ESCUCHAR A UN NIÑO. Cristina María Calcagnini

Tiempo de Lectura: 15 min.

Escuchar a un niño suele ser para un psicoanalista una suerte de desafío ya que implica avanzar más alla del prejuicio que determina al psicoanálisis de niños como una práctica limitada a ser una cierta especialidad.

Escuchar, oficio de analistas, implica avanzar más allá de ciertos prejuicios médico evolutivos, para que un niño hable sobre la verdad que lo habita, en los impasses de su decir, en las repeticiones de sus juegos, en los fallidos de sus dibujos.

Escuchar en estos tiempos que nos toca vivir, parece una obviedad, pero a veces descubrimos que nos produce horror, escuchar, cuando nos topamos con los estragos que produce el goce del Otro. Sobre todo cuando de niños se trata.

Me refiero a lo que últimamente acontece en relación a ciertos grupos religiosos, sectas, matanzas de chicos, desapariciones, extravíos, a la creciente clase de niños llamados de la calle.

Escuchar a un niño implica también, escuchar en la orilla del Otro, y nos lleva a intervenir allí donde en su insistencia repetitiva, el goce busca el cauce de un significante posible.

A lo largo de la historia del Psicoanálisis con niños se han ido planteando distintas dicotomías. Dos de ellas me han interrogado especialmente. Una en torno a la existencia : ¿existe o no el psicoanálisis de niños?, y la otra es en relación a la especialidad.: ¿es una especialidad para los psicoanalistas la que avala la posibilidad de escuchar un niño?

Si se trata de plantearlo en términos de existencia, diré que el Psicoanálisis con niños ha dado sus pruebas. Se ha creado, fundado un campo en el que el psicoanálisis interviene eficazmente en las afecciones infantiles. Si la pregunta aún insistiera, habría que resituar que es lo que se intenta expulsar, poner fuera, discriminar con la afirmación de no existencia.

Tal vez podríamos pensar que en todo caso no existe un psicoanálisis con niños a la manera que lo pensó Freud: destinado a las mujeres analistas, como reminiscencia de la madre o como herencia para una hija. (1)

Recordemos lo que fue marca de origen en el trabajo con niños: los niños como objeto de observación precisamente para hacer lugar al despliegue de la sexualidad infantil. Los niños nos enseñan para el análisis de los adultos...pero ¿se puede analizarlos?

Claro, Freud abrió un camino, impensable hasta ese momento, pero en algún punto, ahí donde pensó que de los niños se ocuparan las analistas mujeres, cerró, o selló tal vez, es mi lectura, una herencia para su hija.

A lo largo de todos estos años, que no son pocos, cuando hablaba sobre las dificultades que se planteaban trabajando con niños surgía una pregunta: ¿hacés niños?. Yo respondía chistosamente que los niños ya vienen hechos. Si bien la pregunta estaba dirigida a lo que es del orden de la especialidad podemos insistir ¿qué es un niño?

Desde el psicoanálisis podemos comenzar diciendo que es un significante al igual que padre y madre, una ecuación simbólica nos decía Freud: falo, heces, niño.

Es también un ideal, recuerdo que en una ocasión luego de una conferencia dirigida a jovenes analistas en un hospital, se acercó una mujer y me pegunto, luego de que me escuchara hablar sobre la problemática del goce en la infancia, si no exitía un niño feliz. Sin duda hay un ideal de niño, que es el heredero del paraíso perdido. Niño ideal que también se escucha en el discurso de los padres y que forma parte del bagaje imaginario del analista que es necesario interrogar, precisamente para que no haga de resistencia cuando se trata de dirigir una cura.

También es un real, si ponemos el acento en que el niño padece, sufre, goza.

Es desde la posibilidad que nos brinda la lectura de la lógica del fantasma que podemos dar cuenta de la trama con la que se anuda la problemática neurótica infantil.

¿Qué es un niño para un analista?. Que esta pregunta haya sido abordada aún en el propio análisis del analista, posibilitara que no obture cuando escuche a su analizante, cuando dirija una cura.

Creo que ya no nos preocupa si existe o no el psicoanálisis con niños. Había una época en que había que cuidar la preposición, entonces, uno dudaba cuando tenía que decir, "psicoanálisis de, con para, sobre,....niños", la pre...posición podría ser causa de herejía.

Se jugaba una exclusión, pero ¿cuál?

Ahora pienso que lo que ex-siste, como lo que queda fuera, es el maternaje, ahí donde se supone que se hace un niño y no que en todo caso lo que un analista produce con su escucha, es un sujeto.

El Psicoanálisis con niños no es un maternaje. En todo caso podemos pensar, en el despliegue del análisis a que lugar simbólico el analista tiene que advenir para poder conducir la cura. ¿Desde el lugar del Otro primordial, allí donde por estructura se juega la función materna. ¿Desde el lugar del Otro real donde ubicamos la función paterna?

Porque no abrir la cuestión y pensar que se trata de situar el lugar del analista en relación al Otro del inconsciente, en tanto el inconsciente es el discurso del Otro que nos habita.

