EL DESCUIDO DEL OTRO: CUANDO LOS NIÑOS NO NACEN DE UN REPOLLO. María Cristina Castillo

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Sin querer me toco ser lo que soy / Día y mes, también años. / No pedí que hubiera esa noche de amor / Que se fue hace tiempo. / Caminos que nunca se tocan / Y otros se cruzan al azar / Sublime el sueño que me dejó / En el lugar justo donde estoy. / León Gieco “sin Querer”

El pacto por el cual aparecemos, como humanos que somos, en la faz de la tierra, inscribe una marca fundante en el sujeto, la cual y en el mejor de los casos, podrá habilitar una posición deseante o bien, apalear como signo.

Es en el campo del Otro donde se constituye un sujeto, solamente allí.

Es en el recorte, que el sujeto puede armar su trama de sostén y andar por la vida.

Es en la falta del Otro donde el sujeto intenta dar respuesta fantasmática con su pregunta sobre qué es para ese Otro.

Es porque al Otro “le hace falta” que el sujeto puede erguirse como tal.

Quienes trabajamos con niños a menudo nos encontramos con una gravísima dificultad y esto tiene que ver con aquellos niños que, a la luz de la vida, “no le hacen falta a nadie”.

La cotidianeidad nos presenta un escenario prolifero sobre las distintas versiones de estos ”descuidos del Otro”.

Intento pensar una y otra vez cómo se podría o se puede, trabajar con este entramado fantasmático de los niños hoy.

El Real social, perfora las funciones nominantes: padres, escuela, justicia, salud, cuando cada una queda entrampada en su propio goce.

Fundante es la nominación de los padres hacia sus propios hijos, pero para esto se necesita alguien que quiera y pueda ser padre y un niño con la nominación de hijo. Partiendo de allí se podrán atravesar muchos obstáculos porque hay nombre: PADRE-HIJO.

No es lo mismo que un padre diga “es un vagoneta como yo” a “este chico es un inútil”. Los malos dichos, la mal-dicción sobre un hijo, hace herida donde se siembra profundo dolor.

Desde la elección del nombre propio hay algo que se dona a ese niño por advenir.

En las nominaciones injuriantes se lastima un débil cuerpo en construcción, fragmentando la posibilidad de un entramado subjetivo.

Insisto con las funciones nominantes para con los niños, sino hay padres ¿qué hay?.

Las funciones nominantes no son sustituibles si no hay padres habrá una “ortopedia” y como tal funcionará, o sea... como pueda.

La carencia subjetiva no es patrimonio de la carencia de objetos materiales. Es importante aclarar que no son los “únicos privilegiados”( valga la paradoja) los niños pobres, aquellos que adolecen en cuidados estructurantes del Otro. Si bien es cierto que tienen una cuota importante de desamparo. Digo esto para no pensar la pobreza como estigmatizante.

Una posibilidad de funcionamiento ortopédico se da en las instituciones y el enlace entre ellas. Las mismas con sus propios atravesamientos, dan muchísimas respuestas, no todas son propiciadoras para los niños algunas (a veces sin quererlo) redoblan los descuidos.

Quiero compartir con ustedes un ejemplo de la práctica.

En un equipo interdisciplinario (en educación) al cual pertenezco, llega un pedido de intervención desde una escuela por una niña de 12 años, a quien llamaré Brisa.

Al tomar contacto con el caso nos encontramos con la mamá quien se había reencontrado con Brisa y tres hijos más hacia 6 meses, ya que, la señora había transitado una internación psiquiátrica durante 3 años. En el discurso de la madre se encuentra una disgregación importante

Pero la amenaza de muerte contra la niña, a quien le atribuía haberle sacado a su marido, era consistente. No había demasiadas dudas sobre el peligro que corría la niña y sus hermanos también, con lo cual se presenta el caso a una Defensoría y con buen tino el Juzgado que interviene decide, con muchas idas y vueltas, separar, en principio, a Brisa de su madre. La niña estaba feliz ya que, y según sus palabras no “quería volver a esa casa sucia y fea”. Luego se comprueba que había sido abusada y golpeada corriendo similar suerte los niños más pequeños.

Resultó que en el caso había un trabajo previo y desde otra institución (no conocido por quienes intervenimos en ese momento), la cual manifestaba tener un lineamiento distinto y apostaban a sostener la vinculación familiar. Brisa y sus hermanos vuelven a la “casa fea”.

Durante el año siguiente el deterioro de la niña va en aumento, protagonizando fugas y todo tipo de situaciones sumamente peligrosas, hasta que la mamá en medio de un brote pone severamente en riesgo a los niños.

Esto me sirvió, para poder pensar, como entra en juego, dentro de la dinámica institucional, una zona que reproduce algo de aquel descuido primigenio, en este caso, bajo la forma de la “desarticulación” entre las instituciones en juego.

La biología solo aporta un soma, un niño es efecto del significante y depende de cómo fue tomado por la mirada del Otro en su nominación.

La naturaleza por sí sola no inscribe niños. Aunque muchas veces los adultos parecieran no estar advertidos de ello.

Esperemos poder seguir pensando nuestra práctica, advertidos, una vez más, que los niños “no nacen de un repollo”.

María Cristina Castillo. Escuela Freudiana de Buenos Aires, 12 de noviembre del 2005.