LA PIEDAD; Cuestiones teórico-clínicas sobre el masoquismo en la transferencia analítica. Elena Jabif.

Con comentarios del trabajo "La Piedad" de Elena Jabif por Patricia Leyack y Eduardo Said                     

(*) Foro de Psicoanálisis. Escuela Freudiana de Buenos Aires, 2006.


El masoquismo moral freudiano articulado con la problemática del carácter, permite definir un perfil de analizante que aparece en las neurosis de destino freudiana. Un oscuro designio se ha encarnizado con ellos, no son dueños de su vida, víctimas inocentes de un inevitable derrumbe repetitivo quedan situados bajo el signo de un trágico designio. Son sujetos sustraídos de la neurosis, que en su compulsión de destino no denuncian síntomas, sus trazos característicos reiteran por la vía del acting aout o del pasaje al acto no esclarecido, situaciones de goce que los torturan. Ingratas decepciones, socios traidores, una economía que los doblega, muertos queridos, participan de una repetición que los congela.


La palabra destino está asociada a la suerte que le corresponde en este mundo a cada cuál, su parte de vida, de felicidad, de desgracia, inflexible como un látigo encarna una ley que los dioses no pueden transgredir, sin poner en peligro el orden del universo.



En el tratamiento de pacientes neuróticos el destino se presenta como una pasión dolorosa que a veces suele ser el aspecto mas resistencial al progreso de una cura, destino que cuestiona al psicoanalista en tanto parece escurrirse de un análisis posible.



Este sufrimiento al servicio de la reacción terapéutica negativa presenta al analizante en una posición masoquista, que pone en escena diversas situaciones críticas, que promueven estipular contratos, que comprometen la ética del acto analítico, al situar al analista en una dualidad especular de Uno no seriado.
Puede suceder, que el destino asuma el diseño de un rasgo; ofrecido en la transferencia, a una figura omnipotente y peligrosa, que mantiene al sujeto en continua supeditación y ejerce sobre él una presión constante.



Versión del goce de Dios que el sujeto imaginariza pidiendo siempre una penosa castración, posición de servidumbre pasiva y masoquista, a través de la renuncia de toda voluntad deseante propia.
Este puro automatismo nos enfrenta con cierto resto de una fuerza demoníaca en juego, en una compulsión que muestra el desafió de la pulsión de muerte cuando exhibe al máximo, la intensidad de la urgencia pulsional.



Pulsión de pulsiones que demanda retornar y re-encontrar aquello que ya fue aunque el inexorable efecto del orden simbólico, exija como precio de nuestra humanidad, la perdida de la Cosa.



La posición masoquista sabe de la nostalgia pero en su lugar solo hay denegación, "no creo lo que ven mis ojos" de la que soportará la ascesis hasta lo mas extremo de su ofrecimiento. En plena exhibición de la erótica de la pulsión de muerte y de la moral, desde el dolor el analizante convocará al partennaire analista, a testimoniar con su presencia, la sumisión al fantasma de "pegan a un niño", que parece no abandonar mientras dura su vida. Escena donde el castigo eterno ofrece pruebas de razón suficientes sobre la existencia de Dios.



El trayecto de la pulsión es errático, pierde el rumbo del objeto, el cuerpo del esclavo sometido a la violencia de una erótica de la pulsión de muerte, es impulsado hacia atrás en un camino regresivo de las pulsiones parciales.



La presencia del analista si desfallece ante lo que acaba de suscitarse en transferencia, se reduce a un artificio fascista. Sostenido en la negra profundidad de la transferencia salvaje, emerge un padre violento, violador o sodomita, que enmascara la primigenia fijación a la pierda angular del deseo materno.
El "sacrificio" ¿de quién? Y ¿para quién? En la intención fantasmática, el masoquismo insinúa que no sacrifica cualquier cosa, en él germina un puro voto renegatorio de la muerte. Dimensión sádica o asesina de la inocencia, ante esa formulación muda de su propia muerte , sacrificado en el goce del Otro, este sigue siendo un enigma que hay que forzar. Se presenta, pues, al sacrificio, como una prueba opaca de su propia eternidad, el concepto de eternidad conjuga pasado y futuro en un presente sin límites, en el que las religiones prometen el goce en el reencuentro con Dios.



