Pero él ya estaba vacío, era una cáscara de hombre movida por el automatismo de la costumbre. Los Siete Locos, Roberto Arlt.
"Es agresiva, contesta mal todo el tiempo, se enferma seguido, no se deja ayudar, en eso nos parecemos". Así presenta la madre a su hija de 16 años.
Del padre: "Son insoportables, Inés es como ésta que cuando murió su madre no paraba de llorar por los rincones, le decía que se dejara de joder, que los muertos ya están muertos, pero ella no sale de la regla, es como todas las minas, son tan boludas.
Inés se presenta sin gracia, abatida, ha transitado por distintos espacios, neurológicos, neurolingüísticos, médicos homeopáticos, sin alivio alguno. Su angustia continúa, dice no soportar más. Sitúa el inicio de su angustia desde que murió su gatito, estaba enfermo, era como su hermano. "Yo lo cuidaba mucho. Un día llegué a casa y no lo encontré, papá lo había tirado". Descarrila en lágrimas que pronto irán armando discursivamente el odio al padre.
Refiere también la soledad que siente cuando sus padres se van, como ella se las arregla sola desde chica los fines de semana queda sola en su casa. "Sola; como Erdosain me pregunto qué es lo que hago con mi vida, me siento desesperada como él".
Apasionada lectora, dice que los libros son sus amigos. Es en la escuela delegada de su año, y asiste a cuanta asamblea se propone; estos son los espacios con pares en los que se siente más a gusto, en las fiestas o reuniones sociales y bailes se aburre. Sus amigas están de novia, todas menos ella que tímidamente dice gustarle un compañero con el que siempre se pelea, Alfonso, llegando hasta agarrarse de los pelos cuando no se entienden. "Todos los varones de mi división son de lo peor", soberbios e injustos.
"La vida está llena de injusticias, por eso yo soñaba de chica con ser presidente, para distribuir la cosa mejor".
Adviene un tiempo en el que comienzo a aburrirme, relata sin implicación algunas peleas, enfados, o despliegues intelectuales acerca de sus lecturas. Parecía hablar de memoria. Interrogo mi aburrimiento, y al modo de hipótesis digo: Nada la toca, nada la conmueve, no hay acontecimiento que promueva la división subjetiva, ¿Qué es lo que no pasa?, pregunta que relanza mi deseo como analista y la curiosidad que retorna.
De este tiempo recorto dos significantes que se irán desplegando en transferencia, "agreta", y "chiquilina". Interrogada la paciente por las fijaciones a las que hace alusión --esto es: "ser torpe", siempre se caía; "ser fea", siempre agria con cara de culo; "tener cuerpo de nena", chiquita, petisa y gorda--, no refiere asociación alguna, aún.
Este "ser torpe" se juega en su enunciación, se tropieza con las palabras a menudo, sin advertirse.
En este tiempo se esguinza su pie izquierdo dos veces, y una placa radiográfica descubre un agujero óseo en el calcáneo que sería la causante de sus tropiezos, según el médico. Con preocupación acompaño los avatares médicos que transcurren para ella, como una actividad más que se agrega a sus días. Al mismo tiempo que me pregunto, ¿Un agujero en su cuerpo, para qué?, ¿Qué objeto intenta vaciarse allí? Si no la implica como sujeto no tendría estatuto sintomático, ¿cómo pensarlo?
Se decide ponerle un yeso por un año y muletas, lo acepta sin más, y para mi sorpresa, es a partir de acá que se empezará a sentir mirada por los varones, mediando esta ortopedia modifica el lazo con sus pares, y se hace mirar -¿Suplencia fálica?-
Un día sin saber muy bien por qué le pregunto si le duele. Se pone a llorar, como en los primeros tiempos, le pregunto: ¿Qué duele tanto? Evoca los siguientes recuerdos de su infancia: Nunca la llevaron a lugares de chicos, si salía con sus padres era para ir a San Telmo o a museos, dice que se aburría como un hongo. ¿Cómo un hongo?, interrogo. "Sí, dice, yo siempre a la sombra y a oscuras, ¿viste que a los chicos lo visten de colores? A mí siempre marrón, no como una nena".
