CLÍNICA CON NIÑOS: LA ÉTICA EN JUEGO. Mariela Weskamp

Tiempo de Lectura: 22 min

Lacan nos propone que "El patrón de medida de la revisión de la ética a la que nos lleva el psicoanálisis es la relación de la acción con el deseo que la habita".(1) Acción sostenida en el deseo del analista que acompaña al sujeto en el camino de su deseo.

Ahora, en relación a la clínica con niños en tiempos instituyentes ¿cómo pensar en que el sujeto no ceda en su deseo cuando no estamos frente a un sujeto deseante aún?. ¿Qué ética dirige la cura?

Cuando hablamos de niño en tiempos instituyentes, nos referimos a aquel que está estructurando su psiquismo, sostenido en un orden simbólico que lo preexiste, la estructura del Otro. Estructura abierta, la del infans, que permite y requiere una operatoria diferente del analista ya que cuando la metáfora no opera aún con toda su eficacia, la posición transferencial no es pensable en la medida de la neurosis ya instalada.

Es evidente que la posición en la que se juega el analista no es la misma en los distintos tiempos de constitución

Tiempos del sujeto desde que ¡Gracias al Otro! es dicho y se constituye en parlêtre, se apropia de la palabra y habla, hasta que algo en nombre propio pueda decir.

Diferente estructura la del sujeto de la infancia, que por medio del juego intenta hacer suyos los significantes que le vienen del campo del Otro, que la que sobreviene al segundo despertar sexual de la pubertad, en cuya salida comenzará a sellar el fantasma (estabilizando la pulsión), que la del sujeto deseante que, sostenido en su fantasma, puede disponer del acto sexual. Camino recorrido desde ocupar un lugar en el fantasma del Otro, hasta la constitución de su fantasma en donde ahí se ofrece a este lugar que el Otro reclamaba, haciéndolo consistente.

Hay, a su vez, tiempos en la infancia, tiempos que se suceden en forma discontínua y que no necesariamente se realizan, distintos tiempos de la escritura de la falta

Durante toda la vida del hablante, la imposibilidad del encuentro lo escinde, y descompleta al Otro que no responde plenamente a la demanda. Operación propiciatoria.

Pero cuando el Otro no responde ahí donde debería, la nada ante la cual es arrojado, lejos de producir su partición (al no articularse con la falta) produce su aniquilamiento. Detenimiento entonces, que no se articula con el desencuentro, sino con una ausencia allí donde algo debería haber. A veces del orden de una carencia tal que impide la subjetivación de la estructura del Otro.

Cuando el Otro no cumple su función, la posición del analista es otra que cuando se trata de un síntoma, de "lo que no funciona" en la estructura. Allí, en algunos momentos, tiene que responder, ocupando el lugar vacante. Porque no se trata de encontrar los puntos donde el deseo esté detenido para relanzarlo sino de operar intentando que se cumplan operaciones incumplidas.

¿Qué diferencia entonces lo que hace el analista de lo que hacen los padres, los educadores?

La diferencia, quizá no la situaría tanto en las acciones que realiza, sino en el deseo que la sostiene. Deseo advertido de que no hay encuentro posible. Deseo que se articula en relación a la nada, que no se corresponde con el deseo de curar.

Si en algunos momentos en la dirección de la cura el analista va escribiendo el camino, no lo hace desde el amor, ni desde las mejores intenciones. Sino despojado de sus ideales, sosteniendo una función

Los distintos tiempos y las variadas posiciones de la infancia nos demandan diferentes intervenciones . En tanto al lugar a ocupar en la transferencia y también en tanto a nuestro tiempo de intervención.

La estructura no es atemporal. La estructura del Otro está desde el inicio, pero la subjetivación de ésta hace a las peculiaridades del sujeto, y esto sucede diacrónicamente.

