El estatuto del inconsciente en la clínica con niños. Cristina Marrone

Las primeras notas establecidas por el padre de Hans, previas al desencadenamiento de la perturbación que afectó luego a este niño permiten, tal vez, cierta ocasión para sostener la pregunta sobre el estatuto del inconsciente en la clínica con niños desde el juego y en relación a la fobia.

Así, como desde una ventana abierta hacia su vida cotidiana podemos advertir que Hans investiga, distingue entre lo vivo y lo inanimado, compara entre lo grande y lo pequeño, merodea por la atribución del falo, pero en lo esencial de sus rodeos lo vemos mirar hipnotizado hacia el cuerpo de su madre en la creencia de que ellalo tendría grande como el de un caballo".

Algún tiempo después, el agua sanguinolenta del parto de su hermana se hace signo de la vacilación en la creencia pero no obstante fantasea en Viena con Berta, Olga y Fritzl, los amiguitos de Gmunden, como si estuvieran presentes.

El juego del inodoro y el fantaseo recién mencionado nos indican que la oscilación entre creer y no creer constituye la cuña en la que anida la ilusión, el como sí del que depende el juego, el que hace diferencia con la hipnosis que lo impide. Con su fantaseo el niño inventa a los otros que en Viena no están; con el juego del inodoro, figura un inodoro en la leñera, o sea, establece el como sí sin el cual no hay juego.

En ambas ocasiones Hans inventa, extiende, complejiza el espacio, el de Viena hasta Gmunden, el del baño hasta la leñera. Cuerpo y espacio comienzan a estar afectados por la ilusión, en el sentido en que ésta indica el comienzo del clivaje entre placer y goce. Así vemos despuntar lo que llamaríamos, sin duda, un verdadero juego puesto que con él Hans se las arregla para cuestionar la presencia, diplopía de la madre en presencia del niño y del niño en presencia de la madre.

Sólo que el intento de Hans, válido, valioso como el de todo niño que se apoya en el juego, resulta, no obstante, insuficiente.

Es que al retornar a Gmunden, en medio de sus juegos de verano, el niño reclama dormir con Marield, una de sus amiguitas preferidas, pero su madre replica y lo retiene una vez más. El goce del Otro detiene el paso lúdico hacia el pequeño otro y cierra el espacio que Hans había comenzado a abrir. En el sueño de las prendas Hans expresa¿Quién quiere venir conmigo?’. Alguien diceYo’. Entonces ella tiene que hacerlo hacer pipí". El sueño se hace testimonio del reclamo: que haya otros y no sólo el Otro para que miren suhace-pipí".

Por el modo de lenguaje con que se expresa el sueño de las prendas me ha hecho pensar que el juego no alcanzó para cuestionar la presencia, y que ésta en lugar de articularse a la ausencia se enquistó como una obsesión de presencia, la que corresponde al objeto fobígeno.

En principio, baso mi hipótesis en que Freud señala que este sueño pertenece al tipo auditivo, al que le falta todo elemento visual. Sin embargo, propondría algo más ya que este sueño auditivo, constituidopor palabras que provienen de dichos de la vigilia", muestra que esos dichos perduran sin transformar, no se pierden como el Otro real, presencia sin ausencia neta en lo Simbólico.

Pero al mismo tiempo el sueño, con sus jirones de dichos sin imágenes, expone el déficit de la figurabilidad, no sólo la del sueño sino la lúdica, déficit que al mismo tiempo anuncia la solución fóbica que llegaría pocos meses después.

Por el recurso de figurabilidad, Darstellung, el juego se eleva en una zona de ilusión, imprescindible para que un niño obtenga sus disfraces en comunidad. Dicho de otro modo: la figurabilidad escribe la civilización.

Darstellung contiene Da, que implica aquí, acá, ahí pero cerca, y también concierne en el sentido temporal a un mientras.

Esto quiere decir que con el juego un niño escribe, hace cifra, porque transcribe lo real de la percepción en signos de percepción, en sincronía pero también en simultaneidad, que implica sucesión temporal en el presente mediante trasposición de imágenes. Por la Darstellung el juego expone, muestra, presenta en sincronía y en simultaneidad la posición de un niño.

Cuando la escritura que la Darstellung permite oscila hacia la Vorstellung es que algo se significa, hace cuadro o escena bajo una complejidad simbólica. Finalmente, los signos de percepción constituyen el fondo del lecho inconsciente, el que paraser estructurado como un lenguaje necesita de la represión primaria.

Poco después del sueño estalla el malestar: la fobia establece el parapeto allí donde el juego quedó interrumpido, estrangulado por la presencia del Otro real.

El juego se enlaza finamente al estatuto del inconsciente en la clínica con niños y nos muestra al inconsciente espejeando y próximo, o sea, lejos de constituirse como cadena de saber.

Desde este ángulo y en lo esencial el juego es un artificio que con su hacer produce contra investidura. Es el viaje del Otro hacia el otro, en el que sedimenta la represión primaria.

O sea, el juego de un niño indica que el espacio de ilusión que promueve, figuración mediante, no se produce sin una presión efectiva de la represión primaria contra el Otro real, separación que implica la escritura de una investidura de lenguaje que trama el borde del irreductible agujero el lo Simbólico, al mismo tiempo que el radical aislamiento del objeto a, pérdida de goce, esencia de lo lúdico.

Cristina Marrone. Jornadas de la EFBA. 13 de octubre de 2001.



EL SER SEXUADO: VELEIDADES DEL OBJETO A. Elena Jabif.

Cada niña está confrontada a las imágenes, a los ideales del sexo que la sitúan en el lugar del objeto, ella está destinada a ser poseída con todas las resonancias que tiene esta palabra, un lugar que está condicionado por la falta fálica, la contradicción que impera en esta identificación al objeto, es ¿como un sujeto puede querer asumir este lugar del objeto?

Freud sitúa varias condiciones para explicar el cambio de nota pulsional, el pasaje de pulsiones activas a pasivas y como broche fundamental como un sujeto puede ser situado como efecto del cuerpo del Otro, en el lugar de objeto.

El niño en su llegada al mundo es la erección de un ser vivo, adviene como objeto real, en lo real del Otro real, sin ignorar el deseo que ha precedido a su nacimiento, está allí como un objeto desprendido del cuerpo de la madre, como plus-de-gozar de ella. La crianza atravesada por la fantasmática parental, el crecimiento y su educación apuntará a engendrar una metáfora y a constituir al sujeto de la palabra, él mismo se sustituye al objeto que fue y que a partir de allí estará perdido.

El goce de ese objeto que el niño fue, sólo puede alcanzarlo la madre, es decir que Lacán solo ubica un goce en plus o suplementario para la mujer, es decir hay goces para la mujer y para la madre que un hombre no tiene.

En las notas a Jererny Audry dice Lacán les es dado a una mujer, en tanto madre, lo que no es jamás dado a ningún hombre, el surgimiento real de su niño le presentará un espejo real del objeto, que el sujeto madre fue y que es imposible alcanzar para todo sujeto.

Situemos el camino de una mujer que implica la resignación a la metáfora subjetiva para semblantear el señuelo de la verdad, para hacerse objeto causa, y ser el plus de gozar del otro, esto a veces la conduce a ubicarse en el lugar del síntoma de su partennaire.

Para una mujer repartida en su identificación al objeto del fantasma masculino y su parte femenina, su división la dirige al significante de la falta en el Otro, materna que describe muy bien como la femineidad no cae bajo el atributo fálico.

Esta posición particulariza al síntoma femenino que en relación al síntoma del hombre se sitúa a nivel del ser y no a nivel del tener.

En un hombre la avidez por obtener bienes, lo conducen a una afirmación fálica donde las mujeres y su belleza participan de la serie de j los objetos del amo. Les recuerdo la clase del seminario compartido con Haydee donde varias generaciones de amazonas romanas, se vengaban de este fantasma masculino envenenándolos El crimen era el camino para extraer del feudo del amo a estos seres femeninos, esclavizadas bajo el dominio de la sentencia. Tú eres mi mujer.

En una mujer los síntomas al nivel del tener suelen no acuciarlas, solo se les presenta como interesante alternativa cuando a falta de ser amadas las posesiones las consuelan

El sacrificio es inherente al sujeto en general, ya que para que haya un sujeto es necesario que el ser se sacrifique al significante, esto implica que acepte la pérdida de un sacrificio original y presubjetivo, un sacrificio ligado a la cesión del momento constitutivo del objeto a, traducido por el sujeto ensombrecido por la angustia, como amenaza de castración. El término cesible implica la renuncia de alguna acción o derecho en favor de otro. Ceder implica hacer abandono de una cosa de la que se goza a la que se estaba apegado, recibiendo a cambio una indemnización; premio consuelo es la herencia de un resto revelador como es el objeto a, al cual Lacán lo lee en el destete. No es cierto -nos dice que el niño sea detestado, él se desteta, él se separa del pecho, el niño juega a separarse y retomarlo, esto permite que el pecho no sea sólo el mero lazo con el Otro que hay que tener sino que se erija como un signo de ese lazo que puede adoptar la función del objeto transicional siempre y cuando, como dice Larrouse, el j sujeto resigne un encandilante goce y adopte como contrainderrinización al objeto transicional de Winnicott.

Este objeto muestra de manera ejemplar la -función dé un objeto cesible, una puntita arrancada a algo, casi siempre un pañal, una puntita que dará cuenta del soporte que encuentra el sujeto en ese objeto, una puntita que testimonia la posición de caída en relación a la confrontación significante, es el corte que proporciona que el sujeto, no se disuelva junto a su objeto, sino que su carácter cesible lo instituya como un pedazo separable del cuerpo del Otro y del cuerpo propio, cual ¡dad que lo declara apto para acuñarse en cada modalidad del objeto fantasmático.

