -de nuevo- forzado por ese golpe".
Dicho golpe del despertar esta asociado al dosel que le cae en la nuca (sin que el soñante lo sepa) antes que esté despierto. Pero resta una cuestión que en estado práctico surge con este sueño: este golpe del despertar distinto al despertar a la vigilia.
¿Cómo ubicar temporalmente este sueño entre el estímulo despertador y el despertar? Dicha pregunta abre dos cuestiones.
2.DORMIR—ESTIMULO DESPERTADOR/(SUEÑO DE DESPERTAR)—DESPERTAR
En el segundo esquema hay una cierta continuidad. Duermo, aparece el estímulo despertador, sueño, me despierto. Esa fantasía que aparece en el sueño, es lo que permite salvar cierta continuidad.
Freud se pregunta, retomando la discusión de 1894-95, si podemos atribuir semejante rapidez al trabajo del pensamiento en la vigilia como ocurre acá en el sueño donde aparece esta heroica fantasía. Si no fuera así, ¿el trabajo del sueño tendría el privilegio de una notable aceleración en su discurrir y, entonces, en ese breve lapso, entre el estímulo despertador y el despertar, incluiría este sueño? En el caso de Maury el sueño pone en escena una fantasía -comenta- que él ya tenía lista en su memoria. En el momento en que lo "toca" el estímulo despertador (el golpe del despertar), la fantasía que está ahí, a disposición, es utilizada. Por lo tanto, se disipa la dificultad que una historia tan larga haya podido armarse, con todos sus detalles, en ese brevísimo lapso de que el soñante disponía. Ya estaba compuesta. Si esa madera del dosel le hubiera caído a Maury en la nuca estando despierto, quizás hubiera dado lugar al siguiente pensamiento (teniendo esa fantasía disponible): "es justamente como si me guillotinaran".
Pero resulta que Maury fue alcanzado por la varilla mientras dormía. Entonces, el trabajo del sueño aprovechó rápidamente el estímulo que se le ofrecía (yerra su naturaleza y lo trata como un elemento más del sueño) para producir un cumplimiento de deseo, como si pensara: "ahora se me presenta una buena oportunidad para hacer verdadera la fantasía de deseo que yo me formé en tal o cual época a raíz de mis lecturas". Esa fantasía íntegra ("morir con ánimo sereno, y aun frente a la cita fatal") la tenía lista desde hacía tiempo. Maury no necesitó repasarla mientras dormía. Bastó con que ella fuera "golpeada" por el estímulo despertador. "Se trata de fantasías ya listas que son excitadas como un todo por el estímulo despertador".
La fantasía, vía sueño, envuelve el estímulo despertador, constituye un cierto todo y crea una pseudo continuidad entre el dormir y el despertar a la vigilia: "una totalidad se pone en movimiento a un mismo tiempo". Lo que es exterior al campo del cumplimiento o realización de deseo, es el estímulo perturbador. Dicho estímulo o golpe del despertar pone en cuestión todo el esfuerzo de Freud de ubicar al sueño con esa función de cumplimiento o realización de deseo.
Para los antiguos "la vivencia onírica aparece como algo ajeno que se introduce entre dos tramos de vida que forman una serie continua y perfectamente ajustada", particularmente cuando el recuerdo del sueño, como en Maury, perdura al despertar (2).
3.DORMIR/SOÑAR—DESPERTAR PLENO\\ESTIMULO DESPERTADOR
En el segundo esquema se anticipa el cambio de pregunta. Está el dormir con el soñar y el despertar pleno -una serie continua y perfectamente ajustada-, y en otro lugar ese momento de ajenidad que se introduce con el corte de la cabeza. Queda pues una cuestión por resolver: ¿cómo ubicar la temporalidad de ese estímulo-despertador–golpe-del-despertar, previo al despertar pleno? ¿Qué despierta? ¿Cuál es la temporalidad del despertar en el sueño?
Este sueño, a pesar de esta extensa fantasía, de esta totalidad, de que ya estaba armado desde previas lecturas, de una cierta fantasía de deseo, introduce un breve instante en que aparece angustia. Es el efímero momento en el cual se quiebra la continuidad y se incluye esa hiancia que está representada-velada en el sueño por el corte o la separación de la cabeza. Es decir, algo ajeno a la fantasía de deseo que deja un cierto interrogante con respecto al desarrollo mismo que hacen Maury primero y Freud después revisando este sueño.
3. El deseo de dormir
Como lo anticipamos, al referirse en el capítulo V a las fuentes somáticas de los sueños, acentúa el carácter de sueño de comodidad que tienen estos sueños de despertar. Sólo los sueños de angustia, en 1900, complican la función realizadora de deseo del sueño.
El sueño es el guardián del dormir, no su perturbador. No obstante, en el punto C de dicho capítulo comenta que en otro momento y en otro lugar justificará "esta concepción respecto de los factores psíquicos del despertar". ¿Qué tiene que justificar respecto de dichos factores? ¿Por qué tiene que explicar esa concepción si para él todos los sueños, en última instancia, son sueños de comodidad que sirven al propósito de seguir durmiendo, que el sueño es el guardián del dormir, no su perturbador?
Insiste. O el aparato psíquico no hace caso para nada de las sensaciones que le sobrevienen mientras duerme o emplea el sueño para poner en entredicho esas sensaciones o, como tercera posibilidad, busca interpretar esas sensaciones de tal modo que la sensación actual aparezca en el sueño como parte de una situación deseada y compatible con el dormir. A diferencia de los prefreudianos, la función del sueño es la realización de deseo.