Ausente el brillo fálico que confiere la mirada de un padre no logra dignificar su cuerpo en tanto fálico, cuerpo que no vacía su falta en tanto no hay límite de corte, entre adultos y niños hay continuidad.
Un sueño de este tiempo. "Descubro algo en el pecho, una pelota, me hacen un estudio, esperaba lo peor, me dicen que es un tumor, que tengo algo malo en la mama".
Asociaciones. "Tener un defecto físico, eso es lo que decía papá cuando yo me caía, el decía que yo creía que a mi paso los objetos se moverían". Interrogo: ¿Y qué será eso malo que tiene mamá? "Mamá nunca me defendía, para ella a papá hay que entenderlo porque él no sabe expresar afecto, dice que cuando madure lo voy a entender". Intervengo: Si madurar implica entender los insultos de papá mejor seguir siendo una nena.
En una entrevista con sus padres, sosteniendo el padre su discurso injuriante dice: "Si mi hija termina en el Moyano se lo merece; ya no es mi hija, es cualquier cosa". Le digo que si a mí me resulta tan difícil escuchar como él habla de su hija me imagino que a su hija le debe ser muy doloroso; a lo cual responde con un "Me importa un carajo". Se me impone frente al silencio de la madre poner un límite. Le pregunto, ¿para qué vino?. Dice que lo obligaron. Le digo, ¿por qué no se va? "Ahora me quedo". Le digo entonces que se queda a condición que en mi consultorio a su hija no la insulta más.
"Siempre estuve en un no lugar, ¿Cómo mi mamá no se daba cuenta que no tuve amiguitos, o de que yo tenía siempre miedo para jugar, que siempre estaba asustada". Intervengo: ¿Y por qué será? "Bueno, mamá no se da cuenta de nada, ella se deja maltratar por papá, no la entiendo, él la re-basurea y ella no hace nada".
La madre sostiene a este padre soportando sus injurias. Padre que identificado a la excepción, a él la muerte no lo afecta, ni deja afectar, las mujeres serán para este hombre inscriptas en la serie de las boludas lloronas. La madre lo entiende, le dice a su hija, "Cuando seas una mujer te va a pasar lo mismo"; ostentación burda de la posición fálica femenina exhibida por la madre sin vergüenza. Impunidad gozosa tanto de ella como del padre.
Desde la madre se faliciza el saber al cual Inés se identifica. Hace cuerpo con el saber, y estudia cada vez más. Terminada la escuela secundaria se anota primero en dos carreras, sociología y periodismo, y actualmente en una tercera, en letras. Letras que no hallan en su cuerpo el borde escritural que normativice la falta en ser que su cuerpo reclama en tanto escindido.
"El cuerpo femenino es para ella el lugar donde asienta el saber y habrá que recorrer un largo trecho para que pueda escribirse allí una falta que no se lea como minusvalía imaginaria". (1)
Recorta una escena. Fue a una fiesta de sus ex-compañeros de secundario, se pone en pedo, "Fue un garrón, no tengo idea qué me pasó, pero fue muy feo, me acerqué a él -Alfonso- y empecé a decirle cosas horribles, re-agresiva, no podía parar, estaba muy mareada, sentí esa cosa de andar mendigando afecto, no sé por qué me hace sentir tan desgraciada, me da vergüenza, me sentí desnuda. Intervengo: Tal vez se trate de eso, de estar desnuda con Alfonso. Dice: "Sí, pero parece que yo los expulso con las palabras".
Por este tiempo comienza a preguntarse qué miran los hombres en una mujer. Dice: "No los entiendo, les importa más una buena mini que una buena cabeza. No estoy de acuerdo con eso, vestirme como una Barbie no me interesa".
De a poco el enojo y la pelea ingresarán en la transferencia. Me supone ser de esas minas que usan mini, se enoja mucho, hasta que dice no entender si trabajo con la cabeza cómo es que también me importa eso.
