ESTADOS LIMITES EN LA ADOLESCENCIA. Marcelo Esses

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Jornadas Aniversario "30 años de Escuela (1974-2004)". Escuela Freudiana de Buenos Aires. 1, 2, 3 y 4 de Julio de 2004.

El trabajo se propone transitar un campo de problemática cuya existencia se ha ido tornando más frecuente, haciéndose presente en el consultorio jóvenes sujetos en un estado de labilidad y fragilidad subjetiva y social.

El término estado límite ha sido utilizado por primera vez en 1884 por Hughes. Desde entonces y cobrando diferentes nombres: borderline, pacientes fronterizos, estados límites, ha tenido un desarrollo variado y desigual tanto en la psiquiatría como en el psicoanálisis. Desde el psicoanálisis la escuela inglesa ubica al cuadro entre la neurosis y la psicosis, planteando una discutida continuidad entre estas figuras clínicas y sus posibles pasajes entre ellas.

Por otro lado Lacán realiza una relectura de Freud estableciendo tres estructuras clínicas: la neurosis, la perversión y la psicosis, siendo ésta una manera discreta y discontinua de ordenar estos cuadros, pero a su vez no quedando claro el lugar para aquello que queda por fuera de esta clasificación.

Mientras las discusiones entre escuelas prosigue, como suele pasar, es la clínica del caso por caso la que nos confronta con los límites de nuestros saberes, intervenciones y dispositivos de trabajo.

En lo personal arribo al interés por este campo de problemática desde una doble vía por la clínica con adolescentes, donde en algunos casos el límite del tiempo para dejar de serlo se suele exceder, muchas veces desocupados y desescolarizados cobra existencia una zona de incertidumbre en lo atinente a su pasaje y a lo posible en la construcción de un lugar.

Y por una práctica institucional con centros y hogares de chicos en situación de calle donde los mismos desalojados de sus lugares parentales corren los riesgos de detención y cristalización de los tiempos de constitución subjetiva. No siendo casual estos caminos ya que a dichos estados les es posible adjudicar una doble causa en su configuración, tanto por la dimensión subjetiva como la social.

Los estados límites conforman una clínica marcada desde su presentación regida por la acción y lo irrefrenable de cierta posición de goce y de objeto: encontrándonos con una serie heterogénea como: impulsiones, episodios de agresiones, juegos de riesgo, adicciones, trastornos de la alimentación, una sexualidad indiscriminada, caracteropatías, angustias intensas hasta el pánico, episodios de pasajes al acto y acting out, entre otros.

Con respecto al acting out creo necesario discriminar que los mismos no remiten a una estructura neurótica franca, en tanto episodios de mostración dirigidos al analista como un llamado de interpretación, sino que estas actuaciones representan una manera de estar ubicados de estos sujetos, señalando hasta ese entonces su modalidad de ser. En este sentido lo out siguiendo a Haydée Heinrich, puede marcar un estar por fuera de la palabra, más no del lenguaje, es lo que Alain Didier Weill llamó parafraseando a Balint una "falta de confianza en el significante".

Esta falta de confianza básica, se pone de manifiesto: en el corrimiento de la primacía de las formaciones del inconsciente: sueños, chistes, actos fallidos, lapsus; adviniendo en su lugar formaciones que atañen a los objetos de las pulsiones parciales.

Siendo esto correlativo a la dificultad de la puesta en forma del síntoma, quedando más ubicados frecuentemente en una oscilación entre la inhibición y la angustia.

En esta misma línea nos enfrentamos al obstáculo del establecimiento de la demanda, hallando más al sujeto en un estado sufriente e informulable, que articulado el mismo a una pregunta o a un pedido.

Clínica de los bordes y los desbordes expresada en dos instancias que han hecho escuela: el yo y el fantasma.

Ha sido la escuela inglesa la que más ha acentuado lo relevante de que el yo en los estados límites ha quedado borroso, en un estado rudimentario en su conformación. No atravesando la discriminación yo-no yo, ni alcanzando un estado de separación, permanece en los tiempos de fusión. Operatoria pendiente que se evidencia en la falta de cierre del esquema corporal, no logrando una imaginaria unidad, consecutivo al decir de Freud donde el yo en tanto cuerpo consiste en la proyección de una superficie.

Mientras algunos miembros de la escuela lacaniana sostendrán que la clínica de los bordes es la clínica del fracaso del fantasma, aquí el significante y el objeto de la pulsión han fallado en su empalme y anudamiento. Estado que se manifiesta en una ausencia de corte efectuado, la no caída del objeto y la inexistencia de un intervalo deseante entre significante y significante que representen al sujeto.

