LO INCURABLE EN LA DIRECCION DE LA CURA. ELENA JABIF.

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Freud introduce el concepto de pulsión de muerte que construye a partir de los contundentes indicios en los cuales ella da testimonio de su actividad: compulsión de repetición, tendencia a la destrucción, componentes sádicos o masoquistas de la pulsión sexual, pero también con frescura , el juego de los niños. Máscaras objetales en las que la pulsión de muerte se manifiesta, sin que nada nos conduzca a encontrar tras ellas rostro alguno. Carente de objeto en sentido propio, la pulsión de muerte mantiene el juego de esas máscaras sobre el vacío en el cual se recrea.

Freud inicia su recorrido a partir de tres elementos: los sueños repetitivos de las neurosis traumáticas, la transferencia de los neuróticos, y el juego infantil. La pulsión de muerte se desprende así de los fenómenos repetitivos y de la función de simbolización cuyo paradigma es el juego.

Podemos decir que la 'pulsión de muerte,' es el concepto más sensiblemente dramático que Freud introduce en Más allá del Principio del Placer. Luego de 1920 el concepto devino novedoso, esto se debió a la necesidad freudiana por tener que formular otra lógica que la del principio del placer en tanto este principio no podía dar cuenta ya de ciertos fenómenos de repetición.

La rearticulación que este concepto sufre en Más allá del Principio del Placer no pareciera estar desprovista de ciertas ambigüedades dado que nos encontramos con planteos freudianos contradictorios dentro del mismo concepto, ambivalencia que nace de la superposición de dos niveles: aquel en dónde la repetición es tendencia restitutiva y aquel en que la repetición es pura tendencia a repetir.

La repetición pareciera estar ligado a la búsqueda de algún tipo de crecimiento y al logro de un cierto cierre, curación o adaptación a la realidad, lo cual contradice la consideración de esta tendencia como pura compulsión a repetir. Sin embargo, es precisamente dentro de esta dimensión de 'puro automatismo' que Freud nos enfrenta con la arista más convulsiva de este concepto.

La tendencia repetitiva se revela más allá de la tendencia restitutiva manifestándose como ese 'algo' que persiste , un cierto 'resto' que tomado a nivel singular, se muestra como 'algo' verdaderamente paradojal, enigmático e incapaz de adecuarse al marco del principio del placer en tanto desafía los mecanismos biológicos de equilibrio y homeostasis.

Freud observó como luego del vencimiento de las resistencias, persistía del lado de lo reprimido, del lado de lo inconsciente un resto pulsional que no ofrecía ninguna resistencia, simplemente exhibía una tendencia a repetir. Es este persistente residuo lo que emerge ahora como lo autentico de la pulsión, esa irresistible 'tendencia a repetir' que exhibe en alto grado una urgencia pulsional (triebhaft) característica de la pulsión que cuando actúa en oposición al principio del placer da la impresión de una fuerza demoníaca en juego, nos dice Freud.

De esta manera, la compulsión de repetición sería la pulsión primordial y fundamental, la pulsión de pulsiones, una tendencia fundamental que demanda retornar y re-encontrar aquello que ya fue. ¿Pero es posible acaso re-encontrar aquello que ya fue?

Podemos decir que lo que encontramos en el alma del concepto de repetición, es una paradoja constitutiva ya que la repetición reproduce siempre el fracaso de este intento por re-encontrar, por recobrar, por hacer que das Ding (objeto perdido) reaparezca, como indicara Freud.

La madre como das Ding es ese objeto perdido absolutamente y para siempre y será esta pérdida la que fundará en el sujeto una dimensión de esperanza, un deseo por 're-encontrar' (repetición) que establece la orientación del sujeto hacia el objeto, identificando a das Ding con el impulso que conduce al extravío, en la búsqueda del objeto perdido, destinada a un perpetuo fracaso.

No desistimos de perseverar en ella, ya que como seres deseantes, nunca cesamos en nuestra conquista de objetos sustitutos, búsqueda que inevitablemente tiñe a este término con un sentido de insondable nostalgia en la medida en que la repetición introduce, al mismo tiempo, el lugar de una pérdida mientras sostiene la ficción de una plenitud paradisíaca. Saudades que nace del hecho de que la repetición, en sentido estricto de hacer surgir lo mismo, se encuentra condenada a un laberinto maldito.

De esta manera, la rearticulación que este concepto sufre a partir de Más allá del Principio del Placer, aparte de sus manifestaciones en el campo clínico, lo eleva a un hecho de estructura, que, como tal, es fundamental. En este sentido, la repetición no puede permanecer confinada ya sólo al campo psicopatológico , sino que debe ser conceptualizada formando parte de la estructura de las neurosis en general.

