ACERCA DEL SIGNIFICANTE Y LA LETRA. ROBERTO PINCIROLI.

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Debemos a Lacan la formulación del pasaje de la noción de signo en De Saussure, a la postulación de la primacía del significante en la producción del significado. Pero esa operación —mostrada en su efectuación por Freud, por ejemplo en Signorelli—, constituye el punto de partida del análisis. Es también la responsable de descentrar y des-ontologizar al sujeto dándole su característica evanescente e intersticial.

Entre lo que nos queda de los estoicos, consta que separaban el significante del sentido y de la cosa significada. En lógica descubrieron la implicación y su tabla de verdad. En este texto se procura articular y usar estos conceptos estoicos para pensar algunas afirmaciones de Lacan —que figuran en “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”—, relativas a la estructura del significante y a la deducción del sujeto que le conviene.

I – Del significante y el sujeto

“… así como lo difícil que es captar a posteriori, una vez producido cierto despejo del pensamiento, en que andaba metido el pensamiento de aquel a quien llaman un precursor”. J. Lacan

En “La instancia de la letra…”[2] Lacan dice que “Freud fijó de buenas a primeras y bajo los modos formales más precisos, el papel del significante como constituyente del inconsciente.

Segovia traduce mediante el giro subrayado en la cita, la expresión francesa d´emblee, que también se podría decir “de entrada”, sin embargo su elección es totalmente pertinente en el contexto, para destacar la calidad de lo que es repentino e inesperado. Y para refirmar su aserto, Lacan enuncia dos razones —aunque dice enseguida que son una y su reverso—. Primera razón: “el comienzo de la publicación de su obra se adelantó a la lingüística a cuyas formulaciones, por su peso de verdad les abrió el camino” y segunda: “si los psicoanalistas se fascinaron exclusivamente por las significaciones detectadas es porque su atractivo derivaba de la dialéctica que les es inmanente”. Esta dialéctica es la de las relaciones del significante con el significado. Sabido es que Lacan lee en Freud la primacía del primero sobre el segundo.

Lo dicho por Lacan se apoya en que, si bien el ginebrino de Saussure ya en 1878 conmueve a los filólogos de su tiempo con la publicación, de su “Memoire sur le système primitif des voyelles dans les langues indo-européennes”, y es llevado a París, donde enseña entre los años 1881 y 1891, pero son las lecciones que da en la Universidad de Ginebra entre los años 1906 y 1911 lo que sus discípulos van a publicar bajo el nombre de “Cours de linguistique générale [3] en 1916, tres años después de su muerte[4]. Es decir que —si bien no es que no haya habido ciencias del lenguaje antes—, la lingüística derivada del Curso, tal como se la conoce hoy nace con posterioridad, por ejemplo, a la primera publicación por Freud del caso Signorelli, en 1898[5].

Es sabido que lo que hace a la singularidad de ese caso es que Freud produce con él una verdadero salto en la concepción del signo saussuriano, antes mismo de que los editores de de Saussure lo revelasen en su nombre. Recordemos que en el comienzo de la primera parte del Curso, ellos instalan dentro de una elipse dividida al medio por una línea que delimita dos planos, en el superior el significado o concepto y en el inferior el significante o imagen acústica, y, ambos inseparables como las dos caras de una hoja de papel.

En su texto Lacan dice que el algoritmo , que debe leerse: “significante sobre significado”, el “sobre” responde a la barra que separa dos etapas. Merece ser atribuido a Ferdinand de Saussure…”; y esa atribución denota que hay diferencias entre este algoritmo y la noción de signo, tal como se lo define y grafica en el Curso.

Jinkis[6], enumera siete diferencias entre la notación del Curso y el algoritmo de “La instancia...” a saber:

a) Inversión de los lugares del significante y del significado.

b) Desaparición de la elipse.

c) Eliminación del paralelismo entre ambos términos.

d) No se trata ya de las dos caras del signo, sino de dos etapas del significante.

e) Acentuación de la barra.

f) Introducción de una dualidad, de una diferencia, en el significante.

g) En el lugar del significado se introduce la simbolización de una ley.
Pero esto da lugar a preguntarse: ¿qué en Freud autoriza todas estas operaciones, si es que estas se autorizan en su texto?


