REPETICION. Elena Jabif.

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Retomando el tema de repetición, trabajados a partir del seminario 11 y también las clases 11 y 12 de la "Lógica del fantasma", es donde Lacan trabaja el tema de la repetición, el goce pulsional y el fantasma. En estas clases Lacan plantea que el S2, el inconsciente, está constituido por un conjunto de significantes, en el cual se aloja un subconjunto vacío. Esto quiere decir, que para que se constituya el S2, el inconsciente, tiene que haber como factor fundante, un lugar en falta, un lugar vacío.

Podríamos decir que ese lugar vacío tiene que ver con que es un conjunto con una lógica de incompletud, lógica que responde a la lógica de la castración. También podemos decir que el factor fundante para que haya un inconsciente tiene que ver con lo que se llama el trohumatisme, el trohu, que es el agujero central de lo real donde no hay inscripción, donde no hay significante, y que funda la falta radical.

Esto quiere decir que hay varias faltas en juego en los tiempos de la constitución subjetiva. No es una y primordial, a pesar de que podemos hablar de la castración primordial del Otro primordial, o podemos hablar de la castración primordial del Otro real. Pero además hay distintos momentos constitutivos con distintos tiempos de castraciones que se tienen que operar a partir de ese trohumatisme, traumatismo central, agujero central. Falta radical del Otro real. La constitución subjetiva sigue la lógica de la castración.

Lo que hace Lacan, a diferencia de Freud, es encontrar una lógica. Cuando Freud decía que la ecuación niño=falo tenía que ver con un tiempo de perdida, él decía algo que está en Lacan pero no había dado la lógica de esa castración. No era que recaía de manera imaginaria sobre el pene, aunque hay un nivel imaginario. Sino que la lógica de la castración, dice Lacan, que para que se constituya cualquier conjunto significante tiene que partir de una falta radical. Por eso el psicoanálisis, la dirección de una cura, es la práctica de la falta. Su camino, su dirección, es la castración.

Retomemos. El inconsciente, como S2, está constituido por significantes. Ustedes saben que el inconsciente cae bajo la barra de la represión. La barra de la represión que se escribe con un matema. Lo secundariamente reprimido siempre tiende a volver. Podemos decir que en el S2 también encontramos, como dice la lógica del fantasma, la metáfora paterna. Los significantes ligados a la metáfora paterna siempre tienden a volver de lo que está secundariamente reprimido. Lo que cae bajo la represión siempre tiene retorno.

Sujeto dividido entre lo que sabe, no-sabe; entre lo que dice, no-dice; en ser y en tener; entre el ser y el tiempo. Hay distintos niveles de división.

Todo lo que cae bajo la barra de la represión tiende a volver. ¿De qué manera vuelve? Vuelve al modo de la repetición. Por eso la repetición es privilegiadamente significante. Repiten e insisten los significantes que están reprimidos, retornan al modo de la repetición. Este es un concepto de Lacan que encontrarán en la "Lógica del fantasma", está en el apéndice de la carta robada.

Pero estos son los primeros tiempos de Lacan, después agrega otro paso más. Cuando dice que la repetición va a estar motorizada, va a estar causada, por un goce. Siguiendo la lógica de la castración, que es la lógica del psicoanálisis, un goce que está profundamente perdido. Un goce que está irremediablemente perdido, Das Ding, tiempo mítico, irrecuperable, inefable, lengua y cuerpo del Otro real en los cimientos de la constitución de la humanidad del sujeto.

Repetición significante es primera en la conceptualización Lacaniana, todo lo que repite es del orden significante. Pero la causa ya no es sólo significante sino que está motorizada por el goce, un goce primariamente perdido, y que retorna en el neurótico con un profundo lamento. Y de esto ustedes saben por la vía del diván, cómo se quejan los pacientes, cómo se lamentan y nunca está a la altura de las circunstancias entre lo que quieren o desean o aspiran o anhelan o demandan, y el goce obtenido.

No hay ningún candidato a la altura de las circunstancias y de acuerdo a determinado ideal aplastante. Y si hay un padre que fue maravillosamente extraordinario y bueno, por supuesto ningún otro candidato va a estar a la altura de ese padre maravillosamente bueno. También un padre excesivamente mal parado puede llevar un ideal sumamente alto, ante lo cual ninguno va a estar a la altura del ideal que aquella histérica se forjó para salir de su insatisfacción.

Entonces les sugiero que avancemos un poco por la vía de la lógica del fantasma, porque ya acá Lacan está dando un paso más con relación al concepto de repetición.

Benjamín Domb en el Seminario de "La tentación de la muerte" decía algo que me pareció interesante retomar: el lugar por excelencia de la repetición tiene que ver con la transferencia. En la transferencia se pone en acto lo que es la repetición. En la transferencia se pone en acto también lo que es del orden de la rememoración. En la transferencia se puede poner en acto lo que es del orden de las construcciones en psicoanálisis.

Durante mucho tiempo construcciones en psicoanálisis fueron, de alguna manera, dejadas de lado. Sin embargo, a medida que avanzamos en la experiencia clínica, vemos que en muchos momentos tenemos que recurrir a las viejas construcciones, porque el sujeto no tiene elementos subjetivos, o están sofocados o no están en situación de poder enfrentarse a lo que es el dispositivo analítico que tiene que ver con la asociación libre. Entonces, a veces nos dedicamos a construir.

¿Qué construimos? Construimos mitos. El mito del hombre de los lobos ustedes saben, que de alguna manera le dio la posibilidad de armar una escena originaria. El mito le permite al hombre de los lobos tener un lugar fundante para el inconsciente, una escena originaria fundante que va a participar de ese inconsciente, por la vía de la transferencia con el analista que era Freud. Esa transferencia que generó que él pudiera tener un S2 fundante, por lo menos enriquecido por la experiencia freudiana, y tuvo otro borde que fue una transferencia al padre imaginario que detuvo el progreso del análisis.

Porque de alguna manera Freud no dio lugar a un tiempo necesario para que él pudiera tramitar una posición pasiva y homosexual en esa transferencia, que años después lo que fue sofocado, retorna en otros análisis que él realiza, retorna de manera casi forclusiva, en otras transferencias, repite en bruto con matiz salvaje este amor pasivo y homosexual que en la transferencia de Freud quedó sofocado.

No pudo tener lugar la repetición que promueve paso a paso la diferencia significante. Al sofocar la resistencia del analista la repetición que se produce en transferencia, retornó forclusivamente años después en la alucinación del dedo cortado.