El yo y el fantasma recortan cada uno un borde que dividen al sujeto del Otro, en concordancia a los tiempos del narcisismo como del edipo respectivamente.

La falla de esta consistencia propicia una clínica del desborde de la angustia presente en las figuras del pasaje al acto y del acting out, y de las impulsiones en tanto las pulsiones parciales no logran intrincarse y ligarse a las representaciones. Dejando a estos sujetos adosados a otros semejantes como a objetos adictivos con un tono de labilidad afectiva y vincular que pasan desde el desapego defensivo hasta la pasión aglutinante.

Hallándonos más ante una abismal angustia traumática que de castración. Lo amenazante del retorno proviene desde lo real, desencadenado cuando algún otro que le venía haciendo de suplencia se descorre o cuando el mundo o el otro sexo les piden respuestas para las que no están preparados. Amenaza que lo pulsional inunde la subjetividad y que la repetición de lo traumático aún no reprimido vuelva con su carga de dolor.

La clínica de los jóvenes sujetos en estado límite no deja de ser a su vez la del Otro parental y social en estado vascilante e indiferente. Desde el Otro parental se encuentra un entremezclado de una función materna signada por un movimiento que va desde el desapego hasta la asfixia. Ambas posiciones marcan que el surco deseante no se ha terminado de formular, fallas posibles de ser halladas desde su alojamiento en tanto su hijo no le hace falta, como en los tropiezos de la operación de separación actuando una no renuncia a que su hijo le pueda faltar, a poder perderlo y cederlo.

No sin hacer lo suyo lo desfalleciente de la función paterna donde aquí ni corta ni pincha.

Figura del padre que ha sufrido una declinación y hasta una devaluación donde por la crisis de la representación del Estado y su vulnerabiliad en la pertenencia al Mercado, se ha desdibujado su doble referencia en tanto trabajador y ciudadano como contrato de la Modernidad.

Marcando su impacto en un estado de impasse en los tiempos de edipo, detectándose fallas tanto en lo que atañe a la operatoria de interdicción como a su último tiempo que promueve la donación del falo y la portación del ideal del yo en tanto constelación de insignias y de emblemas. Lo que genera a su vez, una potenciación de la presencia del superyó, vociferante y obsceno, donde la caída de la palabra del padre fue quedando sustituida por sus silencios o sus gritos.

Tiempos de la constitución subjetiva que dejan aún pendiente la operatoria de la castración para abandonar a estos sujetos a la deriva en una lógica de la decepción: un entre la privación y la frustración. Donde mientras en la frustración lo que falta es la existencia de un objeto que cumpla con los imaginarios anhelos de satisfacción, es durante la privación que actúa un confrontarse con lo desfalleciente y vacilante del deseo del Otro. Privación que nos remiten a los desarrollos de Winnicott acerca de la deprivación, ligada a la indefensión y al desamparo, tanto del Otro parental como del niño y o adolescente.

Carencias que a su vez se tornan en un goce de los excesos y en una reivindicativa posición de ser una excepción a la regla.

Indiferencia del Otro que no es posible de dejar de responsabilizar también al Otro social, quién refuerza esta lógica sacrificial de la privación, desde una política de exclusión social. Difusión de los no lugares vigente en elprefijo des: en tanto sujetos desocupados, desescolarizados, desnutridos, desalojados, series de la desafiliación.

La exclusión social como un quedarse afuera, un exilio de los lugares sociales constitutivos de la subjetividad, un posmoderno encierro en los no lugares de los espacios abiertos, depósitos de lo concentracionario y segregativo de los desechos del Otro social. Actual versión de los campos de concentración del goce del Otro. ¿No nos ilustra, acaso, que cuando un adolescente queda por fuera de la escolaridad por faltar demasiado, es merecedor de un paradojal quedarse libre?

El discurso de la ciencia refuerza esta ubicación de los sujetos desde una hipertecnologizada cultura del anonimato, quien sustituye ininterrumpidamente a otros por electrónicos artefactos, encapsulando sin cesar a los objetos de goce pulsional. Mientras el mercado propicia publicitariamente marcas de fetichistas mercancías por sobre discursos idealizantes. Apología del inacabado desplazamiento y su lógica del no intervalo por sobre la metáfora y sus efectos.

Promesa y empuje al goce del discurso capitalista, promoviendo modalidades fijadas al consumo hasta lo adictivo, en un envés de ser vectorizado por el trabajo y los anudamientos de los lazos sociales y sus organizaciones.

El Otro social puede ser concebido tanto como una red de marcas que tallan y fijan al sujeto como en términos de un escenario que establece las condiciones de posibilidad donde el joven encuentra las oportunidades o la falta de ellas para la realización de sus deseos.

