"TRES AL HILO". DE LA PASION POR EL UNO. Eduardo Said.

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Coloquio de verano 2007. EFBA. Enlaces y desenlaces de las pasiones.

“Tres al hilo”, no es sino uno de los tantos dichos que tipifican la exaltación de la potencia viril. Es un enunciado y en tanto tal, recurso retórico que bien puede eximirse de demostración. De cualquier forma, la cifra exige a la pretensión una cierta modestia.

A pesar de ello, me percato que podría haber arriesgado algo más y titular “cuatro al hilo”. Veremos si lo puedo demostrar.

Va de suyo que se trata de un dicho típico en la charla entre varones. Sería algo excepcional que un grupo de damas se entrame en esa forma de conteo. De hacerlo, cosa que no se descarta, lo harán entonces bajo la norma “normâle”, la del macho.

En una relación heterosexual si se produce el conteo, seguramente pasará por la cuantificación de la eyaculación del varón. No por la variabilidad, multiplicidad o en sus casos, ausencia de orgasmo femenino.

La medida de lo que allí configura “uno” contable, se refiere a la eyaculación en tanto su carácter discreto, discontinuo, breve e intenso, evidencia la contundencia de que allí hubo un goce aprensible. Tumescencia y detumescencia vivifican los episodios que facilitan y aún imponen el conteo. El pene se presta así a la imaginarización del uno y su caducidad.

Como curiosidad, el tao con su ideal del orgasmo continuo no eyaculatorio, hace presente en forma invertida su valor de moneda de cuenta.

Propuse como subtítulo: de la pasión por el uno. Tal vez debería haberme expresado distinto: de la pasión por la serie o por el conteo. Una y no cualquiera de las pasiones del “hombre”.

Bajo la forma de hipótesis, propongo considerar la pasión por la serie como una forma alternativa, sintomática, obsesional, de saber-hacer con la eficacia traumática del “uno”.

Del uno aquí en tanto Uno impar, del significante fálico en Lacán, de la “representación inconciliable”, dando la versión freudiana. Para Freud la irrupción de un goce vivido como extraño se imaginariza como representación inconciliable.

Un recurso defensivo entonces frente a esa irrupción de goce sería hacer series que mitiguen la eficacia traumática del significante impar, seriando, nodalizando, anudando, sintomatizando.

Para Freud hay una vivencia traumática pasivizante primera en la histeria, que se generaliza a otros tipos clínicos como efecto del O/otro y su acción eficaz sobre el cuerpo del hablante. La idea de una reversión activa en la obsesión, curso frecuente en el devenir del macho hablante, se sostendría de la repetición ahora activa del uno.

Una evidencia temprana se encuentra en los juegos diferenciales de los pibes. Mientras los varones enfatizan diversas formas del control, que incluyen los cuerpos y el conteo; las nenas eligen hacer escenas, conversando y bailando. Eso se continúa sin duda en la vida adulta. Conversan, charlan más y por eso, es mi delirio, viven más. Amén de eso, son las primeras que salen a bailar, mientras ellos suelen tomarse su tiempo y sus recaudos para el dominio de la escena.

Una confesión: de niño me sorprendía cómo las nenas juntaban figuritas no numeradas, que no hacían serie, que no tendían al completamiento de un álbum-todo. Recuerdo haber mirado al sesgo esas figuritas-de-ellas de muchos colores, brillitos y formas disímiles y sin numeración. Mirada al sesgo entre fascinada y despreciativa, digna de una insipiente y tolerable misoginia.

Colecciones de figuritas que no hacían series completas; tan distantes, tan poco dependientes de una numeración que haciendo secuencias de diversas heroicidades, en general deportivas, estabilizaban el mundo al prometer el premio de su completamiento.

Tal vez sea en exceso por consabido en psicoanálisis, el relevar la función del número, para ser más preciso: del uno que habita en las lenguas. Aún así me permito volver sobre el tema valiéndome de una cita tardía de Lacán, del Seminario de Caracas, 12 de julio 1980:

“Sorprendente es que el número nos sea dado en la lengua misma. Con lo que vehiculiza de real. Por qué no admitir que la paz sexual de los animales, si tomo al que dice ser su rey, el león, radica en que el número no se introduce en el lenguaje, cualquiera que sea. Sin duda, el amaestramiento puede dar su apariencia. Pero nada más.”

