STRESS, TRAUMA Y ACONTECIMIENTO EN LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL FENÓMENO PSICOSOMÁTICO. Emilce Vénere



Partiendo del giro de 1920 realizado por Freud, giro que abrió la posibilidad de interrogarnos acerca de aquellos fenómenos más allá del Principio de Placer, y a la luz de un inconsciente no-reprimido, ubicaremos las coordenadas desde las cuales es posible pensar el fenómeno psicosomático. Estudiaremos la implicancia de los conceptos de stress, trauma y acontecimiento en el abordaje de dicho fenómeno y su clínica.
En el presente trabajo nos proponemos profundizar nuestra interrogación alrededor del trastorno psicosomático. En otros trabajos ubicamos este fenómeno, diferenciado de la noción psicoanalítica de síntoma, como efecto de procesos que se despliegan más allá del principio de placer. Seguíamos con él el camino que Freud abriera a partir del giro de 1920 en relación a la noción de una libido no ligada que, atravesando la barrera antiestímulo, irrumpe en el marco de una experiencia de indefensión. Esto, sin que el sujeto pueda anticipar el impacto y, por tanto, sin apronte angustiado. Situábamos esta experiencia en el marco de los llamados fenómenos de ruptura, definidos como procesos que, irrumpiendo en el aparato como un “fuera de medida”, se ubican por fuera del discurso (aunque no del lenguaje) y del fantasma. Hemos recorrido, también, la interrogación sobre la relación entre la irrupción de un trastorno psicosomático y la exigencia de una libido-resto, que Freud conceptualizara en a 29va Conferencia, que entraña otras formas de retorno en el análisis como marcas, eindrück, que, imposibles de entrar en la cadena representacional, pugnan por encontrar una vía de ligadura.
La pregunta por la especificidad del fenómeno psicosomático nos llevó también a recorrer las conceptualizaciones tanto de Freud como de Lacan respecto de la relación fundante entre el yo y el cuerpo. Arribamos por esta vía a lo real del yo y del cuerpo, apoyado en la paradoja del dolor, tal como está planteada en El yo y el ello : el dolor, a diferencia del influjo del sistema P, surge como la llave que abre al registro del cuerpo como propio, dando un prototipo de construcción de un adentro y un afuera que rompe los límites del espacio euclidiano. Pero, al mismo tiempo, desde el dolor, el cuerpo será vivido por el yo como un objeto ajeno. Desde esta perspectiva, si el yo se define como proyección de una superficie, en el límite del dolor, la superficie que el yo proyecta es otra superficie que la enmarcada por el espacio euclidiano. Y en la ajenidad del cuerpo del dolor hay lugar para el goce.” Este yo-cuerpo, como yo extraño, ocupa el lugar de ese objeto que Freud no llegó a construir y sostiene, objetando lo universal, ese tercer Icc no-todo-reprimido”.
Articulada a la pregunta por lo real del yo, ubicábamos en El Problema económico del masoquismo, más allá de la pregunta fundante del yo (¿Qué objeto soy para el Otro?) la noción de una libido irreductible que no es trasladada a los objetos, permaneciendo en el ser propio como un resto autoerótico. Resto que indica una prima de placer, que anticipa la noción lacaniana de plus de gozar, y que no entraría en el deslizamiento significante. Por último, en Moisés…encontrábamos otro fundamento para pensar una base de constitución del yo más allá del principio de placer: bajo la noción de rasgos de carácter reingresa lo traumático, y la marca como eindrück, en relación a acontecimientos impresionantes. Éstos, en tanto imposibles de ser ligados, quedarían en el psiquismo como impresiones-cicatrices requiriendo encontrar una vía de ligadura. Los rasgos de carácter resultarían una vía de recuperación de aquellas a través de la identificación, al precio de una alteración constitutiva del yo. Pero, ¿sería ésta la única vía de ligadura para un sujeto posible? Es en este punto donde planteamos nuestra hipótesis: en tanto no ligadas, la libido-resto y las marcas-cicatrices, antes definidas, pueden buscar un camino de inscripción psíquica en el cuerpo, en ese borde donde es registrado por el yo como propio, y, al mismo tiempo, como ajeno, en un retorno a ese proceso arquetípico de construcción fundante, por la vía del dolor. A partir de esta idea, nos interrogamos cuáles serian las condiciones de emergencia de estas inscripciones bajo la forma de trastorno psicosomático y las condiciones de posibilidad de su clínica.