La segunda dicotomía que marcaba, tiene que ver con la especialidad, reminiscencia de otros discursos: el de la medicina, el de la psicología, el de la pedagogía. Por eso cuando digo:- "Escuchar a un niño"-, e insisto en que es el oficio del analista, intento clivar cualquier imaginario que ponga en juego la idea de especialización.

En todo caso situaría una nueva pregunta: ¿qué tiene de especial escuchar a un niño? De hecho no todos los psicoanalistas se autorizan a escuchar el discurso de un niño. A mi entender hay dos razones básicas: una, los niños juegan, y además no vienen solos, son traídos por sus padres.

El juego infantil para los analistas se torna a veces un serio problema, sobre todo cuando el niño convoca a su analista a salir del pasible lugar de observador y lo invita como supuesto partenaire del juego. Es decir cuando le pide que juegue con él.

Es aquí donde se plantean algunas preguntas:-¿cómo mantener la regla de abstinencia, precisamente ahí donde es convocado a ese lugar de supuesto compañero de juegos, en transferencia? ¿Cómo leer la secuencia lúdica que se va produciendo? ¿Cómo operar ahí, cómo intervenir para producir efectos ? ¿Cuál es el estatuto del juego?

Lo voy a plantear de esta manera: el discurso del niño está conformado por palabras, dibujos y juegos.

El analista a partir de enunciar la regla fundamental, versión libre, es decir a la manera en que cada uno considere formular su invitación a hablar, es una apertura para que por la vía discursiva se produzca lo que es del orden del decir, de la palabra plena, no del bla bla bla de la palabra vacía del discurso común y corriente, que se cristaliza en torno a una significación determinada. Decir implica la emergencia de la oposición significante mediante la cual el sujeto es representado.

Escuchar el discurso de un niño implica hacer lugar a los distintos elementos que lo constituyen: palabras, dibujos y juegos. Se trata de los elementos de los que dispone un niño para plantear lo que es del orden de su verdad en juego, para formular sus preguntas al analista, para hacer hablar a sus padecimientos.

El sujeto no tiene otra opción más que ser representado por el significante. El significante en tanto representa a un sujeto para otro significante, será entonces el hilo que atraviese la lectura que el analista haga, en la insistencia repetitiva de los relatos, dibujos y juegos del niño.

El análisis si bien es una experiencia que se despliega en el registro de lo simbólico, opera eficazmente en relación a lo imaginario del cuerpo, en la línea de producir nuevas significaciones, pero también opera en el sin sentido ahí donde lo simbólico produce efectos en relación a lo real, al goce, allí donde la letra hace de borde a lo real.

El análisis de niños se despliega en lo que nombramos como los tiempos instituyentes del sujeto en su encuentro con el Otro primordial. Tiempo de la alienación al Otro marcada precisamente por la falta estructural de la condición humana. Falta que podemos situar en tres registros.

En la dimensión imaginaria, la prematuración, la indefensión originaria con la que el sujeto nace, lo cual implica ser mecido en los brazos del Otro primordial, ahí donde lo que acuna es el deseo del Otro. El sujeto adviene a la escena de la vida en tanto el objeto preciado del deseo del Otro.

En la dimensión simbólica la condición de parletre, implica que el sujeto no tiene más remedio que acceder al significante que está en el campo del Otro. Se trata de la enajenación a los significantes del Otro primordial.

En la dimensión real, se trata de la falta real, es lo que el ser viviente pierde de su porción viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Por estar sujetos al sexo, estamos sometidos a la muerte individual.

Podríamos definir a la condición humana como deseante, parlante y mortal.

Reitero, el ser del sujeto, se constituye exclusivamente en el lugar del Otro primordial, no hay posibilidad de elegir. Si elige quedarse sin el Otro para no sufrir sus caprichos, pierde la vida, por lo tanto no le queda otro camino más que no elegir, o en todo caso se trata de una elección sin opciones. Sólo un camino posible, buscar en el Otro ser constituido ahí donde el Otro con su lengua lo cifra.

El Otro primordial como un amo absoluto, lugar del tesoro de los significantes, ha de ir produciendo sus marcas en el sujeto, precisamente a partir de cómo signifique los llamados que el sujeto emita.

Puesta en causa de la demanda del Otro de que el sujeto lo demande. Desde el sujeto despliegue y articulación de la pulsión en las vueltas de la demanda, precisamente como las marcas en el cuerpo de que hay un decir.

El Otro primordial, Otro materno, Otro del goce incestuoso, que en tanto amoneda el nombre del padre en su estructura trasmite al niño en la eficacia de su deseo, también el significante del nombre del padre que funda la estructura neurótica.

Otro primordial que por la eficacia de la función paterna pondrá en juego la mostración de su castración. Tiempo en el que la función paterna, priva a la madre de su producto y al hijo le prohíbe acostarse con su madre. Puesta en juego de la ley de prohibición del incesto.

Tiempo para el niño en el que se juega la separación del Otro, a partir precisamente de que pueda poner a juegar una pregunta sobre lo que él es para el Otro. Tiempo en el que advierte que afortunadamente a la madre la habita un deseo más allá de él.