Pero Lacán nos advierte que el fracaso de la propiedad cesible del objeto nos conduce a la función urriheinilich, como en el cuento de Hoffman, Copelius, donde el objeto pasa de un ser vivo a un autómata, momento de máximo terror cuando el sujeto se confronta descaradamente, con que el deseo que lo constituye es, en este caso, el mismo ojo.

La misma función cesible es lo que permite que la voz a partir de perfeccionamientos técnicos pueda constituirse en un objeto que se ordena en los estantes de una biblioteca, en forma de compact, pero además de este orden se pueden escuchar los matices de una voz, que puede conducirnos a la nostalgia de un viejo episodio, es decir, que puede deslizamos del placer melódico a la incomodidad de la angustia y una vez más mostramos la singular relación, que el objeto puede tener en la coyuntura con la angustia.

Más tarde otro objeto, el anal viene a cumplir esa función cuando el otro lo demanda, Lacán toma por ejemplo a las comadronas que velan la llegada al mundo animal del humano, viejas que se detienen ante el singular y pequeño objeto que fue el meconio, un resto que funciona como un primer soporte en la relación con el Otro de la subjetivización, el bebe puede dar cuenta de lo que él es, a partir de que su pasaje al mundo lo realiza de la mano de un resto, en este punto Lacán es teri-ninarite, si acepto y me aceptan como un objeto cesible, tengo garantizado el acceso a la falta.

La prueba es irrefutable la cesión como sacrificio del sujeto me garantiza que no estoy hecho a la medida del goce del Otro, esto implica que la función del objeto a en tanto cesible, está articulada a esa béance o abertura fantasmática que tiene la función de separar el deseo del goce espurio, esta operación de sacrificio nos confronta a una curiosa figura que Lacán nombra como deseo de castración. El pecado de Edipo es que quiso saber más de la cuenta y eso se paga con horror, ya que son sus propios ojos los que son echados por tierra, en la neurosis el sujeto se las arregla bien, ya que tiene ojos para no ver, no es necesario que se los arranquen y por este motivo el drama humano no es siempre tragedia si no también comedia,

El significado del sacrificio en la cultura lo muestra en el corte salomónico, que expone que el objeto real cuando asume su condición de cesible instituye al deseo materno como la función de la verdad, prefiere perder a su hijo antes que verlo cortado en dos, recordemos a Isfigenla.

La ética del sacrificio Kantiano se la puede interrogar en 2 niveles, a, objeto sobre el cual recae el sacrificio y b, La condición es que valga, su valor ligado a la cuota de goce que implica sacrificar la pulsión a los ideales, para gozar de la idea de que él es alguien, en el lazo social.

Ser alguien a los ojos del otro y ocasionalmente ante sí mismo, implica el sacrificio, de tener que negativizar el plus de gozar de cualquier objeto privilegiado en la erótica del sujeto, esto quiere decir que el objeto debe valer para aquél que lo deja, este sacrificio condicional se lo encuentra de manera cotidiana en la vida, en tanto que lo real nos conduce a la existencia del lenguaje, el goce por estructura es incompleto.

A nivel de las mujeres hay una figura patognomónica que es el desistir femenino, en, favor de su objeto. Esta posición descripta por Helen Deutch consiste en no desarrollar ninguna aspiración personal en post del objeto masculino elegido, por procuración buscan hombres de excepción para descansar sobre esta elección una identificación narcisista al objeto.

Situemos que renunciar a un goce pulsional o sublimatorio por el sacrificio en, si mismo, es gozar de la privación apuntando a darle consistencia de oscuridad al deseo del Otro. Por ejemplo tanto en la ley moral Kantiana como Sadiana queda un puro sujeto que les permite gozar de un objeto voz, muchas veces encarnado en el partenaire o en la pareja de turno o a veces puesto en el bramido del totem de turno o en una fratria homosexual que goza de la privación de las mujeres, por la vía del superyó.

Medea sacrifico a sus hijos que le eran. muy queridos al goce supremo de la venganza hacia el hombre que la había traicionado. La satisfacción que ella tenla al ver sus niños crecer es resignado frente al goce de la venganza.

El amor para ellas queda situado como un objeto agalmático en si mismo, pertenecer a un conjunto incompleto, ser una entre otras las sitúa en una exigencia femenina del amor de su hombre, que no está en relación a la carencia fálica sino que clínicamente está vinculado a cuestiones de su identidad, además ese Otro goce llamado suplementario, no es un goce identificatorio, no identifica por experimentarlo a una mujer como una mujer, por tener orgasmo femenino una fémina no se identifica a su sexo, sino que más bien el goce suplementario las coloca en posición de fading subjetivo ante el objeto, por eso Lacán observa que ellas soportan mucho mejor la frigidez que los hombres su impotencia, ellas no identifican su femeneidad a sus orgasmos.

Las mujeres se identifican por el amor de un hombre, exigen ser las únicas, esperando que el amor y el deseo masculino les brinden un valor de felicidad, un particular brillo que devuelve el deseo del Otro, y que les brinda el significante de la diferencia con respecto a las otras, este significante tiene su efecto pacificador sobre un sentimiento de terror, de quedar homogéneas y fusionadas a un conjunto universal, desconociendo x ni la neurosis femenina que de ellas, en tanto Otro sexo, tal operación es imposible.

Las teorías del amor en la Edad media sostenían dos corrientes:

A. El amor físico

B. El amor extático.

En la teoría del amor físico Santo Tomas encuentra una convergencia entre el amor de Dios y el bien de la criatura. Por más absoluto que sea el amor de Dios no entrarla en disonancia con el bien de la criatura, esta es una teoría de la armonía entre el don de si a Dios y el regocijo del individuo humano.

El amor extático se diferencia en que al darse a Dios, uno se pierde como criatura del mundo, en este punto el goce femenino es extático, porque a la mujer la divide, la causa en su deseo y finalmente la deja sola ante el sexo y la muerte.

En las variables clínicas nos encontramos con damas que arman un universal deseo de encontrar el hombre de su vida, que haría de ellas La Mujer. Esto las sitúa en un terreno supuestamente ilimitado, sacrificar todo por amor a un hombre se premia con un amor unificante e identificarte. Etemizan los tiempos de su vida detrás de un sueño de convertirse para el hombre en el señuelo de su verdad, constituirse en su síntoma, y encamar sin dificultad ser el objeto de su fantasma.

Esta aspiración está ligada a una diferencia estructural claramente definida por Lacán en su texto Televisión. El hombre desea La Mujer, el hecho de que La mujer no exista, no le impide desearla pero solo encuentra en este camino fantasmático una aunque de esas unas haga una serie de varias.

No se trata de inventarlas ni listas, ni anárquicas, ni libres de toda demanda al padre o al hombre, sino de que la cura las conduzca a poder soportar lo posible de la relación con un hombre, a que dejen de sufrir ante las exigencias de amores que no garantizan, por más locas que se pongan la fusión de los sexos.

Quizá se las conduce a resignar el resguardo que les brinda, la ilusión de que su hombre es responsable de todo el malestar que padecen, por efectos inevitables de la estructura que las habita. Aceptar que no se es más que un síntoma del inconciente del otro requiere de cierta resignación narcisista que pone en juego su división subjetiva.

Una figura que viene muy bien a la neurosis femenina es encarnar las preciosidades del Superyó del partennaire; ella se niega a él mientras que él la reclama; o ella lo exige tomando el rostro gozoso de una frase digna de Madame Bovary Nunca me olvides.

Situemos que en la relación sexuada del sujeto macho con su objeto, La Mujer no puede ser encontrada, así el síntoma que sustituye el imposible encuentro con la diosa, es sustituido por una serie de varias donde alguna siempre cuenta distintivamente.

En la ética del soltero, el cortocircuito con el Otro sexo es evidente, en la ética Kantiana el rechazo generalizado al síntoma se traduce en que la única ley válida es el sacrificio, cuya práctica es la abstinencia. Otras veces el síntoma para un hombre es una mujer cuando ella habla, ella se hace sujeto y él es un servil objeto que la escucha y cree en ella. Finalmente, tanto bla bla bla se le convierte en una alucinación mental que -nuestra que lo cómico del amor se puede homologar a lo cómico de la psicosis.

La realidad clínica la sitúa en la voz de su inconciente, ama a su prójimo en ella, ama en ella al inconciente que la habita. Quizá la infidelidad de algunos caballeros es introducir en las voces de ellas una división, que por otro camino les resulta fallido. La supremacía fálica que va, del poder a la gloria, en. los hombres entra en cortocircuito al narcisismo femenino. La bella imagen de una mujer instalada en el complejo de masculinidad freudiano se desmorona cuando su hombre les falta-, Le sugiero clase de Haydee Henrich, La mujer rota, donde una mujer convocada al duelo del desprendimiento de un mando que gira su amor hacia otra, se rompe,

La tendencia que Lacán subraya es que las mujeres tienen menos aptitud para gozar de la privación, cada duelo las reenvía a su origen materno filial, ellas tienen el privilegio de gozar en lo real de un objeto que las representa, condición de estructura a la cual los hombres no acceden. Los duelos a las mujeres las golpean en el ser es decir, en el corazón. Ellas son convocadas a actos que cortan con la dialéctica significante y que se pueden deslizar a la morada de un amor infinito, sugiero lectura del Vicio Absurdo de Virginia Wolft,

La lógica del acto que golpea al ser de una mujer en un momento de duelo, puede conmoverla hasta disolverla melancólicamente en el sentimiento de no ser amada, en ese caso la castración le retorna sin velos de la manera más cruda y real.

