EL ANALISIS DE CONTROL. ISIDORO VEGH.

Tiempo de Lectura: 20 min.

Exposición realizada en el coloquio de verano "Resistencias al discurso analítico". Los días 13,14 y 15 de enero de 2000.


- ORIGEN DE UN ERROR:

Fui invitado a detenerme en un obstáculo que nos concierne a partir de un panel consagrado al "Análisis del control". Si logramos reconocer en la parroquia que compartimos, algo que entre nosotros se ha convertido en una inhibición, quizás la transformemos en síntoma y podamos hacer con ella algo mejor.

Responder a un error con una posición simétrica no es sino quedar inmersos en un error simétrico: la IPA aún hoy sigue exigiendo a sus candidatos los controles obligatorios que deben ser aprobados luego de realizarse con los analistas indicados; aquello que tiene que ver con el deseo del analista no puede constituirse bajo el modo de un procedimiento burocrático, pero de ahí a creer que eso se resuelve obviando su práctica es deslizarnos a otro error: el error que cometimos fue dejar de lado -por lo menos así fue para muchos- la práctica de control, uno de los pivotes que Freud fue el primero en introducir.

Esto es historia: según cuenta Jones en la biografía clásica, Steckel, que era paciente de Freud, -en esa época los análisis duraban escasos meses, el único objetivo que tenían era deshacer los obstáculos que impedían al analista aceptar los postulados principales de la teoría analítica-, termina o suspende (en esa época no se discriminaba) su análisis con Freud y le pide hablar de sus pacientes. Eso es por el año 1904. Freud, como otras tantas veces, acepta y descubre que era un camino válido para la formación del analista.

Lacan, que en esto fue clásico, lo mantuvo; del mismo modo como mantuvo el didáctico. Y para nosotros también puede ser válido. Que el análisis de control no sea obligatorio, no quiere decir que no sea necesario; que no lo hagamos de un modo burocrático me parece muy bien, pero que lo propiciemos me parece todavía mejor.

- SUS RAZONES

Si queremos avanzar más allá del hecho de que Freud lo propuso y Lacan lo avaló, ¿cuáles serían las razones estructurales para que además de que un joven analista haga su didáctico, en lo cual todos coincidimos, también sea necesario el análisis de control? No son igualables, más bien invitan a señalar sus diferencias.

Hay razones contingentes y temporales; y otras que son necesarias y estructurales.

Entre las razones contingentes-temporales que son las más simples de reconocer, ocurre que es muy raro, casi no sucede, que alguien comience su práctica recién al final de su análisis. Lacan, en las tesis de la "Proposición del 9 de octubre"(1), nos enseña que el final de análisis es cuando el analista pasa de la posición de analizante a la de analista. Eso en términos de derecho, pero de hecho no sucede; yo no hice así mi recorrido y creo que la gran mayoría tampoco. Lo habitual es que el joven analista comience su práctica antes de haber terminado su análisis. Esta es una razón de orden práctico que invita a que el analista lleve a control sus obstáculos.

Pero eso sería quedarnos en un aspecto de la cuestión; el otro que es aún más importante y que puede llevar incluso a alguien que termina su análisis, y con más comodidad, a que haga un análisis de control, tiene sus razones necesarias que también son estructurales. ¿Qué quiere decir que son razones estructurales? Fácil decirlo, el problema es sostenerlo: cuando Lacan avanza en su teoría y propone el sinthôme, el cuarto anillo como parte de la estructura, es su manera de decir que hay algo en la estructura que falla y que sólo se resuelve en lo real. Para un analista ese real podría ser su propia práctica.

Razón estructural, la falla de la estructura del analista, insoluble en cualquier análisis por el camino simbólico, sólo es remediable si además de lo que puede hacer con su goce parasitario desde una perspectiva simbólica, se resuelve a encausarlo en alguna articulación viable en lo real. Esta es una razón estructural para la cual la práctica del analista aparece como una oportunidad. Puede ser para lo peor cuando se da el ejercicio de un goce perverso, ya sea que lo sufra como inhibición o que lo ejerza en los analizantes; o bien, puede ser una oportunidad para lo mejor si enlaza su goce parasitario para la creación. Fue hace muchos años cuando Theodor Reik dijo que "no hay análisis sin invención".

