ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO. Víctor Lunger

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Elegí hablar de este tema porque es el que ocupa particularmente mi atención actualmente. Hay que diferenciar entre acting out y pasaje al acto. Dado que en psicoanálisis no es como en la clínica psiquiátrica, donde se usa la fenomenología para definir especialmente las cuestiones nosológicas; poner el énfasis en la fenomenología, aún hablando de psicoanálisis implica, tal vez, alguna razón. El hecho concreto es que, como con las brujas, que las hay las hay. Yo diría con la fenomenología de los hechos, es como con las brujas, que la hay, la hay; y si uno habla de algo y no sabe frente a qué está, mal puede avanzar en la teoría en un plano estructural.
Vamos a empezar con la fenomenología. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de pasaje al acto? Primero distingámoslo del acting out.
Cuando se habla de acting out se suele referir a una modalidad de la acción, por lo general un hecho conductal que alguien realiza o relata a quien lo está tratando. Les voy a hablar desde el psicoanálisis, sin que por ello las cosas que les diga no puedan pensarlas desde otro plano.
Entonces, el acting out es un hecho que se realiza o que se relata frente al analista, que sorprende, ya sea inmediatamente o pasa desapercibido pero sorprende cuando uno se da cuenta que eso ocurre. Tanto el analista como a lo que nosotros solemos llamar analizante y que otros llaman paciente.
Es una escena, por lo tanto el carácter visual es una cosa central, en una conceptualización más fina de la cuestión se puede hablar de fantasma, de una fantasía desplegada en lo real porque no puede desplegarse de otra manera.
La característica del acting out es que es una escena que, en general se sostiene, que puede ocurrir y puede desaparecer pero que en general tiende a volver a aparecer de la misma forma o con otra forma. Se trata de un hecho, desde el punto de vista teórico, en el cual el sujeto muestra al analista el objeto de su deseo, para decirlo con más precisión, el objeto al cual el sujeto se dirige, lo cual no es lo mismo. O sea que hay una diferenciación planteada entre lo que es el sujeto y lo que es el objeto.
Por supuesto se trata de un deseo que falla en su articulación significante, por lo tanto cabe preguntarse qué clase de deseo es un deseo sin articulación significante. Sin embargo, esto es como la cuestión de las brujas. Es un deseo problemático en su definición como tal, pero que lo hay lo hay. Entonces se trata de un deseo que está en juego en el acting out, pero la modalidad en que aparece en el acting out, que es la mostración, lo diferencia de otros modos de vehiculización del deseo como el que puede ser el del orden de un síntoma.
Esta es una diferencia fundamental entre el acting out y el síntoma: el acting muestra algo hacia lo cual se dirige el deseo. En términos un poco ingenuos se podría decir: muestra el objeto del deseo, y con más precisión, el objeto señuelo del deseo, pero lo muestra, no hace otra cosa más que mostrarlo. Esta mostración está dirigida al Otro, un Otro inconsistente que está ahí. Un Otro que desfallece en su función de captación de lo que ahí está ocurriendo. Ya sea que desfallece porque desfallece en su condición de analista, ya sea por la propia estructura del analizante, no se logra constituir un analista en ese lugar.
Hay acting out que son la consecuencia de un momento de la cura, hay otras modalidades del acting out que es lo que en la literatura clásica se llamó "paciente con acting out", donde el acting era una modalidad constante en su vida. En esos casos el desfallecimiento del Otro, o de lo que es la instancia del Otro, es estructural. Uno dice, falló el analista en su función, pero en realidad es muy difícil instaurar al analista. Se puede decir que es un llamado a la intervención del Otro.
En principio, en un cierto momento del desarrollo teórico de esto se hablaba de un llamado a la interpretación, un llamado paradojal porque es un punto donde la interpretación no sirve. Ahora podemos pensar que es un llamado a la intervención del Otro. Intervención quiere decir no solo interpretación, hay otras maneras de intervención.
Hay una cierta coincidencia en la literatura lacaniana de hoy en día, respecto de que se trata de un hecho forclusivo. Que el acting out es un hecho forclusivo. Pero cuando digo forclusión no me refiero a la forclusión en el sentido específico de forclusión del Nombre del Padre, sino a una operación que tiene las mismas características pero que se realiza en un punto de la malla significante, en el cual no se trata del Nombre del Padre sino que se trata de un agujero en la red. De un significante que ahí está agarrado con alfileres y que se va a volar por lo real, `por la vía del acting out.
Bueno, esta caracterización del acting out nos permite diferenciarlo de aquello para lo que fui convocado que es el tema del pasaje al acto.
En el pasaje al acto la cuestión es distinta. si bien tienen algunas cosas en común. En principio también tiene que ver con una escena hecha o relatada, pero no es una escena que sorprende, esa es la primera diferencia: ni es desapercibida ni sorprende. El pasaje al acto se ve venir, da pistas.
