LA TRANSFERENCIA EN LA CLINICA CON NIÑOS. Cristina María Calcagnini.

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Históricamente se han planteado distintos debates acerca de la existencia de la transferencia en la clínica con niños.

En primer lugar el comentario sobre Juanito dejó su impronta ya que consignó que para Freud, el hecho de que la autoridad médica y la autoridad paterna confluyan en la misma persona era ideal.

Freud consideraba que de esta manera se conseguiría del niño las confesiones más íntimas.

J. Lacan en el seminario de Las relaciones de objeto, en el capítulo XXII comenta que Freud planteó sus reservas con respecto al caso Juanito, porque fue un análisis conducido por el propio padre del niño, bajo la dirección de Freud. Por lo tanto confiaba poco en la extensión de este método. Lacan se pregunta si por el hecho de que el análisis lo condujera el padre presenta características especiales que excluyen al menos parcialmente la dimensión transferencial.

Cito textualmente: …¨la sandez proferida habitualmente por la Sra. Anna Freud de que no hay transferencia posible en el análisis de niños no será en este caso aplicable por tratarse del padre?. Es evidente que en todo análisis de un niño practicado por un analista hay verdadera transferencia, tan sencilla como la hay en el adulto y mejor que en ninguna otra parte."

Siguiendo en la línea que Lacan habilita con este comentario, puedo avanzar haciendo algunas articulaciones en relación al juego de la transferencia.

La esencia del comentario freudiano, podemos renovarlo con la pregunta por la articulación entre el nombre del padre y la transferencia.

Podemos decir que hay transferencia porque hay Otro con mayúsculas.

Para la transferencia Lacan nos propone una escritura: S.s.S.

La transferencia en tanto es la puesta en acto de la realidad del inconsciente abre el juego que posibilita que un decir se despliegue más allá de lo que quien allí se ubique en el lugar del analizante tenga pensado comunicar.

El inconsciente estructurado como un lenguaje, definido como el discurso del Otro, nos recuerda que todo lo que es del inconsciente no juega más que sobre efectos del lenguaje.

Que pueda existir un decir que se diga sin que se sepa quien lo dice, da cuenta de que el pensamiento se oculta. Es un efecto de estructura, un soporte del ser,

En la conferencia de Roma del 67, Lacan se pregunta si el analista es la sede de una pulsión plutónica o el sirviente de un Dios tramposo.

Este comentario me permite introducir la transferencia en la vertiente real, y la vertiente simbólico imaginaria.

Recordemos que la transferencia es un medio, no un fin en sí misma. Es por su intermedio que el analista puede producir su acto.

Cito textualmente a Lacan:…."Es en la estructura del S.sS donde el analista encuentra la certeza de su acto y la hiancia que hace su ley…"

El sujeto supuesto saber, postulado esencial cuando queremos definir la transferencia nos indica que no se trata de que el analista, en tanto adviene al lugar del gran Otro, ocupa el lugar del saber absoluto.

El analista, sostenido en su deseo de analista se ofrece a cubrir ese lugar que implica que pueda decirse algo que ningún sujeto sepa.

El saber referencial que el analista no puede desconocer tiene que ver con un saber hacer con lo real. Ese saber hacer que se dirige al síntoma para interrogar al goce, para que una transmutación pueda producirse.

Cuando de niños se trata el juego transferencial es abierto por los padres. Son ellos los que hacen su pedido al analista ya que le suponen un saber sobre la inhibición, la angustia o el síntoma que afecta al niño.

Los padres son los que sostienen la posibilidad concreta de que un niño pueda ser escuchado por un analista, no le hablan a cualquiera sobre lo que les pasa.

Se despliega el tiempo de lo que llamamos entrevistas preliminares. Tiempo primero muy importante, en el que algunas preguntas empezarán a recortar la escena.

Tiempo fundante, en el que si el efecto transferencial es positivo, se podrá leer la instalación de la transferencia simbólica.

La consulta al analista se produce porque algo no anda, un desencuentro se ha producido. Se despliega una demanda a ser escuchada.

Alguien habla. ¿A quién le habla? ¿Quién es el portavoz de ese que habla sin saber que habla o es hablado?

¿Quién es el portavoz del niño en la pareja de los padres?.

Desde el discurso de los padres, el lugar del niño se construye como punto de referencia de quienes dicen saber algo sobre él (pediatras, maestros, familiares).