La idea de trastorno psicosomático adquiere visibilidad en nuestra cultura a la par que queda interrogado, desde distintos ámbitos, el precepto cartesiano de escisión mente-cuerpo. Llama la atención que esta división es correlativa de la forma binaria “mi cuerpo y yo”, que, como dijimos, surge cuando el cuerpo se convierte en sede del dolor, sólo que ha excluído esta vivencia de su teorización..Los distintos intentos posteriores de superar la dicotomía se han hecho a través del estudio de la anormalidad, y, como prototipo, la enfermedad. Es a través de ésta que reingresa el registro del dolor para la ciencia, fundamentalmente para la medicina. Con él se ponía tope a una medicina de órganos, correlativa de la res extensa cartesiana, para dar lugar a la medicina de los procesos. El dolor reingresa, pues, pero en el marco de la semiología, para dar cuenta del síntoma a erradicar, del daño de órgano a reparar. Encontramos en esta circunstancia la expresión de lo que Lacan señala en el seminario 21, respecto de que lo rechazado por el discurso de la ciencia en relación a los mandatos y representaciones nodales provenientes de la religión, retornan desde lo real. Es en el marco de la enfermedad que algo de lo excluído del dolor encuentra oportunidad de encontrar inscripción y de-codificación para el sujeto de la ciencia. Esto, sin embargo, sin interpelar la sutura operada por el paradigma cartesiano. . La gran audacia de Freud en 1923, en El yo y el Ello, tal como lo desarrollamos más arriba, fue hacer reingresar el registro de la vivencia de dolor expulsada por el paradigma cartesiano sin adscribirla a una anomalía, reubicándola como experiencia fundante de la escisión misma (noción que ya encontramos en el Proyecto…). Dolor, a su vez, definido como producto de un registro de un exceso imposible de tramitar con los recursos disponibles para el sujeto.
El fenómeno psicosomático surge como un “palo en la rueda” de las construcciones en ciencia. El conocimiento del proceso orgánico del enfermar no llega a agotar las explicaciones posibles sobre el origen, tratamiento y pronóstico de ciertos trastornos. El compromiso psíquico de los procesos orgánicos las interpela. Algo reingresa entonces en las últimas producciones en ciencia bajo la noción de trastorno emocional, amplia y ambigua, como factor de riesgo para ciertos trastornos somáticos, intentando tender un puente entre mente y soma. En el intento de elaborar puntos de apoyo desde donde trascender la división que opera en el discurso de la ciencia, y fundamentar el interjuego mente-cuerpo, una noción surge como eje, tronco común entre las distintas disciplinas, tanto provenientes de la biología como de la psicología y el psicoanálisis: la noción de que, en la base de todo síntoma o trastorno hay una ruptura de la homeostasis.
Sin embargo, a partir de esta noción nodal, las conceptualizaciones divergen. Algunas, especialmente las que han asumido como centro de su quehacer el franquear la barrera de la escisión mente-cuerpo, referirán como concepto explicativo central la noción de stress, como efecto directo de la ruptura de la homeostasis. Como sabemos, el psicoanálisis conceptualiza la noción de aquello que irrumpe rompiendo el equilibrio regulado por el Principio de placer–displacer, y como un fuera de medida inasimilable por él, bajo la el concepto de trauma.
Nos proponemos, en el presente trabajo, analizar los conceptos de stress, trauma y acontecimiento y sus implicancias teóricas, de cara a la conceptualización del fenómeno psicosomático. También sus consecuencias en la clínica de dicho fenómeno, en el marco de nuestra hipótesis de partida.
El stress puede definirse genéricamente como un estado de homeostasis amenazado. Se trata de un concepto ligado a la adaptación e implica el análisis de los recursos de cada sujeto para adaptarse al medio tanto como a sus requerimientos endógenos para el retorno a la homeostasis. R. Lazarus ha diferenciado el estrés fisiológico del estrés psicológico. Al primero lo considera una condición de los tejidos que directamente determina daño. En cambio, el segundo apunta a la consideración de que la respuesta depende, para cada sujeto, “de la forma en que interpreta, y evalúa (consciente o inconscientemente) el significado amenazante, dañino o desafiante de un evento”.
