CLINICA CON NIÑOS. Mariela Weskamp

Tiempo de Lectura: 20 min.

"El silencio de los inocentes"

Si situamos el origen del psicoanálisis con niños en el interés de Freud por Juanito, escuchamos que esta clínica conmovió desde el inicio la práctica del psicoanálisis. En los primeros párrafos del historial, Freud pone el acento en "las dificultades técnicas de un psicoanálisis a tan temprana edad".(1) y las sitúa en poder conseguir las confesiones del niño y en saber interpretar lo que el pequeño puede exteriorizar. El dice haber sorteado estas dificultades porque dirigió la cura a través del padre, quien, a partir de su interés tierno logró tales confesiones.

Creo que estas dificultades, que le hacen necesaria la presencia del padre en la escena, están en relación a lo que dice en otro momento de sus investigaciones cuando resalta el interés teórico de los análisis de neurosis de la infancia y dice que en ellos "sale a la luz de manera inequívoca lo esencial de la neurosis porque están ausentes las numerosas estratificaciones que se depositan luego"(2).

A partir de una lectura posterior de Freud y con las reformulaciones de Lacan, hoy no hablaríamos de estratificaciones que se depositan luego sobre antiguas capas. El psiquismo no avanza por un continuo evolutivo sino por discontinuidad, avanza por operaciones lógicas que se cumplen en una temporalidad discontinua en donde el tiempo lógico y el cronológico están en juego para que el sujeto se constituya.

Cuando Freud habla de lo esencial de la neurosis, lo pienso como los tiempos primeros en la estructuración del sujeto, tiempos que escuchamos en la infancia cuando aún no hay un sujeto del inconsciente, cuando la estructura no está aún constituida. Al modo en que Lacan, se pregunta en relación a Juanito : Donde está el inconsciente en ese momento? Donde la represión? No parece que haya ninguna"*.

Y para ilustrar el modo en que lo escuchamos a diario, les contaré un pequeño episodio que me relató la madre de una niña de tres años. Siendo ella brasilera y su marido argentino encontró a su hija mirándose la lengua en el espejo.

La madre le pregunta "¿Qué estás haciendo?" , la niña le contesta con cara de preocupación " Me dijo mi maestra que mi problema son las dos lenguas".

Este relato nos hace reír, nos produce efecto de chiste a nosotros que jugamos con el significante. Pero esta niña no buscaba hacer reír a su mamá. Para ella dos lenguas no tiene la dimensión de la metáfora. Todavía no puede jugar con el significante. Si esto mismo fuese dicho por un niño de 8 años no nos daría ninguna risa y en un adulto nos produciría el extrañamiento de la psicosis. Es decir que esto de poder jugar con el significante se produce en el tiempo.

Entonces así como podemos escuchar la psicosis en el decir, es también en el discurso o en su ausencia donde escuchamos los tiempos de constitución y la efectuación o no de operaciones lógicas.

El trabajo con niños en tiempos instituyentes incomoda nuestra práctica habitual nos lleva a intervenir de un modo diferente porque la estructura no es aún la de la neurosis y es por esto que se nos hace necesario incluir a los padres en la escena, porque estos otros reales están formando parte de la estructura. Creo que en este punto la discusión acerca de si hay que trabajar o no con los padres, es tan estéril como suponer un psiquismo aislado del cuerpo que lo porta.

Si en un niño ya hay síntoma, hay demanda, escuchamos que el inconsciente está operando, dependerá de la dirección de esa cura cuantas veces vendrán los padres al consultorio. Pero cuando la estructura no está aún constituida, o porque se trata de un niño muy pequeño, o porque desde lo orgánico o desde la estructura familiar no se han producido las operaciones básicas que garantizan la constitución subjetiva, el trabajo sin los padres o quienes estén a cargo del niño, creo que no avanza.

En este punto hay pacientes que cuestionan el dispositivo tradicional, creado para la neurosis, y son los que me permiten interrogar a la teoría y avanzar en los límites del psicoanálisis. En algunos casos, lejos de escuchar al sujeto, lo que aparece es el silencio, silencio que llamé de los inocentes porque da cuenta de la imposibilidad de un decir subjetivo. Encuentro que el interés teórico de estos tratamientos es, el pensar lo que aún es posible de articular en la estructura cuando no está articulado.