Entonces, decíamos, se ve venir, más bien parece el punto final de algo que se viene anticipando, a veces no muy claramente, pero se ve venir, insisto con esto. A diferencia del acting no es una escena que se sostiene, de lo que se trata es de una escena que cesa. Que cesa dramáticamente, en momentos de enorme dramatismo.
A diferencia del acting out el sujeto no se encuentra frente al objeto mostrando el deseo ante el Otro, mostrando aquello que él cree que es el objeto de su deseo en relación al Otro; sino que se trata de un punto donde el sujeto se identifica al objeto. El sujeto se transforma en el objeto, pero no en cualquier dimensión del objeto.
El objeto a puede ser definido en distintas dimensiones teóricas para la literatura lacaniana. Ustedes habrán leído que el objeto a tiene distintos parámetros teóricos. La identificación al objeto puede venir por distintos lados, por el lado de la mirada u otros objetos pulsionales, es decir el objeto a como objeto parcial, que es una de sus dimensiones. En este caso el sujeto se identifica al objeto a como desecho, como resto.
Se identifica al objeto como desecho, se arroja de la escena y corta la escena. Hay una escena que se rompe, el sujeto se arroja por fuera del marco de esa escena, ya sea que se arroje efectivamente, como muchas veces ocurre, por la ventana o por algún lado. Se trata del corte de una escena. Se pasa de una escena en lo real a lo real sin escena. Se terminó la escena.
Van viendo las diferencias con el acting out, ya no hay una mostración de un deseo, no hay una actuación frente al Otro y de lo que se trata es de ese cese de la escena y de la abolición del sujeto en tanto identificado al objeto, que se arroja de la escena.
Decíamos recién que en el acting out se trata de una forclusión, de una forclusión que no es del Nombre del Padre. Uno puede tener una teoría unificada del acting out, tal vez porque está definido en relación a la neurosis y en relación a estructuras que si no son exactamente neuróticas por lo menos tienen la posibilidad de plantearse la división entre estructuras forclusivas y no forclusivas. Por lo cual un hecho forclusivo en una estructura se puede destacar.
La teoría del pasaje al acto es más complicada, no sé si puede haber una teoría unificada del pasaje al acto. Ustedes saben que las articulaciones teóricas se pueden hacer a distintos niveles de abstracción en relación a los hechos. Hay formulaciones que se hacen muy pegadas a la descripción de las cosas, hay formulaciones que se hacen en un segundo nivel en relación a lo que es la fenomenología. Otras formulaciones se hacen a un nivel mucho más abstracto. Las formulaciones respecto del pasaje al acto, más allá de la fenomenología son de un cierto nivel de teorización que permiten situar cual es la posición del sujeto, la del objeto a, del Otro, pero no se puede arribar a una afirmación tan general como decir: es un hecho forclusivo.
Si bien podemos pensar que se trata de un hecho forclusivo, esto no tiene demasiadas implicancias. Porqué? Porque no es lo mismo el pasaje al acto en un paranoico , en el cual el delirio ocupa un lugar fundamental y quizás hasta el mismo pasaje al acto puede ser el resultado de la producción delirante, por ejemplo; no es lo mismo el pasaje al acto en un esquizofrénico en el que de repente, las voces le ordenan que se tire por la ventana, o que le pegue un cuchillazo al médico de guardia o que rompa una ventana.
Tampoco es lo mismo un pasaje al acto de una persona que está en un duelo patológico, atravesando una situación depresiva donde la identificación al objeto ocupa un lugar muy particular vinculado a ese duelo; que un pasaje al acto en un sujeto de estructura histérica, en un momento de su análisis, en el cual produce el pasaje al acto porque está investigando su lugar en el deseo del Otro.
Acá me parece importante aclarar que vengo siempre hablando desde el psicoanálisis y con las estructuras habituales que se presentan en el consultorio. Tal vez habría que trabajarlo desde la experiencia hospitalaria, pero desde donde yo les hablo quizás se pueden sacar ciertas conclusiones.
El hecho es que en nuestra práctica cotidiana uno advierte que hay que tomar muy en serio la posibilidad de que esas cosas ocurran, esos signos que están anunciando la posibilidad del pasaje al acto; aún cuando se trate de una histeria. Una persona que uno llamaría de estructura histérica, hay que tomarlo con muchísima seriedad, no sólo porque se puede suicidar, sino porque cuando alguien fantasea con el suicidio o con el homicidio hay que tomarlo en serio. Yo diría que no hay una diferencia de fondo entre lo que se le juega al histérico y lo que se le juega al depresivo en este nivel de teorización en el que nos vamos a manejar. El pasaje al acto también puede ser una fuga, también a veces un portazo, y a veces hay pasajes al acto totalmente benéficos.