Entonces decimos que la repetición es un movimiento que tiene una lógica, que es la lógica de la castración. Asimismo la castración es quien conduce a la repetición, y entre lo que se busca y lo que se encuentra en transferencia, siempre hay una falta, siempre hay una hiancia, siempre hay un punto donde el sujeto no puede encontrarse con el Uno idéntico a si mismo. Este 1 unificante alude a un tiempo mítico donde el sujeto pudo (pero no fue; es imposible por estructura ya que estamos constituidos a partir de una falta radical) haber sido el complemento, la prótesis, el falo imaginario que calzó ajustadamente en la falta de la madre.

Ese punto de complementariedad sexual, que es del orden mítico por supuesto, va a motorizar, como dice también Freud en "Más allá del principio del placer", al sujeto a tratar, por la vía de la búsqueda del Das Ding, de encontrar algo que está irremediablemente perdido.

El análisis es un largo proceso de tramitación de duelos, de bordear perdidas, de poder interrogar qué hay en ese pedacito perdido que pertenece al sujeto. Digo no sólo duelos, porque podría decir que un final de análisis no sólo implica tramitar el duelo de aquello de lo que se pudo haber sido para el deseo del Otro primordial en un tiempo instituyente, aquel pedacito que pudo haber sido acuñado y pertenecido al fantasma de madre, aquel pedacito pulsional gestado por el particular encuentro entre el Otro primordial y el sujeto. Ante lo cual un fin de análisis implica dar al menos dos vueltas sobre cada objeto del fantasma y sobre cada objeto de la pulsión, un final de análisis implica poder redistribuir goces.

¿Qué quiere decir esto? Poder salir de un punto de fijación fantasmático, poder salir de un punto de fijación pulsional.. Y esto implica no hacer desaparecer, sino encontrar ese punto de finitud que, de alguna manera el sujeto por su neurosis, siempre está lanzado al anhelo de un infinito. No sólo por expulsar la muerte que es el amo absoluto, sino también porque el sistema simbólico así como está construido invita a repetir al infinito. Lo simbólico repite y repite. Por eso en relación con la compulsión a la repetición es del orden simbólico.

Y a veces, este orden simbólico puede convertirse en una máquina infernal, cuando es capitalizado por determinado discurso fundamentalista o discursos canallas o una doctrina de seguridad nacional, ahí donde la racionalidad de un sistema de la lengua alemana lleva a que se erija una política de exterminio basado en la razón. Como me decía una vez un nazi al que tuve oportunidad de escuchar en algún momento de mi práctica clínica, cuando hablaba de las cuestiones de los campos de concentración y de reproducción, en los que había participado y en un cierto lugar de privilegio político, él decía que había un motivo económico y además lo fundamentaba. Esta racionalidad de lo simbólico se puede constituir en un lugar capitalizado para el discurso de un canalla.

Entonces por eso también es propiciatorio que en algún punto el analista esté advertido de esta finitud de algo que se constituye como infinito, como es el aparataje simbólico. También hay un infinito que es indeterminado, estamos ya en lo que ex-siste, por fuera, y ahí sí podemos colocar muerte y sexo. Pero dentro de lo simbólico tenemos un punto de infinitud significante si este registro no se anuda al limite que ofrece el nudo borromeo.

Por eso es importante poder abrochar la metáfora paterna. Por eso también es importante producir un acto analítico. Si bien el acto analítico también tiene que ver con una repetición inconsciente, en el punto donde se produce el acto, la intervención, la interpretación, si bien es del orden significante también se devela el borde finito del lenguaje.

La "Lógica del fantasma" es un texto donde Lacan abrocha cuestiones teóricas que venía trabajando. Va a volver a decir que entre el goce buscado y el encontrado hay algo que podemos colocar con este signo: -? Diferencia entre el goce buscado y el encontrado, ese goce que se busca ya está bajo la significación fálica, ya está regido, normativizado, porque es un goce que está bajo el Nombre del Padre. El goce fálico está bajo el Nombre del Padre, por eso también puede ir hasta el infinito, tan infinito como su nombre.

Y ahí tenemos el falo simbólico, este significante privilegiado que es el que nos da lo que se llama la significación fálica para la estructura, la significación fálica para el goce, y este falo simbólico que es el que descompleta el inconsciente. Al menos un significante queda por fuera, al menos una de las versiones del padre queda por fuera del conjunto de hombres castrados, en acto el padre totémico permite situar el carácter mortal del conjunto de sujetos regidos por la función paterna.

La correspondencia del falo simbólico en el registro imaginario ustedes saben que es el -?. ¿Por qué el falo simbólico no se puede negativizar? Porque éste tiene que consistir diciendo que esta estructura está incompleta. Lógica de la castración. Si negativizáramos al falo simbólico no tendría la eficacia para decir "falto", falto de este conjunto de significantes. Podríamos homologar el falo simbólico al Nombre del Padre, también podríamos homologarlo a lo que se llama el S1, significante amo.

S1 que emerge y que de alguna manera también conduce a la cura, en el punto del lapsus, del acto fallido. Fundamentalmente cuando emerge un lapsus y uno está un poco distraído, la atención flotante recupera el deseo del analista, esto implica que la oreja está entrenada para que algo emerja y sorprenda. La sorpresa de Pascal cuando salta y se le ocurre una idea. Algo se escucha e impacta al sujeto, es de otro orden, es desconocido y por lo menos nos invita a interrogarlo.

La curiosa sorpresa que impacta al sujeto promueve el acto, es tiempo donde el marco fantasmático pacifica, la castración imaginaria de la falta simbólica regula la escena del fantasma, lo real se horada por lo simbólico desarticulando lo siniestro, lo imaginario con su falta negativizada no encuentra la sombra de la angustia, lo simbólico cesa su repetición al infinito al encontrar el borde que le brinda el nudo borromeo, varios dones que brinda el falo negativizado.

El sujeto empieza su viaje humanizante por la vía del campo del deseo del Otro primordial, ese Otro real porta un deseo real, la madre en tanto imprime el cuerpo pulsional, con el pincel de su deseo real constituye el mapa pulsional. Ese Otro real, Otro primordial (que también ahí puede ser alojado el padre en otra versión, en la versión real del Otro real, no en la versión del Nombre del Padre) es el que sustenta lo que es la transmisión de la lengua. Lalengua, lalangue. Significantes que entran por la vía de los agujeros del Otro primordial, por la vía de la teta, por la vía de la leche, por la vía de los agujeros de la madre, de la boca de la madre, de la voz de la madre, por la vía de los objetos de la madre, por la vía del narcisismo primario de la madre.