La introducción por Freud de la pulsión de muerte, leída como dijéramos desde los fenómenos de repetición, reinstala la radicalidad del descubrimiento del inconsciente, fractura la nueva unificación que la teoría de las pulsiones prometía, en cuanto impide que el Yo, en tanto objeto libidinal, reintroduzca cualquier armonía en el sujeto que reprima el locus del inconsciente.

Paradójicamente, podemos decir que la introducción de la 'pulsión de muerte' salvaguarda el lugar subversivo que Freud mismo le había otorgado a la sexualidad hasta entonces, mientras acentúa: su imposibilidad en encontrar una satisfacción plena en lo real y en poder descargar toda su tensión.

Podemos decir que aquello que debe ser considerado como lo más legítimamente pulsional es precisamente este elemento de la pulsión que no puede alcanzar la satisfacción debido al contundente efecto del orden simbólico que propone como precio la pérdida de la Cosa para devenir humanos.

La castración simbólica que todo sujeto debe atravesar deja como residuo este elemento de la pulsión que permanecerá por siempre insatisfecho, mostrándonos de esa manera que en el corazón de Eros, en el centro mismo del amor, anida un carozo que permanece y por lo tanto retorna, insatisfecho. Por el contrario, lo que la ley significante demanda del sujeto y le exige como su precio es la inscripción de algo que, no podrá jamás ser.

¿Pero qué es exactamente este 'algo'? Siguiendo a Freud, digamos que este 'algo' que no fue, que no es y que no podrá jamás ser, es la realización del incesto, el parricidio y el canibalismo. De esta manera, la pulsión de muerte representa lo que denuncia este efecto y da cuenta de la 'compulsión de repetición' de aquello que perpetuamente retorna en la medida en que el mismo orden simbólico le impidió llegar a 'ser.´

Lacan recupera la letra de Freud, cuando situa a lo que aspira en" El más allá del principio del placer" es a un goce imposible con un objeto que jamás se tuvo. Paradójicamente, preservar la idea de la 'pulsión de muerte que se relaciona con la posibilidad misma de preservar la tensión de la 'vida' al enfatizar la intrincada dialéctica que subyace a ambas pulsiones.

Freud mismo anuncia aquello que se presenta como marginal y periférico en los sueños, esos detalles que a menudo nos ofrecen la solución y la llave para su interpretación. Freud alcanza su tono más vital en Más allá del principio del placer, "...la fuerza abismal de la especulación se alimenta de la Madre. ¿De quién, si no de ella iba a nacer la idea de una compulsión de repetición, de un eterno retorno de lo igual?, la muerte es necesaria para crear una nueva vida. Lo que motoriza la transformación y la construcción (creación), es la pulsión de destruir.

La propuesta de Lacan de que el proceso de análisis debe actuar para “recordarle al analizante su inminente muerte y que éste debe alcanzar la realización subjetiva del ser para la muerte”, durante el proceso de una cura sólo afirma la lógica misma que le asigna al símbolo de la muerte, es decir, aquella deposibilitar el proceso de renovación (creación), proceso que todo análisis debería idealmente relanzar.

La muerte concebida como primordial en el nacimiento de los símbolos y la sepultura como el primer símbolo de los vestigios del culto a los muertos, lo conducen a Lacan a afirmar que el rol y el deber del analista espresentificar la muerte para el analizante.

Es nuestra eventual muerte la que sostiene nuestro deseo y nos proporciona el sentido de nuestra existencia.

El concepto de repetición freudiana no es la reproducción de un acontecimiento pasado, sino justamente algo que alude a esta insistencia significante que delimita un más allá como real.

Lo importante es pensar que el concepto freudiano de repetición no se puede superponer a una reproducción y mucho menos a la actualización idéntica de algo pasado, sino justamente la repetición es lo que transforma las categorías del tiempo cronológico.

En la cura analítica el tiempo se modula en la singularidad propia del tiempo de la transferencia, momentos álgidos y fecundos, otras tiempos muertos y congelados. El tiempo escapa a todo tipo de formalización, mediante la interpretación, el tiempo de la transferencia se abre al tiempo del sujeto. La muerte y el retorno a lo inanimado, como la reproducción asexuada, donde todo da lo mismo, la confusión incestuosa como intento del retorno al Otro, constituye el objetivo del interdicto mayor, condición estructural de la condición humana. Esto es evocado por lo sagrado, que promueve respeto y temor, debe permanecer fuera del alcance y su profanación constituye un peligro de muerte.