El sostén real de estos tiempos lógicos es el tiempo cronológico, y a veces no disponemos de "todo el tiempo del mundo", ya que pareciera ser, nos lo dice la clínica, que hay operaciones incumplidas que pasado determinado tiempo ya no se realizan.

¿ Será que el significante tiene un tiempo para hacer nudo con el real, pasado el cual ya no hay operación que pueda arreglar ese tejido donde hay un punto que falta?

Y esto hace a la ética del psicoanálisis

Estos tiempos de la infancia son situables en el juego, en el interior del cual la realidad del deseo se produce. El niño intenta, por medio del juego, apropiarse de los significantes del Otro. Al tiempo que el mismo juego es una mediación al goce del Otro. Alienación-Separación en el juego.

En el juego, lo real es inscripto en un marco simbólico, se viste imágenes. El juego anuda los tres registros.

En el jugar se inscriben los distintos tiempos de la falta

No es el mismo tiempo el del niño que golpea el sonajero, de aquel que con la pelota inscribe la presencia-ausencia, del que juega a ser Batman, o del que acepta del reglas del Juego de la Vida.

Que un niño inice el juego podría indicarnos que la identificación primaria ha operado, que hay vacío

En los primeros intercambios del bebé con el mundo, cuando toca, chupa, mira, huele, el objeto se va recortando. Y en algún momento del golpear se introducirá la diferencia, el uno distinto del otro. En esa masa gozosa de golpes o de chupeteos, se iniciará la cuenta.

Si en la repetición hay inscripción, esta operación deja un resto: un objeto cae y a partir de aquí el "niño se precipita en una serie de equivalencias, en un sistema donde los objetos se sustituyen unos a otros".(2)

Entonces, el que estas cosas que el bebé manipula pasen a ser objetos imaginarios, implica ya una operación de corte con lo real, siendo los objetos transicionales un primer intento de cubrir lo irremediablemente perdido.

Vacío al cual irán a parar los juguetes, sustitutos metonímicos del a, que en el jugar se va desprendiendo. (en donde hay ya un sentido puesto por el niño).

El tiempo de los juegos de oposición, abre el campo del juego. Campo de lo simbólico en donde podemos ubicar las igualdades y las diferencias, en donde hay una estructura de cuatro en juego, mínimo inicial para que se organice el registro significante.

Jugar personajes supone que el sujeto tiene un cuerpo y lo puede poner en movimiento, viéndose en otro lugar, en donde él no es. Pérdida de identidad, que permite la identificación, desplegándose en otra escena.

Los distintos tiempos de la pérdida del objeto marcan distintos tiempos del juego El objeto real deberá ser simbolizado para recién ser imaginado y recuperado en la escena del mundo. (Operación posibilitada por un padre, que privando que madre e hijo se unan en el campo del goce, instaura la falta.)

En el jugar se produce entonces un sujeto, se produce un cuerpo, soporte del sujeto.

La pulsión lanza el juego y en el interior del mismo recorta un cuerpo. Si no hay un cuerpo pulsional no hay juego posible.

El juego ficcionaliza la pulsión, la cubre de imágenes y la inserta en la red signitificante. Un goce se pierde, se acota, se redistribuye

El analista se ofrece de distintos modos en función del tiempo del juego.

Si el niño está en posición de objeto y no juega, el intento es el de iniciarlo. No puede esperar que el juego se produzca porque allí no hay. El analista presta las primeras letras. Su intervención será analítica si este hacer jugando escribe alguna marca.

Si el juego está detenido se trata de que pueda reiniciarse en transferencia.

Cuando el niño hace juego, el analista se presta para que el juego se despliegue acotando el goce.

Cuando el analista juega lo hace con su cuerpo, sosteniendo su deseo con su presencia. Ofreciéndose alternativamente como sostén, como modelo, como deshecho pagando con su persona el precio de sostener su función.

