DECLINACIONES DEL AMOR DE TRANSFERENCIA. Eduardo Said.

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Intervención en el Panel “Amor de transferencia y tiempos en la cura” . Coloquio de Verano de la EFBA. Enero 2006.

Freud rescata su texto sobre el “amor de transferencia” como su aporte clínico más relevante. Apunta con ese sintagma a una específica y repetida situación clínica: la del amor más o menos confeso de una mujer en análisis por su analista médico-hombre. No es fortuita esa distribución de lugares en orden a la sexuación.

Freud es “sabedor” de la especial sensibilidad de ellas al anudamiento por la romántica amorosa. Tampoco es fortuito que se refiera a la figura del médico y dé casi por implícito que se trata del lugar del hombre. Saber referencial y detentación fálica de época se entraman de modo indisimulado.

Tal vez resulte excesivo, pero a nuestro entender vale hacerlo, el atribuir a Freud en el rescate de la relevancia de ese texto, una cierta convicción nodal sobre el amor. Me refiero a la función de anudamiento, atributo del amor, que no podría sino mostrar alguna de sus caras en la transferencia.

El amor de transferencia no es tan rotundo en el caso de “ellos”. Si su presentación neurótica dominante, la obsesión, deja su sello, es en la solemnidad en que se juega la oblatividad, no exenta de su revuelta a menudo solapada por el lado del odio.

De la suposición de saber y las inflexiones del amor de transferencia

Lacán parece extender y ahondar el alcance de la cuestión del amor por las vías de la postulación del sujeto supuesto saber. Dijo en el Seminario 20: “quien les habla, creyó deber sustentar la transferencia, en cuanto no distinguible del amor, mediante la fórmula del supuesto sujeto de saber. No puedo dejar de marcar la nueva resonancia que puede cobrar para ustedes ese término de saber. A aquel a quien supongo el saber, lo amo”.

En la expresión “a quien supongo el saber, lo amo”, se juega una dominancia imaginaria que se deposita en la persona del analista. No es un uso ingenuo del término persona. Es en esa versión del semblante lindante con la apariencia, donde se suelen habilitar los primeros pasos que en esos signos se sostienen. Saber en esos términos, no queda despejado de conocimiento o saber referencial adherido al semblante de la persona del analista.

Anticipamos alguna hipótesis: hay pasaje en los tiempos de la cura, entre modalidades diferenciales de articulaciones del amor y del saber:

- del amor al que detenta el saber como conocimiento y sus copulaciones;

- a la puesta en producción del saber inconsciente, sus determinaciones significantes que apuntan al borde de la letra de goce;

- y una posible o tal vez solo contingente derivación en un saber-hacer con la dimensión de la falta.

Del saber-conocimiento imaginarizado al Otro, para el caso el analista, al saber significante, despliegue repetitivo y su función de desgaste sígnico y creación poética, si la hubiera; al saber-hacer, convicción-apropiación que, instalada, soporta y disfruta, si me permiten el entusiasmo, el goce del inconsciente.

Declinación-transformación ahondada, pero difícil de afirmar como conclusiva, de la relación al Otro. Asunción de la posición del incauto del propio deseo reanudado en posibles otros goces y formas del amor.

Estas inflexiones potenciales de la relación del sujeto al saber, al sujeto supuesto saber, están entonces en correspondencia con las variantes del amor de transferencia que es dable esperar en los tiempos de la cura.

Lacán propone en Encore que, el discurso del analista en tanto precipitante del cambio de discurso analizante, entraña la emergencia posible de una renovada forma de amor. Relevo-efecto de la función desencadenante, precipitante del discurso analítico.

Si hubiera esos pasajes por las formas diferenciales del amor en los tiempos de la cura, designarían un tiempo primero de dominancia imaginaria–narcisística. Reducto de la demanda, del reclamo, de la queja sufrida, que pone en escena las coordenadas más duras del fantasma neurótico, que demanda por no ser amado, reconocido, considerado, por ser excluido en los goces y amores de los otros, del Otro.

Diversidad de formas clínicas que, puestas en frase, podrían decir: “no soy siendo amado”. Expresión que traduce en términos de carencia amorosa, el “soy siendo pegado”, de la escena primaria del fantasma deslindada por Freud.