La relación con el Otro se produce en el sistema significante al que la anatomía y la fisiología proporcionan elementos determinantes, doble anclaje del sujeto, en el lenguaje y el cuerpo, esa doble secuencia no simétrica, se señala en referencia a la muerte; distinción entre la primera muerte, biológica, y la segunda, simbólica. La zona entre dos muertes es el espacio para la tragedia.

Lacan pone en primer plano la función de la causa, en la medida que participa de la falta, de un agujero que organiza de manera diferente el objeto a, este opera y da sustancia a ese agujero, resto de la dialéctica del sujeto con el Otro, ese resto sostiene el deseo, lo causa, lo anima. Debe precisarse la distinción entre la falta, con la que se vincula la satisfacción pulsional y el deseo que tiene relaciones con aquella, pero que está estructurado por el fantasma en cuanto este pone en escena la relación entre el sujeto y el objeto a.

En el sueño freudiano, “Padre no ves que estoy ardiendo", Lacan lee lo más íntimo de la relación del padre con el hijo, que viene a sugerir no tanto en esa muerte sino en lo que ella es más allá, en su sentido de destino.

Entre lo que sucede como por casualidad, por azar, cuando todo el mundo duerme -el cirio que cae y el fuego en la mortaja, el acontecimiento sin sentido, el accidente, la mala suerte- y lo que hay de punzante, aunque velado, en el Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?, existe la misma relación con la que nos encontramos en unarepetición.

Eso es lo que, para nosotros, se figura en la denominación de neurosis de destino, o de neurosis de fracaso. Si la escena primitiva es traumática, como la que aparece en la escena tan ferozmente acosada en la experiencia del Hombre de los lobos la detención imaginaria se fija en la contemplación, ante la extrañeza de la desaparición y de la reaparición del pene, El narcisismo un orden satisfactorio para el sujeto, es donde el sujeto halla apoyo para una ignorancia fundamental, la ignorancia de lo incurable, es la plenitud encontrada por el sujeto bajo el modo de la contemplación lo que nos hace conciencia y nos instituye al mismo tiempo como speculum mundi. El espectáculo del mundo. Tal la fantasía que encontramos en la perspectiva platónica, la de un ser absoluto al que se le transfiere la calidad de omnividente.

El vínculo entre religión, muerte y sexualidad, deniega al mismo tiempo que pone en juego a la Virgen como una madre que en tanto resigna la sexualidad y el placer, no conoce la muerte. Sin pecado vive la eternidad, sin transitar por la muerte. Todas las religiones se proponen como solución y antítesis de la pulsion de muerte. Afirman una inmortalidad, o una reencarnación que subraya el tiempo denegatorio, solo es un momento sensible que debe atravesarse, el pasaje a otro cuerpo niega la muerte corporal. La segunda muerte en su valor simbólico, se la ignora con la recompensa de otra vida sin dolor, la vida perfecta del Buda.

Los mitos aparecen en el tiempo posterior de un pasado incierto, obra de la metáfora paterna, la organización histórica encuentra su paso. Lacan nombra al mito de la Gran Diosa Madre, "demanda primordial mítica", tiempo supuesto de una demanda satisfactoria y plena. El culto de la gran Diosa repite ritualmente el asesinato del rey y el sacrificio de niños, Medea la astuta sacerdotisa ejerce el crimen sobre sus hijos, los que tuvo con Jason, maga de poderes maleficos es inmortal. El rito sacrifical pretende desconocer la función del padre, finalmente consagra al falo del lado materno su funcion fecundante.

En las tribus de las amazonas, según la etimología armenia son mujeres lunas, mujeres sin pecho, sin hombres según Seneca, o tribus matriarcales segun Diodoro de Scicilia. La filiacion solo es reconocida por la madre.Durante las orgias dionisiacas nos encontramos con asesinatos de hijos por sus madres, en un extasis sagrado donde el erotismo sin limite, solo encuentra dique en la muerte.

En el mundo barbaro de diosas matriarcales, surge Jason el griego, una civilizacion marcada por lo viril, que pone en juego el lugar paterno mas alla del significante materno, el mito muestra un hito al situar en la diferencias de civilización, la delicada articulación de los significantes de la metáfora paterna.

Como una lengua muerta, en la que nadie tiene derecho a cometer faltas, nadie tiene derecho a innovar el saber absoluto que la religión le otorga a la muerte, los muertos junto a Dios, participan de su omnipotencia, Dios todopoderoso sabe todo, su ojo persigue a Caín hasta la tumba.