Quisiera leerles entonces fragmentos clínicos de dos niños que de modo diferente eran silenciados y luego algo pudieron decir.

Juan tiene 4 años y no habla. Eso no es lo que le preocupa a los padres, que desde su nacimiento temen, con justificados motivos, que se les muera. Digo con justificados motivos porque tiene problemas de corazón, de riñón, ha tenido convulsiones y se están haciendo estudios para diagnosticar algún síndrome genético. Es por eso que vienen, esta sería una evaluación más.

Me llama la atención en Juan que casi no se mueve en el espacio y cuando lo hace es torpe. Apila ladrillos hasta que caen por su propio peso. Puede usar cualquiera de sus manos para rayar el papel mientras mira hacia otro lado. No emite ningún sonido. En su cara casi no hay gestos. Se dirige a su mamá y le señala distintos juguetes para que se los alcance, después nada puede hacer con ellos. Parece estar perdido en un mundo de sensaciones sin poder diferenciarlas. La percepción no está organizada.

Descubro que Juan no puede escuchar normalmente y descubro también, en el intercambio, que necesariamente inicio con la pediatra y con la genetista, que en pruebas neurológicas ya se había diagnosticado que tiene una lesión a nivel cortical que le impide procesar la información. El sonido ingresa pero no se puede decodificar. Este diagnóstico se le transmitió a los padres en varias ocasiones. Pero ellos dicen no recordar.

En esta historia lo orgánico pone un límite. Hay una falla en lo real. Falla que sin embargo no impide a los sordos acceder al significante. Esto no pudo suceder con Juan porque sus padres reniegan de esta falla y por tanto no pueden ayudarlo a organizar la percepción.

Me llama especialmente la atención que Juan no emita ningún sonido. Me hace pensar que el goce que no ha sido expulsado del cuerpo impide que la pulsión cierre su circuito, que la percepción se organice.

Juan me muestra que la percepción no puede organizarse por un lado porque el aparato psíquico no es sólo significantes y representaciones y cuando lo orgánico falla, cuando falla el sustrato real donde muerde lo simbólico, el psiquismo no puede terminar de armarse, pero además porque el Otro primordial desconoce la lesión cerebral, de esto nada quiere saber, y por lo tanto no posibilita el armado de un circuito alternativo.

¿Cuál es la posición de la madre ?

La madre, que no hace nada más que dedicar su vida a él, nunca se dio cuenta que su hijo no escucha normalmente, alaba su concentración, que juega solito, que nunca pide nada, para ellos su comportamiento es "una joyita". Llama jugar a que su hijo pase horas alineando autitos. No la angustió nunca su mudez, la pacifica el que su hijo no la demande. Está tan aterrada por la supervivencia de este hijo que amenaza con morirse desde el día en que nació que no puede dar ningún espacio al juego. Me cuenta de su angustia ante tanta intervención médica, de su terror ante cada estudio "a enviarlo al matadero". Tiene tanto miedo a los ataques de asma de Juan que lo llevó solo una o dos veces al jardín de infantes en todo el año.

No puede jugar con él, no puede perderlo ni por un minuto.

Su hermano, diez años mayor que él lo llama "el bobito".

Y ahí está Juan

En un primer tiempo, los recibo a él y a su mamá en el consultorio.

Pongo en la mesa una lotería, le muestro donde van las figuritas y él rápidamente entiende y jugamos al Bingo. Yo le muestro mi entusiasmo de que podamos jugar. Le muestro a la madre, sin decírselo, que su hijo es inteligente que no es ningún bobito. La madre entiende y llora. Me dice "yo sabía que él podía entender, nunca lo vi jugando así".

Pongo sobre el dibujo de una camisa una pelota, me río. Juan no puede entender el juego. Con toda seriedad pone la pelota sobre la pelota y la camisa sobre la camisa. El me indica que estamos trabajando en el terreno del signo, no podemos jugar aún con el sin sentido.