Va a comprarse ropa -siempre se viste de oscuro y con ropa gastada. Funciono este tiempo como semejante, atenta a su peinado, a su corte de pelo, y a su ropa. Va de compras y no encuentra nada para ella, "Es tan chiquita que la ropa, dice, le queda demasiado grande". Se mira en mí y se pregunta, "¿Y vos que sos alta, no te queda corta la ropa?".
Comienza a ser interrogada por su imagen, "Ayer me miré al espejo y me sentí tan desfasada de como quería ser, fue como si nunca me hubiese mirado, agarré fotos mías de antes y en todos estoy con una cara de culo, es una imagen con la que yo no tenía ganas de verme, me afectó muchísimo, me fui a comer inmediatamente, la diferencia es que después llamé a la nutricionista y le pedí una hora, voy a empezar una dieta.
Acompaña este tiempo cierto barramiento del saber intelectual que la sume en momentos de angustia, tiende rápidamente a negativizarlos, esto es: Ahora no sabe nada, no ha leído nada, no es inteligente, a la vez que se ausenta la palabra que corre, dice estar más en silencio, no se pelea tanto.
Llega su cumpleaños. Cuando se levanta se da cuenta que ese es un cuarto de nena. Decide juntar los ositos de peluche y regalarlos. Va a cambiar el empapelado y la decoración.
Dice sentirse como si viviese en un plano paralelo entre su cabeza y algo que no transporta en su cuerpo, como si fuese "Las puertitas del Señor Lopez". Ya no se siente tan parecida a Erdosain, "Ahora no me cuelgo así, bajé de la fantasía, no sé ahora donde estoy parada, estoy triste, quisiera estar con alguien y no puedo, por eso me quebré --es la primera vez que significa así su yeso-- como si no tuviera valor. No puedo soportar el amor físicamente, si alguien se acerca siempre meto la pata, me da mucho miedo que me lastime, no me soporto".
Sabemos que lo real es lo que va del trauma al fantasma en tanto éste vela otra realidad, la de la pulsión; en este tiempo quebranta su soledad el afecto que no llega aún a bien decirse, se dice mal pero se dice. No es lo mismo meter la pata en lo que dice que quebrársela. El fantasma organiza el cuerpo que se soportará ya no fragmentado en los objetos pulsionales de goce, pero aún no alcanza para que se ofrezca como cuerpo agalmático al otro sexo, si bien esto la introduce en la dialéctica con el semejante. Por vez primera va a comprar con una amiga un libro, dice que el librero le gusta y que su amiga está al tanto. Cuando se van su amiga le dice: "¡Cómo te miró!, para mí tiene onda con vos". Se pregunta, "¿Cómo ella se dió cuenta?, yo me sentí burlada cuando ella me dijo esto, ¿por qué?".
"Hoy no sé que espacio ocupo, no sé cómo presentarme, como si me hubiese olvidado mi nombre".
¿Qué es lo que hago con mi vida? - decíase entonces [Erdosain], queriendo quizás aclarar con esta pregunta los orígenes de la ansiedad que le hacía apetecer una existencia en la cual el mañana no fuera la continuación del hoy con su medida de tiempo, sino algo distinto y siempre inesperado como en los desenvolvimientos de las películas norteamericanas, donde el pordiosero de ayer es el jefe de una sociedad secreta de hoy, y la dactilógrafa aventurera una multimillonaria de incógnito.
Dicha necesidad de maravillas que no tenía posibles satisfacciones -ya que él era un inventor fracasado y un delincuente al margen de la cárcel- le dejaba en las cavilaciones subsiguientes una rabiosa acidez y los dientes sensibles como después de masticar limón. En esas circunstancias compaginaba insensateces.
María Gabriela Pedrotti. Escuela Freudiana de Buenos Aires.
NOTA:
(1) AMIGO, S.: De la práctica analítica, escrituras. De. Ricardo Vergara, Bs. As., 1994.