Agradezco al Cartel de Carteles y Grupos de Investigación la invitación a estar aquí con Uds. con un tema tan central en nuestra praxis como lo es, el de La Palabra; porque es en el análisis, precisamente, en la palabra, donde pueden leerse los efectos del inconsciente.
Es, dice Lacan en Función y Campo del lenguaje “ese médium – la palabra del paciente- con el que el psicoanálisis cuenta” (1)
Médium respecto de un particular lenguaje que nos habita, impregnado de sustancia gozante, que Lacan nombra: lalangue. Las leyes del sistema inconsciente gobiernan la lengua y sus formaciones, las del inconsciente como producción, dicen hasta donde pueden, de la verdad del sujeto. Del horror, del vacío que lalangue vela aportando un sentido y que es por la palabra que solo se dice a medias.
Me interesa mencionar la función de mediación simbólica que la misma realiza respecto del Otro, siempre y cuando el sujeto puede tomarla.
Tomar la palabra implica por un lado, hacer oír su voz, en tanto y en cuanto esta –la voz- haya podido recortarse en la dialéctica entre el sujeto y el Otro y también, ser visto, ofrecer un cuadro a la mirada del Otro, lo que supone en alguna medida haber depuesto la mirada en tanto una de las especies del objeto. Marco fantasmático por medio del cual una operación resta ese carácter medusante que ordenaría callar como las piedras.
De todos modos es menester realizar un trabajo de articulación a la palabra, de producción de la misma, a través de determinados enlaces que la produzcan, y de ese modo pueda el sujeto disponer, en alguna medida, de ella.
Se trata de enlaces a una imagen y al significante y en tanto y en cuanto lo real no cesa de no inscribirse siempre hay un resto, ese indecible que la palabra no alcanza a cubrir, un imposible de ser capturado, no puede decirlo todo, solo a medias, pero esa misma cuestión es la que genera que prosiga en su intento y en lo que respecta a la clínica, se crean las condiciones para que “en medio de su decir – el inconsciente- produzca su propio escrito”
Porque de eso se trata en la práctica analítica, de un decir en transferencia. La palabra se dirige siempre a otro, representa una demanda de hacerse oír. Y esta es la cuestión fundamental en tanto y en cuanto la palabra como acto creador hace al carozo de nuestra praxis.
Me pregunto: ¿bajo qué condiciones la palabra adquiere el valor de acto para el sujeto?
En “Variantes de la cura tipo” Lacan dice que no es solamente por un asumir simbólico como la palabra constituye el ser del sujeto, sino que es por la ley de la alianza, en que el orden humano se distingue de la naturaleza, la palabra determina, desde antes de su nacimiento, no solo el estatuto del sujeto, sino la llegada al mundo de su ser biológico” (2)
De esta frase quiero subrayar, no solo el asumir simbólico a través del cual la palabra constituye al sujeto sino también la ley de la Alianza. ¿De qué alianza habla Lacan?
En el Seminario sobre La Angustia cuando Lacan trabaja lo referente a la voz lo hace en relación a la cuestión del Shofar.
Este objeto ritual es un cuerno de carnero, en el cual se sopla y se hace escuchar un sonido, objeto ritual porque es usado con este sentido en algunas fiestas judías en las que se escucha tres repetidas veces.
La importancia del Shofar está dicha en un pasaje de la Biblia en el que durante un diálogo, crucial y significativo, podría decir, de Dios con Moisés es precisamente, cuando el pueblo escuche la voz de Shofar, que podrá acercarse a ellos. El pacto con Dios habrá terminado y es éste el sentido fundamental que guarda su sonido en determinadas ceremonias rituales: conmemorar el pacto con Dios. Pacto que representa la instauración la ley.
Pacto con Dios, tiempo de instauración de la Ley, apoyatura simbólica que reclama siempre ser renovada y/o evocada en la escenificación que de esto hace el Shofar. También presenta esa entonación, que como bien dice Lacan, “es lo que hay de memoria ligada a ese sonido” (3), conmemora esa alianza, funda en el sujeto la sujeción a la Ley, en tanto prohíbe y prescribe y al mismo tiempo brinda alguna clase de garantía respecto de tomar la palabra.
Me gusta recordar un trabajo que escuché en unas jornadas de la Fundación Brizna, de un paciente psicótico internado que comenzó sorpresivamente a manifestar cierta mejoría, a partir de la presencia de una nueva enfermera en el hospital en el que se encontraba. La enfermera resultó ser de la misma provincia que él (del norte de nuestro país) y era su tonada, lo que en su voz se desplegaba, que lo reconducía a un cierto lazo social con ella y otros en tanto recreaba una brizna de esa lalangue que lo habitaba.
Entonces estas son cuestiones especialmente clínicas. Muchas veces intervenimos con un tono de voz que permite que nuestra intervención sea escuchada. Así como en otras, es el vacío de la voz, la intervención indicada.
En este sentido palabra y voz son solidarias ya que conmemoran el pacto con Dios, en otros términos, se trata de “la presencia del Otro por mediación de la voz” (4) la voz dice no al bramido de Dios. A ese bramido que en el relato bíblico ordena a Abraham que sacrifique a Isaac hasta que la mano se detiene. Acto fundador que posibilita que lo real del cuerpo exista a la palabra.