Retomo otro comentario del seminario de Benjamín. El ubicó el narcisismo primario del lado de los padres. Porque ustedes saben que es un continente negro, en la medida en que Freud no le da una fundamentación lógica habla de narcisismo primario pero no termina de abrochar la lógica del narcisismo primario. Podríamos decir que es el yo ideal de los padres, además que pueden donar su ideal del yo, es como la matriz imaginaria del narcisismo materno y paterno donado al hijo. De acuerdo a si ese don viene por la vía del Nombre del Padre, si ese don viene anudado al ideal del yo parental, ese yo ideal no va a hacer estragos.

Si ese narcisismo primario es donado o no, puede marcar la dirección de la subjetividad, James Joyce en su manía fantasmagórica muestra una psicosis construida en un profundo déficit imaginario, el trastorno de la constitución del yo que repara a través del shyntoma de la escritura, da cuenta de un narcisismo primario escamoteado por el Otro Primordial. La transmisión de LaLangue interrumpida, en tiempos instituyentes llevan al joven irlandés a hablar en otro idioma que el inglés, cuando va al encuentro agónico de la madre, ese yo ideal mortífero lo acota con la letra. Porque el narcisismo primario roto implica el destrozo del espejo. En la perversión la terrible cobertura imaginaria consiste en un velo negro, un fetiche negro, puede ser el modo de los velos más negros o más insulsos de renegar de la castración, el yo ideal necesita para la neurosis estar agujereado, atravesado por la represión primordial. Atravesado quiere decir anudado por la vía de la falta, al ideal del yo.

Cada anudamiento implica que una instancia le saca un pedacito a la otra. Toda la política del psicoanálisis es la política de la pérdida. Por supuesto que el neurótico tiene premios consuelos. Premios consuelos implica esta repartija de los goces donde de alguna manera se sufre un poquito menos, el goce está muy cercano a algo que es del orden de lo irremediablemente perdido, pero el sujeto no se consuela tan sencillamente de su perdida, a nivel neurótico reprime lo imposible de alcanzar, reniega a nivel perverso de esa imposibilidad estructural o forcluye a nivel psicótico lo imposible del incesto, por estas vías el padecimiento va al infinito o sólo se acota con la muerte.

-?, castración imaginaria de la falta simbólica, entre lo que aspiro y lo que encuentro, entre lo que deseo y lo que obtengo, entre lo que busco para saciarme del objeto y lo que recupero de goce -siempre esta lo incompleto-.

-? que da cuenta de que no hay relación sexual. Esto quiere decir que hay una falta en ser y nos constituimos faltantes. Y así como advenimos al mundo por la vía del ser, ser para el Otro, el paso constitutivo es "yo soy", y ese ser es un tiempo necesario para poder hacer después el pasaje al tener: no se puede tener sin que esté constituido el ser. Y para poder tener primero tiene que aparecer esa pérdida en el ser. Porque si "yo soy" quedo atrapado en la pasión de la ignorancia. El "yo soy" es la última palabra, es el lugar de Dios y entonces ahí es donde nos podemos encontrar con el "yo soy" del paranoico y podemos encontrarnos con el sufrimiento paranoico que es diferente de los otros, que es diferente al sufrimiento y a la angustia del neurótico.

Porque si ese "yo soy" es acosado, si ese "yo soy el falo imaginario del Otro" es injuriado, si ese moi es acosado, es interrogado, sufre una enorme ofensa y ahí es donde aparecen los pleitos del paranoico, el pleito como una manera de poder convocar a que el Otro se rectifique porque él tiene una enorme certeza. Y entonces diríamos ¿qué pasó con esta estructura?. Porque decimos que en la hiancia entre tener y no-tener es donde se acuña el -?. -? es porque se negativizó ese "yo soy el falo imaginario del Otro primordial".

El falo simbólico dice que el conjunto de significantes S2 está incompleto, al menos un significante falta. Esta condición de vacío, permite que el inconsciente no martirice como en la psicosis, al parletre. La castración también testimonia que el único amo absoluto es la muerte, entonces ¿hasta dónde se puede forzar lo simbólico, al infinito? Es imposible. Uno puede interpretar, interpretar, y de repente un paciente se enferma o aparece algo gravísimo, un cáncer, y uno dice "no puede ser", se analizó, hizo cambios subjetivos, la dirección de la cura funcionaba, y finalmente la analizante protagonista de "Columnas Griegas: Clínica de un fin", se murió. La pregunta sobre el análisis, a puro motor de pulsión de vida se imponía, la vida en estado puro puede ser mortífera?, tanta apuesta por su calidad de vida subjetiva... y se enfermó?. El psicoanálisis tiene enigmas, debemos investigar sobre su X ¿por qué un paciente que se analiza dando al menos dos vueltas, se enferma gravemente?.Abramos un espacio de reflexión con la Ciencia, en la falta que atraviesa el cruce de distintas disciplinas, puede surgir algún significante nuevo.

En ese punto me podrían decir que a lo mejor no es pulsión de vida sino pulsión de muerte, es pulsión de muerte desamarrada de la de vida y entonces puja y de alguna manera conduce a que el sujeto desaparezca. Porque es nada, porque es melancólico, porque la identificación al objeto es nada. Pero hay sujetos que no son melancólicos, se analizan, se enferman y se mueren. Entonces hay un punto donde el psicoanálisis tiene un límite.

En el Seminario "La trasferencia" dictado por Isidoro Vegh en el 2001, un participante reflexionaba sobre un texto mío de fin de análisis, retomando una frase: " el psicoanálisis tiene un fuerte límite para la cura de las neurosis de sus analizantes" Vegh le responde que el psicoanálisis no es quien tiene un límite y sino que es el sujeto. Tiene razón, es el sujeto quien tiene límites, porque el sujeto no puede ir al infinito, tiene un borde que tiene que ver con lo real. Lo real socava las pretensiones del sujeto de ir al infinito y entonces quizás el sujeto escribe, el sujeto crea y va por la vía del arte, el que puede y el que quiere tiene hijos y si no se siembran amistades y se trasciende la filiación y uno a lo mejor tiene el nombre escrito en la Escuela Freudiana y estudia y dona, y tiene discípulos y después tendrán pacientes y a lo mejor alguna vez un paciente lo recuerda. Hay distintas maneras de trascendencia pero el sujeto tiene un límite, hasta donde llegó, llegó. Y uno a veces a los pacientes tiene que acompañarlos a morir y es una injuria terrible al narcisismo del analista, es de un dolor profundo, casi se homologa al dolor narcisista por la pérdida de un hijo.