El caso “Signorelli” implica al menos tres lugares en la obra publicada de Freud, en que lo trata de modo explícito. El primero es una carta a Fliess del 22/09/1898, la número 177[7], donde Freud le cuenta el acontecimiento del olvido del nombre del pintor del “Juicio Final” en Orvieto; en la carta siguiente, la 178 del 27/09/1898, le informa haber “compuesto un breve ensayo” sobre el tema, que envió a la publicación. Ese es el segundo lugar disponible, se llama: “Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria”[8], de 1898. El tercero es el Capítulo I de la “Psicopatología de la vida cotidiana”[9] de 1901.

De los tres, agrego en nota el comentario que figura en la carta 177[10], porque lo más importante a estos fines ya está en ese fragmento. Lo “más importante” es que de repente, casi como sin querer, Freud relata un fallo de la memoria. Al dar cuenta de los nombres sustitutivos del que no podía recordar, comienza a relacionar entre sí, trozos de esos nombres sin que nada parezca autorizar la fragmentación de las palabras en los sonidos que las componen.

En los otros dos textos citados esas relaciones se amplían y hasta hace un grafo de ellas. También encuentra allí que ese fallido remite a las ideas de muerte y sexualidad, uno de los nudos del que será el complejo de Edipo.

Freud relaciona desde el comienzo, las sílabas Bo de Boticelli y de Bo-l-trafio. Y trafio con Trafoi por su asonancia, y encuentra y relacionaHer-zegovina con Herr (señor) y con el Signor de Signor-elli que era el nombre del autor olvidado —operaciones que corresponden al desplazamiento y a la condensación freudianos, a las que hoy con Lacan llamamos metonimia y metáfora.

El paso decisivo es la ruptura del signo antes de que el Curso se hubiese editado y el nombre de de Saussure quedase ligado a su establecimiento y a la consideración de que para él las dos caras del signo: concepto o significado e imagen acústica o significante —en ese orden de importancia—, eran inseparables. Sin embargo, es tan injusto considerar a Ferdinand de Saussure como autor “en exclusiva” del Curso, como no considerar entre su producción los anagramas y demás escritos encontrados entre sus papeles, pues ni uno ni otros fueron publicados por él. Y es injusto además, porque suponer que esta interpretación del signo que el curso le atribuye, es la única que se deduce de lo que de él nos queda, cuando la publicación de esos papeles dice algo diferente[11].

No hay dudas de que el paso que dio Freud es de una importancia decisiva, pues según su obra, para él, la pareja significante-significado es de entrada antinómica.

Una respuesta a la pregunta acerca de dónde vino para Freud la inspiración para un descubrimiento tal, que revolucionó al siglo, debería tener en cuenta que es casi seguro que no fue de lo que eran las ciencias del lenguaje contemporáneas suyas, porque ni la filología ni la fonética de la época produjeron algo semejante. Wilhelm von Humboldt, por ejemplo, no parece estar cerca de eso. Se incluyen en nota dos citas de textos suyos.[12] [13]

En cambio, en de Saussure sí aparece, en el estudio de los anagramas, bajo la forma de una tesis acerca de esas operaciones, el planteo acerca de la posibilidad de la fragmentación del signo, y en eso consiste lo que él mismo llama “mi tesis” acerca de que esa posibilidad estuvo siempre presente. Para ejemplificarlo lo cito:“[…] afirmo en efecto (lo que será mi tesis a partir de aquí) que el poeta se entregaba como oficio habitual, al análisis fónico de las palabras: esta ciencia de la forma vocal de las palabras es lo que constituía globalmente, desde los más antiguos tiempos indoeuropeos, la superioridad, la cualidad particular, del Kavis de los hindúes, el Vates de los latinos etcétera.”[14]

Pero, como decía antes, los anagramas de de Saussure se hallaron entre sus papeles después de su muerte.