Es esperable de la operación analítica el pasaje de la posición de amado a la de amante-amador en tanto deseante. Posición deseante que de emerger en el análisis seguramente investirá el lugar-función del analista del valor de localización del deseo del Otro. Oportunidad de operar en diferencia.

El deseo del analista, dejando entrar en la escena de la clínica las formas del amor-deseo analizante como deseo de deseo del Otro.

Ocasión de avance y erosión sobre las demandas regresivas; ocasión de desbaste del sujeto supuesto saber, al que se ama y al que se demanda amor; efectos a ser potencialmente apropiables en el tránsito transformativo a nuevos anudamientos que tocan lo real del goce. Amor, deseo, goce.

La secuencia que se orienta en la fórmula “realizar simbólicamente lo imaginario”, R.S.I., desanda lo imaginario del amor narcisístico, despliega la posición deseante en torno a la falta, habilita a formas reinventadas y reentramadas de goces.

Si esa secuencia se produce, habría una salida advertida de la reciprocidad imaginaria, rivalizante, paranoide, que suscita la relación al otro como semejante.

Habría la localización de un incurable que por la trasmutación de goces, pone notas de irreversibilidad en la estructura.

Proponer la noción compleja de amor sublimación señalaría una encrucijada de anudamiento en que la pulsión podría hallar nuevos derroteros.

El amor es un hecho de estructura. Despejado el tiempo en que tenía mala prensa en el lacanismo, hay un reconocimiento de su función estructurante. Del que incluso cabría estar advertidos del riesgo inverso de su exasperación.

En un breve texto que titulé “ajó-ajó – el significante de la fonación”, hacía alusión a un simple juego que suelen sostener las mamás con sus pequeños. El estimularlos tomando una emisión sonora del niño y devolviéndola como fonema de lalangue. Ajó-ajó es un ejemplo. Cediendo un espacio de silencio que propicia la emergencia de la respuesta de la fonación del niño. No sin el estímulo de la mirada, mediada por las cualidades positivas del rostro en gesto de amor, y el tacto como caricia.

Esas primeras fonaciones que enlazan en el niño el goce de la emisión sonora al deseo como deseo del Otro, suelen tener como condición el amor, para el caso donador de la falta, que hace condescender el goce al deseo. Sirva este repaso para acentuar el carácter nodal del amor.

Afectaciones del fantasma, mutaciones y distribuciones de goce

Volviendo sobre el amor de transferencia y los tiempos en la cura, nos interesa proponer los avatares y transformaciones del fantasma en esos decursos.

Resaltamos el pasaje de un tiempo inicial en que el fantasma hace presente sus densidades por las vías de la demanda, la queja, la culpa propia y ajena que tan juntas andan. Formas en que se actualiza la dominancia imaginaria del Otro como gozador.

El pasaje desgastante por las demandas regresivas, en presencia; su tránsito a formas de implicación del sujeto en sus destinos, configura el tiempo medio y por cierto el más extendido del análisis. Escenario repetitivo del despliegue pasional de amores y odios regresivos que necesariamente van a entrar en la escena y en cuya resolución, alcance y destino se jugarán las eficacias potenciales del acto analítico.

Del instante de la mirada en que se coagula la fórmula del fantasma, al extendido tiempo de comprender la banalidad de las demandas, al momento de un concluir fallando, que corta y reanuda.

Destacamos sin ahondar el valor del “que se diga” del amor en la escena del análisis. Aunque su efecto suele complicar las cosas, la declaración amorosa al estilo de Alcibíades; el acto de enunciación del amor en su diversidad de formas, acentúa la emergencia del deseo allí expresado. El pasaje de erómenos a erastés. Acto en el que aprehende aquello que le falta en tanto amante.

En sus límites, es expectable un viraje en la axiomática que funda el fantasma. Un agujereamiento y apertura de los sellados que tipifican el anudamiento fantasmal neurótico. Mutaciones por ende en las formas del amor, en correspondencia con las eficacias transformativas de la lógica del fantasma. Atravesar no es liquidar, sino instalar la operación del vacío y la contingencia.