¿Por qué los analistas soportamos tan mal perder un paciente? No digo que se vayan del análisis. Perder un paciente es terrible porque toca este narcisismo crucial donde el psicoanálisis es una apuesta de vida y esto ustedes lo deben haber escuchado, que el psicoanálisis es para la vida y es una apuesta de vida hasta que se toca ese borde indeterminado de lo real que tiene que ver con la muerte, igual que la sexualidad. Ustedes no van con el psicoanálisis bajo el brazo ni con los libros de Lacan y de Freud a un encuentro sexual, es el punto de la mayor caída de lo simbólico. Quizá poder situar el borde, no obsesivamente sino ese punto finito de lo infinito, ayuda a sentirnos un poco mejor.

Como es una lógica permanente de la pérdida, la lógica que da Lacan en relación con conceptos también freudianos, está basada en el concepto de la falta, la constitución es a partir de una falta. Y esa falta tiene que ver con la caída del sujeto como falo imaginario del Otro, de esa operatoria hay un resto, siempre queda un pedacito. Un pedacito del cuerpo, un pedacito de piel, queda un pedacito de aquello que se fue para el Otro primordial. Ese pedacito, ese resto, lo podemos llamar objeto a. Pedacitos caídos del cuerpo del Otro. Pedacitos construidos, capital del sujeto pero también caídos de ese cuerpo mítico, de ese sujeto incipiente.

La clínica lacaniana es una práctica de la caída, es una práctica de pedacitos. Ahí donde alguien deja algo. No solamente en el valor de un acto fallido. Ahí donde alguien estruja y aplasta un pedacito de cigarrillo. Ahí donde alguien convida con un caramelo y uno podría decir que para tener la boca tapada, para poder calmar la voracidad o puede ser otro tipo de cifrado, a lo mejor para poder dar un poco de dulce a tanta amargura. Les digo distintas modalidades porque en esto no hay fórmulas sino que hay singularidades. Singularidades de trabajo del analista también.

Yo me divertí un poco trabajando el tema del crimen y de la virtud porque me interesaba trabajar el tema de la paranoia. Entonces si hablamos de algo que está irremediablemente perdido por estructura, en el paranoico hay un punto forclusivo de la interdicción del incesto donde algo no se perdió. Sí se constituyó el orden del lenguaje, nadie podría decir que Schreber no tiene el lenguaje constituido y Lacan solamente en el seminario de la angustia, pone un sujeto sin estar atravesado por la barra en el tiempo mítico. Después siempre va a trabajar aunque hable de psicosis, de un sujeto atravesado por la represión primordial. Desde el momento que somos seres parlantes y perdimos nuestra piel animal estamos atravesados por el campo del Otro y sus significantes.

Pero hay una operatoria que no se produce para el psicótico, esa carretera principal donde están los significantes guiados por el Nombre del Padre tienen un rumbo, no tienen una travesía enloquecida, en tanto están anudados bajo la égida de la función simbólica.

En el caso de Schreber no sólo está este punto forclusivo sino que podríamos decir que la paranoia de Schreber tenía un punto más que flojo, porque tenía un delirio fantástico pero termina en estado catatónico y aullando, es un puro grito. Entonces tiene diferencias estructurales con lo que puede ser una manía, como dice Lacan en James Joyce.

A mí me interesó trabajar un caso de un crimen que hizo historia para la medicina, lo interrogó la psiquiatría y también lo toma el psicoanálisis, la filosofía, y el discurso político. Un famoso caso de matricidio y fratricidio. ¿Por qué hizo época? Hizo época porque su protagonista era un paranoico de lujo. Porque además en él albergaba las dos contradicciones. Por ejemplo, mata a la madre y por supuesto una madre embarazada, desde el cuerpo real aparecía un embarazo, un pedazo de objeto real que la completaba, entonces en vez de pelearse porque estaba celoso fue con una cuchilla y la fue cortando de a pedacitos, la mató con cortes. Lo que es expulsado desde lo simbólico puede ir al infinito y retornar desde lo real, también sin borde, al infinito.

Cortes compulsivos del asesinato sobre el cuerpo materno. El matricidio tocaba un punto sensible porque se consumaba este particular acto criminal, sobre el cuerpo materno. También mata a sus hermanitos, a sus hermanas mujeres porque defienden a la madre, al hermano varón, no hay lazo fraterno. Otra vuelta de la forclusión de la interdicción del incesto: para que haya lazo fraterno tiene que haber un significante de la metáfora paterna que anude el lazo social. Para que haya hermanos tiene que haber un techo de Nombre del Padre sino no hay hermanos. Cuando él habla de sus hermanos no dice "mis hermanos", dice "los hijos de mi madre y mi padre defendían a mi madre" y además se le interponían en el camino. Y ahí aparece su ira.

Lo que es interesante que, al modo schreberiano, escribe como un tratado sobre el crimen. Antes de producir el crimen escribe, durante el crimen escribe, después del crimen escribe. Y de alguna manera les dice a los médicos que él está loco, cómo lo van a castigar si él está loco. Y en el mismo acto les dice a los jueces "yo no estoy loco, merezco la pena capital". El nivel de coherencia ideativa llevaba a la confusión.

Este punto de confusión es lo que después va a interrogar Foucault, que además se peleaba con Lacan. Toma el texto escrito por Pierre Riviere sobre la historia de este crimen y lo trabaja. Y dice, con cierta ironía, que ahora con el psicoanálisis de Lacan más de un psicoanalista va a decir que este es un ilustre paranoico. Acá estoy yo diciendo que era un paranoico maravilloso porque además él no se escapa, él queda en el distrito de su filiación, así lo llama, porque es su lugar, es su pueblo.

Además el pueblo tenía un narcisismo muy particular, él ofendía, injuriaba las leyes del lazo social del pueblo, como produce semejante crimen del cual no se priva de arrasar lo mas preciado para la cultura, lo llaman un regicidio.

Por supuesto le dan la pena capital y de repente los psiquiatras seguían investigando sobre este particular enfermo o prisionero, hasta el tiempo donde le conmutan la pena provisoria por perpetua.

Él después dijo que había producido estos cortes sobre el cuerpo de la madre por dos cuestiones. Porque de su cuerpo emanaba un fluido muy peligroso que además era un fluido que emanaba cuando la madre y las hermanas se le acercaban. Por supuesto esto podría ser la cópula incestuosa. El incesto por estructura no es posible, lo que retorna de lo reprimido no es el incesto, esto está en los diez mandamientos, la ley de prohibición del incesto es homologable a la ley del "no matarás", sin embargo parece ser que para el regicida el incesto era posible porque sus efluvios, aunque no hubiera contacto, podían embarazar a las mujeres de la casa, madre y hermanas.

