LA CLINICA DEL PSICOANALISIS. Isidoro Vegh

Tiempo de Lectura: 15 min.

Conferencia dictada el 22 de abril en el Seminario Freudiano de Bahía Blanca con motivo de las actividades preparatorias para la reunión Lacanoamericana. 1999

Esta mañana escuché que era la primera vez que en Bahía Blanca se hacía una jornada abierta de psicoanálisis. Estamos acostumbrados a pensar desde la perspectiva que compartimos, el "acto analítico" como fin. Esto nos hace perder que una buena definición de acto es cuando algo nuevo comienza. Si esta jornada llegara a ser el comienzo de algo nuevo, estaríamos compartiendo un acto.

Titulé esta conversación "La clínica del psicoanálisis". La preposición nos invita a pensar el genitivo en sus dos variantes: objetivo y subjetivo. En la variante subjetiva es el psicoanálisis el que está como sujeto ofreciéndonos su clínica. En la variante objetiva, es el psicoanálisis el que se ofrece como objeto.

Intentaremos hacer la clínica del psicoanálisis en aquellos lugares donde la falta de ciertos conceptos teóricos ha contribuido a la irrupción de otras respuestas a las demandas que el ser humano erige donde la medicina no responde.

Un avance por el lado del absurdo: si alguno de los periodistas que estuvieron con nosotros me lo preguntara, le diría que el psicoanálisis no es una terapia de los sentimientos. Se puede reconocer un abanico bastante amplio de lo que suele ofrecerse en el campo "psi" como controversia a lo que el psicoanálisis propone. Quién no ha escuchado las ofertas de la cura por amor. Que desconoce algo que la lengua popular enseña: que el amor es inherente a nuestra condición, no desdice, está en el lenguaje, que hay amores que matan.

Al quedarnos tan sólo con la respuesta de que el psicoanálisis no es una terapia de los sentimientos, se creyó que nos dejaba cómodamente en el desconocimiento de su existencia. Los sentimientos existen, sin embargo, no los igualamos a los afectos. El sentimiento es la dimensión imaginaria de aquello que al humano lo afecta en su ser, el afecto.

Referencia al afecto, descuidada en la variante que sigue la enseñanza de Lacan, da un espacio favorable al error, a la proliferación de lo que lo sustituye: las terapias que avanzan advertida o inadvertidamente por el callejón de la intervención imaginaria de los sentimientos.

Voy a citar algunas frases de Lacan en su Seminario "Encore":

"La contingencia la encarné del cesa de no escribirse. Pues no hay nada más que reencuentro, reecuentro en el partenaire de los síntomas, de los afectos, de todo esto que en cada uno marca el trazo de su exilio, no como sujeto sino como hablante, de su exilio de la relación sexual."(1)

Esta frase dice que todos somos exiliados, del cuerpo de nuestra madre, de un goce prohibido que los psicoanalistas llamamos incesto. Todo exiliado lo que más anhela es, como dice el tango, "Volver", aunque sea con la frente marchita. Pero sucede que cuando vuelve nunca es lo mismo, se trata del exilio irremediable, de una tierra que nunca se tuvo.

El afecto, en sus dos variantes tradicionales, se nombra como amor y odio. Lacan dice que un verdadero amor incluye el odio. Esto lo lleva a revisar su teoría de la transferencia. No ha sido suficientemente subrayado en los psicoanalistas que nos ubicamos en esta perspectiva. Así como en Freud estamos habituados a reconocer por lo menos dos teorías metapsicológicas antes y después de la introducción del concepto de "pulsión de muerte", en "Más allá del principio del placer", me animo a sostener que en Lacan hay por lo menos dos teorías de la transferencia. La segunda a partir del momento en que introduce este neologismo: hainamoration, homófono con enamoración. Lacan suele enseñar del mismo modo en que habla el objeto al que se refiere; no sólo dice sino que muestra. Hay cosas que se dicen, otras se muestran. Lacan nos muestra la indisoluble relación del amor y el odio. Es así como sitúa el concepto de hainamoration:

"Esto que para ustedes hoy escribiré con gusto como hainamoration es el relieve que ha sabido introducir el psicoanálisis para situar ahí la zona de su experiencia."(2)

Para la creencia difundida de que la perspectiva lacaniana es un juego frívolo de las palabras, no es poco escuchar o leer que Lacan sitúa el amor y el odio en el eje de su experiencia; es una revisión importante en su teoría. No podemos negar que fue él mismo quien, enfrentado a las terapias de los sentimientos, llegó a decir al comienzo de su enseñanza: "espero que mis discípulos eliminen dos palabras: intelectualización y afecto". Marca una revisión.

El amor es el que nos reúne movido por la fuerza de Eros, es nuestro modo de consolarnos de un exilio irremediable, es el encuentro con el otro para paliar la falta de ese territorio primero, eso que el mito presenta como el paraíso perdido.

El odio se dirige al ser, testimonia lo intolerable cuando exiliado del territorio primero, enfrentado a la intemperie del frío, del hambre y del desamparo encuentro delante alguien que pavonea la consistencia de su ser.

Vuelvo a recordar cómo está escrito en la Biblia el crimen de inicio. Se nos dice que Caín era malo y Abel era bueno. Pero por qué Caín mató a Abel?

Uno se dedicaba a la cría de ganado y el otro a la agricultura. Cuando llega la época Caín le lleva lo mejor de lo suyo a Dios y este no se lo recibe. Después acude Abel y Dios lo acepta y le agradece. Qué puede hacer Caín, matarlo a Dios? El odio se dirige al que "es" el preferido de Dios.

Voy a un segundo capítulo que permite reconocer un amplio recorrido de eso que mis colegas han llamado terapias alternativas. Algunas se llaman cognitivas, conciencialistas. Apelaciones a la que se supone la instancia superior del superior producto de la creación divina: la conciencia. Qué más valioso diferencial de todo viviente que la conciencia que habita al ser humano?. Se identifica conciencia con conocimiento racional identificado a su vez como el encuentro con la verdad.

El problema es que nuestra conciencia también refleja nuestros sentimientos de amor, de odio, o sus efectos. Se lee muy fácil retroactivamente: qué decimos cuando nos encontramos con quien fue nuestra novia treinta años atrás, qué buena elección que hice? No, decimos siempre lo mismo: qué le vi? Se resume en la frase popular que dice que el amor es ciego. Qué le pasó a la conciencia, o será que ella no es el lugar del ejercicio de una razón dirigida a la verdad?

Lacan propone pensar a la conciencia como una pantalla. Supongamos un lago a cuyo borde hay un árbol que en él refleja su silueta. Imaginemos un mundo que quedara deshabitado y no hubiera ningún hombre, seguiría o no reflejando el lago la silueta de ese árbol?. Con este apólogo Lacan nos dice que la conciencia funciona al modo de un espejo o de una máquina que no precisa de un sujeto que la comande, registra lo que se le pone enfrente, no garantiza de la nitidez de lo que registra, ni mucho menos del valor de eso que registra.

Esta es la episteme que está en el inicio de la ciencia: si las cosas mostraran su estructura a cielo abierto la ciencia no sería necesaria. La ciencia se inaugura cuando el ser humano puede admitir la falta del valor de verdad que le ofrece la certeza de su conciencia.

Esa no es la única función de la conciencia, a veces en ella golpea algo que excede los velos con que habitualmente las cosas se nos ofrecen. Allí, algo se desgarra y el sujeto encuentra en la pantalla lo que puede conmoverlo hasta un afecto extremo: la angustia.

Hay o no conciencia cuando soñamos? En esta perspectiva tenemos que distinguir algo que se deja muy rápido de lado: conciencia no es sinónimo de vigilia, tanto es así que me despierto y puedo contar lo que vi en la pantalla del sueño.