Jakobson[15], dice que más allá de las preocupaciones de los pensadores de la antigüedad clásica griega y latina por los sonidos del lenguaje o de las observaciones de los gramáticos orientales, solo desde mediados del siglo XVIII hubo investigaciones sobre ese tema, y que éstas comenzaron por“la técnica del canto, la enseñanza del lenguaje a los sordomudos y el estudio de la fonación”. Estudios que se proseguían en el área de la medicina como problemas de la fisiología humana. En el transcurso del siglo XIX ese estudio se llamófonética.

Dicha disciplina incipiente dejaba de lado cualquier referencia a la semántica para considerar su materia sonora en exclusividad,“[…] Se buscaba el origen de los fenómenos lingüísticos pero se desconocían obstinadamente sus fines.”[16]

Durante el último cuarto del siglo XIX, hasta la primera guerra mundial predomina entonces la llamada escuela neogramática que según Jakobson excluye de la lingüística cualquier referencia a una finalidad y agrega que los sonidos del lenguaje presentan dos aspectos: el motor y el acústico. De los dos el acústico es el que presenta un valor intersubjetivo —hablo para que se me oiga—mientras que el fenómeno motor es una condición fisiológica del fenómeno acústico. Plantea que a los especialistas de la época no los retenía el sonido, sino su producción. Está claro que Jakobson reprueba esa dirección por su esterilidad. Será cuando se incorpore al estudio la consideración de que se trata de signos —de que se habla para ser oído y comprendido—, cuando esta fonética sea sustituida por unafonología, la cual estudia los sonidos del lenguaje en su aspecto lingüístico. Para Jakobson los sonidos del lenguaje están incluidos en un propósito de comunicación y esa diferencia marca la frontera entre las dos disciplinas.

Por su parte Freud, publica en 1881 un libro La afasia[17] en que se muestra un autorizado crítico de las teorías de las localizaciones de las funciones cerebrales en boga en la neurología de la época. Empleo la palabra “crítico” no solo en su sentido de: comentario bueno o malo acerca de algo, sino en el sentido de: estudioso e investigador.

Este libro presenta, algunos hechos notables. Además de la noción de “aparato del lenguaje” y de muchas otras nociones que evocan los desarrollos posteriores, hay todo un planteo al que para comentarlo, voy a transcribir en “notas” una cita[18].

En ese párrafo, Freud considera a la palabra como unidad funcional del lenguaje pero al mismo tiempo, al establecerla como un hecho complejo, da paso a poder considerar los modos de su desorganización o ruptura como índices de patologías específicas. Si se consideran sus componentes, a la “imagen sonora”, podemos reemplazarla mediante una mera sustitución terminológica puesto que corresponde a la definición saussuriana del “significante”.Pero en la palabra éste se relaciona con otras “imágenes” o más bien complejos de ellas que no implican relaciones sociales o con el mundo, sino más bien la preocupación que parece ocupar a Freud allí, incluso más allá de su propósito, es la posibilidad de volver a repetir una escritura, una lectura o el reconocimiento o la reproducción de un sonido o de las condiciones de la imposibilidad de lograr esos rendimientos.

Parecería que incluso más allá de su preocupación concienteFreud está ocupado en una concepción de la palabra no como vínculo interhumano sino como instrumento de evocación.
Y este es el salto. En este sentido, Freud vuelve a estar en “otra escena” que la de la ciencia del lenguaje de su tiempo. No someterse a los principios y a las coerciones de la fonética e incluir de entrada al significante como “imagen acústica” produce aun sin buscarlo, una Aufgebung que de partida conserva superando el objetivo de la lingüística siguiente a la de su época.

Decir del estoicismo
[19], que fue un movimiento filosófico de la antigüedad es una parte de la definición, del término. Los estoicos fueron los primeros que reconocieron la diferencia entre “[…] lo que es significado, lo que significa y el objeto. Lo que significa, es la palabra, por ejemplo la palabra DION; lo que es significado es lo que expresa la palabra, la cosa que nosotros comprendemos y que nosotros pensamos, pero que un extranjero no comprendería aunque fuese capaz de escuchar la palabra. Finalmente, encontramos el objeto exterior: Dion en persona. Dos de estas cosas son cuerpos, la palabra y el objeto, la tercera es incorporal es lo que puede ser verdadero o falso.”[20]

En esta distinción que los estoicos hacen, se lee la separación que operan entre el significante, el significado y el objeto. Jakobson parece reprochar a de Saussure no haber citado ese antecedente. Ese modo es la forma que el sabio elige para notificarnos, para dar cuenta de una relación de precedencia de esa operación estoica respecto de la del maestro; y tal comentario no podría tener un valor reprobatorio puesto que no habiendo publicaciones hechas ni por de Saussure, ni en vida de él, atribuirle alguna intención sería injusto.