Este es un punto importante. La forclusión del Nombre del Padre lleva a cortes en lo real de la carne. Lo expulsado de lo simbólico retorna en lo real. Acá no hay repetición significante. Acá hay repetición compulsiva de corte tras corte en la carne.

Tomemos el caso de Joyce. Uno podría decir que Joyce hizo letra, no hay duda. Estuvo también muy anudado por la mujer. No se privó de cuanta perversión podía practicar sobre el cuerpo de su mujer. Los que escucharon el texto de Marta Merajver, accedieron a cómo él no se privaba de ningún goce pulsional con Nora Joyce, pero ella era su interlocutora, ella sí podía poner en falta lo que él escribía, era su peor crítica o su mejor crítica. Y es más, en "Finnegans Wake" cuando él escribe ella denuncia, le dice que es del orden de la jeringoza.

Podríamos decir que la escritura permitió que la metonimia permanente que encuentra Schreber en los pájaros parlantes, cuando el significante parlotea, en Joyce tiene un sólido anudamiento en la escritura, produce letra, ese es un punto de detención, ancla al sujeto por eso no enloquece. El irlandes no enloquece en el parloteo, escribe. De cualquier manera hubo un punto donde el cuerpo se le escabullía. A los trece años su cuerpo se evaporaba. Cuando es agredido por sus semejantes no tiene cómo responder, la única respuesta es sentir la levedad del cuerpo que se le escapa, se le escapa el yo, se le escapa lo imaginario, se escabulle. En ese momento a sus 13 años, abandonado a la agresividad del otro no siente nada, sin embargo tiene cuestiones muy finitas de sadismo y masoquismo donde Lacan se pregunta si es un goce perverso.

Cuando hablamos de estructuras interrogamos este punto constitutivo porque tiene que ver con la castración y tiene que ver con la lógica de por qué se produce determinado tipo de fenómenos, sintomatología, o no se produce.

¿Dónde estaba el corte de Joyce? ¿Dónde producía los puntos de anclaje? Lacan dice que es en la letra, por los recursos literarios que él tenía y por la producción sublimatoria, la relación con Nora Barnacle lo estabilizó, cuando el padre del joven Joyce la conoció, sentenció, que con ese apellido Barnacle que significa molusco, su hijo tenía por destino adherirse al amor de esta mujer.

Nora lo adhiere a la escena de la vida, se instituye en su synthome. Tanta dependencia daba gran consistencia a su transferencia con ella, él tenía un delirio celotípico terrible, la atormentaba al modo del mejor paranoico, esta mujer era un Otro incastrable e imperdible.

Pero ese amor de cualquier manera tuvo un límite, un límite en la escritura. En la psicosis de la hija, en la esquizofrenia de Lucia- dice Lacan - retorna la locura del padre.

Y en la perversión ¿qué pasa con estos puntos de repetición, de repetición de un significante que intenta renegar de la castración?. Tenemos el deseo sadiano que por supuesto hace cultura de lo que es la virtud de la naturaleza del escorpión.

El deseo sadiano insiste, repite con monotonía en sus rituales siempre lo mismo, repite en sus actos que son del orden significante, rituales que toman el estatuto de un fetiche negro, que apuntan a detenerse un paso antes de lo que podría develar la castración del Otro real. Por eso en "Los ciento veinte días de Sodoma" magníficos niños son sacrificados. La pureza es un signo capital de goce en la estructura perversa, si es por el lado del tabú de la virginidad como trabaja Freud en la neurosis, o si es por el virtuosismo que busca un paranoico para que el cuerpo del Otro no esté sexualizado, porque la sexualidad de un cuerpo invita a interrogar lo que es la falta del Otro y también la muerte, el cuerpo sexuado es un cuerpo mortal.

Hablamos del Marqués de Sade porque él escribió, y de alguna manera de eso también hizo letra, no del nivel de Joyce, pero la letra también fue un punto de anclaje de sus goces. Todos dicen que hizo menos de todo lo que escribió, largo tiempo vivió preso. Pero la fiesta de "Los ciento veinte días de Sodoma" tiene la cualidad de la inocencia, porque ahí no hay marca, son cuerpos sin mancha, ahí no está la marca de la diferencia sexual, ahí es un cuerpo puberal en extremo puro, para ser entregado en sacrificio al goce de los dioses o para el goce de los caballeros marqueses.

No sé si ustedes vieron la película "Saló", de Passolini, en ese film recreo una especie de "Los ciento veinte días de Sodoma," pero la escena transcurre en la segunda guerra mundial. Es una película sumamente censurada porque lo que toma es cómo la naturaleza sadiana termina no produciendo víctimas sino pequeños escorpiones. Entonces toda esta generación de muchachitos atravesados por lo peor del Otro de la cultura de post guerra, termina siendo una máquina infernal de producir cuervos.

Cuando uno lee a Sade por poco vomita porque es la peste, para la neurosis hay un punto donde la repetición significante del perverso aburre, agota. Como en la película "Calígula" que siempre era la misma escena perversa, todos se iban del cine y yo pensaba que tenía que aparecer la diferencia, porque como neurótico uno espera pacificarse encontrando algo distinto y diferente, las escenas siempre eran lo mismo. Este también es el engaña pichanga de la perversión, de que en esa repetición se puede hacer siempre lo mismo. Los neuróticos tenemos eso, "vuelvo al punto de partida", "nada me sirve", "lamento todo lo que transité", "lo que he vivido nada me ha hecho marca, sigo siendo virgen de espíritu". Los argumentos para no portar la marca pueden ir al infinito, porque la marca nos dice también de un tiempo de división. Cuando algo se inscribe, se inscribió; es como la letra, hay un antes y un después. No es todo lo mismo.

Cuando vienen los pacientes y dicen "porque estoy igual que siempre", uno tiene que escuchar a ver dónde están los puntos de fijación, uno no puede ser un necio pero hay algo de retornar al punto de partida, aún de lo peor, que no se puede volver.

La repetición regulada por la castración, implica que ahí donde se repite siempre hay algo diferente. Por eso los chicos siempre cuentan el mismo cuento y uno se pregunta si no se aburren, no se aburren no porque tengan pocas luces sino porque siempre están buscando algo diferente. Entonces, por la vía donada por la falta uno repite para encontrar la diferencia. En algún momento eso se tiene que inscribir, no puede ir al infinito, aunque uno tenga el sueño de que el infinito es posible.