Pero en tanto no toda, el matiz irreversible de lo perdido puede relanzarla vivificada en su dolor, una mujer que aprendió rápidamente desde su carne, en tanto hija mujer que el don de la cesión del objeto compensa los dolores de la castración, puede heredar la enseñanza de aquella, que desde un cuerpo materno y femenino alguna vez y en otro tiempo la parió para la vida.

Elena Jabif. Seminario de la EFBA sobre conceptos fundamentales del objeto a. 2000.


TIEMPOS EN LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA. Mariela Weskamp

¿En qué se parecen un bebé y un cepillo?, me pregunta un paciente de ocho años al final de una sesión. Y responde: En que los dos cepillan.

Me río con él por el chiste pero, sobre todo, aliviada porque pienso que mis preocupaciones en relación a cómo se está estructurando este niño fueron exageradas.

De todas formas no me lo creo y, a la vez siguiente, pregunto:
¿Cómo era ese chiste que me contaste?, me lo olvidé.

Lo repite. Pongo cara de que no entiendo bien dónde está la gracia.
No entendés diceEl cepillo cepilla y el nene cepilla con el cepillo., Hace el gesto de cepillarse el pelo.

Me entero entonces que esto que escucho como un chiste es algo que él copia de un programa de televisión.


Nos divertimos frente a la lógica dificultad de metaforizar de un niño pequeño, pero cuando esto acontece con un niño de ocho años no nos da tanta gracia y, en un adulto, esta imposibilidad de juego significante nos llevaría a dudar de estar frente a un semejante, frente a un neurótico con quien compartir un chiste.

A un niño muy pequeño, un niño en tiempos instituyentes, el chiste no lo sorprende, no le produce placer.
Primero, si todo funciona más o menos bien, lo cómico desencadena la risa. Serán necesarias varias vueltas y reiteradas pérdidas para jugar con significantes en el chiste, ya que aquí se juega una dimensión de la separación entre el sujeto y el Otro sólo posible en tiempos de apropiación de las marcas.


¿Por qué lo que en una edad de un niño nos divierte en otra nos preocupa?
Porque suponemos que no está a su tiempo: el tiempo de sus congéneres.

Creo que la necesidad de plantear tiempos lógicos frente a la degradación de la obra freudiana por las psicologías ha hecho caer en el extremo de pensar que la cronología no entra en la cuenta, desestimando un real que no solamente pone a prueba la estructura sino que hace a su efectuación.
Desde la clínica con niños podemos leer tiempos en la constitución subjetiva que se suceden en forma discontinua y que no necesariamente se realizan. Son distintos tiempos de la escritura de la falta.
Los tiempos de la constitución pueden pensarse como los de la apropiación de la estructura que está desde el inicio, la del Otro. La apropiación se soporta en el tiempo real, se despliega en la cronología.

En la clínica nos encontramos con niños en los que no hay apropiación de la palabra, pero leemos en sus juegos que el significante Nombre del Padre está operando.
Otros, además de no articular palabra no se mueven, no juegan. Nos hacen pensar que aún no hay inscripción del rasgo unario o que fallan operaciones fundamentales.

Algunas veces, en el trabajo con niños pequeños, luego de un encuentro propiciatorio, algo se inscribe y permite la estructuración.
¿Por qué es tan distinto el pronóstico al trabajar con edades más tempranas?
Pareciera que en tiempos instituyentes la estructura aún no está sellada. Lo que nos permite no sólo asistir sino ser agentes de momentos de corte y viraje estructural.

A partir de esta clínica he pensado en hablar de detención en la constitución subjetiva. Detención de operaciones que luego podrán producirse. Distinto a forclusión, en donde hay una operación que, por no producirse cuando debería, sella la estructura.

Cuando decimos niños pequeños nos referimos a distintos tiempos de constitución y dependerá no sólo de su posibilidad estructural sino de su tiempo el que un niño presente o no formaciones del inconsciente. Cuando las hay, nuestro trabajo es aquel para el que fuimos hechos. Los casos en los que no hay formaciones del inconsciente nos confrontan con el límite del inconsciente en el punto de su no constitución.

Si para que el inconsciente se constituya es preciso que haya separación entre cuerpo y goce, podría pensarse que a partir de esta operación el tiempo empieza a contar. Cuando la operación falla, el cuerpo parece detenido en otro tiempo, en el tiempo mismo del goce, en donde las horas pasan pero no producen efecto. Aquí se ubican ciertos retrasos, niños en los que su edad cronológica no se corresponde con su tiempo del juego.

¿Qué hacemos con estos pacientes que no se ajustan al dispositivo? Aquí podemos intervenir desde el deseo del analista para permitir el avance en la estructuración subjetiva desde el punto de su detención.

En relación con los tratamientos posibles, desarrollo aquí fragmentos de un material clínico, limitándome a situar algunas intervenciones que produjeron efecto.

Conozco a Mariano a los cinco años. Sus padres habían venido a pedirme, sin consultar nada, que le haga un psicodiagnóstico para el colegio. Digo sin consultar ya que ellos saben la causa de sus problemas de lenguaje: Es hereditaria. Él es adoptado y, dado que en su familia biológica todos hablaron tarde, se trata de esperar.

A lo largo del tratamiento escucho, entre el decir de los padres y el padecimiento de Mariano, un abismo tal que me permitirá afirmar que no hay ningún reconocimiento subjetivo de este niño.
El padre está señalado, desde la madre, por un lado como el que no puede tener hijos, y por otro como que con él no pasa nada. El padre, triste y resignado, dice que ella decidió la adopción, que el niño es más de ella. Aparece así devaluado en su función, señalado desde la madre como impotente, siendo ella la que tiene la palabra, el saber.

¿Cuál es la posición de la madre? Responde renegando, al tiempo que escucho puntos forclusivos en su discurso.
Hablo de renegación porque cada vez que se le impone un límite desde el colegio, desde el tratamiento, desde cualquier lugar, ella lo transgrede y cada vez que el niño da una respuesta que le resulta decepcionante, en ese lugar ella alucina un niño, otro, no pudiendo reconocer a Mariano, no pudiendo mirarlo. Ella reniega permanentemente de las respuestas que él da y no puede escuchar, ni ver lo que hace o produce. Lo ve donde ella alucina al otro.

Escucho puntos forclusivos en su discurso porque explica la causa de cada conducta de Mariano a partir de su certeza de que la madre biológica tiene que estar en ese momento embarazada.
En el único punto en que me pide saber, es acerca de cómo contarle a Mariano lo que ella llama su historia. Está empecinada en que sepa acerca de su origen y para esto le pasa permanentemente un video del momento en que se efectuó la adopción, esperando que esto lo lleve a preguntar; pero no pregunta nada. Ella le supone un saber, le adjudica un saber más allá de lo que se transmita por su palabra.


Además, para explicarle acerca de su origen, lo único que le dice todo el tiempo es que estuvo en otra panza, en lugar de ubicar allí otra madre, otra mujer, no pudiendo velar con ninguna imagen este real de la panza.

En los tiempos iniciales de su tratamiento, mariano despliega una intensa actividad sin hacer juego con nada: saca, pone, guarda, tira, arrastra todo. No hay nada que le llame especialmente la atención, que lo haga detenerse, que pueda ser mirado.


En este movimiento permanente me demanda que lo mire. Esta demanda de reconocimiento que comienza a esbozarse va a permitir que, con el tiempo, situándome en ese lugar y mirándolo, apostando a producir efectos subjetivos, el registro imaginario, que no estaba constituido, se organice.
Habla con frases cortas, en las que es difícil entender su sentido porque su articulación vocal es mala. No puede relacionarse a través de la palabra.

Si intervengo de cualquier manera, afirmando, negando o preguntando, esto no produce en él respuesta, y sus frases se continúan unas a otras sin hilván, en una metonimia permanente; son enunciados sin enunciación. Habla sin decir, no se apropia de la palabra.


Me llama poderosamente la atención que cada vez que uso el recurso de contar una pequeña historia para que él intervenga, la rechaza de plano, y superpone inmediatamente su voz a la mía como defendiéndose de lo intrusiva que le resulta.

En este tiempo sitúo dos goces distintos, el de la voz y el de la mirada. No soporta que lo deje de mirar y no soporta mi voz.


No hay recorte de la voz, pérdida que se inicia en estos primeros juegos verbales del bebé y que remite a la adquisición del lenguaje en tanto puro significante. En Mariano, la voz no es soporte de la palabra sino que delata la presencia intrusiva y gozosa del Otro. En el punto en que es objeto del fantasma materno no hay separación entre cuerpo y goce, aún no hay pulsión escópica ni pulsión invocante. Pareciera que en el otro está encastrada la voz; el Otro no habla con significantes, no abre a otros sentidos sino que el sentido aparece cristalizado, coagulado.

La Mirada no encuadra lo real, no hay recorte dado por la mirada; al verse todo nada se mira.
Esto me remite a pensar que para percibir no alcanza con que los órganos funcionen normalmente. En un niño sano, la percepción no se organiza si no es a través de la palabra de un Otro deseante. De no ser así, el goce impide que la percepción se organice. No hay un orden que establezca diferencias.
Lo que puedo escuchar en sus padres, es que Mariano no ha sido sostenido por una verdadera Mirada de reconocimiento. El padre no lo reconoce como propio y la madre lo ve donde ella puede verlo, nunca lo mira. Esta mujer sólo puede de este niño tomar bellas fotos que me muestra, al tiempo que dice ¿Te parece que este nene tenga algo que le impida entrar a primer grado?, convocándome a confirmar el rechazo de la castración.