Respecto de los estoicos, Brun[21] dice que mientras que el razonamiento aristotélico atañe a conceptos que se ajustan, se ensamblan se encastran unos con otros, y consiste en la atribución de predicados a un sujeto, el razonamiento estoico concierne a las implicaciones de relaciones temporales. “Y son esas relaciones temporales las que permitirán definir la sabiduría. […] lo general, caro a Aristóteles, no es más que una palabra para los estoicos porque lo que existe son individuos de los cuales dos no podrían ser idénticos, es por lo cual a una lógica de la inherencia[22]los estoicos le substituyeron una lógica de la consecuencia.”[23]Cita luego a Victor Brochard de quien dice que oponiendo aristotelismo y estoicismo escribe: “una relación de sucesión constante o de coexistencia es substituida a esta existencia substancial, que implica la idea de entidades eternas e inmutables, admitida por todos los socráticos. En otros términos, la idea de la ley reemplaza a la idea de la esencia”[24]


Por lo cual, una forma lógica del tipo “S es P” (“Todo hombre es mortal”) solo puede encuadrarse en un razonamiento aristotélico, mientras que los estoicos, destituyendo la partícula es implantan en su lugar un conector que para el caso diría, “Si S entonces P” (“Si tiene leche, entonces ha parido”). Por eso se considera a la lógica estoica, una lógica del acontecimiento, en la que es decisivo el tiempo. Quizás esto aclara la afirmación de Brochard, en el sentido de que ya no se trata de una esencia, cara a la existencia e inmutabilidad de un Creador, sino más bien a la constatación de una consecuencia, de una ley subyacente al acontecimiento mentado.


Entonces, el análisis del signo en los estoicos, a consecuencia de su filosofía no podría no implicar el hecho del acontecimiento, por lo cual su análisis “lingüístico” puede leerse como: si la palabra entonces el sentido y entonces las cosas. Es decir que el análisis estoico que da lugar a la concepción del signo como compuesto, no liga un significante a un significado sino que remite a un momento de la corroboración de una ley.


Más arriba decíamos que la última de las transformaciones que en su texto Jinkis enumera operada por Lacan sobre el signo saussuriano es precisamente la de que “en el lugar del significado se introduce una ley”. Y si bien no hay dudas de que Lacan produce la operación de transformación de la escritura del significante, por la cual éste detenta la primacía en la institución de lugares de acuerdo al cumplimiento de las determinaciones de su funcionamiento como ley, es más difícil probar que los estoicos estuviesen diciendo en el texto citado supra que las palabras, que son cuerpo, por el sentido que es uno de los incorporales, determinase los lugares en los que luego deberían acomodarse las cosas. Sin embargo esa lectura es posible.


Se ve el paso que da Freud en el sentido de romper con la idea de la estabilidad y permanencia del signo como unidad indisoluble, operación en la que la filosofía moderna, no tengo noticias de que lo hubiese precedido pero que es posible ya desde algunos postulados de los filósofos del estoicismo. Si bien los estoicos adelantaron la composición del signo, no es seguro que hayan postulado su ruptura, al menos no parece haber quedado constancia de eso.Freud la practica y la obra freudiana da de eso testimonio constante.


En el Discurso de Tokio[25], Lacan comenta uno de los casos que Freud relata en la“Psicopatología de la vida cotidiana[26], concretamente en el capítulo acerca de las “Torpezas o actos de término erróneo”. Dice: “[…] si yendo a lo de tal persona, saco mi llave, eso querrá decir que estoy como en casa […] El “estoy en casa” no es cualquier “estoy en casa”; hay más de una manera de estar en su casa en alguna parte, y lo que porta justamente la marca de algo que da la verdadera posición, de algo que se puede llamar el pensamiento… por el momento digamos x. A esta x, tuve la audacia de llamarla el sujeto”.


