EL QUE HACER DEL ANALISTA EN LA CLINICA CON NINOS. Liliana Cohen.


Ya de entrada referirse al quehacer del analista pone en juego una pregunta: ¿qué hacer?.

Para intentar contestarla tomaremos dos afirmaciones de Lacán en las que aborda esta dimensión de la cuestión. Una dice: ”El psicoanálisis se trata de deshacer con palabras lo que fue hecho con palabras”. Y la otra: ”El analista no sabe lo que dice, pero debe saber lo que hace”.

Entonces queda claro que en ambas afirmaciones insiste una misma cuestionen cuanto a que lo propio del Psicoanálisis concierne a un hacer que debe ser tomado como una praxis y no como una simple técnica. Una técnica implicaría una serie de reglas y maniobras previamente establecidas, a ser aplicadas en todos y cada uno de los casos. En cambio, en el Psicoanálisis siempre se trata del caso por caso, del uno por uno.

Decir que se trata de una experiencia de lo singular, deja afuera cualquier tipo de fórmula generalizadora que se pretenda con validez absoluta. Aquí en el Psicoanálisis en tanto práctica se trata en cambio de un hacer que concierne a operaciones simbólicas a ser puestas en juego, cuestión que por lo tanto implica algo más cercano a lo artesanal que a lo científico.

En ese sentido, Freud habla de ”Psychoterapische Behandlung”, que significa tratamiento psicoterapéutico. Es interesante señalar que” Behandlung” es una palabra compuesta que contiene “Hand”, mano.

Podríamos decir entonces que se trata de un hacer con las manos? Será desde ahí que Lacán afirma que el hombre amasa el significante con las manos? El apólogo del “pote de mostaza” que él desarrolla, dice que la creación surge del nihil. Que los hombres crearon las vasijas para bordear, cernir la nada, el vacío. Y con esto apunta también a señalar que el humano construye su mundo con las manos valiéndose del significante.

Ahora bien Freud en relación a este hacer con las manos propio del tratamiento psicoterapéutico nos dice que cada analista irá viendo de que manera tomar el instrumento de trabajo. En su artículo “Consejos al médico” intenta dar cuenta y transmitir su saber-hacer a colegas y discípulos. Sin embargo se ocupa de dejar en claro que esa es la manera de la que él se vale para tomar el instrumento. Luego estará lo que cada uno haga con su estilo propio.

Ahora bien, a esta altura, estamos en condiciones de afirmar que si de Psicoanálisis con niños se trata, éste también concierne a un hacer. Hacer que implica como un sesgo específico de su práctica, el juego.

Esto es así porque en el marco de un psicoanálisis un niño trabaja con la palabra, el dibujo y fundamentalmente con el juego. Asimismo hace falta subrayar que tampoco el juego en un análisis concierne a una técnica a aplicar. Podríamos decir que el juego funciona como un ARTIFICIO, palabra compuesta: arte y facere: hacer. Esto implica directamente a un artífice, vale decir, a aquel que ejecuta cierto arte.

“De este modo se establece el primer acento relevante, según el cual el juego es un artificio en el sentido de arte de jugar, un hacer ingenioso que designa cierta creación que transforma o disfraza porque destaca que su operatoria sustituye lo real”, nos dice Cristina Marrone.

El niño hace jugando. El juego es su hacer propio. Entonces, cuando se trata de un niño en análisis, se jugará.
En la escena de la transferencia un analista también va a sostener y acompañar el juego del analizante. .Jugará en un contexto donde el niño se apoya en los juguetes, se toma de ellos para ir enlazando los hilos que hacen al armado de su estructura subjetiva.

Digamos entonces que los tiempos instituyentes de la subjetividad hacen al desarrollo de los recursos simbólicos del niño, al armado de la imagen del cuerpo y a la constitución del objeto y la falta.
Los juguetes o “pequeños objetos” como los llama Lacan, tienen presencia real en la dimensión de la transferencia. Ahora bien, la transferencia, cuando se trata del análisis de un niño, hace a la constitución de la “Otra escena”, vale decir, al Inconciente.