- LA ESTRUCTURA:

¿Cuál es la estructura del análisis de control? En su presentación descriptiva, un analista cuenta lo que sucede en su práctica con un paciente a alguien que sitúa en función de control. Presenta, entonces: el relato del analista, el paciente al cual alude ese relato y el analista control. ¿El relato del analista a qué se refiere?: al decir, al hacer y al sentir de su paciente. Alguien podría preguntarme: ¿y por qué no al pensar? Podemos añadirlo, lo que sucede es que el pensar, como nos enseñó Lacan, es un decir interiorizado. El analista relata el decir, el hacer y el sentir de su analizante, puede ser para formular su pregunta, algo en su relato le llega como interrogación. Esto no es simple y sirve para detectar los tiempos de formación: a medida que avanza en su experiencia, le es más realizable la formulación de su pregunta. Cuando recién se empieza, ni siquiera se sabe bien qué interrogar. En esos casos, en vez de la pregunta como enunciado, irrumpe la pregunta en acto bajo el modo de un tropiezo. Es tarea del control darle a ese tropiezo el valor de una pregunta. Sería una manera de reconocer en acto los límites de una escucha o una intervención.

- LAS INTERVENCIONES:

¿Cuáles serían las intervenciones del control? ¿Cómo interviene el analista en función de control? Voy a decir mi posición, acepto que puede haber diferencias pero es lo que mi práctica me enseña, como la pienso hoy. Me parece que el control parte del relato que el analista hace de un analizante. Puede ocurrir, y sucede cuando es un análisis de control que se extiende en el tiempo, que el analista algunas veces cuente cosas de su propia historia. Me parece que ahí es pertinente que el control escuche, haga silencio y sólo intervenga a través del relato del paciente. Cuando esto no es respetado suele aparecer lo que podríamos llamar una clínica del control, cuya manifestación clásica -está descripto en archivos de la IPA, años y años que esto ha sucedido- es la producción de conflictos en el analista que controla, entre su análisis y el control: empiezan a jugar cada uno como resistencia ante el otro. Me parece una actitud de prudencia que el control solo intervenga, si es que el analista alguna vez cuenta algo que atañe a su historia, a través del relato del analizante, como una manifestación transferencial que no va a ser denunciada en función de la historia y las marcas del analista sino ubicada en el relato del analizante. Se tratará de tomar lo que el analista cuenta como su respuesta a un efecto de la trama transferencial. Lo que un analista dice en la escena de control debemos leerlo como efecto que se presenta ante el discurso del analizante.

¿Cuál es la primer tarea en un análisis de control?: estimular al analista a la confianza del discurso. ¿De qué discurso, del suyo, del analizante?. De ambos. Ayudándolo a que descubra que en la medida en que él es sensible al discurso de su analizante, porta en su discurso las respuestas que le cuesta reconocer. Que no se trata de respuestas que el control da como exterioridad, sino las que el control le ayuda a descubrir en su propio relato, por ejemplo, en la secuencia de sus enunciados. Ayudarlo a valorar sus representaciones imaginarias, sus sentimientos; a apreciar su lectura, incluyendo sus errores; y a advertir sus afectos como afecciones de lo real.

Alguien podría objetar: ¿volvemos a la contra-transferencia?. De ningún modo, valorarlos quiere decir reconocerlos, aceptarlos, recibirlos con los brazos abiertos, agradecer que todo eso les pase. ¿Para qué? - aquí es donde nos diferenciamos profundamente de lo que es un control al modo de lo que fue el post-freudismo- para cotejar con la letra eso que el analista recibe como efecto, sin desechar nada de lo que le sucede en la sesión: "me aburro, estoy cansado, tengo ganas de suspender el análisis, a este paciente lo amo, el otro me da pena". La pregunta: "¿qué de esto que me pasa es un efecto que la letra del analizante produce en mí cuando en la transferencia se ordena en discurso?"