Encerrona en un circuito autoerótico como apología del individuo en tanto in-diviso, desmintiendo la división subjetiva y generando en su lugar un renegatorio clivaje yoico.

Es posible afirmar que una clínica de jóvenes en estado límite no deja de remitir a padres con ciertos estados depresivos, quienes se sienten decepcionados por lo irrealizado de las promesas de la modernidad tanto la del ascenso social como las revolucionarias. Atravesados por otra parte por la ruptura de los pactos entre géneros. Duelo que suelen rechazar y que el trabajo del mismo queda a cargo de esta nueva generación, realizados aunque sea de manera fallida a través de actuaciones e impulsiones, en un intento de religar lo no ligado, ni historificado.

Desde esta juntura entre Otro social y parental los estados límites le disputan el lugar a la histeria, ofreciéndose como punta de lanza que jaquea al discurso amo vigente, ya que estos jóvenes nos suelen dejar sin respuestas eficaces y eficientes y donde frecuentemente padres, familiares, escuelas, médicos, jueces, trabajadores sociales entre otros, declaran no saber qué hacer con ellos.

Irresponsabilidad del Otro social, que ante la no producción desde hace tiempo de respuestas tiende a pasar a invertir rápidamente su deuda promoviendo la medicalización como la judicialización cada vez más temprana de los jóvenes. Existencia de condensadas y viscosas resistencias a remover el poder de losdiscursos amo vigentes, parricidio inhibido para ser sustituido por renovados y sacrificiales genocidios de los jovenes por venir.

Los estados límites como una nueva presentación clínica, marca de un actual modo de organización de goce.

Quiero destacar que desde el espacio transferencial antes de podernos promover al lugar de sujetos supuestos al saber, no va a existir saber posible si no perciben previamente nuestro deseo de estar allí, como presencia deseante. Permitiéndonos oportunamente desde aquí, un transicional entre baile y baile de sus puestas en escena empalmar un montaje de algunas lecturas que propicien el acotamiento de un goce y elcomienzo de un encadenamiento significante y de transmisión generacional.

Puesta en acto de la transferencia que llama no solo a un análisis del material discursivo sino a un permanente análisis de la transferencia misma, ya que aquí el otro cumple una función de suplencia anaclítica. Trabajo del consultorio que suele precisar anudarse a otros dispositivos y redes vinculares alternativos para apuntalar lo a sostener.

La dimensión de formalización de los estados límites señalizaría una cierta dirección de la cura, ya que desde la topología, la frontera con sus cualidades de vecindad y proximidad no deja de marcar una imaginaria línea divisoria, mientras que un borde se establece como efecto de un corte de una superficie, productora de un litoral zurcante y consistente en la demarcación de un límite.

Desde la matemática el límite es el término del cual no puede pasar el valor de una cantidad, el valor hacia el que tiende toda función. En este sentido se podrían formular los estados límites como una estructura donde aún no se han producido sus límites y donde la clínica de lo que desborda es consecuencia de su ausencia.

Trabajo de insistencia de producir un borde tallado de consistencia. Será la vía de la castración, el salto al límite que ponga tope a lo infinitesimal de un continuo desplazamiento de goce.

Castración como lo que circunscribe en su anudamiento de ley y deseo, un agujero contorneado con letras que impide la caída hacia lo abismal en tanto orificio sin borde. Marca de la distancia entre una era del vacío y el resguardo de una falta.

Relanzamiento de la temporal detención de lo instituyente hacia un reanudamiento de la subjetividad. Remover el impasse en la adolescencia, en tanto callejón sin salida, allí donde sufre demora, un entre el encierro en la carencia y la producción de recursos.

Pasaje que en el encuentro con el qué me quiere y antes de enfrentar su versión de si puede perderme, los estados límites tienen que confrontarse con lo desfalleciente del deseo del Otro y con su falla en la transmisión simbólica. Jóvenes que interrogan si les hacen falta tanto al Otro parental como al social, impulsados hacia el consumo adictivo, la exclusión social y la emigración, en un intento de remover la fijeza de las marcas no dialectizadas del goce del Otro.

Trabajo de pasaje como un promover a la exogamia, propiciador del encuentro con el otro sexo y la construcción de lugares de intercambio social.

Los estados límites en la adolescencia donde jóvenes sujetos han quedado en banda o echados al azar nos convocan a correr el límite de nuestras prácticas como a propiciar la renovación del lazo social hegemónico de nuestros tiempos, límites que abren no sin desgarros a horizontes aún no creados.

J.Marcelo Esses - Escuela Freudiana de Buenos Aires.