El estudio del concepto de stress está relacionado con
a) investigaciones en “eventos de vida” y su “evaluación”, por parte de cada “individuo”, como displacenteros, frustrantes o amenazantes, factores éstos relacionados con el distrés.
b) estudios relacionados con los procesos de afrontamiento (coping) y las condiciones de selección de “determinado repertorio de respuestas y sus consecuencias de corto y largo plazo para el individuo “ como centrales en la respuesta y en relación con la enfermedad.
Podemos notar que esta conceptualización contempla el tiempo lógico de la inmediatez estímulo-respuesta dentro de un proceso lineal, tendiente al equilibrio. El estrés, como experiencia, supone una situación de intensidad de estímulo que desata una respuesta intensa de cuerpo y psiquismo, básicamente adscripta a la secreción de adrenalina, que activa funciones como atención , memoria y respuesta motriz. El antes y el después de esta situación están dados por una salida de la homeostasis y un retorno a ella, a través de una compleja trama de mecanismos, básicamente químicos y de aprendizaje, sin que medie necesariamente la consideración de cambios psíquicos estructurales en la organización del sujeto y sobre su medio. El acento está puesto en las condiciones de adaptación a ese medio por parte de un individuo (noción que supone una sutura de la Spaltung originaria). No mediando cambios psíquicos estructurales, podemos decir que en el estrés el esquema estímulo-respuesta se complejiza pero toma la modalidad de un esquema a priori del sujeto de la experiencia poniendo el acento en su adaptación. En esta dimensión las elecciones del individuo giran en torno del valor del evento y los recursos de respuesta, que puede ser corregida vía aprendizaje. El concepto de estres señala una intensidad que rompe la homeostasis dentro de una dinámica individuo-mundo externo y la movilización de recursos hace al retorno al equilibrio y a la adaptación a ese medio. El problema así planteado se organiza dentro de una lógica dual, individuo- medio donde antes figuraba la dualidad mente -cuerpo. Por otro lado, si bien se hace referencia a la eventual evaluación inconsciente de un evento como dañino, amenazante, etc, dicha referencia a lo inconsciente parece definirse por oposición a la conciencia, como ausencia de ella. Elude por lo tanto el conflicto inconsciente, luego, la circunstancia de que un evento puede ser peligroso para una instancia y placentero para otra. Elude, también, la angustia en juego como señal de amenaza del principio de placer y los mecanismos de defensa consecuentes. El efecto inmediato de este deslizamiento es que se tiende al desvanecimiento del sujeto a favor de los intentos de demostración de que el cambio estructural pasaría por alteraciones químicas del individuo (dando fundamento a su consecuente medicalización), y la producción de reaprendizajes adaptativos de conductas de afrontamiento.
Queda, por otro lado, como interrogante, la cuestión de cómo el “individuo” organiza la representación de mundo externo. Qué es externo para cada quien, y hasta qué punto aquello considerado conceptualmente como mundo y como recurso adaptativo “adecuado” no es una construcción consensuada por un conjunto de sujetos, independientemente de lo particular de cada sujeto y de las vicisitudes de lo inconsciente y su conflictos.
El psicoanálisis, como dijimos, introduce el concepto de trauma para introducir la conceptualización en torno a la ruptura de la homeostasis. En Más allá del principio de placer, Freud relaciona el trauma con “un aflujo de excitación que anula inmediatamente el principio de placer, obligando al aparato psíquico a realizar una tarea más urgente más allá del principio de placer”(principio de homeostasis), tarea que consiste en ligar las excitaciones de tal forma que sea posibilite la descarga ulterior. Aflujo de excitación que se daría en el marco de una experiencia de indefensión del sujeto, y sin apronte angustiado. Esto último, estaría en relación a una falta de disposición a la angustia, presente en el terror, que suspendería la acción: ataque, defensa activa o huída.