El trabajo con Juan en este tiempo inicial será en la línea del sentido apostando siempre a introducir la polisemia del significante.

Jugamos a juegos en donde se pone en juego la repetición de oposiciones y diferencias. Juegos en donde las intervenciones en lo real apuntan a que lo simbólico se organice dando orden al caos imaginario.

Pide ir al baño con gestos, se dirige a su mamá y ella lo acompaña porque dice que él solo no puede que se queda parado y no hace nada.

Esta dificultad en el manejo de su cuerpo, la imposibilidad de reconocer partes de su cuerpo como propias, excede a lo que lo orgánico limita. Intento armar de este organismo un cuerpo.

Logro que la madre le enseñe a sacarse y ponerse la campera.

Le señalo su nariz, la nombro, esto no produce efecto. Accidentalmente se mancha la nariz con témpera , busco un espejo y le muestro su imagen, me dibuja con su dedo lleno de témpera mi nariz, aparece por primera vez una expresión de gran alegría en su rostro. Los ojos felices, la boca abierta pero la risa no sale.

Juan no utilizaba gestos para comunicarse salvo para señalarle a su mamá algún objeto que no estaba a su alcance. A partir de esta intervención me llamará con la mirada y comenzarán a aparecer gestos en su cara. Es decir que cuando algo de esta situación gozosa del abrazo mortífero de la madre puede perderse, lo imaginario se anuda, su cuerpo puede empezar a armarse.

Si decía antes que poder jugar con el significante se produce en el tiempo es posible pensar que en estos tiempos hay algo que aún es factible de producir. Se puede intentar la introducción del significante aunque no por medio de la palabra verbalizada, en un trabajo en donde sé que no va a entender el sentido de mis palabras por el sonido pero él ha descubierto que sí tienen sentido y sabe que hablo de lo que le estoy mostrando a él. Descubre que me dirijo a él para decirle algo.

Es esto lo que permite otro tiempo en el que, al entrar señala el juego del Bingo con el que estuvimos jugando la vez anterior. Cuando ponemos las piezas tomo una que es una camisa y le señalo mi camisa. Con expresión de alegría toma una que es un zapato y se señala el zapato, una figura de un pantalón y se señala el pantalón.

La mamá viene a verme feliz, dice que Juan es otro nene, les demanda que miren los objetos que señala. Esto la lleva a comprar algunos de los juguetes que vio que Juan elije en el consultorio, sus tías llegaron con unos encastres de regalo. Juan está jugando por primera vez

Esto indica que sobre el problema orgánico se monta este aparente retraso mental. El daño es real, pero además, en el punto en que él está retenido en ser "la joyita" de los padres, no crece.

Para que el inconsciente se constituya , el goce debe desprenderse del cuerpo. Se puede pensar que es a partir de esta operación que el tiempo empieza a contar. Cuando esta operación falla el cuerpo parece detenido en otro tiempo, en el tiempo de lo mismo del goce, en donde las horas pasan pero no producen efecto. Aquí es donde ubico el retraso de Juan, en donde su edad cronológica no se corresponde con su tiempo del juego.

El efecto, que hasta aquí, las intervenciones producen en Juan y en sus padres me hacen pensar que un trabajo, para nada sencillo, es posible.

Juan entraba siempre al consultorio de la mano de su madre. Dos meses después ocurre lo siguiente : la acompaña al consultorio contiguo y le cierra la puerta.

Es porque la madre ha podido hablar de su "terror a enviarlo al matadero" que Juan puede cerrar la puerta. Ella puede cederlo en la transferencia y esperar en ese espacio entre dentro y fuera de la escena que se abre entre los dos.

Esto permite que Juan entre en otro tiempo y arme su primer juego de escena : me da un barquito, toma un autito: el auto a gran velocidad choca mi barco. Hago de barco, grito :Ahh, pum ! ! me río, me chocaste. Por primera vez Juan irrumpe en carcajadas sonoras.