Hace muchos años yo estaba muy contenta porque había hecho dos textos, que eran mis primeros textos de escritura, uno era sobre el sacrificio de niños, un texto que siempre amé porque me amé a mí misma en ese texto y un segundo texto donde también me amé, era sobre la repetición en la cultura de los genocidios. Tomaba un mito del Eterno retorno, donde de acuerdo al mito siempre se volvía al punto de partida. En ese momento interrogaba, trabajaba, cuestiones del nazismo. Mi condición sefaradí, atravesaba los textos. Hasta que un día por tanto escribir sobre el nazismo me mandaron un nazi, fue el peor castigo escucharlo tres meses, si bien lo escuche un tiempo acotado, hubo un punto donde era insoportable. Él por supuesto nunca se angustió.

Además lo derivó la hija por medio de una analista, que no conocía pero advertía que no lo mandaba a cualquier lugar. En todo caso lo reenviaba a un sitio demasiado humano donde el padre tenía que hablar por las dificultades que presentaba, de su vejez y la proximidad de la muerte, ese era el único tormento de guerra que él guardaba. Eso sí: le hacía límite a su posición de Amo.

Lo real es del orden constitutivo agujero traumático instituyente, el sujeto porta un agujero central en el nudo borromeano, sitio privilegiado donde ponemos el objeto a, condición mortal subjetivante, no somos simples vivientes, no está producido nuestro ser en tanto parlantes, como un anónimo numero para ser deshumanizado en campos de concentración. Cuando los fantasmas colectivos se afirman en la ley sadiana de gozar del cuerpo del semejante sin interdicción, se producen maquinas doctrinales de exterminio, con verdugos que como el nazi del relato clínico, beben la inmortalidad de la copa de la vanidad de Narciso.

Vejez y mortalidad por primera vez, colocaban en la cuenta del sujeto los tormentos de guerra. Esa sustancia gozante es lo que nos invita permanentemente a repetir y a buscar ese goce perdido, pero para este personaje el sexo no presentaba su borde real porque también había trabajado con su semen en campos de reproducción de "bellos ejemplares", en ese momento era joven y él producía en los campos de procreación, pureza racial para la causa, con "bellas mujeres rubias" mientras que durante su relato, miraba mi pelo negro.

Por la hora, abrimos un espacio de preguntas y después seguimos trabajando.

Pregunta: en un momento hablaste del conjunto y de lo que ex-siste al conjunto y hablaste de sexualidad y muerte y después dijiste sexualidad femenina. Te quería preguntar lo siguiente. Como estabas hablando del límite, lo ilimitado y también del tema de la muerte, de la perdida de la vida, pulsión de vida, pulsión de muerte, cuando hablaste de sexualidad femenina lo pensaste por el lado del masoquismo?

Elena Jabif: es una excelente pregunta y además pescó muy bien mi vacilación. Porque si bien se pone sexo y muerte, lo que acompaña a la muerte tiene que ver con lo femenino. No estamos hablando del goce fálico, no estamos hablando de la sexualidad del lado del sujeto, del sujeto y del falo simbólico y de nuestra debilidad mental. Pero sí es el lugar del Otro sexo el que marca la diferencia, en la película de Buñuel que se llama "El" de 1950, Lacan realiza una lectura sobre la paranoia, es una película bien pensada para la clínica de la paranoia.

Lacan interroga las cuestiones del pleito, y la querulancia que despierta la femineidad de una mujer. Hay una escena en donde el protagonista prepara aguja, hilo y tijera. Supuestamente iba a ir a ver a su mujer. Un paranoico celotípico. Después lleva una soga. Pensé que la iba a matar, que la quería ahorcar. Expulsé que la iba a coser, la iba a coser porque esa vagina que le pertenecía, tenía que estar cerrada por condición estructural de la psicosis. Y ella siempre se salvaba del paranoico porque gritaba. Algunas no gritan y terminan arrastradas por el pasaje al Acto del partenaire psicótico, y terminan muertas. Pero él iba a coser ese agujero. A mí me resultó de tal nivel de horror que ni lo registré, Haydee Henrich decía que ella tampoco, tenemos recursos en nuestra neurosis que nos permiten que no esté todo el goce al desnudo.

No había velo, el agujero era agujero y él tenía que ir a cerrar eso. ¿Por qué tiene que ir a cerrar eso? Podríamos decir que el Otro sexo puede ser un buen synthome para la neurosis. En el punto donde lo simbólico encuentra un límite en lo real femenino, es la finitud de lo simbólico, aún un hombre en posición femenina, encuentra ese borde de lo real donde no hay inscripción significante, donde lo real es ahí donde no hay ni imagen ni significante. Y esto, en algún sentido, estabiliza la estructura. Que estabiliza quiere decir que el Otro sexo puede ir a sustituir lo que es el lugar del Nombre del Padre.

Se puede prescindir del Nombre del Padre, a condición de haberse servido de el, se puede tomar la experiencia del psicoanálisis al modo del Nombre del Padre, entonces se convierte en una garantía de vida. Ustedes se analizan, apuestan a la vida, van a poder conjurar enfermedades autoinmunes, van a poder tener el goce femenino. Es fantástico. Es una apuesta de vida religiosa eso lo dice la tora del psicoanálisis, todos tenemos que ser escribas. Pero el punto del ideal aplasta.

Tampoco implica desconocer lo donado por los maestros, porque hay algo de este techo que también tiene que ver con el Nombre del Padre que regulariza el deseo.

Y ahora voy a dar otro paso más con relación a la repetición, porque habíamos dicho repetición significante pero también hay una repetición que tiene que ver con la pulsión. Se repite un goce pulsional. Un goce pulsional que tiene también un borde significante, porque ustedes recuerdan que viene impreso desde la demanda del Otro, por eso uno en algún punto puede interpretar. Y si tiene la suerte de encontrar la letra quizá ese goce pulsional encuentra otras vías por donde dividirse y no ser monolítico.

El año pasado presenté un texto que hablaba de una letra. Había una paciente que en ese sentido para mí fue privilegiada porque me sorprendió. Era sumamente engrupida, sumamente fina, había sido criada por una abuela que pertenecía a la alta sociedad. Pero no era sólo el dinero sino eran los buenos modales, la finura de su lenguaje. Había recibido siempre el nombre de princesa. "Princesita.".