La ruptura del signo descentra al sujeto relativizando al ser, des-ontologiza, des-estabiliza a la palabra y por ende al concepto, para incluir en el mensaje el hecho de que se diga. Y eso es afín a la filosofía estoica —especialmente en su vertiente filónica—, inclinada al acontecimiento a diferencia, como decíamos, de la filosofía aristotélica inclinada hacia la esencia. Es que si lo más asentido de mi ser, corresponde a lo más rechazado por mí, si aquello que es lo que más me define, es de lo que solo me entero en las fallas de mi decir, entonces no soy el que pienso ser donde pienso ser.


Lacan dice[27] que la fórmula del cogito cartesiano es en principio, el nexo de la afirmación existencial del sujeto trascendental con la transparencia del sujeto. Es decir que a partir de la afirmación del cogito ergo sum, adquiero la convicción de ser en mi proyecto sobre el haberme tomado como objeto de una reflexión. Pero si esto es así, nada dice que esa reflexión, por consiguiente, mi ser en el mundo, deba tener más permanencia que la que dure la reflexión del proyecto.


Esto es algo de lo que viene a decirnos Freud y que Lacan lee para nosotros conmoviéndonos. En el texto suyo que nos ocupaba más arriba, hace una operación estoica. Escribe allí:“cogito ergo sum” ubi cogito, ibi sum, de lo cual lo menos que se puede decir es que es una formulación sorprendente porque en principio ambos miembros de esta digamos ecuación, son iguales, excepto porque el primero está entre comillas. Pero si es así ¿por qué puede decir que supera la objeción? En realidad, ambos miembros no son iguales, porque ya el hecho de venir uno después del otro marca una diferencia entre ambos. Pero entonces se podrían escribir así:


Pero en razón de lo dicho más arriba esto podría leerse como“si “cogito ergo sum” entonces ubi cogito, ibi sum” que por ser la fórmula de una implicación solo es falsa en el caso de ser verdadero el antecedente y falso el consecuente, caso no aplicable a la formulación en cuestión porque ambos, antecedente y consecuente a ese efecto son lo mismo. Es decir su mismidad hace que sean o los dos verdaderos o los dos falsos y en ambos casos la implicación es verdadera.


Pero aún, siendo verdadera no es idéntica —porque ibi, que es un adverbio, que podría significar: allí, pero también: entonces, en eso, en aquellas cosas, estar en aquel pensamiento, no es lo mismo queubi, que es una conjunción y significa: cuando—, y menos aún en la misma frase. Allí, se acentúa el hecho de que ibi, que es: entonces, implica la dimensión temporal.

Estamos en una plena interpretación filónica, de la mano de Lacan que nos enseña cómo no hay mismidad en lo mismo, porqueano es igual a a. Si pienso luego soy, ubi (donde) pienso, ibi (entonces) soy; entonces y solo entonces, en ese momento es que soy, y ¿qué puedo saber del momento siguiente? Nada.Evanescencia del sujeto, relación intangible del sujeto con el significante que, causando su desaparición condiciona el tiempo siempre huidizo de su presencia.

Otro modo de plantearlo sería:

Es decir como lo que es, la estructura de una metáfora que concluye dando al sujeto un ser (ibi sum) a partir del recorte de un significante, sin sentido, privilegiado de entre los disponibles en el Alter (Otro) que representa un sujeto para otro significante. Operación que tiene como resultado dos posibles localizaciones del sujeto: una como ser en el lugar de lo producido, la otra, como producto de la posición del analista —y más concretamente de su no-repuesta a la demanda y su consiguiente transformación en significante[28]—, con el sujeto barrado $ en el lugar de la verdad.

