EL INCONSCIENTE EN FREUD Y EN LACAN RESPUESTAS A UN CUESTIONARIO. Ricardo E. Rodríguez Ponte


(*) El Comité de Redacción de los Cuadernos Sigmund Freud, en ocasión de un próximo número dedicado a «El concepto de inconsciente en Freud y Lacan. Sus incidencias clínicas», y en la expectativa que ese número “refleje el interesante debate que esta cuestión suscita en el interior de la Escuela”, me remitió el siguiente cuestionario, dirigido igualmente a Benjamín Domb e Isidoro Vegh. Respondí al mismo el 21 de Marzo de 2009.

El inconciente – preguntas
Hemos elaborado una serie de preguntas que creemos relevantes respecto del modo de concebir el inconciente, sus articulaciones y diferencias, en Freud y Lacan.
Nos interesa muy especialmente tu respuesta para el próximo número de CSF.
1.- Freud estableció dos tópicas para el aparato psíquico. Lacan retomó y trató de encontrarle una lógica a cada una de las instancias freudianas y distinguió claramente al Ello del inconciente. También ubicó al Otro en el origen de cada instancia. ¿Cuáles son las consecuencias clínicas de esto?
2.- ¿Qué ubican Freud y Lacan como productor de lo traumático? ¿Equi­vale esa diferencia a ubicar de distinta manera nuestra escucha respecto a lo que entendemos por causa?
3.- La invención del objeto a, que centra la teoría en el eje del goce, ¿im­plica ya la división de aguas entre el inconciente freudiano y el lacaniano?
4.- Das Umbewusste pivilegia el inconciente como saber que no se sabe. L’une bévue, en cambio, acentúa el saber en falla, ahí donde hay impacto de goce. ¿Se trata de escuchar en el discurso algo distinto o es una acen­tuación de lo real en su presentación disruptiva?
Mis respuestas
Para empezar a responder por algún lado, señalaré que la noción que se pueda tener, por aproximada que sea, de que el yo en Lacan es un objeto imaginario en el que el sujeto se aliena y cumple para el mismo función de desconocimiento, que elsuperyó es una voz que ordena go­zar, y el ello lo que puede ser reducido a una gramática, deben bastar para comprender que estos términos no podrían tener con los que en Freud fijan su referencia en presuntas “instancias de la personalidad psíquica” otra relación que de homonimia.
Lo mismo se puede decir para el inconsciente, en Freud un aspecto o parte de una “realidad psí­quica” de la que Lacan prescinde en su nudo interpretándola como “religiosa”. Para Lacan el inconsciente es ante todo discurso y no ins­tancia de ninguna tópica en definitiva esférica, y discurso del Otro, ge­nitivo objetivo, y que tiene su destinatario en el analista — es decir una exterioridad en modo alguno complementaria de ninguna interio­ridad.
Añado que el inconciente, concepto y no sustancia ni realidad “metapsicológica”, es concepto forjado sobre la huella de lo que opera para constituir al sujeto (noción ausente en Freud cuya teoría de la re­presentación no podía hacerle lugar) en tanto efecto del lenguaje. Las consecuencias clínicas se deducen inmediatamente de una breve y ta­jante precisión de Lacan en su Seminario De un Otro al otro: no hay teoría del inconciente como tal, hay teoría de la práctica analítica.
Lacan sitúa lo traumático como un encuentro (tyché)… con un lugar agujereado de la estructura. Esta referencia a la estructura resitúa en su perspectiva todo lo que se pueda decir de la singular temporalidad del mismo.
A mi modo de ver la invención del objeto a no centra la teoría en el eje del goce (primero que nada, aporta una consistencia a un Otro que de otro modo se disolvería en el “océano de las historias” que el sujeto se cuenta en el análisis). Por otra parte, por lo que dije en el primer pá­rrafo, no hay “divisoria de aguas” entre el inconsciente freudiano y el lacaniano, sino una inconmensurabilidad que encuentra su debate (es decir, también su diálogo) en una práctica analítica en la que dada su índole también están incluidos los textos del fundador.
Lo que he subrayado de la noción lacaniana del inconsciente debía ter­minar imparablemente en la fórmula que Lacan encuentra en unas jor­nadas de 1978, cuando “recordó” (no se trataba en verdad de recordar, sino de “reescribir la historia”, como dijo alguna vez en su Seminario sobre Los escritos técnicos de Freud) que había definido al incons­ciente como el sujeto supuesto saber.
Dicho de otro modo, su concep­ción del inconciente como discurso dirigido al analista, por lo tanto li­gado esencialmente a la experiencia del análisis, lo llevaba a identifi­carlo a la transferencia o reducirlo a poco más que la transferencia. Mi hipótesis del momento al respecto, no es quel’une-bévue “acentúa el saber en falla, ahí donde hay impacto de goce”, fórmula que se acerca muchísimo a lo que dije de lo traumático en el segundo párrafo y que no necesitaba llegar al Seminario 24 para darse; estoy leyendo el Se­minario L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre con una pre­gunta acerca de si Lacan, en parte a contrapelo de su desarrollo ante­rior, no estaba investigando lo que podía haber no obstante de un in­consciente no transferencial (su afirmación en ese Seminario de que el inconsciente es que uno habla solo parece ir en ese sentido). Pero no conviene dar por adquirido lo que todavía requiere mucho estudio y reflexión y puesta a prueba en la práctica. El tiempo de las consignas y las jergas de capillita no ha cesado del todo, pero ya nos tiene a todos un poco podridos.
El Comité de Redacción de los Cuadernos Sigmund Freud, integrado por quienes son mis amigos, tendrá la amabilidad de tolerar el estilo categórico de mis juicios (en verdad son hipotéticos cuando no dis­yuntivos, cf. Kant) y por demás escuetos. Sustituyen de mala manera, pero la única a mi alcance por el momento, los largos desarrollos que me demandaría interrogar, y cuestionar, los supuestos doctrinales des­de los cuales, creo entender, han sido formuladas las preguntas del cuestionario.
Mi riesgo, que en el apuro haya dicho lo que no preten­día decir (no estoy hablando de lapsus). Quiero decir, sin tirar por la borda el “soy freudiano” de Lacan en Caracas, que merece ser funda­do mejor que en la amalgama freudolacaniana todavía vigente en mu­chos discursos, todavía queda mucho por decir del “Freud no era laca­niano” del Seminario R.S.I.
La tensión a mantener entre esas dos afirmaciones hace a la ética del discurso de una Escuela que se dice continuadora de la enseñanza de Lacan.
Ricardo E. Rodríguez Ponte