También la metapsicología freudiana parte de la consideración de la búsqueda de homeostasis bajo el imperativo del principio de placer. Pero la noción de trauma hace referencia a una situación tal que este principio queda suspendido en función de otro trabajo psíquico. En circunstancias en que el sujeto no puede proceder a la descarga o huir del estímulo, produce una nueva organización, una modificación a partir de la cual aún restablecido el equilibrio ya nada retornará a su estado anterior. Este proceso constituye, en la teorización freudiana, el motor de la organización psíquica en sistemas cada vez más complejos como efecto de la ruptura de una organización dada. Encontramos así la irreversibilidad en la base de los procesos psíquicos. Por otro lado, ante las mismas condiciones iniciales : intensidad de la excitación no ligable, vivencia de indefensión, ausencia de apronte angustiado e imposibilidad de organizar la descarga o huir como recursos de retorno a la homeostasis, si el trauma como marca en el psiquismo no puede producir cambios subjetivos en términos de complejidad creciente y nuevas construcciones simbólicas (a la manera del fort-da), la búsqueda de la homeostasis iría vía formación de síntomas neuróticos. Otro camino a partir de la ruptura sería la entrada en la compulsión de repetición más allá del principio de placer, es decir sin retorno al equilibrio, por estabilización en la repetición. Vemos que, para el estudio psicoanalítico, lo importante es ubicar el efecto del trauma para cada sujeto particular con las consideraciones terapéuticas implícitas. Esta conceptualización abre la puerta para interrogar la posición del sujeto ante ese real inasimilable, antes que considerarlo un efecto pasivo que reaccionaría al acto proveniente de un afuera definido como estímulo, como encontrábamos en el caso de las nociones de stress y afrontamiento. El concepto de trauma ubica la intensidad que rompe el equilibrio en el seno de la organización de un sujeto escindido, cuya entrada al mundo social se produce por la vía de la incorporación de la ley, cuya lógica implícita es básicamente triangular. Esta supone la referencia a un Otro, en cuyo discurso quedaría organizado y, al mismo tiempo, alienado.
En el marco de la investigación de los fenómenos de ruptura, ubicábamos en la metapsicología la referencia a marcas, eindrück, en relación a acontecimientos impresionantes que, como tales, quedaban fuera de la cadena representacional. Marcas que introducían, por la vía de lo no ligado, la perspectiva de un tercer inconsciente, no reprimido. Retomando las referencias del inicio de nuestro trabajo, respecto de restos libidinales y autoeróticos que permanecían en el yo y que no se trasladaban a los objetos, de acontecimientos impresionantes pugnando por ser ligados, constituyendo marcas que, irrumpiendo en el aparato, darían lugar a fenómenos de ruptura, fuera de discurso y de fantasma, hemos de profundizar nuestra investigación de cara a los fenómenos psicosomáticos.
Si cuidar de la vida es un aprendizaje, siguiendo a los autores que estudian las vicisitudes de la ruptura del equilibrio desde el stress y el afrontamiento, diremos que dicho aprendizaje nos viene de un Otro. Cuidar la vida, por tanto, se constituirá para el sujeto conforme al discurso y a la demanda del Otro. Demanda de que viva, que puede traducirse como que no le falte. Demanda que puede volverse imperativo, también, de en qué términos sostener esa vida. Demanda correlativa al deseo del niño de ser lo que le hace falta a la madre. La amenaza de la vida estará por tanto planteada como amenaza para un yo constituído en relación a la pregunta ¿Qué objeto soy para el Otro? En el interior de esta estructura se constituye la realidad del sujeto. Entenderemos entonces al sujeto, sujeto del lenguaje, como aquel que se organiza en relación al discurso del Otro. Podemos, por tanto, entender la pulsión llamada de muerte como aquella que ataca la ligadura imaginaria y fantasmática entre el sujeto y el Otro. La muerte del sujeto remitirá, por tanto, a la desconsistencia del ser en su alienación al Otro, y no a su condición de viviente.
Nos llama la atención que Lacan pone en el otro extremo del circuito, excluído del campo del Otro, el “goce del cuerpo” o “goce de la vida”. Esto en relación a un cuerpo real, sede del goce. Para alcanzar el goce de su cuerpo el sujeto deberá alcanzar un campo exterior al campo de su realidad subjetiva, es decir ausentarse del campo del Otro. Se presenta entonces una paradoja: para que el sujeto pueda gozar de la vida deberá afrontar su muerte en relación al ser estructurado en su ligadura imaginaria y fantasmática al Otro.