Quisiera ahora con un fragmento de un material, retomar con ustedes un área de mi clínica que insiste y que en la repetición algo va escribiendo, me refiero al trabajo con niños, en tiempos instituyentes cuando hay detenimiento en la constitución subjetiva. (3)

El trabajo que me encuentro haciendo con ellos es diferente a la clínica con niños en otros tiempos de constitución. Y no creo que esto se deba al haber "invadido" campos que no corresponden al del psicoanálisis, sino que propongo que es desde su ética que este hacer se autoriza.

Ilan tiene cuatro años. Durante los primeros 6 meses de su vida anduvo con su madre por la calle, mal alimentado, descuidado, maltratado, dicen. Fue abandonado en un asilo y dado en adopción a los 10 meses a una pareja que se siente en el deber de hacerse cargo del niño ya que habían adoptado a su hermano mayor y piensan que los hermanos tienen que estar juntos.

Inicialmente la madre adoptiva lo dejaba todo el día en una guardería para trabajar, para luego dejar todo y ocuparse obsesivamente de su crianza. Los niños quedan a su cargo ya que su marido no está casi nunca en la casa.

El reclama impotente: "Mis opiniones no sirven para nada."

Ella viene sin consultar , peleando contra la maestra que pide un psicodiagnóstico, lucha contra el llanto que la vence. "¿Cómo pueden decir esto de Ilan, que pega, que no escucha consignas, que se moja las manos con pis? Te traje una foto, mirala ¿Te parece que lo que dice esta nota puede ser cierto?"

Estoy atónita, no entiendo la relación. Imposible preguntar, a cada pregunta mía, a cada intervención se arma, lista para la defensa"¿por qué lo preguntás?".

No puedo saber acerca de sus historias, cuando él intenta hablar, ella con su mirada lo calla. "Sabemos que podés ayudarlo a Ilan, no tiene sentido que pierdas el tiempo con nosotros, el que importa es él".

Cuentan que cuando se lo entregaron tenía signos visibles de descuido."Era tan blando que parecía una bolita de grasa". No se incorporaba pero estiraba los brazos para alcanzar objetos y sonreía.

Al decir de él, ella está obsesionada por contarle lo que llaman su historia. Esto consiste en mostrarle fotos de cuando fueron a buscarlo a Uruguay esperando que pregunte. Pero, dicen, "no pregunta nada".

Ella me cuenta de un niño que juega con osos y con autitos, que a la noche le dice frases en secreto al oído, que podría preguntar, si quisiera, acerca de su origen.

El habla de un niño independiente y piola, que juega sólo porque no los necesita, que les ha tomado el tiempo y por eso no hace caso.

¿De quién hablan?.

Este quiebre estructural entre el discurso parental y el padecimiento del niño, me muestra en el inicio de esta historia un abismo insondable en el cual no encuentro lugar para Ilan.

Ambos coinciden plenamente en que no habla por una cuestión hereditaria. Saben que ni la madre (así llaman a la madre biológica) ni los hermanos (biológicos) hablaron hasta los 5 años. El piensa que hay que darle tiempo y tener paciencia, ella que es necesario estimularlo, ejercitarlo, para demostrar en el jardín que están equivocados, que el nene puede.

¿Movimientos en los padres? Cuando en el transcurrir de nuestros encuentros, ella advierte que lo que llamaba jugar con los osos era cambiarlos de un lugar a otro y que Ilan no hablaba porque no podía, la pelea dió lugar a la angustia, a la preocupación, preocupación por el rendimiento.

La educación que le dan es la mejor, y cumplen con llevarlo a la psicóloga. Los males de este niño, que es por ellos cuidado pero que aún no es propio, están en relación a su familia de origen.

Si hago algún movimiento que los involucre, aún en las cuestiones más simples de la crianza, dejan de traer a Ilan por algún tiempo. Tiempos en los que me llama el padre disculpándose por no poder hacer nada "te quiero agradecer por todo lo que estás haciendo por el nene, yo noto muchos cambios en él."