Algunas voces, “la tonada”, producen una rememoración más cercana el bramido de Dios que a la conmemoración del pacto. Decía que intervenimos también con la modulación que de nuestra voz hacemos, hasta donde podemos, entiende.
La tonada, como gusto en llamar a ese sonido más allá del sentido que la palabra manifiesta, guarda un ritmo, una musicalidad que bien puede pensarse como lo mas originario de la palabra y que es su musicalidad. La misma que es escuchada y entendida por todos sin necesidad de traducción, como ocurre con las lenguas. Dice Alain Didier-Weill: “Tal vez el mito de Babel sea un comentario de la aparición del fraccionamiento, con la aparición del sentido, con las palabras que dividen” y como leemos en la Biblia “Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras. Bajó Yahvé a ver la ciudad y los desperdigó” (5) quedando divididos los pueblos por toda la faz de la tierra cada cual con su lengua propia.
Con voz pausada, baja, Paula puede escuchar en lo que le dijo de ese modo, una diferencia con la voz que durante tantos años de infancia escuchó de su padre, quién ejercía soberanía, violencia con sus reiterados enojos, golpes en la pared, insultos, gritos. Ordenaba callar y ella debía ser más receptáculo que oradora, “reducida a un desecho, a una cosa silenciosa” (6)
Una diferencia, decía, que guarda alguna chance de escriturar ese objeto voz que no termina de producirse como perdido. Importa lo que le dijo, pero quiero hacer hincapié en que es el cómo se lo dijo, lo que opera.
Cuando ella habla grita, o más bien, su grito es la manifestación de su angustia. Me pregunto ¿gritar es tomar la palabra? A veces se da cuenta y dice: ¿estoy hablando muy fuerte? Lo pienso como modos por los que intenta adueñarse de una voz restada, ¿qué voz no puede salir sino es a través del grito, escenificación del bramido, ahora de ella, respecto de él?
Modo de deshacer con su grito lo que hay de horroroso, “grito que tiene como función hacer oír al silencio” (7) ¿Qué voz no termina de soltarse?
Paula es bióloga y trabaja como profesora de biología en un colegio. Como es tradición en le magisterio vienen a observar sus clases. Es afectada por esto al punto de desconcentrarse del tema que tiene preparado, porque considera que debe estar muy atenta a esa mirada que la observa y seguramente, le encontrará el mínimo error si se atreve a tomar la palabra.
Le pregunto qué tema es el que estaba dando y me dice: “La actividad del ojo”. Tiene insomnio, no puede cerrar sus ojos y dormir, los días previos a sus clases porque se mantiene en guardia respecto a la actividad de ese ojo, “ojo siempre abierto, destruye espacio para cobrar su presa que es cualquiera” (8)
Ojo que destruye, deshace, colapsa, pone es suspenso, hace fracasar el funcionamiento de ese marco que bordea, que delimita el agujero, quedando Paula en cierta posición de alienación respecto de ese objeto que el fantasma señala y que comporta una fijación de goce.
Cuando el objeto no termina de producirse como perdido y conserva ahí su imagen en el espejo: es tiempo de la angustia. Angustia frente a la posibilidad de la imposibilidad de la castración.
Alain Didier Weill en un Seminario “Acerca del Superyó en la clínica Psicoanalítica” plantea un triple franqueamiento relativo a la toma de la palabra.
El primero respecto de una mirada medusante que ordena callar.”¡Ni una palabra! Si el sujeto toma la palabra cae en lo que es la censura que le dice: has dicho una palabra, pero no insistas, no repitas. Franquear esta censura representa insistir. El tercer franqueamiento plantea ¿has insistido, vas a convertir tu insistencia en perseverancia?
Agrega que de la insistencia el sujeto puede desdecirse pero si ha franqueado la censura llega a la perseverancia que le permite sostener su vocación, su deseo. De la vocación dice que no representa un mandato que exija obediencia. Sino, más cercano a la libertad, a la creación por parte del sujeto.
Otra breve viñeta clínica.
María cursa octavo año en una escuela de provincia (tiene 13 años) y pide una consulta en el Hospital. Me cuenta que sus compañeras se burlan, le dicen que está gorda y ella no puede hablar, no puede contestarles lo que en ese momento piensa. A continuación relata escenas entre su hermana mayor y su marido con quienes vive en las que su cuñado maltrata a su hermana. Escenas que ella escondida, mira detrás de la puerta. Y en medio del relato recuerda que él muy enojado dijo: al que abra la boca… y enumera todo lo que él amenaza que le haría.
Le pregunto ¿qué les dirías a ellas si pudieras hablar? “Cuando me dicen gorda les diría: “mírense Uds.”
Le digo que cuando se calla pareciera estar obedeciendo al mandato de su cuñado que ordena callar. Que cuando está con ellas es como si estuviese frente a él.