La princesa por supuesto llega a su vida sexual, y es una princesa donde después de tener una hija mujer se hace pis. Su marido estaba muy contento por los grandes orgasmos líquidos que producía su mujer, porque supuestamente la enuresis era un gran orgasmo. Eso demuestra como el neurótico siempre está en la sexualidad infantil. Ella sabía que era un síntoma su piyada, para él eran grandes orgasmos.

Entonces la paciente tenía este síntoma hasta que se sueña una verdadera princesa. Le digo "la piyada". Cosa de Mandinga se dejó de piyar, hubo letra que en acto de lectura impactó al sujeto. Después tenía un problema, no podía acabar. Este marido estaba tan desengañado que se buscó otra, alguna otra piyada que pudiera" eyacular". Después tuvo que cambiar de marido y a ese sí decirle que tenía dificultades.

Esto con relación a la cuestión de la letra, la letra tiene como ese punto de inscripción que nos permite poder detener lo que es la repetición significante o la repetición de este goce pulsional. Grandes oleadas de orgasmos fantasmáticos que de alguna manera producían un síntoma enurético que encuentra un borde, es como si se hubiera armado un borde en relación con lo uretral. Por supuesto que faltaba armar un borde con relación a lo que podríamos decir, de manera burda, lo vaginal. Ya sabemos que la vagina no es lo mismo que lo femenino pero no es sin eso.

En la "Lógica del fantasma", hablando de estas cuestiones del goce sexual, Lacan dice que el pene tiene una marca que hace que pase a ser circunciso y que además hay un festejo anual por la fecha de la circuncisión de Jesucristo. Esa marca en el cuerpo funciona como trazo significante que después es repetido, año tras año, por la cultura. Quiere decir que la cultura, también como el sujeto, repite algo que se llama rasgo unario. Esa marca circuncisa en el cuerpo de Cristo podríamos decir que es un rasgo unario, que se repite, que motoriza, que se festeja, que se produce, que da para escritura, que da para ritos. Se pueden repetir determinadas marcas, inscripciones significantes que son del orden del rasgo unario.

¿Por qué puede ser mortífero ese empuje pulsional? Es mortífero porque de alguna manera todo vale.

Ella me habló del masoquismo. Dice Lacan que el masoquismo no es femenino, tenemos masoquismos de distintos ordenes pero el masoquismo primordial que además constituye a la neurosis es un masoquismo muy particular porque es del orden fantasmático. Produje un escrito de esto y hubo acuerdo y también fue fuertemente criticado porque de alguna manera postulaba que determinados agravamientos sintomáticos tenían que ver con el masoquismo primordial. Desde mi lectura, y lo que venía escuchando con los fines de análisis en distintos lugares, me parecía que era como uno de los diques resistenciales, más fuertes que el sujeto tenía ante la muerte.

Esto lo dice Lacan. En "Los no incautos yerran" dice que el masoquismo es para conjurar la muerte. Entonces uno se puede pasar la vida entreteniéndose con distintos argumentos neuróticos, además se tiene que entretener sino es enloquecedor. Por supuesto que el sufrimiento es terrible, es preferible sufrir bajo la bota del tirano que tener que enfrentarse a esa falta radical que es la muerte y que de alguna manera ahí el significante no tiene recursos con qué darle.

Se dice que el masoquismo es de la perversión pero también Freud habla del goce masoquista en el fantasma de "pegan a un niño"·y me parece que no es ingenuo, que hay que tenerlo en cuenta. Hay agravamientos, esto lo decía Freud, en situaciones de mejoría, la cosa viene bien y de repente la reaccion terapéutica negativa, podría decirse que es un acting-out dirigido al analista, porque el analista hay algo que no escucha o hay algo que le demanda el paciente y el paciente no tiene los recursos simbólicos o fantasmáticos para responder. Pero hay agravamientos en los momentos en donde la cosa empieza a funcionar.

Y entonces, esto es freudiano, ¿por qué?, ¿es neurosis de destino?, ¿es pulsión de muerte?, ¿es el goce fantasmático que el sujeto no quiere perderse como identificación a ser el objeto de Goce del Otro? ¿Por qué no puede privarse del goce de repetir? ¿Qué es lo que conduce a esto?.

Hay un punto de sufrimiento pero es un sufrimiento en la relación con el otro, con el semejante, donde está pactado (también en la neurosis y esto lo sabemos a nivel de las parejas o de las relaciones con los otros de nuestra transferencia) que determinado dolor no se toca o por lo menos determinado ribete trágico o heroico del neurótico no se conmueve tan fácilmente, porque en el punto heroico se salva al Otro.

Había dicho respecto del holocausto y la repetición. El otro día escuché en un noticiero que hablaban de los distintos ataques atómicos que se podían producir sobre Irán si la bomba atómica caía y tiene una transmisión de tantos kilómetros y además después el testimonio de los médicos de los efectos radioactivos, otra vez, otra vez Hiroshima, Nagasaki. Otra vez. Entonces hay una repetición en el campo del Otro que es coyuntural, hay múltiples causas pero hay un punto de la repetición de lo que es el aparataje simbólico con causas políticas, económicas, los pozos de petróleo, y además cuestiones que sí el psicoanálisis puede responder en relación con fantasmas colectivos, con relación a -como dice Moustapha Safouan- que el otro quiere de su semejante siempre lo que tiene, quiere sacarle lo que tiene al modo bíblico: su mujer o su asno y Safouan agrega: o su pozo de agua o su pozo de petróleo.

Entonces, en esta repetición donde siempre se quiere lo que el otro tiene, si no es bajo el Nombre del Padre que regula el pacto de las alianzas también en la cultura, en las colectividades, se produce lo que el autor llama la muerte universal o está el genocidio o está el exterminio. Porque en pos de tener lo que el otro posee puede haber un odio aniquilante. Y esto vale para la transferencia. Porque la vía de la transferencia tiene dos afectos fundamentales, el amor y el odio. Tienen lugares donde se entrelazan y esto es propiciatorio porque de alguna manera eso mueve la cura. Pero así como se produce el desamarre de la pulsión de vida y la pulsión de muerte, en donde se desamarran tenemos alguna catástrofe en danza por un exceso de a pura vida o por un exceso de nada, esto también pasa con el amor y el odio. Es la estructura del sujeto, es la estructura de la sustancia gozante.