Alienación: Separación:

Otra carta enviada por Freud a Fliess desde Siena el 6 de septiembre de 1897 dice: “Desde Venecia (recibí tu carta), pasando por Pisa, Livorno, hasta aquí. Busco como sabes “Ponche de Lethe” en Italia, aquí y allí tomo un sorbo. Uno se regodea en una belleza extraña y en un esfuerzo de creación gigantesco, en ello tiene parte sin duda mi inclinación a lo disforme y a lo perverso-psíquico. Tendría mucho para contarte (la que desde ahora será una frase permanente entre nosotros) Próxima meta Orvieto, de pasada San Gimignano. Es difícil que tu respuesta me alcance a tiempo. Permite entonces que de camino te de señales de vida despreocupadamente.”[29]

Respecto al “Ponche de Lethe”, los editores aclaran que se trata de una“expresión formada por analogía a “Ponche de vino tinto”; y Lethe [Letheo] es el río del olvido del Hades. […]”. Se trata del agua que las almas de los muertos bebían para olvidar su vida en la tierra y luego debían beber nuevamente —antes de volver otra vez a la vida ocupando un cuerpo—, para olvidar su existencia de almas en el mundo subterráneo.[30]

Freud parece referirse en lo que dice, a una búsqueda del olvido en la belleza y la creación. Carta profética quizás para aquel momento a venir en cuanto a la noción de sublimación como modo posible del olvido.

A papá, in memoriam.

Notas

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[1] Publicado en la Memoria de la Jornada sobre Psicoanálisis y Psicosis Social (Evento nacional). Buenos Aires, Facultad de Psicología, UBA, 2007.

[2] Lacan, Jacques: “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, en Escritos, pp. 197/8.

[3] De Saussure, Ferdinand: “Curso de lingüística general”, Buenos Aires, Losada, 1975, p. 129.

[4] Leroy, Maurice: Las grandes corrientes de la lingüística, Fondo de Cultura Económica, México, 1969.

[5] Freud, Sigmund: “Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria”, en Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, T. III, p. 277.

[6] Jinkis, Jorge: “La derivación de un término como construcción de un concepto: el significante”, en Lo que el psicoanálisis nos enseña, Buenos Aires, Lugar Editorial, 1983, p. 47.

[7] Freud, Sigmund: Cartas a Wilhelm Flieβ (1887 – 1904), Buenos Aires, Amorrortu, 1994, p. 357.

[8] Freud, Sigmund: “Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria” Op. Cit.

[9] Freud, Sigmund: “Psicopatología de la vida cotidiana”, Buenos Aires, Amurrortu, 1980, T. VI, p. 9.

[10] “Un segundo ejemplo de olvido de nombre se ha resuelto de manera todavía más fácil. Al nombre del gran pintor que hizo el Juicio Final en Orvieto, lo más grandioso que he visto hasta hoy, no lo podía encontrar, y, en cambio de él, surgían Botticelli, Boltrafio, con la certeza de lo incorrecto. Por fin averigüé el apellido: Signorelli, y enseguida supe por mi mismo el nombre de pila: Luca, como prueba de que era solo un reprimir, no un genuino olvidar. Está claro porqué saltó al primer plano Botticelli, lo reprimido fue solo Signor, la doble Bo en los dos nombres sustitutivos encuentra su esclarecimiento en el recuerdo eficaz para la represión, cuyo contenido tuvo por teatro Bosnia y empieza con un dicho: Herr, ¿qué remedio tiene? Perdí el apellido Signorelli en una breve excursión a Herzegovina que hice desde Ragusa con un juez de instrucción de Berlin (Freyhan) con quien durante el viaje di en hablar sobre pintura. En la conversación, a saber lo que fue recordado como represor tras ella, se trató de muerte y sexualidad. ¡Las sílabas trafio están sin duda en asonancia con Trafoi, a la que yo ví en el primer viaje! ¿Pero a quién podré hacerle creíble esto?”

[11] De Saussure, Ferdinand: Escritos sobre lingüística general, Barcelona, Gedisa, 2004.

[12] “Pero también el dialecto de la nación más inculta es una obra demasiado noble de la naturaleza como para que, desmembrado en trozos tan fortuitos, sea presentada fragmentariamente a la investigación. Es un ente orgánico y debe tratárselo como tal.” Humboldt von, Wilhelm, “Sobre el estudio comparativo de las lenguas en relación con las diversas épocas de la evolución del lenguaje” en El psicoanálisis y las teorías del lenguaje, Buenos Aires, Catálogos, 1988, p. 180.