Deleuze en su lectura analítica del masoquismo identifica en Masoch una relectura de Caín y Abel, en la que presenta una inversión de los lugares habitualmente asignados por el catecismo cristiano a uno y al otro. 



Masoch subraya que Jehová es el instigador, mediante los celos, del asesinato de Abel, el preferido del padre. Cuando Jehová advierte la ausencia de Abel e interroga a Caín, éste no puede explicarla, ya no puede ocultar el asesinato primordial que sale a la luz. Entonces Jehová, el instigador, somete a Caín a un castigo tremendo, desmesurado sin ningún atenuante.



Un castigo inevitable, extranjero, que lo deja a merced de lo peor. Bajo el signo de Caín el crimen se presenta en la naturaleza y en la historia con la inmensidad del sufrimiento. Es el castigo apropiado para el elegido de Eva, su madre.



Ella saluda su nacimiento con gritos de alegría, mientras languidece cuando nace Abel, un hijo que cae del lado del padre. Encontramos junto a Deleuze una cristología en Masoch. De Caín a Cristo encuentra el mismo destino que culmina en el hijo crucificado, ofrecido por su voluntad amorosa a la crueldad de ideal paterno. En esas escenas el autor recorta la figura de la madre naturaleza, en la frialdad y la crueldad de las mujeres amadas por este ilustrado masoquista.



Wanda una venus tejida en el juego literario con una piedra moldeada en una estatua o como amada en su inmovilidad extática. El inevitable tono moral nos introduce en una confusión ética ante el espanto de la tortura y el sufrimiento.



Deleuze recupera como una bella novela de Masoch " La madre de Dios" quien cuenta lo siguiente: Mardona, la heroína, dirige su secta, su comuna, con afectuosidad pero también de modo severo y helado.

Está llena de ira, manda azotar y lapidar; es cariñosa, sin embargo. Por otra parte, toda la secta es cariñosa y alegre, pero severa con el pecado, hostil al desorden. Mardona tiene una sirvienta, Nimfodora, muchacha encantadora y taciturna que se hace una profunda herida en el brazo para que la madre de Dios pueda bañarse en la sangre, beber de ella y no envejecer jamás. Sabadil ama a Mardona, pero de otro modo ama también a Nimfodora. Mardona se alarma. Madre de Dios, exclama: "El amor de la Madre de Dios trae la redención, constituye para el hombre un nuevo nacimiento. (...) No he logrado modificar tu carne, transformar tu amor carnal en afección divina(...) Para ti soy nada mas que un juez". Y demanda el consentimiento de Sabadil al suplicio. Lo hace clavar entonces en una cruz: Nimfodora se ocupa de las manos y ella misma de los pies. Entra en un éxtasis doloroso, en tanto que, llegada la noche, Sabadil encarna la Pasión:"¿Por qué me has abandonado?", y a Nimfodora:"¿Por qué me has traicionado?". La Madre de Dios debe poner a su hijo en cruz precisamente para que pase a ser su hijo, y goce de un nacimiento que a ella sola debe.


Para el fantasma masoquista, el vínculo entre religión, muerte y sexualidad, deniega al mismo tiempo que pone en juego, a la virgen, como una madre que en tanto resigna la sexualidad y el placer, no conoce la muerte, sin pecado vive la eternidad, sin transitar por la muerte.



Todas la religiones se proponen como solución y antítesis de la pulsión de muerte. Afirman una inmortalidad, o una reencarnación que subraya el tiempo denegatorio, solo es un momento sensible que debe atravesarse, el pasaje a otro cuerpo niega la muerte corporal. La segunda muerte en su valor simbólico, se la ignora con la recompensa de otra vida sin dolor, la vida perfecta de Buda.



Los mitos aparecen en el tiempo posterior de un pasado incierto, obra de la metáfora paterna, la organización histórica encuentra su paso. Lacan nombra al mito de la Gran Diosa Madre, "demanda primordial mítica", tiempo supuesto de una demanda satisfactoria y plena. El culto de la Gran Diosa repite ritualmente el asesinato del rey y el sacrificio de niños. Medea las astuta sacerdotisa ejerce el crimen sobre sus hijos, los que tuvo con Jasón. Maga de poderes maléficos es inmortal. El rito sacrificial pretende desconocer la función del padre, consagra al falo del lado materno su función fecundante.
En las tribus de las amazonas, según la etimología armenia son mujeres lunas, mujeres sin pecho, sin hombres según Séneca, o tribus matriarcales según Diodoro de Sicilia. La filiación sólo es reconocida por la madre. Durante la orgías dionosíacas nos encontramos con asesinatos de hijos por sus madres, en un éxtasis sagrado donde el erotismo sin límites, solo encuentra dique en la muerte.