A él, evidentemente, no le falta nada. Ella imprime un sentido, no lo mira porque este niño no le hace falta. Lo ve siempre en el mismo lugar, cristalizado en la foto, lo ve idéntico; en la madre no hay metáfora.

En este tiempo Mariano, que tiene cinco años, no reconoce colores ni formas, todo vale igual. Es porque hay una falla en la privación que nada falta, no hay un casillero vacío, no falta nada en lo real.

Toma grandes ladrillos de colores y los apila sin sentido, sin darles forma.
Tiempo in-forme, de la presencia de un real pulsional, en donde no se anuda lo simbólico con lo imaginario dando forma, dando sentido.
El dibujo es solidario de este tiempo del juego. No hay inhibición alguna en las rayas que llegan a romper la hoja, que no discontinúan, que no hacen marca. Es la pulsión en bruto que descarga en el papel sin corte alguno.

Tomo los ladrillos por él desparramados y empiezo a inventar túneles, que recortan el espacio, para un tren en el que pongo todo mi interés.
Armo encastres, edificios con los ladrillos, nombrando y separando colores y formas para introducir, con mis intervenciones, algún orden simbólico que propicie el acotamiento del goce pulsional.
Digo, a través del juego, que con todo no se puede jugar. A partir de que elijo algunos objetos digo no todo. Enunciado que si se verbalizaba no producía ningún efecto. Introduzco la privación en acto y retroactivamente podré leer que estas intervenciones organizaron, que la privación operó recortando el goce, permitiendo que la percepción se organice.

Entonces, unos meses más tarde en el todo recortará un tren. Ese tren libidinizado por mí adquiere para él valor libidinal.
El primer juego será poner varillas de plástico adentro de los vagones, separándolas y ordenándolas por color. Tiempos iniciales del jugar en donde se pone en juego la oposición.
A partir del recorte del espacio que le propongo a través del juego, con estos túneles que armo, se introduce la diferencia entre adentro y afuera. Este límite produce una organización de lo imaginario que posibilitará que reconozca colores y formas porque ya hay algo del objeto real que él pudo perder.

Es porque lo imaginario se constituye que, en este tiempo del dibujo, Mariano va a empezar a hacer círculos.
Recorte del espacio que marca otro tiempo de la falta del objeto.
Les pongo nombre a sus círculos y, entonces, él va a comenzar a darles un sentido a estos primeros trazos. Las marcas que él puede empezar a hacer son efecto del tratamiento. El que yo lo reconozca. Lo mire y de nombre a su producción va a permitir que él oriente su trazo, que le dé una dirección.

Las intervenciones que producirán efecto serán aquellas en donde apunto en la dirección de rescatarlo de este lugar de objeto, apostando a producir efectos subjetivos. Por ejemplo: para Mariano la finalización de la sesión estaba fijada porque su mamá viniera a buscarlo. Ella, por su parte, nunca pudo respetar el horario; era necesario que yo le reiterara, cada vez, a qué hora debía venir. Horario que, de todas maneras no cumplía, llegando a irrumpir en el consultorio en cualquier momento.

¿Qué puedo hacer con Mariano frente a este Otro arrasador, gozador, que encarna la madre?
Intervengo aquí para horadar al Otro en lo real ubicándome en la transferencia como semejante.
En este punto hago aparecer al reloj, ubico al Otro en el reloj y enuncio que todos estamos sujetos a su ley inclusive su mamá, que tiene que esperar si llega antes. Aparezco aquí sometida como todos a una ley simbólica, no inventando sino transmitiendo. A veces digo: ¡Qué pena!, con lo divertido que es este juego. No podemos seguir jugando, mirá, ya es la hora.

Estas intervenciones producen acotamiento del goce, ya que luego podrá preguntarme si es la hora y pedirme que nos fijemos en el reloj para saber si pude seguir jugando. En él se inscribe un límite. Límite que su madre no puede soportar y transgrede una y otra vez.

Me parece interesante este tiempo porque ya no va a demandar que lo mire permanentemente, sino que me muestra sus círculos. Luego me pedirá que le dibuje el tren y entonces va a detener su mirada en mis dibujos, los copia y se los apropia comenzando a dibujar formas por primera vez. Formas de trenes.
Es otro tiempo de la falta de objeto, en el que hay pasaje del objeto real a mi dibujo, y de mi dibujo a sus propios trazos. Son pérdidas que implican ganancia subjetiva.

Tiempo después el tren se pone en marcha. Ya es un tren, pero el recorrido será siempre el mismo.
¿Adónde va? pregunto.
Acá, señala la mesa.
¡Dale que es la estación! propongo ante su falta de propuesta.

Intervengo proponiendo y no espero, porque su falta de respuesta no se trata de una inhibición en el jugar: se debe a que no hay recursos subjetivos.
Yo apuesto a que se apropie de lo que propongo, a que no responda como un reflejo desde la imitación, sino que inscriba diferencia. Por supuesto que es una apuesta.

Ofrezco muñequitos que él pondrá y sacará igual que las varillas, ya que los juguetes no le significan nada. El tren se mueve porque tiene ruedas, pero no va a ningún lado. Los muñecos no tienen vida

En este punto de detenimiento pongo en escena dos títeres, y él los toma. Los llama flor y perrito. Me da la flor y elige el perrito.
Hola perrito le doy voz a la flor.
Silencio.
¿Qué pasa perrito?, no me contestás.
No tiene boca , me aclara Mariano.
No importa digo Se la dibujamos.
Le dibujo la boca con un marcador y le invento una voz.

La flor habla, y como el perrito no contesta, dice:
Te estoy hablando, perrito, ¿no me escuchás? No te hagás el tonto perrito, sé que me estás escuchando.
¡No soy ningún tonto! , contesta enojado Mariano.
Ya sé que no sos tonto, perrito, por eso te digo que no te hagas.
Intervenir apostando al desdoblamiento permitió, además del enojo, que pueda jugar un papel, que le dé voz al títere, y que juegue a ser. el perrito.

Una y otra vez pide la repetición de este juego. El perrito llama a la florcita y, a su decir, se hacen amigos, hacen viajes en el tren y se hablan.


Los personajes ya se mueven en la escena.

Este juego recorta la voz y posibilita que, a partir de este punto, por fin podamos hablar, respondiendo él si comento o pregunto; luego pide que le cuente, comienza a tener ganas de charlar.
Es interesante porque en este tiempo, antes de dibujar anticipa lo que va a hacer. Dice: quiero dibujar un payaso, que aparece como forma propia. Anticipa lo que va a hacer, ahora sostenido en la fantasía.

Si se inicia el juego de personajes es porque puede dejar de ser idéntico. La imagen ya no está cristalizada, puede moverse en la escena. La distancia con el Otro es mayor.
La apuesta a que no quede fijado a un único sentido permitió que en algún punto se produzca un desajuste entre lo que el yo es y lo que debería ser. Separación entre el sujeto y el yo que permite el inicio del juego de personajes.

Entonces, es por ya no estar congelado en la foto que en este último tiempo puede hacer un dibujo y decir este soy yo. Se mira, me muestra que está en otro lugar. Se hace mirar y, creo que es en este punto en que la pulsión escópica se constituye. Se puede contar en el dibujo porque se pudo descontar de la escena.

Se puede contar, quiere que le cuente porque fue contado por mí.
En los primeros tiempos, Mariano podía decir lo mismo mil veces de la misma manera, sin memoria acerca de lo que relató, empezando siempre desde el mismo lugar, siempre igual, en una reiteración sin pérdida en donde no se inscribía la diferencia.

Intervengo diciéndole que yo recuerdo lo que me está diciendo, le cuento que en otro tiempo ya lo dijo.
Dejo juegos interrumpidos y juguetes sin guardar, diciendo dejá, que quede así, seguimos la próxima semana, en un intento de no empezar siempre desde el mismo lugar.
Tomo nota en las sesiones. Digo que anoto para que nos acordemos. Le muestro los dibujos que hacía antes. Le cuento de sus juegos de ocho meses atrás, cuando comenzó a venir. Le doy un lugar, lo historizo.

Podrá decir: ¿Te acordás Mariela que otro día jugamos con plastilina?
Le empiezo a funcionar de memoria y me pregunta: ¿Te acordás Mariela que yo era un bebé y dormía en una cuna?
Está en los tiempos iniciales de la pregunta dirigida al otro al cual supone un saber, y entonces se puede colocar en la falta de saber del Otro preguntando.

A partir de este punto el tiempo comienza a contar. Recuerda, escucha cuentos, cuenta cortos relatos, puede comenzar a contarse en una historia. Recién aquí, lentamente, dado que la palabra lo alcanza, podremos comenzar juntos a armar su propia historia.
Hasta aquí llego con este fragmento de material.

Cuando relatamos la clínica con niños en los cuales hay formaciones del inconsciente, hablamos de aquella práctica que corrobora nuestra teoría.

Mi intención aquí es conceptuar esta otra clínica, en donde no escuchamos efectos forclusivos, pero tampoco hay juego significante y, operamos sobre puntos de detención en la constitución subjetiva.

