Lecturas de Kant en Freud y Brentano (acerca del tiempo y del espacio). Cynthia Acuña.


Freud en la tradición alemana

 Freud está ligado a la tradición del pensamiento alemán del siglo XIX a pesar de haberse formado en la región del antiguo Imperio Austro-Húngaro, zona en la que si bien se utilizaba el idioma alemán como lengua cultural, los desarrollos filosóficos disentían del idealismo que se difundía del otro lado del Rin. Los filósofos Austro-Húngaros –fue el caso de Franz Brentano, por ejemplo- tuvieron más que al idealismo, al empirismo como modelo para la filosofía. Sin embargo, la afiliación freudiana a la tradición alemana no deja de ser crítica, lo que se pone de manifiesto, claramente, en su modo de apelar a Kant.
La importancia de Kant para la filosofía moderna es bien conocida pero además de esa impronta indiscutible cabe recordar que, en relación con la psicología, Kant realizó una operación notable: le negó el estatuto de ciencia del alma. Después de Kant, cualquier investigador (al menos hasta comienzos del siglo XX) que se aventurase en el estudio de los procesos anímicos (concientes o inconscientes) debía primero salvar los obstáculos que Kant había formulado para la psicología, a saber: a) que la psicología no puede ser una ciencia racional porque las matemáticas no pueden aplicarse a los fenómenos del “sentido interno”[1], (en tanto estos sólo tienen una dimensión: el tiempo); b) que la psicología tampoco puede ser una ciencia empírica, porque aquello a lo que se accede por la vía de la observación interna no puede ser modificado a voluntad.
Al contrario de lo que podía esperarse, la objeción kantiana no desanimó a los filósofos alemanes, sino que abrió el campo para el desarrollo de una psicología experimental (Leary, 1978), ya que mostró por qué senderos debía transitar una psicología que aspirase a ser científica (la posibilidad de aplicación de las matemáticas a los fenómenos del “sentido interno”, el ideal de la medición y la cuantificación, parecían posibles para los “neokantianos” Fries, Herbart y Beneke, y en cierto modo para Fechner y Wundt). Pero Kant fue también una referencia obligada para detractores que -como Brentano- hicieron una crítica rigurosa al kantismo por su exceso de especulación. ¿En donde situar a Freud? ¿entre los “neokantianos” de corte científico o en la línea filosófica crítica de Brentano? Probablemente, si nos atenemos al contenido de los desarrollos freudianos, sea forzado ubicarlo en cualquiera de ambas tradiciones. Sin embargo, Freud –como Brentano- respondió de un modo crítico a Kant, distinguiéndose de los filósofos del “sentido externo” quienes no pretendían una abolición de los postulados kantianos sino más bien una superación de las limitaciones que Kant había determinado para el estudio del “alma”. En el caso de Freud, esta “ruptura” con Kant es explícita recién en 1920, ya que en las referencias anteriores no dejaba de “apoyarse” en el pensamiento kantiano[2].
Para ilustrar esta idea presentaré las posiciones de Freud y de Brentano frente a Kant en relación con dos categorías: tiempo y espacio. Para ello, será preciso retomar ciertos desarrollos kantianos que permitan comprender las intervenciones posteriores.

Tiempo y espacio como formas a priori de la intuición

Kant distingue el orden trascendental del orden empírico sosteniendo que las impresiones sensibles son percibidas porque existen determinadas condiciones que hacen posible la percepción. Esas condiciones no son individuales, empíricas ni psicológicas sino que son universales y necesarias (trascendentales). Kant las denomina a priori, esto es, son lógicamente anteriores a la sensación, universalmente válidas y necesarias. Estas son el tiempo y el espacio.
El espacio es para Kant la condición de la intuición objetiva y tiene su origen en el sujeto (lo que no significa que sea subjetivo). No es un concepto empírico que se pueda derivar de la experiencia de los sentidos externos. Es la condición de posibilidad para que cualquier cosa sea observada en algún lugar. Se puede imaginar que no hay nada en el espacio pero no se puede imaginar que no hay espacio. Como dijimos, esta afirmación no es psicológica (no es por deficiencia de la imaginación que una cosa no pueda imaginarse con independencia del espacio) sino lógica. Además, para Kant, el espacio no es un concepto, pues si lo fuera sólo se podría predicar de él lo que este concepto mismo contiene en su definición.
La otra categoría a priori para Kant es el tiempo, del cual dice que tiene una sola dimensión (se mueve hacia adelante). Además, los distintos puntos en el tiempo no se dan simultáneamente sino de manera sucesiva (uno tras otro). No hay proceso alguno que no suceda en el tiempo. En suma, el tiempo tampoco es un concepto empírico ni es una representación. Es una intuición a priori necesaria y universal.
Desde la perspectiva kantiana, para que algo pueda ser conocido o pensado debe aparecer en el tiempo y en el espacio, lo que no aparece en el tiempo y en el espacio no puede ser conocido y no se puede decir que exista.[3] ¿Qué sucede con el tiempo en el orden empírico-psicológico? Según Kant, nos autopercibimos bajo la forma del tiempo. Pero en esta autopercepción empírica está excluido el espacio. Esto significa que podemos tener una impresión de nuestros estados físicos o una vaga conciencia de nuestra propia existencia pero sólo bajo la forma del yo fenoménico. No podríamos captar nuestra existencia en un acto de autoconocimiento porque el yo no puede objetivarse en coordenadas espaciales. La autopercepción empírica sólo involucra el tiempo y no el espacio. No es necesario ir más allá para pasar a Freud y a su diálogo con Kant.