En este sentido es decisivo el concepto de transferencia que un analista sostenga, ya que esto producirá efectos y consecuencias en la dirección de la cura.

Para desplegar esta cuestión, podríamos decir, que un analista en cuanto a su posición en la transferencia, no ocupa ni sostiene, el lugar de supuesto representante de la realidad. Si así fuera, trabajaría para “acomodar y adaptar” al niño a su realidad familiar en aras de que “las cosas funcionen bien”, armoniosa y adecuadamente.
Tampoco un analista en la transferencia, tomará el lugar de los padres del niño. En todo caso hará Semblant de estar allí, pero con el fin de que los mensajes del niño se articulen y pasen.

Un analista, entonces se implicará en el juego del niño “como si” fuera un semejante, un compañero de juego. Esta dimensión conlleva la particularidad, cuestión que no ocurre en el análisis de un adulto, de que el analista se implica aquí, incluso con su cuerpo.

Ahora bien, esta manera de involucrarse en la transferencia está sostenida desde la terceredad y lo real de la falta. Freud nos dice que el lugar de un analista concierne a la “dite Person”, la tercera persona.
Lacán diría luego, en este mismo sentido que entre el analista y el analizante hay tres, lenguaje, falo y padre. Por lo tanto, el lenguaje y la ley simbólica que éste comporta constituye la dimensión que sostiene el hacer analítico, hacer articulado fundamentalmente a la castración.

RELATO CLINICO.
S. es traída a análisis a los ocho años. Sus padres dicen que en el colegio no juega en el patio con sus compañeros, ya que no entiende las reglas. Comentan preocupados que si le piden que vaya a comprar “un pan de manteca”, la niña vuelve y dice: ”no es un pan, es un paquete”. En la misma línea agregan, si le dicen por ejemplo: ”esa radio no tiene más pilas”, la niña la abre y responde “si tiene, ahí están”. En lugar de decir lápiz con punta, dice “lápiz puntada”.

A la primera entrevista traen también como motivo de consulta, un hecho que se reitera y que les resulta enigmático. Cuando se enojan con ella, la niña va al baño se lava las lágrimas, se pone a cantar mirándose largo rato en el espejo, se maquilla y luego regresa siempre con la misma frase:”se terminó la historia”, ”eso ya pasó”.

En la entrevista siguiente relatan que el nacimiento de S. había sido altamente traumático, había nacido con un problema cardíaco (estenosis aórtica) que ponía en peligro su vida. En sus primeros días de vida su madre no había podido ir a verla a la nurse. Dice que tenía miedo de encariñarse y que después la niña se muriera.

Esto hizo que no pudiera darle ni el cuidado maternal y amoroso, ni la mirada desde el deseo. Ese cuerpito le resultaba angustiante, la dejaba relacionada a la muerte, y poco de la vida y el deseo pudo hacer pasar allí.

A los tres años a S. se le practica una intervención quirúrgica que deja en su cuerpito una clara cicatriz que atraviesa su torso. La dificultad y los avatares de la deficitaria constitución de la imagen corporal, retornarían luego en sus primeros años de vida en frecuentes caídas, lastimaduras, operaciones quirúrgicas y quemaduras, cuestión que preocupa y a la vez interroga a los padres de la niña.

S. concurre a una primera entrevista en la que hace numerosos dibujos donde insiste “lo dulce”: bombones, masas, tortas de cumpleaños. También pone en juego en la transferencia una remera que dice “Boca corazón”. Y un elefantito que “está de espaldas, no quiere que se le vea la trompita”.

A través de estas producciones se va tejiendo un hacer que abre para el análisis de S. las primeras preguntas. Qué articulación habrá entre estas escenas? La demanda de una mirada dulce y amorosa de su madre? La pregunta por el Che vuoi?, vale decir , su lugar en el deseo del Otro? Le hace falta?

La boca para S. se trata de una zona erógena con una importante significación pues debe cuidar siempre de no tener caries, ya que esto representa un grave peligro para su frágil corazón.