Entonces, vuelvo a repetirles. No se puede tomar a la ligera el intento de suicidio histérico. Si nos cuenta un paciente que intentó suicidarse tomando cuarenta pastillas de valium, bueno, uno dice ya sabía que esto podía pasar, no es tan grave; y esto es distinto que si una persona se toma veinte somníferos y una botella de whisky, o se tira debajo de un tren. Es verdad, no es lo mismo. Pero eso no quiere decir que no hay que tomar con mucha seriedad lo otro. Porque en esta cuestión de investigar qué lugar tiene un sujeto en relación al Otro, a veces se pueden hacer cosas muy serias. O sea que las consecuencias pueden ser igualmente graves. Pero esto no solo por eso, sino porque además cuando alguien para averiguar qué lugar tiene en el Otro tiene que recurrir a semejante escena, no importa cuántas pastillas se tomó ni la calidad que haya usado para armar la escena del pasaje al acto, esto quiere decir que tiene un problema bastante serio y con una cosa bastante grave que es su alojamiento, su relación al Otro.
Si lo tiene que investigar de esa manera quiere decir que no está pudiendo investigarlo de otra. Y eso es lo grave de la cuestión y eso es lo importante. Digamos que una mínima advertencia clínica implica -si se trata de una neurosis- que el analista no debería dejar pasar la oportunidad. Si alguien jugó al suicidio no debiera dejársele pasar de largo qué se juega. En el sentido de que si jugó tan fuerte que se haga cargo de las consecuencias del hecho en relación a la verdad en juego. Hay que aprovechar la oportunidad para que se haga cargo de las consecuencias subjetivas de ese juego fuerte que jugó. Porque muchas veces este sujeto juega ese juego, sale del juego, se le hacen un par de mimitos, se le dice, mira, tenés un lugarcito en el Otro, entonces sigue su vida cotidiana como si nada hubiera pasado.
Entonces ahí hay una cosa fundamental en la dirección de la cura. Si un paciente nos llama a la madrugada desesperado porque se está por tomar cincuenta pastillas, yo diría que a la próxima sesión no hay que seguir de largo como si no hubiera pasado nada. Ni en la próxima ni en las próximas. Esto es una puntuación al margen.
Sigamos con el siguiente recorrido. Primero vamos a ubicar este primer nivel de teorización en el que podemos ubicar estas cosas, después veamos qué consecuencias tiene esta teorización, qué nos puede enseñar la clínica del pasaje al acto. Insisto que yo les voy a hablar desde el psicoanálisis, teniendo en cuenta también las particularidades del caso. Es muy diferente trabajar con alguien bien instaurado en la neurosis que con la estructura de alguien que está totalmente por fuera del plano de lo simbólico. O sea, que las modalidades de la clínica deben sufrir adaptaciones muy importantes, tal vez transformaciones para hacer ese pasaje. Les hablo de lo que se puede hacer en las neurosis. Las consecuencias, tal vez de quienes están trabajando con otras estructuras, las pueden sacar ustedes.
Una última advertencia, una cuestión antes de plantear una teorización mínima. No es lo mismo plantear pasaje al acto que pasar al acto. Quien lee la bibliografía de filiación lacaniana sobre el tema , a veces tiene que sortear cierta confusión. Ya sea porque se encuentra con alguien que habla de pasaje al acto usando la palabra en un sentido totalmente diferente, ya sea porque de repente se tiende a idealizar esta cuestión del pasaje al acto como un modo de resolución de ciertos momentos vitales del sujeto.
Yo haría la diferenciación centrada en el punto nodal. Pasar al acto tiene que ver con ciertos momentos de máxima presencia subjetiva, donde el sujeto se constituye más fuertemente en su dimensión de sujeto. Encuentra más fuertemente su posición de sujeto, o en los momentos en los que concluye. Esos famosos tiempos lógicos, el tiempo de la mirada, el tiempo de comprender, llega el tiempo de concluir y pasa al acto. Salta ese límite que puede plantear la duda, la espera, el tiempo de comprender. Pasa al acto y encuentra su certeza subjetiva que es donde pasa al acto. Eso es radicalmente distinto del pasaje al acto.
En el pasaje al acto se trata de lo contrario. El sujeto no solo no alcanza su máxima certeza subjetiva sino que el sujeto se aniquila como sujeto. Se identifica al objeto como resto y se arroja fuera de la escena, franqueando el marco de la escena, haciéndola cesar.