Con la perturbación Freud ubica la función del sueño dentro de un cierto campo, que es el campo del principio de placer. Entonces lo llama principio de displacer. El sueño tiene que acomodarse al deseo de dormir; de esa manera se corresponde con el cumplimiento de deseo y así se abre la posibilidad de introducir en el sueño una cierta situación deseada pero compatible con el dormir. Es muy explícito. El deseo de dormir, que no es el deseo inconsciente del sueño, al que el yo se ha acomodado y que junto con la censura y la elaboración secundaria son su contribución al soñar, debe computarse en todos los casos como motivo de la formación de sueños. Todo sueño logrado -no todo sueño para Freud va a ser logrado- es un cumplimiento del deseo de dormir. "El modo en que este deseo universal de dormir, que se presenta como regla general y se mantiene idéntico a sí mismo, se sitúa respecto de los otros deseos, de los que ora uno, ora el otro son cumplidos por el contenido del sueño, será objeto de otras interrogaciones" (3).
Esta teoría del sueño de despertar es ilustrada con el "sueño de la niñera francesa", una serie de imágenes de una hoja humorística húngara. En ese sueño agregado en 1914 al capítulo VI y referido al simbolismo de la orina, "sólo la última imagen que presenta el despertar de la niñera a consecuencia del berrinche que tiene el niño, nos muestra que las primeras siete representan, ponen en escena, las fases de un sueño".
En la primera imagen se individualiza el estímulo que después terminará provocando, siguiendo esta línea, el despertar. El niño exterioriza una necesidad y pide la asistencia correspondiente. Pero el sueño, justamente para preservar el dormir, permuta la situación. Entonces, surge una escena en la que hay un paseo en lugar del dormitorio. En el segundo cuadro, el niño ya fue arrimado a un rincón de la acera, hace pis y ... la niñera puede seguir durmiendo. Pero como el estímulo despertador prosigue, y aún se refuerza, el niño, viendo que no le hacen caso, berrea cada vez más fuerte. Cuando más insiste en reclamar el despertar y la asistencia de su niñera, tanto más el sueño le asegura a ésta que todo está en orden y que no necesita despertarse. En los cuadros siguientes -escribe- se traspone el estímulo despertador a las dimensiones del símbolo. "La corriente de agua que el niño produce al orinar se hace cada vez más potente". En el cuarto cuadro, como es tanta el agua que surge, soporta una canoa. Después, aparece una góndola, después, un buque de vela y finalmente un gran transatlántico (4).
El travieso artista -añade- ha representado ingeniosamente, en esas imágenes, la lucha entre la obstinada necesidad de dormir (aparece su primera definición) y el incansable estímulo despertador. Después, será la lucha entre el obstinado deseo de dormir y el estímulo despertador. Ese tozudo deseo aparece en el capítulo siguiente de la Traumdeutung.
La insuficiencia de la doctrina de los estímulos somáticos, en este retorno que lleva a cabo, puede demostrarse de una manera bastante concluyente. La formación del sueño no ocurriría si el motivo, la fuerza motriz del soñar no se situara más allá, "fuera" de las fuentes somáticas de estímulo. En nuestro análisis de los sueños -comenta- nos encontramos con aquel argumento que omitimos cuando nos ocupamos de la doctrina de las fuentes somáticas. ¿Qué es lo que omitimos? Que mediante un procedimiento (la regla fundamental y la asociación libre) que otros autores no han aplicado a su material de sueño, podemos demostrar -añade- que el sueño posee un valor propio como acción psíquica de pleno derecho, que un deseo pasa a ser el motivo de su formación y que las vivencias de la víspera proporcionan a su contenido el material más próximo, lo que se conoce como los restos diurnos, recientes e indiferentes.
Todos los estímulos, somáticos, etc., que aparezcan en el sueño van a ser sometidos, dentro de esta función de cumplimiento de deseo, al trabajo del sueño.
4. Ruido, despertar
Siguiendo en esta dirección introduce un sueño de despertar que tiene un cierto plus. Se trata de un abogado joven a quien un pleito lo tenía sumamente preocupado y se durmió, a la siesta, con esa intranquilidad. Soñó con un señor, un cierto G. Reich de una ciudad llamada Hussiatyn. Pero Hussiatyn, una ciudad de Galitzia que este abogado conocía por un pleito, en un momento determinado del sueño, empieza a adquirir forma imperativa: ¡Hussiatyn, Hussiatyn, Hussiatyn! Vale decir, "se le impone de manera imperiosa" y el sujeto se ve llevado a despertar. Despierto, oye que su mujer, que padecía un acentuado catarro bronquial, tose fuertemente. Toser en alemán es husten, y husten tiene relación con Hussiatyn (5).
El soñante, en este sueño hecho en torno al ruido, es alcanzado-despertado por algo. ¿Qué es? "No sólo la realidad, el golpe, el knocking, de un ruido" para que vuelva a la vigilia sino "algo que traduce, en el sueño precisamente, la casi identidad de lo que esta pasando" (6), el husten.
En el sueño hay una sutil transformación del estímulo despertador: esa violencia con que la mujer tose (husten) se transforma en el Hussiatyn (la cuestión de la identidad de percepción) que irrumpe de una manera imperiosa (esa forma imperativa de la pulsión invocante) y lo lleva a un cierto punto de acmé en que tiene que despertar e instalarse en la vigilia. Vuelve a aparecer con este sueño, en el breve lapso en el cual insiste el estímulo despertador, pero bajo la forma de cierto símbolo, cuál es el estatuto y cuál es la temporalidad que tiene dicho fenómeno, que desborda la función del sueño y lo lleva al sujeto, para seguir soñando despierto, al despertar a la vigilia: "Hussiatyn se le impuso de tal manera -un más allá se hace oír en el sueño- que tuvo que despertarse" (7).
Con el capítulo VII retornan los factores psíquicos del despertar. Si el sueño es el guardián del dormir, si el sueño no es su perturbador: ¿qué son, cuáles son, cómo juegan los factores psíquicos en el despertar? ¿De dónde vienen? Al recorrer el trayecto de la formación onírica sostiene que la investidura preconsciente tiene que establecer una transacción con el sueño de manera tal que pueda ligar la excitación inconsciente del mismo y lo vuelva inocuo como perturbación.