Tiempo y espacio en Freud

La temporalidad en la obra de Freud está ligada a la conciencia y la conciencia –especialmente en la tradición académica germana del siglo XIX- no constituye la totalidad del psiquismo. Por ello, lo que resulta verdaderamente excepcional no es tanto que Freud sitúe un límite para la conciencia, sino que dicho límite -constituido por el inconsciente[4]- se caracterice por la atemporalidad[5]. Es entonces cuando Freud apela a Kant (quien había definido los fenómenos psíquicos precisamente a partir de su relación con el tiempo). Lo hace en el capítulo IV de “Más allá del principio del placer” (1920):
“La proposición de Kant de que tiempo y espacio son formas necesarias de nuestro pensamiento, hoy, como consecuencia de determinados conocimientos psicoanalíticos, puede someterse a discusión. Hemos averiguado que los procesos anímicos inconscientes son en sí “atemporales” (zeitlos). Esto significa, en primer término, que no se ordenan temporalmente, que el tiempo no altera nada de ellos, que no se les puede aplicar la representación del tiempo. Son caracteres negativos que sólo pueden hacerse claros por comparación con los procesos anímicos concientes. Nuestra representación abstracta del tiempo parece más bien extraída del modo de trabajo del sistema P-Cc y corresponde a una auto-percepción del mismo. Con esta forma de funcionamiento del sistema, se inauguraría otro camino para la barrera contra-estímulo.” (Freud, en Cosentino, 2003: 57)
Tomando como eje central este comentario del ’20 quisiera desarrollar algunos puntos en los cuales Freud se aparta de Kant; en relación con el tiempo, a partir de sostener dos ideas fuertes:
a) el tiempo no es una forma necesaria sino que es una representación abstracta
b) lo único lógicamente necesario es el inconsciente, que es atemporal
En relación con el espacio, por considerar que:
c) la vida onírica pone de manifiesto que los fenómenos psíquicos son susceptibles de espacialidad.
En primer lugar, se puede notar que Freud cuestiona las categorías trascendentales (tiempo y espacio) a partir de un elemento que las refuta, extraído de los conocimientos que aporta el psicoanálisis. Dicho elemento (la atemporalidad del inconsciente) haría declinar la universalidad de las formas tiempo y espacio kantianas. Si bien la discusión no es filosófico-gnoseológica tampoco es puramente empírica (Freud no pretende comprobar con evidencias empíricas su descubrimiento). Más bien parece querer situar la necesidad lógica del inconsciente. Este último punto se esclarece si se lee junto con algunos pasajes de “Lo inconciente” (1915), en donde se afirma que a pesar de todas las objeciones que se alzan frente al supuesto de lo anímico inconsciente, el mismo “es necesario y es legítimo” (Freud, 1915: 163). Para Freud, lo que posee una necesidad lógica no es el tiempo sino el inconsciente (que está “fuera del tiempo”).
En 1933, en la 31ª Conferencia de Introducción al psicoanálisis, retoma la referencia a Kant atribuyendo al ello un carácter atemporal: “En el ello no hay nada que pueda equipararse a la negación, (...) y aun se percibe con sorpresa la excepción del enunciado del filósofo según el cual espacio y tiempo son formas necesarias de nuestros actos anímicos. Dentro del ello no se encuentra nada que corresponda a la representación del tiempo, ningún reconocimiento de un decurso temporal y (...) ninguna alteración del proceso anímico por el transcurso del tiempo” (Freud, 1933b: 69). En la misma conferencia advierte que “el tiempo es proporcionado al yo por el sistema percepción”. Y especifica: es el modo de trabajo del sistema percepción el que origina la representación del tiempo (Freud, 1933b: 71). Con lo cual, si el tiempo es una representación que tiene un origen -es decir, que no es un dato primero- está lejos de ser una forma a priori. Dicha representación abstracta del tiempo se forma en el sistema perceptivo.