Estos cambios en Ilan alguna chispa encienden en su madre quien ingresa a la comunidad de madres preguntando que hacen otros niños, preguntándome qué puede hacer por él.

ALGUNOS TIEMPOS DE ILAN

Ilan viene muy entusiasmado, me abraza fuertemente, me besa. En algunos momentos reclama a su mamá, se sobresalta ante la presencia de algún desconocido.

Disfruta de juegos de presencia-ausencia.

Lo que llama mi atención, preocupándome, es que no fija la mirada.

Su mirar es errante, y si bien se dirige hacia un objeto y lo toma, segundos después es otro y otro y otro y su mirada se encuentra con la mía (a mi pedido) y sale disparada y no ancla. No se detiene. Su cuerpo no se detiene en una sola actividad. Sonríe todo el tiempo hacia ninguna parte.

Si el sujeto, antecedido por el ser mirado, se hace en el mirar, al tiempo que la mirada cae como objeto, podemos decir, que carente de una Mirada deseante que lo sostenga, él ve, pero no mira.

No elige nada, ningún objeto se recorta del resto. Saca, golpea, chupa, toca, sin parar. No hace juego con nada.

No logro interesarlo en un títere que lo saluda, en una página de un cuento, en un auto que dice querer ser empujado.

Cualquier intento por acotar sus idas y vueltas sus salidas y entradas del consultorio parece caer en la nada, aunque presiento que algo del espacio está construyendo.

Entro en escena cuando no alcanza algo, ahí pide, señalando, que se lo de. Lo escondo delante suyo, bajo un almohadón, y lo destapa. Si se lo saco, no se resiste, busca otra cosa.

No hay objetos libidinizados, el objeto aún no falta.

Reconoce algunos objetos pero no los puede nombrar. Conoce el sentido de algunas palabras pero no puede apropiarse de ellas y articularlas. Reconoce partes de su cuerpo, las señala

En estos tiempos los cuentos son para chupar y romper. Las piezas de encastres y rompecabezas vuelan por el aire. No existen los colores, los tamaños, las formas.

Le junto las piezas, distingo colores, ordeno por forma y tamaño, nombro lugares. Voy acotando el despliegue.

(Hablo con la maestra: está desesperada, dice que parece un nene de un año, que no sabe cómo trabajar con él.)

Ilan tiene 4 años, aquí el tiempo cronológico nos habla de detenimiento porque hay operaciones incumplidas.

En su recorrido habitual descubre la pileta. Dice "agua" , la abre y se moja las manos. Se moja la cara y el pelo.

Se moja siempre igual, las dos manos en la canilla, las dos manos en la cara, las dos manos en la canilla... No puede parar.

Reina el goce en el más absoluto de los silencios

Si intento cerrar la canilla, se enoja y la vuelve a abrir. Se la abro y se la cierro, interrumpiendo el goce.

Le doy un rodillo intentando armar algún juego, lo moja, lo chupa, el líquido chorrea por su boca. En un segundo movimiento la cierra, lo sostiene y lo escupe. Esto lo repite en cada uno de nuestros encuentros. Parece siempre lo mismo. Se llena la boca con agua y luego la escupe.

Allí donde la letra no ancla la pulsión deviene pura compulsión. Su boca se desborda, no hay límite, no hay un borde erógeno. Pareciera que un borde, un vacío en esta expulsión se construye. En el recorrido pulsional un goce se pierde, algún objeto se recorta.

En este punto comenzará a articular sus primeras palabras. Y al preguntarle su nombre dirá que se llama UAN (su hermano se llama JUAN)

Luego su mirada se detiene en mí, me recorta, y me moja . Algo ha cambiado

Le alcanzo un rodillo y tomo otro ¿Pintamos?. Propongo

Mi propuesta no cae en la nada, moja el piso, hace marcas que continúo.

Sigo sus rayas en el piso. Les doy forma, las significo. ¡Qué lindo, lo que hiciste, parece una pista!. Avanzamos en este inicio del juego, Pintamos la puerta, me propone pintar un pizarrón.