Si formulamos el pasaje por tiempos de la cura en términos de distribuciones de goces, cabría relevar, no sin cierto riesgo de esquematizar, un tránsito en el acento del goce del Otro escrito como super-yo cruel y cuya fórmula menor podría ser “soy siendo pegado”, a la diversificación que suele excitar el goce fálico como correlato de la puesta en movimiento del propio análisis; pasaje de la posición de amado expectante a amador-deseante y el desenlace hacia unos otros goces que suplementan, suprimiendo-conservando-superando.

No cabe, a nuestro entender, exacerbar una perspectiva desexualizante. La localización del vacío de la causa no tendría porqué idealizar unos goces no sexuales.

Hay allí una cuestión pendiente, la de “igualar los tantos” en el fin de análisis de hombres y mujeres -permítanme expresarme con simpleza-, por las vías de la exaltación de un goce femenino no sexual. Lo que reste incurable posiblemente conserve diferencias matizadas entre lo perverso por un lado y lo loco y enigmático por el otro.

Del deseo del analista y el fin del análisis

Los pasajes aludidos tendrán como condición la posible operación analítica que en el plano del amor de transferencia encuentra -es nuestra opinión- una preciosa formulación en el Seminario de la Angustia, al proponer Lacán la función deseo del analista distante de la fórmula que tipifica el amor narcisístico: “Te amo aunque no lo quieras”.

Si así se especificara la posición del analista, erraría en exceso el sentido, la vectorización a la que mejor podría apuntar el análisis. El asistencialismo, el furor curandis, entran en esa fórmula convocados por la demanda incondicional del paciente.

Lacán propone una fórmula en diferencia que no alude al amor, aunque no habría porqué eludirlo, sino al deseo. Fórmula que si se pudiera decir lo haría con el texto: “Te deseo aunque no lo sepa”. Indicador de la posición del analista que no se propone como localización del destino pasional amoroso del analizante, pero que no excluyéndose, hace presencia de su operación semblante-desencadenante-precipitante.

Esa parece ser la posición que mejor especifica el no aceptar ni rechazar el amor de transferencia, sino habilitar un decurso deseante como deseo del Otro, que oriente al vacío y sus anudamientos en un más allá de la escena con el analista.

Destino no siempre transitable. Muchos análisis se interrumpen por resistencia del analista y/o porque “el amor es mas fuerte”, como dice la canción.

Hay, sin duda, una privación de goce en el análisis. También una aceptación y reorientación de las formas en transformación de las vías del amor. Pasaje del amor de transferencia a las alternativas contingentes del amor mundano. En una declinación de aquel amor que no solo alude al aligeramiento, sino al pasaje a la tercera persona.

A verificar si, en el fin del análisis, el amor hace condescender el goce al deseo, sin las densidades trágicas del fantasma. A verificar si hay invención de una otra nodalización de amor-deseo-goce. De la consistencia, el agujero, la ex-sistencia.

Serán sus verificaciones, si se nos permite la dureza cuasi científica del término, la caducidad o al menos la insuficiencia del sujeto supuesto saber; la convicción de que no hay acto con garantías y que posiblemente esté allí su inquietante disfrute; que no hay verdades eternas; que no hay el Otro y que hasta se puede vivir bien, o aún mejor, con esa convicción.

Paso de la culpa a la responsabilidad, de la tragedia a la comedia. Agotamiento del ideal del héroe que suele fracasar al triunfar. Ocasión de, a veces, divertirse.

El vacío, singularmente anudado, despeja el lugar donde potencialmente se puede –si es que se quiere- alojar al otro, escrito con revalorizada minúscula, con lo que eso pueda connotar de ternura. Vacío posibilitado por la renuncia en transferencia a la fijeza del objeto.

Sostenemos que formas de amor aligeradas de narcisismo hacen menos presente el recurso al odio como separador. No es tan necesario el odio, si sobre esos fines el resto yoico necesario a la vida está suficientemente agujereado, advertido de la falta en ser, la propia y la del de al lado.

Eduardo Said. Intervención en el Panel “Amor de transferencia y tiempos en la cura”. Coloquio de Verano de la EFBA. Enero 2006.