En función de esto, vayamos a esa mínima teorización de las condiciones en las cuales se produce el pasaje al acto. Por un lado planteemos como se ubican las cosas del lado del sujeto: (S)y por otro, como se ubican desde el costado el Otro: (A). Lo escribo sin barra por la particularidad que tiene el pasaje al acto.
d


S = a i (a) (1) A = I Ù d(A) (2)
I
Vamos a recordar, dijimos que se presenta como una escena que cesa, que hay un franqueamiento de la escena, ¿qué pasa desde el costado del sujeto?
Como se los fui adelantando, desde el lado del sujeto hay una identificación al objeto a como desecho. En el momento del pasaje al acto llega a su máxima culminación, digamos que llega al límite, ese límite donde ya sujeto ya son la misma cosa, en el sentido de que el sujeto se convierte en el objeto a como desecho. En el lugar donde Lacan trabaja más detenidamente el tema del pasaje al acto es en el seminario de La Angustia, que es nuestro punto de referencia teórico en el día de hoy y dice que lo que ocurre es que el sujeto está en una posición de máximo embarazo. Embarazo como traducción del término francés "embarras".
Es decir, algo así como acotado, barrado al máximo. Esta barra está múltiplemente potenciada, es el acotamiento subjetivo máximo, y eso es una de las cosas que se van insinuando,
Decíamos que en el pasaje al acto la escena se ve venir. Se va encontrando al sujeto cada vez más en posición de desecho. Pequeños episodios, después no tan pequeños, primero aislados, después cada vez más seguidos, donde el sujeto está en posiciones de desecho.
Frente al Otro está en posiciones de desecho. En términos más comunes uno podría decir su autoestima empieza a caer, está más como resto de las situaciones en las que se encuentra, cada vez más alojado en el último rinconcito de las escenas de las que participa. Entonces, la identificación del sujeto al objeto, posición de desecho y máximo embarazo.
¿Y cuál es la posición del Otro? La posición del Otro es la de una solidificación, una magnificación, una tendencia a la absolutización. Es un Otro sin barrar.
Si el Otro está absolutizado, sin barra, y el Otro está cristalizado en una posición de omnipotencia, en principio está absolutizado en todas las dimensiones que uno puede poner en juego en relación al Otro. Está absolutizado en su saber, pero lo que es más importante, es que está absolutizado en su goce.
Esa absolutización en el goce, tampoco se presenta de una vez, ahí ya está en el punto de culminación. Clínicamente lo ve venir. En el relato del sujeto uno encuentra al Otro que se va absolutizando en forma creciente en cada aparición y la aparición progresiva de esa consistencia absoluta del Otro, de un Otro cada vez más consistente y menos barrado hace que uno tenga que empezar a preocuparse, a tomar muy seriamente esto y a operar clínicamente. No hay que esperar a lo que el sujeto hiciera, o que alguien golpee en una escena violenta para que la clínica psicoanalítica empiece a ocuparse de esto con algo más que la atención flotante. El analista no puede sentarse a hablar frente a todas estas cosas, tiene que operar en la medida que lo ve venir. Esto que escribimos con estas letras que es la configuración del momento del pasaje al acto es el punto final donde se produce propiamente el pasaje al acto y que es precedido por instancias donde el aplastamiento del sujeto, su aparición como a, la renuncia a su deseo, así como la aparición de un Otro sin barra e identificado al ideal del yo se va presentando en grados crecientes. De una escena a la siguiente que nos son relatadas esta configuración se ve aparecer en grados más purificados y absolutos. Por eso habíamos dicho que el pasaje al acto se ve venir.
Escribí Ideal barrado del lado del sujeto y Ideal sin barra del lado del Otro en conjunción con d(A),¿porqué?, porque en esta absolutización del Otro, que pusimos en el plano del saber, del lado del goce, lo que se produce es una convergencia muy particular de una cosa que es estructural, que el deseo y la ley son la misma cosa.
La ley es estructural en la constitución del deseo. Y eso tiene que ver con la figura del padre, con la prohibición del incesto. Solo que cuando este hecho estructural que hace que todos podamos vivir más o menos normalmente, cuando un hecho estructural se focaliza y se focaliza en relación al Otro y se ubica en el lugar de la barradura del Otro, esta convergencia entre deseo y ley se transforma en capricho del Otro. Es decir, la ley queda subordinada o trastornada y/o transformada en el soporte del goce del Otro.
Este elemento es fundamental en la estructuración de la situación del pasaje al acto. Entonces, describo dos cosas. Qué pasa del lado del sujeto y qué pasa del lado del Otro en la configuración de la escena del pasaje al acto. Por otro lado estoy describiendo el hecho que llevado a su extremo es la estructura en la cual se produce el pasaje al acto. Cuando esto culmina, cuando el Otro queda absolutamente así y el sujeto absolutamente del lado del objeto hay un pequeño disparador para que aparezca el pasaje al acto. Ese pequeño disparador Lacan lo describe en el seminario de La Angustia como emoción. Eso incluso lo hemos encontrado del lado de la jurisprudencia, de la ley, en los famosos estados de emoción violenta.