Un amor a pura máquina puede ser el amor pasional que va por la vía del yo ideal y suele ser mortífero. Porque este ideal de gran consistencia amorosa tiene su de salida por el lado de la pasión, no necesariamente enloquece pero tiene un matiz de cierta locura, donde es muy difícil después remontar una cura que haya que haya tomado ese camino. Y si no puede aparecer este punto donde el otro "tiene" pero no se torna agalmático, sino que se vuelve al modo de querer lo que el otro tiene, sacarle, o "no me da" y entonces se instala una pregunta paranoica. "qué quiere el otro de mí" o "por qué no me lo da, por qué sí a otros y a mí no".. Esto a veces también dispara un odio enloquecido y ahí tenemos lo que se llama reacción terapéutica negativa. Donde hay una repetición sostenida en un afecto aniquilante (que es el odio) se produce una repetición que, en la reacción terapéutica negativa, por momentos es imparable.

Generalmente, con eso terminan los análisis, si es que no termina el sujeto con su vida o el analista asfixiado, enloquecido con determinados análisis que no dejan alternativa para poder remontar. Fíjense que la lógica de la castración, es de la división, el arte de la división. El arte de la división pacífica. Dividir los goces. Dividir al sujeto. Dividir la sustancia gozante de la pulsión. Dividir el tiempo, que haya un antes y un después. Cifrar. Encontrar las diferencias. Respetar al extranjero. Reconocer las semejanzas con mi prójimo. Reconocer las diferencias con mi prójimo. Eso implica agujerear, dividir al yo ideal. Dividir los ideales del ideal del yo.

Dividir al superyó es pegarle un mazazo, porque el superyó goza de su consistencia, de esa voz que "goza, goza", como dice Lacan, pero tiene un punto entero, de consistencia. Dividirlo es a veces a fuerza de batalla en la adolescencia y cómo batallan porque todavía no se apiolaron en que hay un punto donde una madre y un padre no dan para tanto, el saber no da para tanto y el analista tampoco da para tanto. Sin desconocer que hay un tiempo donde hay que gastar las transferencias. Porque si uno no gasta las transferencias entonces, sí se queda con ese sentimiento narcisista de que puede prescindir de agotar al Otro, con ese narcisismo es también la muerte, la muerte del deseo.

Pregunta: te quería preguntar y comentar también, qué pasa cuando aparece el deseo de muerte de la madre, que me parece que son puntos donde uno se propondría avanzar hacia cierto real. Lo digo en la neurosis pero también lo pienso en la paranoia, porque a veces hay momentos en que el psicótico trae esto, "yo estoy escuchando voces pero mi papá se pasó toda la vida así y mamá quería que yo desapareciera". Pareciera ser que cuando aparece ese real habría que como ir a cubrirlo de nuevo porque no hay mucho más que ir por ahí, que creo que es una vía mortífera. Ahí sería un real no digo para renegar pero sí por lo menos no apoyarlo en "sí, sí", si él llegó ahí, llegó ahí pero no apresurarlo. Uno tiene alguna experiencia en haber trabajado con casos así, cómo maniobrar para que se aleje de este real o poner distancia o velar.

Elena Jabif: hablaste de deseo de muerte de la madre. En el caso de Schreber era el padre el que tenía este deseo de exterminio sobre el hijo y de goce sobre el cuerpo del hijo, era al modo de un deseo primordial, puede ir a ese lugar del Otro primordial y no porque el lugar de las madres sea lo peor siempre.

En relación con el deseo de muerte podríamos decir que es un deseo puro, como cuando se dice que si el deseo del analista es un deseo puro. Hay muertes y muertes. Este deseo de muerte puede ser nada, no es del orden de la muerte, la muerte como imposible, muerte situada en el nudo borromeo: real, simbólico e imaginario, donde a veces Lacan la pone del lado de lo simbólico. Después hay una muerte por fuera, por supuesto que tiene que ver con este real como amo absoluto. Hay otras muertes, primera muerte, segunda muerte, muerte que hace el significante al producir una marca en el cuerpo.

Pero me parece que este punto de la desaparición, lo grave que vos decías de la clínica, es cuando ese deseo de muerte está en términos de nada, "sos nada". Esto tiene su peso para poder constituir algún objeto posible para el sujeto, que lleva al sujeto a quedar convertido en pedacitos de nada.

El otro día una colega contaba un caso de una anorexia terrible, donde todo era comer grandes bolsas de comida en términos de grandes bolsas de basura. Una chica rica, millonaria, los padres pagan fortunas en internaciones, cuyos resultados son nada. La paciente tiene una terrible caída cuando muere la abuela materna y ahí su mamá se entera que es hija adoptiva pero el punto melancólico recae sobre la hija. Esta chica pasa de situaciones de anorexia a comer bolsas de basura pero bolsas que pueden ser incalculables, por supuesto después vomita pero no al modo de vómito, no como una bulimia sino que el cuerpo es una bolsa, es una bolsa donde se puede poner y se puede sacar pero es una bolsa informe, no es al modo de la bulimia en donde hay un cifrado, tanto comí, tanto vomité. Entra y sale porque no hay ningún borde que diferencie.

Era muy interesante, por qué una chica que funcionó hasta determinado momento, tenía novio, estudiaba agronomía, tenía una alimentación común, era una chica aparentemente neurótica común, termina en este estado de caquexia, con 34 kilos, pero además cada día está muriéndose y se está muriendo en lo real. ¿Por qué no hay manera?, pasan los analistas, pasan las internaciones, nada hay que calme. ¿Qué es lo que pasó ahí?. Yo supongo que hay algo de esta nada que retornó desde la madre a partir de que se entera que es adoptada.

No quiero hacer una psicología evolutiva pero si esta nada vino, desde el lado de un Otro ni siquiera mítico porque no hay un mito armado, sobre el origen de ella, si su madre de bebe fue tirada en una bolsa de basura, no lo sabemos porque no hay datos, pero por el efecto après-coup podemos leer qué pasó en un tiempo constitutivo. A veces lo leemos antes y no sabemos qué va a pasar, pero cuando ya se producen los efectos de estrago subjetivo, podemos inferir que a lo mejor esta basura fue de una generación a otra y recae sobre esta paciente, que es nada porque no hay forma para lo imparable de la muerte el cuerpo. Y si no hay forma para el cuerpo es porque no cuenta con la herramienta de haber sido el objeto agalmático que le falta al Otro primordial.

En todo caso, lo que no fue su madre para su propia madre recayó como un cataclismo, sobre la estructura de esta joven muchacha. Esto que dice Lacan en el seminario El Synthome, que en la esquizofrenia de la hija de James Joyce se lee la psicosis del padre.

Elena Jabif.

Seminario "Repetición" de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Clase: 27 DE MAYO DE 2006.