La muerte se considera como siempre al final de la vida y destino.

La subversión introducida por Freud equivale a desplazar este límite y ubicarlo ya no al final, sino en el origen como piedra angular de la vida. Esta no es ya una preparación para la muerte pero solo es vida cuando el hombre va viviendo su muerte y muriendo su vida, la pulsión de muerte es motor de la libido, sin embargo su silencio cuando se vuelca al interior, promueve que se depositan en reserva las cartas que vienen de afuera (Informe de Lagache).

Para Freud, el Ello se encuentra bajo el influjo de las pulsiones de muerte, mudas pero poderosas, su silencio es un cero absoluto, resorte donde aparece la vida antes de desaparecer, en ese real primero indiferente a nuestra presencia el sujeto no es más que un agujero, la topología anuda lo Real, el ser viviente aparece como Real, y al mismo tiempo lo que agujerea lo Real. La muerte se simboliza como lo no posible de ser representado, cito a Clara "una escritura nodal como posibilidad para escribir la imposibilidad de escribir lo real, que pasando en silencio se deja escuchar."

Piezas del puzle del deseo del analista, un deseo impuro, incurable, singular, contingente, causa de una verdad incurable. Verdades "inhumanas", las nombra Cioran- verdades de vértigo, que rechazamos porque nadie, dice el filosofo puede prescindir de apoyos disfrazados de dioses.

Lacan en los Cuatro conceptos nos da ejemplos que diferencian la posición de dos sujetos en relación a lo incurable, Thoang tseu sueña una mariposa, se ve en su realidad de mirada. Cuando Thoang-tseu se despierta, el puede preguntarse si no es la mariposa quien sueña, que él es Thoang-tseu, eso es lo que prueba que no está loco, no se toma por absolutamente idéntico a Thoang-tseu, cuando era la mariposa, se captaba en cierta raíz de su identidad y de su esencia , esa mariposa que se pinta con sus propios colores en su última raíz, es Tchoang-tseu.

Esto quiere decir que es cautivado por la mariposa -es mariposa capturada, pero captura de nada, pues, en el sueño, no es mariposa para nadie, Sólo cuando está despierto es Tchoang-tseu para los otros, y está preso en esta red para cazar mariposas.

Si el sujeto no es Tchoang-tseu, sino el hombre de los lobos la mariposa le inspira terror fóbico, el horror se produce al reconocerla cerca de la castración primordial del Otro materno, de la tachadura primitiva que marca su ser alcanzado por vez primera por la reja del deseo.

El sujeto humano en tensión queda desgarrado entre pulsión de vida y pulsión de muerte, entre el deseo edipico incestuoso y sus legitimas transposiciones, es movido por su falta en ser, con breves momentos de plus de gozar, jamás alcanza el goce que persigue, y siempre se ve rechazado hacia un horizonte que nunca llega, sufriendo su dolor encuentra a su psicoanalista.

Tiresias como el viejo Homero, es ciego y adivino, como función por su saber sobre el goce, y su acceso a los misterios sagrados del sexo y de la muerte, tiene una posición promisoria para ayudar a quien lo necesite, a acceder al sentido de su propio destino.

La dirección de la cura danza en su vuelo como la mariposa de Thoang tseu, sobre el vacio de la incompletud del alma, ¨esa falta que siempre se definió como deseo y es esencial al hombre, al fin del análisis se traduce por esa cosa no formulada sino encarnada que se llama castración¨.

Lo incurable indica el asesinato de La Cosa, lugar vaciado del Otro primordial, lugar vacio porque el Otro siempre está en falta. La carne del sujeto desprende de su piel, un residuo tan real como desconocido, real que coincide con el destino humano y toma lo que esta más allá de él.

En el corazón de la causa analítica, la pulsión de muerte afirma las palabras de Lacan, cuando plantea que es posible advertir la degradación de la teoría analítica, por el exilio que la negación le confiere a la pulsión de muerte.

Así Edipo en Colona es advertido por un trueno, palabra divina venida de otra parte, que le anuncia el fin de su vida. A partir de ese momento se encuentra en una posición creativa, porque escucha se vuelve activo, enseña y transmite a Teseo y sus sucesores... "ese misterio que la palabra no puede tocar".

Mas allá del designio vitalista, la transmisión que produce el acto analítico se realiza en un pasaje del saber a lo real a través de la escritura, en ese paso la operación de la pulsión de muerte, se realiza como castración.