El mundo bárbaro de diosas matriarcales evoca la observación freudiana del miedo de ser envenenadas o muertas por la madre que se encuentra en el núcleo paranoico de la neurosis histérica de la mujer, en una identificación de ser el objeto privilegiado de las oscuridades del Otro primordial, piedra basal del masoquismo primordial.



El neurótico brinda para la angustia del analista sus agravamientos sintomáticos, fetiches negros que hacen carne del falo materno, se ofrecen como cuerpo doliente en un avatar demostrativo para el Yo ideal de su analista, es la tormenta del moi sostenida por un narcisismo impecable donde se producen las identificaciones mas contradictorias del Yo.



La posición masoquista es un guión duplicado de la perversión que está al servicio de la mayor resistencia al progreso de la cura y a liquidar en los tramos de un fin "un duelo imposible de calmar" que el genio freudiano recupera en el codicioso y oceánico amor infantil de la niña con la madre.



Un terreno de tinieblas que conduce a que Freud confiese lo inapelable, inabordable, e inefable de este amor en las transferencias de sus histéricas, "Morir en brazos de la madre" , envueltas en sus brazos, La Piedad se ofrece como una lengua muerta, en la que nadie tiene derecho a cometer faltas, nadie tiene derecho a innovar; un saber absoluto que la religión le otorga a la muerte, a Dios, y agregaríamos a la Gran Diosa Madre quien junto a las hijas-hijos muertos participan de su omnipotencia.



Hace un tiempo una analizante concluía la travesía de un largo y doloroso tiempo de análisis. En la última sesión me cuenta un sueño "estaba con una amiga, tenía en cuaderno bajo el brazo. La invito a un lugar donde disertaba un importante académico, me contesta: a ese lugar no me interesa ir, me sorprendo, le insisto, le pido razones, me dice: no vale la pena, ahí nunca más. Entiendo que debo escucharla y acompaño su decisión."



Asocia: con una producción de arte que visitó el día anterior a su despedida, muy conmovida me dice que lloró ante "Adiós Nonino", sus lágrimas también se hicieron eco de otra creación: unas manos de piedra con un vacío tallado en su bella forma.



En ese momento se levanta y llora en mis brazos, me dice: me preguntaba quién es esta mujer tan extraña (de usted nunca supe nada) pero tan cercana a mi vida, en sus manos pude parir a mi hija viva (repetidas hijas muertas eran acunadas en el abismo de partos prematuros). La tercera obra que me atravesó el alma fue la imagen de una madre tallada en la piedra que tenía una hija muerta en los brazos, de esta madre de piedra se desprendían lágrimas casi humanas.



En simultánea saca un regalito de despedida, es una mujer tallada en una piedra que danza en libertad. Desde el juego de las lágrimas se desnuda un borde de color, me dice con picardía que la mujer de piedra que baila en libertad puedo quedármela, ella se lleva su propio vuelo.



Le sorprende su cuaderno en blanco ya que ella considera que atesora una fecunda escritura de su análisis.
Le propongo: que la letra de "una hija muerta en los brazos de la madre tallada en la piedra", finalmente levantó vuelo.

Elena Jabif.
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Comentario del trabajo "La Piedad" de Elena Jabif.  Patricia Leyack.

Una vez más celebro el espacio propuesto por el Foro porque brinda la posibilidad de discutir un texto o de abrir líneas de reflexión a partir de un texto. Y ésto en un espacio de intimidad que promueve y facilita el intercambio.


El de Elena es un texto que nos muestra, en su parte clínica, la artesanía de una analista experimentada. Su articulación teórica no termina de situar con precisión ciertas coordenadas. Es, sin embargo, un texto que hace de su dificultad, virtud, en tanto propicia una muy rica discusión. 