El soñante no puede mantenerse todo el tiempo enfrentado al inconsciente durante el tiempo en que duerme. Así el sueño se perfila como un compromiso igual que las otras formaciones. Sirve simultáneamente a los dos sistemas, realizando ambos deseos en tanto sean compatibles entre sí: el deseo inconsciente y el deseo de dormir, de distinto orden. Sirve como válvula o descarga para la excitación del Icc y al mismo tiempo preserva el dormir del preconciente.
Mientras Freud pueda mantener a ambos sistemas compatibles, todo factor de perturbación puede volverse inocuo -los factores psíquicos del despertar- y así puede apuntalar esta función que le otorga al sueño.
¿Por dónde se introduce la restricción: "en tanto ambos deseos sean compatibles entre sí"? De pronto, pueden no ser compatibles entre sí (en ese momento: lo que es placentero para un sistema puede ser displacentero para el otro). La restricción, en relación a la compatibilidad, surge cuando un deseo del inconsciente se agita en el preconsciente con tanta intensidad que el preconsciente no puede mantenerse en reposo. En ese caso el sueño rompe el compromiso y deja de cumplir la otra parte de su cometido. "Al punto es interrumpido y sustituido por el despertar pleno" (8). Una vez que se establece el despertar pleno, provisoriamente el estímulo despertador queda entre paréntesis, y no hay una pregunta por dicho estímulo perturbador. Vale decir, permanece como un punto de interrogación que, como fenómeno onírico, insiste. Como es natural introduce el caso del sueño de angustia: ¿qué angustia?
No sólo le resta interrogarse por el estatuto de la satisfacción (el displacer que lleva al goce), sino también por el objeto que está en juego en ese breve momento del estímulo despertador. No se trata pues de la función preconsciente del sueño como realización de deseo, sino: ¿cuál es la función de lo perturbador en el sueño? Ese cambio de pregunta que introduce Lacan en 1964 cuando revisa los mismos sueños freudianos. ¿Qué despierta en el sueño que inaugura la introducción al capítulo VII de la Traumdeutung?
5. El deseo inconsciente como llamado
"El sueño del niño que se abrasa da una bienvenida oportunidad para apreciar ciertas dificultades con que choca la doctrina de la realización de deseo". En el punto C del capítulo VII, el sueño no se engendraría si el deseo preconsciente no supiese ganarse un refuerzo de otra parte. ¿De dónde? Contesta: del inconsciente (9). Los deseos inconscientes -puntos C y D, capítulo VII- siempre alertas, dispuestos en todo momento a procurarse expresión cuando se les ofrece la oportunidad, "por así decir inmortales", comparten el carácter de la indestructibilidad con todos los otros actos anímicos realmente Icc. Son vías facilitadas de una vez por todas. "Constituyen caminos siempre transitables" tan pronto como una cantidad de excitación se sirve de estas vías, o de estos deseos. "En el inconsciente, a nada se le puede poner fin, nada es pasado ni está olvidado" (10). El deseo pues surge como la única fuerza psíquica pulsionante del sueño en relación a su indestructibilidad, a estas vías trazadas de manera definitiva.
Se ha producido un cierto cambio. ¿El deseo Icc como vía siempre transitable quiebra la continuidad? Sin embargo, algo insiste en el punto C del capítulo VII. Hasta ahora, el sueño expresa un cumplimiento de deseo del sistema inconsciente, pues el sistema dominante, el preconsciente, permite que se ponga en escena este deseo inconsciente "después de contreñirlo a ciertas transposiciones". El sueño está autorizado a darle expresión "a un deseo del Icc tras toda clase de transposiciones o desfiguraciones, en tanto, el sistema dominante se retira al deseo de dormir, lo realiza produciendo en el interior del aparato psíquico las alteraciones en la investidura que le son posibles y, en definitiva, retiene este deseo de dormir preconsciente todo el tiempo en que se duerme".
Así, "otros de los deseos que vienen de lo reprimido se nos escapan", como en el sueño del niño que se abrasa. Pero como no hay un cambio de pregunta, vuelven la realización de deseo y el deseo de dormir: tal "como prolongó la vida del niño, el sueño también dejó al padre dormir un momento más". Como señala Lacan, el mayor enigma que Freud propone acerca del mecanismo de los sueños. Pero esta indicación -el deseo de dormir determina la operación del sueño- es completada con otra: "un sueño despierta justo en el momento en que podría soltar la verdad" (11). De nuevo nos despertamos sólo para seguir soñando en la realidad.
Y con el lugar preeminente que le otorga al deseo de dormir recupera los sueños de comodidad pues desde esta perspectiva "todos los sueños merecen esta designación". Entonces, "es muy fácil reconocer la eficacia del deseo de seguir durmiendo en los sueños de despertar, que elaboran el estímulo sensorial exterior de suerte que lo hacen compatible con la prolongación del dormir, lo entretejen en un sueño a fin de privarlo de los derechos que podría reclamar como llamado hacia el mundo exterior" (12).
Los sueños de despertar: un llamado hacia el mundo exterior. Antes de 1920 dicho llamado: la intensa tos de la mujer de aquel sueño donde insiste el Hussiatyn; el fuego del famoso sueño que está en la introducción del capítulo VII, "Padre, ¿entonces no ves que estoy ardiendo?" La tos persistente que llega de los alrededores o el resplandor del fuego que llega de la habitación vecina constituyen el estimulo exterior como llamado hacia el mundo exterior. En un caso el llamado le dice: "despiértate, tu mujer tiene un ataque de tos". En el otro, "ve a la habitación vecina que has dejado a un viejo guardián que no está a la altura de velar el cadáver de tu hijo". Freud acentúa pues, con la función del sueño, esa manera de escapar, vía el deseo de dormir, a ese llamado hacia el mundo exterior.