Clínica en donde la intervención desde el significante no es suficiente, y por tanto intervenimos para introducir el juego con estos objetos necesarios en estos tiempos de constitución.
Intervenimos tratando de escribir lo que aún no ha sido escrito, intentando armar lo que no ha sido armado, apostando al sujeto por venir.

Mariela Weskamp.


Publicado en Cuadernos Sigmund Freud 21. Relatos de la Clínica.


LA ESCRITURA EN LOS NIÑOS. Mónica Morales

Las formaciones del inconsciente tienen estructura de letra. El síntoma dibuja un trazo que se escribe sobre el cuerpo. Por eso, toda acción sobre la letra durante la cura tendrá efecto sobre el cuerpo.

Recordemos cómo pensaba Freud el trazo unario, y lo hacía en relación a la tos de una niña llamada Dora. Tosía como su padre porque estaba eróticamente privada de él, y a la vez la tos la identificaba a la madre, persona a quien quería sustituir en el deseo del padre. Este trazo unario que resulta de una contradicción, no puede ser dicho por ningún significante. Escribe lo real del goce perdido, la castración, lo que es tan singular a un sujeto como su nombre.

En el ejemplo de Freud, la tos de Dora se inscribe como trazo unario en una relación de privación con el objeto de goce. Así, la inscripción del trazo se articula con la represión, que recae sobre la imagen del cuerpo, y esta imagen dona su cuerpo a la literalidad del saber inconsciente, así como a las letras que sirven para escribir.

Apoderarse de la lengua es un hecho cultural, si bien cada niño se introduce en la palabra por un acto de aprehensión que le es propio.

Cada niño debe inventar por su cuenta, la escritura.

Su inconsciente ya sabe escribir cuando se requiere que lo haga según las técnicas de su medio.

El aprendizaje tiene valor de prueba iniciática, primera entrada en la sociedad exogámica de los hermanos. La disposición a la escritura supone una ruptura con el medio familiar.

Un niño aprenderá a escribir al finalizar su complejo de Edipo, recién entonces estará en condiciones de aprehender el símbolo que lo introduce en la escritura.

Los primeros dibujos presentan a la fantasmática infantil, que luego caerá bajo la represión. Recién entonces, un niño podrá escribir. Antes estaba impedido por su relación con la representación pictórica.

Entonces, entre el dibujo y la letra, se localiza el episodio de la represión.. Los dibujos serán presa de la represión hasta que retornen en la escritura de la letra.

Ese será el destino de los dibujos, que retornarán como resto en la escritura. Por eso también es que olvidamos los sueños, que ponen en escena un goce.

La escritura escribe el retorno de lo reprimido. El goce perdido de la imagen del propio cuerpo.

Las primeras letras de un niño son dibujos de letras, como dibujaría del mismo modo otros objetos susceptibles de dibujarse.

La escritura propiamente dicha comienza cuando la letra pierde su cualidad icónica, y recién entonces obtiene la posibilidad de representar. Además de perder su valor sonoro.

Habría un tiempo de indistinción entre la letra y el dibujo, así como también, un antropomorfismo primitivo de las letras. Las letras están extraídas del cuerpo, talladas a la medida del cuerpo.

Una nena escribe pájaro y gato, con seudo letras de su invención; la palabra gato tiene más letras porque el gato es más grande que el perro.

A partir del momento en que la letra emerge del dibujo, dependiendo de la represión, también se van a modificar los dibujos.

Entonces, la escritura procede de la pérdida del goce del cuerpo, y del corte del trazo. Así como las escrituras antiguas que se trazaban como una incisión.

En la escritura de un niño subyace el deseo de los padres que funda un síntoma referido a la letra.

Recorte de la clínica

Voy a relatar fragmentos del análisis de una nena de siete años, que al promediar su primer grado de escolaridad no había aprendido aún a escribir palabras.

Micaela no escribe y es poco lo que lee. Probablemente repita el grado.

Su padre no ha notado tal situación. Es su analista quien ha insistido que hagan una consulta.

La madre está muy irritada con la nena, y aún más con el colegio y la maestra. La idea de que Micaela repita de grado, le resulta insoportable, humillante.

Ella también repitió primer grado, pero porque su mamá no se ocupaba de ella. Dice: Micaela es tan soberbia! Todo lo hace para hacerme sentir mal.

Estos padres se separaron cuando Micaela tenía un año.

No fue para vos como Pablo! Nunca la registraste! dice la mamá enojada.

Vos no te ocupás de los chicos, siempre están con la muchacha. Contesta temeroso, el padre.

Como diría Lacán, Micaela habla a un buen entendedor a quien dirige un mensaje, esperando su retorno en forma invertida. Pero no hay entendedor que ocupe el lugar del Supuesto al Saber.

Micaela no puede situarse en el entre dos de la escena de sus padres. Entonces sólo queda la inhibición.

Sigo escuchando a los padres:

Tardé en darme cuenta de Micaela. tal vez porque era nena.

Para mí no fue así. irrumpió! Era imposible no verla. Dice la mamá.

Y más adelante: Me enamoré de Pedro cuando Micaela tenía 6 meses. Nunca te engañé, te lo dije enseguida.

Pero mi cuñada lo vio a Pedro en el sanatorio, el día que nació Micaela.

Tuve dudas de ser el padre. quizás era Pedro. no pude soportar lo que me hiciste. por eso no me puedo hacer cargo de ella.

Ella insiste: Pedro no es el padre, sos vos! Pero no te ocupás de serlo!

Lo metiste a Pedro entre los dos. si estábamos tan bien!

No, vos nunca te enterás de nada!

Sugiero que Pedro parece haber irrumpido entre Micaela y la mamá cuando ella tenía seis meses.

La madre, entones recuerda que en una reunión del colegio, la directora se había referido a la nena como pobrecita. Y dice pobrecita-huérfana.

Luego, felizmente, se angustia.

A los pocos días conozco a Micaela. Es el padre quien la trae. Como se resiste a quedarse a solas conmigo, el promete esperarla en la sala de espera. A los pocos minutos que estábamos ella y yo en el consultorio, se escucha la puerta cerrarse tras el padre que se va sin avisar.

Desde el principio, Micaela aparecía con aspecto de pobrecita-huérfana. Sucia, despeinada, vestida de pequeña mujer. Me relataba situaciones de abandono por parte de la madre y del padre. Ella quedaba siempre fuera de la escena de sus padres, de su madre y el marido. También se hacía notorio lo que la madre traslucía en su decir: la presencia de esta nena le resultaba insoportable. Micaela irrumpía.

En cuanto a su padre, él ni siquiera estaba seguro de serlo.

Fue este un análisis de un recorrido de tres años. Voy recortar algunos momentos en torno a tema que hoy nos convoca.

Un primer tiempo de juego de fort-da. Esconderse y aparecer. Luego hacer objetos con plastilina. Hasta que comienza una cadena de objetos con nombre, articulados a escenas.

Un segundo el tiempo de los dibujos. Una escena de cachorros. Son novios y van de paseo con un nene y una nena que también son novios.

Aparece otro perro, me suena muy homofónico a Pedro, Quiere llevarse a la perrita. se pelean. Ella lo quiere al bueno, pero el malo se la quiere llevar. Es mía, no me la sacarás! No se peleen chicos! dice la perrita. ¿A que no sabés con quien se queda la perrita? ¿Con el bueno o con el malo?

No sé, con quién querés que se quede?

No sé, no sé. Se ríe, y corta. Separa al perrito y al nene de la perrita y la nena.

¿Ves? La perrita cachorra se queda con la señora.

Micaela no escribía. Podríamos decir que dibujaba letras, y las juntaba una por una al dictado. Eso sí, nombrándolas por su nombre, no por el sonido.

Es decir, estaba muy presente la imagen de la letra, y no extraída su sonoridad. Era llamativo que lo que menos lograba escribir era su apellido.

Repite primer grado. Pero lo hace en una escuela municipal. No en el colegio privado al que concurría con su hermano mayor.

Un tiempo de dibujos que arman historias. Dibujos que ella pega uno a otro, secuencialmente como una tira de película.

Una intensa producción de historias. Sorprendente. Son historias de perros, luego de ratones, pájaros, autos, niños. Nunca adultos. Son historias de amor de una pareja que vive amorosamente hasta que llega un extraño a robarse el amor de la dama. La dama no sabe con quién quedarse. Ellos pelean por su amor. A veces el novio es el bueno, el que le conviene porque todos ya lo quieren. El recién llegado suele ser el malo, llamado a veces El Negro

El Negro no será Pedro? Le sugiero.

No, este es un nene. ¿Falta mucho para que venga mi papá?

Me preguntaba qué lugar ocupaban estas historias que insistían en aparecer. Quizás una fantasmática infantil que intentaban alguna respuesta acerca del deseo de la madre. Ella las acompañaba con comentarios.

Más adelante, estas escenas tuvieron un texto escrito, como las nubecitas de las historietas. Pero escritas al dictado, letra por letra.

Al promediar el año produce un dibujo suelto de un perro y una perra. Y un texto que escribe sola, sin ayuda.

La perra y el perro se fueron a pasear y es enmodran.

Me sorprendo al ver una letra en el lugar de otra. La D que le sobra a enamodran es la D que le falta al perro para ser Pedro.

Un equívoco en la escritura. ¿Acaso una formación del inconsciente, lapsus calami, como lo llamaba Freud? La inhibición comenzaba a dejar espacio al sujeto.

Micaela aprendía a escribir en el colegio. A lo largo de este análisis se fueron produciendo movimientos en el discurso de los padres, que hicieron posible la emergencia de este pequeño sujeto.