Haré una puntuación de las preguntas y de las temáticas que suscitó entretejidas con comentarios míos: 



- ¿Es lo mismo posición masoquista perversa que fantasma masoquista?
Si estamos ante el núcleo masoquista del fantasma, se tratará, en la transferencia, de extraer el rasgo del sujeto. De cualquier forma, que haya fantasma y éste pueda entrar en la transferencia y ser trabajado, no es sin los síntomas que comporta. Si éste fuera el caso, es una situación harto más abordable que una caracteropatía masoquista no adscribible a un efecto de ley. 



- Se hizo de un error ¿tipográfico? (pierda por piedra. Pg. 2 en el texto) una lectura a la letra. Hay una madre letal, pétrea, que no se puede perder.



- "Si la presencia del analista desfallece, la transferencia se reduce a un artificio fascista. Sostenido en la negra profundidad de la transferencia salvaje emerge un padre violento, violador o sodomita, que enmascara la primigenia fijación a la pierda angular del deseo materno". Pg 2. 



Hay aquí algunas cuestiones a despejar: el padre violento, violador o sodomita debe predominar. No es que enmascara la fijación angular al deseo materno sino que cuando no predomina, esa madre resiste cual piedra, no se pierde y son sus efectos letales los que se fijan caracteropatizando al sujeto. Este punto abrió en el grupo a la problemática del estrago. Si el estrago no se constituyó, el efecto es letal. El estrago es efecto de una madre deseante. El superyó materno puede ser el indicio de un estrago no constituido. No se trataría de fijación amorosa a la madre, que en el texto aparece como amor oceánico a la madre, sino de una fijación odiante. De un odio no acotado por los Nombres del Padre.  En la transferencia habría que construir esa madre letal. 



- La posición masoquista sería la del personaje de la película "Te doy mis ojos". Lo cual es diferente a (texto): "no creo lo que ven mis ojos", posición que en el trabajo de Elena se señala como denegación.
Lo que se intentó despejar en la discusión es la diferencia entre el masoquismo moral freudiano y el núcleo masoquista del fantasma.



En "Problemas económicos del masoquismo" Freud distingue tres formas de masoquismo. Presenta, como forma extrema del masoquismo moral, la RTN, que constituye una de las más fuertes resistencias al progreso de la cura en tanto la enfermedad permite satisfacer la necesidad de castigo (llamada impropiamente por Freud en su primera aproximación: sentimiento inconsciente de culpa).



El texto de Elena habla de sujeción al destino como algo incuestionable, una "pasión dolorosa" que se ofrece a la necesidad de castigo. Propongo leer este "destino" como un superyó cruel que no da respiro al sujeto, que en su forma extrema, caracteropatizada, no transita por síntomas sino por actings y pasajes al acto. 



Elena hace una articulación entre posición masoquista (entiendo acá: masoquismo moral freudiano) y perversión. La primera sería,dice, un "guión duplicado de la perversión". El sacrificio del sujeto es tan global que niega el paso del tiempo, es el triunfo de la pulsión de muerte. La pregunta que me hago es: que un sujeto se ofrezca tan en posición de objeto ante un goce del Otro que así hace consistir, ¿implica necesariamente perversión? ¿Es lo mismo posición masoquista moral (freudiana) que posición perversa?

En esta última el sujeto se coloca como objeto que causa la división en el partenaire. Es el sujeto que "sabe" cómo operar con el goce.


La articulación que Elena hace entre posición masoquista y sumisión que no concluye al fantasma de Pegan a un niño, habla más a favor de lo que en el grupo fue situado como accidente en la constitución del fantasma. 



Freud habla de complejo de Edipo reanimado en el masoquismo moral. No se trataría entonces de fantasma en tanto cicatriz del complejo de Edipo sino de una actualidad de goce que hace de los Otros Primordiales figuras incastrables. Lacan ubica a la Virgen y al Protopadre del mismo lado: no caen bajo la castración. No sería cicatriz, sino actualidad de un goce que no se ha podido acotar. La función del analista no debiera ser calmar. Correría, en ese caso, el peligro de sustancializar ese superyó cruel.

En la parte del trabajo grupal en que se incluyó Elena, las preguntas estuvieron dirigidas mayormente hacia la clínica. Ella aportó lo siguiente: 


- Su pregunta era ¿a qué resiste el psicoanalista?, cuestión que no está claramente recogida en el texto aunque seguramente formó parte de la elaboración del mismo. 
- La paciente no era masoquista. Tenía un carácter de piedra, difícil de tallar. No podía llorar.
- Se le pregunta si "Morir en brazos de la madre" era una letra negra congelada.
- Cree que lo que la alivió fue, como indica la lectura del sueño, quedarse sin esa letra.
El grupo siguió elaborando: 
- Si en casos como éste el analista derrapa en favor del furor curandis, desfallece en su función presencia. La enunciación del texto clínico, muestra a una analista que no solo juega su presencia sino que también presta su cuerpo.