Pero, al mismo tiempo, esa perturbación, ese breve momento invocante, ese estímulo despertador que irrumpe en ese instante de llamado, también nos permite preguntar ¿quién llama? Si recortamos el deseo inconsciente de ese deseo preconsciente, la imperiosidad con que se impone el Hussiatyn, esa voz invocante cuyo testimonio es la frase "Padre, ¿entonces no ves que estoy ardiendo?", podemos interrogar el valor de esos momentos en ambos sueños. No tanto ese llamado hacia el mundo exterior. Si alguien se despierta al mundo exterior y está en la vigilia, una vez despierto, tal como señala Lacan, puede seguir soñando. Al poner entre paréntesis esa función secundaria del sueño y el mundo exterior, se insinúa un cambio de pregunta. En ese soplo no habitable del llamado, del estímulo despertador, del golpe del despertar, de la perturbación: ¿quién llama?
Con el llamado se introduce un punto de exterioridad en relación al campo del principio de placer. "Un sueño (rêve) -a pesar del deseo de dormir freudiano- es un despertar (réveil) que comienza" (13). Ese instante fugaz y esa temporalidad del instante que adelantan la discontinuidad.
La cabeza de Maury separada del tronco duplica-velando esa hiancia. El ruido ocurre excesivamente rápido para ambos estados freudianos, el dormir y la vigilia (segundo esquema), y sólo nos queda el despertar que se origina cuando se vuelve inasimilable ese otro llamado del tribunal superyoico. Con esa fantasía pierde la cabeza. Se trata de ese "abrir y cerrar de ojos" en el que el sujeto se despierta presa de indecible angustia. Ya despierto, escapa a esa hiancia. Pero dicho intervalo en el texto freudiano todavía no responde. Hacen falta los sueños de la neurosis traumática. Sólo produce una ruptura con esa aparente continuidad en la cual se ubica esa fantasía ya lista.
En el sueño del niño, la comodidad del padre se sostiene, en ese breve tiempo que dura el sueño, en quedarse viendo la imagen del hijo otra vez con vida. "Dejemos que siga el sueño (que prolonga la vida del niño y deja al padre dormir un momento más) o tendré que despertar". Pero lo que lo perturba, el estímulo despertador, el llamado, es lo que oye: esa frase-golpe-del-despertar que introduce la discontinuidad y que no quiere escuchar: "sólo su voz -Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?- se hizo oír" en el sueño (14).
6. Los sueños de angustia
En 1901 Freud diferencia los sueños según la manera que tienen de comportarse con respecto a la realización de deseo. Ubica los sueños de tipo infantil que representan no disfrazadamente un deseo no reprimido, los sueños que expresan disfrazadamente un deseo reprimido y los sueños de angustia que por cierto escenifican un deseo reprimido, pero "sin disfraz o con uno insuficiente".
Distinción que enuncia en términos universales el principal resultado del análisis de los sueños; su fórmula dice que son realizaciones de deseo, y más específicamente: realizaciones encubiertas de deseos reprimidos, cuando también entran en la cuenta los sueños infantiles.
En Sobre el sueño, como comentamos, cuando se interroga por la función del sueño y lo reconoce como guardián del dormir tiene dificultades con los "casos fronterizos en los que el sueño ya no puede mantener su función de precaver de interrupciones al dormir".
Sin disfraz o con uno insuficiente dichos sueños van acompañados de angustia, que los interrumpe. La angustia es el sustituto de la transposición -entstellung- y es el trabajo onírico el que la evita en aquellos sueños que permiten la prosecución del dormir.
Freud permuta la función de prolongar el dormir, cuando el sueño no la puede sostener, por otra, la de cancelarlo a tiempo, y ya no halla objeción alguna contra la concepción que reconoce al sueño como guardián del dormir: procede "como el concienzudo vigilante nocturno, quien primero cumple con su deber aquietando las perturbaciones para que no despierten a los ciudadanos, pero después lo continúa, despertándolos, cuando las causas de la perturbación le parecen graves y no puede habérselas con ellas por sí solo" (15).
Los sueños, o prosiguen el dormir -prestamos creencia a las imágenes del sueño diciendo: "sí, sí, tu tienes razón, pero déjame dormir"; mientras que en situaciones más difíciles decimos: "es sólo un sueño" y continuamos durmiendo-, o lo prolongan todavía un efímero momento -"Padre, entonces ¿no ves que estoy ardiendo?"-, o despiertan a la vigilia pero, siguiendo la concepción freudiana de la Traumdeutung, para borrar el fugaz instante del despertar.
Se salva de esta manera, si uno despierta a la vigilia para seguir soñando, postergando la interrogación por el despertar, la función que entonces Freud le atribuye al sueño.
Y a pesar de las perturbaciones del dormir que vienen de lo reprimido se mantiene la fórmula universal pues la realización de deseo se da la mano con el deseo de dormir.
"El sueño procura una suerte de finiquitación psíquica al deseo caído en el fondo (unterdrückten) o formado con el auxilio de lo reprimido, presentándolo como realizado, pero también contenta a la otra instancia, puesto que permite la prosecución del dormir".
No obstante, los sueños de angustia deslizan una diferencia que se sostiene en la represión al marcar un antes y un después: lo "que ahora nos depara en el sueño una angustia fue otrora un deseo, desde entonces sometido a la represión" (16).
Extraño encuentro en Sobre el sueño entre el deseo icc y la angustia sustentado en la operación de la represión.
De allí que "el mayor interés teórico recae -en la Traumdeutung- sobre los sueños que tienen la capacidad de despertarnos en mitad del dormir".
¿ Por qué se le confiere a estos sueños, "y por tanto al deseo inconsciente, el poder de perturbar el dormir", deseo de dormir "que es el cumplimiento del deseo preconciente"? (17)
En los sueños de despertar, ¿se trata sólo de un llamado hacia el mundo exterior para seguir soñando despiertos?
¿Y el deseo inconsciente? ¿Ese otro llamado, ese "más allá que se hace oír en el sueño"? (18) ¿Cómo el deseo de dormir, al que se aferra el preconciente, le presta su apoyo?
En vez de despertarlo, a causa del resplandor, el sueño dejó al padre dormir un momento más y así prolongó la vida del niño. Sólo así el deseo de dormir le presta su apoyo al deseo inconsciente, como "cumplimiento del deseo preconciente".