Es simple acordar con Lacán en que ningún león macho, el presunto rey, el de la melena, necesite recurrir a alguna forma de intento de transmitir los resultados de sus hazañas o rendimientos sexuales. Se podría suponer que escaparía a su interés ya que al no estar afectado por el uno, no tiene caso inventar cuentos y cuentas.

Es conocido el chiste del naufragio en una isla desierta, de un hombre con una mujer, en general actriz de cine, reconocida como la más bella del momento, que luego del acto lleva a la solicitud que se disfrace de hombre por un rato para tener a quien contar fanfarroneando.

De alguna forma la cultura popular tiene incorporado que ante la intrusión de un goce extraño, conviene contar el cuento y varias veces. Esa parece ser una de las varias funciones de la amistad: escuchar el cuento y colaborar en darle nuevas formas ficcionales.

Representar el uno, volverlo a presentar en la escena del mundo, fue y es un recurrente en las distintas culturas. El mundo está plagado de antiguas señales fálicas por la presencia de menhires. Práctica que se renueva en obeliscos y otras espigas que -permítaseme reduplicar el vicio- penetran el cielo.

Marcas representativas de la impronta fálico-peneana, que señalando un sitio o lugar en oposición a su ausencia, evocan la estructura mínima de cualquier sistema simbólico. El significante, el trazado mínimo y su falta. Recuerda viejas y rígidas prácticas de introducción en la grafía, por la vía de la repetición del palote.

Es en ese sentido que el par opositivo freudiano falo-castración, y no pene-vagina, condice con la lógica binaria del uno-cero de las computadoras.

Decir que Freud fue un genio precursor de la lógica computacional se vería como un exceso equivalente al que se le intuye por sexualizar hasta el número, en particular el uno. Impudor del mentado pansexualismo del psicoanálisis.

Si el órgano eréctil, en tanto implica su potencial detumescencia, se presta a la cuenta, queda a su vez particularmente parasitado por el uno. Hace unos años, cuando emergía -valga el término- el Viagra y a modo de lectura crítica, escribí un breve texto en que sospechaba su potencial éxito futuro, a cuenta de la lógica fálica en la que se sostiene. Esa es justamente su función: hacer del pene erecto un uno eficaz y sostenido.

La parasitación por el uno afecta más a ellos que a ellas, tal vez por eso se soporta mejor la frigidez -que a esta altura vaya a saber qué quiere decir- que la impotencia.

Lacán alude con ironía a la supuesta inferioridad femenina, con la expresión esos “seres insignificantes”, rescatando en ello el ausentamiento solo contingente de la parasitación por el uno.

Lo cual no arregla del todo las cosas para ellas, ya que “parecer ser” en su cuerpo-todo alusión fálica, da muchísimo trabajo y no tolera bien la falla que rápidamente se vive como bizarría. Redoblar sobre el cuerpo-todo el peso resolutivo del uno fálico con pretensiones armónicas no es poco trabajo. Se suele escuchar, y no solo en el consultorio, que las mujeres se ocupan según sus dichos en “hacer mis cosas”: teñido, corte, depilación, cosmetóloga y otros oficios. No se puede fallar. Tal vez un solo pelito fuera del lugar apropiado, o el más tenue corrimiento de una línea, rompe el sutil y perfumado escenario. Paso de lo sublime a lo grotesco. Así de sensible es el imaginario corporal femenino, vía abierta a la mentada facilitación somática.

Pero volvamos al conteo en tanto relación-resolución del Uno fálico en producción de la serie. La pasión concomitante por la serie, decide una lógica que apuntando a sosegar el peso de lo inconciliable, arma secuencias que implican control, ordenamiento, cálculo, distribución en redes. Operaciones que pueden llegar a acorralar todo deseo en un desierto numérico. Gran parte de las imposibilidades del deseo obsesivo se construyen en series así reverberantes y sin salida.