El tercer capítulo al que quiero referirme son estas variantes que, descuidadas desde el psicoanálisis, ofrecen el espacio para otras respuestas tentadoras.

Me refiero a la relación con el otro. Un amplio campo de las ofertas "psi" atañen a esto: las variantes grupales, sistémicas, técnicas de comunicación, teorías del vínculo. Son distintas propuestas de lo que nombraré como teorías y prácticas de la intersubjetividad. Supone que cuando alguien habla se trata de un sujeto que dirige su mensaje a otro sujeto.

Freud, al final de su vida, dice que su descubrimiento es el inconciente. Supongo que todos conocen el clásico ejemplo freudiano de Signorelli, que hace referencia al olvido de un nombre propio. Freud está con un joven, quiere recordar el nombre del autor del juicio final y la palabra Signorelli no le aparece. En su lugar le aparece Boticelli, Boltraffio, Traffoi, Herzegovina, etc.

La tesis freudiana es que la palabra Signorelli se puso de acuerdo con la palabra Boticelli sin consultarlo; él es el efecto de un acuerdo entre dos palabras. Es este descubrimiento el que destruye la ilusión de que somos la primer criatura que gobierna sus pasos en este valle de lágrimas por decisiones racionales.

La frase que está en la base de las teorías de la relación al otro dice que un sujeto es aquel que envía su mensaje a otro sujeto.

Hacerme cargo de que la palabra Signorelli se puso de acuerdo con la palabra Boticelli para producir el efecto de un Sigmund Freud situado ante el sexo y la muerte, dirá la fórmula al revés: la palabra Signorelli representa a Sigmund Freud para la palabra Boticelli. No hay relación intersubjetiva.

Lacan opera un cambio a partir del momento que propone su teoría del discurso. Como Heidegger está atento a que la relación de un ser humano con otro es absolutamente distinta a la de cualquier viviente porque está mediada por la palabra.

Propone la lógica del discurso que apunto mínimamente:

agente otro

verdad producción

Se trata de la relación al otro; los psicoanalistas no escamoteamos que en definitiva toda psicología es social; implica -como diría Hegel- una comunidad de conciencias, muchos personajes en juego.

Hay un agente que es el que inicia el discurso, el que profiere el mensaje. Los psicoanalistas no podemos avalar que se trate sólo de un encuentro de conciencias, por eso tanto debajo del agente como del otro pongo una barra que es un modo de mostrar lo que está debajo como inconciente. Debajo del agente lo que se sitúa como verdad, debajo del otro lo que ese discurso busca o logra producir.

Ustedes podrían pensar que me estoy contradiciendo: primero postulo el argumento de que no hay relación intersubjetiva y después sitúo el agente y el otro. Sin embargo, no es así porque si bien esos son los lugares, en ellos Lacan no sitúa un sujeto dirigiéndose a otro sujeto. Allí utiliza su álgebra.

Supongamos que se tratara del discurso del analizante: de un paciente cualquiera histerizado por el dispositivo analítico. En tanto la regla fundamental propone que diga lo que se le ocurra, inmediatamente el sujeto se sitúa en una estructura lógica, la llamada asociación libre, para que se pierda en el laberinto de sus palabras, entre lo que dice y lo que sabe. Si el analista sostiene la transferencia va a sostener una función, un significante que es inherente al discurso del analizante, S1.

S S1

a S2

El analista dirige si reconoce la partitura: es el discurso del analizante por eso bajo S1 escribo S2, homólogo a lo que llamamos saber inconciente. Bajo el S se ubica este misterioso y productivo objeto a que no es más que el motor, la pequeña cuota de goce a la que cada uno está atado. No hay más que un sujeto, por eso hablamos de IMPARIDAD SUBJETIVA.

Formulo, entonces, una pregunta: si así sucediera en cualquier reunión colectiva, no se podría formalizar la estructura de cada reunión con estas cuatro letras?