Pues, Freud le confiere al deseo inconsciente, en los sueños de despertar, "el poder de perturbar el dormir, que es la realización del deseo preconciente".
El soñar, como muestra la experiencia, aunque interrumpa una vez el dormir, es compatible con este último.
Nos despertamos, "inmediatamente antes del despertar" pleno, un instante -"como cuando, dormidos, espantamos una mosca"- y si no volvemos a dormirnos enseguida, contamos con "el despertar a la vigilia" (19).
"Esto no es más que un sueño", es la fórmula con la que se defiende el soñante. Vale decir, hay una instancia -el preconciente- que no se duerme del todo, que sabe siempre que el sujeto duerme. Esta complicidad pues del deseo de dormir preconsciente con el deseo en tanto que se opone a la realidad, introduce una reflexión: ¿qué ocurre al despertar? "No es, tal vez, nunca, más que un pequeño instante: "aquel en que se cambia de pantalla" (20).
Pero aquí pide ser oída una objeción pues ha definido los deseos inconscientes como siempre alertas. "¿Con qué derecho -se interroga- hemos afirmado que el sueño elimina lo que perturba el dormir?" ¿Esos caminos siempre transitables, tan pronto como una cantidad de excitación se sirve de ellos, que conducen a la indestructibilidad del deseo?
Con esta objeción, como es natural, introduce el sueño de angustia donde la función del mismo "termina en un fracaso".
Sin embargo, "no es difícil reconocer que los sueños de displacer y los de angustia son cumplimientos de deseo, en el sentido de nuestra teoría, con igual título que los sueños de satisfacción (Befriedigungstraüme) lisa y llana".
Pero, mientras que en los sueños de satisfacción el deseo inconsciente coincide con el deseo consciente, en los sueños de displacer y de angustia se hace patente la divergencia entre lo reprimido y el yo. El yo durmiente reacciona con violenta indignación frente a la satisfacción procurada del deseo reprimido y aún pone fin al sueño mediante la angustia.
"Una realización de deseo -corrige en una nota agregada en 1919- tendría sin duda que brindar placer, pero también cabe preguntar: ¿a quién? ... A quien tiene el deseo. Ahora bien, ... el soñante mantiene con sus deseos una relación sumamente particular: los desestima, los censura; en suma, no le gustan. Por tanto, un cumplimiento de ellos no puede brindarle placer alguno, sino lo contrario. La experiencia muestra entonces que eso contrario, que hemos de explicar todavía, entra en escena en la forma de la angustia" (21).
En el agregado del 19 retorna junto con el displacer, algo -"eso contrario"- que falta explicar, que vuelve a ligar el deseo con la angustia: deseo-angustia-goce.
En los sueños llamados de satisfacción donde aparentemente coinciden deseo icc-prcc, el deseo canaliza lo desagradable y así parece acomodarse al principio de displacer. A consecuencia de dicho principio -señala en el punto E, capítulo VII- "el primer sistema es incapaz de incluir algo desagradable en el interior de la trama de pensamiento".
Entonces, dicho sueño (Befriedingungstraum), con la experiencia de satisfacción, no responde a la satisfacción de la necesidad. Introduce otra manera distinta de "satisfacción": la realización alucinatoria de deseo que parece no cuestionar el deseo de dormir. El sistema primario, allí donde el deseo canaliza la pulsión, "no puede hacer otra cosa que desear".
En los sueños de angustia, a pesar del sistema , la irrupción de lo desagradable desacomoda al principio de displacer y al deseo de dormir, y no puede impedir con la llamada mudanza del afecto, en el instante del despertar, que no puede ser borrado con el llamado hacia el mundo exterior, produciendo un giro, el displacer de la satisfacción, vale decir, el goce.
Más aun, allí donde se hace patente la divergencia, la angustia desanuda satisfacción y cumplimiento de deseo, el cumplimiento de deseo no canaliza lo desagradable y lo desagradable es el resplandor del encuentro imposible con el despertar, antes del despertar pleno. Hay lugar para la estética del horror, introducida a posteriori, distinta de la estética kantiana: en la temporalidad del instante lo heimlich se vuelve unheimlich.
7. Grito, voz
Un sueño que Freud comenta en el punto D del capítulo VII introduce justamente "el mas horripilante de los sentimientos de displacer". Se anticipa el displacer de la satisfacción, es decir, el goce del terror.
Se modifica aquello que, unas páginas antes, sostiene sobre los sueños de angustia: que son "realizaciones de deseo" -como anticipamos- con igual título que los sueños de satisfacción lisa y llana.
Un muchacho de trece años -escribe- comenzó a mostrarse angustiado y ensoñador, su dormir era intranquilo y casi todas las semanas se lo interrumpía un grave ataque de angustia con alucinaciones (el pavor nocturnus). El recuerdo de estos sueños era siempre muy nítido. Pudo así contar que el diablo le había gritado: "¡Ahora te tenemos, ahora te tenemos!", y después había olor a azufre y alquitrán, y el fuego abrasaba su piel. Más tarde, ese sueño lo hacía despertarse aterrorizado; primero no podía gritar, después recuperaba la voz y se le oía decir nítidamente: "¡No, no, a mí no; yo no hice nada!", o también: "¡Por favor, no, nunca más lo haré!". Algunas veces decía también: "Albert nunca ha hecho eso". Después evitó desvestirse "porque el fuego sólo lo sorprendía estando él desnudo" (22).
Descubre que el intercambio sexual de los adultos, tal como le muestra la experiencia cotidiana, se vuelve ominoso para los niños que lo observan y les despierta angustia. Anticipando la construcción de la escena primaria (el sueño de angustia del Hombre de los Lobos y del pequeño Hans), se trata de una excitación sexual que su comprensión no puede dominar y el sueño no puede ligar, pero que de todos modos tropieza con una repulsa pues en ella están envueltos los padres, y así se muda en angustia.
También en este caso no puede tratarse sino de la activación (23) en el sueño, como en el Hombre de los Lobos, de mociones sexuales no comprendidas y repelidas, pues un incremento de la libido sexual puede producirse por impresiones excitantes de índole contingente.