¿Cuál es el problema de esa letra, por qué es necesario el control? Porque también se juega para el analista la dificultad que es para cualquiera el encuentro con el Inconciente. El Inconciente lo único que quiere es retornar, pero hay resistencias que se oponen a ese retorno. ¿Y cuáles suelen ser las resistencias primordiales que uno registra en un análisis de control? Primera y esencial: la que diferencia al psicoanálisis de cualquier otro tipo de terapia. Dado que cualquier otro tipo de terapia suele coincidir de un modo aproximado con la escucha en la vida cotidiana, la escucha del sentido, el primer obstáculo a levantar es la tentación del sentido, ayudarlo al analista a que tenga confianza en la letra que porta aún sin saberlo, a advertir que ella es más valiosa que la coagulación del sentido.

Segundo: invitar al analista, allí donde tiene una teoría de su paciente- y todo analista está habitado por una- a ejercitarse en la flexibilidad de su certeza: "¿será así, no se podría modificar con esto nuevo que apareció, no podría ser que me equivoqué, el paciente protesta, quizás tenga razón?"

Entonces, en segundo lugar, ayudar al analista a revisar sus teorías del paciente y a hacerlo con tranquilidad; Como me enseñó un amigo desde su perspectiva de hombre sabio: - "Sí, yo cambié en este aspecto, porque, ¿no es cierto que sólo una persona que carece de inteligencia no cambia nunca su manera de pensar? ¿Es acaso segura virtud mantener siempre la misma opinión?".

Y la tercera cuestión: la más complicada y difícil, es guiar al analista a detectar -no interpretándole sino a través del cotejo de su tropiezo con lo que su propia letra le indica como camino- su goce parasitario.

CASO

Cuento un caso: se trata de un analista, inteligente, capaz, con talento para encontrarse con el Inconciente, que tiene sus años de práctica y que a medida que el análisis de control fue avanzando se hacía notorio el trazo de su obstáculo. Siempre que hablaba de un paciente contaba: yo le hago el corte acá, y le hago el corte acá, y hacía gestos nada amigables con sus manos. Era notorio que había allí una fruición en ese corte al cual este analista estaba acostumbrado. Tenía su lado positivo: hay analistas que tienen su tropiezo al revés, por su posición fóbica no pueden producir un corte. En este caso, de eso no sufría. Su dificultad era descubrir que por su historia, en esos cortes, se filtraba un goce parasitario que no podía reconocer. Se trataba de mostrarle, en su propia letra, que ese exceso era algo que le concernía. Hasta que un día me dijo: -ciertas repeticiones que descubrí en el control me llevaron a revisar aspectos míos importantes en análisis. No me dijo cuales, pero apuesto a que tienen que ver con esto. Jamás hice una intervención que subrayara su historia personal.

¿Cómo se hacen las intervenciones en el relato?: en principio es subrayando la letra, que incita a la confianza al discurso como al duelo del sentido. Cuando se le toma el gusto a la escucha de la letra se torna ingrata la vuelta al sentido.

También se interviene abriendo las preguntas en el cierre de las teorías. Y por último introduciendo las letras que acoten el goce. Por ejemplo, cuento una y no más, para no bajar demasiado mis barajas. A veces basta una intervención como esta:- ¡Qué historia la de este paciente, qué triste lo que le pasó!. Muy así, como al pasar. Y se produce un giro de discurso en el analista. Intenta que dónde hacía su gesto con la mano tensa advierta que golpeaba en un dolor; que es verdad que el paciente tiene que cortar con el modo como responde a este dolor; pero si no se reconoce primero el dolor, no lo va a lograr.

DIFERENCIAS:

Nos encontramos con una diferencia entre el análisis de control y lo que sería el control grupal o la supervisión grupal. Tenía mis prejuicios, debo reconocerlos, ante las prácticas grupales en el psicoanálisis. En la Escuela surgió un procedimiento que hoy algunos lo practican, incluso conmigo. Lo realizo con cuatro analistas, cada uno presenta un caso cada semana y conversan, yo también digo lo que me parece; debo reconocer que es una práctica valiosa por lo menos hasta donde evalúo la serie que estoy haciendo. Tiene sus ventajas: que los analistas, como van a ser invitados a decir lo suyo, escuchan con atención a sus compañeros, no vienen a dormitar cuando el otro habla. En sus comentarios empiezan a adquirir esa confianza en el discurso que es esencial. Pero encuentro un déficit: en el control grupal es difícil seguir la secuencia de un análisis, los tiempos en la dirección de la cura, la transferencia en sus distintos tiempos lógicos y por ende los modos de intervención del analista. Eso creo que se puede registrar bien en un análisis de control, del mismo modo que el hecho de reubicar, hasta el extremo que se pueda, el goce parasitario del analista.