Freud explica cómo se origina la representación del tiempo en “Nota sobre la «pizarra mágica»” (1925) en donde dicha representación está relacionada con la autopercepción del sistema P-Cc; más bien, es el residuo de la autopercepción de los ritmos internos de dicho sistema. Una y otra vez “en golpes periódicos rápidos” se inviste y desinviste el sistema P-Cc, el cual hace posible la percepción del mundo exterior. Dicha secuencia (es decir, “el modo de trabajo discontinuo del sistema P-Cc”) deja como saldo la representación abstracta del tiempo. Incluso Freud articula dichas nociones con los desarrollos de 1920: sería imposible para el organismo admitir un investimiento constante, sin cese (pura conciencia sin olvido). Si así fuera, no sólo no habría representación del tiempo sino que tampoco sería posible la vida. Podría tratarse entonces de otro camino para la protección contra los estímulos. Como puede advertirse, en Freud, es la “experiencia perceptiva” la que genera el tiempo (o la periodicidad del “olvido”) y no al revés (para Kant, sin las formas a priori no hay experiencia).
En relación con el espacio, es introducido por Freud según diferentes “modelos” –ninguno de los cuales se confunde con el de las localizaciones cerebrales-. Sólo me referiré aquí al de los sueños. En “La interpretación de los sueños”, Freud señala que “todo lo que puede ser objeto de nuestra percepción interior es virtual como la imagen dada en el telescopio por la propagación de los rayos de luz” (Freud, 1900: 599). Además, indica una relación sumamente interesante entre tiempo y espacio en el sueño: “toda vez que es posible, el trabajo del sueño traspone relaciones temporales en espaciales, y las figura así” (Freud, 1933a: 24); la “repetición temporal de un acto se convierte en el sueño, por lo general, en la multiplicación del número de un objeto” (Freud, 1900 [1919]: 377).
Por otro lado, hay un modelo que podría denominarse “gráfico”, es decir, que introduce el espacio por analogía con el sistema de escritura (que a diferencia del habla se define en relación con la espacialidad). Las representaciones -que en el escenario del sueño se trasmudan en imágenes[6]- se comportan como letras del alfabeto a pesar de dicha transformación (por lo que siempre deben leerse según su referencia signante y no según su valor figural). De acuerdo con este modelo la condensación, el desplazamiento (y todos los medios de figuración del trabajo del sueño) pueden ser pensados como una gramática.
Si bien apenas está esbozado el tema, hay indicios para advertir que tanto la atemporalidad[7] como el problema del espacio deben indagarse conjuntamente. Y no sólo en relación con el sueño. Los síntomas neuróticos (actos obsesivos, síntomas conversivos), las fobias e incluso las denominadas neurosis de destino o el actuar (agieren) en lugar de recordar están en relación con el carácter atemporal del inconciente y en ellos se ponen en juego relaciones espaciales particulares. Hay una estrecha vinculación entre aquel espacio virtual “subjetivo” y el espacio que suele llamarse físico (“objetivo”) y la neurosis lo atestigua muy bien, dado que las relaciones que establece con lo real “objetivo” no son azarosas. Piénsese en la compulsión de repetición y en todos los fenómenos que Freud describió relativos a lo siniestro, que están –en muchos casos- vinculados a “encuentros” en el mundo objetivo. Esto no significa que se trate de una proyección; más bien parece significar que hay elementos en la obra freudiana para concluir que es una verdadera “ilusión” pensar en términos de “interior (psíquico)” versus “exterior (físico)”.