La pregnancia de lo oral también se pone en evidencia en que se chupaba el dedo aún a sus ocho años. Se trata de la vía sintomal que había podido armar para permanecer en relación al cuerpo del Otro materno, intento fallido de libidinizacion, y a la vez de sostener el goce del Otro?

Allí donde su madre no había podido acudir con la voz y la mirada amorosa y deseante, se instala una carencia que se muestra por la vía de chuparse el dedo?

A la vez , en el curso del análisis se verá que tapar su boca con el dedo, era una manera de no decir su palabra. Dice “no sé qué palabras elegir, por eso me tapo la boca”. La voz que canta está al servicio de cubrir, maquillar, lo que “no sale”, pero la voz que habla, es la que la distancia de la demanda del Otro primordial.

Por otra parte, mirarse al espejo largo rato, era la escena que intentaba armar para verse amable a los ojos del Otro parental.

La dimensión de lo “dulce” que debía vestir su cuerpito con una imagen amable ,constituía un llamado a la mirada del Otro. Vestirse de dulce? Dulce para lo amargo?

Se maquillaba la operación, “eso ya pasó”, ”se terminó la historia”. La niña calmaba así a sus padres, sosteniéndolos, principalmente a su madre.

.A la vez de esta forma no se articula que ella podría estar muerta. Los padres de S. insistían “ella hace su vida, no le importa nada”.

No entienden cómo hace su vida, cómo está con vida, y no muerta?

Habría que pasar con la palabra por la cicatriz que había dejado la intervención quirúrgica en su cuerpo para que la dimensión real de la pérdida pudiera tener inscripción simbólica, y no retornara en lo real por la vía de accidentes y lastimaduras serias en su cuerpo?

Tomemos ahora la vertiente discursiva, para intentar algunas pinceladas que sitúen la cuestión de la que se trata.

La metáfora paterna había inscripto la dimensión de la ley y la castración, pero de qué manera? Predominaba aún la vertiente metonímica, evidente en el pegamiento a lo real de la cosa. La dimensión metafórica no aportaba la simbolización necesaria que despegara, como dice Lacán, a “la cosa de su grito”.

El equívoco se muestra al desnudo, evidencia de un pensamiento concreto. La falla en la simbolización primordial hace a la dificultad del paso al sentido equívoco del significante?

Digamos ahora que su trabajo de análisis, transcurrió entre cantos y música. En la transferencia armaba escenas y juegos con instrumentos musicales. También jugaba a enseñar música. Mientras dibujaba se acompañaba con canciones, generalmente de tono triste. Tono y color de la tristeza de un duelo por transitar?

El sol brillará mañana, cuando el día amanece aparecerá la solución”. Cuando el día amanece nuevo triste la cabeza levanto y digo así el sol brillará”

Otras veces jugaba a preparar comidas como si estuviera en un programa femenino de televisión, ante las cámaras.

En un segundo tiempo de su análisis los juegos hacían a contara numerara establecer un orden que la situara en relación a lo paterno. Paulatinamente con su jugar y su hablar se “armó un padre”, la realidad del símbolo fue mordiendo la carne. Lacán nos dice que el niño está hecho para que el nudo se haga bien, el nudo es el Complejo de Edipo

La caída de un objeto, en este caso un chupete, produjo un momento de concluir. Se constituyó una hiancia que la separaba ahora del cuerpo del Otro primordial. Por allí las palabras comenzaron a fluir con otro valor y peso propio. La metáfora hacía su trabajo y ella entonces podía estar y jugar con los otros niños, una entre otros, y disfrutar con los juegos y lazos que iba trenzando más allá del pequeño circuito maternal.

Finalmente la familia se muda a una provincia del interior del país, desde allí en las vacaciones regresaba a la transferencia para poder continuar su viaje hacia su dignidad de sujeto deseante.

Liliana Paula Cohen. EFBA.

Notas bibliográficas:
Cristina Marrone: El juego, una deuda del Psicoanálisis. Editorial Lazes.