Bueno, no hace falta que sea violenta, basta con que sea emoción, la violencia viene después. Hay un disparador que es un hecho donde el sujeto se siente desbordado desde el punto de vista de sus parámetros emocionales, desde el punto de vista de los parámetros que sostienen su imaginario. Desde ahí se dispara el pasaje al acto.
Les quiero contar ahora como se opera clínicamente con esto a través del psicoanálisis.
Pero antes de pasar a esto, quisiera decir algo más de la teoría, porque si no, no se va a entender, o por lo menos no voy a ser explícito respecto de alguna de estas operaciones que hacen a la clínica del pasaje al acto.
Quizás, para completar la descripción teórica que hice antes tendría que señalar algunos hechos más. Primero, porque no siempre es así, muchas veces en estados de duelo, en esa particularidad que se establece entre el sujeto y el Otro, desde el costado del cuerpo, de lo imaginario, especialmente en estados de duelo, lo que uno encuentra es un resquebrajamiento de la estructura de la imagen. Muchas veces hay fenómenos de fragmentación corporal, que no aparece como la fragmentación corporal de la esquizofrenia, sino más bien al modo de la fragmentación corporal de la histeria.
En personas que están atravesando estados de duelo, yo lo situé particularmente en sueños con partes del cuerpo, sueños donde se ve a la persona perdida, no siempre despanzurrado, pero, por ejemplo con un brazo sangrando, otros sueños donde a veces el mismo sujeto aparece de esa manera. Todo esto va denunciando una cierta ruptura de ese elemento central de la constitución yoica que es la unificación del cuerpo. Ese es un elemento que quisiera marcar.
Esto viene a ser un hecho que produce una potenciación de la particular sensación subjetiva que tiene quien está en esta situación. Porque esas cosas producen pánico, desorientación, estados de angustia bastante importantes. Incluso producen un aumento de esa sensación que tiene ese sujeto, que se siente en el lugar del objeto como desecho, de que el Otro lo goza. Solo que cuando está así, en esta posición donde empieza a jugar la fragmentación corporal, no puede situar con claridad cuál es el Otro que lo está gozando. Pero siente esas fragmentaciones como un indicio de ese ser gozado por el Otro.
La otra dimensión que quiero remarcar, esta la señaló Freud y es clásica. Freud vinculó los fenómenos de agresión y de agresividad con la pulsión de muerte, también Freud habla del suicidio como un homicidio. Todo suicidio es un homicidio. El sujeto dirige la agresión o la agresividad, que no es lo mismo, contra sí mismo. Esto es importantísimo y tiene enormes consecuencias clínicas.
El otro elemento que es el que mencionaba recién tiene que ver con la relación al goce del Otro. Ese Otro que se focaliza es vivido por el sujeto como un Otro gozador. Ya lo dije, pero lo quiero recalcar, el pasaje al acto es un intento de hacer cesar ese goce y de sustraerse a él, sólo que con la particularidad, y de esto uno muchas veces no se entera porque no hay quien lo cuente, pero cuando hay quien lo cuente uno puede enterarse un poco más. La particularidad del pasaje al acto es que el sujeto intenta ponerle coto, un límite al goce del Otro. Intenta sustraerse, claro que, a veces la cosa es tan paradojal que, en verdad, es la entrega suprema a ese goce del Otro.
Las dos cosas se suelen presentar. La otra cuestión es que el sujeto, por lo menos cuando lo logra contar, es decir, cuando sobrevive si se trata de un intento de suicidio, o cuando son pasajes al acto de otra clase, golpes, escenas violentas, abandono de instituciones, de servicios, hay una fantasía que es muy importante y es la fantasía de renacimiento, que acompaña a lo que estructuralmente se puede situar como un intento de reinscripción. El sujeto intenta constituirse de vuelta. Es una fantasía de relanzamiento, de nacer de vuelta, muchas veces eso está presente.
Todo esto lo tenemos que tener encuentra para pensar la clínica de la cuestión, ahora sí vayamos a la cuestión de la clínica.
Por supuesto, como dije antes, no hay que esperar que la estructura del pasaje al acto se presente como completa para empezar a trabajar sobre ella. En el análisis, y esto no se refiere sólo al pasaje al acto, sino que se refiere al despliegue en el análisis de la estructura del sujeto, hay un balance que hay que tomar muy en cuenta, que es muy delicado y muy importante y que es el soporte de la escena del análisis para el despliegue y lo que es el momento del corte.