Al comienzo surge un sueño demoníaco que, junto con la angustia, redefine el llamado pues aquí también se vuelve imperativo: ¡Ahora te tenemos!
Más tarde, la repetición de ese sueño lo hace despertarse aterrorizado. Tomado aún por el horror, primero no puede gritar; después recupera la voz y se le oye decir nítidamente: "¡No, no, a mí no; yo no hice nada! ", etc., etc.
Esa voz que modula las frases implorantes que aparecen en el sueño -"¡Por favor, no, nunca más lo haré!"-, es un velo insuficiente que no puede impedir, en el relámpago del despertar, el llamado de ese grito inaudible. Vale decir, ese disfraz insuficiente no logra acallar la coacción que ejerce ese perdido grito, del cual solo queda el relato que hace el muchacho de lo que el diablo le grita.
En ese instante horroroso en que el soñante no puede gritar, ese llamado inasimilable se hace oír en el sueño pero cavando el silencio en que se precipita el grito. El grito pues no se oye, es mudo; se atrona en "la garganta que no puede estallar, desencadenarse y entrar así en la dimensión de la subjetividad" (24).
El grito provoca el silencio, lo hace surgir; hace el abismo donde el silencio se precipita. La angustia traumática suficientemente fuerte no encuentra aún una salida en la vocalización.
Entonces, con el giro que se produce a partir de 1963, de ese deseo del Otro como puro llamado no audible, sólo nos queda como testimonio, aunque no logre acallar ese grito silencioso, la propia voz del sujeto.
El psicoanálisis a primera vista, está mandado a hacer, señala Lacan, para llevarnos hacia un idealismo. Pero basta remitirse a como Freud traza esta experiencia desde sus primeros pasos en la Traumdeutung para notar, al contrario, que no se conforma para nada con ese aforismo que la vida es sueño. "Más que ninguna otra práxis el análisis está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real" (25).
Así, en 1964, determina al objeto a como el hueso que se atasca en la garganta del sujeto. Y así esa insoportable tensión del grito inaudible encuentra una salida cuando el soñante, en el alivio de la vocalización, "escupe el hueso de lo real" (26). Después de un breve momento -recupera la voz-, el sonido resuena, golpea con toda su fuerza y se le oye decir nítidamente: "Albert nunca ha hecho eso". Un "grito" vocalizado de manera diferida, vocalizado en ese pequeño instante -aquel en que se cambia de pantalla- en que el sujeto "advierte" su silencio.
Se puede ubicar pues esa esquizia más profunda entre lo que refiere el sujeto en la maquinaria del sueño -la imagen del diablo- y, por otra parte, "aquello que lo causa y en lo cual cae": ese llamado que ahonda el silencio del grito. El grito, o sea la voz como objeto que no oímos, constituye pues "el abismo donde el silencio se precipita". Vale decir, "no se perfila sobre el telón de fondo del silencio, al contrario lo hace surgir como silencio", provoca el silencio (27).
En ese llamado, con ese más allá, recuperamos eso contrario al campo del principio: el nudo que conecta al deseo con la angustia, en el instante de la inminencia del objeto (28).
Este muchacho de 13 años "no osaba admitirlo, pero continuamente sentía picazones y sobreexcitaciones en las partes". Al fin eso endemoniado lo exasperaba tanto que varias veces pensó en arrojarse por la ventana del dormitorio. Ese segundo acmé, ese momento de casi "pasaje al acto", de tirarse, introduce nuevamente el llamado del diablo. Como su sueño, "no está inspirado por el deseo de dormir … lo mueve más bien el deseo de despertar" (29).
Del sueño a los ataques de angustia con alucinaciones, resta el olor a azufre y alquitrán, y el fuego que abrasa su piel que sólo lo sorprende -evita desvestirse- cuando está desnudo.
8. Deseo de despertar
En 1932, al descorrer el velo de la amnesia que oculta los primeros años de la infancia, esas primeras vivencias sexuales del niño están conectadas con impresiones dolorosas de angustia, de prohibición, de desengaño y de castigo. Su carácter displacentero y la tendencia del sueño a la realización de deseo parecen conciliarse muy mal: "¿qué moción de deseo -se interroga Freud- podría satisfacerse mediante ese retroceso hasta la vivencia traumática, extremadamente penosa?"
Entonces, le es preciso concederle carácter traumático también a las vivencias infantiles y no se asombra si se producen perturbaciones menores de la operación onírica en los sueños que se presentan en los análisis.
Así, debido a la compulsión de repetición, la función originaria del sueño no es eliminar, mediante la realización de deseo de las mociones perturbadoras, lo que interrumpe el dormir. Sólo se apropia de esa función después que el conjunto de la vida anímica acepta, con la exterioridad del más allá, la regulación del principio de placer.
Pero ese "tiempo anterior" a la tendencia no contradice la función del sueño pues "la excepción no cancela la regla".
Se insinúa un cambio de pregunta. Estos sueños buscan recuperar el dominio, por medio de un desarrollo de angustia, sobre las impresiones traumáticas que despiertan. Con la ambigüedad del despertar, pues cumple un doble servicio, hay lugar para interrogar ¿qué despierta? La pulsión que emerge de la fijación traumática.
Pero, para dar razón de estas objeciones que llevan a la falla de la operación del trabajo onírico, Freud concluye afirmando que "el sueño es el intento de una realización de deseo" (30). De nuevo, la revisión de la doctrina de los sueños está inspirada, pese a todo, por el deseo de dormir.
4.DORMIR/SOÑAR—DESPERTAR PLENO \\HIANCIA
Al contrario, a Lacan, en relación a sus sueños, lo "mueve más bien el deseo de despertar". No obstante, "en el despertar absoluto hay aún una parte de sueño que es justamente sueño de despertar".