En otra vertiente de la repetición mas allá del principio del placer, el masoquismo freudiano se instala en una aritmética supersónica que descansa sobre una identificación narcisista al objeto, una posición de riesgo subjetivante el día que el Otro de su destino les falta. La escritura del sacrificio masoquista designa cierta forma de repetición implacable, una imagen extranjera que golpea en el corazón del ser, donde la repetición corta con la dialéctica significante.

La tentación de una repetición al infinito solo puede realizarse en la muerte y resume por sí sola el rostro específico de ese Otro vivido como deseo de muerte.

En ciertas neurosis de destino nos encontramos con el estado del yo más bien activo, que transforma el desamparo en una lucha a muerte por sobrevivir, la estrategia dibuja una armadura de carácter que resguarda fallidamente su subjetividad. El destino asume el diseño de una figura omnipotente y peligrosa que hace observar al yo una posición de servidumbre pasiva y masoquista, a través de la renuncia de toda voluntad propia.

Este goce máximo solo se traduce en un juicio silencioso donde el sujeto se reduce al dolor de la agonía, la disolución o el anonadamiento del ser, la repetición que no puede ser significantizada se propone como una orden terminante, medusante, que el sujeto no puede contestar, maldición silenciosa que sustenta la degradación del objeto.

Esta identificación a ser el objeto portador de las oscuridades del Otro, ante una castración vivida como inaceptable, conduce al sujeto a no ignorar sus apetencias de completud incestuosas. Sin embargo el corazón de la Cosa humana, no puede ser tocado bajo el riesgo de morir por ello, tocar la cosa para gozar de ella es el acto supersónico por excelencia por el cual el ser sadiano, supremo en maldad, logra demostrar que la Cosa no es intocable.

La fuerza del superyó se apoya sobre el hecho de que el masoquismo primario esta sustraído al interdicto simbólico, el sujeto queda en posición de consentir la maldición.

El masoquismo primordial afirma la inmortalidad del Otro, Dice Freud en Tres Ensayos: "la libido da en los seres vivientes con la pulsión de muerte, que reinante en ellos querría hacer pedazos y llevar a cada organismo individual al estado de estabilidad inorgánica. La mayor parte de esta pulsión se desplaza sobre los objetos, sadismo o pulsión de destrucción, lo que queda como residuo es el masoquismo propiamente dicho..."

El "sacrificio" ¿de quién? y ¿para quién? en la intención fantasmatica, el masoquismo insinúa que no sacrifica cualquier cosa, en el germina un puro voto renegatorio de la muerte. Dimensión sádica o asesina de la inocencia, ante esa formulación muda de su propia muerte, sacrificado en el goce del Otro, este sigue siendo un enigma que hay que forzar. Se presenta, pues, al sacrificio, como a una prueba opaca de su propia eternidad, el concepto de eternidad conjuga pasado y futuro en un presente sin límites, en el que las religiones prometen el goce en el reencuentro con Dios. ¿Qué sucede con este residuo en el fin del análisis?

En los tiempos del fin donde un oscuro objeto se retira de la escena del fantasma, la ficción masoquista declina. Es el tiempo en que el analista que juega la partida con el analizante hasta el fin, con su acto soporta el no ser mas nada que ese resto, levanta el guante de ese residuo pulsional vaciado de su esencia, quien finalmente es arrojado a una verdad incurable. Su lectura en la experiencia del pase, aporta el relampago y los cortes que la escritura del psicoanálisis para su metamorfosis precisa.

El sujeto al modo del viejo Simeon, incluye la muerte dentro de la vida, cediendo a lo que tiene de singular y de inevitable, para el Otro de su transferencia.

"Mientras le preparaban la cicuta, Socrates intentaba aprender un aire de flauta: "¿Para qué quieres aprenderlo? Le preguntaron "Para saberlo antes de morir "

Si me atrevo a recordar esta respuesta dice Cioran, es porque me parece la única justificación seria de la voluntad de conocimiento, tanto si se practica en el umbral de la muerte, como en cualquier otro momento."

El pase es una forma de escritura, quizá la escritura de una epifanía mortal, una presencia en el vacío esencial de la estructura, en el borde del lenguaje, el escrito.

No hay otra transmisión que la de la falta, en la deshicencia del sujeto, aunque sea el objeto mas originario, no hace más que obturar la verdad incurable que lo atraviesa, el mensaje ultimo que el análisis le ha donado al analizante, es un objeto y una falta que tienen la misma estructura. El resorte del entusiasmo, queda del lado del analista, un entusiasmo que lo sostiene en su práctica.