Patricia Leyack.
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Foro de Psicoanálisis - La Piedad - Elena Jabif -Informe sobre debate - aula A. Eduardo Said.
Se destacó la singularidad del estilo de escritura del texto en sus referencias literarias y mitológicas.
Se gestó una doble vertiente de discusión: sobre el alcance y la pertinencia clínica de algunos conceptos y sobre el caso implicado en el texto.
Un primer debate giró en torno a la posible diferencia entre lo que designa la expresión neurosis de destino y sus referencias concomitantes a la reacción terapéutica negativa por un lado y por el otro la posición masoquista como tipificante estructural a toda neurosis en su posición sufrida de identificación al objeto ofrecido al Otro.
Pegan a un niño, citado en el texto, podría ser considerado en los desarrollos freudiano, paradigma de fantasma fundamental de las neurosis. La diferencia que decidiría la nominación de neurosis de destino se ubicaría en las dificultades de la reversión de ese fantasma fundacional. Reversión al modo que suele acontecer en otras presentaciones clínicas de histeria u obsesión y sus modalidades de resituación relativa de ese fantasma masoquista basal.
Se enfatizó la conveniencia del recurso a fórmulas teóricas distanciadas del dogma. 


Se puso en discusión la pertinencia de una designación ampliada de masoquismo, sosteniéndose el valor de preservar su especificidad para el campo restrictivo de la posición perversa. Se propuso diferenciar el caso clínico trasmitido, de la referencia a Wanda y Masoch, distinguiendo actuaciones perversas de fantasma neurótico.

Otro eje de discusión giró en torno a la función del despejamiento de la letra como travesía del fantasma en el fin de ese análisis, hipótesis que se propone en el texto como lectura final del caso. De la letra como "letra negra" ligada a la madre preedípica, a los efectos de una operación clínica que despejando la letra la pone a operar.
"Morir en brazos de la madre" serviría como expresión proposicional de las eficacias de la pulsión de muerte y de un goce atado al goce mortífero del Otro materno. 


Sería la transferencia paterna o al padre, en Freud, la que vela la prehistoria edípica de la mujer. Es su insuficiente operación la que se presenta en el perfil de analizante que se señala. Se acentuaron las condiciones de pacientes mujeres ofrecidas sin corte al Otro primordial. Como manifestación clínica de dificultad en el tránsito por otras secuencias identificatorias.

Se discutió si ese destino como designio trágico, se ofrece al analista para su angustia  en dirección a su barramiento, o se ofrece hacia un paradojal exceso en el colmamiento de un ideal teñido de sufrimiento. Es esta segunda versión la que pareció primar. El paciente, desde este sesgo masoquista, ofrece más su sufrimiento que su angustia al hipotético ideal de analizante que supone especta el analista.


Se subrayaron varios pasajes en que queda señalado ese ofrecimiento al analista.

Se destacó la resistencia del analista, dificultante de la escucha del paciente al que se lo anticipa o designa como grave. "Padecimientos graves" localiza la cuestión del lado del paciente; "paciente grave" podría ser un decir que del lado del analista denota su angustia y su resistencia.

Se interrogó la pertinencia o no de designar como síntoma aquello que esta clínica hace presente. Más que a síntoma se propuso referir al "fetiche negro del Otro materno". Quedó abierta la cuestión de si fetiche y síntoma arman una oposición excluyente o pueden sobreimprimirse.

El intercambio giró en el cierre sobre la idea de Uno no seriado, referido al analista como destinatario impar de la oferta sufrida.
Se abrieron algunas otras temáticas que no alcanzaron un desarrollo ampliado al debate: diferencias entre morir de amor por el padre, por una mujer, por la madre; si es discernible la identificación acorde a las diferentes especies de objeto?; si el objeto de la pulsión de muerte, trasciende o puede llegar a subsumir los objeto parciales?. Estas, entre otras cuestiones.
Eduardo Said.