Ante mi sorpresa y mi alegría sale el sonido de su boca por primera vez

Es la tía de Diana quien viene a consultarme y me cuenta la historia de su sobrina, hija de su hermano menor. Su madre no la alimentó al nacer. A partir de los 20 días de vida fue internada en muchas ocasiones debido a los maltratos a que la sometía. Desde el hospital se hicieron denuncias, fue y vino de un hogar sustituto a otro. Luego fue devuelta a los padres, hasta que la madre se quedó con un hijo varón, y le dió la nena al padre.

El padre, que vive todavía en la calle, le pegaba y abusaba de ella sexualmente. Ella asistía horrorizada al destino de la niña, los fines de semana le daba de comer y la bañaba. Finalmente decidió denunciar a su hermano y quedarse con su sobrina. Diana tenía en ese momento 3 años.

La tía no consiguió legalmente la tenencia de la niña y no puede, hasta hoy, impedir que su hermano venga a buscarla todos los días diciéndole "vos me la querés sacar, la nena es mía y yo con mi hija hago lo que quiero”. La tía asesorada por una psicóloga cada vez que Diana le decía mamá, le aclaraba "No soy tu mamá, soy tu tía”. La cuida pero no puede adoptarla.

Hace un año se casó y tiene un bebé de pocos meses. Su marido que odia a su cuñado vive retando a Diana y aclarándole que su posición es otra que la de su legítimo hijo.

En este momento tiene 8 años y desde el colegio piden ayuda. Se dice de ella que es tonta, no puede aprender a leer ni a escribir.

Cuando la conozco parece tonta. Padece de un total arrasamiento subjetivo que se muestra en este atontamiento. Parece detenida en una situación gozosa que la hace hablar adormecida y lenta.

Posición que me dice de los efectos que se producen cuando en lo real la prohibición del incesto no se cumple.

Es en su decir, en el que no hay sujeto del enunciado, en donde se escucha que la represión no operó aún, que ella literalmente no tiene un lugar en el deseo del Otro

"Tengo un montón de amigas. El tío dice que yo no tengo amigas. Soy un poco traviesa y mala. Tantos amigos no tengo…"

"Me porto mal, les pego. Ellos me pegan a mí".

"El colegio me encanta. El colegio va más o menos, me ando peleando con una nena que se llama Naty. Se está peleando con mis amigos y yo voy y la defiendo. Me encanta defender a mis amigos."

Nos dice que encarna al agresor, ya que está defendiendo a quien ataca a sus amigos. Parece que es de tal modo el objeto, que si puede estar en algún lugar, es en el lugar del agresor, porque si se ubica como atacada se destruye. Esto que se escucha en el decir se puede escuchar también en el tono de voz, una voz muy particular que no es de niña, pastosa, grave con una entonación de barrio bajo porteño que puedo apostar es la del padre, quien por momentos habla por su boca.

"Sí Nataly le dice a alguien que le pegué le reviento la cabeza a patadas, los chicos buchones no me gustan. Lloren, lloren, chicos lloren".

Me cuenta su tía, preocupada, que cada vez que va a la plaza se presenta con un nombre diferente.

Con Diana el trabajo significante no alcanza, para ella las palabras no tienen ningún valor, son todas equivalentes. Su decir que no tiene la dimensión del testimonio delata la falta de un lugar en el deseo del Otro. No parece haber inconsciente, no parece haber represión. La escucho errante, sin anclaje, un comodín al capricho del otro.

Los tíos son buenísimo-malísimos, el papá es buenísimo y le compra chupetines o es malo y la reta, todo al mismo tiempo.

Se quiere llevar todos los juguetes del consultorio. Si le presto uno soy buenísima, me ama, como no le doy todos soy re- mala, no me gustan los chicos.

Para introducir una legalidad tendré que inventar un tercero, una dueña de los juguetes que no soy yo y a la cual hay que referirse y contestará. Puede soportar esperar a la próxima. Ya no es para ella un capricho mío no dárselo. Esto funciona ya no pelea conmigo y esto me permite, acordar con ella, afirmar lo que ella dice.

Diana pide quedarse, dice que "este lugar es hermoso, se quiere quedar a vivir".

Ella pide que la adopte, yo le ofrezco un lugar posible para que la inscripción simbólica se efectúe, superficie para que la alienación termine de producirse.