Cuando se dice Analista de Escuela se trata de analizante que da su testimonio porque tiene confianza en creer en la existencia del inconsciente, da sus pruebas y transmite su confianza, también son pruebas que portan el sesgo de lo incurable, con la singularidad de su throumatisme a cuestas, resigna el horizonte ideal de la previsibilidad científica.

El pase no resuelve el fantasma colectivo de un ideal de fin de análisis, tampoco la sensible sospecha que despierta, quizas es muy joven todavía, y la experiencia de la transmisión de la falta, que testimonia el objeto a es singular, caso por caso, quiza el riesgo del pase lo asumen aquellos, que han producido la única idea concebible del objeto, la de la causa del deseo. Lo incurable, solo al modo de lo imposible acompaña.

La dialéctica de la escritura tiene como causa sexualidad y muerte, esta dialéctica es más fina de lo que uno cree-, porque también juega entre la presencia física de las palabras, de los nombres y de las siluetas que contornea la escritura. Seguir los asombros del sujeto, y al mismo tiempo atravesar sus espacios estratificados, es la puesta en escena de su línea de enunciación, el testimonio del pase es una especie de partida, entre la caída de su creencia subyacente y del goce que expira; nada puede retener al sujeto: todo espacio donde haya algo que desear, lo mueve.

El descanso del sueño deja de ser un peligro de muerte, aceptando la semejanza de muerte que es el sueño, queda disponible un lugar en la lengua, un lugar donde los sueños soportan el eclipse de la imagen narcisista, la falta en el Otro, la castración, resumiendo, los sueños de fin de analisis son una segunda vuelta de la primera simbolización de la muerte.

En este punto participa, en lo que le queda de inconsciente, el efecto de la acción de la muerte en el lenguaje. Es evidente que escribir difiere de leer, y los dos solo coinciden en el momento vivo de su separacion, comprometida la escritura con lo real de la sexuación, se extrae la hebra de pashima, que asombra al jurado.

La experiencia del pase es un puente-, el testimonio transita a través del precipicio. ¿Hay una escritura que haga de puente entre los dos? Un puente que debe pasar del pasante a su doble ¿no debe acaso ese puente, franquear la superficie mortal entre el allá y el más allá? Puentes imposibles, puente de escritura donde la circulación tiene fin.

La cuestión se refiere a lo que ocurre en el pase entre dos criaturas, en el surgimiento de su proximidad con lo incurable, la derivación de una a través de la otra; el corte, que cada una de ellas aporta. Y el abismo cuyo hueco, es manifestado por el pasador con su presencia.

Daniel Paola planteaba en un panel sobre la experiencia del pase: "...si presentamos un testimonio del lado del sueño, sin darnos cuenta , estamos escuchando del lado de lo inacabado, pero el que lo dice no sabe que habla del lado inacabado, cree que habla del lado terminable cuando en realidad, cuando interpretamos un sueño estamos haciendo su análisis, por el lado de lo que debe continuar, lo inacabado."

El testimonio se abre sobre cortes esenciales, pues lo que cuenta como en todo efecto radical de escritura, son los cortes que el testimonio revela, cortes que se confirman en las salidas posibles, para iniciar juegos nuevos; es este hallazgo con que el sujeto intenta producir algo para contarse él mismo, y que supone y soporta los efectos de la sublimación pulsional. Estas líneas de corte abren niveles de enunciación inesperados y los hacen jugar en los sueños sin importar cual es la forma material en que se encarnan.

Esto equivale a decir que no son interpretables sino que emergen como escrituras, que "superan" la interpretación y la atraviesan, como letras recortadas en la lengua; efecto de una descomposición del fantasma, causa de un deseo nuevo.

Con la muerte culmina el desenlace de la extraña combinación entre sexo y muerte, En el seminario anterior Clara Cruglack abrocha un novedoso concepto, considera lo incurable como "lo que constata una desavenencia radical, que corrobora la equivoca relación del sujeto al saber, al sexo y a la muerte, y esto es alcanzado por el sujeto, en una dimensión de verdad incurable."

Desde el nacimiento hasta el fin impuesto por fuerzas contingentes o por la vejez, el fin de la vida irrumpe, pero la escritura de la subjetividad, trasciende. Por ser hablante, el sujeto esta condenado a la pulsión que presentifica la muerte en su trayectoria de vida, la marcha sostenida de una cura, librada para imbrincar la vida libidinal a la pulsión de muerte es un desafío vital, como la mariposa de Thoang-Tseu, pese al vencimiento del plazo, el psicoanálisis pone en danza el germen creativo de la subjetividad.