Sólo el giro que se indica introduce entonces otro resultado: el sueño es el intento de un imposible despertar. Como intento no nos despertamos nunca, los deseos mantienen los sueños. La muerte incluso es un sueño. "Es un despertar que participa aún del sueño en tanto el sueño está ligado al lenguaje". Y cuando un sueño despierta debe relacionarse con el sexo más que con la muerte: el sin-sentido de lo real constituido por la no-relación sexual (31).
De los sueños al despertar: ¿qué es lo que hace obstáculo a la disolución de la neurosis de transferencia? En 1919, la cura como satisfacción sustitutiva. Vale decir, el goce del fantasma.
Un lugar que lo protege al sujeto de la castración del Otro como real. La estructura del deseo que se organiza lo resguarda de la hiancia del despertar (imposible) a lo real. El modo en el cual ese deseo queda ubicado propicia que el soñante este dormido en relación a ese real, y que encuentre en la estructura misma del deseo como deseo del Otro (para salvar la función del sueño) lo que lo salvaguarda de la castración del Otro.
"Pero si ese Otro puede ser supuesto no existir, -en la falla del sueño, la posición del analista apunta a mantener abierto el intervalo- ¿en qué suspenso el estatuto del deseo nos es dejado?" (32)
Más allá de ese deseo, atravesando los bordes de dicho deseo, hay un momento en el cual algo del orden del "despertar" aparece.
Ese despertar no es el despertar dentro del sueño; el despertar dentro del sueño no es sino la satisfacción de la demanda (33). Si no cae, si no se atraviesa el borde mismo de la estructura fantasmática, todo despertar es interno a dicha estructura fantasmática, vale decir, al mismo fantasma del analizante. Y así, empujado por la cura misma al "masoquismo" como satisfacción sustitutiva, retorna la ganancia de goce.
Al atravesar dicho borde, aparece la angustia, la estructura del deseo del Otro vacila, la castración comienza a afectarnos. Si la demanda surge en forma interna a la estructura fantasmática del deseo, el sujeto se despierta dentro del sueño. Si, en cambio, como demanda desligada de cualquier abrochamiento fantasmático, se ubica por fuera de la estructura del deseo, algo del orden del sujeto, en relación a la hiancia o intervalo, cambia, y algo en la dirección de los análisis se modifica. No está en juego la interpretación del deseo, ese "despertar" más allá del sueño nos lleva en una dirección distinta que aún pone en juego, en un análisis, "el goce de la marca" (34).
Entonces, cuando inicialmente ubicábamos la diferencia temporal entre el deseo (como deseo del Otro) y el golpe del despertador nos situábamos como analistas en relación a la hiancia que conduce al despertar. Vale decir, apuntábamos, en la salida de la neurosis de transferencia, a modificar la economía de goce, con el atravesamiento de su borde mismo, de la estructura fantasmática.
"Un discurso es siempre adormecedor, salvo cuando no se lo comprende. Entonces, despierta" (35). Una analizante sueña con una situación pesadillezca. Aplastada no puede gritar. En el horror del despertar escucha que gritan, pero no es su voz. Se trata de la voz de un poseído, de una voz de adentro … un grito gutural, de ultratumba.
Con el grito se vuelve a pasar por la indefensión del Otro (en el punto de partida esa "relación terminal con su corazón mismo") y por la cesión del objeto ("con su emergencia al mundo el sujeto nada puede hacer con ese grito que escapa de él, nada lo une al mismo") (36). La voz por consiguiente renueva la cesión del objeto: "un entre-dos". Pues, ¿quién habla? ¿Otro o sujeto, en esa voz sin cuerpo, imperceptible a los sentidos, surgiendo de ninguna parte?
Se destaca, entre varios, un sólo recuerdo que despierta el relato del sueño: el mismo grito aterrador de las lejanas pesadillas de la tía, muerta hace algunos años.
En ese breve momento recorta una de las dos versiones de un dicho popular y, con ese corte, concluye la sesión: "no se trata de que las almas lo atrapen a uno, es uno el que tiene que soltarlas".
"Dejar en paz a los muertos" -en esta oportunidad, una escansión- no pertenece, en sentido riguroso, al decir; introduce como su soporte la dimensión de la voz. Y la voz, en esta hiancia del despertar y en esta interrupción del decir, "puede ser estrictamente la escansión" (37) con la que resistimos al tiempo del dispositivo.
Retorna la temporalidad: en el horror del despertar y en la escansión del relato. Pero no se trata de la continuidad que sostiene la fantasía del sueño de Maury (38). Con la vacilación de la neurosis de transferencia, el grito de ultratumba y el dicho popular, introducen, en su diferencia, intervalo y corte. "El objeto a esta ligado a esa dimensión del tiempo": la discontinuidad. "Es completamente distinto de lo que tiene que ver con el decir" y se sostiene de lo escrito, ese borde de lo real. Aquí nos hallamos en "un camino muy diferente del de la exhibición de la voz" (39).
Todos los "por que" de la exhibición de la voz están hechos para satisfacer lo que el analizante supone que el Otro quisiera que él preguntara. Basta que el Otro desee para que se caiga bajo su efecto. Pero en este tiempo de corte (ese dejar) donde la interpretación se liga al acto, se suspende el deseo de saber adjudicado al Otro.
En otro análisis se presenta, bastante tiempo después de la caída de la neurosis de transferencia, un déjà vu en el interior de un sueño. Un padre "tirado" que aparece como ya visto en el mismo sueño un momento antes, conduce al espanto de un rasgo de carácter, hasta entonces mudo, común a ambos. La "flojedad" de ese padre que se "deprimía" en ciertas circunstancias importantes sólo se recorta con la vacilación de ese goce no fantasmático allí anudado.
No es el deseo quien preside el saber, sino, tal como lo introducen estos sueños, el horror. No hay pues el menor deseo de inventar el saber. Es imposible despertar pues el despertar es lo real. Sólo puede haber, en relación a dicho despertar y a la invención, una escritura. Lo que se escribe, como señala Lacan, es contre-nature, vale decir, pone en cuestión la "naturaleza" de la posición del analista (40).