Al fin de esta secuencia, dibuja una escena en una biblioteca. Ya no voy a hacer historias de amor. Estos chicos y chicas van a estudiar a la biblioteca. Algunos buscan libros, otros llevan. ¿esta seré yo?

Micaela había logrado incluirse en una serie. Ya no era ella la única, la diferente. Este colegio en el que ha repetido primer grado, es un colegio común. Algunos aprenden rápido, otros más lentos. Están los burros, también los genios. Y ella ya sabe algunas cosas de antes, cosas que los otros no saben.

Para la maestra, Micaela es una nena que repitió porque se le hizo difícil aprender a leer y escribir en un año, y no una nena con problemas. Este colegio común tenía otra manera de nombrarla que el colegio privado.

Sus padres seguían odiándose. El padre, que fue quien la trajo a análisis, y la seguía trayendo, se ocupaba más. Pero aún más. Ahora reconocía a su hija.

Descubrí que Micaela tiene un lunar grande en la cola. el mismo que yo tengo. Yo canto, y ella también, los dos tenemos buena voz.

La operatoria del Nombre del Padre le allanaba el camino hacia la escritura.

Mónica Morales. Trabajo leído en el seminario El objeto a a cargo de O.Couso, González y S.Staude. EFBA 2002.



DESEO DE LA MADRE. BENJAMIN DOMB

Cada vez más, los psicoanalistas se meten en algo que es, en efecto, demasiado importante, a saber, el papel de la madre.

El papel de la madre es el deseo de la madre. Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle de repente va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre.

Entonces traté de explicar que había algo tranquilizador. Les digo cosas simples, improvisó, debo decirlo. Hay un palo, de piedra por supuesto, que está ahí, en potencia, en la boca, y eso la contiene, la traba. Es lo que se llama el falo. Es el palo que te protege si, de repente, eso se cierra., Lacán, El reverso del psicoanálisis.

Esto decía Lacán en el seminario del Lenvers de la psychanalyse. De esta manera advertía acerca de lo que es el deseo de la madre. De todos modos seríamos absolutamente injustos con esas madres diciendo que su deseo se manifiesta para el niño como el estar dentro de la boca de un cocodrilo. Aclaremos que éste es sólo un aspecto de la cuestión, importante sin duda pero no el único. Por otra parte, para esa época Lacán no había desarrollado las fórmulas lógicas de la sexuación, es decir de la sexualidad de la mujer, ni tampoco con lo que luego llamó la perêversión.

Para poner un poco de ecuanimidad en este asunto, recordemos que el psicoanálisis reconoce en el deseo de la madre una cuestión vital, primera para que un recién nacido pueda vivir. Sabemos muy bien que el deseo materno, es el que le ofrece un lugar para que el niño se constituya y que cuando éste deseo falta, según lo demuestra la experiencia, el niño más allá de los cuidados que se le prodiguen, no sobrevive, muere.

Digamos que de un extremo a otro, de la madre cuyo deseo es vital hasta la madre que no deja vivir, hay un recorrido que no deja, sin duda, de producir las marcas más profundas en el sujeto por venir.

Comencemos por hacer una primera distinción. Freud señalo a partir de su Complejo de Edipo el deseo por la madre, resulta que el nenito quería gozar de la madre, es decir gozar de ella tanto como que la madre también goce, a esto se llamó incesto, entonces aparece el padre, etcétera; todos conocen esta historia, que se constata también en nuestra práctica, pero la cuestión es más compleja.

Convendría de paso señalar que la cuestión de la muerte del padre, que no tiene la misma significación en Freud cuando se refiere al Complejo de Edipo, que cuando se refiere a Tótem y Tabú. Si en el primero la muerte del padre posibilita el acceso a la madre, en el segundo el asesinato lo instituye de entrada como padre muerto y es incorporado como ley simbólica que reafirma la prohibición del incesto.

Lacán va a producir un primer paso, va a hablar del deseo de la madre. Es decir, cambia el por, por el de. coloca en el origen al deseo de la madre. Es el deseo de la madre el que condiciona el deseo por la madre.

El deseo de la madre, sin duda, ya estaba en Freud, la salida del Edipo en la niña, ecuación simbólica niño falo mediante, el deseo de falo, se transforma en deseo de hijo.

Este deseo entonces, esta integrado a la dialéctica fálica, la niña decepcionada por su madre busca refugio en su padre y desea un hijo de éste.

Es casualmente aquí, en esta intervención paterna, que se ha producido un salto, con consecuencias fundamentales para el destino de los seres hablantes. Se ha dado una respuesta universal a un enigma real, se ha sancionado el sexo de la niña con el significante hijo, se le ha dado el destino de madre. Se ha su-turado, se le ha puesto un significante allí donde no había ninguno.

Donde había nada, un agujero en el discurso, se ha puesto un palo, un falo, un hijo.

Aquí comienzan los desencuentros, las contradicciones, los intentos suturantes del sujeto por cerrar, obviar esa falta, que tampoco es una falta, a la mujer no le falta nada, salvo que creyéramos que a la mujer le falta un pene, ¿para qué?, ¿para ser un hombre?

Eso que no le falta, pero que se sanciona simbólicamente como falta deviene en deseo, en deseo de la madre. Y obtura, como se lee claramente en el texto freudiano la pregunta por la femeneidad, sobre ¿qué quiere una mujer?

A partir de allí una mujer quiere hijos, está absolutamente convencida de ello. En una época no tan lejana, los médicos a modo de terapéutica aconsejaban a las mujeres que tuvieran un hijo, muchos hijos. Es la posición de la Iglesia. Sea como fuere, las mujeres desean tener hijos.

Así como los hombres desean a las mujeres, éstas desean hijos. Hoy se discute a raíz de los avances en genética y de los progresos de la fertilización, ¿cuando se produce el comien-zo de la vida?, si cuando el óvulo es fecundado, un poquito antes o después y no sé cuantas cosas más y no se interroga para nada al deseo de la madre. ¿Será que es lo mismo la vida de la mosca, de la rata, que la de ser hablante?Pero dejemos esto por el momento.

El Goce Femenino y El Deseo de la Madre

Hay un nudo estructural, R.S.I, frente al enigma del goce femenino, ante a la imposibilidad de respuesta, aparece una que acalla lo insensato, lo indigno, lo escandaloso de ese goce, aparece en su lugar lo sublime del deseo de un hijo.

A partir de allí, a toda mujer inscripta en el orden simbólico, se le exige que sea toda y además pura madre. Es decir que deje de lado el no toda.

Nace allí la exigencia de un amor puro, de un amor sin deseo, ni odio, que rehúse toda manifestación de rechazo hacia su hijo, que no acepte ningún tropiezo, ni ningún imposible. El amor materno apunta a la perfección del amor puro. Absolutamente cercano al amor divino.

Si en el inicio el deseo de falo, es decir el deseo de hijo, ha sido aquel que suturo la nada de la niña, el deseo de la madre devendrá obstáculo al goce femenino.

Dentro de éste orden simbólico, todo está hecho para hacer de una mujer sólo una madre, sólo se acepta mujer en tanto futura madre, el sexo de la mujer queda fuera de lo simbólico, tan fuera que cuando entra, entra como el revés de la madre, es decir la puta.

Ya Freud había señalado algo de todo esto, apuntando a otras cuestiones, a las dificultades, inhibiciones sexuales de los hombres, en la degradación de la vida erótica.

A la mujer se la mal-dice.

Existe un insulto que es universal, la injuria peor: el hijo de puta. ¿Qué es el hijo de puta?, es el hijo que no es el resultado del deseo de una madre, sino que es el resultado del goce femenino. Si la madre no tiene el deseo del hijo, el hijo arriesga la vida, ya lo habíamos dicho, ese deseo es vital.

Por lo tanto el goce femenino no puede llegar a ser materno, en éste insulto el hijo resultado puro del goce femenino, debería morir.

Separar la madre de la puta, es la misión de un hijo y también la de un padre. Por supuesto desde diferentes lugares uno y el otro.

Agregamos entonces, al tradicional triángulo edípico de la madre, del hijo y del padre un cuarto elemento, que no es precisamente el también tradicional falo sino que ponemos en consideración un cuarto elemento a ser tenido en cuenta, como interviniendo decisivamente en éste asunto, reintroducimos lo real de la femeneidad. ¿Qué obstáculos, qué interrogantes surgen a partir de éste más allá del Edipo. De qué manera juega el goce de La mujer sobre el deseo de la madre, qué incidencias tiene en la constitución, en la subjetivación del niño y final-mente cómo interviene el padre real más allá de su función simbólica?

El deseo de la madre hasta aquí, siempre ha sido deseo del falo simbolizado, de ahí el hijo debe de salir después de haber permanecido por un tiempo, la salida tradicional apela al padre, al Nombre del Padre.

Entonces hay en un primer gran salto, una discontinuidad radical entre mujer y madre. Otro salto y otra discontinuidad diferente a la anterior se producen con la ecuación niño-falo.

Enfrentado al deseo de la madre el niño se pregunta ¿qué es lo que ella quiere?, y anhelante se responde: quisiera que fuera yo lo que ella quiera. Lacán nos recuerda que más allá de sus cuidados, de su protección, de su alimento, incluso de su presencia, desea su deseo, ser el objeto de ese deseo. Es de esa manera que ocupa el lugar de su falo, del falo de la madre, es decir ésta lo faliciza, lo narcisisa, constituye su cuerpo como imagen unificada.