Cuando se empieza a desplegar el fantasma, las cuestiones diarias en el análisis, hay que dejarlas desplegarse. Y dejarlas deplegarse suficientemente. No hay que apurarse a cortar, ni a cortar el goce, ni a cortar el despliegue fantasmático, ni a cortar la escena, que, por otro lado nos provoca, nos lleva permanentemente a un deseo, la ley natural que uno tiene de intentar ayudar al sujeto a cortar con esa escena.
Diría yo que eso tiene que ver con el furor curandis del que habla Freud, de eso tenemos que precavernos. Tenemos que permitir que en el análisis el sujeto instale sus cuestiones, ahí. Instalarlas quiere decir desplegarlas, y desplegarlas quiere decir aguantar que frente a nosotros sucedan cosas más o menos dramáticas. Que se desplieguen, que hablen, que produzcan su texto, que produzcan los elementos que permitan después al sujeto poder hacer algo con eso, con la ayuda del analista.
O sea, que la primer cuestión es no cortarla de antemano. Pero la segunda cuestión es que, cuando las cosas se están desplegando y el goce le impide la relación del sujeto con la verdad, hay que empezar a cortar.
La angustia en el goce que se despliega es el tercer elemento a tener en cuenta, en verdad son tres parámetros que van indicando cual tiene que ser el balance de la dirección de la cura en el eje de la cuestión. Una vez que se despliegan, y uno tiene los elementos para empezar a operar sobre esto, ya tiene con qué trabajar.
Entonces, lo primero de la cuestión es dejar venir. Al pasaje al acto no hay que temerle. Hay que dejarlo venir, que se despliegue, hay que aceptarlo. Uno no se puede asustar, ese famoso "sin temor y sin piedad" no se aplica solo al deseo, sino, a cómo un analista tiene que enfrentar esas cosas. Sin temor y sin piedad, yo diría también sin apresuramiento. Pero no sólo aceptando la escena, que eso es muy importante, hay que aceptarla pero además dar lugar y escuchar la preocupación del analista. Ese fenómeno que podríamos llamar contratransferencial, que tal vez no es sólo contratransferencial, y que es la preocupación que uno empieza a sentir frente a estas cosas, esto hay que escucharlo. ¿Y porqué hay que escucharlas? Porque ahí está el primer elemento. Si en la transferencia uno piensa qué quiere decir que el Otro se va absolutizando, quiere decir que el Otro no está teniendo lugar para el alojamiento del sujeto. Entonces pensar que el analista está preocupado es un primer elemento concreto en la transferencia en el cual se empieza a producir la barradura del Otro.
O sea que el primer elemento, el más elemental, es el analista preocupado, y preocupado no quiere decir desesperarse, cada uno tendrá su modo de preocuparse y seguramente de manejar eso de un modo que le permita dirigir la cura y no que la preocupación dirija la cura. Mostrarse preocupado por un analizante que está en esta situación constituye la primera operación, la más elemental, que implica mostrar un Otro barrado. Es ya empezar a deshacer ese particular sesgo que va conduciendo al pasaje al acto.
El analista tiene que buscar que el analizante hable, porque muchas veces, el analizante insinúa, larga pistas, nos larga una frasecita, alguna metáfora, alguna película que vio, etc., pero no nos habla francamente de su fantasía de pasaje al acto, si es que la tiene por ahí. La insinúa, el analista tiene que promover por todos los medios que esto sea hablado francamente en la sesión. Pero eso no solo con respecto al suicidio, insisto sobre esto, también con respecto a cualquier otra escena del pasaje al acto. Los golpes, las salidas violentas, que se pueden ir perfilando en la vida de una persona. Es muy importante la palabra, que el analizante hable, no sólo porque eso permite analizar las cosas, sino porque hablar promueve a su vez la trama simbólica, aún cuando la trama simbólica sea ahí problemática. También el hablar es otra de las barreras elementales al goce. Si se trata de sustraerse del goce del Otro, que el analizante hable, es una segunda barrera básica con respecto a ese goce del Otro que tiende a capturar al sujeto.
La tercera cuestión, que también forma parte de las cosas básicas, es lo que hago espontáneamente frente a un paciente en una situación así. Justamente, estas cosas que se hacen espontáneamente y que provocan a veces que algún analista vaya después desesperado al control a contar, las violaciones a las presuntas normas del psicoanálisis en que incurrió. Y yo diría no. Estas cosas que salen espontáneamente en ese contexto muchas veces tienen que ver con lo que la estructura misma provoca. Tienen un fundamento teórico y son operaciones fundamentadas en la teoría, aunque surjan sin ninguna apelación a un saber.
Uno demanda que el analizante concurra a sesión, es muy importante lograr que el analizante acepte desplegar su fantasmática del pasaje al acto en la escena del análisis. Es muy importante que acepte ese lugar para jugar su cuestión, o por lo menos para hablar de ella. Y esto es bastante factible de hacer si el analista se da cuenta e insiste. Insiste qué quiere decir? Que pide que lo llame por teléfono, por ejemplo, le da curso a la preocupación.