Es importante recordar que no analizamos padres.

Podemos decir, que escuchamos todo el tiempo a una pareja, un hombre y una mujer que nos vienen, en el mejor de los casos, a contar sobre la imposibilidad de sostener el significante padre y madre sin síntomas.

Nuestra escucha, sitúa en el discurso el desencuentro, la no relación sexual, en la pareja.

Desencuentro, estructural que precede a la llegada del hijo, y del que se espera, desesperadamente que allí pueda anudar algo. El niño viene a anudar algo en la pareja de los padres, nos dice Lacan en el seminario 21, "esta hecho" para que el nudo se haga bien.

Que el niño anude implica que adviene, por estructura en posición de objeto a para el Otro.

Dicho de otra manera. Allí, en esa escena donde dos generaciones juegan el juego de la vida, el amor y la muerte, se despliega la trama traumática de la sexualidad.

Escena primaria. Encuentro que siempre es del orden del desencuentro. El de la castración, el de la diferencia sexual.

El niño en cierta manera, es uno de los representantes de esa encrucijada.

Se pone en juego el pasado, el presente y el futuro.

Pasado que retorna amenazante desde lo reprimido de los padres, como expresión de lo fallido del sepultamiento edípico de los deseos incestuosos.

Presente que dice del sufrimiento encarnado en la verdad del síntoma.

Futuro que se le presenta al niño como una promesa, ahí donde también como sus padres deberá pagar el precio de la castración para poder acceder a su deseo.

En el presente el niño es la prueba de las marcas, a la manera de una mostración de algo que no puede dejar de repetirse, que evoca lo fallido de la historia edípica de los padres.

Coalescencia de los fantasmas del padre y de la madre.

Se trata de ubicar la demanda que en nombre del niño se hace.

La escucha del analista hará el clivaje que permita que la demanda por un niño, haga lugar a la demanda del hijo.

Se trata de leer la demanda allí donde la angustia, la inhibición o el síntoma del niño responden como manera de rehusar seguir ocupando ese lugar de niño objeto retenido en el goce del Otro.

El discurso infantil se despliega en el encuentro con el analista, en la articulación de los decires, juegos y dibujos que produce.

Discurso que se va anudando entre los hilos de un cuerpo en crecimiento, un pensamiento que se complejiza cada vez y un goce pulsional en juego que se irá transformando.

Escuchar a un niño, implica muchas veces un desafío para el analista, porque los niños juegan, y además nos demandan como compañeros de su juego, ya que suponen que si algo sabemos, es jugar.

Propongo, que el niño transfiere al analista, la suposición de saber hacer con el juego, ya que es la única vía de acceso al decir infantil.

El analista hace semblante de un saber jugar el juego que ningún sujeto sabe cual es.

¿Cuál es la apuesta fuerte que se espera de un análisis en la infancia?

Descubrir la lógica de ese juego que es jugado, por el niño sin saber.

Lacan decía que hay verdadera transferencia en el niño tan sencilla y mejor que en el adulto.

Remarco lo de verdadera para introducir que en el encuentro con el analista el despliegue discursivo de los padres y del niño llevará irremediablemente al encuentro de lo real.

Frente a lo real el inconsciente se muestra, de nuestro acto depende que pueda bordearse.

La transferencia de los padres, toca lo real, cuando el analista pasa a ocupar el lugar de objeto que el niño ocupaba para ellos. Tiempo difícil en el que la intervención analítica puede encausar, anudando o supliendo, el goce en juego.

Antes anudaba el niño, ahora juega el analista en su lugar.

En el desencuentro de lo real de la pareja se espera que el hijo anude, cuando el análisis avanza se produce el corrimiento del niño de ese lugar. El analista hace relevo de lo que el niño soportaba hasta ese momento.

Digo que se trata de un tiempo difícil porque a veces dejamos pasar llamados que la madre o el padre hacen, sin dar la posibilidad de que otro texto surja. Como consecuencia de lo que no se escucha, el acting out puede producir la interrupción del análisis.

La verdadera transferencia toca lo real del goce.

La verdad es el modo como cada uno sufre en su relación al goce, es por la vía del hablar, de lo que hace discurso que se produce la renuncia al goce.

