DE LA CUESTION DEL SER DEL ANALISTA. Liliana Paula Cohen.

Tiempo de Lectura: 9 min.

Agradezco la invitación a tomar la palabra en el marco de estas Jornadas.

Abordaré la cuestión del ser, para tematizarla en lo que al analista concierne.

Comencemos por decir que el acto analítico, eso hace algo y concierne al sujeto del deseo. No al ser.

Por el contrario en el corazón de la experiencia analítica está la falta-en-ser.

Por lo tanto, se abre una primera pregunta: en qué lugar se trata que un analista se sitúe para sostener la posición pertinente al acto analítico?

Tomemos en este caso lo que Lacan dice en “Dirección de la cura”.

Allí leemos “Es sin duda en la relación con el ser, donde el analista debe tomar su nivel operatorio”

Entonces por qué via se produce la operación del des-ser? Por la vía del análisis del analista?

Ahora bien, el psicoanálisis se trata de una particular experiencia de lo real en la transferencia.

Esta praxis que opera sobre lo real por la vía de lo simbólico, está articulada a una ética, la ética de lo real del deseo. Se trata de una ética del bien-decir que pone en juego la relación del sujeto a la verdad, y en su cúspide la cuestión del deseo del analista.

El deseo del analista, que es deseo sin sujeto, es el instrumento pivote de la cura. Se trata de un deseo advertido que ha pasado por la experiencia de la castración?

Ahora bien, de qué se trata la noción de semblant de objeto. Nos dice Lacan, va directamente al carozo de la posición del analista en la medida que le reclama sostener un lugar vacante, desprendido tanto de su ser como de su existencia de sujeto. Podríamos decir, que es la condición del analista no poder responder más que con su propia dificultad de ser.

Por lo tanto, en lugar del ser, la formación habilita el saber-estar-ahí, y el saber-hacer-ahí.

Si bien el analista no sabe lo que dice, debe saber lo que hace, vale decir en qué dirección conduce una cura.

Entonces la pregunta para un analista no es si hizo bien o mal las cosas, sino qué hizo, juicio que la dimensión del acto analítico pone necesariamente en juego. Hace a la ética que articula la estructura de la experiencia analítica.

En el Seminario de la Etica, leemos: ”Elegir como patrón de medida de la revisión de la ética del Psicoanálisis a la relación de la acción con el deseo que la habita. Aquí yace la experiencia de la acción humana, y porque sabemos reconocer mejor que quienes nos precedieron la naturaleza del deseo que está en el núcleo de esta experiencia, una revisión ética es posible, un juicio ético es posible, que represente esta pregunta: Ha usted actuado en conformidad con su deseo?”

Para el psicoanálisis se es culpable si se renuncia al deseo.

Del lado del analista la cuestión también se articula por la vía de dar razones de su práctica, de interrogar su clínica.

La acción eficaz del análisis consiste en que el sujeto llegue a reconocer y nombrar su deseo.

El acto analítico es por estructura incompleto e imperfecto.

Se trata de un acto que sólo en esa causalidad invertida que es el aprescoup, es decir a partir de sus efectos se constituye como causa.

Ahora bien, el analista no sabe lo que dice pero debe saber lo que hace, decíamos anteriormente.

Esto implica un juicio sobre su acto. Hay para esto una razón de estructura que está en su fundamento, una parte de su acción permanece velada para el analista.

Un analista es al menos dos, el que soporta el acto, y el que luego reflexiona sobre su acción, nos dirá Lacan.

Desarrollaré brevemente lo que concierne a los pagos que el analista debe poder efectuar para sostener la posición pertinente al acto.

“De principio digamos que en el depósito de fondos de la empresa común, el analizante no es el único con sus dificultades que pone toda la cuota”

El analista efectúa cuatro pagos.

Paga con palabras, si la transmutación que sufren por la operación analítica las eleva al efecto de interpretación. Dimensión ésta que concierne al registro de lo simbólico.

Paga con su persona, en la medida en que por la transferencia es literalmente desposeído de ella. Se trata de la presencia necesaria en tanto presta su persona como soporte. Dimensión imaginaria del dispositivo.

Paga con un juicio sobre su acción, puesto como ya lo habíamos dicho, una parte de su acto permanece velada para su agente. Esto hace del lado del analista a la dimensión real.

También paga un analista con su nombre propio, en tanto en la transferencia éste deviene un significante cualquiera.

El analista se hace causa del deseo del analizante, está en posición de agente del discurso del analizante.

La formación del analista y el autorizarse de sí mismo y de algunos otros, hace posible ocupar un lugar vacante para que se realice el deseo del Otro.

Así podemos leerlo en el Seminario de la Transferencia.

La transferencia, es importante decirlo, no es intersubjetividad, más bien concierne a una disparidad subjetiva.

No hace a dos deseos que supuestamente se recubren. Por otra parte, no es lo mismo el lugar en que el analizante ubica al analista, que el lugar pertinente desde el que se produce una intervención analítica.

Lacan nos dice, entre el analizante y el analista hay el muro del lenguaje. Es una manera diferente de decir aquello que Freud situaba como “die dritte Person”.

La dimensión transferencial no es un lazo de dos, hay siempre tres.

El analista da “su nada”, su falta-de-ser, esto es opera con el deseo del analista.

Una última pregunta para ir concluyendo.

Cuándo se enreda los pies un analista?

Qué podríamos decir en ese sentido? Cuando pone en juego algo del orden del ser?

Entonces podríamos decir, por ejemplo, que un analista se enreda si pone en juego la contratransferencia?

Freud nos dirá que la contratransferencia es la neurosis del analista.

Las pasiones del analista y sus prejuicios hacen obstáculo a la marcha de la cura y no constituyen guía alguna, como se sostuviera en alguna corriente teórica en la historia de la práctica del psicoanálisis.

A la vez si el analista quiere el bien del analizante, educa, ”repite aquello en lo que ha sido formado e incluso torcido”?

Por más que al analista le tiente convertirse en maestro, modelo e ideal de sus pacientes, por más que le seduzca crear seres a su imagen y semejanza, deberá recordar que no es esta su misión en el vínculo analítico. De esta manera lo escribe Freud.

Ahora bien, convocado al lugar de objeto del fantasma en la transferencia, si se identifica a él, y no “hace de” semblant de a, la marcha de la cura se complica.

También podemos acotar que un analista puede enredarse si en lugar de caer del lugar de Sujeto supuesto saber en el momento en que la transferencia lo convoca a la caída, ejerce en sentido contrario alguna resistencia y convoca algo del ser.

Quedaría de esta forma encarnando al hipnotizador, y no, al hipnotizado.

Asimismo si un analista se identifica al objeto causa, y cree que la eficacia de la cura es su eficacia, da consistencia a alguna ilusión.

Si bien es cierto que la cura no avanza sin conducción analítica, eso no es atribuible a las virtudes de quien ocupa el lugar, sino a su correcta ubicación en el dispositivo. Dimensión ésta que si, es responsabilidad del analista.

Entonces se tratará de un saber-hacer-ahí con el deseo del analista como instrumento?

Deseo del analista que ha pasado por la experiencia del Inconciente y la castración?

Hasta aquí por hoy.

Gracias.

Liliana Paula Cohen. LAZOS, INSTITUCIÒN PSICOANALITICA. LA PLATA. JORNADAS OCTUBRE, 2007.

Referencias bibliogràficas;

Jose Zuberman. Las pasiones del analista. Coloquio de Verano de la EFBA.

Norberto Ferreyra. La experiencia del análisis.. Editorial Kline.