- CONCLUSIONES:

Un breve relato contraejemplo de lo propuesto.

Dice una historia de la tradición Zen que había dos maestros, cada uno dirigía un santuario. Acostumbraban a enseñar a sus alumnos el arte de la respuesta. Un día se encuentran el alumno de un maestro con un alumno del otro. Uno le pregunta al otro que iba a la verdulería: -¿A dónde vas?. Aquél le responde: - Adonde me llevan mis pies. El primero anonadado, vuelve al maestro a contarle lo que el otro respondió. El maestro le sugiere: la próxima vez, cuando te diga "adonde me llevan mis pies" le dices "¿Y a dónde irías si no tuvieras pies?". Verás como el que quede consternado será él. Se vuelven a encontrar, le pregunta nuevamente: - ¿A dónde vas?. El otro le contesta: -Adonde me lleva el viento. Vuelta a quedar desubicado, regresa a lo de su maestro y le cuenta. El maestro insiste:- la próxima vez cuando te diga "adonde me lleva el viento", le respondes: "¿Y a dónde irías si no tuvieras viento que te lleve?". Se vuelven a encontrar: -¿A dónde vas? le reitera. Responde el otro: - A la verdulería.

Si el control propone respuestas, recetas, obtendrá el fracaso. Porque no se trata de transmisión de conocimiento, como en el ejemplo que acabo de dar. Tampoco de una enseñanza artesanal, de un savoir-faire.Más bien de un savoir-y-faire, de un saber hacer ahí: ¿Saber hacer ahí con qué?: con su ser. Si el instrumento de un violinista es su violín, es imprescindible que suene bien (esto lo decía Michèle Montrelay en una entrevista)(2). Es necesario que el analista tenga una buena relación con su ser, con sus bondades y aún con sus maldades, que las acepte con cariño. No para un retorno a la contra-transferencia, sino para cotejarla con la letra, pues si no hay confianza hacia lo que su propio ser le brinda, la práctica del análisis es irrealizable.

- PREGUNTAS:

-Pregunta: ¿ qué opina de la contra-transferencia?

-Isidoro Vegh: De la contra-transferencia, la crítica de Lacan no apuntaba a desconocer el sentimiento sino al error de otorgarle el lugar de la verdad. Cuando los analistas post-freudianios perdieron de vista el descubrimiento de Freud, el Inconciente, descubrieron como cualquiera que las palabras mienten. Entonces, como los románticos, ubicaron en el sentimiento el garante de la verdad. Pero para un analista que tiene confianza en el Inconciente, el sentimiento es una dimensión imaginaria que puede desplazarse, ligarse a otra representación, de ningún modo asegura la verdad; el error simétrico es desconocer que el sentimiento tiene un valor, aunque sea de desplazamiento. Cuando Lacan critica la contra-transferencia cuestiona qué se hizo con ella. Aún hoy, si alguien controla con algún didacta de la IPA que esté en esta perspectiva escuchará: -"yo siento que tu paciente". Aunque no lo sepan, se identifican a la teoría romántica de la verdad.

Ahora, respecto de la otra cuestión que se está planteando, entiendo que en el momento en que el analista toma a su paciente como objeto se da una posición masoquista, estructural. Pero esa estructura general es diferenciable según las especies del objeto pulsional en juego; por ejemplo, hay analistas que identificados a un pecho fálico quieren alimentar a todos sus pacientes; hay otros que pretenden que sus pacientes sean la luz de sus ojos y si no coinciden con su ideal, allí van a insistir. Hay analistas que se identifican a la voz sádica y ese va a ser su punto de obstáculo, y así podría podríamos seguir; las variantes pulsionales pueden funcionar según "el fardo que cada uno carga en su espalda", para convertirse en un goce parasitario de la práctica. Es cuestión del analista de control, sin denunciarlo, mostrarlo cotejado con la letra del paciente para que paso a paso vaya situando su goce de otro modo.