La particularidad de que el síntoma obsesivo no operaría por represión, da su fuerza a una conciencia del ejercicio del uno fálico y su curso en organizaciones lógicas cerradas.

Así la pretenciosa logicidad hace de particular soporte a “la pasión del alma por excelencia, el narcisismo”. Dura alianza, esa del narcisismo y la lógica.

Hacer serie-numerar suele, si no se estanca en un desierto de goce, enlazarse a la perversión polimorfa del macho. Freud destaca en Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre, título de su texto de 1910, la producción de la serie como parte de las condiciones de sujeción a un cierto goce fantasmático. Serie que se especifica en mujeres comprometidas con un otro hombre.

Los asesinos seriales de prostitutas, ejemplo extremo y colmo de la pasión misógina, anudan el conteo serial a un goce sádico que no encuentra el límite del nudo al prójimo; que se sacía en el vaciado de vida de la carne deseada. “En ti más que tú”. Forma extrema del deseo puro; registro serial y criminal.

Bajando el tono; en la tragicomedia de la vida cotidiana de las parejas suele ser entre crítico, divertido y ridículo el tiempo en que ellos acuden a ejercitar la necesariedad imperiosa de que las cuentas cierren. Su motivo explicito: el control de los gastos, para el que ellas suelen quedar acusadas de insuficiencias. El cierre de las cuentas daría una versión panóptica de control total.

Más allá de no desconocer las derivaciones de la vida social, suelen colarse en el conflicto diferentes formas de resolver la relación al Uno fálico. La supuesta agresividad obsesiva devendría de la compulsión efecto de estar habitado por esa lógica.

Si se aceptase el desencuentro lógico entre posiciones sexuadas, mejoraría, tal vez, la forma del malentendido inevitable.

La serie y su continuidad pueden llegar a aburrir. Tal vez tenga en eso razón Catherine Deneuve al afirmar que los hombres con el tiempo devienen aburridos. Por suerte, reconozco que me implico, aclaró que ellas pueden devenir arpías. Así la cosa se renueva en la “no relación sexual”.

Tanto será que los números pueden llegar a aburrir que durante mucho tiempo, y tal vez sea antes de la venta masiva de benzodiacepinas, se usaba como inductor del sueño el contar ovejitas saltando una valla. Así la composición sordamente enunciada de la serie de los números naturales vaciaría todo pensamiento hostil o tortuoso soporte del insomnio. La cuestión era no distraerse y seguir al hartazgo con la cuenta sin llegar a “ratonearse” con alguna de ellas.

La eficacia tranquilizante de la serie sostenida no siempre se produce, puede que depare por el contrario un vértigo angustioso. Una mujer joven, que acude impedida por lo que hoy se llamaría un ataque de pánico, relata que el sueño traumático repetitivo de su infancia se componía de la serie creciente al infinito de números que se agolpaban en el vértigo de su emergencia hasta producir un estallido atroz. Su corolario, salir corriendo a la cama de los padres. El caso podría ilustrar un cierto contrapunto entre la emergencia fóbica y el fracaso de la llamada “solución” obsesiva.

Recuerdo un relato con ribetes hasta conmovedores de otra señora en análisis que rechazando la perversidad del goce sexual del macho, el de su marido-que-le-fuera-adjudicado, dejaba su cuerpo inerte para el susodicho goce, ausentándose a una interioridad anéstésica en que contaba las redonditas cuentas de su rosario. Cuenta que se seguía hasta acabar, sin pretensión que acontezca al unísono dado lo diverso de sus menesteres.

Las distribuciones entre los sexos, no unívocas por cierto, dejan indicadas sus prevalencias aún en las elecciones de carrera. Tomo solo un ejemplo: hay una dominancia extrema -ya lo saben- de mujeres en Psicología (se solía decir que había 8 mujeres cada 2 hombres, uno de los cuales era gay) y de varones en Ingeniería donde impera el cálculo y nada menos que de estructuras.

En cualquier caso, el fantasma neurótico no deja de sumar desventuras, aún cuando no emerjan en principio reducidas al número, operación esta exacerbada en la obsesión.