Si el fenómeno psicosomático irrumpe, como los fenómenos de ruptura, fuera de discurso y de fantasma, en lo real del cuerpo, cabe preguntarse si no es en este campo que se presenta, como un indecible, esta paradoja. Es, a su vez, indecidible, bajo los términos de la situación, la posición subjetiva en juego y bajo qué reglas organizar la lectura de la realidad. A diferencia del trauma, concebido como una herida, y de la observación freudiana de que las enfermedades físicas posibilitarían una redistribución de la energía libidinal hacia el equilibrio, permitiendo una reorganización económica dentro del mismo circuito subjetivo, el fenómeno psicosomático surge de cara al goce, interpelando al sujeto y al discurso de la ciencia. Entre un indecible y un indecidible se perfila una paradoja en acto. Estamos ante un problema, en los términos en que lo define Gilles Deleuze en la Lógica del Sentido. Y, siguiendo a este autor, lo problemático es el modo del acontecimiento..Desde Deleuze, con el acontecimiento se rompe ”con una larga costumbre del pensamiento que nos hacía considerar lo problemático como una categoría subjetiva de nuestro conocimiento, un momento empírico que nos señalaría la imperfección de nuestros trámite, la triste necesidad en la que nos encontramos de no saber de antemano, y que desaparecería con el saber adquirido”. La irrupción del fenómeno psicosomático en clave de acontecimiento surgiría como un exceso, un fuera de medida que, haciendo emerger lo no ligado en el campo de lo real del cuerpo, intentaría inscribir esa emergencia como un problema en acto, en términos de la posición del sujeto respecto de la paradoja de la vida y la muerte, tal como fuera planteada más arriba. Momento de suspensión de la vida del sujeto en el campo del Otro para replantear las condiciones de su organización. Entre un indecible como exceso no ligado a un indecible en lo real del cuerpo, encontramos la paradoja, indecidible a priori, que enfrenta a un sujeto al compromiso de elegir por dónde hacer pasar su vida y su muerte. Nos preguntamos si el fenómeno psicosomático no adquiere visibilidad en nuestra cultura como efecto inconsciente de un intento de rescate de lo singular contra las ilusiones y certezas de un yo sobreadaptado a una realidad construida sobre la universalidad del Concepto y de los modelos hegemónicos o hegemonizantes. Nos preguntamos también si una clínica del fenómeno psicosomático no deberá estar centrada en que el sujeto encuentre en las marcas de su cuerpo la realidad de su paradoja y la libertad y responsabilidad de elegir su posición frente al real en juego.
BIBLIOGRAFÍA
Freud, Sigmund: (1920) Más allá del Principio de Placer. Ed. Amorrortu
Freud, Sigmund: (1923) El yo y el Ello . Ed. Amorrortu
Freud, Sigmund:(1926)El Problema económico del masoquismo. Ed. Amorrortu
Freud, Sigmund:(1933) 29a Conferencia. Revisión a la teoría de los sueños.
Ed. Amorrrotu
Freud, Sigmund:(1939) Moisés y la religión monoteísta. Ed Amorrortu
Cosentino Juan Carlos: (2005) El icc no todo reprimido. En El Problema
económico. Ed Imagomundi
Cosentino Juan Carlos: (2003) El giro de 1920. Más allá del principio de placer. . Ed Imagomundi
Foucault, Michel: (1997) El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica. Siglo XXI Editores.
Bonet, Luchina y otros:(1998) Estrés y procesos de enfermedad. Psiconeuroinmunoendocrinología. Modelos de integración mente-cuerpo. Ed. Biblos
Lacan, Jacques: (1966) Seminario XIII, El objeto del psicoanálisis. Inédito
Lacan, Jacques: (1967) Seminario XIV, La Lógica del Fantasma. Inédito
Lacan, Jacques: (1971) Seminario XVIII, El saber del analista. Inédito
Lacan, Jacques: (1974)) Seminario XXI, Los no incautos yerran o Los Nombres del Padre. Inédito
Lacan, Jacques: (1966) La ciencia y la verdad. Escritos II. Siglo XXI Editores.
Lacan, Jacques: La Tercera. Manantial
Rabinovich,Norberto:(2007) Lágrimas de lo real. Un estudio sobre el goce. HomoSapiensEditorial
Deleuze,Gilles:(1995)LaLógicadelSentido.EditorialPaidós