Tiempo y espacio en Brentano

En Psychologie vom empirischen Standpunk (Psicología desde el punto de vista empírico) publicado en 1874, Brentano plantea el problema en estos términos:
“Una definición completamente unitaria que caracteriza todos los fenómenos psíquicos, frente a los fenómenos físicos, ha sido intentada en sentido negativo. Todos los fenómenos físicos, se ha dicho, tienen extensión y una determinación local, ya sean fenómenos de la vista o de otro sentido, ya sean productos de la fantasía que nos representa objetos semejantes. Lo contrario, se añade, pasa con los fenómenos psíquicos; pensar, querer, etc., aparecen desprovistos de extensión y sin situación en el espacio” (Brentano, 1874: 23)
A partir de esta afirmación, desarrolla un método de refutación de los argumentos que estarían a favor y en contra de Kant y finalmente, los refuta a ambos. A favor de la oposición psíquico (sin espacio) / físico (localización espacial) podrían estar –según Brentano- Descartes y Spinoza. En contra, estaría Aristóteles y algunos psicólogos y fisiólogos de la época. Para Brentano, ambas posturas son infundadas. Su propuesta es partir de una definición positiva: los fenómenos psíquicos se caracterizan por tener una existencia intencional, es decir, por hallarse dirigidos hacia un objeto (Brentano, 1874;1935: 28). Para Brentano, tanto el espacio como el tiempo son continuos y están unidos a los objetos de un modo inmanente.
En el caso de las representaciones, estas no son sin los modos temporales. No son –como en Kant- condiciones de posibilidad para el conocimiento de los objetos ni como en Freud (como vimos respecto de la representación del tiempo) un residuo de la experiencia perceptiva. Podría decirse que hay en la filosofía de Brentano una relación inmanente entre las representaciones y los objetos representados y que dada su concepción del tiempo continuo esas relaciones no podrían darse fuera del tiempo. No existe nada que no sea entendido temporalmente, incluso Dios no puede ser más que en el tiempo. El tiempo como continuo no es el resultado de una composición sino que posee una “unidad intuitiva”.

Comentarios finales

Freud conoció a Brentano siendo estudiante de medicina, en 1874, en la Universidad de Viena. Tenía diecinueve años. En Viena los cursos de filosofía para los estudiantes de medicina habían sido obligatorios hasta 1872 pero ya no lo eran cuando Freud comenzó sus seminarios de filosofía (tres veces por semana) con Brentano. En las cartas a su amigo Eduard Silberstein, Freud no ocultó que se sentía fuertemente atraído por los argumentos de este extraño filósofo, que era creyente y darwiniano. Y lo más sugestivo no era que argumentara en favor de la existencia de Dios sino que lo hiciera de un modo tan riguroso que le resultaba casi imposible ofrecer un contraargumento que echara por tierra aquellos razonamientos. Sus puntos de vista respecto de la filosofía kantiana difieren. No obstante, hay una relación entre ambos, difícil de advertir si sólo nos atenemos al análisis conceptual o buscamos una influencia directa de los desarrollos de uno sobre otro. Ambos pertenecieron a una tradición que no se inscribió en el idealismo pero tampoco en el empirismo ingenuo. Ambos debieron apelar a Kant para consolidar y esclarecer sus posiciones teóricas. A diferencia de los filósofos de la psicología experimental -cuyos trabajos se inscriben en una línea kantiana- lo que tienen en común Brentano y Freud es la apertura de un desarrollo teórico a partir del resquebrajamiento del edificio teórico kantiano.

Bibliografía

ASSOUN, Paul-Laurent, [1976] (1982): “Freud y Kant”, en Freud. La filosofía y los filósofos, 1ª ed., Barcelona, Paidós, pp. 171-188
BRENTANO, Franz, [1874](1935), Psicología, 2ª ed., Madrid, Revista de Occidente
BRENTANO, Franz, [1874](1943), Psychologie du point de vue empirique, Paris, Editions Montaigne. [Una versión castellana del primer capítulo de este libro puede hallarse en http://www.elseminario.com.ar]
BRENTANO, Franz, [1876-94] (1936), El porvenir de la filosofía, Madrid, ed. Revista de Occidente
COSENTINO, Juan Carlos, y otros, 2003.: El giro de 1920. Más allá del Principio del placer, Bs. As., Imago Mundi
COSTA, Filippo, 1962: “La théorie du temps chez Brentano”, en Revue de Métaphysique et de Morale, octobre/décembre, 1962, n° 4, s.l., Librairie Armand Colin
FREUD, Sigmund, [1871-1881] (1989): Cartas de juventud , Bs. As., edición AMIA Comunidad Judía
FREUD, Sigmund, [1900] (1976): “Sentimiento de realidad y figuración de la repetición [1919]”, “La interpretación de los sueños”, Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, tomo V
FREUD, Sigmund, [1915] (1976): “Lo inconciente”, en Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, tomo XIV, pp. 153-213
FREUD, Sigmund, [1920] (1976): “Más allá del principio del placer” en Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, tomo XVIII
FREUD, Sigmund, [1925] (1976): “Nota sobre la pizarra mágica” en Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, tomo XIX
FREUD, Sigmund, [1933a] (1976): “Conferencia 29ª: Revisión de la doctrina de los sueños” en “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, tomo XXII, pp. 7-28
FREUD, Sigmund, [1933b](1976): “31ª Conferencia: La descomposición de la personalidad psíquica”, en “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Obras Completas, Bs. As., Amorrortu, tomo XXII, pp. 53-74
HARTNACK, Justus, 1992: La teoría del conocimiento de Kant, 7ª ed., Madrid, Cátedra
KANT, Immanuel [1786] (1989): Principios metafísicos de la ciencia de la naturaleza, Madrid, Alianza (“Prefacio”)
LEARY, David [1978](1994): “El desarrollo filosófico de la concepción de la psicología en Alemania (1780-1850)”, Dpto. de Publicaciones, Facultad de Psicología, UBA