La Tierra Yerma (Recorte Clinico)

En su bello rostro se recortan ojos color pastel que no pueden llorar.

Demasiada paz para una mujer la cual se nombra madre de dos hijos, uno vivo, el otro muerto.

Colecciones de muertos acompañan un marcado rictus que despunta un dolor escondido en cada pliegue de la memoria.

Recorte Clínico

Transcurridos dos meses de análisis, un hecho del destino de su analista interrumpe su análisis. En el reencuentro advertía que de manera inevitable, Irene sabia de mi travesía. Solo me dice: un regalito dulce para su dolor, en esa sesión atravesada por pesadillas de remolinos de aguas turbias, me relata que la novia de su hijo, se caso, y el juicio del accidente de su hijo concluyo, motivo por el cual cobra un dinero. Murmura, no hay precio para la vida, al concluir me olvido de cobrarle la sesión.

Llama con insistencia, me pide acercarme el dinero, me relata que su pago viene con un sueño: Estoy preparando cositas ricas , un chico muy tranquilo me sonrie, me sorprende la paz de su rostro, le ofrezco con las manos, dulces, entiendo cuando los toma que se va.

La tierra yerma es un texto clínico que recorta la oblatibidad como un matiz del duelo materno, un duelo maziso, salvaje, en su semejanza al diluvio universal, en el relato helenico los dioses permiten que solo una pareja humana, sobreviva a la fuerza destructora de las aguas precipitadas por la ira divina.

Deucalion y Pirra tales fueron su nombre, daran comienzos a una nueva raza dotada de mejores cualidades que la que sucumbio.

Reciben instrucciones de avanzar por la tierra, recogiendo a su paso , las piedras del camino, y arrojandolas hacia atras por sobre su hombro.

Las piedras de Dencalión, se erigiran como hombres, las de Pirra, como mujeres. En el mundo de los muertos la gracia de rescatar a un muerto amado no se concedia a cualquiera, se trataba siempre de heroes o semidioses.

La condición del pasaje mas penosa, era la de no mirar nunca hacia atras en el sendero de regreso a la tierra habitada.

En esta visión del mundo antiguo, al hombre le esta vesdado ver que hacen los dioses a sus espaldas, libremente.

Hemos recorrido un larguisimo camino desde las antiguas culturas funerarias hasra nuestros dias. En los tiempos de Abraham, los muertos se depositaban en posisión erecta, en cuevas naturales proporcionadas por formaciones rocosas. Luego fuerón sucesivamente incinerados, enterrados, momificados, entregados a las aguas en barcas que los depositarian en islas magicas. Muchas de estas culturas se han conservado y conviven en nuestro mundo con ciertos grados sofisticados como la congelación y la donación de órganos.

Pero no somos nosotros, los posmodernos, quienes podemos jactarnos de haber concebido el vaciamiento del cuerpo muerto, los antiguos egipcios retiraban cuidadosamente los órganos vitales del cadáver y los prensaban en vasijas alrededor de la cámara mortuoria.

Finalmente sabemos que sus técnicas de momificación exigían este paso.

Acaso un nuevo cuerpo, el de receptor de órganos de nuestros días, hace las veces de vasija, apuntalando alguna oscura esperanza como en el caso de nuestra analizante de una resurrección, parcial, fragmentada, glorificada.

Irene, en su duelo sin nombre, intuyen como en el mito azteca que a mayor profusión de lagrimas, los niños arrancados de los brazos de sus madres, se convierten en objeto privilegiados, para ser sacrificados en el festival del dios.

¿Es el rasgo de carácter una tendencia restitutiva que tiene como meta dominar aquello que amenazó un cierto equilibrio, que tiende a rehacer aquello que fracasó para convertirlo en éxito, que tiende a protegernos del peligro y del trauma, que nos permite asumir un rol activo ahí dónde fuimos condenados a sufrirlo pasivamente, que nos permite resolver los duelos que no hemos resuelto? Los invito a transitar esta pregunta, por la clínica del duelo.

La pulsión es un apremio del cual no se puede huir, límite entre lo psíquico y lo somático, recupera el valor de limite, ni de un lado ni del otro, pone en juego la indefensión fundamental del niño ante el Otro del lenguaje, que imprime sobre el niño una demanda que impacta en el cuerpo y que deviene pulsión, la demanda del Otro funciona como don , vinculado a un goce que propicia la huella de la urgencia, un apremio que se traduce como un pasaje de cantidad infinita, deriva pulsional, que si no encuentra la regulación simbólica de la ley paterna, se convierte en un lugar mortífero para el sujeto.