Lo dejo abierto, creo que no es secundario que podamos hacerlo o no. Para ir más allá de una denuncia que es válida pero ineficaz los psicoanalistas debemos aceptar los lugares donde nuestra teoría como nuestra práctica muestran sus falencias. En este caso una falencia en el psicoanálisis que le impidió avanzar rigurosamente desde una psicología de la intersubjetividad a una lógica de las estructuras colectivas.

PREGUNTA: dirías que tendríamos que estar atentos a saber de qué se trata ....

ISIDORO VEGH: creo que es meritorio tener la valentía de no avalar cierto tipo de intervenciones en la medida que hay algo que nos indica que responden a otra perspectiva, ajena a la estructura del sujeto.

En el caso que fue contado, está en juego la dimensión ética. Esa demanda expresada por el marido: "trate de ver si me puede calmar a esta mujer que me está molestando", muestra como dice el refrán que de las neurosis de uno viven muchos.

Sostener el deseo del analista es estar dispuesto a enfrentar esos intereses que tienden a sostener la neurosis; se trata de lógicas colectivas que muestran el goce de varios.

Lo específico del acto analítico es que responde a una ética. Cuando el sujeto no puede encontrarse con su deseo sufre, anda como alma en pena; define una ética, la del deseo. El psicoanálisis apunta a que el sujeto encuentre su goce en la perspectiva de su deseo. Puede incomodar estructuras cristalizadas, por ejemplo esa estructura familiar, el marido terrateniente y conservador, etc. Ahí lo que prima es el deseo del analista, estar a la altura de lo que lo convoca a su función.

No es fácil, la historia de la humanidad tiene relatos paradigmáticos. El ejemplo mayor es Sócrates: sus conciudadanos no le dieron, precisamente, una medalla por ayudarlos a encontrarse con su deseo.

PREGUNTA: qué podría decirnos de la civilización actual y la ética que convoca a la mencionada Reunión Lacanoamericana?

ISIDORO VEGH: suelo decir que a diferencia de mucha gente que tiene un sentimiento apocalíptico ante el tiempo que vivimos, a mí me resulta incitante lo que pasa. Soy muy curioso, me llegan preguntas que sobrepasan mis respuestas, me estimulan. El único problema es que estoy en la misma sartén.

Desde el inicio está planteado en el Lacano, cómo tendría que ser una reunión de analistas que no traicionara los principios éticos que su práctica dice sostener.

Si los analistas acordamos que lo mejor es que el sujeto pueda liberarse, sustraerse a los mandatos sádicos del superyó, podemos pensar que no es una buena estructura para los psicoanalistas una organización piramidal donde haya un comité director que regule dogmáticamente la teoría o la técnica.

Por eso en la estructura del Lacanoamericano no se le dice a nadie sobre qué tiene que hablar, ni cómo. Lo único que se propone son unas reglas mínimas de funcionamiento para que su palabra permita que circulen también las otras palabras.

Han participado en el Lacanoamericano psicoanalistas que no están inscriptos en la perspectiva de Lacan, hay muchos colegas que son de otras instituciones o de ninguna.

En una perspectiva neurótica, cada uno puede sentirse más o menos a gusto con quien quiera, pero eso no puede regular. Distinción entre deseo y orden narcisítico: la historia del psicoanálisis lo demuestra, cuando sólo me junto con los que son a imagen y semejanza de lo que creo ser el discurso se empobrece.

Isidoro Vegh

(*) Conferencia dictada el 22 de abril en el Seminario Freudiano de Bahía Blanca con motivo de las actividades preparatorias para la reunión Lacanoamericana. 1999

NOTAS

(1) Lacan, Jacques. Seminario Encore, Libro XX. Cap. XI, "Le rat dans le labyrinthe", pag. 132. Ed. Seuil, Paris, 1975.

(2) Lacan, Jacques. Seminario Encore, Libro XX. Cap. VIII "Le savoir et la verité", pag. 84. Ed. Seuil, París, 1975