[1] El supuesto de partida es que las matemáticas permiten la construcción a priori de los conceptos de la ciencia. La ciencia sólo se puede fundar en las matemáticas. Pero para aplicarlas es necesario contar con dos dimensiones (espacio y tiempo). Los fenómenos psíquicos, según Kant, sólo tienen una dimensión (el tiempo), carecen de localización espacial.
[2] Por ejemplo, en “Lo inconciente” (1915) Freud advierte que el trabajo psicoanalítico aparece como “continuación de la enmienda que Kant introdujo en nuestro modo de concebir la percepción exterior. Así como Kant nos alertó para que no juzgásemos a la percepción como idéntica a lo percibido incognoscible, así el psicoanálisis nos advierte que no hemos de sustituir el proceso psíquico inconsciente, que es objeto de la conciencia por la percepción que esta hace de él. Como lo físico, tampoco lo psíquico es necesariamente en la realidad según se nos aparece” (Freud, 1915: 167). Al realizar esta afirmación Freud se apoya en Kant para legitimar el estatuto “incognoscible” del inconsciente: así como el mundo exterior tiene su “en sí”, su noúmeno (véase infra nota 3), el psicoanálisis muestra que lo psíquico tiene el suyo; con una salvedad (esencial para el psicoanálisis): “el objeto interior es menos incognoscible que el mundo exterior” (Ibíd.). Véase una referencia similar en “La interpretación de los sueños” (AE 5, 1900: 600)
[3] Es lo que sucede con la cosa-en-sí (Die Dinge an sich), no se puede conocer, de ella no se puede predicar nada, es una “mera expresión de los límites del conocimiento.” (Hartnack, 1992: 38)
[4] Es claro que el inconsciente freudiano no es el de los filósofos del romanticismo alemán y tampoco es comparable al “inconsciente” que se desprende de la teoría hereditaria o del campo de la fisiología. Con todo, no es el único. Si hay una noción fuerte en la tradición alemana del siglo XIX es la de inconsciente. Esto no le quita originalidad al inconsciente psicoanalítico. Pero es dudoso que hubiera un “conciencialismo” dominante (Assoun, 1976) en la época en que Freud produjo sus obras; más bien habría que hablar de una ruptura temprana del “reinado de la conciencia”. De ahí quizás la renuencia freudiana a mencionar sus lecturas filosóficas: para evitar la superposición que rápidamente podría hacerse entre su teoría del inconsciente y las teorías filosóficas del inconciente que nada tenían que ver con el psicoanálisis (es el caso de Putnam y su inquietante articulación entre psicoanálisis y filosofía hegeliana).
[5] El término alemán zeitlos [zeit: tiempo; los: suelto, libre] es traducido habitualmente como “atemporal”. J. C. Cosentino ha propuesto leerlo como “fuera-de-tiempo”, “tiempo-perdido” o “tiempo-desligado (zeit-los)” (véase: Cosentino, 2003: 57, n 9).
[6] En el sueño, la representación vuelve a mudarse “en la imagen de la que alguna vez partió”. Según Freud, no todos los sueños muestran dicha trasmudación de una representación en imagen sensible (hay sueños compuestos sólo por pensamientos) pero sin este carácter no podríamos concebir la vida onírica.
[7] Cronológicamente, las principales referencias freudianas al carácter “atemporal” de los procesos anímicos serían (teniendo en cuenta que no se alude explícitamente a dicho carácter hasta 1907 y que las anteriores alusiones son más bien en referencia a la temporalidad de la conciencia o del sistema PC-c): (AE 3, 1895: 216); (AE I, 1897: 293-94); (AE 5, 1900: 568-70); (AE 6, 1901: 266n) [nota agr. en 1907]; (AE 12, 1912: 105); (AE 12, 1913: 131); (AE, 1914: 93n); (AE14, 1915: 184); (AE 17, 1918: 12); (AE 20, 1920: 28); (AE 22, 1933:69). En el “Proyecto de psicología para neurólogos (1895)” la dimensión temporal es introducida con la hipótesis del “período del movimiento neuronal” que introduce el correlato cualitativo de los sistemas “inconcientes” cuantitativos (Φ-Ψ).