En éste primer florecimiento en el Otro, en el lugar del Otro, el niño está a sus expensas -ésta es una de las versiones del cocodrilo-. En éste punto inconstituído en el que él está, será necesario que allí el niño participe, ¿con qué si aún no tiene nada?, al menos con su piel, nos dice Lacán.

Es importante señalar que la piel, a esta altura, la aporta el niño, ésta piel recubre la imagen. La importancia de la piel, ella tiene una participación fundamental en el goce, en las caricias, y también a las enfermedades de la piel. Hay cuestiones que son de piel. Recuerdo un paciente de una presentación reciente en el Hospital Borda, no se podría decir que fuera un psicótico; éste enfermo frente al espejo se masturbaba y luego se cortaba la piel hasta sangrar, recién allí sentía alivio, el alivio de no ser una pura imagen del otro, de su madre, la cual había ejercido la prostitución en su presencia.

En ésta primera realidad del niño en relación al deseo de la madre, sujetado al capricho de eso de lo cual depende, se esbozan, se constituyen aspectos fundamentales de la estructura del sujeto. La llamada lengua materna, lalengue, se constituye en medio de ésta relación de deseo y de amor, donde la madre aporta los significantes y el niño aporta sus gorgogeos, que anudándose unos a los otros van a formar la materia prima del lenguaje del futuro sujeto. Quiero decir que si no habría ese deseo, el niño no sólo no hablaría, no caminaría, no tendría un cuerpo, tal vez no viviría.

De todos modos no hay nada que pueda ser llamado como momento ideal entre la madre y el niño. El niño no satisface totalmente ni es satisfecho absolutamente por la madre. No hay simultaneidad, ni coextensividad exacta del deseo.

Lo que hoy nos preguntamos es ¿de qué manera se sitúa la niña que habiendo atravesado su penis-neid e instituido su deseo de falo, de hijo, en el momento en que le toca ser madre, allí deberá sostener una cierta posición con relación a su hijo, teniendo en cuenta por otra parte que en camino ha descubierto, tal vez, su femeneidad, que no le fue, por otra parte, transmitida?Entonces nuevamente ¿Cuál es el efecto del descubrimiento de la femeneidad sobre el deseo materno?

¿Se podrían conciliar el deseo de la madre con la posición femenina?

La experiencia nos demuestra que es la femeneidad la que se sacrifica en la mayor parte de las veces en haras de la maternidad, ésta femeneidad sacrificada retorna con los peores efectos sobre la madre y los hijos y con un reproche siempre latente, a veces incluso manifiesto: les he dedicado mis mejores años, ¿para qué sirvió?

Pero lo contrario cuando se sacrifican los hijos en función del goce femenino, eso sí que es insoportable. Mujeres que perdieron la vergüenza. y a la locura del deseo de las hembras que rompió toda cadena y en su locura enlaza a las parejas y las destruye sentenciaba Esquilo, en la Oriestadas.

Disparidad entre madre y mujer. Similitud imposible. No son del mismo sexo madre y mujer.

El deseo de la madre tiene al hijo como objeto, del mismo modo su goce no se confunde con el goce femenino. El goce de una mujer no tiene objeto, se dirige al Otro pero a su falta.

Es en éste punto que propongo distinguir, el goce del Otro en tanto ocupa un lugar simbólico, el de la madre como no inces-tuoso, del Goce de la falta de Otro y denominar de ésta manera al goce femenino, es decir goce de la falta, goce sin objeto.

Ahora bien, cuando el goce femenino se vuelca en el hijo, ahí si es incestuoso.

Para que el goce de una mujer encuentre la decencia necesaria al de una madre, debe ser envuelto. De lo contrario éste goce femenino es goce de la madre, por lo tanto incestuoso y criminal. Nos dice Marie Madelaine Chatel.

Envolver implica que el hombre que goza de una mujer y que la hace gozar sustrae ese goce al hijo del cual será el padre., , De esta manera nos dice nuestra colega mujer, la perêversión, es decir la versión del padre real, aquel que hace de una mujer objeto a causa de su deseo, pero no sólo la desea sino que goza de ella y la hace gozar, lo cual evidentemente no es sencillo, hay que admitirlo.

Se trata habitualmente de desconocer la necesidad de una cierta consecuencia de acontecimientos tan diferentes como son un coito y un parto. El embarazo es el acontecimiento del cuerpo que se revela como la marca de la relación sexual efectiva. La articulación entre mujer y madre; convergen de alguna manera en el embarazo.

De lo que el hijo nada quiere saber es del goce que estuvo en el origen de su concepción.

De todos modos, traer un hijo al mundo no quiere decir que se llega a ser madre por ese acto. Dar a luz no es la maternidad y la experiencia cotidiana a veces lo demuestra dramáticamente.

Esto vuelve a separar el goce femenino del deseo de la madre.

Esto demuestra también que el único riesgo para el hijo no es el del cocodrilo, el de quedar capturado en el deseo de la madre. Existe también el de no ser deseado.

Desde el acto sexual fecundante encontramos diferencias que implican consecuencias en relación a la constitución de un sujeto. Este acto sexual fecundante puede estar ó no acompañado del deseo de un hijo. Podría tan sólo tratarse del deseo de un hijo, de una suerte de fertilización natural, me refiero a esas situaciones donde se trata de la búsqueda incesante del hijo y donde el goce sexual está muy poco o nada presente. Ahora bien, cuando la fecundación se ha producido y lo que estuvo en el origen es el goce sexual, existen aún dos posibilidades que el deseo de hijo acompañe a la fecundación ó que se trate de un lamentable accidente.

Hablamos de una articulación que llamamos acto sexual fecundante, sin duda esto existe, lo cual no quita que se trata de dos hechos como venimos sosteniendo muy distintos, que responden más bien a una no relación entre el goce de una mujer y la maternidad que viene a tapar, a obturar, que no hay relación sexual. Esta no relación estructural, ésta hiancia, éste vacío se transmite a la relación entre la madre y el hijo. No es lo mismo lo que causa que lo que se obtiene por más hermoso que sea este producto, el hijo.

Siempre hay un resto real, un trecho, o un abismo que el hijo no va a recubrir. Es lamentable decirlo y causar la decepción tanto a los hijos como a las madres, el producto, el hijo nunca es igual a lo que lo causa, en este caso: la necesidad de obturar el sexo de la mujer-. Desde el psicoanálisis se tratará de no obturar ésta hiancia, aunque debamos reconocer que siempre se ha tratado de cerrar esta brecha.

Para ir finalizando voy a recordar dos citas de Lacán, aparentemente contrarias:

La primera:

En el principio del trastorno psicótico hay algo que se establece entre la madre y el hijo, algo originariamente discordante, desgarrante a ocurrido en lo que liga al niño en sus relaciones con la madre.

La segunda:

Es necesario y suficiente con ser el falo, en ésta etapa muchas cosas se detienen en un cierto sentido, es en la misma medida en que el mensaje aquí se realiza de una manera satisfactoria que cierto número de trastornos pueden fundarse, entre los cuales esas identificaciones que hemos calificado de perversas.

Estas citas son sólo un pretexto para poder afirmar que muchos de los que se denominan en la clínica Fenómenos, para diferenciarlos de los síntomas se producen en el tiempo en que precisamente no reina el nombre del padre, aquel que divide al S2 en síntoma y símbolo, sino que lo que reina en ese tiempo es precisamente el deseo materno ligado a encubrir el goce femenino. Tal vez, sea necesario aclarar de todos modos que desde esta perspectiva el deseo materno ya es uno de los nombres del padre.

Este goce femenino, cuando no es recubierto por la perêversión, y se vuelca en el niño si no lo mata produce estragos, que padecen tanto los niños como las madres.

Recapitulemos para terminar:

1. La femeneidad como lo que está más allá del padre. Fuera de la dialéctica de la castración.

2. El deseo de la madre como respuesta a este enigma y la reintroducción de la mujer en tanto madre en el orden simbólico.

Este deseo es vital para el hijo. Estos dos órdenes se anudan, pero manteniendo su heterogeneidad radical. Es decir no se confunden, no hay continuidad entre mujer y madre.

3. El goce femenino, tal vez no tenga un sólo modo de satisfacción, el sexual, puede ocurrir que se satisfaga de otros modos. Pero este goce cuando no encuentra su cauce y se vuelca al hijo, si no lo mata se transforma en la boca del cocodrilo; es el que actúa induciendo todo tipo de fenómenos incluso la forclusión.

4. El modo de intervención paterna, sin duda no el único sino el más conveniente, el más simple, tal vez el primero es el que Lacán señala al final de su enseñanza, el de la perêversión, el hombre en tanto sujeto deseante en relación a una mujer a la cual convierte en objeto a causa de su deseo. Por supuesto a este se le anuda el padre que nombra y brinda cuidados paternos. Uno y otro tampoco no se confunden. Podemos anudarle también la versión imaginaria del padre. Pero lo que estamos subrayando hoy es que si bien el padre en su función simbólica es necesario, este padre real, deseante es el que le pone verdaderamente el palo, para que el goce femenino no termine devorando a la madre y al hijo.

No siempre este deseo del hombre está presente y cuando lo está tampoco tiene garantizado el éxito y es de allí, entonces, que se trata de inventar un padre cada vez más endiosado, como tabla de salvación.

BENJAMIN DOMB


Inconsciente: Eficacias Clínicas. Liliana Donzis

Dos hermanos una niña de doce y un niño de diez, representan ante un público familiar una obra teatral de la cual ellos son los autores. En el primer acto se lamentan ambos personajes lo penoso de la vida miserable y escasa de recursos que llevan. La cabaña a orillas del mar muestra al pescador-niño y su señora anonadados frente a este incierto panorama. Es así que el pescador decide embarcar en su bote y retirarse a lejanos países .La primer escena culmina con una cariñosa despedida.