Identificada con el lugar de su hermana en la escena es sobre ella que recae esa mirada, ahora, de sus compañeras, de la que intenta restarse diciendo: mírense Uds. Ella mira a escondidas a su hermana, la que es mirada por su cuñado.
Tiempo de la pubertad, del despertar, reedición edípica lo nombra Freud en Metamorfosis de la Pubertad, en el que están en obra las operaciones de cifrado, de velamiento de ese real pulsional, tiempo de sellado del fantasma respecto de una escena - sostén del deseo. Tiempo en el que también, para el sujeto, se trata de adueñarse una palabra, la propia.
Es en este sentido y en este tiempo, el de la adolescencia en que la palabra, como dije anteriormente debe ser producida. Sabemos que la palabra no puede recubrirlo todo, solo dice a medias, y ese resto retorna en el cuerpo, en las adicciones, en los excesos que dan cuenta de lo real en la clínica. Hago referencia a lo real pulsional que desenlazado del campo de la palabra reclama un trabajo de articulación a la misma. Nuevos enlaces frente a ese especie de desarme que el cuerpo denuncia. Enlaces de lo orgánico a la representación y la imagen.
Así como anteriormente señalé que en la voz puede conmemorar algo impregnado del bramido de Dios, algo de ese goce del Otro inexistente pero no por eso ineficaz, del que es necesario que no haya, la voz también representa una llamada, ser llamado para, mas cerca al funcionamiento del Ideal que del Superyó, tal como lo trabaja Lacan, como imperativo de goce, que ordena gozar en tanto objeto.
El tiempo de la pubertad también representa para el sujeto la oportunidad de consolidación de esa voz en tanto llamada que le permite inscribir un rumbo, elegir una carrera, pensarse como siendo uno entre otros. Sentirse llamado a realizar tal o cual cosa. Se trata de la persistencia de la que hice mención en el texto de Allain Didier Weill, cuando se refiere a la vocación.
En la clínica una rigurosa posición ética nos conduce a escuchar en la palabra, “lugar habitual donde encontramos el sentido de un modo manifiesto,” (9) y a intervenir propiciando, no solo la conmoción de sentidos coagulados sino también el surgimiento un nuevo sentido para el sujeto, mas allá de cómo el Otro pudo nombrarlo. No se trata de una clínica del sin sentido sino de la aparición de sentidos nuevos.
Leemos a la letra en los pliegues del discurso, en el equívoco -L´une bevue- por donde se filtra lalangue.
Para ir terminando un último y brevísimo recorte clínico.
Manuel estudia en la universidad y trabaja.
De niño vivió con sus padres y su hermano mayor hasta que un día cuando él tenía 12 años, la madre, su hermano y él abandonaron la casa familiar en la que vivían con el padre. Su hermano tomó la decisión y ellos tres, se fueron.
Vivió entonces con su madre, hermano y abuelos maternos, siendo él el único que tenía un trato esporádico con su padre.
Luego de un trabajo de análisis se muda a vivir con un amigo y festejando el día del padre por primera vez habla, habla con él, lo interroga. Y escucha una versión diferente de los hechos. Versión que contradice en gran parte la relatada por la madre y la abuela. Muy enojado dice ¡la mordería! Es lo que hace cuando no puede estudiar, pasa horas sentado frente al libro mordiéndose las manos. Sorprendido y feliz comenta que el padre lo ha vuelto a llamar. -Parece que me escuchó, dice.- Te escuchó cuando vos le hablaste. Parece que tomar la palabra es diferente a morder, le contesto.
Otro día concurre muy angustiado a análisis relatando que en la facultad ha reprobado un parcial. Cuando lo revisa comprueba que una pregunta no la contestó teniendo el dato en sus apuntes que le permitían revisar.
No llevarle el apunte al padre, teniendo el dato, le impide aprobar sus materias en la facultad y recibirse que es lo que tanto dice que desea.
La homofonía, el juego de las palabras, l´une–bévue, el equívoco, producen la precipitación de la letra que leída en los pliegues del texto, en transferencia, propician un corte con ese lugar de fijación de goce.
La palabra adquiere estatuto de acto para el sujeto en tanto despliega esa voz que testimonia del pacto, de la alianza de la palabra con la ley, en la que se juegan simultáneamente, la realización y la renovación del mismo. Un funcionamiento así es sostenido por la operatoria de la castración que “exige situar al falo en su articulación al cuerpo, a la palabra y a la imagen” (10)
María Eugenia Vila. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
Notas:
1. “Función y campo de la palabra” J. Lacan.
2. “Variantes de la cura tipo”.J Lacan.
3. “Seminario de La Angustia”. J Lacan.
4. “Paso a pase con Lacan” Isidoro Vegh
5. “La torre de Babel” “Génesis” Biblia de Jerusalén
6. “Acerca del Superyó en la clínica Psicoanalítica” Alain Didier Weill
7. Idem
8. “El Psicoanálisis y el múltiple interés de la Teología” Gloria Autino en Entre el mito y la lógica
9. “Las letras del análisis. ¿Qué lee un psicoanalista?” Isidoro Vehg
10. “ Los tres tiempos de la ley” Alain Didier-Weill