Si uno se siente preocupado, el analizante se va y uno dice, se va de acá y ahora que hace?, no sabemos. Y bueno, uno le puede pedir que vuelva a tener una sesión más tarde, que lo llame por teléfono, uno puede llamar al paciente por teléfono. Eso no está prohibido por el psicoanálisis, eso es psicoanálisis.
Solo que ésta es una concepción del psicoanálisis que trabaja con los tres registros: lo real, lo simbólico, lo imaginario. Entonces uno sale de la abstinencia, esa que es lo adecuado para otros momentos del análisis. Aquí la abstinencia pasa por otro lado, pasa por el grado de medición y sensatez con el que uno tiene que jugar estas cosas. Pero la escena del análisis se prolonga. La barrera entre la vida y el consultorio, se borra ahí. La posibilidad de la llamada telefónica, y ahora vamos a ver porqué este punto. Hay que insistir en la continuidad entre la escena fantasmática que se le va configurando al sujeto que está al borde del pasaje al acto y la escena del análisis.
Eso tiende a romperse y eso es lo que uno tiene que mantener a toda costa, esa continuidad. Uno tiene que estar metido dentro de la escena e intentar que el analizante meta la escena en el análisis.
Qué está haciendo uno con esto? Uno está haciendo eso que se dice en francés, que viene de Lacan, faire semblant, hacer semblante, solo que uno no hace solamente semblante de objeto a, uno hace semblante de muchas cosas en la cura. A veces hace semblante de padre terrible, a veces de madre receptiva, de inodoro también, sobre eso los kleinianos tienen una experiencia descomunal, pero en este caso se trata de hacer semblante de Otro barrado, de un Otro con deseo respecto de ese analizante.
El analista hace semblante a través del estar preocupado por ese analizante, pero guarda una cierta distancia con esa preocupación. Es muy importante remarcar el semblante, porque, por supuesto, si uno no logra dormir de noche no está manejando muy bien las cosas, quiero decir, que una cosa es hacer semblante y otra cosa es quedar pegado a eso, en una posición maternal, de cuidado. Tiene que haber suficiente compromiso como para que eso sea verdadero y no tanto como para que deje de ser hacer semblante.
Si en el pasaje al acto el Otro deja caer o abandona, acá se trata de no dejarlo caer, de sostenerlo. Y después viene otro tipo de operación, si hasta ahora se trataba de hacer una operación de semblante, de barradura del Otro, la que les propongo comentar ahora es otra operación que se da a nivel pulsional.
Es una operación de clivaje entre el sujeto y el objeto a. Recuerdan que decíamos que una de las condiciones del pasaje al acto es que el sujeto se va identificando al objeto. Esta operación de clivaje es no solo para impedir que se suicide, o para impedir que mate a alguien, sino también porque esto es muy importante desde el punto de vista de la dirección de la cura, uno tiene que operar acá para clivar estas dos cosas.
¿Y cómo se hace para clivar al sujeto del a?, Fíjense ustedes, de hecho es una operación muy sencilla y nadie se salvó de hacerla de vez en cuando. Yo les hablaba recién de la llamada telefónica. ¿A ustedes nunca les ocurrió que un paciente les hablara de su voz? No de lo que ustedes le decían sino de su voz, de que escuchaban su voz, o necesitan escuchar su voz, por ejemplo "me tranquilizó", "me dio horror", "qué voz rara que tiene", etc. Bueno, qué está pasando? Hay algo del orden de la pulsión que está en juego.
Ustedes saben que la voz es un objeto pulsional. Si el sujeto está identificado al objeto, una llamada telefónica propone una separación, la voz queda del lado del analista y el sujeto queda del otro lado. Es una invitación al clivaje por el lado de una de las vías pulsionales, por la vía del sujeto y del objeto. Y esa operación también se puede repetir a nivel de la mirada. Suele ser bastante conveniente que el paciente que esté en períodos donde esto se configura se siente, que nos mire, no solo que se siente sino que nos mire. Ofrecernos a la mirada.
Por un lado, en el plano pulsional, para sostener este clivaje, mientras más haya del objeto del lado del analista, menos habrá del objeto del lado del analizante. Este es el costado pulsional de la cuestión, el costado real. También, muchas veces hay algo que tiene que ver con lo imaginario. En esas situaciones de duelo que les comentaba, cuando se produce esa particularidad de la fragmentación corporal, el lugar del analista como sostén de cuerpo unificado ayuda a mantener el soporte narcisista del sujeto en estado de duelo. La mirada tiene una función importantísima. Así que eso que uno espontáneamente hace, que es sentarlo al paciente frente a estas situaciones, también es una operación importante.