El narcisismo como nuevo acto psíquico, permite darle rumbo al torbellino pulsional, propiciando el pasaje del autoerotismo a un nuevo lugar que se ofrece como objeto a bordear por la pulsión que presenta el particular amor a su propia eternidad, el yo ideal, es un sí mismo donde puede apuntar la carga pulsional que le imprime su impronta a la pulsión.

Desde el inicio la matriz narcisista se ofrece como objeto de goce del torbellino pulsional, el acontecimiento de la represión primordial va a recaer sobre un representante pulsional cuyo efecto es el sin retorno, en este punto Freud destaca la importancia de contra cargas que armen un borde a la zona de exclusión, constituidas por energía tomada de la ley paterna que permite ligadura de catexias, otra vuelta de la interdicción del incesto, contra carga que en términos freudianos pertenecen al ideal del yo.

Las contra cargas incorporadas como ideal del yo permite la operación de castración del yo ideal, asumiéndose el sujeto como digno de ser amado cuando su ser se realiza en lo que le falta, a partir de este tiempo el yo ideal herido de muerte, permite desmultiplicar la dependencia de lo imaginario con lo especular, apropiándose el sujeto de su imagen en la relación con el semejante, imagen articulada al lenguaje que también asume la inscripción de la subjetividad brindando a la estructura, la cualidad de la pertenencia.

En las alteraciones del narcisismo, se despliega la desintrincación pulsionaln que implica como toman predominancia pulsiones parciales, que pueden tomar una inusitada virulencia provocando manifestaciones patológicas, por ejemplo la pulsión de muerte es tanto más destructiva, cuando la muerte se le escapa al sujeto como constituyendo el sentido de la vida. Mujeres y hombres que reducen su ser al anhelo de ser el falo, en una posición de rechazo de la castración que si fracasa, se pone en riesgo el deseo de vivir.

El sentido de un anhelo de no ser a excepción de ser el falo, denuncia la intima dependencia de lo especular, la infatuación yoica rápidamente puede deslizarse a la melancolía, siendo arrojado su ser mismo a un goce mas allá del principio del placer, enemigo de la vida.

Liliana Donzis planteaba que la pulsión se produce en la niñez, nos decia que Freud en los albores del psicoanálisis discrimina lo auto erótico de la pulsión y también pulsiones heterogéneas, en tanto a veces no encuentran satisfacción en el propio cuerpo, lo auto erótico como satisfacción ligada al propio cuerpo esta ligada al basamento pulsional del narcisismo primario, esta pre-especularidad permite mediatizar el efecto siniestro de la imagen real, ligada a la imagen del esquema óptico donde la imagen real recubre al objeto real antes que la imagen especular aparezca en el fondo del espejo.

El narcisismo primario implica como acto psíquico la incorporación fálica, vinculada a la represión primordial ur - verdrangnung, que va a recaer sobre un representante pulsional confinandolo a un exilio sin retorno, a diferencia del secundario, que retorna. Para Freud, en su artículo "La Represión" esta represión primitiva que bloquea el paso a la conciencia de una representación.

El narcisismo secundario eminentemente especular implica el progreso del montaje pulsional, donde en palabras de Liliana es el tiempo donde un nene puede decir "un nene" y contornear un cuerpo unificado, donde hay un pasaje del soma a ese cuerpo con una imagen unificada cito a Liliana Donzis "el cuerpo unificado carga con los ideales del Otro, recibe un escrito testamentario del que es dificil desprenderse, nos duele en el alma desprendernos de esa herencia de ideales... cuando las zonas erógenas se elevan a zonas con nombre, con recorte, con ideales, tambien se ponen de manifiesto la fijación de algunas pulsiones..."

El montaje pulsional por la vía del significante del Otro, la lengua materna conlleva la posibilidad del armado del yo, del armado del cuerpo imaginario, lengua que porta el estilete que modela, recorta el exceso de la fuente real del soma, la que pacifica dando palabras para entretejer el borde entre imaginario y simbólico, y como Liliana recordaba en la "Respuesta a Ritter" los efectos de la lengua materna en el cuerpo, los recortes que produce y esos pedazos que pueden ser parte del trabajo de ligadura, es a partir de la pulsión, la pregunta ¿de que se trata la cara real de la pulsión?, nos ubica en el punto del unerkant de lo desconocido , de lo imposible de conocer, trabajo del ombligo del sueño, lugar umbilicar de lo incurable.

Elena Jabif