Notas y referencias bibliográficas
* Publicado en revista Seminario Lacaniano, nº 8, Factoría Sur, Bs. As., 1997.
1. S. Freud, La interpretación de los sueños (cap. I), A.E., IV, 32-54, 72-98, 100-3. Las remisiones corresponden a O.C., Amorrortu Editores (A.E.), Buenos Aires, 1978-85; las revisiones para la traducción del alemán corresponden, salvo aclaración, a Studienausgabe, S. Ficher Verlag, Francfort del Meno, 1967-77.
2. Idem (cap. VI), V, 491-4.
3. Idem (cap. V), IV, 245-6. En 1955 Lacan distingue fantasma, sueño y ensoñación. La ensoñación (a nivel del yo) es satisfacción imaginaria, ilusoria, del deseo. "¿Cuál es la relación entre esa ensoñación del yo y otra, situada en otra parte, en la tensión?". Con la noción de fantasma inconsciente, que aparece en 1900 por primera vez en la obra de Freud, se observa pues "la complejidad del deseo de mantener el reposo" (J. Lacan, El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica analítica, Paidós, Bs. As., 1983, pág. 320).
4. Idem (cap. VI), V, 372-3.
5. Idem (cap. V), IV, 233-45.
6. J. Lacan, El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Bs.As., 1986, pág. 65.
7. S. Freud, La interpretación (cap. V), ob. cit., IV, 233-45.
8. Idem (cap. VII), V, 569-71.
9. Idem (cap. VII), V, 544-5.
10.Idem (cap. VII), V, 546 y 569.
11.Idem (cap. VII), V, 562; J. Lacan, El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs.As., 1992, pág. 60.
12.Idem (cap. VII), V, 562-3.
13.Idem (cap. VII), V, 567.
14.J. Lacan, Los cuatro conceptos, ob.cit., pág. 67.
15.S.Freud, Sobre el sueño, A.E., V, 656-7 y 662.
16.Idem, 657.
17.S. Freud, La interpretación (cap. VII), ob.cit., V, 568.
18.J. Lacan, Los cuatro conceptos, ob.cit., pág. 67.
19.S. Freud, La interpretación (cap. VII), ob. cit., V, 568.
20.J. Lacan, El Seminario, libro XIV, "La lógica del fantasma", lección del 25-I-67, inédito
21.S. Freud, La interpretación (cap. VII), ob. cit., V, 549-50 y 569-72.
22.Idem (cap. VII), V, 575-77.
23.J. C. Cosentino, La irreversibilidad de la angustia, en revista Seminario Lacaniano n° 7, Factoría Sur, Bs. As., 1996, pág. 57.
24.S. ðiñek, ¡Goza tu síntoma!, Nueva Visión, Bs. As., 1994, pág. 146.
25. J. Lacan, Los cuatro conceptos, ob.cit., pág. 61.
26. S. ðiñek, ob.cit, pág. 146 y 174.
27. J. Lacan, Los cuatro conceptos, ob.cit., pág. 78, 34; El Seminario, libro XII, "Problemas cruciales para el psicoanálisis", lección del 17-III-65, inédito.
28. J. C. Cosentino, ob.cit., pág. 62.
29. J. Lacan, La tercera, en Intervenciones y textos 2, Manantial, Bs. As., 1988, pág. 95.
30. S. Freud, 29ª conferencia. Revisión de la doctrina de los sueños, A.E., XXII, 27-8; ¿Qué despierta? La prueba irrefutable la proporciona el sueño nocturno, que frente al acomodamiento del yo para dormir reacciona con "el despertar de las exigencias pulsionales" (Análisis terminable e interminable, A.E., XXIII, 228-9).
31. J. Lacan, Improvisación: Deseo de muerte, sueño y despertar, en L'Ane n° 1, Seuil, París, 1981.
32.J. Lacan, "La lógica", ob.cit., 25-I-67, inédito.
33."Le réveil se produit en fait quand apparaît dans le rêve la satisfaction de la demande. Ce n'est pas courant, mais cela arrive" (J. Lacan, Le Séminaire, livre VIII, Le transfert, Seuil, París, 1991, pág. 438).
34.J. Kahanoff, Curso para graduados, Psicopatologia de la clínica cotidiana, clase n° 5 del 10-X-95. J. Lacan, El reverso del psicoanálisis, ob.cit, pág.191. Ver también: "un déjà vu en un sueño", a continuación, en pág..
35.J. Lacan, El Seminario, libro XXIV; "L'insu que sait de l'une-bevue s'aile à mourre", lección del 19-IV-77, inédito.
36.J. Lacan, El Seminario, libro X, "La angustia", lección del 3-VII-63, inédito.
37.J. Lacan, El Seminario, libro XXI, "Les non-dupes errent, lección del 9-IV-74, inédito.
38.Sólo como doble del sujeto los objetos no serían percibidos más que en forma instantanea. Con la nominación, la palabra responde no a la distinción espacial del objeto, siempre lista para disolverse en una identificación al sujeto, sino a su dimensión temporal. En 1954 "el nombre es el tiempo del objeto". En un sueño, en el instante en que el mundo del soñante se sume en el mayor caos imaginario puede entrar en juego el discurso como tal, independientemente de su sentido. En el sueño de la inyección de Irma, en el instante del caos y sin que Freud se despierte, la fórmula de la trimetilamina como tiempo del objeto sostiene el dispositivo: introduce el decir. Una voz, "que ya no es la voz de nadie", hace surgir dicha fórmula: un Icc que habla en Freud, más allá de Freud. Aún no se trata del corte. Esta voz pertenece al decir: un significante representa al sujeto acéfalo para otro significante (J. Lacan, El yo en la teoría de Freud, ob.cit, pág. 257-9).
39.J. Lacan, "Les non-dupes", op.cit., 9-IV-74, inédito.
40."Le réveil, c'est le Réel sous son aspect de l'imposible qui ne s'écrit qu'à force ou par force, c'est ce qu'on appelle le contre-nature" (J. Lacan, "L'insu", op.cit, 19-IV-77, inédito).