La segunda escena transcurre con la llegada del marido-hermano-niño que ha hecho fortuna y la trae en una gran bolsa a su hogar.

Le relata a su esposa sus aventuras, muy orgulloso y contento. La esposa niña, no queriendo ser menos le responde llena de orgullo:Yo tampoco estuve holgazaneando, ni haciendo fiaca, . mirá y abriendo la puerta de la cabaña, le muestra doce niños-todos muñecos uno al lado del otro. Al llegar a este punto la audiencia familiar rompe a carcajadas. llenos de asombro los niños actores enmudecieron ante las risas de sus parientes.

Es que las risas, si no lo advirtieron, se producen ante la flagrante ignorancia que demuestran los niños en esta escena acerca de las condiciones necesarias para el nacimiento de los hijos. Creen que una mujer puede vanagloriarse de la descendencia obtenida en la larga ausencia de su marido. Y que además el marido ha de regocijarse ante tal suceso.

Este cuento que Freud relata en El chiste y su relación con el inconsciente en los albores de 1900 hoy podría ser trastocado solo en algunos pequeños datos, cualquier niño de 10 o 12 años conoce con precisión como nace un bebe. No recorrerían grandes caminos para conseguir dinero para su subsistencia apelarían en cualquier escena teatral o de juego a una tarjeta de crédito, en vista a obtener dinero rápido irían a un banco, comprarían acciones en baja y luego las venderían. Imaginarían dejar el oficio de pescador por otro más rentable como cantautor etcétera, y seguramente él en la actualidad le solicitaría a la noble esposa que trabaje fuera de la casa aunque pueda correr el riesgo que también lo engañe con otro. ella le pida el divorcio a causa de que él no cumple con el rol viril que la sociedad reclama. y ya está.

Recuerdo el caso de un niño que deseaba tener un juego nuevo que no estaba al alcance del dinero disponible por su familia y con una lógica incuestionable soluciona el asunto proponiendo que si no tienen dinero lo compren y paguen con la tarjeta Visa. Hoy la la edad de los personajes simplemente sería menor que en el relato freudiano, la niña de cuatro y el niño de tres.

En la anécdota contemporánea hay algo que resta invariante, el público se reiría de todas formas, ya que aquello que los niños han producido basándose en su ignorancia puede calificarse de absurdo o desatinado y esta ignorancia infantil, que tan radicalmente transforma el proceso del oyente, es lo que constituye, Freud dixit, la esencia de la ingenuidad.

La ingenuidad verbal coincide con el chiste en la expresión y el contenido. Difiere en que en la ingenuidad el sujeto no se implica en el verbo, en la palabra ni en la acción .El despertar de lo hilarante se produce en los otros, el público para la ocasión, son quienes encarnan la sanción.

Freud dice que lo ingenuo es el límite del chiste, en lo ingenuo la elaboración que la censura prodiga esta en grado cero. Para que un chiste tenga eficacia es menester que ambas personas estén implicadas en una análoga situación de coerción o resistencia. Censura freudiana que se elastiza por el levantamiento de la represión. Porta al mismo tiempo el aire fresco de un nuevo sentido. Sentido que nos despierta la palabra que sustituye, metaforiza lo que debería estar oculto.

Dicho de otro modo, una representación nueva sustituye a la que queda reprimida, una letra por otra, el chascarrillo, la similicadencia, las homofonías, el desatino, la agresividad enlazan un paso de sentido nuevo.

El sedimento del inconsciente pasó en la producción chistosa a otro estado, luz ante el efecto anonadante de lo imposible .

Luz fulgurante que en el efecto chistoso otorga al sujeto la chance de recuperar el goce de la palabra ante lo real, si sigo bien la expresión que aporta Alain Didier Weill cuando analiza el fenómeno siderante.
Volvamos a la ingenuidad, en ella una sola de las personas está presa de la corrección que la censura ejerce en relación a sexo y muerte y es en ella en quien surge el efecto cómico que despierta a su vez la falta de ilustración sexual de los niños, mientras que la otra está, si se puede decir así, libre de ella. Freud nos dice entonces que la censura sobre la sexualidad no opera en los niños. Ellos se desnudan y se miran y toquetean con placer pero sin que opere la censura, ni el superyó que puede transformar lo reprimido en humor.

En cambio, en el chiste se posibilita el surgimiento del sujeto, al mismo tiempo que viabiliza la satisfacción de lo pulsional contra un obstáculo, real. Piedra en el camino que la palabra rodea para la extracción de placer con economía de medios, así como también el chiste genera un goce que se había vuelto inasequible.

En el ingenuo lo sexual está escamoteado si aparece se presenta sin reparos y sin connotación sexual. Freud dice que para el niño y para el ingenuo lo sexual se desnuda. No se pone en evidencia aquello que se oculta por acción u omisión.

En lo ingenuo el sujeto está desimplicado pudiendo surgir, reaparecer en el discurso por efecto de la negación que recupera la afirmación primordial. La operación que Freud nombró Verneunung favorece el cambio de posición. El no hace al si de la afirmación y es su correlato operacional.

La ingenuidad se mantiene al precio de un goce inaccesible. En el chiste su carácter lúdico pone en juego la marca del trazo propia de lo simbólico y también sitúa al otro en su calidad de semejante. Lo ingenuo provoca comicidad y risa en el público. El efecto chistoso calza, no solo en el entredos y el entredicho sino en el entre el significante que representa al sujeto para otro significante. Relanzando la palabra despuntada con la chispa del deseo.

Podemos coincidir con Freud que la producción del inconsciente es eficaz, que la hipótesis del inconsciente se verifica como chiste, sueño, lapsus, síntoma.

Aquí toma todo su valor el discurso de la histérica que tiene el mérito de mantener en el discurso la pregunta por lo que constituye la relación sexual, a saber, como un sujeto puede sostenerla o, por el contrario, no puede sostenerla . Le da la palabra al Otro precisamente como lugar del saber reprimido. Este es el motivo por el cual el saber sexual es algo extraño al sujeto. Revela la relación del discurso amo con el goce, en la medida que el saber ocupa el lugar del goce, producción. La histérica no es sin padre, a diferencia del niño la posición ingenua que en ocasiones reviste se asienta en el objeto a en el lugar del saber. No sabe que sabe no es lo mismo que la ignorancia supuesta de la infancia.

El inconsciente freudiano es en la medida en que él es otra cosa, se produce en otra escena, que lo que se ve. No es la tendencia ni un misterio, el inconsciente es la abertura por la que habla el deseo al paso de la escansión significante. En este punto Lacán apelará para su demostración a la topología

Podemos distinguir dos modos de detención del parletre, uno por efecto de los mandatos del superyó censura en términos del 900 del que el humor es su tránsfuga y otro que permite que el cierre del inconsciente se reabra a la luz de lalengua.

En este sesgo un análisis puede asimilarse más a un chiste que a un sueño, mientras que la intervención analítica cerca la producción inconsciente por la vía del lapsus, aun cuando ésta no es la única vía. Ahora bien, en el terreno simbólico la proliferación significante cifra y descifra acarreando operaciones al infinito. Freud confió al saber inconsciente las eficacias producto de sus formaciones. El Inconsciente es desde esta perspectiva el discurso del Otro que por vía imaginaria y simbólica prolifera a tal punto que el análisis podría constituirse como interminable.

Lacán en el seminario LInsu dice a propósito de esta cuestión:El inconsciente esta adherido a sus formaciones y por ende al goce fálico, no supone lo real del cual yo me sirvo.
Unbewust no es sinónimo de lunbevue, la una equivocación que se inscribe no solo en el significante sino en la materialidad de la letra, en la lalangue .Es necesario este cambio de punto de vista para que el análisis encuentre sus topes en el alfabeto vivo que constituye el sujeto, cuerpo, síntoma y goce en sus variantes.

El inconsciente es freudiano o es Lacániano?, Lacar dice el nuestro.
Lo articula al análisis, No porque el inconsciente este estructurado como un lenguaje, deja lalengua de tener que jugar contra su gozo, puesto que está hecha de ese mismo gozo. En la transferencia si el sujeto supuesto saber sabe en qué consiste el inconsciente es por ser un saber que se articula con lalangue no anudándose a él el cuerpo que allí habla sino por lo real con que se goza.

El incauto del inconsciente procede como el ingenuo en punto cero del chiste .Puede hacer el pase de sentido en tres posiciones: la producción de un sujeto, transmitida a un auditor cuya risa sanciona un pasaje. Si algo pasó el auditor será público del chiste y del pase.
Qué en ese pase pasa algo nuevo, en ocasiones un invento es una experiencia que no me es ajena ya que con economía de medios y de tiempo el efecto de lo dicho conmueve en más de un modo la economía de goces.

El chiste formación del inconsciente participa del equívoco que es su principio y también juega con el sonido y el sentido, la homofonía y la letra por el cual el sujeto hace invento con lalengua. Savoir y faire con las vicisitudes de la pulsión y también con los juegos de palabras y sus imágenes que toman consistencia en el cuerpo de lalengua .

La lengua esa que nos transmitieron y que nos permite relanzar la pregunta, ¿La cadena inconsciente se detiene en la relación de los padres? Es sí o no fundada esta relación del niño a los padres?
Lo que suple la relación sexual es el amor, fracaso del inconsciente.

Liliana Donzis.

Escuela Freudiana de Buenos Aires. 2005.