[13]“[…] La importante pregunta, sobre si y cómo pueden fraccionarse las lenguas de acuerdo a su estructura interna en clases, acaso como las familias de las plantas, sólo puede ser respondida correctamente de este modo.” Ibidem, p. 181.

[14] Starobinski, Jean : « Los anagramas de Ferdinand de Saussure », en Ferdinand de Saussure, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971, p. 155.

[15] Jakobson, Roman: Six leçons sur le son et le sens, Paris, Aux editions de minuit, 1976, pp. 23/ ss.

[16] Ibidem, p.24.

[17] Freud, Sigmund: La afasia, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973.

[18] Ibidem: pp. 86/87. “Desde el punto de vista psicológico, la “palabra” es la unidad funcional del lenguaje; es un concepto complejo constituido por elementos auditivos, visuales y cinestésicos. El conocimiento de esta estructura lo debemos a la patología, la cual demuestra que las lesiones orgánicas que afectan al aparato del lenguaje ocasionan una desintegración del lenguaje correspondiente a tal constitución. Hemos aprendido a considerar la pérdida de cualquiera de estos elementos como el indicador más importante de la localización del daño. Generalmente se consideran cuatro constituyentes del concepto de la palabra: la “imagen sonora” o “impresión sonora”, la “imagen visual de la letra” y las “imágenes o impresiones glosocinestésicas o quirocinestésicas, pero esta constitución aparece aun más complicada si se considera el probable proceso de asociación implícito en las diversas actividades del lenguaje.”

Glosocinestésico/a: perteneciente o relativo a la percepción subjetiva de los movimientos de la lengua al hablar.

Quirocinestesia: Sensación subjetiva de los movimientos de la mano, en especial al escribir.

[19] “El estoicismo —un conjunto de doctrinas filosóficas, un modo de vida y una concepción del mundo— es una escuela filosófica griega y grecorromana y, al mismo tiempo, una “constante” (histórica) en el pensamiento occidental.”

Ferrater Mora, José: Diccionario de filosofía, Buenos Aires, Sudamericana, 1975, entrada: estoicismo.

[20] Sextus Empiricus : Adv. math., VII, 10. Citado en Lês Stïciens – Textes Choisis, Paris, PUF , 1980 p. 32. (traducción personal).

[21] Brun, Jean: Le Stoïcisme, Paris, PUF, 1980, p.36. (traducción y subrayado personales)

[22] Inherencia: Unión de cosas inseparables por su naturaleza o que solo se pueden separar mentalmente o por abstracción // fil. Modo de existir los accidentes, o sea, no en sí, sino en la sustancia que modifican.. Inherente: Que pertenece esencialmente (a un ser, a una cosa), a la que está unida inseparablemente. Esencial, inmanente, inseparable, intrínseco.

[23] Consecuencia: Hecho o acontecimiento que se sigue o resulta de otro. // fil. Proposición que se deduce de otra o de otras, con enlace tan riguroso, que admitidas o negadas las premisas, es ineludible admitirla o negarla. Ilación o enlace del consiguiente con sus premisas. RAE.

[24] Brochard, Victor: Etudes de philosophie ancienne et de philosophie moderne, Paris, 1926, p.226. en Ibidem, p.37.

[25] Lacan, Jacques: Discurso de Tokio, 21/04/1971, “Pas tout Lacan”. (¿inédito en castellano?).

[26] Freud, Sigmund: “Torpezas o actos de término erróneo” en “Psicopatología de la vida cotidiana” en Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, T.I, p.707.

[27] Lacan, Jacques: Op.Cit., p.201.

[28] Lacan, Jacques: “Posición del inconsciente” en Escritos, México, Siglo XXI, 1975, p. 365.

[29] Freud, Sigmund: Carta 138, Op. Cit. p. 283. (El subrayado es nuestro).

[30] Grimal, Pierre: Diccionario de mitología. Griega yRomana, Barcelona, Paidos, 1982, Entrada: Lete