Una forma de escribir el síntoma en Lacán bajo la forma de matema nos llega por el uso de la letrita griega sigma Ó. Nos resulta propicio que en el cálculo matemático, sigma, implique a la vez sumatoria. Síntoma y sumatoria serán tal vez una de las formas de articular lo nodal del síntoma a lo axiomático del fantasma.

Hace un tiempo escribí un texto, con pretensiones de texto clínico al que titulé: “La vas a ligar”, amenaza en desuso que ilustra sobre su función de ligadura, y que tenía por subtítulo: “sumatoria de lo peor”.

Partía de un emergencia recurrente en el discurso efectivo, que suele escucharse en la clínica y en la cotidianidad: el uso de la expresión “y encima”, seguida de diversas intensidades de desventuras: desde la muerte de seres queridos o animales domésticos no menos queridos, pasando por desperfectos técnicos de todo orden que suelen armar secuencias confabulatorias y todo tipo de otras “maldades” de los otros que tipifica la condición paranoide del conocimiento humano.

Hay en la sumatoria que la expresión “Y encima…” condensa, una verdadera función de la lógica del fantasma y sus privilegios de goces y sufrimientos. Si vaciamos de contenidos a la queja, repetiría: uno + uno + uno + uno en serie interminable. Interminable, sí la repetición significante automatiza sin alcanzar, sin tocar, sin la tyche, encuentro-desencuentro con el objeto.

Conviene considerar al sujeto llamado neurótico como efecto de corte y nudo. Nudo de un triple agujereamiento, de una al menos triple dimensión de la pérdida y su potencia. Se cuentan tres que hacen uno. Pérdida en el goce, en el saber, en el amor como condición de estructura en tanto habilite a su potencial recupero por la vía invertida de la ley del deseo.

Los hilos que empalman privación, castración, frustración se corresponderían con la pretensión del título: “tres al hilo”. Referencia aquí al nudo, trenzado en cuerdas de los registros de Lacán.

Decía en el inicio que debería haberme animado a titular “cuatro al hilo” dirigiéndome más que a la vulgar hazaña u otras variaciones del hacer series, a que tales operaciones se encadenen en tanto cuarto hilo como síntoma.

Anudar agujeros impregna de ficciones constructivas de la realidad fantasmática al impacto del Uno, como fijación-impronta de goce. De la fixión pulsional, escrito con x como propone Lacán en L’etourdit, a las tramas ficcionales del fantasma.

De allí que conmover ciertas ficciones fantasmáticas, destino mayor a mi entender del análisis, pueda trastocar fijaciones de goce.

Para concluir, aún a sabiendas de la insuficiente argumentación: con el uno no se puede fundar un todo. Esta pretensión no deja de ser sino un reducto ficcional recurrente en la lógica masculina que confunde el uno y lo que hubiese de ser.

El infinito potencial que ilustra la fábula de Aquiles y la tortuga, da cuenta de la función lógica de eso inconmensurable que solemos nombrar como objeto separador; tope, escollo, carencia sobre la serie interminable del significante. Sí el sucesor solo siguiese zumbando puede que se infinitice en manía obsesional.

No se trata solo de conmover significaciones fantásmáticas, imaginarizaciones del agujero y la existencia. Aún el vaciado de sentido que recupera la estructura formal de la serie, podría no ser sino un buen recurso para el desierto de goce de la obsesión.

Se tratará mejor de otra estofa, la de la diferencia absoluta entre el Ideal del Otro, horizonte del Uno y el objeto; la del amor sublimación u otras fórmulas no totalizantes que dicen mejor de esos fines.

Y un hecho que suele no registrarse en su valor de mostración de la pasión por el uno: los viejos almanaques no omitían como suele acontecer hoy, que el principio de la cuenta del año refiere a la circuncisión del nombrado “nuestro señor”. Vaya forma contundente de iniciar la cuenta colectiva brindando por la renovación del pacto, pero velando a su vez la celebración del corte ritual sobre el artefacto facilitador de contar Uno.

Eduardo Said. Coloquio de verano 2007. EFBA. Enlaces y desenlaces de las pasiones.