Me demanda.

El analista jugando de Otro privador puede entrar al juego al semejante.

Todavía nada se distingue, todo vale igual, no hay objetos privilegiados en escena.

Intento despertar su interés mostrando el mío por un auto con el que juego en variadas ocasiones.

En algún momento logro que lo quiera. "A, no, no , no te lo presto, es mío". Le digo.

Lo tironea, forcejeo "Bueno, está bien, pero dame aquel otro".

Un incipiente deseo se reconoce en el otro (a´) que encarno.

Vamos estableciendo pactos. "Te lo presto un ratito, uno para cada uno. "

Le ofrezco un muñeco, lo alzo y juego a darle de comer. Me lo arranca. Lo moja, le pega con mucha violencia, le arranca la boca. Tiembla entero. En su cara una horrible mueca de dolor, me indica que es a él mismo a quien se está pegando.

Escena que, no sin angustia, me remite a lo que conozco de su historia.

Le presto llanto al muñeco:"¡Ay, me duele, si me arrancás la boca no puedo comer y tampoco voy a poder hablar!”

Pongo la boca en su lugar y leo la escena. Lo relevo de este lugar en el que padece como objeto del goce mortífero del Otro.

Se ríe.

Lo repite una y otra vez esperando mi intervención.

Pareciera que por fin estamos jugando.

Se escribe la boca. Ilan empieza a decir nuevas palabras.

A partir de este momento es frecuente que al llegar y no ver al muñeco pregunte: ¿bebé?

Es otro tiempo de la falta.

Un día soy atacada por un tigre de madera. "AGG... ". Me hace, apoyado con violencia en mi mejilla. "¡Tigre, no me muerdas, me asustás!". Se ríe.

Podríamos arriesgar que este juego va anudando algo de lo real que irrumpió en su historia sin posibilidad de inscripción.

En este nuevo movimiento el objeto no es él. Pega, jugando, a un semejante y esto no lo hace padecer. Vuelta pulsional en un intento de producir marcas en el cuerpo del Otro. Juega a horadar al Otro.

Los juguetes comienzan a ocupar la escena.

En un inicio, cuando le ofrecía hojas y crayones, mirando hacia otro lado, hacía rayas que se extendían a la mesa, Tiempos de un automatismo de repetición que no hacía marca.

Me encuentro, entonando una melodía y haciendo círculos. En algún momento empieza a copiarme. Tararea y hace círculos abiertos.

Luego le hago dibujos y los tacha.

En un nuevo tiempo pide los crayones, sigue con la mirada sus trazos, que tienen un ritmo, los discontinúa. Cuando termina su dibujo me lo muestra.

Lo que fue copia devino identificación. Tacha "mis" dibujos, hace su marca sobre el Otro Habiéndose servido de "mis" círculos puede ahora él hacer su marca..

Aún no otorga significación alguna a sus trazos, a veces los significo "Parece un pescadito, parece un nene...."

Si a partir de la mirada del Otro el niño construye una imagen que es la que puede dibujar en una hoja. Si escribe su cuerpo en el papel como luego podrá escribir su nombre. Puedo pensar que Ilan está haciendo sus primeras marcas

Habla cada vez más, generalmente en un lenguaje ininteligible. A veces hace juegos vocales, otras arma frases que son claramente un llamado. Cuando esto sucede, intento anudarlos Los repito dándoles el sentido que le supongo. Ahora escucha mi articulación e intenta repetirla de igual manera. En este tiempo, dice que se llama ILAN.

Encuentra unos palitos, y comienza a llenar los vagones de un tren, ante mi sorpresa los separa por color. El tren arranca y suena un silbido. Su pie es una barrera que no lo deja pasar. Hago de tren:"Quiero pasar, que alcen la barrera!".