De esta operación de constitución del sujeto en el campo del Otro queda un resto, el objeto a, articulación del fantasma que vela el agujero, de la carencia original, de la falta en lo real de la privación materna.

El psicoanálisis de niños testimonia del pasaje que se produce desde la posición objetiva de ser el falo niño deseado por el Otro, a la posición subjetiva, sexuada, deseante.

La dirección de la cura de un niño opera en relación a los síntomas que en este proceso se producen. Como conclusión se arriba a un cambio de posición subjetiva que da cuenta de que el sujeto cuenta con el ordenamiento de sus "títulos en el bolsillo”. Nominación de varón o mujer, en espera de poder jugar estas insignias en la escena de la vida, en el mas allá de la pubertad, en el despertar de la adolescencia.

En líneas generales estoy situando como se despliega un análisis, una de las mayores complicaciones se ubica en el inicio del análisis en lo que nombramos como preliminar.

Entrevistas preliminares que no por previas son menos importantes. Precisamente se trata de un tiempo fundante, en el que se construye, se da lugar a que se despliegue la transferencia y la demanda de análisis.

Son los padres los que deciden consultar por el niño. Ellos vienen a hablar de lo que para ellos se ha tornado insoportable, precisamente de lo que del lado del niño detectan como del orden de la inhibición, el síntoma o la angustia.

Se sitúa una demanda a ser escuchada. Alguien habla. ¿A quién le habla? ¿Quién es el vocero del que habla, sin saber que habla o es hablado?

Tiempo primero a veces polémico y conmovedor. ¿Por qué? ¿Qué del narcisismo se pone en juego? No sólo el narcisismo de los padres se afecta, también el del analista, ya que no es fácil escuchar a veces sobre el sufrimiento de un niño.

Se trata de escuchar ahí donde el desencuentro de los padres con el hijo se plantea. Desencuentro, encuentro fallido que pone en juego la falta de los padres en relación al hijo y la imposibilidad de éste para llenar ese ideal de niño falo en el que fue parido.

Cómo dice Lacan en el Seminario 21,(2) el niño está hecho para algo, en la pareja de los padres, ara anudar, esta hecho para que el nudo se haga bien.

Se trata del nudo de lo real, de no hay relación sexual. Dicho de otra manera, edípicamente, la escena primaria allí donde se despliega la trama traumática de la sexualidad, el amor y la muerte.

Encuentro sexual de la pareja que es del orden del desencuentro, el de la castración, el de la diferencia sexual que hace imposible escribir la relación de igualdad de un sexo con el otro y que da cuenta de la no relación sexual.

El niño encarna los avatares de este imposible. El es la prueba de las marcas, a la manera de una mostración, de lo que en su insistencia repetitiva no puede dejar de mostrar, lo fallido de la historia edípica de los padres.

Coalescencia de fantasmas del padre y de la madre que se despliegan a partir de la escucha y abstinencia del analista, que opera precisamente propiciando que la historia padecida se historice.

Las escenas peculiares a las que los padres están amarrados se despliegan y se ofrecen para que el analista pueda leer en que lugar nodal está ubicado ese niño en la estructura familiar.

No se trata solamente de situar con quién se identifica el niño, sino con qué se lo identifica.

Escena de otra escena retornará en el discurso de los padres lo fallido que por razones de estructura el niño no logra anudar.

Si el niño hace presente un nudo, ¿cómo ubicar la demanda que en nombre de él se hace? ¿Cuánto de la demanda corresponde a los padres?

Se trata precisamente de hacer el clivaje entre la demanda por un hijo, como objeto obturador, en el sentido renegatorio de la falta, para situar por la vía del deseo la demanda del niño.

Leer la demanda del niño donde desde la angustia, la inhibición o el síntoma, busca acotar el goce de los padres.

Tiempo del inicio del análisis. Del inicio de la partida, como la partida de ajedrez, aunque también en nuestra lengua implica ir de un lugar hacia otro.

El movimiento de la partida si bien da lugar al advenimiento de un sujeto deseante, sexuado, en la orilla del Otro primordial no pasa inadvertidamente.

Donde la fantasmática de los padres tambalea, la escucha analítica genera por la vía del discurso palabras, texto, ahí donde la falta estructural, la falta real era obturada por el niño.

Texto que bordea ahí donde el niño era demandado a cubrir, velar, obturar la falta en el Otro.

¿Cómo pensar entonces el espacio de los padres en el análisis de un niño?

Es un espacio al margen, que no es lo mismo que marginado. Muchas veces el discurso de los padres se va dando a leer a través de notitas, en la sala de espera en la puerta del consultorio, por llamados telefónicos. Se va enmarcando en ese espacio límite de la sesión del hijo.

Entonces se trata de que el margen, marco, devenga borde significante a partir del recorte que el analista va produciendo con su acto..-

Cristina María Calcagnini.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

  1. S . Freud, Nuevas lecciones introductorias al Psicoanálisis, leccion xxxiv (l932) : .. "ha sucedido automáticamente que el análisis de niños ha llegado a ser terreno de analistas mujeres y sin duda que esto seguirá siendo así".......
  2. J. Lacan, Seminario XXI.