Será necesario un largo tiempo en donde la apuesta es a que la represión se instale y el inconsciente se constituya. Tiempo previo a que ella pueda hablar de los maltratos a los que está sometida. Maltratos de los nada sabe aún y de los que yo estoy enterada por la tía. En ella no aparece la queja.

En este tiempo el trabajo no puede ser sin la tía. Lo particular de este caso es que con Diana a partir de distintas intervenciones puedo empezar a armar simbólicamente su estructura familiar, trama simbólica que se sostiene en el armado en lo real de la estructura familiar. Porque es la tía la que puede decir después de largas entrevistas en un fallido que la sorprende : "Yo de esas cosas de madre no entiendo." Se escucha diciéndose madre de Diana y puede pensar que tiene derecho a tenerla con ella, que no le está robando nada a su hermano. También puede empezar a acotar los retos de su marido y a controlar las salidas con el padre.

Esto permite que se instaure en Diana la dimensión del engaño, si antes todo valía igual, si todo estaba en el mismo registro, ahora puede empezar a jugar con la diferencia entre realidad y fantasía.

Sabés que el bebé se fue, mi primo. Creció rápido y se fue… ¿Te lo creíste ?

Puede ahora construir una ficción, que nos habla de su verdad, en donde sitúa los personajes de lo que será su drama edípico y su posición en relación a esta trama.

"Mi papá me contó algo y mi tía se enojó mucho de que me lo cuente, dice que los chicos no tiene que escuchar estas cosas : mi mamá tenía un bebé en la panza y se lo sacó, quedó el bebé en el piso todo roto, quedaron todos los pedazos rotos del bebé."

Es ella ese bebé que la mamá se sacó de la panza rompiendo en pedazos, su tía la cuida e intenta sacarla de este lugar en donde el padre la goza.

"Pobre bebé". ¿Vos qué opinás ?, me pregunta.

Pobre bebé, ¡qué lástima tu mamá que no sabe qué hacer con los bebés !. Mirá lo que se pierde tener una nena tan linda como vos. Por suerte tu tía te quiso tanto que es una mamá para vos.

La operación que efectúo es la de situar a esta madre biológica como la que no puede ser madre, pero no con ella, sino con ningún hijo. Le digo que existe alguien para ella que puede ejercer tal función, la tía. Lo contrario la lanza al vacío. Esta operación puede efectuarse porque la tía ahora puede apropiarse de este lugar de madre.

Retomando las dificultades técnicas del trabajo con niños, creo que si el analista permanece, al decir de Lacan, “ajustado, incauto", sin esforzarse sino forzándose, puede sostener una cierta posición de plasticidad que permite no suponer a priori la neurosis y ajustarse a la estructura del paciente. Será entonces la estructura y sus fallas, quien demande las intervenciones.

Si frente al silencio del neurótico el silencio del analista permitirá el discurrir posterior del paciente, frente a este silencio de las operaciones incumplidas no es el silencio a la espera el que permite la maravillosa aparición del sujeto. Ni siquiera un padre tierno, como en Juanito, podría arrancar confesiones porque no las hay aún, no hay de qué dar testimonio.

Cuando el Otro no ocupó el lugar que debía para producir de un ser vivo un sujeto, cuando hay operaciones incumplidas, y estamos trabajando con niños, el analista puede operar creativamente para que los tiempos lógicos se cumplan. En un dispositivo que no es el habitual, en un trabajo con el sujeto por venir y con estos otros, necesarios cuando la estructura corre el riesgo de no armarse hacia la neurosis, porque cuando el sujeto no es responsable de su acto porque no hay sujeto aún algún otro de su estructura familiar debería responder por él para que pueda apropiarse de la palabra.

Mariela Weskamp. Presentado en la Reunión Fundacional para una Convergencia Lacaniana de Psicoanálisis.Barcelona 1998.

NOTAS

(1) Freud Sigmund "Análisis de la fobia de un niño de cinco años". Amorrortu editores, pag 7

(2) Fred Sigmund, "De la historia de una neurosis infantil" Amorrortu editores, pag 11.