"Barrera", contesta Ilan, corriendo su pie. (anudando la imagen con el significante). Pide, luego, poniendo mi pie en posición, que le haga la barrera.

Me invita a jugar su juego. Soy su feliz invitada.

Ilan nos muestra en primer término, los estragos que se producen cuando en los primeros tiempos del infans no hay un Otro que lo cuide, lo ame, le haga un cuerpo humano.

Expulsado por quien debería haber ocupado el lugar del Otro primordial, objeto maltratado, abandonado, es, en su segunda oportunidad mal inscripto. Adoptado a medias, sólo en tanto hermano de su hermano. (Lo que prima es la familia biológica y por tanto los hermanos biológicos tienen que estar juntos.) Lo nombran en tanto hermano del otro y así se nombra (Uan: Juan) ¿Cuál es la historia que le proponen?. Intentan armarle una historia a partir de estas imágenes que al no estar articuladas con lo simbólico nada le significan.

Podemos preguntarnos acaso si ha sido nombrado, si ha sido insertado en una cadena. Si el nombre propio especifica el arraigamiento del sujeto, podemos pensar que este niño se presenta desamarrado, a la deriva.

Sabemos que el sujeto es representado por un significante en el campo del Otro. En los nombres propios del Ideal, se ve como siendo visto por el Otro como amable. Deseable pero no deseante.

El psicoanálisis, en relación a la neurosis, propone, en este punto, una vuelta más. Las formaciones del inconsciente hacen fracasar este Ideal y allí emerge el sujeto deseante. En el punto de trastorno de la identificación.

El deseo del analista apunta por lo tanto a que más allá del Ideal advenga el a como causa del deseo. ¡Qué el analista separe lo que el Otro ha unido!.

El trabajo aquí, lejos de apuntar a la caída del Ideal es a intentar que se identifique a algún trazo del Otro, ya que donde no hubo alienación no hay separación posible.

Uno se encuentra haciendo un trabajo de armado. Intentando escribir una letra que aloje al sujeto. Dando sentido, armando un cuerpo, dando consistencia.

Abstinencia entonces, sí de goce, pero no de sentido.

El analista hace las veces de Otro y de otro. Podremos proponer que hará semblant de objeto recién en tiempos de abrochamiento fantasmático.

Trabajando con niños es cuando podemos ver ahí, jugándose en la clínica la emergencia del sujeto del campo del Otro. Uno tiene casi el privilegio, diría, de asistir a puntos de alienación y desasimiento. Producimos y acompañamos momentos de corte y viraje estructural.

Allí se juega la ética del analista, en el punto en que de acuerdo al tiempo del niño, el desasimiento del campo del Otro puede ser propiciatorio y permitir el despliegue del deseo, o puede dejar al sujeto en la soledad más absoluta cuando no tiene aún con qué responder.

NOTAS:

(1) Lacan, Jacques. Seminario "La Ética del Psicoanálisis".

(2) Lacan, Jacques. Seminario "Los Escritos Técnicos de Freud". Pag 37

(3) Hablar de Detenimiento en la constitución subjetiva en tiempos instituyentes implica pensar que la estructura no es atemporal y que es abierta. Es la forma que he encontrado dentro de la teoría de Lacan para pensar estos niños pequeños que sin organicidad vienen con un diagnóstico de "retardo", "autismo", "Psicosis". Desde ya, no creo que pueda hablarse de psicosis en estos tiempos. Esto ya fue planteado en mi trabajo "La niña que parecía una muñeca a cuerda" presentado en el Congreso Lacanoamericano de Psicoanálisis. 1995.

Mariela Weskamp. Presentado en las jornadas organizadas por la EFBA. "LA ETICA Y EL ACTO ANALÍTICO HOY". 1996

Bibliografía

Lacan, Jacques. Seminario "La Ética del Psicoanálisis".

Cuaderno Sigmund Freud 17. "Niños en Psicoanálisis". Escuela Freudiana de Buenos Aires.