Al ofrecer el objeto uno tiende a clivar, promueve el clivaje de este sujeto identificado al objeto. Hay otra operación que se produce también a nivel de la pulsión y del deseo, por supuesto en el medio de todas estas cosas el sujeto habla de lo que le preocupa, del duelo que va atravesando, si es que se trata de un duelo, va hablando de las escenas que lo llevan a esa situación al borde de la catástrofe, muchas veces no hay oportunidad de analizar, hay tiempos, sesiones enteras, de semanas, meses, que uno tiene la sensación de estar haciendo algo que no es exactamente un análisis. Pero no es así. Uno está sosteniendo el análisis en una dimensión no interpretativa. Eso también forma parte del análisis, eso también es parte del análisis. Los límites del análisis ya no son solamente los sujetos neuróticos, que hablan, relatan sueños y uno le interpreta. El límite del análisis a veces es una situación de urgencia. También uno opera en esas circunstancias. Las conclusiones las pueden sacar ustedes desde donde la práctica frente a estas situaciones ocurre. Y el sujeto, cuando puede hablar, porque por momentos puede hablar y pasa al registro simbólico, empieza a trabajar aquello que lo ocupa. Su duelo, aquellas situaciones que hicieron que solo mediante precipitaciones violentas pueda encontrar alguna marca en el ser.
Estoy pensando en un paciente particular, alguien a quien solamente mediante la violencia logra encontrar un lugar en el mundo. Uno va trabajando muchas veces favorecido por estas operaciones mientras la palabra no aparece o es dificultosa. Una persona puede tardar en empezar a hablar, pero no hay que negarse a analizarlo mientras tanto. O sea, que, en verdad, todas estas operaciones, además de sostener al sujeto y alojarlo en el Otro, tienen alguna relación de orden estratégico con crear las posibilidades para lograr que el sujeto pueda vincularse a su verdad. Que finalmente ese es el objetivo de cualquier análisis. Es un trabajo que se potencia a medida que la palabra puede ir poniéndose en juego.
Este poner al sujeto en relación a su verdad es el objetivo de cualquiera, en cualquier circunstancia donde le toca intervenir, si se dedica al psicoanálisis. Puede ser una sala de guardia, en la calle, y en ese hablar, por supuesto que no es en la situación clásica donde el sujeto se ofrece a la interpretación, pero hay otras modalidades que tienden a la manipulación de la situación fantasmática del sujeto. Si tomamos en serio esa frase que es tan cierta de Freud de que todo suicidio es un homicidio, bueno, lograr situar a quien mata, cuando quiere matarse, o tratar de situar hacia quien va dirigida la violencia, o hacia quien, o con respecto a quien se sitúa es objeto de desecho, esas cosas son fundamentales para que el pasaje al acto, o las estructuras, o situaciones previas que van configurando la escena del pasaje al acto permitan hacer avanzar al sujeto en relación a la verdad.
Y en el medio de esa conversación, de ese punto donde uno puede hablar con el analizante, puede analizarlo. Es muy importante favorecer aquellos elementos que nos dan prueba de que el sujeto empieza a reubicar sus cuestiones con el deseo. De repente el sujeto que está al borde del marasmo, empieza a contar algo que marca un punto de deseo, una pequeña escena, una ida al cine, un almuerzo al mediodía, puede ser a veces muy banal la cosa, pero el analista tiene que meterse de cabeza con eso. Porque es ahí donde se juega el deseo, de nuevo se cliva el objeto del sujeto.
Estas son algunas mínimas indicaciones que creo haberles comentado acerca de cuál sería en la teoría del pasaje al acto, cuáles serían las modalidades clínicas que como ustedes verán, una clínica implica una idea del análisis, tal vez más amplia de la que se tiene cuando uno piensa en las cuatro sesiones semanales y el paciente que asocia y el analista que interpreta.
Víctor Iunger
(*) Presentación realizada en el Hospital Borda el 3 de mayo de 1993. Publicado bajo el título "Acting Out- Pasaje al Acto" en "Actualizaciones en problemáticas de la clínica". Autores Varios. Edición del Hospital Nacional José T. Borda.
NOTAS:
(1) Conjunción del I: (Ideal del yo) con d(A): (el deseo del Otro) con el Otro sin barrar, o mejor aún: I Ù d(A) en el lugar de la barra del Otro lo que deja A: (el Otro) sin barra, es decir absoluto e idealizado al extremo.
(2) Del costado del sujeto ponemos el objeto a entendido como resto al cual se identifica y abrimos tres ejes en los cuales ubicamos el deseo con barra, o sea una aniquilación del deseo, así como de su imágen especular i(a) también con barra, aplastada, así como su Ideal del yo. I también aplastado, por eso en los tres casos colocamos la barra como escritura del aplastamiento.