Cito a Lacan:

Para los analistas el sufrimiento es un hecho, encubre un decir, quiere ser un síntoma, lo que quiere decir verdad.Yo hago decir al sufrimiento como hago decir a la verdad…

CASO CLINICO

Hace muchos años atendí a un niño que en sus cortos 7 años, la vida lo había tratado mal. Huérfano de madre, padecía de glaucoma progresivo que lo llevó desde pequeño a perder la vista. Sus ojos celestes, parecía salirse de sus órbitas, sus párpados no cerraban y solo registraba luces y sombras.

El padre consultaba por los espasmos bronquiales y la enuresis del niño.

En su primer encuentro conmigo, empezó a contarme sobre unos ladrillos que habían desaparecido de la casa de su abuela. Él quería saber qué había pasado, le pertenecían y debían haberle pedido permiso para poder llevárselos.

Dice que quiere ver esos ladrillos y que el padre le ha dicho que si yo digo que hay ir a averiguar, ellos van.

El padre por su transferencia conmigo, habilita al hijo para que algo pueda empezar a ser investigado.

Yo le digo que si él tiene ganas podemos investigar juntos que es lo que ha pasado.

Así inicia su tiempo de preguntas, sobre la muerte de un bicho, de una tortuga, de una mujer que escuchó en la tele apareció muerta arriba de un placard.

¿Alguien que muere puede volver a vivir? ¿Qué son esas marcas que dejó la tortuga muerta? ¿Cómo voy a hacer cuando sea grande y quiera tomar un colectivo?

Poco a poco empieza a desplegar un juego de abrir y cerrar: puertas, canillas, ventanas. Siempre muy atento a los ruidos me hace saber que de noche en la casa de la abuela escucha ruidos que lo inquietan.

Un día me dice que esa noche tuvo un ataque de asma, y durmió poco, pero no quiere seguir hablando de eso.

Así, pasa a jugar un juego en el que me convoca al lugar de objeto, para que sienta en carne propia la verdad de su sufrimiento.

Empieza a tirar juguetes, papeles hasta que hace una barrera para que yo no pase. Debo quedarme quieta y no hablar. Orden que emite a los gritos.

Intenta crear un dispositivo con una cortina para que una puerta que da al patio se abra y cierre sola. Va y viene, prende y apaga la luz, me interroga si veo. Hasta que finalmente me encierra en el patio a oscuras.

¿Tenés miedo?, me interroga. Casi con odio repite: ¿tenés miedo, psicóloga?

Insiste hasta que grito que sí. Le digo que tengo mucho miedo y le pregunto si él tiene miedos.

Por un momento sentí que no iba a poder salir de allí. Pude sentir lo que él sufría.

Empieza a contar que el padre no le cree. La abuela paterna lo asusta con un gato que se parece a un lobo por los sonidos que emite. Mientras cuenta esto, yo seguía encerrada en el patio hasta que me dice que tengo que tener mucho miedo. Entonces ahí empecé a actuar el llanto que él no podía llorar, mientras le decía que yo quería salir.

Ese día el padre viene a buscarlo retrasado varios minutos del horario que habíamos acordado. Trae un nebulizador en las manos, por las dudas.

Sobre su demora dice que se quedó con un amigo porque estaba tranquilo ya que estaba conmigo.

El padre no sólo se queda tranquilo cuando Raul está conmigo parece que también se queda tranquilo cuando está a merced de la abuela que lo goza, o con la madre muerta.

El padre con el nebulizador no duda. En realidad con las dudas que no puede cargar es con las de su hijo: ¿Cuándo alguien muere puede volver a vivir?, ¿cuándo sea grande como voy a subir al colectivo?

Decía al comienzo que para Freud no hay como el padre para escuchar las confesiones del hijo. Sin embargo el padre de Raul no cree en lo que el hijo dice de sus miedos porque pone en descubierto el goce en el que la abuela paterna lo retiene.

El encierro en el universo materno lo deja al niño con la única chance de decir desde el padecimiento, la verdad, que lo habita y denuncia la pere – versión paterna.

Que el analista no sea el padre tiene innumerables ventajas. Pero esencialmente tiene la eficacia de que puede interrogar al padre para que pueda revisar su propio encierro, que no es otro que la fidelidad a su propia madre.

Del lado del niño que el sufrimiento grite, que el sufrimiento sea jugado, que sea escuchado por el analista es la única posibilidad de que el goce se anude, en el medio decir de la verdad que se entreteje en los significantes que lo representan.

Cristina María Calcagnini. Reunión Lacánoamericana de Psicoanálisis. Rosario, 1999.