-Pregunta:¿ En el control hay fin de la experiencia?

-I.V: Voy a intentar una disgresión hereje, primero para liberarnos de lo que sería un atrapamiento masoquista. Safouan decía que la teoría del fin de análisis que Lacan propone es una hipótesis a confirmar. Creo que sí, que es una hipótesis a confirmar continuamente. También pienso que podemos hablar de un fin de análisis; pero eso también conviene tomarlo con cierta flexibilidad, nadie puede controlar las mil y una vueltas que brinda la vida, pueden suceder cosas que a cualquiera, aunque haya hecho el mejor de los análisis, le desmantelen el tablero. En ese caso si alguien considera que necesita volver a formular una demanda de análisis sería una pena que por prejuicios no lo hiciera.

Del control, llega un momento en que se produce un fin, porque hay transferencia. Hay Sujeto supuesto Saber en el análisis de control qu e cuando cumple su recorrido, cae. Pero también ahí es posible que alguien pueda necesitarlo frente a una situación imprevista que lo afecta. Cuidémonos de no fetichizar ni de los conceptos de la teoría, ni los caminos para la formación del analista.

-Pregunta: ¿qué valor tiene la escritura para un analista?

-I.V.: Es un hecho que los psicoanalistas que han demostrado su implicación en el psicoanálisis, de cualquier corriente que fueren, la han practicado generosamente: Jones, Winnicott, Melanie Klein, Kohut, Lacan, han escrito durante toda su vida, no podemos creer que fuera una casualidad. Es una manera en que se sostiene la práctica de un analista.

- Pregunta: Me gustaría que explique un poco más lo del cotejo de la letra del analizante con el decir del analista.

-I.V: En el ejemplo que conté, el analista transmitía a nivel de lo que llamamos "el Gefühl", el sentimiento, un rechazo, su molestia frente al paciente, que era vivido como un chico molesto, travieso, al cual había que hacerle así - gesto cortante- con la mano. Cuando pudimos subrayar en la letra que el analista contó, que con su madre tuvo tal historia, que en esa travesura estaba pidiendo un cuidado, un amor que no tuvo, el sentimiento de rechazo del analista adquiere un valor de letra, efecto de lo que el paciente está actualizando en la transferencia;el analista descubre un saber que no sabe, pero porta. Entonces se trata de subrayarle en su discurso que contó tal o tal otro elemento que permite descubrir de dónde le viene ese sentimiento de disgusto. Así lo descubre efecto del discurso analizante. No es la contra-transferencia lanzada sin más, al modo de "yo siento" sino: "qué es lo que siento, para descubrir en la letra de dónde me viene ese rechazo". El punto clave de diferencia es que ese sentimiento quedará a posteriori ubicado como una letra más en el conjunto de las letras.

Leía el otro día a un analista que no es lacaniano - hay analistas que no necesitan ser lacanianos, son muy buenos analistas, tienen muchos años de buena experiencia- es Herbert Rosenfeld, un analista inglés que ha trabajado con psicóticos. Contaba que a veces en los controles grupales cerraba los ojos y que eso producía un efecto en la gente que controlaba que lo creían dormido: se animaban a hablar cuando él en realidad estaba más concentrado que nunca. Se dejaba vivir lo que sentía y se decía: "yo siento algo, no digo nada, no sé si es o no es. Si después aparece otro elemento y ya son dos que me hacen apuntar para el mismo lado, digo, puede ser. Pero todavía no digo nada; cuando ya tengo tres que me indican que es para ese lado recién ahí hablo". La letra conviene leerla en el conjunto de las letras.

NOTAS

(1) Lacan, Jacques. "Proposition du 9 octobre 1967 sur le psychanalyste de l´École" en Scilicet pág 14. Éditions du Seuil, Paris, 1968.

(2) "El control, cuestión para psicoanalistas", cap. "Entrevistas sobre el Control", pág. 53.

Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1991.